Francisco García-Talavera Casañas
[…,los libyos consiguieron establecerse en las feraces tierras del
Delta del Nilo y hacerse con el poder en el año 950 antes de Cristo. Y así,
durante las dinastías XXII y XXIII, los faraones libyos Sheshonq I, Osorkon II,
Takélot I y otros reinaron en Egipto durante 200 años. A estos antiguos libyos
podemos considerarlos como protobereberes… También podemos aventurarnos a decir
que una parte de la antigua población libya, que -por las presiones antrópicas
y climáticas citadas- emigraba hacia el Oeste, se estableció en la llamada
Costa de Berbería, frente a Canarias, y muy bien pudieron "dar el
salto" por sus propios medios (en embarcaciones rudimentarias) a una
tierra, Fuerteventura, que veían en los días claros desde Tarfaya.]
Hace 7.000 años, el Sahara
era una extensa sabana, con ríos, lagos, praderas, bosques de acacias y
baobabs, elefantes, jirafas, cocodrilos, leones..., que compartían su hábitat
con los humanos, mayoritariamente negros, y que ya habían desarrollado una
cultura neolítica, fundamentalmente pastoril, aunque complementada, en menor
medida, con la agricultura, la caza, la pesca y la recolección. Al mismo
tiempo, lo que hoy conocemos como el Maghreb albergaba poblaciones de raza
blanca, producto de la mezcla de los antiguos autóctonos
"cromañoides" (Mechta el Arbi), robustos y de elevada estatura, con
otros contingentes "mediterranoides" venidos de Oriente y portadores
de la cultura, también neolítica, conocida como capsiense. Estas poblaciones
proliferaron numéricamente -favorecidas por el benigno clima mediterráneo de
aquella época-, ocuparon el territorio a su alcance y explotaron los recursos
naturales disponibles, desde las extensas llanuras litorales hasta los fértiles
valles montañosos (Atlas, Rif, Aurés, Kabylia, etc.) del Norte de África.
Pero llegó el cambio
climático, y de esta manera, hace unos 4.500 años, comenzó la desertización de
los ecosistemas norteafricanos. Duro golpe, acusado inexorablemente por la numerosa
población humana, que se había adaptado perfectamente a su hábitat y que se vio
obligada a emigrar. Los antiguos egipcios llamaban "lebu" (libyos) a
todos los pueblos que vivían al Oeste del Nilo, y con ellos tuvieron
encarnizadas confrontaciones bélicas, de las que casi siempre salían
victoriosos, debido a su superior tecnología armamentística (carros de combate
tirados por caballos) y tácticas de guerra. Son célebres las batallas en las
que intervino el faraón Ramsés II, quien, tras su victoria, esclavizó a miles
de libyos y los incorporó a sus ejércitos, por sus buenas cualidades guerreras.
Estas gestas quedaron grabadas en los templos y palacios, en donde se
representaba a los prisioneros libyos, tatuados, vestidos con pieles, con la
barba en punta, con dos plumas coronando la larga cabellera, trenzada a lo
"rasta" y con un característico mechón, o trenza, colgando en el lado
derecho de la cara.
A pesar de esas derrotas,
los libyos consiguieron establecerse en las feraces tierras del Delta del Nilo
y hacerse con el poder en el año 950 antes de Cristo. Y así, durante las
dinastías XXII y XXIII, los faraones libyos Sheshonq I, Osorkon II, Takélot I y
otros reinaron en Egipto durante 200 años. A estos antiguos libyos podemos
considerarlos como protobereberes.
Y siglos más tarde, con la
presencia romana en el Norte de África, aparecieron en escena unos
libyo-bereberes, los garamantes, establecidos en el Fezzán (Sur de la Libia
actual), portadores de una avanzada cultura y creadores de un original sistema
subterráneo de regadío, conocido como "foggara". Los garamantes
también fueron célebres como expertos jinetes en su lucha contra Roma. Con toda
probabilidad, los numerosos grabados y pinturas rupestres representando a
carros con caballos a galope tendido, conducidos por personajes de indudable
aspecto libyio (plumas en la cabeza, barba en punta...) encontrados desde el
Fezzán (Targa) hasta Mauritania, se refieren a ellos.
Asimismo, la mayoría de
los investigadores piensa que los tuareg actuales son descendientes de los
garamantes (sustituyeron el caballo por el camello), los cuales fueron
desplazándose al Oeste y al Sur, a medida que les presionaban las nuevas
potencias invasoras (especialmente los romanos y, sobre todo, los árabes en el
siglo VII), hasta refugiarse en los macizos montañosos del desierto (Tadrart
Akakus, Ahaggar, Adrar de los Iforas). Son muchas las coincidencias que parecen
confirmar esta hipótesis, pues aparte de las costumbres, indumentaria, cultura
material y características antropológicas, los tuareg son los únicos bereberes
que han conservado el alfabeto tifinagh, cuyos caracteres claramente derivan de
la antigua escritura líbyco-bereber, que figura en muchos yacimientos
norteafricanos con grabados rupestres alfabetiformes.
También podemos
aventurarnos a decir que una parte de la antigua población libya, que -por las
presiones antrópicas y climáticas citadas- emigraba hacia el Oeste, se
estableció en la llamada Costa de Berbería, frente a Canarias, y muy bien
pudieron "dar el salto" por sus propios medios (en embarcaciones
rudimentarias) a una tierra, Fuerteventura, que veían en los días claros desde
Tarfaya. A favor de esta hipótesis, entre otros, están los siguientes
argumentos: a) La antigua escritura líbyco-bereber está documentada
arqueológicamente en todas las Islas. b) Muchas de las características
bioantropológicas y genéticas de los guanches (entiéndase como tales a todos
los primeros pobladores de Canarias) coinciden con las de los tuareg del
Ahaggar, los menos "contaminados" y arabizados entre los bereberes.
c) La presencia de dos o tres plumas en el cabello, la barba en punta y la
elevada estatura de los mahos (recordemos que los antiguos egipcios también
llamaban tamahu a los libyos) referenciadas por algunos "cronistas"
de la conquista de Lanzarote y Fuerteventura. d) La presencia de
"boomerangs" en los hawara de La Palma, que también figuran en los
grabados con escenas de caza de los antiguos egipcios y libyos. Y e) Hawara es
una localidad de Egipto en donde se encuentra una gran pirámide, semiderruida,
de la dinastía XII. Hawaras son también los tuareg habitantes del macizo del
Ahaggar (el propio nombre es una deformación de Hawwara) y de algunas zonas de
Marruecos, Argelia y Libia. Además, Hawara era una de las principales
confederaciones bereberes que invadieron la península Ibérica en el siglo VIII,
al igual que los que se establecieron en Sicilia en el siglo X.
Una nueva visión que no
creemos descabellada sobre el origen líbyco de los guanches, así como de su
conexión indirecta con el antiguo Egipto y con los tuareg del Haggar argelino.
Tomado de
www.elcanario.net
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