martes, 2 de junio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-XLIV




1998 noviembre 28.

¿SOMOS LOS CANARIOS INFERIORES?

DUDE en contestar al autor del artículo publicado en este periódico el domingo pasado, que llevaba por título: «Infancia y personalidad canaria». Primero, porque lo expuesto allí estaba tan descontextualizado que, aunque me reconocía en algunas de las ideas expuestas, ser me hacía extraño pensar que se estuviesen refiriendo a mi libro. Además, ya no sólo por cortesía literaria, sino por un criterio básico de formalismo periodístico, cuando se escribe sobre alguna obra, lo mínimo es citar la fuente de manera precisa. Y segundo, porque dada la superficialidad con la que es tratado mi trabajo («Infancia y personalidad canaria: la psicología del niño canario», 1994), del que se toman aisladamente algunas ideas con la única pretensión de exponer su propio punto de vista; se impone un «pisquito» de responsabilidad ante un tema que, aunque opinable, está sustentado en un estudio científico.

A pesar de todo estoy aquí, más que para contestar, para subrayar lo que ya expuse de manera amplia, hace ya casi cuatro años, con la publicación del libro anteriormente mencionado.

Que los canarios somos diferentes es una evidencia que la realidad cotidiana nos recuerda permanentemente. El problema es si somos inferiores.

El dato de la falta de valoración de sí mismo del canario es una constante en todos los autores revisados, y se ve confirmado en nuestra propia investigación. Pero como ya planteo en nuestro trabajo, lo realmente importante es que los canarios frente a los no canarios (léase peninsulares en cuanto no insulares o continentales) son diferentes en su estilo de valoración personal. Es decir, nuestros resultados no están diciendo que los canarios seamos objetivamente inferiores; sino que nos vemos, nos percibimos caracterizados por cualidades negativas, es decir, enfatizamos nuestras fealdades. La imagen que se refleja en el espejo de nosotros mismos, resalta nuestras sombras por encima de las luces.

Esto nos lleva al tema del criterio comparativo. En ciencia no se puede conocer nada si no se compara. Pero es que además debo recordar que en la vida cotidiana no vivimos aislados, por muy archipiélago que seamos. Coexistimos con los otros, y en el caso de Canarias, ese otro es numeroso, diverso y en algunos casos apabullante. Y en este mundo de subjetividades, de interpretaciones y percepciones compartidas somos, o por lo menos creemos ser, el reflejo de nuestra imagen en el espejo de los demás. No puedo aceptar eso de que «somos lo que somos, independientemente de lo que sean los demás», porque la percepción de los otros, como ha estudiado desde hace décadas la psicología, forma parte de nuestra propia personalidad. Por tanto, el principio anteriormente enunciado no es más que un deseo, un deber ser, que no coincide con el complejo entramado de espejos de nuestra realidad psicocultural. Es verdad que nadie se siente inferior si no da su permiso para ello, pero en nuestro caso son tales los condicionantes históricos, culturales, educativos y socioproductivos que, a pesar de que hayamos sacado la cabeza, todavía estamos hundidos en el barro. Situación que no se supera mirando alegremente hacia el futuro, olvidando las interpretaciones de nuestro pasado que nos atan a este inevitable presente que se reedita día tras día, y que nos incapacitan para construir futuros alternativos y viables.

¿Han intentado alguna vez llenar un colador? Pues lo mismo les ocurre a las personas y a las sociedades que intentan avanzar y desarrollarse, olvidándose de los «íntimos lastres de autosabotaje» que impiden su realización personal, social y cultural.

Pero demos un paso más allá, ¿por qué los canarios hemos desarrollado ese sentimiento de inferioridad? No podemos pensar de manera simplista que este peculiar modo de vernos a nosotros mismos ha sido autogenerado y sin ningún interés ajeno. Según algunos autores esta caracterización ha sido históricamente promovida de forma intencional por aquellos que han tenido motivaciones de control, dominación y explotación social. No hay mejor medio de manipulación que hacer creer al individuo que es «inferior», para que desde ahí sienta la necesidad de depender del «superior»:

Y esto tiene consecuencias trascendentales para la vida cotidiana. Como botón de muestra, decir que no es nada circunstancial o anecdótico que nos encontremos a profesionales canarios con un alto grado de cualificación, desempeñando tareas en puestos por debajo de su nivel de preparación. Así como tampoco es, casual que empresas afincadas en Canarias prefieran trabajadores foráneos a los nativos.

Para terminar, decir que con lo único con lo que estoy plenamente de acuerdo de lo escrito por el Sr. Pablo Paz es que no ha comprendido la auténtica (no oculta) intención de nuestro estudio. Por lo que le emplazo a leer más detenidamente el libro, le ayudará a conocerse, un poquito más, a sí mismo.

Antonio F. Rodríguez Hernández, en El Día, 29 de noviembre de 1998.

Profesor titular de Psicología de la Educación de la Universidad de La Laguna

(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)

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