LA
SIMIENTE DEL FALSO PROFETA III
(III)
Extraído
del libro Luz o Tinieblas
Índice
del Tema
El papa y el
emperador
Hasta el año 685, la elección del
llamado obispo de Roma fue derecho exclusivo del emperador. Es decir, que el
poder civilera quien escogía al que creían era el responsable de la Iglesia de Jesucristo.
¡Qué lejos está esto de las palabras de Jesús: “Dad a Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de
Dios!”. Aquí el Cesar daba lo que suponen era de Dios a
hombres sin Dios. En el año 752, el obispo de Roma será elevado en hombros
después de su elección. En el año 795 se hablará del “poder temporal” del
papado, y ya en el año 800 se establecerá la “supremacía temporal” del
obispo de Roma. Pero vayamos por partes…
La
cuestión honoriana
HONORIO I (625-638),
este papa fue tan controvertido por lo que explicaremos a continuación que
llegó a ser condenado como hereje por la llamada “cuestión honoriana” en
un concilio general (680-681), en el VI Concilio Ecuménico de Constantinopla.
LEÓN II (682-683), ratificó esa condena. El papa Honorio, buscando el atraerse
a los monofisitas, de los cuales ya hablamos, suscribió la
propuesta del patriarca de Constantinopla acerca de que se hablara de “una
sola voluntad de Cristo”. De este modo, el papa, a lo que parece poco
versado en teología griega, tomaba postura favorable a las tesis bizantinas en
la cuestiónmonoteleta (*).
(*)
El monotelismo es la doctrina que habla de dos naturalezas en Cristo, una
divina y otra humana, pero una sola voluntad).
La cuestión llegó tan lejos que
Honorio fue condenado por haberse puesto de lado del acérrimo rival de Roma,
Bizancio. La tradicional ley del silencio, hizo que el nombre de ese papa fuera
borrado del “Díptico eclesiástico”, es decir, de la tabla o índice
autorizado de los papas, y que fuera “traidor contra la doctrina de
san Pedro y demás apóstoles”.
La enciclopedia católica dice así
respecto al monotelismo y a Honorio:
“Su
doctrina fue expuesta por el emperador Heraclio y el obispo Honorio de Roma con
la intención de atraerse a los monofisitas...”.
Nótese que a Honorio no le llama
la enciclopedia: Papa, sino simplemente: obispo.
Aquí se planteó un problema en lo sucesivo para Roma. Claramente, un papa se había
equivocado en cuanto a doctrina (¿infabilidad papal?), luego, el
principio jurídico de que “un papa no podía ser juzgado por nadie” debería
completarse, en lo sucesivo, con una coletilla que dijese: “si no
apostata de la fe”. Pero, ¿realmente Honorio apostató de
la fe por creer un principio doctrinal supuestamente equivocado?, es decir, una
cosa es llegar a creer cierta doctrina, digamos poco ortodoxa, pero otra muy
diferente es apostatar de la fe. Nadie puede juzgar que
Honorio apostató de la fepor mantener un entendimiento
doctrinal diferente al de la iglesia occidental.
El problema con la “cuestión
honoriana” poco tenía que ver realmente con asunto doctrinal alguno,
sino más bien con un asunto meramente político y que todavía perdura: la
rivalidad entre la iglesia de Roma y la iglesia Ortodoxa. Muchos historiadores
católico-romanos sostuvieron hasta el siglo XIX que no era cierto que se
hubiera declarado hereje a Honorio, y acusaron a “griegos
malintencionados” de introducir falsedades en las actas conciliares.
No obstante, la evidencia al fin se impuso.
En el formulario papal, el
llamado “Liber diurnus”, se especifica que cada nuevo papa debe
abjurar del monofisismo y de sus seguidores, incluyendo al
papa Honorio I. Tenemos entonces, según Roma, otro papa hereje más (que forma
parte del Liber Pontificalis, por lo tanto, no fue
considerado antipapa). Así que, el asunto de la “infabilidad
papal” sufre otro importante revés.
“Efigie
de Honorio I”
MARTÍN I -san-
(649-653), fue coronado huyendo de la ratificación del emperador, como era la
costumbre, por tal causa, fue desterrado a Crimea. Este papa declaró
dogmáticamente que María fue siempre virgen, incluso después de dar a luz a
Jesús, es decir, que ¡Jesús nació sin romper el himen!
Le siguió EUGENIO I -san-
(654-657), este, se sujetó al emperador, volviendo todo a su cauce. En ese
tiempo, el papado aún sin suficiente fuerza, requería del emperador para su
protección y amparo. ¿Cómo podría ser que una institución supuestamente divina
requiriera del poder secular? ¿Acaso fue así con la iglesia primitiva?,
evidentemente, no.
VITALIANO -san-
(657-672), siguió la misma política de extrema sumisión al Cesar. Compárese esa
actuación con la de los primeros cristianos que morían en el circo romano antes
de siquiera quemar un poco de incienso al emperador. Estos papas
declarados santos por Roma, no sólo quemaban incienso al
emperador sino que le besaban los pies si fuera necesario con tal de permanecer
en el solio pontificio.
Ireneo, obispo de Lyon en el
siglo II, discípulo de Policarpo que a su vez lo fue del apóstol San Juan, nos
dejó escrito que el número 666 (Ap. 13: 18), significa “Lateinos”, es
decir, Latín, porque los caracteres griegos de este nombre
colocados juntos dan la suma de 666. Pues, precisamente, el papa Vitaliano, en
el año 666, declaró que la
Iglesia romana sería la Iglesia Latina , e
instituyó el latín como lengua oficial y universal de la Iglesia , ¿coincidencia?,
¡no!
AGATÓN, como
no, -san- (678-681), fue el primer papa al que el emperador eximiera
del pago de una cantidad para su confirmación en el cargo.
Le siguió LEÓN II (682-683);
de él ya hablamos cuando comentamos sobre la “cuestión honoriana”,
este papafue el que condenara a su antecesor, Honorio I. Añadir que, el ejemplo
de Honorio, ponía en duda la suprema autoridad dogmática del papa como ya
vimos. Pero todo ello es cuestión baladí si lo comparamos con otras. SERGIO I
(687-701), fue acusado de llegar al papado gracias a haber comprado con oro el
favor de la autoridad civil competente. Este fue elevado a los altares
como sanSergio I. La razón, estudiándola, es muy evidente, ese
papa se negó a suscribir las conclusiones del sínodo Trulano del año 692 que
eran hostiles al papado y contrarias a la costumbres occidentales del celibato,
el cual se fue imponiendo poco a poco, como algo “sagrado”.
CONSTANTINO I (708-715),
fue el último papa que viajara a Constantinopla hasta Pablo VI. Firmó un
tratado de paz con Justiniano II que exponía la finalización de la llamada “cautividad
bizantina del papado”. A partir de ahora, Roma iba a ser paulatinamente,
Roma. Durante toda la historia, hasta entonces, las relaciones entre Roma y
Constantinopla fueron malas, a partir del año 726 fueron peores.
Un
valiente emperador iconoclasta: León III
El emperador León III (717-741),
publicó el primero de sus edictos iconoclastas (de icono:
imagen; clasta: romper). Este emperador hizo algo muy valiente,
decretar la destrucción de las imágenes, no obstante, esto
determinaba un extendido enfrentamiento con la religiosidad idolátrica de los
católico-romanos. Así pues, ordenó la destrucción de todas las imágenes
religiosas, tanto de Oriente como de Occidente en sintonía con los principios
bíblicos y el sentir de los primeros cristianos.
Ya para ese entonces, el paganismo hacía
siglos que había entrado en la iglesia visible, y ésta era sólo una mezcolanza
y sincretismo de religiones diversas con cierto barniz cristiano sólo en
apariencia.
“Moneda
del emperador León III”
Ese neopaganismo romano,
la norma en Occidente, encontró su valedor en la persona del
papa GREGORIO II (715-731); por supuesto, y como no podía ser de otro modo, “san” Gregorio
II. Este hombre idólatra desafió al emperador León con dos cartas en las que
declaraba no ser adoración el culto a las imágenes, sino
sólo veneración. Evidentemente, ese papa no tenía a mano la Sagrada Escritura
que dice: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo
que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de
la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las
honrarás...” (Éxodo 20: 4, 5).
Osadamente le dijo al emperador
que no tenía miedo de un posible ataque suyo. En ese tiempo, las milicias
romanas estaban ya muy bien organizadas y además el papa contaba con el apoyo
de los lombardos. Por eso decía amenazadoramente:
“No
tengo más que retirarme veinticuatro millas Campania adentro, y tú podrás
seguir con tu obra. Pero en cuanto a la estatua de san Pedro, que todos los
reinos de Occidente consideran un Dios sobre la tierra, el Occidente entero se
tomaría una terrible venganza”.
He aquí la amenaza de ese papa
pagano, y nótese aquí la idolatría manifiesta de ese papa hecho “santo”,
defendiendo una imagen, y lo que ésta representa para el papado:
”... en cuanto a la estatua de san Pedro, que todos los reinos de
Occidente consideran un Dios sobre la tierra”. No tiene ningún reparo
en denominar a Pedro un “Dios sobre la tierra”. Así, al igual quePedro,
cada papa es también un “Dios” sobre la tierra, según su propio discurso.
¿San
Pedro o Júpiter?
En cuanto a esa estatua de s.
Pedro, es preciso saber que esa estatua en cuestión era la representación del
dios Júpiter. Esa grandiosa estatua de bronce, fue alterada, y se la nombró
como la de “san Pedro”. Hasta hoy en día, la estatua es vista con profunda
veneración, y como no decirlo, pues es la realidad, se dirige a ella adoración por
parte del pueblo, tanto es así, que el pie de la estatua ha sido besado tantas
veces por los fieles, que los dedos están gastados casi por completo.
Pero no sólo por parte del pueblo
esto ocurre. Consta en fotografía como el desaparecido papa Juan XXIII se
acerca a la estatua para besarla, revestida para la ocasión, con un manto y una
tiara pontificial de tres coronas (como la de los papas actuales).
Si esto no es un acto de
adoración, ¿qué es un acto de adoración entonces? Esta práctica de besar a un
ídolo o estatua es de origen absolutamente pagano, el mismo paganismo que la Biblia condena.
“La
estatua de Júpiter convertida en la de “san Pedro”
Cuál sería (y es) el amor de Roma
a las imágenes que en el año 731, en un sínodo romano, siendo entonces
papa GREGORIO III (731-741), claro está, “san” Gregorio
III, ¡se decretó la excomunión a todos los iconoclastas!
En ese tiempo, dada la presión del emperador bizantino debido a esa excomunión,
este papa Gregorio pidió ayuda al francés Carlos Martel, debido también a que
ya no podía contar con los lombardos.
ZACARÍAS -san-
(741-752), fue el último papa griego de nacimiento, ¿por qué sería? Los papas
iban a mirar hacia el norte de aquí en adelante; y los del norte iban a mirar
con cierta admiración al papado.
El mayordomo del último rey merovingio,
Pipino, protagonizó un golpe de estado contra su rey y se estableció en el
poder. Poco antes, le planteó a Zacarías la cuestión de si podía seguir
llamando rey a alguien que sólo ostentaba el título, o si no se debería más
bien llamar así a aquel que tuviera todo el poder, como él, claro.
El papa, astutamente, le
respondió según su gusto. Entonces Pipino, con la conciencia ya más tranquilase
hizo coronar rey de los francos (751), encarcelando al último merovingio en un
monasterio. Fue el legado papal, el arzobispo Bonifacio el que ungió a Pipino
el Breve como rey de todos los francos. Esa fue la primera vez que un soberano
franco era ungido con el “óleo sagrado”.
Eso era lo que el papa estaba
buscando porque al tener todo el apoyo y fe del recién nombrado
rey de todos los francos, ya le permitía independizarse de Bizancio, es decir,
de Oriente, para siempre. Además, empezaba a comprobar que su influencia
religiosa en Occidente le permitía controlar a los poderosos,
pretendiendo mucho más, buscando un auténtico “poder temporal”. Evidentemente,
este papa fue elevado como “santo” por Roma.
Además de los asuntos netamente
políticos, la realidad de la vida religiosa de aquellos días es para tenerla en
consideración. Cuando san Bonifacio al visitar Alemania descubrió que ninguno
de los clérigos respetaba sus votos de celibato, le escribió al papa Zacarías
al respecto, diciendo:
“Los
jóvenes que pasaron su juventud violando mujeres y cometiendo adulterio están
ascendiendo en las filas del clero. Estaban pasando las noches en cama con
cuatro o cinco mujeres, y luego levantándose a la mañana...para celebrar misa”.
Con todo ello, el obispo Rathurio
se defendió diciendo que si excomulgaba a los sacerdotes pecadores “no quedaría ninguno para administrar los sacramentos,
excepto los muchachos. Si excluía a los bastardos, conforme lo demanda la ley
canónica, ni siquiera los muchachos estarían disponibles” (De Rosa, op. Cit.
Pp. 404-405).
Así era la realidad eclesial en
aquellos tiempos, e iría a peor sin lugar a dudas hasta las más altas
instancias de la jerarquía: el mismo papado.
El poder temporal
Una de las “dos columnas”
del papado es la llamada Sucesión Apostólica; la segunda es la
llamada “poder temporal”. Sobre esta teatral columna, el Vaticano basa
su afirmación de que el papa tiene autoridad sobre los reyes de la tierra. Esta
“columna”,totalmente antagonista al mensaje neotestamentario, por
clara referencia del mismo Jesucristo, se basa en un documento falso, llamado
las “Donaciones de Constantino”. Esa sería la “base legal” para
justificar la pretensión papal del poder temporal.
Durante el papado de ESTEBAN
II (752-757), se urdió lo que la historia ha llamado la “Falsa
donación constantiniana”. Un funcionario papal, Cristóforo, metió mano a
una antigua leyenda sobre el papa Silvestre (314-335), y basándose en ella,
redactó un documento que presentó como original del tiempo del emperador
Constantino el Grande.
Además de las atenciones que el
emperador romano tuvo con ese obispo de Roma, inventó que además le había
otorgado Roma, Italia y el Occidente entero como recompensa por haberle sanado
milagrosamente de la lepra al bautizarle (cuando se sabe que Constantino fue
bautizado, cuando seguramente ya había partido a su destino final desde su
lecho de muerte).
“Estampa
que recoge la fantasiosa donación del emperador Constantino al obispo romano
Silvestre”
Una estafa parecida ya había
ocurrido en el siglo V, como vimos, pero con Cristóforo, el engaño fue más
completo y creíble, aunque no del todo. Había lagunas y anacronismos en
el documento de ese funcionario que hicieron dudar a los
eruditos de los siglos por venir. Por ejemplo, en el escrito decíase que
Constantino se llamaba a sí mismo el vencedor de los hunos, ¡cincuenta años
antes de que éstos aparecieran por Europa! El obispo de Roma era llamado papa,
¡setenta años antes de que se usara ese título por primera vez, y casi
doscientos años antes de que fuera exclusivo suyo!
Además de todo esto, Cristóforo,
al cual el Vaticano en lo sucesivo le debe todo lo que es y tiene a causa de su
engaño, comenzó a fabricar detalles audazmente, incluyéndolos en la célebre “Donación
de Constantino”:
“Constantino
había regalado una diadema o corona al “papa” y sus sucesores...el manto
púrpura y la túnica escarlata y todos los atributos imperiales...el cetro
imperial, con todos los estandartes y banderas y ornamentos similares”.
Muy ansioso estaba Cristóforo de
mantener ciertos privilegios y honores de su oficio, así que inventó lo que
Constantino concediera a la curia; unas dignidades parecidas a las que había
disfrutado el senado romano: “...cabalgar en caballos blancos adornados con gualdrapas del
blanco más puro, calzando zapatos blancos, como los senadores”.
Pero todo esto no eran más que
preparativos para la cuestión más importante: Demostrar que el papa no sólo era
independiente desde Constantino, sino que, además era superior a él.
Todo ello era una absurda mentira
tal y como hemos estado estudiando hasta ahora. El papa siempre estuvo sujeto
al emperador hasta ese momento; y aún más, era el emperador el que lo escogía
bajo pago de una suculenta cantidad. No obstante, Cristóforo daba a entender
que incluso habían ofrecido la corona imperial a Silvestre, pero que este, por
ser tan modesto, la había rechazado, y en su lugar, habría aceptado un simple
gorro frigio, precursor de la gran tiara de tres coronas.
En otras palabras, esto significa
que si Constantino había seguido disfrutando de la corona, era gracias a la
buena y generosa voluntad del obispo romano Silvestre. Con todo, la intención
del funcionario papal era muy evidente al dar su explicación del por qué
Constantino estableció su capital en el Oriente. Según él, esa decisión fue
tomada porque no estaba bien que un emperador terrenal compartiera la sede del
sucesor de Pedro. ¡Menuda mentira!
“Recurso
heráldico como ornamento estético de las nuevas prendas litúrgicas que ha
recreado el actual papa Ratzinger; a él le encantan estas cosas”
Lo siguiente, según Cristóforo,
es lo que el emperador dejó escrito en sus “Donaciones”:
“...para
que la corona pontificial pueda mantenerse con dignidad, nosotros renunciamos a
nuestros palacios, a la ciudad de Roma y a todas las provincias, plazas y
ciudades de Italia y de las regiones del Occidente y las entregamos al muy
bendito Pontífice y Papa Universal, Silvestre”, ¡todo ello cuando
en esa época el título de Pontífice y Papa universal ni siquiera existían!
Mentir
para vencer
La “Falsa Donación
Constantiniana”, llegaba en un inmejorable momento. El papa Esteban II,
veía que el Islam se iba apoderando de mucho territorio, pero es que además,
debido a la decadencia del imperio bizantino, los lombardos y logobardos,
dominaban Italia, y, no reconocedores del poder temporal del
papa, amenazaban la sede papal. Por lo tanto, el papa debía buscar a alguien
crédulo y fuerte que pudiera librarle de sus enemigos. Esa sería una
práctica que acabaría convirtiéndose en costumbre.
Surgido el Islam (siglo VII), los
ejércitos musulmanes con su guerra santa, barren el norte de
Africa, España, etc. capturando las tierras del papa en el nombre de Alá.
Perdían territorio aquí y allá, y los bárbaros se aprovechaban de la coyuntura.
Llegó un momento en que al papa sólo le quedaba la Italia central, y el
ejército de los lombardos estaba preparado para tomar posesión de lo que le
quedaba.
Su única esperanza estaba en
Pipino III, el nuevo rey franco. Pero, ¿cómo iban a conseguir que defendiera
Roma con su ejército? Necesitaban un plan ingenioso para lograrlo. Si el rey
franco recibía una carta de San Pedro desde el cielo
pidiendo su ayuda, quizás tragara el anzuelo. Así que falsificaron una carta.
La marcaron con letras de oro en
un pergamino costoso y le dijeron al rey franco que el mensaje era tan
importante que el mismo San Pedro la trajo del cielo y se la entregó al papa.
Una procesión religiosa impresionante fue al rey Pipino con la “carta de
San Pedro”, rogándole desde el cielo que salvara Roma. El rey estaba
asombrado de que el mismísimo San Pedro hasta le conociera.
Creyó cada palabra de la carta
falsa y reunió a su ejército para defender Roma. Para asegurarse del éxito de
su propaganda, el mismo papa Esteban cruzó los Alpes y se personó en la corte
franca. Recibido por Pipino, reclama osadamente la “Propiedad de San Pedro”,
es decir, lo que supuestamente Constantino había regalado a su antecesor de
hacía cuatro siglos: Los que vendrían a llamarse los “Estados Pontificios”.
El rey franco, se avino sin
rechistar, y en Quierzy en ese mismo año del 754, se sella el tratado de
amistad entre el papado y los francos. El rey le promete al papa los
territorios que había de arrebatar a los lombardos, y el papa le unge a él y a
sus hijos Carlos y Carlomán.
Además, Esteban le da el título
de “Patricius Romanorum”, es decir, “Protector de los romanos”,
con lo cual quedaba ya suficientemente claro que se había traspasado a los
francos la soberanía protectora sobre Roma y el papado. El usurpador Pipino
cumplió con su parte, derrotando a los lombardos en los años 754 y 756,
consiguiendo un tratado por el que se legalizaba la restitución de
territorios al papa.
La enciclopedia católica dice
así: “Esteban pidió ayuda a Pipino el Breve contra Astolfo, rey
de los lombardos. Pipino atravesó los Alpes y le entregó varias de las ciudades
arrebatadas a Astolfo, dando así origen a los Estados Pontificios”.
“La
donación de Pipino el Breve por el Tratado de Quierzy, al Papa Esteban II, en
el año 756”
Herederos
de nadie
El papa Esteban, como “heredero”
de san Pedro, y en “su nombre”, recibió las llaves de más o menos 20 ciudades,
entre ellas: Rávena, Ancona, Bolonia y Ferrara, y con ellas sus ingresos y el
dominio de una gran franja de terreno de la costa adriática. Todo ello no sería
sino el principio de los futuros Estados Pontificios, también llamado “Patrimonio
de San Pedro”. Las dudas sobre la “Donación de
Constantino” se mantuvieron hasta que en el siglo XV, el cardenal
Nicolás de Cusa (1401–1464), desenmascaró la falsificación, pero
como siempre, ya fue tarde. Esto es un hecho suficientemente probado.
El
papa, un señor feudal poderoso
A partir de esos entonces, y de
manera fehaciente, el papa, se convierte en un señor feudal con mucho poder, en
un príncipe. Su feudo es religioso, pero sobre todo es político y
financiero. Pronto aparecerán las terribles disputas por el poder papal. Si ya
las había habido, a partir de ahora, más que nunca debido al incremento de
poder y dinero del papa y su sede. En los años 767 y 768, se enfrentan entre sí
tres candidatos. Estos son, Constantino II, Felipe y Esteban (III o IV, nadie
sabe).
A la muerte de PABLO
I (757-767), el cual era hermano de Esteban II, uno de los muchos
nobles locales, en concreto Toto de Nepi, que se adueñó de Letrán, dispuso a
que un hermano suyo, Constantino fuera el siguiente papa. Pero como ni siquiera
pertenecía al clero, le nombraron clérigo, subdiácono, diácono y sacerdote,
siendo consagrado obispo y por fin papa, ¡todo en un mismo día! (¿sucesión
apostólica?). Esto no gustó a algunos, obviamente, así que, por otro
lado, nombraron dos papas más.
A uno de ellos, los fieles partidarios
de Constantino le sacaron los ojos y le dejaron morir. Esta iba a constituirse
una práctica habitual para anular al rival a la “silla pontificia”. Al
otro adversario de esos dos, sencillamente le asesinaron. Surgió un tercero que
pidió ayuda a los lombardos, los cuales tomaron la ciudad. Constantino II,
después de ocupar durante más de un año el solio papal, fue vencido y echado a
un monasterio. Es importante darnos cuenta de que, después de ser papa, fuere
como fuere, Roma le considera un antipapa.
Los lombardos vencedores pusieron
como papa en el 768 a Felipe, un monje romano, pero que pronto se escapó y se
retiró a su monasterio. La nueva elección recayó entonces en Esteban, que era
un sacerdote. Este hizo deponer oficialmente a Constantino II. ESTEBAN
III o IV (768-772), no dudó en permitir que el ahora
convertido antipapa Constantino II fuera cegado y mutilado.
Después de sacarle los ojos y cortarle la lengua, le encarcelaron y le dejaron
morir de hambre. Le sucedió ADRIANO I(772-795). Este
volvió a buscar su apoyo en los francos.
Cuando murió el emperador Pipino
III el Breve, bajo el pontificado de Adriano I, el hijo del emperador Pipino,
Carlomagno, siguió creyendo en el documento de las “Donaciones
Constantinianas”. Este papa codicioso, Adriano I, buscaba, no sólo la
protección del emperador carolingio.
Dice así la enciclopedia
católica: “Adriano I, sucesor de Esteban IV, fue atacado por Desiderio, rey de los
longobardos, y llamó a Carlomagno, quien le confirmó la Donación de los Estados
pontificios hecha por Pipino (su padre)”.
Esgrimiendo la falsa “Donación
Constantiniana”, consiguió de Carlomagno la confirmación de lo ya donado,
y aún que le fuese cediendo más territorios. Con todo ello, el Estado de la Iglesia de Roma fue
agrandándose hasta alcanzar la que fue su configuración definitiva hasta el
siglo pasado, a saber, el ducado de Roma, el exarcado de Rávena, la Pentápolis y la Toscana Meridional.
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La
formación de los Estados Pontificios
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Del
feudo al reino
El papa es ahora el gobernante
soberano de su estado. Fecha sus documentos según los años de su pontificado y
no según los de gobierno del emperador oriental. Acuña moneda con su propia
efigie (Dad al César lo que es del César...), y su protector, no es
Dios, sino el rey de los francos.
A partir de Adriano I, los papas
no sólo poseían la “sucesión” de San Pedro, sino el poder
absoluto sobre las almas y las pertenencias materiales del mundo entero
católico.
Los papas se transformaron
en césares religiosos. No solamente tenían el poder
religioso, sino el poder terrenal. Este proceso, más tarde, dio lugar al
llamado “Sacro Imperio Romano Germánico”. Para los reyes y emperadores
en lo sucesivo, el papa era la cabeza del reino de Dios en este planeta. Fue, y
es, el intento humano de vivir el Milenio (Apocalipsis 20) sobre la tierra sin
Cristo; con un anti-cristo que se sucede por medio de la
primera columna aparentemente: la llamada, Sucesión
Apostólica.
A Adriano I, le siguió LEÓN
III (795-816). Este papa empezó no cayendo bien a algunos por no
ajustarse a las normas de conducta propias de su cargo. Fue asaltado en una
ocasión en la calle por los sobrinos de su antecesor. Le arrastraron a una
iglesia donde trataron de cortarle la lengua y arrancarle los ojos. A causa de
una revuelta popular que iba contra él, pidió ayuda a Carlomagno.
Aprovechando el rey franco, hijo
del usurpador Pipino III el Breve, la debilidad aparente del papa, convocó un
sínodo en Roma en el año 800, buscando el que al fin el papa se sometiera a él.
No obstante la maquinaria papal se ponía una vez más en marcha, y sacaron de
nuevo a relucir las “falsificaciones simaquianas” para establecer
que nadie en la tierra podía juzgar al papa.
En vista de eso, sólo se exigió a
León III que emitiera un juramento de purificación canónica. Después de esto, y
aun respirando profundamente, el papa en cuestión coronó a Carlomagno
como emperador de Occidente en la Navidad de ese mismo año
800. Con ese acto le rendía pleitesía y se aseguraba un fiel defensor para lo
sucesivo. Sin embargo, y eso es importante también, tal coronación no era
válida pues carecía de base legal, puesto que sólo se reconocía la existencia
de un emperador sobre la tierra, y ya existía uno en Constantinopla. La
legalidad y la tradición sólo ha interesado a los papas en
base a sus intereses propios.
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La
coronación de Carlomagno el día de navidad del 800 por el necesitado papa
León III
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Carlomagno,
hijo de Pipino III, el usurpador
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Le siguió a León, PASCUAL (817-824).
En su época los tumultos en Roma eran constantes. La nobleza romana estaba
celosa de los francos, defensores del papa. Querían ellos elegir el papa,
símbolo de poder, y perteneciente a Roma. Así las cosas, Lotario I, el
emperador, promulgó la “Constitutio Lothari”, según la cual la
consagración del papa sólo podía realizarse después de que el papa electo
hubiera jurado fidelidad al emperador.
Papado e imperio quedaban
entrelazados como una pesadilla. Para ser emperador se necesitaba la sanción
papal, y para ser papa, la sanción imperial. Otra vez viene a la mente aquellas
palabras del Maestro al cual dice el papa servir: “Dad al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios”, pues en este caso, ni una cosa, ni la otra.
Le siguió VALENTÍN (827).
Sólo aguantó un mes como papa, porque murió. Según el “Liber pontificalis” fue
su vida en extremo desenfrenada la que llevó a ese papa a la muerte. Este
“desenfreno” debe traducirse en desenfreno sexual, borracheras, y cosas por el
estilo. Le sucede GREGORIO IV (827-844). Ante la
amenaza de los sarracenos, hace fortificar la ciudad de Ostia, y la llama en su
propio honor, Gregoriópolis, aunque el nuevo nombre no perduró
demasiado.
“Gregoriópolis
(Ostia)”
Ya en esa época, se iba
desarrollando el auténtico corazón de los Estados Pontificios, la Ciudad del Vaticano. En el
siglo VII, aparecieron los primeros síntomas de riqueza en la basílica
vaticana, pues se recubrieron de plata maciza la puerta principal y el llamado
sepulcro de san Pedro. En éste las placas de plata se sustituirían pronto por
otras de oro. El Vaticano es la empresa más rica y opulenta del mundo entero.
Durante el pontificado de LEÓN
IV (847-855), apareció una nueva falsificación que
colaborará decisivamente en la exaltación de la autoridad primacial del papa.
Se trata de las llamadas “Decretales Pseudoisidorianas”. Estas eran un
conjunto de decretales espurias escritas por un tal Isidoro Mercator y
atribuidas falsamente al gran obispo español Isidoro de Sevilla en el siglo VI,
por cuyo motivo esas falsas decretales suelen llamarse Pseudo (falso) Isidoro.
Este documento contenía
pretendidas decretales de papas desde san Pedro hasta Gregorio II (731). La
falsificación se hizo con la intención de aumentar los derechos papales.
Aumentando los derechos papales, indirectamente se aumentaban los derechos de
la jerarquía romana. Las cartas se consideraron auténticas hasta que en
el siglo XV, el cardenal Nicolás de Cusa y Juan de Torquemada las
desenmascararon. Tristemente, para entonces, ya habían cumplido con su misión.
¿Podría la Iglesia de Cristo basarse
en engaño tras engaño, en falsificación tras falsificación?: “La Fórmula Hormidas ”,
“La carta de San Pedro”, “Las falsificaciones Simaquianas”; “Las
Donaciones de Constantino”, “Las decretales Pseudoisidorianas”, y muchas
más estratagemas que ocurrieron, y otras muchísimas que estarían por venir.
Todas buscando lo mismo, el levantar un poder que es sobre todo poder terrenal,
y en el nombre de Cristo, aunque totalmente ausente de Cristo. En el nombre
bendito de Cristo, todas estas gentes impías y codiciosas, durante siglos, han
estado forjando su reino impío aprovechándose del temor religioso y supersticioso
de las gentes indoctas. En vez de predicar a Cristo, se predicaron a sí mismos
utilizando el nombre de Cristo para sus fines pecaminosos ¡cómo no va a haber
un justo juicio de Dios! ¡Cómo no va a haberlo!
Agua
bendita
En el tiempo de ese papa, se usa
de forma genérica el “agua bendita” la cual se encuentra en
todos los templos, y también se “bendice” con ella al pueblo, ganados,
objetos, etc. Desde hacía tiempo ya se venía usando, pero ahora se constituye
comodogma oficial. Lo del agua bendita es una
superstición importada directamente del paganismo.
Los paganos antes de la era
cristiana solían tener fuentes a la entrada de los edificios públicos y de las
casas particulares, y con esas aguas pretendían purificarse espiritualmente
antes de entrar. En el siglo IV, los paganos que habían entrado en masa en la Iglesia trajeron consigo,
entre muchas otras, esta costumbre, y ya en aquella época, las primigenias
basílicas cristianas empezaron a colocar pilas de agua bendita a
la entrada de las mismas. De ahí viene tal tradición, que por
supuesto no viene en el Nuevo Testamento. Lo que nos limpia espiritualmente no
es el agua, sino la sangre del Cordero de Dios.
“Pila
con agua llena de demonios”
La Papisa Juana
¿Sabía usted que Roma sin saberlo
eligió a una mujer por papa? Nunca lo hubiera hecho de ser consciente de ello,
porque nunca Roma hubiera escogido, ni escogerá una mujer como “vicario”
de Cristo, ya que va en contra de su dogma. Sin embargo, ocurrió. Me pregunto,
y le invito a que Vd. también haga lo mismo: ¿Dónde está aquí la infabilidad de
la Iglesia de
Roma? Esta es la historia:
Cuando Lutero, el reformador,
siendo todavía monje agustino, fue con ilusión a Roma, vio una estatua en una
de las vías públicas que conducen a la Basílica de San Pedro que le llamó la atención.
Esa estatua era de una Papisa. Junto con el cetro y la mitra papal, tenía un
niño en sus brazos. Era la estatua de la Papisa Juana.
Años más tarde, en el tiempo de la Contrarreforma , por
orden de Sixto V (1585-1590), antiguo inquisidor, esa estatua fue quitada de en
medio. Esa mujer, Juana, haciéndose pasar por hombre, y consiguiéndolo, llegó a
tener tal influencia que llegó a ser elegida papa con el nombre de Juan
VIII Anglicus.
Sin embargo, después de un
pontificado real de dos años y pico, fue descubierta su condición de mujer al
dar a luz un hijo durante una procesión, muriendo allí mismo.
Acerca de esto, dice la enciclopedia
católica: “Ocupó el solio pontificio después
de León IV (855) y antes de Benedicto III (858)”.
Roma trató de ocultar ese hecho
por razones obvias. Sin embargo, antes de la época de la Reforma , la cual expuso a
la luz tanto pecado de la
Iglesia de Roma, esta historia era parte de las crónicas y
conocida por obispos e incluso por los mismos papas (Historia de los
papas, Bowers, Vol. 1, p. 226).
Anastasio, bibliotecario papal y
contemporáneo, por ejemplo, la menciona en su escrito “Historia de los
pontífices romanos”, P. 128, 1.338. Marianus Scotus, escribía:
“A
León IV sucedió una mujer, Juana, durante dos años, cinco meses y cuatro días”.
De hecho, todos los libros de
historia de antes de la
Reforma mencionan a la papisa Juana o en texto, o en el margen(Ecumenismo
y romanismo, p. 59, 60).
Hasta el siglo XV, los papas
tenían que pasar por un examen físico para que el caso de la papisa no se
volviera a repetir. El papa recién coronado tenía que sentarse en una especie
de retrete de mármol en el palacio Laterano. Se inventó unaceremonia según
la cual el pontífice se sentaba en el agujero en cuestión de ese trono-retrete,
para que se realizara un examen físico de las partes íntimas del nuevo papa.
“La
papisa Juana pariendo en plena procesión; moriría en ese acto”
Como ya apuntamos, la idea de un
papa femenino echa por los suelos toda pretendida verdad acerca del dogma
romano de la “sucesión apostólica”. En vez de confrontar la realidad, Roma
prefirió ocultar esta historia.
Por supuesto, que en la lista
oficial de pontífices romanos no aparece la Papisa Juana. Los
dos años y pico de su pontificado no constan absolutamente, del papa León IV
(847-855), la lista pontificia de romana pasa al papa Benedicto III (855-858).
Sin embargo, no es necesario que
Roma se tome demasiado esfuerzo en ocultar lo de la papisa Juana, porque es
inútil demostrar una “sucesión apostólica”, por otras muchas razones, como ya
hemos visto, y seguiremos viendo. Según la lista oficial de pontífices de Roma,
de un total de 264 papas, 38 o bien son antipapas o bien son papas dudosos.
Entre los dudosos, hasta existe uno elevado a los altares, San
Hipólito. Una cosa es, cómo le hubiera gustado a Roma que hubiera sido
todo, otra es, como realmente fue. La historia no es buena aliada de Roma, y
Roma lo sabe.
(Continuará)
© Miguel Rosell Carrillo, pastor
de Centro Rey, Madrid, España. 2009
www.centrorey.org
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