miércoles, 22 de abril de 2015

HISTORIA DE LOS PAPAS DE ROMA LA SIMIENTE DEL FALSO PROFETA


IV

Extraído del libro Luz o Tinieblas

 

Índice del Tema 


Los cismas, los papas asesinos y fornicarios, y más sobre la célebre “Sucesión apostólica”


Aunque no es nada agradable airear los trapos sucios, sí es necesario a veces hacerlo si queremos saber la verdad de las cosas. Es particularmente importante que abramos nuestros ojos ante la realidad que se ha intentado ocultar a la vista del fiel católico-romano durante siglos.
Como venimos insistiendo, la historia de Roma nos habla de la realidad romana, y muy a pesar del portavoz oficial del Vaticano en la actualidad y sus declaraciones de cambio, apertura y ecumenismo, la verdad es que la Roma político-religiosa no puede negar ni ocultar lo que siempre ha sido, y venimos denunciando.

papas de Roma

El grito de los apologistas romanos frecuentemente es: “Miren los frutos de la Reforma, con sus numerosas divisiones y denominaciones entre ellos mismos”. Este pobre argumento no justifica a la iglesia de Roma y a su realidad. La pretensión de que Roma es una sola unidad es tan sólo una pobre ficción. Los papas, razón de la existencia de la iglesia romana, no han estado de acuerdo unos con otros, y en multitud de ocasiones se han excomulgado unos a otros (y sin embargo, todos constan en la “Lista Oficial”, por puros motivos políticos y de imagen ante sus fieles y el mundo).
En cuanto a los concilios, y hablando del principal de todo ellos, el de Trento (el de la Contrarreforma), en él, muchos obispos y cardenales disintieron, y el observador imparcial y honesto sabe que aun siendo ese Concilio la principal y definitiva fuente del dogma oficial romano, no representó plenamente la opinión y voluntad de la jerarquía conciliar y en general en absoluto, concilio que fue, por demás, dirigido al extremo por la Compañía de Jesús (jesuitas).
Esto fue también así con el Concilio Vaticano I como veremos, y también con el reciente Vaticano II, donde Pablo VI sofocó la oposición… ¿Roma unida? No, el cisma y la herejía han sido siempre platos calientes y servidos en la mesa romana para todos sus comensales, es decir, para todos los fieles al sistema romano;
¡No hay ni un católico romano que piense y crea exactamente como otro católico romano!
Según un reciente estudio llamado “España 2000. Entre el localismo y la globalización”, la quinta parte de los españoles que se declaran fieles católicos, creen en la reencarnación. No se quedan ahí las contradicciones. Una tercera parte de los católicos que se consideran fieles, no creen en la vida después de la muerte, ni en el cielo, ni mucho menos en el infierno; y aunque el 82 % de los españoles se declara católico, sólo una tercera parte asiste a misa al menos una vez al mes. Sólo el 46 % de los que se dicen católicos cree en un Dios personal, y se queda en el 27 % quienes identifican a ese Dios con el revelado en Jesucristo.
A horas de ahora, el porcentaje de impiedad ha subido notoriamente, quedándose corta la encuesta mencionada.

Confusión

“El catolicismo romano en la práctica, es la manifestación sublime de la CONFUSIÓN (Babel)”
Es evidente que el concepto popular de catolicismo es de un pavoroso sincretismo, tal que incluye cualquier forma de teísmo.
La realidad es que las numerosas divisiones dentro de la institución romana, abarcan desde el archiconservadurismo, hasta las creencias y prácticas sincretistas de muchos clérigos y laicos basadas en el yoga, las religiones orientales o sucedáneo de ellas, e incluso el ocultismo a todo nivel, todo ello pasando por el liberalismo de Hans Küng, de gran influencia entre muchos católicos; los seguidores de la “teología de la liberación”, marxistas; seguidores de monseñor Lefevre, fanáticos de la Sociedad de san Pío X; ecuménicos, carismáticos, etc. etc. etc.
El collage es tan impresionante y tan dispar, que lo único que tienen en común los que se llaman católico-romanos, es sólo el nombre. La historia de Roma es la historia del cisma humano y espiritual,y de éste tratado de ocultar a los ojos de todos. La historia de la Roma político-religiosa es la historia de la complicidad, de la hipocresía y de la extrema ambigüedad.
concilio de Trento
el teólogo católico Hans Küng
obispo Marcel Lefevre
teresa de calcuta
yoga
santería

esoterico

“El concilio jesuita de Trento, el teólogo católico Hans Küng; el obispo Marcel Lefevre, Teresa de Calcuta,  el yoga, marxistas-leninistas, esotéricos, santería y santeros, y mucho, mucho más - irreconciliable de por sí - pero todo ello incluido en lo “católico”. No en vano“católico” significa: “universal”

Cismas

Ha habido dos grandes divisiones o Cismas. El llamado Cisma de Oriente, incoado por Focio (862), y consumado por Miguel Cerulario (1059), el cual dio origen a la llamada Iglesia Ortodoxa Griega, y el Gran Cisma de Occidente (1378-1417), provocando la coexistencia entre Aviñón y Roma, de dos, tres, hasta cuatro papas simultáneamente.
Por lo tanto, una prueba irrefutable de que ni los papas ni la sucesión papal son conforme a la voluntad de Dios es esta: La propia historia.
La historia de Roma es una historia de cismas. Aunque a veces tediosa y siempre triste, viene aquí al caso reflejar la lista no exhaustiva de cismas,  es decir, divisiones y guerras entre los diferentes papas.  Ya desde temprano surgieron los cismas.
Ya en el año 250, surge el primer cisma. Cuando el obispo de Roma procura exaltarse por encima de los demás obispos. No obstante, pronto es reprendido. En el año 367, había dos obispos de Roma a la vez, Dámaso y Ursino, este último pierde la batalla y es declarado antipapa (¿sucesión apostólica?).  
Dave Hunt, escribe al respecto: “Uno de previos ejemplos de multiplicidad de papas se originó por la simultánea elección de dos facciones rivales de papas: Ursino y Dámaso. Después de mucha violencia, los seguidores de Ursino lo levantaron como papa. Más tarde, después de sangrienta batalla que duró tres días, Dámaso, con el respaldo del emperador, salió victorioso y siguió como obispo de Roma durante 18 años (366-384). ¿Entonces, la sucesión apostólica operó por la fuerza de las armas? ¿de verdad?”.

¿Sucesión Apostólica?

Inevitablemente, y sin lugar a dudas, todos estos cismas o divisiones debieron tener una repercusión absoluta en la columna que dice sostener la presunta legitimidad, y la misma existencia de la Iglesia de Roma: La “Sucesión Apostólica o Sucesión Papal”. Es imposible sostener en pie la columna de la célebre “Sucesión” con tantas divisiones o cismas, además de otras realidades que iremos entendiendo mejor al prestar atención a la realidad histórica.
A lo largo de la historia papal, que estamos viendo, en muchas ocasiones el autor escribirá: (¿sucesión apostólica?).  Aun a tenor de la múltiple repetición, consideramos oportuno el comentario con el objetivo de hacer reflexionar sobre el axioma romano, contrastándolo con la realidad objetiva e histórica.
He aquí algunos ejemplos: En el año 418, Eulalio le disputa el obispado de Roma a Bonifacio, y éste solicita la ayuda del emperador (¿sucesión apostólica?). Eso era muy común.
Félix III (526-530); este papa, como vimos, quiso asegurarse su sucesor, y designó a Bonifacio, no obstante, a su muerte, en vez de Bonifacio, los partidarios bizantinos consagraron como papa a Dioscuro (530), ¿sucesión apostólica?.
Juan II (533-535) compró el solio papal, ¿sucesión apostólica? Vigilio o Virgilio (537-555) por hacerlo tan realmente mal, fue excomulgado por un sínodo de obispos, ¿sucesión apostólica?
Un cisma fue promovido por los tres papas, Paulo I, Constantino y Felipe. Estos dos últimos, perdida la batalla, fueron antipapas ¿sucesión apostólica?
En el año 824, se produce el cisma entre Eugenio III y Zósimo; este último vino a ser antipapa ¿sucesión apostólica?
En el año 855, se produjo el cisma entre los papas Benedicto III y Anastasio; este último vino a ser antipapa ¿sucesión apostólica?
En el año 891, cisma entre los papas Formoso y Sergio. Este último de antipapa llegó a ser papa en el año 904 con el nombre de Sergio III (veremos más de ello)... (¿qué ocurre aquí con la “sucesión apostólica o papal”?).

Seguimos con la historia papal

El siguiente ya fue mencionado anteriormente; nos estamos refiriendo ahora a: NICOLAS I (858-867) “san” Nicolás I. Lejos de ser ese santo que Roma dice que fue, sus propias declaraciones delatan su verdadero carácter, pensamiento y obra. Él dijo algo tan blasfemo como esto:
“Temed, pues, nuestra ira y los truenos de nuestra venganza; porque Jesucristo nos ha designado a nosotros los papas con su propia boca jueces absolutos de todos los hombres; y los reyes mismos se someten a nuestra autoridad” (Guillermo Dellhora, “La Iglesia Católica ante la crítica en el pensamiento y en el arte” México City, 1929, p. 248).
Este papa dijo lo mismo que en la historia reciente dijo León XIII, a saber: “Ocupamos el lugar de Dios en la Tierra.
Nicolás I, en su nombre, y en el de sus sucesores, dirigía el mensaje hacia la proclamación de su supremacía sobre reyes, incluyendo el derecho a ordenar masacres contra sus opositores como vimos, y todo en el nombre de Cristo. Claramente, acerca  de la pretendida sumisión absoluta que los papas siempre han exigido (y siguen exigiendo, aunque no lo parezca por la cortina de humo del ecumenismo), Nicolás I declaró, añadiendo a todo ello una pretensión incalificable de arrogante blasfemia:
“Es evidente que los papas no pueden ser atados ni desatados por ningún poder terrenal, ni siquiera por el del apóstol Pedro, si éste regresara a la Tierra; puesto que Constantino el Grande ha reconocido que los pontífices ocupaban el lugar de Dios en la tierra, siendo que la divinidad no puede ser juzgada por ningún hombre viviente. Por lo tanto, somos infalibles, y cualquiera que sean nuestros hechos, no somos responsables de ellos sino a nosotros mismos” (Cormenin, History of the Popes, p. 243).
En otras palabras, los papas son “Dioses”, como los dioses de la mitología griega o romana, tiranos que estaban por encima de los humanos. Su mención del emperador Constantino deriva de las pretendidas y falsas “Donaciones de Constantino”, en las cuales se basó para dirigir a los oídos de la historia tamaña suerte de blasfemos improperios.

Papa Esteban VI versus papa Formoso (las luchas entre las familias romanas)

En el año 896, el papa ESTEBAN VI (896-897), hombre extremadamente iracundo y títere de la familia Espoleto, fue protagonista de uno de los sucesos más espantosos y grotescos que se puedan recordar de la historia del papado. Mandó desenterrar el cadáver de su antecesor, el papa Formoso, lo hizo vestir con las ropas papales y lo juzgó delante de muchos.
El pretexto del “juicio” era que el antiguo papa había accedido al pontificado cuando era obispo de otra diócesis, y eso no estaba permitido. La verdadera razón, no obstante, si es que así se le puede llamar, fue el hecho de pertenecer a su facción rival.
Aproximadamente, del año 882 al 1048, continuamente habría luchas por el poder papal por parte de las diferentes familias romanas; luchas que acabarían en horribles muertes muchas veces.
Reconoce la enciclopedia católica, que Esteban VI  lo hizo con el fin de servir a la familia Espoleto. Así que, sacaron el cuerpo de Formoso de la tumba donde yacía desde hacía varios meses, lo vistieron de nuevo con sus ropas pontificales, lo llevaron a la sala del concilio, y lo sentaron en el trono.
El cuerpo putrefacto de Formoso apestaba toda la sala. Allí estaba toda la corte papal y el juzgado. Se le proporcionó un abogado al cadáver que no podía hacer mucho, mientras el papa Esteban le increpaba vociferante.
El concilio condenó al difunto papa Formoso, y entonces se ensañaron con el cadáver. Una vez sentenciado, se le expoliaron las ropas papales, se le hizo cortar los tres dedos con los que acostumbraba a impartir la bendición, se le decapitó, y se le arrastró el cuerpo por toda la ciudad, y al final se arrojó el resto del cadáver al río Tíber.
Este proceso recibió el nombre de “Sínodo del cadáver o Sínodo horrendo”. La facción rival de Esteban se puso en marcha y muy pronto ese papa fue depuesto y estrangulado en prisión.

papa Formoso

“El sínodo del cadáver. El cadáver del papa Formoso sentado en el trono y siendo juzgado por el papa Esteban VI”
El historiador alemán Ferdinand Gregorovius (1821-1891) escribió respecto a todo ese tiempo: “...papas, clero, nobleza...vivían en la mayor barbarie que cabe imaginar”.

Ferdinad Gregorovius

“El historiador Ferdinad Gregorovius”
En un brevísimo espacio de diez años, ¡hubo nada menos que ocho papas! Entonces, el partido de los sucesores de Formoso impuso  a su candidato; este fue ROMANO (897), pero murió a los cuatro meses.
También lograron elevar al solio a TEODORO II (897), y su pontificado sólo duró un mes. Sólo tuvo tiempo de enterrar con todos los honores en la basílica de san Pedro el resto del cadáver de Formoso y anular las disposiciones del “Sínodo horrendo” (¿infabilidad de la iglesia?¿infabilidad papal?)
Las depravadas familias ricas romanas no paraban intrigando, y al acecho, se repartían constantemente el pastel del papado.
En el año 898 los antiformosianos (los opositores al papa Formoso) una vez más volvieron a las andadas, y eligieron a Sergio de Caere como papa. En todo este relato vamos a ser detallistas por lo importante de las cuestiones en cuanto al tema de la “sucesión apostólica”.
Este Sergio y sus partidarios eran los mismos que habían montado el proceso contra el cadáver de Formoso. No obstante, los formosianos, por las armas, expulsaron al recién elegido Sergio, y por el momento se quedaba como antipapa. El emperador Lamberto de Espoleto, no gustándole Sergio como papa, hizo elegir a JUAN IX (898-900).
Este Juan, rehabilitó a Formoso y execró a los profanadores de su cadáver, entre los que destacaba de manera importante el ahora antipapa Sergio, que marchó al exilio.
Le siguió BENEDICTO IV (900-903) sin pena ni gloria, y a éste, le siguió el papa LEÓN V, el cual a los dos meses de pontificado fue hecho prisionero y fue encarcelado por su capellán Cristóforo, el que sería el papa CRISTÓBAL, que detentaría el solio pontificio durante un año (903-904)... (¿sucesión apostólica?).
Le duró poco la cosa a Cristóbal porque Sergio de Caere, que en todo ese tiempo estaba esperando la oportunidad de regresar, lo hizo respaldado por el pequeño ejército de un señor feudal. Tras algunas matanzas, logró lo que se proponía, asumir el poder papal. Declaró al papa Cristóbal antipapa, y por la fuerza se constituyó “auténtico” papa con el nombre de SERGIO III (904-911) (¿sucesión apostólica?).
Dice la Enciclopedia Wikipedia de este papa Sergio: “La elección de Sergio, conde de Túsculo, como papa supone el inicio de un periodo de la historia del papado conocido como "pornocracia" debido a la influencia que en las decisiones papales van a jugar las amantes de los pontífices”
De esto último se va a hablar más.

papa Sergio III

“El papa Sergio III”

El reinado papal de los fornicarios

Comenzando con Sergio III, vino el período (904-963) conocido como “el reinado papal de los fornicarios”.  
Lo primero que hizo el papa Sergio fue rehabilitar a aquel Esteban VI que profanó el cadáver de Formoso y que luego mutiló; luego entabló un proceso contra León V y contra Cristóbal.
Este Cristóbal (904), fue depuesto y encerrado en un convento. Queriendo Sergio deshacerse de toda molestia, hizo desaparecer de este mundo a estos dos últimos, sin escrúpulos, y rápidamente.
Evidentemente, ese mismo año (904), declaró invalidada toda rehabilitación de Formoso e hizo degradar a sus seguidores. El odio y la maldad de ese hombre hecho papa y reconocido como tal, ha sido patente hasta nuestros días. Los documentos de aquella época le califican de maligno, lascivo y feroz. Sergio III fue descrito por César Baronio, cardenal historiador católico-romano, y otros escritores eclesiásticos como un “monstruo”. Este fue uno más de los infalibles papas.
Durante su pontificado, el papado fue monopolizado por una de las familias romanas, la del senador Teofilato y su mujer Teodora. Sergio III estaba subyugado a ellos.
Además, mantuvo relaciones sexuales ilícitas con Marozia, hija de esos patricios, de las cuales nacería el que luego sería papa Juan XI.
Ese Teofilato, natural de Tusculum, hizo fortuna en Roma, consiguiendo los títulos de duque y senador, y ser uno de los jueces nombrados por el emperador. Más que por su habilidad o valor, lo que acumuló fue a causa de los servicios  de su mujer, Teodora y de su hija Marozia que sabían cómo conseguir beneficios políticos a cambio de favores amorosos.
Teofilato había apoyado el partido antiformosiano, y le convino mucho la llegada de Sergio al solio pontificio. En ese tiempo, se hablaba de la “monarquía de Teodora”, ya que era ella la que en realidad ejercía el control sobre Roma.
El obispo Liutprando de Cremona en su “Antapodosis”, escribía:
“Cierta ramera sin vergüenza, llamada Teodora fue durante algún tiempo monarca de Roma, y vergüenza da escribirlo, ejerció su poder como un hombre. Tuvo dos hijas, Marozia y Teodora,  que no sólo la igualaron sino que la sobrepasaron  en las prácticas que ama Venus”.
El propio cardenal Baronius calificó esa “monarquía” con el nombre de “pornocracia”. Esas prostitutas determinaban quién sería el papa, ¡increíble  e imposible “sucesión apostólica”!
Acerca  de ello, Edward Gibbon (1737-1794), autor convertido al catolicismo, escribió lo siguiente en su conocida obra “Decadencia y caída del Imperio Romano”:  
“La influencia de dos prostitutas, Marozia y Teodora, se fundaba en su riqueza y belleza, sus intrigas políticas y amorosas. A los más vigorosos de sus amantes los recompensaban con la mitra romana...El hijo, el nieto, y el biznieto bastardos de Marozia – extraña genealogía – se sentaron en la Silla de San Pedro”.

Edward Gibbon

“Edward Gibbon (1737-1794)”
Así que, Teodora contaba con un instrumento esencial para ejercer su dominio en Roma: el papa. Marozia, hija de Teodora, fue el instrumento usado por ésta última para dominar a Sergio III.
Casi sin haber tenido tiempo de abandonar la pubertad, daba un hijo a Sergio. Esto está anotado en el “Liber Pontificalis” (Libro de los papas). La joven Marozia era ahora la amante de un papa y la madre de su bastardo. ¡Luego sería madre del papa, abuela del papa, y después de muerta, bisabuela de dos papas y tatarabuela de otro!
Por muchos años, el papado fue estrictamente uno de los títulos de una de las familias de Roma. Dice Halley, p. 774, “Teodora, junto con Marozia, la prostituta del Papa, llenaron la silla papal con sus hijos bastardos y convirtieron su palacio en un laberinto de ladrones”.
Respecto a Sergio III, como vimos, fue descrito por el cardenal Baronius como un “monstruo” y por Gregorio como un “criminal aterrorizante”. Dice un historiador “Por espacio de siete años este hombre ocupó la silla de San Pedro, mientras que su concubina, imitando a Semiramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo Imperio” (Italia medieval, p. 331). 
Muerto Sergio III, Marozia, su concubina, se casó en primeras nupcias con un tal Alberico de Camerino cuando todavía no contaba veinte años de edad. Este Alberico fue un aliado ideal para los Teofilato.
Mientras tanto, Teodora, la madre de Marozia, mantuvo el poder. Esta hizo nombrar papa a ANASTASIO III (911-913), y después a LANDÓN (913-914), (¿sucesión apostólica?).
Estos dos papas fueron simples marionetas en las manos de Teodora. Dice Dave Hunt: “Teodora misma era concubina de dos eclesiásticos a quienes ella manipuló en rápida sucesión al “trono de Pedro”, luego de la muerte de Sergio – los papas Anastasio III y Lando. Al enamorarse de un sacerdote de Rávena, también lo manipuló para que ocupara el trono papal” (A Woman Rides the Beast, p. 109-110).

Dave Hunt

“El apologista Dave Hunt”
Este clérigo de Rávena que menciona Hunt, fue JUAN X (914-928). Además, según el obispo Liutprando, Juan era un clérigo joven y ambicioso de Rávena que acudía con frecuencia a Roma a despachar asuntos oficiales.
Entró en contacto con Teodora y enseguida entró bajo su protección. Esto le llevó a realizar una gran carrera. Tanto fue así que llegó a ser obispo de Rávena; esto hizo que ya no visitara Roma tan a menudo. Relata Liutprando:
“De ahí que Teodora, como una meretriz temerosa de tener pocas oportunidades de acostarse con su amante, le obligara a abandonar su obispado para tomar - ¡Oh, crimen monstruoso!- el Papado de Roma”.
Así pues, ese Juan, que luego fue el papa Juan X, consiguió el solio pontificio para que así pudiera mantener relaciones sexuales con esa Teodora, a la que a la sazón llamaban Teodora la Anciana. ¡Todo tan repugnante como cierto!

Juan X

“Retrato de Juan X”
Después de la muerte de Teofilato y de Teodora, este papa Juan quiso dar preeminencia a su hermano Pedro siguiendo su impulso nepotista, pero con ello se encontró con la oposición de Marozia, la hija de Teodora, que como nada menos que senadora de Roma, controlaba el poder civil.
Marozia, poco antes enviudó, y se casó de nuevo en el año 926 con el margrave Guy de Toscana. Entonces mandó asesinar a Pedro, el hermano del papa Juan, en su misma presencia. Luego encerró al propio Juan X en la cárcel y lo mandó matar, ahogándole con una almohada en el año 928. Esperando que creciera su hijo (el que tuviere con el papa Sergio III), nombró papa a LEÓN VI (929), y luego a ESTEBAN VII (928-931), otra vez, (¿sucesión apostólica?).
Cuando ese hijo ilegítimo tuvo veinte años, le hizo subir al solio pontificio con el nombre de JUAN XI (931-935).
Marozia, se volvió a casar con un tal Hugo de Arlés que había recibido el título de rey de Italia para acrecentar así su poder sobre la ciudad de Roma, pretendiendo acceder a la corona imperial, pues no en vano su hijo Juan, ahora papa, podía convertir a un rey en emperador (recordemos la “Constituitio Lothari”).
No le salió bien esta jugada a Marozia, ya que Alberico, su propio hijo, encabezó una revuelta e hizo encarcelar a su madre y a su hermanastro el papa Juan. Este último fue desposeído de todo poder temporal, aunque conservó el solio hasta su muerte en el año 935.

Juan XII

Alberico, a la sazón soberano de Roma, entre los años 936 al 954, nombró a su gusto cuatro papas afectos a su causa (¿sucesión apostólica?).
Al fin de sus días, Alberico, tuvo la idea de unir en su hijo Octaviano los cargos de príncipe de Roma y papa. A este Octaviano, su padre Alberico, una vez convocados los nobles romanos en san Pedro, les pidió que juraran que cuando él muriera, elegirían príncipe a su hijo, y que cuando el actual papa muriera, le nombrarían además papa (¿sucesión apostólica?).
Un año más tarde AGAPITO II (946-955) falleció, y los nobles romanos cumplieron su promesa erigiendo a Octaviano, Príncipe de Roma y Papa al mismo tiempo. De esta manera las dos coronas estaban unidas en una misma cabeza.
Octaviano abandonó su nombre para convertirse en JUAN XII (955-963), siendo proclamado papa ¡a los diecisiete años! Este papa Juan XII (todo está documentado), se dedicó concienzudamente al saqueo de Roma. Como ya apuntamos, esa ciudad estaba dominada por unas cuantas familias patricias que se disputaban los ingresos que producían los peregrinos. El papa se aliaba con algunas de esas familias en contra de otras, y con buena parte de los ingresos que recogía de los Estados Pontificios, los dedicaba a mantener su ejército personal.
Este papa pervertido estaba obsesionado con el sexo ilícito, incluso más que con el poder. Tuvo muchas concubinas, pero no tenía suficiente. ¡No había seguridad para ninguna mujer que entrara en la Sede romana! Pagaba a esas mujeres por sus servicios sexuales, no con oro solamente, sino con tierras.
El obispo Liudprando de Cremona, cronista de aquella época, cuenta que el papa “estaba tan ciegamente enamorado de una señora que la hizo gobernadora de varias ciudades, e incluso le regaló las cruces de oro y los cálices del mismo San Pedro”.

El lujurioso papa Juan XII

“El extremadamente lujurioso papa Juan XII”
Chamberlin, católico romano, escribió de él:
“En sus relaciones con la Iglesia, parece que Juan se sintió impulsado a adoptar una actitud de sacrilegio deliberado, que iba mucho más allá del disfrute casual de los placeres sensuales. Era como si los factores más oscuros de su naturaleza le empujaran a saborear los excesos más extremos del poder, convirtiéndose en una especie de Calígula cristiano cuyos crímenes resultaban particularmente horrendos por el cargo que ocupaba. Posteriormente se esgrimiría contra él la acusación de que había convertido el palacio Laterano en un burdel; de que él y sus bandas violaban a las peregrinas en la misma basílica de San Pedro...”
Sus correrías políticas son conocidas por todos. Cómo coronó a Otto I de Sajonia como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico el dos de febrero del 962, y porque Otto le reprendió por su vida disoluta, el papa, por venganza, ofreció de nuevo la corona imperial a Berengario de Ivrea, bandido avaricioso y violento.
Este, al poco, viendo que no podría contra las huestes de Otto desistió de aceptar su nombramiento. Juan XII, entonces, asustado por la posible represalia de Otto, recurrió a todo aquel que pudo, hasta acudió a los sarracenos a través de Adalberto, hijo de Berengario, que tenía hecha alianza con los musulmanes.
El papa “cristiano” estuvo así cercano a provocar un nuevo dominio musulmán sobre la península italiana. Como no encontró eco su llamamiento por parte de Adalberto, lo volvió a intentar hasta con los hunos, enemigos de la cristiandad y hasta con los bizantinos, enemigos de sus propias prerrogativas como “Sumo Pontífice”.
Cuando Otto, después de haber sido tremendamente paciente con el papa, volvió con su ejército, Juan XII huyó de Roma a Tívoli con todos los tesoros de la Iglesia que pudo llevarse. El emperador abrió un sínodo con la intención de juzgar al papa, a pesar de que según las “falsificaciones simaquianas”, nadie en la tierra podía juzgar al papa.
El obispo Liudprando presidió en el nombre del emperador y tomó nota de los procedimientos. Otto, previamente, pidió a los presentes (allí había más de un centenar de arzobispos, obispos etc.) que formularan acusaciones. Diferentes testimonios acusatorios se levantaron bajo juramento; entre otros, Benedicto, cardenal diácono, y sus compañeros diáconos y sacerdotes, dijeron que el papa había recibido dinero por ordenar obispos.

Juan XII ante el emperador Otto I

“El papa Juan XII ante el emperador Otto I”
En cuanto a sacrilegios, dijeron que ni siquiera era preciso ordenar una investigación porque sólo era cuestión de abrir un poco los ojos. En cuanto a acusaciones de adulterio, el papa había copulado con la viuda de Rainiero; con Estefanía, la concubina de su padre; con la viuda Ana, y con su propia sobrina.
Los testigos fueron llamados y los crímenes del papa se pusieron sobre el tapete, entre otros:
“Fornicación con numerosas mujeres nombradas allí, dejar ciego a Benedicto, su padre espiritual, asesinato de un cardenal subdiácono llamado Juan, beber a la salud de Satanás en el altar de san Pedro”.
El sínodo convocó al papa para que se defendiera (el no quiso estar allí presente). El papa envió una carta a los obispos amenazándoles con la excomunión. Otto y el sínodo respondieron que si no se presentaba en Roma, el excomulgado sería él. Juan XII no hizo caso, y mientras estaba de cacería, el sínodo nombró un nuevo papa, a LEÓN VIII (963-965), que al ser laico, en un día recibió todas las órdenes (¿sucesión apostólica?).
Juan regresó a Roma, una vez el emperador Otto se había ido por otros motivos, y convocó entonces su particular sínodo en febrero del 964, al cual acudieron unos treinta personajes, casi todos romanos.
Cabe decir aquí que la inmensa mayoría de los obispos europeos estaban del lado del emperador, es decir, en contra del corrupto ex-papa Juan. ¡Lo increíble aquí es que ese amañado mini-concilio del ex papa romano, ha sido considerado depositario de toda legalidad por la Iglesia de Roma!; por esa razón, León VIII es considerado un antipapa, aunque no está muy segura, en unas líneas veremos por qué. ¡Roma no ha podido permitirse la ligereza de dar la razón a un emperador honesto antes que a un papa asesino, corrupto y perdido como Juan XII, el cual, como no podía ser de otra manera, consta como papa en el “Liber Pontificalis”, y como todos ellos, él también es “Su Santidad, Santo Padre, Vicario de Cristo”! Pero hay más...
Una vez el ex-papa venció en su amañado sínodo, se vengó cruelmente de sus acusadores. Al cardenal Juan le hizo cortar la nariz, la lengua y dos dedos; otro fue azotado; a un tercero le cortaron la mano. Depuso y excomulgó a León VIII, y Roma volvió a la situación anterior a la llegada del emperador.
Otto, a la sazón luchando contra Adalberto, hijo de aquel Berengario de Ivrea, una vez habiéndole derrotado definitivamente, volvió hacia Roma, pero antes de que pudiera llegar para hacer justicia, le llegó la noticia de que Juan XII había muerto, y no precisamente de muerte natural. El de nuevo papa Juan XII,  murió asesinado por un marido que le encontró en la cama con su esposa... Lo que uno siembra, eso recoge.
(Continuará)
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España. 2009
www.centrorey.org


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