IV
Extraído del libro Luz o
Tinieblas
Índice del Tema
Los cismas, los papas asesinos y fornicarios, y
más sobre la célebre “Sucesión apostólica”
Aunque no es nada agradable airear los trapos
sucios, sí es necesario a veces hacerlo si queremos saber la verdad de las
cosas. Es particularmente importante que abramos nuestros ojos ante la realidad
que se ha intentado ocultar a la vista del fiel católico-romano durante siglos.
Como venimos insistiendo, la historia de Roma nos
habla de la realidad romana, y muy a pesar del portavoz oficial del Vaticano en
la actualidad y sus declaraciones de cambio, apertura y ecumenismo, la verdad
es que la Roma
político-religiosa no puede negar ni ocultar lo que siempre ha sido, y venimos
denunciando.
El grito de los
apologistas romanos frecuentemente es: “Miren los frutos de la Reforma , con sus numerosas
divisiones y denominaciones entre ellos mismos”. Este pobre argumento no
justifica a la iglesia de Roma y a su realidad. La pretensión de que Roma es
una sola unidad es tan sólo una pobre ficción. Los papas, razón de la existencia
de la iglesia romana, no han estado de acuerdo unos con otros, y en multitud de
ocasiones se han excomulgado unos a otros (y sin embargo, todos constan en la “Lista
Oficial”, por puros motivos políticos y de imagen ante sus fieles y el
mundo).
En cuanto a los concilios, y hablando del
principal de todo ellos, el de Trento (el de la Contrarreforma ), en
él, muchos obispos y cardenales disintieron, y el observador imparcial y
honesto sabe que aun siendo ese Concilio la principal y definitiva fuente del
dogma oficial romano, no representó plenamente la opinión y voluntad de la
jerarquía conciliar y en general en absoluto, concilio que fue, por demás,
dirigido al extremo por la
Compañía de Jesús (jesuitas).
Esto fue también así con el Concilio Vaticano I como
veremos, y también con el reciente Vaticano II, donde Pablo VI sofocó la
oposición… ¿Roma unida? No, el cisma y la herejía han sido siempre platos
calientes y servidos en la mesa romana para todos sus comensales, es decir,
para todos los fieles al sistema romano;
¡No hay ni un católico romano que piense
y crea exactamente como otro católico romano!
Según un reciente estudio llamado “España
2000. Entre el localismo y la globalización”, la quinta parte de los
españoles que se declaran fieles católicos, creen en la reencarnación. No se
quedan ahí las contradicciones. Una tercera parte de los católicos que se
consideran fieles, no creen en la vida después de la muerte, ni en el cielo, ni
mucho menos en el infierno; y aunque el 82 % de los españoles se declara
católico, sólo una tercera parte asiste a misa al menos una vez al mes. Sólo el
46 % de los que se dicen católicos cree en un Dios personal, y se queda en el
27 % quienes identifican a ese Dios con el revelado en Jesucristo.
A horas de ahora, el porcentaje de impiedad ha
subido notoriamente, quedándose corta la encuesta mencionada.
“El catolicismo romano en la
práctica, es la manifestación sublime de la CONFUSIÓN (Babel)”
Es evidente que el concepto popular de
catolicismo es de un pavoroso sincretismo, tal que incluye cualquier forma de
teísmo.
La realidad es que las numerosas divisiones
dentro de la institución romana, abarcan desde el archiconservadurismo, hasta
las creencias y prácticas sincretistas de muchos clérigos y laicos basadas en
el yoga, las religiones orientales o sucedáneo de ellas, e incluso el ocultismo
a todo nivel, todo ello pasando por el liberalismo de Hans Küng, de
gran influencia entre muchos católicos; los seguidores de la “teología de la
liberación”, marxistas; seguidores de monseñor Lefevre, fanáticos de la Sociedad de san Pío X;
ecuménicos, carismáticos, etc. etc. etc.
El collage es tan impresionante y tan dispar, que
lo único que tienen en común los que se llaman católico-romanos, es sólo el
nombre. La historia de Roma es la historia del cisma humano y
espiritual,y de éste tratado de ocultar a los ojos de todos. La historia de la Roma político-religiosa es la
historia de la complicidad, de la hipocresía y de la extrema ambigüedad.
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“El concilio jesuita de Trento, el teólogo
católico Hans Küng; el obispo Marcel Lefevre, Teresa de Calcuta, el yoga,
marxistas-leninistas, esotéricos, santería y santeros, y mucho, mucho más -
irreconciliable de por sí - pero todo ello incluido en lo “católico”. No en
vano“católico” significa: “universal”
Cismas
Ha habido dos grandes divisiones o Cismas.
El llamado Cisma de Oriente, incoado por Focio (862), y consumado por
Miguel Cerulario (1059), el cual dio origen a la llamada Iglesia Ortodoxa
Griega, y el Gran Cisma de Occidente (1378-1417), provocando la
coexistencia entre Aviñón y Roma, de dos, tres, hasta cuatro papas
simultáneamente.
Por lo tanto, una prueba irrefutable de que ni
los papas ni la sucesión papal son conforme a la voluntad de
Dios es esta: La propia historia.
La historia de Roma es una historia de cismas.
Aunque a veces tediosa y siempre triste, viene aquí al caso reflejar la lista
no exhaustiva de cismas, es decir, divisiones y guerras entre
los diferentes papas. Ya desde temprano surgieron los cismas.
Ya en el año 250, surge el primer cisma.
Cuando el obispo de Roma procura exaltarse por encima de los demás obispos. No
obstante, pronto es reprendido. En el año 367, había dos obispos de
Roma a la vez, Dámaso y Ursino, este último pierde la batalla y es declarado antipapa
(¿sucesión apostólica?).
Dave Hunt, escribe al
respecto: “Uno de previos ejemplos de multiplicidad de papas se originó por la
simultánea elección de dos facciones rivales de papas: Ursino y Dámaso. Después
de mucha violencia, los seguidores de Ursino lo levantaron como papa. Más
tarde, después de sangrienta batalla que duró tres días, Dámaso, con el
respaldo del emperador, salió victorioso y siguió como obispo de Roma durante
18 años (366-384). ¿Entonces, la sucesión apostólica operó por la fuerza de las
armas? ¿de verdad?”.
¿Sucesión Apostólica?
Inevitablemente, y sin lugar a dudas, todos estos
cismas o divisiones debieron tener una repercusión absoluta en la columna que
dice sostener la presunta legitimidad, y la misma existencia de la Iglesia de Roma: La “Sucesión
Apostólica o Sucesión Papal”. Es imposible sostener en pie la columna
de la célebre “Sucesión” con tantas divisiones o cismas, además
de otras realidades que iremos entendiendo mejor al prestar atención a la
realidad histórica.
A lo largo de la historia papal, que estamos viendo,
en muchas ocasiones el autor escribirá: (¿sucesión apostólica?). Aun
a tenor de la múltiple repetición, consideramos oportuno el comentario con el
objetivo de hacer reflexionar sobre el axioma romano, contrastándolo con la
realidad objetiva e histórica.
He aquí algunos ejemplos: En el año 418, Eulalio
le disputa el obispado de Roma a Bonifacio, y éste solicita la ayuda del
emperador (¿sucesión apostólica?). Eso era muy común.
Félix III (526-530); este papa, como vimos, quiso
asegurarse su sucesor, y designó a Bonifacio, no obstante, a su muerte, en vez
de Bonifacio, los partidarios bizantinos consagraron como papa a Dioscuro
(530), ¿sucesión apostólica?.
Juan II (533-535) compró el solio papal,
¿sucesión apostólica? Vigilio o Virgilio (537-555) por hacerlo tan
realmente mal, fue excomulgado por un sínodo de obispos, ¿sucesión
apostólica?
Un cisma fue promovido por los tres
papas, Paulo I, Constantino y Felipe. Estos dos últimos, perdida la batalla,
fueron antipapas ¿sucesión apostólica?
En el año 824, se produce el cisma entre Eugenio
III y Zósimo; este último vino a ser antipapa ¿sucesión
apostólica?
En el año 855, se produjo el cisma entre los
papas Benedicto III y Anastasio; este último vino a ser antipapa ¿sucesión
apostólica?
En el año 891, cisma entre los papas Formoso y
Sergio. Este último de antipapa llegó a ser papa en el año 904 con el
nombre de Sergio III (veremos más de ello)... (¿qué ocurre aquí con la
“sucesión apostólica o papal”?).
Seguimos con la historia
papal
El siguiente ya fue mencionado anteriormente; nos
estamos refiriendo ahora a: NICOLAS I (858-867) “san” Nicolás I. Lejos
de ser ese santo que Roma dice que fue, sus propias declaraciones
delatan su verdadero carácter, pensamiento y obra. Él dijo algo tan blasfemo
como esto:
“Temed, pues, nuestra ira
y los truenos de nuestra venganza; porque Jesucristo nos ha designado a
nosotros los papas con su propia boca jueces absolutos de todos los hombres; y
los reyes mismos se someten a nuestra autoridad” (Guillermo Dellhora, “La Iglesia Católica
ante la crítica en el pensamiento y en el arte” México City, 1929, p. 248).
Este papa dijo lo mismo
que en la historia reciente dijo León XIII, a saber: “Ocupamos el lugar de
Dios en la Tierra ”.
Nicolás I, en su nombre, y en el de sus sucesores,
dirigía el mensaje hacia la proclamación de su supremacía sobre reyes,
incluyendo el derecho a ordenar masacres contra sus opositores como vimos, y
todo en el nombre de Cristo. Claramente, acerca de la pretendida sumisión
absoluta que los papas siempre han exigido (y siguen exigiendo, aunque no lo
parezca por la cortina de humo del ecumenismo), Nicolás I declaró, añadiendo a
todo ello una pretensión incalificable de arrogante blasfemia:
“Es evidente que los papas
no pueden ser atados ni desatados por ningún poder terrenal, ni siquiera por el
del apóstol Pedro, si éste regresara a la Tierra ; puesto que Constantino el Grande ha
reconocido que los pontífices ocupaban el lugar de Dios en la tierra, siendo
que la divinidad no puede ser juzgada por ningún hombre viviente. Por lo tanto,
somos infalibles, y cualquiera que sean nuestros hechos, no somos responsables
de ellos sino a nosotros mismos” (Cormenin, History of the Popes, p. 243).
En otras palabras, los papas son “Dioses”, como
los dioses de la mitología griega o romana, tiranos que estaban por encima de
los humanos. Su mención del emperador Constantino deriva de las pretendidas y
falsas “Donaciones de Constantino”, en las cuales se basó para dirigir
a los oídos de la historia tamaña suerte de blasfemos improperios.
Papa Esteban VI versus papa Formoso (las luchas
entre las familias romanas)
En el año 896, el papa ESTEBAN VI (896-897),
hombre extremadamente iracundo y títere de la familia Espoleto, fue
protagonista de uno de los sucesos más espantosos y grotescos que se puedan
recordar de la historia del papado. Mandó desenterrar el cadáver de su
antecesor, el papa Formoso, lo hizo vestir con las ropas papales y lo juzgó
delante de muchos.
El pretexto del “juicio” era que el antiguo papa
había accedido al pontificado cuando era obispo de otra diócesis, y eso no
estaba permitido. La verdadera razón, no obstante, si es que así se le puede
llamar, fue el hecho de pertenecer a su facción rival.
Aproximadamente, del año 882 al 1048,
continuamente habría luchas por el poder papal por parte de las diferentes
familias romanas; luchas que acabarían en horribles muertes muchas veces.
Reconoce la enciclopedia católica, que Esteban
VI lo hizo con el fin de servir a la familia Espoleto. Así que, sacaron
el cuerpo de Formoso de la tumba donde yacía desde hacía varios meses, lo
vistieron de nuevo con sus ropas pontificales, lo llevaron a la sala del
concilio, y lo sentaron en el trono.
El cuerpo putrefacto de Formoso apestaba toda la
sala. Allí estaba toda la corte papal y el juzgado. Se le proporcionó un
abogado al cadáver que no podía hacer mucho, mientras el papa Esteban le
increpaba vociferante.
El concilio condenó al difunto papa Formoso, y
entonces se ensañaron con el cadáver. Una vez sentenciado, se le expoliaron las
ropas papales, se le hizo cortar los tres dedos con los que acostumbraba a
impartir la bendición, se le decapitó, y se le arrastró el cuerpo por toda la
ciudad, y al final se arrojó el resto del cadáver al río Tíber.
Este proceso recibió el nombre de “Sínodo del
cadáver o Sínodo horrendo”. La facción rival de Esteban se puso
en marcha y muy pronto ese papa fue depuesto y estrangulado en prisión.
“El sínodo del cadáver. El
cadáver del papa Formoso sentado en el trono y siendo juzgado por el papa
Esteban VI”
El historiador alemán
Ferdinand Gregorovius (1821-1891) escribió respecto a todo ese tiempo:
“...papas, clero, nobleza...vivían en la mayor barbarie que cabe imaginar”.
“El historiador Ferdinad
Gregorovius”
En un brevísimo espacio de diez años, ¡hubo nada
menos que ocho papas! Entonces, el partido de los sucesores de Formoso
impuso a su candidato; este fue ROMANO (897), pero murió a los cuatro
meses.
También lograron elevar al solio a TEODORO II
(897), y su pontificado sólo duró un mes. Sólo tuvo tiempo de enterrar con
todos los honores en la basílica de san Pedro el resto del cadáver de Formoso y
anular las disposiciones del “Sínodo horrendo” (¿infabilidad de la
iglesia?¿infabilidad papal?)
Las depravadas familias ricas romanas no paraban
intrigando, y al acecho, se repartían constantemente el pastel del papado.
En el año 898 los antiformosianos (los
opositores al papa Formoso) una vez más volvieron a las andadas, y eligieron a
Sergio de Caere como papa. En todo este relato vamos a ser detallistas por lo
importante de las cuestiones en cuanto al tema de la “sucesión apostólica”.
Este Sergio y sus partidarios eran los mismos que
habían montado el proceso contra el cadáver de Formoso. No obstante, los formosianos,
por las armas, expulsaron al recién elegido Sergio, y por el momento se quedaba
como antipapa. El emperador Lamberto de Espoleto, no gustándole Sergio
como papa, hizo elegir a JUAN IX (898-900).
Este Juan, rehabilitó a Formoso y execró a los
profanadores de su cadáver, entre los que destacaba de manera importante el
ahora antipapa Sergio, que marchó al exilio.
Le siguió BENEDICTO IV (900-903) sin pena ni
gloria, y a éste, le siguió el papa LEÓN V, el cual a los dos meses de
pontificado fue hecho prisionero y fue encarcelado por su capellán Cristóforo,
el que sería el papa CRISTÓBAL, que detentaría el solio pontificio durante un
año (903-904)... (¿sucesión apostólica?).
Le duró poco la cosa a Cristóbal porque Sergio de
Caere, que en todo ese tiempo estaba esperando la oportunidad de regresar, lo
hizo respaldado por el pequeño ejército de un señor feudal. Tras algunas
matanzas, logró lo que se proponía, asumir el poder papal. Declaró al papa
Cristóbal antipapa, y por la fuerza se constituyó “auténtico” papa con
el nombre de SERGIO III (904-911) (¿sucesión apostólica?).
Dice la Enciclopedia Wikipedia
de este papa Sergio: “La elección de Sergio, conde de Túsculo, como papa supone
el inicio de un periodo de la historia del papado conocido como
"pornocracia" debido a la influencia que en las decisiones papales
van a jugar las amantes de los pontífices”
De esto último se va a hablar más.
“El papa Sergio III”
El reinado papal de los
fornicarios
Comenzando con Sergio III, vino el período (904-963)
conocido como “el reinado papal de los fornicarios”.
Lo primero que hizo el papa Sergio fue
rehabilitar a aquel Esteban VI que profanó el cadáver de Formoso y que luego
mutiló; luego entabló un proceso contra León V y contra Cristóbal.
Este Cristóbal (904), fue depuesto y encerrado en
un convento. Queriendo Sergio deshacerse de toda molestia, hizo desaparecer de
este mundo a estos dos últimos, sin escrúpulos, y rápidamente.
Evidentemente, ese mismo año (904), declaró
invalidada toda rehabilitación de Formoso e hizo degradar a sus seguidores. El
odio y la maldad de ese hombre hecho papa y reconocido como tal, ha sido
patente hasta nuestros días. Los documentos de aquella época le califican de
maligno, lascivo y feroz. Sergio III fue descrito por César Baronio, cardenal
historiador católico-romano, y otros escritores eclesiásticos como un “monstruo”.
Este fue uno más de los infalibles papas.
Durante su pontificado, el papado fue
monopolizado por una de las familias romanas, la del senador Teofilato y su
mujer Teodora. Sergio III estaba subyugado a ellos.
Además, mantuvo relaciones sexuales ilícitas con
Marozia, hija de esos patricios, de las cuales nacería el que luego sería papa
Juan XI.
Ese Teofilato, natural de Tusculum, hizo fortuna
en Roma, consiguiendo los títulos de duque y senador, y ser uno de los jueces
nombrados por el emperador. Más que por su habilidad o valor, lo que acumuló
fue a causa de los servicios de su mujer, Teodora y de su hija
Marozia que sabían cómo conseguir beneficios políticos a cambio de favores
amorosos.
Teofilato había apoyado el partido antiformosiano,
y le convino mucho la llegada de Sergio al solio pontificio. En ese tiempo, se
hablaba de la “monarquía de Teodora”, ya que era ella la que en
realidad ejercía el control sobre Roma.
El obispo Liutprando de
Cremona en su “Antapodosis”, escribía:
“Cierta ramera sin
vergüenza, llamada Teodora fue durante algún tiempo monarca de Roma, y
vergüenza da escribirlo, ejerció su poder como un hombre. Tuvo dos hijas,
Marozia y Teodora, que no sólo la igualaron sino que la
sobrepasaron en las prácticas que ama Venus”.
El propio cardenal Baronius calificó esa
“monarquía” con el nombre de “pornocracia”. Esas prostitutas
determinaban quién sería el papa, ¡increíble e imposible “sucesión
apostólica”!
Acerca de ello,
Edward Gibbon (1737-1794), autor convertido al catolicismo, escribió lo
siguiente en su conocida obra “Decadencia y caída del Imperio Romano”:
“La influencia de dos
prostitutas, Marozia y Teodora, se fundaba en su riqueza y belleza, sus
intrigas políticas y amorosas. A los más vigorosos de sus amantes los
recompensaban con la mitra romana...El hijo, el nieto, y el biznieto bastardos
de Marozia – extraña genealogía – se sentaron en la Silla de San Pedro”.
“Edward Gibbon (1737-1794)”
Así que, Teodora contaba con un instrumento
esencial para ejercer su dominio en Roma: el papa. Marozia, hija de Teodora,
fue el instrumento usado por ésta última para dominar a Sergio III.
Casi sin haber tenido tiempo de abandonar la
pubertad, daba un hijo a Sergio. Esto está anotado en el “Liber
Pontificalis” (Libro de los papas). La joven Marozia era ahora la amante
de un papa y la madre de su bastardo. ¡Luego sería madre del papa, abuela del
papa, y después de muerta, bisabuela de dos papas y tatarabuela de otro!
Por muchos años, el papado
fue estrictamente uno de los títulos de una de las familias de Roma. Dice
Halley, p. 774, “Teodora, junto con Marozia, la prostituta del Papa,
llenaron la silla papal con sus hijos bastardos y convirtieron su palacio en un
laberinto de ladrones”.
Respecto a Sergio III,
como vimos, fue descrito por el cardenal Baronius como un “monstruo” y por
Gregorio como un “criminal aterrorizante”. Dice un historiador “Por
espacio de siete años este hombre ocupó la silla de San Pedro, mientras que su
concubina, imitando a Semiramis madre, reinaba en la corte con tanta pompa y
lujuria, que traía a la mente los peores días del viejo Imperio” (Italia
medieval, p. 331).
Muerto Sergio III, Marozia, su concubina, se casó
en primeras nupcias con un tal Alberico de Camerino cuando todavía no contaba
veinte años de edad. Este Alberico fue un aliado ideal para los Teofilato.
Mientras tanto, Teodora, la madre de Marozia,
mantuvo el poder. Esta hizo nombrar papa a ANASTASIO III (911-913), y después a
LANDÓN (913-914), (¿sucesión apostólica?).
Estos dos papas fueron
simples marionetas en las manos de Teodora. Dice Dave Hunt: “Teodora misma era concubina
de dos eclesiásticos a quienes ella manipuló en rápida sucesión al “trono de
Pedro”, luego de la muerte de Sergio – los papas Anastasio III y Lando. Al
enamorarse de un sacerdote de Rávena, también lo manipuló para que ocupara el
trono papal” (A Woman Rides the Beast, p. 109-110).
“El apologista Dave Hunt”
Este clérigo de Rávena que menciona Hunt, fue
JUAN X (914-928). Además, según el obispo Liutprando, Juan era un clérigo joven
y ambicioso de Rávena que acudía con frecuencia a Roma a despachar asuntos
oficiales.
Entró en contacto con Teodora y enseguida entró
bajo su protección. Esto le llevó a realizar una gran carrera. Tanto fue así
que llegó a ser obispo de Rávena; esto hizo que ya no visitara Roma tan a
menudo. Relata Liutprando:
“De ahí que Teodora, como
una meretriz temerosa de tener pocas oportunidades de acostarse con su amante,
le obligara a abandonar su obispado para tomar - ¡Oh, crimen monstruoso!- el
Papado de Roma”.
Así pues, ese Juan, que luego fue el papa Juan X,
consiguió el solio pontificio para que así pudiera mantener relaciones sexuales
con esa Teodora, a la que a la sazón llamaban Teodora la Anciana. ¡Todo tan repugnante
como cierto!
“Retrato de Juan X”
Después de la muerte de Teofilato y de Teodora,
este papa Juan quiso dar preeminencia a su hermano Pedro siguiendo su impulso nepotista,
pero con ello se encontró con la oposición de Marozia, la hija de Teodora, que
como nada menos que senadora de Roma, controlaba el poder civil.
Marozia, poco antes enviudó, y se casó de nuevo
en el año 926 con el margrave Guy de Toscana. Entonces mandó asesinar a Pedro,
el hermano del papa Juan, en su misma presencia. Luego encerró al propio Juan X
en la cárcel y lo mandó matar, ahogándole con una almohada en el año 928.
Esperando que creciera su hijo (el que tuviere con el papa Sergio III), nombró papa
a LEÓN VI (929), y luego a ESTEBAN VII (928-931), otra vez, (¿sucesión
apostólica?).
Cuando ese hijo ilegítimo tuvo veinte años, le
hizo subir al solio pontificio con el nombre de JUAN XI (931-935).
Marozia, se volvió a casar con un tal Hugo de
Arlés que había recibido el título de rey de Italia para acrecentar así su
poder sobre la ciudad de Roma, pretendiendo acceder a la corona imperial, pues
no en vano su hijo Juan, ahora papa, podía convertir a un rey en emperador
(recordemos la “Constituitio Lothari”).
No le salió bien esta jugada a Marozia, ya que
Alberico, su propio hijo, encabezó una revuelta e hizo encarcelar a su madre y
a su hermanastro el papa Juan. Este último fue desposeído de todo poder
temporal, aunque conservó el solio hasta su muerte en el año 935.
Juan XII
Alberico, a la sazón soberano de Roma, entre los
años 936 al 954, nombró a su gusto cuatro papas afectos a su causa (¿sucesión
apostólica?).
Al fin de sus días, Alberico, tuvo la idea de
unir en su hijo Octaviano los cargos de príncipe de Roma y papa. A este
Octaviano, su padre Alberico, una vez convocados los nobles romanos en san
Pedro, les pidió que juraran que cuando él muriera, elegirían príncipe a su
hijo, y que cuando el actual papa muriera, le nombrarían además papa (¿sucesión
apostólica?).
Un año más tarde AGAPITO II (946-955) falleció, y
los nobles romanos cumplieron su promesa erigiendo a Octaviano, Príncipe de
Roma y Papa al mismo tiempo. De esta manera las dos coronas estaban unidas en
una misma cabeza.
Octaviano abandonó su nombre para convertirse en
JUAN XII (955-963), siendo proclamado papa ¡a los diecisiete años! Este papa
Juan XII (todo está documentado), se dedicó concienzudamente al saqueo de Roma.
Como ya apuntamos, esa ciudad estaba dominada por unas cuantas familias patricias
que se disputaban los ingresos que producían los peregrinos. El papa se aliaba
con algunas de esas familias en contra de otras, y con buena parte de los
ingresos que recogía de los Estados Pontificios, los dedicaba a mantener su
ejército personal.
Este papa pervertido estaba obsesionado con el
sexo ilícito, incluso más que con el poder. Tuvo muchas concubinas, pero no
tenía suficiente. ¡No había seguridad para ninguna mujer que entrara en la Sede romana! Pagaba a esas
mujeres por sus servicios sexuales, no con oro solamente, sino con tierras.
El obispo Liudprando de
Cremona, cronista de aquella época, cuenta que el papa “estaba tan
ciegamente enamorado de una señora que la hizo gobernadora de varias ciudades,
e incluso le regaló las cruces de oro y los cálices del mismo San Pedro”.
“El extremadamente lujurioso
papa Juan XII”
Chamberlin, católico
romano, escribió de él:
“En sus relaciones
con la Iglesia ,
parece que Juan se sintió impulsado a adoptar una actitud de sacrilegio
deliberado, que iba mucho más allá del disfrute casual de los placeres
sensuales. Era como si los factores más oscuros de su naturaleza le empujaran a
saborear los excesos más extremos del poder, convirtiéndose en una especie de
Calígula cristiano cuyos crímenes resultaban particularmente horrendos por el
cargo que ocupaba. Posteriormente se esgrimiría contra él la acusación de que
había convertido el palacio Laterano en un burdel; de que él y sus bandas
violaban a las peregrinas en la misma basílica de San Pedro...”
Sus correrías políticas son conocidas
por todos. Cómo coronó a Otto I de Sajonia como Emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico el dos de febrero del 962, y porque Otto le reprendió por su
vida disoluta, el papa, por venganza, ofreció de nuevo la corona imperial a
Berengario de Ivrea, bandido avaricioso y violento.
Este, al poco, viendo que no podría contra las
huestes de Otto desistió de aceptar su nombramiento. Juan XII, entonces,
asustado por la posible represalia de Otto, recurrió a todo aquel que pudo,
hasta acudió a los sarracenos a través de Adalberto, hijo de Berengario, que
tenía hecha alianza con los musulmanes.
El papa “cristiano” estuvo así cercano a
provocar un nuevo dominio musulmán sobre la península italiana. Como no
encontró eco su llamamiento por parte de Adalberto, lo volvió a intentar hasta
con los hunos, enemigos de la cristiandad y hasta con los bizantinos,
enemigos de sus propias prerrogativas como “Sumo Pontífice”.
Cuando Otto, después de haber sido tremendamente
paciente con el papa, volvió con su ejército, Juan XII huyó de Roma a Tívoli
con todos los tesoros de la
Iglesia que pudo llevarse. El emperador abrió un sínodo con
la intención de juzgar al papa, a pesar de que según las “falsificaciones
simaquianas”, nadie en la tierra podía juzgar al papa.
El obispo Liudprando presidió en el nombre del
emperador y tomó nota de los procedimientos. Otto, previamente, pidió a los
presentes (allí había más de un centenar de arzobispos, obispos etc.) que
formularan acusaciones. Diferentes testimonios acusatorios se levantaron bajo
juramento; entre otros, Benedicto, cardenal diácono, y sus compañeros diáconos
y sacerdotes, dijeron que el papa había recibido dinero por ordenar obispos.
“El papa Juan XII ante el
emperador Otto I”
En cuanto a sacrilegios, dijeron que ni siquiera
era preciso ordenar una investigación porque sólo era cuestión de abrir un poco
los ojos. En cuanto a acusaciones de adulterio, el papa había copulado con la
viuda de Rainiero; con Estefanía, la concubina de su padre; con la viuda Ana, y
con su propia sobrina.
Los testigos fueron llamados y los crímenes del
papa se pusieron sobre el tapete, entre otros:
“Fornicación con numerosas
mujeres nombradas allí, dejar ciego a Benedicto, su padre espiritual, asesinato
de un cardenal subdiácono llamado Juan, beber a la salud de Satanás en el altar
de san Pedro”.
El sínodo convocó al papa para que se defendiera
(el no quiso estar allí presente). El papa envió una carta a los obispos
amenazándoles con la excomunión. Otto y el sínodo respondieron que si no se
presentaba en Roma, el excomulgado sería él. Juan XII no hizo caso, y mientras
estaba de cacería, el sínodo nombró un nuevo papa, a LEÓN VIII (963-965), que
al ser laico, en un día recibió todas las órdenes (¿sucesión apostólica?).
Juan regresó a Roma, una vez el emperador Otto se
había ido por otros motivos, y convocó entonces su particular sínodo en febrero
del 964, al cual acudieron unos treinta personajes, casi todos romanos.
Cabe decir aquí que la inmensa mayoría de los
obispos europeos estaban del lado del emperador, es decir, en contra del
corrupto ex-papa Juan. ¡Lo increíble aquí es que ese amañado mini-concilio del
ex papa romano, ha sido considerado depositario de toda legalidad por la Iglesia de Roma!; por esa
razón, León VIII es considerado un antipapa, aunque no está muy
segura, en unas líneas veremos por qué. ¡Roma no ha podido permitirse la ligereza
de dar la razón a un emperador honesto antes que a un papa asesino,
corrupto y perdido como Juan XII, el cual, como no podía ser de otra manera,
consta como papa en el “Liber Pontificalis”, y como todos
ellos, él también es “Su Santidad, Santo Padre, Vicario de Cristo”!
Pero hay más...
Una vez el ex-papa venció en su amañado
sínodo, se vengó cruelmente de sus acusadores. Al cardenal Juan le hizo cortar
la nariz, la lengua y dos dedos; otro fue azotado; a un tercero le cortaron la
mano. Depuso y excomulgó a León VIII, y Roma volvió a la situación anterior a
la llegada del emperador.
Otto, a la sazón luchando contra Adalberto, hijo
de aquel Berengario de Ivrea, una vez habiéndole derrotado definitivamente,
volvió hacia Roma, pero antes de que pudiera llegar para hacer justicia, le
llegó la noticia de que Juan XII había muerto, y no precisamente de muerte
natural. El de nuevo papa Juan XII, murió asesinado por un marido que le
encontró en la cama con su esposa... Lo que uno siembra, eso recoge.
(Continuará)
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