(XIV)
El Comunismo y la Primera Guerra
Mundial / Los Tres Frentes Jesuitas
Índice del Tema
- Un atisbo al origen del Comunismo
- 1. La revolución soviética
- Benito Mussolini; el primer frente Jesuita
- El preludio a la Segunda Guerra Mundial; Hitler, el segundo frente Jesuita
- España (Franco), el tercer frente Jesuita
“Las atrocidades no aparecen
porque sí; alguien las planea, alguien las ejecuta” (anónimo)
Poco antes de morir el papa Pío X, estalló Nos será necesario hacer un poco de historia. Empecemos pues.
Un atisbo al origen del Comunismo
Todo el mundo sabe que personajes como Marx y Engels fueron los promotores visibles del comunismo. Estos dos, que escribieron el Manifiesto Comunista en 1848, al igual que Lenin, que se llamaban a sí mismos ateos, fueron entrenados y dirigidos por sacerdotes jesuitas.Este que vamos a relatar a continuación, es el testimonio de un jesuita de muy alto rango, el cardenal Bea, alemán, encargado del movimiento ecuménico de la institución católico romana, antiguo confesor del papa Pío XII, jesuita bajo juramento extremo de obediencia absoluta. Ver ese juramento aquí:
http://www.centrorey.org/nuevo%20site/temas26.html
De 1921 a 1924, Bea fue el superior provincial de Alemania.
“El jesuita cardenal Agustín Bea”
Este testimonio fue dado a conocer a través de un
ex-jesuita de alto rango, el Dr. Alberto Rivera, posteriormente arrepentido,
convertido a Cristo, y alejado de Roma que lo escuchó directamente de labios
del citado cardenal, que daba clases a los jesuitas. Dicho testimonio está
publicado a través de la editorial Chick Publications, Chino, California EE.UU
1987. Este testimonio está en gran parte respaldado por otras informaciones
debidamente contrastadas y publicadas que mencionaremos. Prestemos atención a
lo que aquí se va a decir, porque nos va a ser muy útil a la hora de comprender
mejor la historia.
Según Alberto Rivera, el cardenal Bea dijo que el
Partido Comunista fue creado por los jesuitas con un solo propósito: destruir
al Zar de Rusia, el protector de la Iglesia Ortodoxa.
Decía que el partido Comunista fue secretamente financiado por agentes de Roma
(los Illuminati) para crear otra potencia mundial leal al Vaticano.
Según su información, antes de la Primera Guerra
Mundial, muchos judíos ricos maniobraban para recuperar el control de
Jerusalén. El Vaticano estaba furioso porque el papado siempre ha querido
llevar su sede de la ciudad de las siete colinas a Jerusalén. Una vez más los
judíos se entrometían en los planes de Roma.
“El ex jesuita de alto rango y hermano en Cristo; Dr. Alberto
Rivera”
“El cardenal Bea S.J. (Sociedad
Jesuita), siendo alabado por su labor ecuménica durante el Concilio Vaticano
II”
En vista de esto, los jesuitas elaboraron un plan
secreto y maestro, que no sólo frenaría a los judíos europeos, sino que haría
que todo el mundo se volviera contra ellos. Urdieron una infamia para poner en
contra de los judíos a todo el mundo. Esto fue a raíz de un documento que unos
judíos fieles al papa escribieron en el nombre de la comunidad judía llamado “Protocolos de Sión” (Behind the Dictators,
L.H. Lehmann, pg. 10-15, Agora Publishing Company, N.Y. 1942).
A principios del siglo XX, Francia cayó en la
mira del Vaticano, al pactar nada menos que con el Zar de Rusia. Al papa y a
los jesuitas no les gustaba nada que Francia hubiera depuesto a su rey católico
en su día, y llegara a ser una República, pero aquel pacto con el Zar de Rusia
ya era demasiado.
Mientras tanto, la influencia de la Iglesia Ortodoxa
se había ido extendiendo a Bulgaria, Grecia, la parte europea de Turquía y la Yugoslavia Serbia.
El Vaticano se había propuesto poner a Francia de rodillas y extirpar para
siempre la competencia religiosa en los Balcanes.
La estrategia: empezar una guerra, la Primera Guerra
Mundial. Allí estaban los
jesuitas (Secret History of the Jesuits, Edmond Paris, p.8, 9, 116-124).
Alemania tuvo mucho que ver. “El monseñor Fruhwirth dijo en 1914: “Alemania es la base
sobre la cual el santo padre puede y debe establecer grandes esperanzas” (cit.
“La Historia Secreta
de los Jesuitas; p.122)
El Kaiser era un buen católico-romano, y el papa
le respaldaba. Este Kaiser Guillermo, consultó al Vaticano si podía expandir
sus fronteras. El papa s. Pío X, a pesar de su pública declaración de
neutralidad, hipócritamente, le dio la bendición. Justo después de que empezara
la Guerra , el
20 de agosto de 1914, moría Pío X. La cuenta atrás hacia el exterminio de
millones de almas había empezado. Una masacre sin precedentes se ponía en
marcha. El diablo, a través del poder religionista iba a enviar a millones de
almas al infierno. Esa fue la cruel realidad.
Siguió a Pío X:
BENEDICTO XV (1914-1922). De nombre común Giacomo
della Chiesa, era hijo de los marqueses de Migliorati. Este Benedicto XV
declaró “santa” a Juana de Arco, patrona de Francia, invalidando la declaración
y condenación de su antecesor Eugenio IV el cual la mandara quemar viva por
bruja. Este papa, llamado “el Papa de la guerra”, también era amigo de
Alemania. En esa guerra inútilmente murieron católico-romanos de ambos bandos.
Los alemanes lucharon contra Francia, Inglaterra y Rusia. Luego los Estados
Unidos entraron en el conflicto. La devastación duró 4 años (1914-1918), y
Europa quedó en ruinas.
“A Juana de Arco, un papa la condena, otro papa la hace santa,
y los dos usando de su infabilidad”
En Rusia, el zar Nicolás, protector de la Iglesia Ortodoxa
Rusa, y su esposa, la emperatriz Alejandra, tuvieron un hijo llamado Alexis,
heredero al trono. El niño sufría de hemofilia, su sangre no coagulaba
cuando sufría alguna herida. Su vida estaba siempre en peligro.
Su madre estaba tremendamente afligida, y los
médicos nada podían hacer. Un extraño y siniestro hombre llamado Rasputín,
llamado el “monje loco”, tenía contacto y gran influencia sobre la zarina;
decían que tenía poder para sanar, no obstante ese poder no le venía de Dios,
ya que era un practicante de cultos satánicos; también tenía un gran poder
sobre los demás, especialmente sobre Alejandra.
“Grigory Rasputin tenía una enorme
influencia en la casa del Zar”
Según el jesuita cardenal Bea, la emperatriz
Alejandra, en un momento de debilidad le reveló a Rasputín dónde estaba el oro
de Rusia custodiado por el Zar. Inmediatamente, se pasó esta importante
información al patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, justo antes de que el
monje loco muriera asesinado por alguno de sus muchos enemigos, al cual no les
fue fácil llegar a matar.
El Tren Sellado
Siguiendo con el interesante testimonio del
cardenal Bea dada al grupo de estudiantes jesuitas, les hablaba del pasado,
presente y las metas futuras en términos del “poder temporal” del
Vaticano.
Decía que la Revolución Rusa
fue preparada larga y cuidadosamente. Los jesuitas trabajaron estrechamente con
Marx, Engels, Trostsky, Lenin y Stalin. Tanta era la confianza que tenían en
ese proyecto, que hasta decidieron secretamente ir trasladando el oro del
Vaticano a Rusia a través de Alemania (Alemania y la revolución en Rusia
1915-1918 de Von Bergen y Parvus; documentos del archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores alemán, editado por ZAB Zeman, publicado por London
Oxford University Press, NY, Toronto 1958) ( The Sealed Train de Michael
Pearson, publicado por G.P. Putnam´s Sons, NY, p. 63, 1975).
El Vaticano - explicaba el cardenal Bea - estaba
seguro de que pronto su enemigo, el Zar y la Iglesia Ortodoxa
serían destruidos y el comunismo se levantaría como una nueva y poderosa hija
del Vaticano.
Lenin se encontraba en Suiza cuando oyó las
noticias relacionadas con la revolución que había estallado en Rusia. Para
ayudar a la revolución, el alto mando alemán y otros prepararon secretamente un
tren especial para transportar a Lenin y a sus revolucionarios a través de
Alemania.
En abril de 1917, Lenin y algunos de sus hombres
clave hicieron el viaje en el famoso “Tren sellado”(Black
Night, White Snow, de Salisbury, publicado por Doubleday, 1977, Garden City,
NY, pgs. 405-407). El hombre de más alta responsabilidad en la
organización de este viaje fue Diego Bergen, un devoto católico alemán,
entrenado en escuelas jesuitas (Life and Death of Lenin, de R. Payne, 1964,
publicado por Simon y Schuster, NY, pgs. 285-300).
Más tarde, durante la República de Weimar, y
el régimen de Hitler, llegó a ser embajador en el Vaticano (Alemania y la
revolución en Rusia 1915-1918. Documentos del archivo del Ministerio de
Relaciones Exteriores de Alemania, editado por Z.A. Zeman, publicado por London
Oxford University Press, NY, Toronto 1958, pg. 9).
“Lenin y otros viajando en el llamado “tren sellado”
1. La revolución soviética
En abril de 1917, cuando Lenin llegó a Rusia, la
revolución estaba controlada por los hombres de Lenin. El Zar había sido
forzado a abdicar, y él y su familia fueron puestos bajo arresto domiciliario.
El 10 de marzo de 1918, Lenin se estableció en
Moscú. En julio, por razones de seguridad, la familia real fue llevada a
Yekaterinburgo, en los Urales. Podía haber una posibilidad de rescatarlos por
parte del llamado ejército blanco, el ejército de los checos; no
obstante, el 17 de julio 1918, se sentenció al Zar y a su familia a muerte. El
Zar, protector de la
Iglesia Ortodoxa , y a toda su familia, fueron cruelmente
masacrados.
Tarde en la noche, los cuerpos fueron trasladados
a un camión, llevados a una mina abandonada llamada los “cuatro hermanos”,
donde fueron descuartizados, quemados, rociados con ácido y arrojados por un
túnel abandonado de la mina (Black Night, White Snow, Doubleday & Co. 1978,
pp. 593, 594).
Los autores del magnicidio, que según el cardenal
Bea, eran en realidad jesuitas haciéndose pasar por comunistas. Se movieron con
gran rapidez; el partido comunista central no se enteró del juicio y asesinato
del Zar y su familia hasta después de estar consumado (Black Night, White Snow,
Doubleday & Co., pp. 593, 594). Después empezó la cacería del clero
ortodoxo con gran furor.
Según el cardenal Bea S.J., informando a sus
correligionarios, el Vaticano esperaba ansiosamente las noticias referentes a
la destrucción de sus competidores religiosos. Los soviéticos atacaron
monasterios y conventos; el propósito de levantar el comunismo por parte del
Vaticano se estaba cumpliendo. Las ejecuciones comenzaron.
Para el Vaticano, aquella era una prueba. Si la
iglesia rusa era destruida, el siguiente objetivo sería la Iglesia de Inglaterra
(“Los Padrinos”, Chick Publications p.14).
Ya desde el inicio de su existencia, la Roma religioso-política ha
derramado y ha hecho derramar tanta sangre por prevalecer, que esto no nos
tiene por qué asombrar de manera especial.
Sólo un imprevisto golpe de fortuna podría salvar
a la iglesia rusa y a su patriarca; no obstante éste tenía un as en la manga.
Cuando el ejército rojo llegó para matar al viejo patriarca, él los recibió con
los brazos abiertos, y les dijo: “Camaradas, al fin
han llegado, les hemos estado esperando, les tenemos el oro del Zar, mis
queridos camaradas”.
Los comunistas quedaron aturdidos. Dejando a un
lado las armas, aceptaron el oro y la amistad del patriarca, y ordenaron
detener de inmediato las ejecuciones del clero ortodoxo.
Los comunistas, no sólo se quedaron con el oro
del Zar, ¡sino también con el oro del Vaticano!, ese oro del papa que llegó a
Rusia a través de Alemania. Se dice que equivalía 666 millones de dólares (León
Totsky, por Joel Carmichael, p. 171; The Sealed Train, Michael Pearson, 1975
por G.P Putna’ms sons, NY. P. 290).
Cuando el papa se percató de ello, casi sufre un
ataque al corazón, ¡había sido traicionado por sus propios comunistas! El
Vaticano se enfureció, habían sido traicionados y los comunistas habrían de
pagar por su traición; este sería el germen de la Segunda Guerra
Mundial.
El Vaticano siempre ha creído que con su fortuna tan
tremenda puede llegar a dominar el mundo y su economía; cree que puede poner a
las naciones ante sus pies mediante depresiones planeadas. Según el cardenal
Bea, los Illuminati, el Opus Dei (Los Angeles Times, oct. 7; 1968) y la Masonería son el brazo armado
del Vaticano. Obviamente, los Jesuitas rigen a todas esas organizaciones. A
través de esas organizaciones y muchas más, el Vaticano puede controlar la
riqueza del mundo.
El Tratado de Versalles
La realidad es que tanto la América protestante como
Inglaterra, derrotaron al instigador de la Gran Guerra. No
obstante, como dijo una vez el presidente Abraham Lincoln: “Los jesuitas jamás olvidan ni abandonan”.
Inmediatamente después de la Primera Guerra
Mundial, Alemania se encontraba en una terrible depresión económica. Ciertos
judíos pro católicos recibieron del Vaticano la orden de comprar las tierras de
los alemanes que se encontraban en quiebra y hambrientos. El dinero fue suplido
por el Vaticano, y esos falsos judíos compraron esos bienes de forma abusiva, a
muy bajo precio, aprovechándose de la necesidad de los forzados vendedores. Los
alemanes estaban desesperados.
En el momento oportuno los jesuitas usarían ese
incidente para incitar el odio contra los verdaderos judíos. La acusación sería
que los judíos sin piedad habían arrebatado la tierra a los alemanes durante la
depresión (Los Padrinos; Chick P. p. 16).
Al término de la Primera Guerra
Mundial, cuando los aliados firmaron el Tratado de Versalles en julio de 1919,
estaban tan enojados con el Vaticano por provocar la guerra, que no quisieron
reconocerlo como nación, y le impidieron sentarse en la mesa de conferencias.
“Esta medida fue
sabia, pero insuficiente. En vez de aplicar las sanciones contra la santa sede,
que ésta merecía por haber provocado la Primera Guerra
Mundial, los vencedores no hicieron nada para prevenir las futuras intrigas de
los jesuitas y del Vaticano. Veinte años después, tales intrigas condujeron a
una catástrofe aún peor…” (La II Guerra Mundial) (Historia secreta de los Jesuitas,
p. 130)
El 22 de enero de 1922, el papa Benedicto XV
murió de una terrible neumonía tras una leve indisposición cuatro días antes.
Según el Dr Rivera, murió envenenado.
“Benedicto XV”
En ese mismo tiempo, Mussolini organizó la “Marcha sobre Roma”, y
el papa PÍO XI (1922-1939), tomó su lugar. De nombre común Ambrosio Damiano
Achille Ratti, fue elegido papa tras sólo tres días de cónclave. En el 1929 se
creó el Estado del Vaticano. El Estado italiano reconocía la soberanía del papa
en la ciudad del Vaticano, que abarca cuarenta y cuatro hectáreas.Benito Mussolini; el primer frente Jesuita
Volviendo un poco atrás, al finalizar la
contienda mundial, Europa estaba en ruinas, pero ni Francia ni la Iglesia Ortodoxa
Serbia estaban destruidas. La juventud alemana e italiana no sabía que
dirección tomar. La rebeldía era una forma de vida; y la inflación arruinaba
sus naciones.
Mientras tanto los comunistas empezaron a
organizar grupos revolucionarios. Los jesuitas se movían en tres frentes. El
primer frente fue Italia. Por aquel tiempo un desconocido que proclamaba por
todas partes que era el nuevo César destinado a reconstruir el Imperio Romano
se levantó. Su nombre, Benito Mussolini. Era un cruel arrogante personaje, y su
pequeño ejército de camisas negras no era más que una banda de bribones
violentos.
El General Superior de los Jesuitas, al cual se
le conoce como papa negro, y que a la sazón era Halke Von Ledochowski, asignó a
un jesuita del más alto nivel para que trabajara con Mussolini. El confesor de
Mussolini era el jesuita llamado Venturi. El voto católico, dirigido por el Vaticano,
puso a Mussolini en el poder.
“Halke Von Ledochowski, el general
superior jesuita de aquel tiempo”
Pío XI llamó a Mussolini: “El hombre a quien
la providencia nos ha permitido conocer” (La Historia Secreta
de los Jesuitas, Edmond Paris, p.134). Mussolini, como pago, firmó un
concordato (*) en el año 1929 en Letrán, haciendo del catolicismo romano la
única religión permitida en Italia y sus territorios.
Imagínese usted a cualquiera de los apóstoles
celebrando semejante acuerdo con una dictadura fascista…Claro, esto no puede
imaginárselo; ¡esto es inimaginable! Conque muchos de los católicos italianos
eran políticamente socialistas y, por lo tanto, opuestos al régimen fascista de
Mussolini, el papa prohibió a sus fieles participar en la política; no
tendrían más alternativa que apoyar al dictador.
El Duce estaba agradecido, por
contrapartida reestableció el poder temporal del papa, y dio a la clerecía
total poder sobre la vida de la nación. Por haber confiscado en 1870 los
territorios papales, Italia, por mano de Mussolini pagó al Vaticano 750
millones de liras al contado, y 1000 millones en bonos del estado. Con parte de
ese botín se levantó el famoso Banco Vaticano.
(*) Concordato: Pacto entre un gobierno
nacional y un grupo religioso que fija los términos de acuerdo relacionados con
materias de mutuo interés.
Al final, a los católicos se les prohibió
oponerse a Mussolini y se les instó a apoyarlo. Dice Dave Hunt, historiador y
apologista:
“La Iglesia (de Roma)
virtualmente puso al dictador fascista en el gobierno (como lo haría con Hitler
pocos años más tarde). A cambio de esto, Mussolini (en el Concordato de 1929
con el Vaticano), hizo que el catolicismo romano fuese otra vez la religión
oficial del estado, y se hizo que cualquier crítica hacia la misma fuese una
pena capital. A la Iglesia
se le otorgaron otros favores, incluyendo una vasta suma de dinero al contado y
en bonos” (“Una Mujer cabalga la Bestia ”, pag. 59).
Italia, bajo Mussolini, el dictador fascista y
católico-romano, llegó a ser momentáneamente poderosa. Armó el dictador un
ejército y lo puso en acción atacando Etiopía. Los italianos, con sus aviones,
ametralladoras, bombas y gas venenoso, destrozaron a los pobres indígenas
etíopes que se defendían con lanzas y escudos. Previamente, el papa Pío XI,
había bendecido las tropas asesinas de Mussolini. El cardenal arzobispo de Milán,
Alfredo Ildefonso Schuster (jesuita), llamó a esa masacre de negros en Etiopía:
“Una cruzada católica”.
Escribe Edmond Paris: “Mientras…la esvástica
cooperaban en Alemania, Benito Mussolini emprendió la fácil conquista de
Etiopía con la bendición del santo padre” (Historia Secreta de los
Jesuitas, p. 139)
“El jesuita Alfredo Ildefonso
Schuster”
Mussolini entendía perfectamente lo que
significaba el papado; llegó a decir claramente:
“Es increíble que los gobiernos liberales no
hayan comprendido que la universidad del papa, heredera de la universidad del
Imperio Romano, representa la gloria más grande de la historia y de las
tradiciones italianas”. Dijo además: “Reconocemos el lugar preeminente que la iglesia
católica ocupa en la vida religiosa del pueblo italiano algo que es
perfectamente natural en un país católico como el nuestro, y bajo un régimen
como el fascista”.
Así que, para Mussolini, fascismo y catolicismo
romano se dan de la mano; combinan bien. Este discurso del Duce fue alabado por
todos los cardenales de Roma, diciendo en un escrito dirigido al papa: “…este eminente estadista que gobierna Italia por
decreto de la
Divina Providencia ”.
Ahora fijémonos detenidamente en las palabras de
Mussolini cuando dice que “universidad del papa” es heredera de la “universidad
del Imperio Romano”. Esa es una rotunda verdad. Véase más de ello en las últimas
páginas de:
http://www.centrorey.org/nuevo%20site/temas39.html
http://www.centrorey.org/nuevo%20site/temas39.html
A ambas partes, Vaticano y Mussolini, les
interesaba estar juntos. El dictador necesitaba la iglesia de Roma para establecer
su control en el país a causa de la mayoría católica, y por su parte, la
iglesia en cuestión deseaba apoyarlo a cambio de la restauración de su poder
temporal, o al menos, parte de él.
De todos modos, ese es el modo como Roma había
sido Roma siempre, espiritualmente fornicado con los reyes y emperadores (Ap.
17: 2).
Con la firma del Tratado de Letrán, el pontífice
romano volvió a estar de nuevo donde solía estar: “coronando” al emperador, y a
la sombra protectora de éste.
El investigador Avro Manhatan, en su libro “The
Vatican and World Politics” expresa esto con claridad diáfana: “La Iglesia (de Roma) por lo
tanto se volvió el arma religiosa del estado fascista, mientras que el estado
fascista se volvió el arma secular de la Iglesia ”.
Moriría Pío XI justo antes de que la Segunda Guerra
diera comienzo, así como moría Pío X antes de la Primera … ¿casualidad?
Ciertamente la fecha fue el 10 de febrero de 1939, y también su muerte, un
misterio.
“Pío XI”
“Benito Mussolini, el dictador italiano”
El preludio a la Segunda Guerra
Mundial; Hitler, el segundo frente Jesuita
A mediados de los años veinte, Alemania era un
caos. La inflación estaba por las nubes, y el dinero no valía nada. Destronaron
al Kaiser, culpándole de todos los males. Mientras tanto, los comunistas
pugnaban por el poder.
El nuevo gobierno que surgió era débil, y algunos
querían que el pueblo alemán escogiera su propio gobierno como en Francia.
Querían que Alemania fuera una república, por ello el papa estaba enfurecido.
Hay dos cosas que el Vaticano siempre despreció:
el protestantismo y la democracia.
Los Jesuitas se movieron rápidamente para detener
la nueva república de Weimar. Dos hombres fueron levantados para frenar la
república: Franz Von Papen (católico romano), y el otro, Eugenio Pacelli, quien
llegaría ser el papa Pío XII. El escenario fue montado por el aspirante a Anticristo,
también católico romano e inmerso en el ocultismo, Adolf Hitler.
Mein Kampf, (Mi Lucha); escrito
por un padre jesuita
El famoso libro, “Mein Kampf”, fue
escrito por el padre jesuita Staempfle, y sólo firmado por Hitler (La Historia Secreta
de los Jesuitas, Edmond Paris, p. 148). Aquel libro fue el plan jesuita
para la toma de Alemania a través de Hitler. De todos los libros que el
Vaticano prohibiera con severidad, entre ellos nunca estuvo “Mein Kampf”,
ni otras obras antisemitas (Lewy, op. Cit. P. 152).
Otra inquisición estaba a punto de comenzar; en
lugar de usar hábitos dominicos, se usarían uniformes nazis. Los nazis,
respaldados por el Vaticano, usaban la misma táctica que Mussolini. Alemania se
convirtió en el segundo frente jesuita. El símbolo de esta nueva inquisición
era la esvástica, un antiguo símbolo ocultista. El Vaticano eligió a Hitler
para sus propósitos de triunfo. Él y todos sus asociados tenían al menos una
cosa en común: eran católico romanos.
Pío XI respaldando a Hitler
Cuando se supo que Pío XI daba su respaldo a
Hitler, el voto católico romano puso a éste en el poder. Era el año 1933. Este
mismo año, contempló la firma del Concordato entre Alemania y el Vaticano.
Dicho acuerdo lo firmó el cardenal Pacelli, quien
más tarde llegó a ser el Papa Pío XII (1939-1958). En ese mismo año, Pacelli
era el Secretario de Estado del Vaticano. La otra parte, la alemana, era
representada por Franz Von Papen, siniestro nazi y devoto católico romano,
diplomático de Hitler. Éste, no tuvo ningún inconveniente en declarar: “El Tercer Reich es el primer poder que no sólo
reconoce, sino que pone en práctica los altos principios del Papado” (Der
Voelkischer Beobachter, 14 de enero de 1934).
En esa misma reunión estuvo también el entonces
poco conocido prelado del Vaticano, Montini, que llegaría a ser el papa Pablo
VI.
“Foto de la firma del Concordato
entre el Vaticano y la
Alemania nazi”
El Vaticano sabía acerca de la intención de
Hitler de exterminar a los judíos antes de firmar ese Concordato. Esto es así,
porque por otras muchas razones, Hitler el uno de abril de 1933, unos cuatro
meses antes de la firma del tratado en cuestión, comenzó su programa
sistemático con un boicot contra los judíos, justificándolo con estas
siguientes palabras:
“Creo que hoy estoy
actuando al unísono con la intención del Creador Todopoderoso. Al pelear contra
los judíos, hago batalla por el Señor”.
Ese pensamiento diabólico era bien conocido por
el Vaticano, y nunca lo desaprobó. Todas las ideas de Hitler fueron expuestas
en su libro, recordemos, escrito por un jesuita, “Mein
Kampf”.
Muchos de los 30 millones de católico romanos
alemanes lo habían leído, así como la jerarquía romana; ¿alguien se opuso?
Nadie. Más aún, conociendo de antemano las ideas racistas, antisemitas y
destructivas de Hitler, expresadas con nitidez en su libro “Mein Kampf”,
el Papa Pío XI, dirigiéndose al Vicecanciller Fritz Von Papen, le expresó cuán
contento estaba de que el gobierno alemán tuviera como líder a un hombre como
ése, refiriéndose a Hitler (Franz Von Papen, Memoirs, pág. 279, Londres,
1952).
El obispo Berning publicó un libro recalcando el
vínculo entre el catolicismo romano y el patriotismo, y le envió una copia a
Hitler “como muestra de mi devoción” -
escribió. Diversas personalidades de la jerarquía romana alabaron a Hitler y
sus doctrinas.
Monseñor Hartz dijo de él que había salvado
Alemania de la ponzoña del liberalismo y del comunismo. Taeschner, publicista
católico romano, dijo de él que había sido enviado por la Providencia a fin de
lograr la realización de las ideas social católicas (Guenter Lewy, The
Catholic Church and Nazi Germany – McGraw-Hill, 1964, pág. 160, 161).
El obispo Vogt de Aachen prometió a Hitler que “la
diócesis y el obispado participarían encantados en la construcción del nuevo
Reich (reino)”.
El cardenal Faulhaber, en una nota manuscrita a
Hitler, expresó el deseo “que viene del fondo de
nuestro corazón: que Dios guarde al canciller del Reich para nuestro pueblo”.
Una foto apareció en un diario mostrando al
vicario general Steinmann a la cabeza de organizaciones de la juventud católica
en un desfile que pasaba frente a Hitler y contestando al saludo del Fuehrer
con el brazo levantado. Steinmann declaró que “los católicos alemanes
por cierto consideraban al gobierno de Adolfo Hitler como la autoridad dada por
Dios, y que algún día el mundo reconocería con gratitud que Alemania erigió un
baluarte contra el bolchevismo”.
La mayoría de los católicos de Alemania estaban
eufóricos después de que se firmara el Concordato de 1933 entre Hitler y el
Vaticano. A los jóvenes católicos se les instó a que levantaran el brazo
derecho en un saludo, y que desplegaran la bandera con la ocultista svástica.
El entonces joven Ratzinger, actual papa romano,
fue uno de ellos. Las organizaciones de la juventud católica, exigían la
estrecha y total colaboración entre el estado totalitario y la iglesia
totalitaria. Todos los obispos alemanes juntos prometieron su fidelidad al
nacional-catolicismo de Hitler.
El obispo Bornewasser, en una reunión de la Juventud Católica
en Tréveris, declaró: “Con cabeza levantada y paso firme hemos entrado al
nuevo Reich y estamos dispuestos a servirle con todo el poder de nuestro cuerpo
y alma” (Guenter Lewy, The Catholic Church and Nazi Germany – McGraw-Hill,
1964, págs. 100, 106).
Se celebraban múltiples misas para bendecir al
partido nazi y a su Führer. Hay fotos que atestiguan este hecho, como
la celebrada en Munich en 1937.
“El joven Ratzinger, actual papa romano, perteneciente a las
juventudes hitlerianas”
“Concubinato entre lo nazi y lo católico
romano”
“Entre otros, el vicario general Steinmann
junto a dirigentes nazis levantando el brazo en alto”
“Más prelados católico romanos saludando a lo nazi”
Siempre la institución católico romana, como
mujer ramera que es, ha anhelado estar al cubierto del poder civil y militar
para realmente ser ella misma y sentirse “realizada”. Hitler fue su paladín, su
héroe por poco tiempo. Estoy especialmente persuadido de que Hitler es un tipo
clarísimo de la
Bestia Anticristo (Ap. 13) que está por levantarse en el
mundo como “rey del mundo”, y que en ese momento cuando vaya a levantarse, la
mayoría de las gentes de ese tiempo que viene verán en él lo que los alemanes
católicos vieron en Hitler en un principio.
España (Franco), el tercer frente Jesuita
Como hemos venido diciendo, los Jesuitas iban
perfilando una estrategia político-militar encabezada por tres frentes. Vimos
el primer frente, el italiano con Benito Mussolini; el segundo el alemán, con
Adolf Hitler, y ahora veremos el tercero de ellos. España, con Francisco Franco
al frente, se convirtió en el tercer frente de los Jesuitas.
Previamente, cuando el tiempo de la república,
tres presidentes, a saber, Niceto Alcalá Zamora. Manuel Azaña, y Juan Negrín,
educados en instituciones de los Jesuitas, conociendo su talante, habían pedido
que fueran aprobadas cinco leyes con el fin de impedir la ingerencia del
Vaticano en la
República Española.
En esos días, se descubrieron restos de cuerpos
de bebés en los sótanos y pasadizos subterráneos de ciertos conventos; unos
para curas y otros para monjas que se enlazaban bajo tierra a través de
diferentes pasillos. Esos bebés fueron el fruto de ocultas relaciones sexuales
entre el clero conventual, y para que no trascendiera el asunto a la opinión
pública y caer así en desmerecimiento y descrédito, cruelmente los mataron y
los depositaron allí. Eran decenas los que se encontraron.
Eso produjo un enorme sentido de indignación, que
catapultó la implementación de esas leyes comentadas. El asunto trataría de lo
siguiente: 1. Todas las iglesias católico romanas debían ser nacionalizadas; 2.
Todas deberían pagar impuestos; 3. No más escuelas en manos de sacerdotes
católicos; 3. Todas las escuelas, conventos y monasterios habrían de estar bajo
el control del gobierno español; 5. Reconocimiento de la religión protestante.
Evidentemente todo esto encendió la ira de la Sociedad Jesuita.
Gracias al control de la prensa por parte del
Vaticano, la verdad fue encubierta. El papa contrató a varias divisiones de
mercenarios musulmanes para pelear bajo el general Francisco Franco. El papa
excomulgó a los cabecillas de la
República y declaró la “guerra santa” entre la Santa Sede y Madrid.
Este general, que se hacía llamar el Generalísimo y andaba “bajo
palio” como si fuera un cardenal, se convirtió durante cuarenta años en un
dictador católico-romano que ayudó a implantar el llamado nacional-catolicismo
en España. El 3 de agosto de 1937, el Vaticano reconoció al gobierno de Franco,
¡veinte meses antes de que la guerra civil terminara!
Aparentemente los jesuitas tuvieron éxito en los
tres frentes. Los dictadores Hitler, Mussolini y Franco fueron llamados “defensores
de la fe”. Pronto volvería a correr la sangre en una nueva guerra mundial.
En todo ese proceso, el papa de turno sería consciente de su papel, aún
negándolo a la vista de todos.
(Continuará)
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey,
Madrid, España. 2009
Alberto Rivera tenía razón como dice el autor;ellos los jesuitas y el Vaticano crearon el comunismo para matar al Zar y a la iglesia ortodoxa los jesuitas estaban detrás de Marx,Lenin y Stalin.También ellos crearon el fascismo y a Mussolini como se vio en el tratado de Letrán en 1929.Además de crear el nazismo y un jesuita escribirle su libro a Hitler"mi lucha" como se ve en el concordato entre el nazismo y el Vaticano en 1933 con el fin de asesinar a millones de judíos.Finalmente también estuvieron detrás de la dictadura y del golpe de estado del general Franco para ocultar los asesinatos de bebés en los conventos católicos fruto de las relaciones de monjas y curas.Además de ser este dictador apoyado por millones de soldados musulmanes,porque tenían un pacto el Vaticano y el Islam ;ya que según Alberto Rivera el Vaticano creo el Islam para asesinar a los cristianos no católicos y a los judíos existentes en el norte de África como Alejandría o Medio Oriente como Antioquía o Jerusalén o Asia Menor como Constantinopla o tras zonas con muchos cristianos no católicos como Persia . http://mediterraneo777laverdad.blogspot.com/
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