EL EVANGELIO DE NICODEMO
Acusado por los príncipes de los judíos,
Jesús comparece ante Pilatos realizado a su entrada en el pretorio
I 1. Yo, Emeo, israelita de nación, doctor
de la ley en Palestina, intérprete de las Divinas Escrituras, lleno de fe en la
grandeza de Nuestro Señor Jesucristo, revestido del carácter sagrado del santo
bautismo, e investigador de las cosas que acaecieron, y que hicieron los
judíos, bajo la gobernación de Cneo Poncio Pilatos, trayendo a la memoria el
relato de esos hechos, escrito por Nicodemo en lengua hebrea, lo traduje en
lengua griega, para darlo a conocer a todos los que adoran el nombre del
Salvador del mundo.
2. Y lo he hecho bajo el imperio de Flavio Teodosio, en el año
decimoctavo de su reinado y bajo Valentiniano.
3. Y os suplico a cuantos leáis tales
cosas, en libros griegos o latinos, que oréis por mí, pobre pecador, a fin de
que Dios me sea favorable y que me perdone todas las culpas que haya cometido.
Con lo cual, y deseando paz a los lectores, y salud a los que entiendan,
termino mi prefacio.
4. Lo que voy a contar ocurrió el año
decimoctavo del reinado de Tiberio César, emperador de los romanos, y de
Herodes, hijo de Herodes, monarca de Galilea, el año decimoctavo de su
dominación, el ocho de las calendas de abril, que es el día 25 del mes de
marzo, bajo el consulado de Rufino y de Rubelión, el año IV de la olimpíada
202, cuando Josefo y Caifás eran grandes sacerdotes de los judíos. Entonces
escribió Nicodemo, en lengua hebrea, todo lo sucedido en la pasión y en la
crucifixión de Jesús.
5. Y fue que varios judíos de calidad, Anás, Caifás, Sommas, Dathan, Gamaliel, Judas, Levi, Nephtalim, Alejandro, Siro y otros príncipes visitaron a Pilatos, y acusaron a Jesús de muchas cosas malas, diciendo: Nosotros lo conocemos por hijo de José el carpintero y por nacido de María. Sin embargo, él pretende que es hijo de Dios y rey de todos los hombres, y no sólo con palabras, mas con hechos, profana el sábado y viola la ley de nuestros padres.
5. Y fue que varios judíos de calidad, Anás, Caifás, Sommas, Dathan, Gamaliel, Judas, Levi, Nephtalim, Alejandro, Siro y otros príncipes visitaron a Pilatos, y acusaron a Jesús de muchas cosas malas, diciendo: Nosotros lo conocemos por hijo de José el carpintero y por nacido de María. Sin embargo, él pretende que es hijo de Dios y rey de todos los hombres, y no sólo con palabras, mas con hechos, profana el sábado y viola la ley de nuestros padres.
6. Preguntó Pilatos: ¿Qué es lo que dice, y qué es lo que quiere disolver en vuestro pueblo?
7. Y los judíos contestaron: La ley,
confirmada por nuestras costumbres, manda santificar el sábado y prohíbe curar
en este día. Mas Jesús, en él, cura ciegos, sordos, cojos, paralíticos,
leprosos, poseídos, sin ver que ejecuta malas acciones.
8. Pilatos repuso: ¿Cómo pueden ser malas
acciones ésas?
9. Y ellos replicaron: Mago es, puesto que
por Beelzebuh, príncipe de los demonios, expulsa los demonios, y por él también
todas las cosas le están sometidas.
10. Dijo Pilatos: No es el espíritu
inmundo quien puede expulsar los demonios, sino la virtud de Dios.
11. Pero
uno de los judíos respondió por todos: Te rogamos hagas venir a Jesús a tu
tribunal, para que lo veas y lo oigas.
12. Y Pilatos llamó a un mensajero y le ordenó: Trae a Jesús a mi presencia y trátalo con dulzura.
13.
Y el mensajero salió, y habiendo visto a Jesús, a quien muy bien conocía,
tendió su manto ante él y se arrojó a sus pies, diciéndole: Señor, camina sobre
este manto de tu siervo, porque el gobernador te llama.
14.
Viendo lo cual, los judíos, llenos de enojo, se dirigieron en son de queja a
Pilatos, y le dijeron: Debieras haberlo mandado traer a tu presencia no por un
mensajero, sino por la voz de tu heraldo. Porque el mensajero, al verlo, lo
adoró, y extendió ante Jesús su manto, rogándole que caminase sobre él.
15. Y Pilatos llamó al mensajero y le
preguntó: ¿Por qué obraste así?
16. El mensajero, respondiendo, dijo:
Cuando me enviaste a Jerusalén cerca de Alejandro, vi a Jesús caballero sobre
un asno y a los niños de los hebreos que, con ramas de árbol en sus manos,
gritaban: Salve, hijo de David. Y otros, extendiendo sus vestidos por el
camino, decían: Salud al que está en los cielos. Bendito el que viene en nombre
del Señor.
17.
Mas los, judíos respondieron al mensajero, exclamando: Aquellos niños de los
hebreos se expresaban en hebreo. ¿Cómo tú, que eres griego, comprendiste
palabras pronunciadas en una lengua que no es la tuya?
18. Y el mensajero contestó: Interrogué a
uno de los judíos sobre lo que quería decir lo que pronunciaban en hebreo y él
me lo explicó.
19. Entonces Pilatos intervino, preguntando: ¿Cuál era la exclamación que pronunciaban en hebreo? Y los judíos respondieron: Hosanna. Y Pilatos repuso: ¿Cuya es la significación de ese término? Y los judíos replicaron: ¡Señor, salud! Y Pilatos dijo: Vosotros mismos confirmáis que los niños se expresaban de ese modo. ¿En qué, pues, es culpable el mensajero?
20. Y los judíos se callaron. Mas el
gobernador dijo al mensajero: Sal, e introdúcelo.
21. Y el mensajero fue hacia Jesús, y le dijo: Señor, entra, porque el gobernador te llama.
21. Y el mensajero fue hacia Jesús, y le dijo: Señor, entra, porque el gobernador te llama.
22. Y, al entrar Jesús en el Pretorio, las
imágenes que los abanderados llevaban por encima de sus estandartes se
inclinaron por sí mismas y adoraron a aquél. Y los judíos, viendo que las
imágenes se habían inclinado por sí mismas, para adorar a Jesús, elevaron gran
clamoreo contra los abanderados.
23. Entonces Pilatos dijo a los judíos: Noto que no rendís homenaje a Jesús, a pesar de que ante él se han inclinado las imágenes para saludarlo, y, en cambio, despotricáis contra los abanderados, como si ellos mismos hubiesen inclinado sus pendones y adorado a Jesús. Y los judíos repusieron: Los hemos visto proceder tal como tú indicas.
24. Y el gobernador hizo que se aproximasen los abanderados y les preguntó por qué habían hecho aquello. Mas los abanderados respondieron a Pilatos: Somos paganos y esclavos de los templos. ¿Concibes siquiera que hubiéramos podido adorar a ese judío? Las banderas que empuñábamos se han inclinado por sí mismas, para adorarlo.
25. En vista de esta contestación, Pilatos dijo a los jefes de
26.
Y los ancianos de los judíos escogieron doce varones muy fornidos de su raza,
en cuyas manos pusieron las banderas, y los formaron en presencia del
gobernador. Y Pilatos dijo al mensajero: Conduce a Jesús fuera del Pretorio, e
introdúcelo en seguida. Y Jesús salió del Pretorio con el mensajero.
27. Y Pilatos, dirigiéndose a los que
empuñaban las banderas, los conminó, haciendo juramento por la salud del César:
Si las banderas se inclinan cuando él entre, os haré cortar la cabeza.
28.
Y el gobernador ordenó que entrase Jesús por segunda vez. Y el mensajero rogó
de nuevo a Jesús que entrase, pasando sobre el manto que había extendido en
tierra. Y Jesús lo hizo y, cuando entró, las banderas se inclinaron y lo
adoraron.
Testimonios adversos y favorables a Jesús
II 1. Viendo esto, Pilatos quedó
sobrecogido de espanto y comenzó a agitarse en su asiento. Y, cuando pensaba en
levantarse, su mujer, llamada Claudia Prócula, le envió un propio para decirle:
No hagas nada contra ese justo, porque he sufrido mucho en sueños esta noche a
causa de él.
2. Pilatos, que tal oyó, dijo a todos los
judíos: Bien sabéis que mi esposa es pagana y que, sin embargo, ha hecho
construir para vosotros numerosas sinagogas. Pues bien: acaba de mandarme a
decir que Jesús es un hombre justo y que ha sufrido mucho en sueños esta noche
a causa de él.
3.
Mas los judíos respondieron a Pilatos: ¿No te habíamos dicho que era un
encantador? He aquí que ha enviado a tu esposa un sueño.
4. Y Pilatos, llamando a Jesús, le
preguntó: ¿No oyes lo que éstos dicen contra ti? ¿Nada
contestas?
5. Jesús repuso: Si no tuviesen la facultad de hablar, no hablarían. Empero, cada uno puede a su grado abrir la boca y decir cosas buenas o malas.
5. Jesús repuso: Si no tuviesen la facultad de hablar, no hablarían. Empero, cada uno puede a su grado abrir la boca y decir cosas buenas o malas.
6. Los ancianos de los judíos replicaron a
Jesús: ¿Qué es lo que decimos? Primero, que has nacido de la fornicación;
segundo, que el lugar de tu nacimiento fue Bethlehem y que, por causa tuya, fueron
degollados todos los niños de tu edad; y tercero, que tu padre y tu madre
huyeron contigo a Egipto, porque no tenían confianza en el pueblo.
7. Pero algunos judíos que allí se
encontraban, y que eran menos perversos que los otros, decían: No afirmaremos
que procede de la fornicación, porque sabemos que María se casó con José y que,
por ende, Jesús no es hijo ilegítimo.
8. Y Pilatos dijo a los judíos que mantenían ser Jesús producto de fornicación: Vuestro discurso es mentiroso, puesto que hubo casamiento, según lo atestiguan personas de vuestra clase.
8. Y Pilatos dijo a los judíos que mantenían ser Jesús producto de fornicación: Vuestro discurso es mentiroso, puesto que hubo casamiento, según lo atestiguan personas de vuestra clase.
9. Empero Anás y Caifás insistieron ante
Pilatos, diciendo: Toda la multitud grita que ha nacido de la fornicación y que
es un hechicero. Y esos que deponen en contra son sus prosélitos y sus
discípulos.
10. Preguntó Pilatos: ¿Qué es eso de
prosélitos? Y ellos respondieron: Son hijos de paganos, que ahora se han hecho
judíos.
11.
Mas Lázaro, Asterio, Antonio, Jacobo, Zaro, Samuel, Isaac, Fineo, Crispo,
Agripa, Amenio y Judas dijeron entonces: No somos prosélitos, sino hijos de
judíos, y decimos la verdad, porque hemos asistido a las bodas de María.
12.
Y Pilatos, dirigiéndose a los doce hombres que así habían hablado, les dijo: Os
ordeno, por la salud del César, que declaréis si decís la verdad y si Jesús no
ha nacido de la fornicación
13.
Y ellos contestaron a Pilatos: Nuestra ley nos prohíbe jurar, porque es un
pecado. Ordena a ésos que juren, por la salud del César, ser falso lo que
nosotros decimos y habremos merecido la muerte.
14.
Anás y Caifás dijeron a Pilatos: ¿Creerás a estos doce hombres, que pretenden
que no ha nacido de la fornicación y no nos creerás a nosotros, que aseguramos
que es un mago, y que se llama a sí mismo hijo de Dios y rey de los hombres?
15. Entonces Pilatos ordenó que saliese todo el pueblo, y que se pusiese aparte a Jesús y, dirigiéndose a los que habían aseverado que éste no era hijo de la fornicación, les preguntó: ¿Por qué los judíos quieren hacer perecer a Jesús? Y ellos le respondieron: Están irritados contra él, porque opera curaciones en día de sábado. Pilatos exclamó: ¿Quieren, pues, hacerlo perecer, por ejecutar una buena obra? Y ellos confirmaron: Así es, en efecto.
15. Entonces Pilatos ordenó que saliese todo el pueblo, y que se pusiese aparte a Jesús y, dirigiéndose a los que habían aseverado que éste no era hijo de la fornicación, les preguntó: ¿Por qué los judíos quieren hacer perecer a Jesús? Y ellos le respondieron: Están irritados contra él, porque opera curaciones en día de sábado. Pilatos exclamó: ¿Quieren, pues, hacerlo perecer, por ejecutar una buena obra? Y ellos confirmaron: Así es, en efecto.
Diálogo entre Jesús y Pilatos
III 1. Lleno de cólera, Pilatos salió del
Pretorio, y dijo a los judíos: Pongo al sol por testigo de que nada he
encontrado de reprensible en ese hombre.
2. Mas los judíos respondieron al gobernador: Si no fuese un brujo, no te lo hubiéramos entregado. Pilatos dijo: Tomadlo y juzgadlo según vuestra ley. Mas los judíos repusieron: No nos está permitido matar a nadie. Y Pilatos redarguyó: Es a vosotros, y no a mí, a quien Dios preceptuó: No matarás.
2. Mas los judíos respondieron al gobernador: Si no fuese un brujo, no te lo hubiéramos entregado. Pilatos dijo: Tomadlo y juzgadlo según vuestra ley. Mas los judíos repusieron: No nos está permitido matar a nadie. Y Pilatos redarguyó: Es a vosotros, y no a mí, a quien Dios preceptuó: No matarás.
3. Y, vuelto al Pretorio, Pilatos llamó a
Jesús a solas, y lo interrogó: ¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús
respondió: ¿Dices esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?
4. Pilatos repuso: ¿Por ventura soy judío yo? Tu nación y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
4. Pilatos repuso: ¿Por ventura soy judío yo? Tu nación y los príncipes de los sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
5. Contestó Jesús: Mi reino no es de este
mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mis servidores habrían peleado para que
yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
6. Pilatos exclamó: ¿Luego rey eres tú?
Replicó Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que oye mi palabra la
verdad escucha.
7. Dijo Pilatos: ¿Qué es la verdad? Y
Jesús respondió: La verdad viene del cielo. Pilatos le preguntó: ¿No hay, pues,
verdad sobre esta tierra? Y Jesús dijo: Mira cómo los que manifiestan la verdad
sobre la tierra son juzgados por los que tienen poder sobre la tierra.
Nuevos cargos de los judíos contra Jesús
IV 1. Dejando a Jesús en el interior del
Pretorio, Pilatos salió, y se fue hacia los judíos, a quienes dijo: No
encuentro en él falta alguna.
2. Mas los judíos repusieron: Él ha dicho
que podía destruir el templo, y reedificarlo en tres días.
3. Pilatos les preguntó: ¿Qué es el
templo? Y los judíos contestaron: El que Salomón tardó cuarenta y seis años en
construir, y él asegura que, en sólo tres días, puede aniquilarlo y volver a
levantarlo otra vez.
4. Y Pilatos afirmó de nuevo: Inocente soy de la sangre de este hombre. Ved lo que os toca hacer con él.
5.
Y los judíos gritaron: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
6. Entonces Pilatos, llamando a los ancianos, a los sacerdotes y a los levitas, les comunicó en secreto: No obréis así, porque nada hallo digno de muerte en lo que le reprocháis de haber violado el sábado. Mas ellos opusieron: El que ha blasfemado contra el César es digno de muerte. Y él ha hecho más, pues ha blasfemado contra Dios.
7. Ante esta pertinacia en la acusación, Pilatos mandó a los judíos que saliesen del Pretorio y, llamando a Jesús, le dijo: ¿Qué haré a tu respecto? Jesús dijo: Haz lo que debes. Y Pilatos preguntó a los judíos: ¿Cómo debo obrar? Jesús respondió: Moisés y los profetas han predicho esta pasión y mi resurrección.
6. Entonces Pilatos, llamando a los ancianos, a los sacerdotes y a los levitas, les comunicó en secreto: No obréis así, porque nada hallo digno de muerte en lo que le reprocháis de haber violado el sábado. Mas ellos opusieron: El que ha blasfemado contra el César es digno de muerte. Y él ha hecho más, pues ha blasfemado contra Dios.
7. Ante esta pertinacia en la acusación, Pilatos mandó a los judíos que saliesen del Pretorio y, llamando a Jesús, le dijo: ¿Qué haré a tu respecto? Jesús dijo: Haz lo que debes. Y Pilatos preguntó a los judíos: ¿Cómo debo obrar? Jesús respondió: Moisés y los profetas han predicho esta pasión y mi resurrección.
8.
Al oír esto, los judíos dijeron a Pilatos: ¿Quieres escuchar más tiempo sus
blasfemias? Nuestra ley estatuye que, si un hombre peca contra su prójimo,
recibirá cuarenta azotes menos uno, y que el blasfemo será castigado con la
muerte.
9. Y Pilatos expuso: Si su discurso es blasfematorio, tomadlo, conducidlo a vuestra Sinagoga, y juzgadlo según vuestra ley. Mas los judíos dijeron: Queremos que sea crucificado. Pilatos les dijo: Eso no es justo. Y, mirando a la asamblea, vio a varios judíos que lloraban, y exclamó: No es voluntad de toda la multitud que muera.
10. Empero, los ancianos dijeron a Pilatos: Para que muera hemos venido aquí todos. Y Pilatos preguntó a los judíos: ¿Qué ha hecho, para merecer la muerte? Y ellos respondieron: Ha dicho que era rey e hijo de Dios.
9. Y Pilatos expuso: Si su discurso es blasfematorio, tomadlo, conducidlo a vuestra Sinagoga, y juzgadlo según vuestra ley. Mas los judíos dijeron: Queremos que sea crucificado. Pilatos les dijo: Eso no es justo. Y, mirando a la asamblea, vio a varios judíos que lloraban, y exclamó: No es voluntad de toda la multitud que muera.
10. Empero, los ancianos dijeron a Pilatos: Para que muera hemos venido aquí todos. Y Pilatos preguntó a los judíos: ¿Qué ha hecho, para merecer la muerte? Y ellos respondieron: Ha dicho que era rey e hijo de Dios.
Defensa de Jesús por Nicodemo
V 1. Entonces un judío llamado Nicodemo se
acercó al gobernador y le dijo: Te ruego me permitas, en tu misericordia, decir
algunas palabras. Y Pilatos le dijo: Habla.
2. Y Nicodemo dijo: Yo he preguntado a los ancianos, a los sacerdotes, a los levitas, a los escribas, a toda la multitud de los judíos, enla Sinagoga : ¿Qué queja o
agravio tenéis contra este hombre? Él hace numerosos y extraordinarios
milagros, tales como nadie los ha hecho, ni se harán jamás. Dejadlo, y no le
causéís mal alguno, porque si esos milagros vienen de Dios, serán estables y,
si vienen de los hombres, perecerán. Moisés, a quien Dios envió a Egipto,
realizó los milagros que el Señor le había ordenado hacer, en presencia del
Faraón. Y había allí magos, Jamnés y Mambrés, a quienes los egipcios miraban
como dioses, y que quisieron hacer los mismos milagros que Moisés, mas no
pudieron imitarlos todos. Y, como los milagros que operaron no provenían de
Dios, perecieron, como perecieron también los que en ellos habían creído.
Ahora, pues, dejad, repito, a este hombre, porque no merece la muerte.
3. Mas los judíos dijeron a Nicodemo: Te has hecho discípulo suyo y por ello levantas tu voz en su favor.
2. Y Nicodemo dijo: Yo he preguntado a los ancianos, a los sacerdotes, a los levitas, a los escribas, a toda la multitud de los judíos, en
3. Mas los judíos dijeron a Nicodemo: Te has hecho discípulo suyo y por ello levantas tu voz en su favor.
4. Nicodemo replicó: ¿Es que el
gobernador, que habla también en su favor, es discípulo suyo? ¿Es que el César
no le ha conferido la misión de ser su ejecutor de la justicia?
5. Mas los judíos, estremecidos de cólera, tremaron los dientes contra Nicodemo, a quien dijeron: Crees en él, y compartirás la misma suerte que él.
5. Mas los judíos, estremecidos de cólera, tremaron los dientes contra Nicodemo, a quien dijeron: Crees en él, y compartirás la misma suerte que él.
6. Y Nicodemo repuso: Así sea. Comparta yo la misma suerte que él, según que vosotros lo decís.
Nuevos testimonios favorables a Jesús
VI 1. Y otro de los judíos avanzó,
pidiendo al gobernador permiso para hablar. Y Pilatos repuso: Lo que quieras
decir, dilo.
2. Y el judío habló así: Hacía treinta
años que yacía en mi lecho, y era constantemente presa de grandes sufrimientos,
y me hallaba en peligro de perder la vida. Jesús vino, y muchos demoníacos y
gentes afligidas de diversas enfermedades fueron curadas por él. Y unos jóvenes
piadosos me llevaron a presencia suya en mi lecho. Y Jesús, al yerme, se
compadeció de mí y me dijo: Levántate, toma tu lecho, y marcha. Y, en el acto,
quedé completamente curado, tomé mi lecho y marché.
3. Mas los judíos dijeron a Pilatos: Pregúntale en qué día fue curado. Y él respondió: En día de sábado. Y los judíos exclamaron: ¿No decíamos que en día de sábado curaba las enfermedades y expulsaba los demonios?
4. Y otro judío avanzó y dijo: Yo era un
ciego de nacimiento, que oía hablar, pero que a nadie veía. Y Jesús pasó, y yo
me dirigí a él, gritando en alta voz: ¡Jesús, hijo de David, ten piedad de mí!
Y él tuvo piedad de mí, y puso su mano sobre mis ojos, e inmediatamente recobré
la vista.
5. Y otro avanzó y dijo: Yo era leproso, y
él me curó con una sola palabra.
Testimonio de la Verónica
VII 1. Y una mujer, llamada Verónica,
dijo: Doce años venía afligiéndome un flujo de sangre y, con sólo tocar el
borde de su vestido, el flujo se detuvo en el mismo momento.
2. Y los judíos exclamaron: Según nuestra ley, una mujer no puede venir a deponer como testigo.
2. Y los judíos exclamaron: Según nuestra ley, una mujer no puede venir a deponer como testigo.
Testimonio colectivo de la multitud
VIII 1. Y algunos otros de la multitud de
los judíos, varones y hembras, se pusieron a gritar: ¡Ese hombre es un profeta,
y los demonios le están sometidos! Entonces Pilatos preguntó a los acusadores
de Jesús: ¿ Por qué los demonios no están sometidos a vuestros doctores? Y
ellos contestaron: No lo sabemos.
2. Y otros dijeron a Pilatos: Ha
resucitado a Lázaro, que llevaba cuatro días muerto, y lo ha sacado del
sepulcro.
3. Al oír esto, el gobernador quedó aterrado, y dijo a los judíos: ¿De qué nos servirá verter sangre inocente?
Las turbas prefieren la libertad de
Barrabás a la de Jesús. Pilatos se lava las manos
IX 1. Y Pilatos, llamando a Nicodemo y a
los doce hombres que decían que Jesús no había nacido de la fornicación, les
habló así: ¿Qué debo hacer ante la sedición que ha estallado en el pueblo?
Respondieron: Lo ignoramos. Véanlo ellos mismos.
2. Y Pilatos, convocando de nuevo a la muchedumbre, dijo a los judíos: Sabéis que, según costumbre, el día de los Ázimos os concedo la gracia de soltar a un preso. Encarcelado tengo a un famoso asesino, que se llama Barrabás, y no encuentro en Jesús nada que merezca la muerte. ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y todos respondieron a voz en grito: ¡Suéltanos a Barrabás!
2. Y Pilatos, convocando de nuevo a la muchedumbre, dijo a los judíos: Sabéis que, según costumbre, el día de los Ázimos os concedo la gracia de soltar a un preso. Encarcelado tengo a un famoso asesino, que se llama Barrabás, y no encuentro en Jesús nada que merezca la muerte. ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y todos respondieron a voz en grito: ¡Suéltanos a Barrabás!
3. Pilatos repuso: ¿Qué haré, pues, de Jesús,
llamado el Cristo? Y exclamaron todos: ¡Sea crucificado!
4. Y los judíos dijeron también: Demostrarás no ser amigo del César si pones en libertad al que se llama a sí mismo rey e hijo de Dios. Y aun quizá deseas que él sea rey en lugar del César.
5. Entonces Pilatos montó en cólera y les
dijo: Siempre habéis sido una raza sediciosa, y os habéis opuesto a los que
estaban por vosotros.
6.
Y los judíos preguntaron: ¿Quiénes son los que estaban por nosotros?
7. Y Pilatos respondió: Vuestro Dios, que
os libró de la dura servidumbre de los egipcios y que os condujo a pie por la
mar seca, y que os dio, en el desierto, el maná y la carne de las codornices
para vuestra alimentación, y que hizo salir de una roca agua para saciar
vuestra sed, y contra el cual, a pesar de tantos favores, no habéis cesado de
rebelaros, hasta el punto de que Él quiso haceros perecer. Y Moisés rogó por
vosotros, a fin de que no perecieseis. Y ahora decís que yo odio al rey.
8.
Mas los judíos gritaron: Nosotros sabemos que nuestro rey es el César, y no
Jesús. Porque los magos le ofrecieron presentes como a un rey. Y Herodes,
sabedor por los magos de que un rey había nacido, procuró matarlo. Enterado de
ello José, su padre, lo tomó junto con su madre, y huyeron los tres a Egipto. Y
Herodes mandó dar muerte a los hijos de los judíos, que por aquel entonces
habían nacido en Bethlehem.
9. Al oír estas palabras, Pilatos se aterrorizó y, cuando se restableció la calma entre el pueblo que gritaba, dijo: El que buscaba Herodes ¿es el que está aquí presente? Y le respondieron: El mismo es.
9. Al oír estas palabras, Pilatos se aterrorizó y, cuando se restableció la calma entre el pueblo que gritaba, dijo: El que buscaba Herodes ¿es el que está aquí presente? Y le respondieron: El mismo es.
10. Y Pilatos tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo, diciendo: Inocente soy de la sangre de este justo. Pensad bien lo que vais a hacer. Y los judíos repitieron: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
11. Entonces Pilatos ordenó que se trajese
a Jesús al tribunal en que estaba sentado, y prosiguió en estos términos, al
dictar sentencia contra él: Tu raza no te quiere por rey. Ordeno, pues, que
seas azotado, conforme a los estatutos de los antiguos príncipes.
12. Y mandó en seguida que se lo crucificase en el lugar en que había sido detenido, con dos malhechores, cuyos nombres eran Dimas y Gestas.
12. Y mandó en seguida que se lo crucificase en el lugar en que había sido detenido, con dos malhechores, cuyos nombres eran Dimas y Gestas.
Jesús en el Gólgota
X 1. Y Jesús salió del Pretorio y los dos
ladrones con él. Y cuando llegó al lugar que se llama Gólgota, los soldados lo
desnudaron de sus vestiduras y le ciñeron un lienzo, y pusieron sobre su cabeza
una corona de espinas y colocaron una caña en sus manos. Y crucificaron
igualmente a los dos ladrones a sus lados, Dimas a su derecha y Gestas a su
izquierda.
2. Y Jesús dijo: Padre, perdónalos, y déjalos libres de castigo, porque no saben lo que hacen. Y ellos repartieron entre sí sus vestiduras.
2. Y Jesús dijo: Padre, perdónalos, y déjalos libres de castigo, porque no saben lo que hacen. Y ellos repartieron entre sí sus vestiduras.
3. Y el pueblo estaba presente, y los
príncipes, los ancianos y los jueces se burlaban de Jesús, diciendo: Puesto que
a otros salvó, que se salve a sí mismo. Y si es hijo de Dios, que descienda de
la cruz.
4. Y los soldados se mofaban de él, y le
ofrecían vinagre mezclado con hiel, exclamando: Si eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo.
5.
Y un soldado, llamado Longinos, tomando una lanza, le perforó el costado, del
cual salió sangre y agua.
6. Y el gobernador ordenó que, conforme a
la acusación de los judíos, se inscribiese sobre un rótulo, en letras
hebraicas, griegas y latinas: Éste es el rey de los judíos.
7. Y uno de los ladrones que estaban
crucificados, Gestas, dijo a Jesús: Si eres el Cristo, líbrate y libértanos a
nosotros. Mas Dimas lo reprendió, diciéndole: ¿No temes a Dios tú, que eres de
aquellos sobre los cuales ha recaído condena? Nosotros recibimos el castigo
justo de lo que hemos cometido, pero él no ha hecho ningún mal. Y, una vez hubo
censurado a su compañero, exclamó, dirigiéndose a Jesús: Acuérdate de mí, señor
en tu reino. Y Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy serás conmigo en
el paraíso.
Muerte de Jesús
XI 1. Era entonces como la hora de sexta
del día y grandes tinieblas se esparcieron por toda la tierra hasta la hora de
nona. El sol se oscureció, y he aquí que el velo del templo se rasgó en dos
partes de alto abajo.
2. Y hacia la hora de nona, Jesús clamó a
gran voz: Hely, Hely, lama zabathani, lo que significa: Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?
3. Y en seguida murmuró: Padre mío,
encomiendo mi espíritu entre tus manos. Y, dicho esto, entregó el espíritu.
4. Y el centurión, al ver lo que había
pasado, glorificó a Dios, diciendo: Este hombre era justo. Y todos los
espectadores, turbados por lo que habían visto, volvieron a sus casas,
golpeando sus pechos.
5. Y el centurión refirió lo que había ocurrido al gobernador, el cual se llenó de aflicción extrema y ni el uno, ni el otro comieron, ni bebieron, aquel día.
6. Y Pilatos, convocando a los judíos, les
preguntó: ¿Habéis sido testigos de lo que ha sucedido? Y ellos respondieron al
gobernador: El sol se ha eclipsado de la manera habitual.
7. Y todos los que amaban a Jesús se mantenían a lo lejos, así como las mujeres que lo habían seguido desde Galilea.
7. Y todos los que amaban a Jesús se mantenían a lo lejos, así como las mujeres que lo habían seguido desde Galilea.
8. Y he aquí que un hombre llamado José,
varón bueno y justo, que no había tomado parte en las acusaciones y en las
maldades de los judíos, que era de Arimatea, ciudad de Judea, y que esperaba el
reino de Dios, pidió a Pilatos el cuerpo de Jesús.
9. Y, bajándolo de la cruz, lo envolvió en un lienzo muy blanco, y lo depositó en una tumba completamente nueva, que había hecho construir para sí mismo, y en la cual ninguna persona había sido sepultada.
9. Y, bajándolo de la cruz, lo envolvió en un lienzo muy blanco, y lo depositó en una tumba completamente nueva, que había hecho construir para sí mismo, y en la cual ninguna persona había sido sepultada.
Los judíos amenazan a Nicodemo y encierran
en un calabozo a José de Arimatea
XII 1. Sabedores los judíos de que José
había pedido el cuerpo de Jesús, lo buscaron, como también a los doce hombres
que habían declarado que Jesús no naciera de la fornicación, y a Nicodemo y a
los demás que habían comparecido ante Pilatos, y dado testimonio de las buenas
obras del Salvador.
2. Todos se ocultaban y únicamente
Nicodemo, por ser príncipe de los judíos, se mostró a ellos, y les preguntó:
¿Cómo habéis entrado en la
Sinagoga ?
3. Y ellos le respondieron: Y tú, ¿cómo
has entrado en la Sinagoga ,
cuando eras adepto del Cristo? Ojalá tengas tu parte con él en los siglos
futuros. Y Nicodemo contestó: Así sea.
4. Y José se presentó igualmente a ellos y les dijo: ¿Por qué estáis irritados contra mí, a causa de haber yo pedido a Pilatos el cuerpo de Jesús? He aquí que yo lo he depositado en mi propia tumba, y lo he envuelto en un lienzo muy blanco, y he colocado una gran piedra al lado de la gruta. Habéis obrado mal contra el justo, y lo habéis crucificado, y lo habéis atravesado a lanzadas.
4. Y José se presentó igualmente a ellos y les dijo: ¿Por qué estáis irritados contra mí, a causa de haber yo pedido a Pilatos el cuerpo de Jesús? He aquí que yo lo he depositado en mi propia tumba, y lo he envuelto en un lienzo muy blanco, y he colocado una gran piedra al lado de la gruta. Habéis obrado mal contra el justo, y lo habéis crucificado, y lo habéis atravesado a lanzadas.
5. Al oír esto, los judíos se apoderaron
de José y lo encerraron, hasta que pasase el día del sábado. Y le dijeron: En
este momento, por ser tal día, nada podemos hacer contra ti. Pero sabemos que
no eres digno de sepultura y abandonaremos tu carne a las aves del cielo y a
las bestias de la tierra.
6. Y José respondió: Esas vuestras
palabras son semejantes a las de Goliath el soberbio, que se levantó contra el
Dios vivo, y a quien hirió David. Dios ha dicho por la voz del profeta: Me
reservaré la venganza. Y Pilatos, con el corazón endurecido, lavó sus manos en
pleno sol, exclamando: Inocente soy de la sangre de ese justo. Y vosotros
habéis contestado: ¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos! Y
mucho temo que la cólera de Dios caiga sobre vosotros y sobre vuestros hijos,
como habéis proclamado.
7. Al oír a José expresarse de este modo, los judíos se llenaron de rabia, y, apoderándose de él, lo encerraron en un calabozo sin reja que dejara penetrar el menor rayo de luz. Y Anás y Caifás colocaron guardias a la puerta y pusieron su sello sobre la llave.
8. Y tuvieron consejo con los sacerdotes y con los levitas, para que se reuniesen todos después del día del sábado, y deliberasen sobre qué genero de muerte infligirían a José.
9. Y cuando estuvieron reunidos, Anás y Caifás ordenaron que se les trajese a José. Y, quitando el sello, abrieron la puerta y no encontraron a José en el calabozo en que lo habían encerrado. Y toda la asamblea quedó sumida en el mayor estupor, porque habían encontrado sellada la puerta. Y Anás y Caifás se retiraron.
7. Al oír a José expresarse de este modo, los judíos se llenaron de rabia, y, apoderándose de él, lo encerraron en un calabozo sin reja que dejara penetrar el menor rayo de luz. Y Anás y Caifás colocaron guardias a la puerta y pusieron su sello sobre la llave.
8. Y tuvieron consejo con los sacerdotes y con los levitas, para que se reuniesen todos después del día del sábado, y deliberasen sobre qué genero de muerte infligirían a José.
9. Y cuando estuvieron reunidos, Anás y Caifás ordenaron que se les trajese a José. Y, quitando el sello, abrieron la puerta y no encontraron a José en el calabozo en que lo habían encerrado. Y toda la asamblea quedó sumida en el mayor estupor, porque habían encontrado sellada la puerta. Y Anás y Caifás se retiraron.
Los soldados atestiguan la resurrección de
Jesús. Temor de los judíos, al saberlo
XIII 1. Y, mientras ellos no salían de su
asombro, uno de los soldados a quienes habían encomendado la guardia del
sepulcro entró en la Sinagoga
y dijo: Cuando vigilábamos la tumba de Jesús, la tierra tembló y hemos visto a
un ángel de Dios, que quitó la piedra del sepulcro y que se sentó sobre ella. Y
su semblante brillaba como el relámpago y sus vestidos eran blancos como la
nieve. Y nosotros quedamos como muertos de espanto. Y oímos al ángel que decía
a las mujeres que habían ido al sepulcro de Jesús: No temáis. Sé que buscáis a
Jesús el crucificado, el cual resucitó, como lo había predicho. Venid, y ved el
lugar en que había sido colocado, y apresuraos a avisar a sus discípulos que ha
resurgido de entre los muertos, y que va delante de vosotros a Galilea, donde
lo veréis.
2. Y los judíos, convocando a todos los soldados que habían puesto para guardar a Jesús, les preguntaron: ¿Qué mujeres fueron aquellas a quienes el ángel habló? ¿Por qué no os habéis apoderado de ellas?
2. Y los judíos, convocando a todos los soldados que habían puesto para guardar a Jesús, les preguntaron: ¿Qué mujeres fueron aquellas a quienes el ángel habló? ¿Por qué no os habéis apoderado de ellas?
3. Replicaron los soldados: No sabemos qué
mujeres eran, y quedamos como difuntos, por el mucho temor que nos inspiró el
ángel. ¿Cómo, en estas condiciones, habríamos podido apoderarnos de dichas
mujeres?
4. Los judíos exclamaron: ¡Por la vida del Señor, que no os creemos! Y los soldados respondieron a los judíos: Habéis visto a Jesús hacer milagros, y no habéis creído en él. ¿Cómo creeríais en nuestras palabras? Con razón juráis por la vida del Señor, pues vive el Señor a quien encerrasteis en el sepulcro. Hemos sabido que habéis encarcelado en un calabozo, cuya puerta habéis sellado, a ese José que embalsamó el cuerpo de Jesús, y que, cuando fuisteis a buscarlo, no lo encontrasteis. Devolvednos a José, a quien aprisionasteis, y os devolveremos a Jesús, cuyo sepulcro hemos guardado.
5. Los judíos dijeron: Devolvednos a Jesús y os devolveremos a José, porque éste se halla en la ciudad de Arimatea. Mas los soldados contestaron: Si José está en Arimatea, Jesús está en Galilea, puesto que así lo anunció a las mujeres el ángel.
6. Oído lo cual, los judíos se sintieron poseídos de temor y se dijeron entre sí: Cuando el pueblo escuche estos discursos, todos en Jesús creerán.
7.
Y reunieron una gruesa suma de dinero, que entregaron a los soldados,
advirtiéndoles: Decid que, mientras dormíais, llegaron los discípulos de Jesús
al sepulcro y robaron su cuerpo. Y, si el gobernador Pilatos se entera de ello,
lo apaciguaremos en vuestro favor y no seréis inquietados.
8. Y los soldados, tomando el dinero,
dijeron lo que los judíos les habían recomendado.
Intrigas de los judíos para invalidarla
resurrección de Jesús
XIV 1. Y un sacerdote llamado Fineo, y el
maestro de escuela Addas, y el levita Ageo llegaron los tres de Galilea a
Jerusalén, y dijeron a todos los que estaban en la Sinagoga : A Jesús, por
vosotros crucificado, lo hemos visto en el Monte los Olivos, sentado entre sus
discípulos, hablando con ellos y diciéndoles: Id por el mundo, predicad a todas
las naciones, y bautizad a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Y el que crea y sea bautizado será salvo. Y, no bien hubo dicho
estas cosas a sus discípulos, lo vimos subir al cielo.
2. Al oír esto, los príncipes de los
sacerdotes, los ancianos del pueblo y los levitas dijeron a aquellos tres
hombres: Glorificad al Dios de Israel, y tomadlo por testigo de que lo que
habéis visto y oído es verdadero.
3. Y ellos respondieron: Por la vida del
Señor de nuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, declaramos
decir la verdad. Hemos oído a Jesús hablar con sus discípulos y lo hemos visto
subir al cielo. Si callásemos ambas cosas, cometeríamos un pecado.
4. Y los príncipes de los sacerdotes, levantándose en seguida, exclamaron: No repitáis a nadie lo que habéis dicho de Jesús. Y les dieron una fuerte suma de dinero.
5. Y los hicieron acompañar por tres hombres, para que se restituyesen a su país, y no hiciesen estada alguna en Jerusalén.
4. Y los príncipes de los sacerdotes, levantándose en seguida, exclamaron: No repitáis a nadie lo que habéis dicho de Jesús. Y les dieron una fuerte suma de dinero.
5. Y los hicieron acompañar por tres hombres, para que se restituyesen a su país, y no hiciesen estada alguna en Jerusalén.
6. Y, habiéndose reunido todos los judíos, se entregaron entre sí a grandes meditaciones, y dijeron: ¿Qué es lo que ha sobrevenido en Israel?
7. Y Anás y Caifás, para consolarlos,
replicaron: ¿Es que vamos a creer a los soldados, que guardaban el sepulcro de
Jesús, y que aseguraron que un ángel abrió su losa? ¿Por ventura no han sido
sus discípulos los que les dieron mucho oro para que hablasen así, y los
dejasen a ellos robar el cuerpo de Jesús? Sabed que no cabe conceder fe alguna
a las palabras de esos extranjeros, porque, habiendo recibido de nosotros una
fuerte suma, hayan por doquiera dicho lo que nosotros les encargamos que
dijesen. Ellos pueden ser infieles a los discípulos de Jesús lo mismo que a
nosotros.
Intervención de Nicodemo en los debates
de la Sinagoga. Los
judíos mandan llamar a José de Arimatea y oyen las noticias que éste les da
XV 1. Y Nicodemo se levantó y dijo:
Rectamente habláis, hijos de Israel. Os habéis enterado de lo que han dicho
esos tres hombres, que juraron sobre la ley del Señor haber oído a Jesús hablar
con sus discípulos en el monte de los Olivos, y haberlo visto subir al cielo. Y
la Escritura
nos enseña que el bienaventurado Elías fue transportado al cielo, y que Eliseo,
interrogado por los hijos de los profetas sobre dónde había ido su hermano
Elías, respondió que les había sido arrebatado. Y los hijos de los profetas le
dijeron: Acaso nos lo ha arrebatado el espíritu, y lo ha depositado sobre las
montañas de Israel. Pero elijamos hombres que vayan con nosotros, y recorramos
esas montañas, donde quizá lo encontremos. Y suplicaron así a Eliseo, que
caminó con ellos tres días, y no encontraron a Elías. Y ahora, escuchadme,
hijos de Israel. Enviemos hombres a las montañas, porque acaso el espíritu ha
arrebatado a Jesús, y quizá lo encontremos, y haremos penitencia.
2. Y el parecer de Nicodemo fue del gusto de todo
el pueblo, y enviaron hombres, que buscaron a Jesús, sin encontrarlo, y que, a
su vuelta, dijeron: No hemos hallado a Jesús en ninguno de los lugares que
hemos recorrido, pero hemos hallado a José en la ciudad de Arimatea.
3. Y, al oír esto, los príncipes y todo el pueblo
se regocijaron, y glorificaron al Dios de Israel de que hubiesen encontrado a
José, a quien habían encerrado en un calabozo, y a quien no habían podido encontrar.
4. Y, reuniéndose en una gran asamblea,
los príncipes de los sacerdotes se preguntaron entre sí: ¿Cómo podremos traer a
José entre nosotros, y hacerlo hablar?
5. Y tomando papel, escribieron a José por este tenor: Sea la paz contigo, y con todos los que están contigo. Sabemos que hemos pecado contra Dios y contra ti. Dígnate, pues, venir hacia tus padres y tus hijos, porque tu marcha del calabozo nos ha llenado de sorpresa. Reconocemos que habíamos concebido contra ti un perverso designio, y que el Señor te ha protegido, Iibrándote de nuestras malas intenciones. Sea la paz contigo, José, hombre honorable entre todo el pueblo.
5. Y tomando papel, escribieron a José por este tenor: Sea la paz contigo, y con todos los que están contigo. Sabemos que hemos pecado contra Dios y contra ti. Dígnate, pues, venir hacia tus padres y tus hijos, porque tu marcha del calabozo nos ha llenado de sorpresa. Reconocemos que habíamos concebido contra ti un perverso designio, y que el Señor te ha protegido, Iibrándote de nuestras malas intenciones. Sea la paz contigo, José, hombre honorable entre todo el pueblo.
6. Y eligieron siete hombres, amigos de José, y les dijeron: Cuando lleguéis a casa de José, dadle el saludo de paz, y entregadle la carta.
7. Y los hombres llegaron a casa de José,
y lo saludaron, y le entregaron la carta. Y luego que José la hubo leído,
exclamó: ¡Bendito sea el Señor Dios, que ha preservado a Israel de la efusión
de mi sangre! ¡Bendito seas, Dios mío, que me has protegido con tus alas!
8. Y José abrazó a los embajadores, y los
acogió y regaló en su domicilio.
9. Y, al día siguiente, montando en un
asno, se puso en camino con ellos, y llegaron a Jerusalén.
10. Y, cuando los judíos se enteraron de
su llegada, corrieron todos ante él, gritando y exclamando: ¡Sea la paz a tu
llegada, padre José! Y él repuso: ¡Sea la paz del Señor con todo el pueblo!
11. Y todos lo abrazaron. Y Nicodemo lo
recibió en su casa, acogiéndolo con gran honor y con gran complacencia.
12. Y, al siguiente día, que lo era de la
fiesta de Preparación, Anás, Caifás y Nicodemo dijeron a José: Rinde homenaje
al Dios de Israel, y responde a todo lo que te preguntemos. Irritados estábamos
contra ti, porque habías sepultado el cuerpo de Jesús, y te encerramos en un
calabozo, donde no te encontramos, al buscarte, lo que nos mantuvo en plena
sorpresa y en pleno espanto, hasta que hemos vuelto a verte. Cuéntanos, pues,
en presencia de Dios, lo que te ha ocurrido.
13. Y José contestó: Cuando me
encerrasteis, el día de Pascua, mientras me hallaba en oración a medianoche, la
casa quedó como suspendida en los aires. Y vi a Jesús, brillante como un
relámpago, y, acometido de terror, caí por tierra. Y Jesús, tomándome por la
mano, me elevó por encima del suelo, y un sudor frío cubría mi frente. Y él,
secando mi rostro, me dijo: Nada temas, José. Mírame y reconóceme, porque soy
yo.
14. Y lo miré, y exclamé, lleno de asombro: ¡Oh Señor Elías! Y él me dijo: No soy Elías, sino Jesús de Nazareth, cuyo cuerpo has sepultado.
14. Y lo miré, y exclamé, lleno de asombro: ¡Oh Señor Elías! Y él me dijo: No soy Elías, sino Jesús de Nazareth, cuyo cuerpo has sepultado.
15. Y yo le respondí: Muéstrame la tumba
en que te deposité. Y Jesús, tomándome por la mano otra vez, me condujo al
lugar en que lo había sepultado, y me mostró el sudario y el paño en que había
envuelto su cabeza.
16. Entonces reconocí que era Jesús, y lo
adoré, diciendo: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
17. Y Jesús, tomándome por la mano de
nuevo, me condujo a mi casa de Arimatea, y me dijo: Sea la paz contigo, y,
durante cuarenta días, no salgas de tu casa. Yo vuelvo ahora cerca de mis
discípulos.
Estupor de los judíos ante las
declaraciones de José de Arimatea
XVI 1. Cuando los sacerdotes y los levitas
oyeron tales cosas, quedaron estupefactos y como muertos. Y, vueltos en sí,
exclamaron: ¿Qué maravilla es la que se ha manifestado en Jerusalén? Porque
nosotros conocemos al padre y a la madre de Jesús.
2. Y cierto levita explicó: Sé que su padre y su madre eran personas temerosas del Altísimo, y que estaban siempre en el templo, orando, y ofreciendo hostias y holocaustos al Dios de Israel. Y, cuando Simeón, el Gran Sacerdote, lo recibió, dijo, tomándolo en sus brazos: Ahora, Señor, envía a tu servidor en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto al Salvador que has preparado para todos los pueblos, luz que ha de servir para la gloria de tu raza de Israel. Y aquel mismo Simeón bendijo también a María, madre de Jesús, y le dijo: Te anuncio, respecto a este niño, que ha nacido para la ruina y para la resurrección de muchos, y como signo de contradicción.
3. Entonces los judíos propusieron: Mandemos a buscar a los tres hombres que aseguran haberlo visto con sus discípulos en el monte de los Olivos.
2. Y cierto levita explicó: Sé que su padre y su madre eran personas temerosas del Altísimo, y que estaban siempre en el templo, orando, y ofreciendo hostias y holocaustos al Dios de Israel. Y, cuando Simeón, el Gran Sacerdote, lo recibió, dijo, tomándolo en sus brazos: Ahora, Señor, envía a tu servidor en paz, según tu palabra, porque mis ojos han visto al Salvador que has preparado para todos los pueblos, luz que ha de servir para la gloria de tu raza de Israel. Y aquel mismo Simeón bendijo también a María, madre de Jesús, y le dijo: Te anuncio, respecto a este niño, que ha nacido para la ruina y para la resurrección de muchos, y como signo de contradicción.
3. Entonces los judíos propusieron: Mandemos a buscar a los tres hombres que aseguran haberlo visto con sus discípulos en el monte de los Olivos.
4. Y, cuando así se hizo, y aquellos tres
hombres llegaron, y fueron interrogados, respondieron con unánime voz: Por la
vida del Señor, Dios de Israel, hemos visto manifiestamente a Jesús con sus
discípulos en el monte de las Olivas, y asistido al espectáculo de su subida al
cielo.
5.
En vista de esta declaración, Anás y Caifás tomaron a cada uno de los testigos
aparte, y se informaron de ellos separadamente. Y ellos insistieron sin
contradicción en confesar la verdad, y en aseverar que habían visto a Jesús.
6. Y Anás y Caifás pensaron: Nuestra ley
preceptúa que, en la boca de dos o tres testigos, toda palabra es válida. Pero
sabemos que el bienaventurado Enoch, grato a Dios, fue transportado al cielo
por la palabra de Él, y que la tumba del bienaventurado Moisés no se encontró
nunca, y que la muerte del profeta Elías no es conocida. Jesús, por lo
contrario, ha sido entregado a Pilatos, azotado, abofeteado, coronado de
espinas, atravesado por una lanza, crucificado, muerto sobre el madero, y
sepultado. Y el honorable padre José, que depositó su cadáver en un sepulcro
nuevo, atestigua haberlo visto vivo. Y estos tres hombres certifican haberlo
encontrado con sus discípulos en el monte de los Olivos, y haber asistido al
espectáculo de su subida al cielo.
Nuevas y sensacionales declaracionesde José
de Arimatea
XVII 1. Y José, levantándose, dijo a Anás
y a Caifás: Razón tenéis para admiraros, al saber que Jesús ha sido visto
resucitado y ascendiendo al empíreo. Pero aún os sorprenderéis más de que no
sólo haya resucitado, sino de que haya sacado del sepulcro a muchos otros
muertos, a quienes gran número de personas han visto en Jerusalén.
2. Y escuchadme ahora, porque todos sabemos que aquel bienaventurado Gran Sacerdote, que se llamó Simeón, recibió en sus manos, en el templo, a Jesús niño. Y Simeón tuvo dos hijos, hermanos de padre y de madre, y todos hemos presenciado su fallecimiento y asistido a su entierro. Pues id a ver sus tumbas, y las hallaréis abiertas, porque los hijos de Simeón se hallan en la villa de Arimatea, viviendo en oración. A veces se oyen sus gritos, mas no hablan a nadie, y permanecen silenciosos como muertos. Vayamos hacia ellos, y tratémoslos con la mayor amabilidad. Y, si con suave insistencia los interrogamos, quizá nos hablen del misterio de la resurrección de Jesús.
3. A cuyas palabras todos se regocijaron, y Anás, Caifás, Nicodemo, José y Gamaliel, yendo a los sepulcros, no encontraron a los muertos, pero, yendo a Arimatea, los encontraron arrodillados allí.
2. Y escuchadme ahora, porque todos sabemos que aquel bienaventurado Gran Sacerdote, que se llamó Simeón, recibió en sus manos, en el templo, a Jesús niño. Y Simeón tuvo dos hijos, hermanos de padre y de madre, y todos hemos presenciado su fallecimiento y asistido a su entierro. Pues id a ver sus tumbas, y las hallaréis abiertas, porque los hijos de Simeón se hallan en la villa de Arimatea, viviendo en oración. A veces se oyen sus gritos, mas no hablan a nadie, y permanecen silenciosos como muertos. Vayamos hacia ellos, y tratémoslos con la mayor amabilidad. Y, si con suave insistencia los interrogamos, quizá nos hablen del misterio de la resurrección de Jesús.
3. A cuyas palabras todos se regocijaron, y Anás, Caifás, Nicodemo, José y Gamaliel, yendo a los sepulcros, no encontraron a los muertos, pero, yendo a Arimatea, los encontraron arrodillados allí.
4. Y los abrazaron con sumo respeto y en
el temor de Dios, y los condujeron a la Sinagoga de Jerusalén.
5. Y, no bien las puertas se cerraron,
tomaron el libro santo, lo pusieron en sus manos, y los conjuraron por el Dios Adonaí,
Señor de Israel, que ha hablado por la Ley y por los profetas, diciendo: Si sabéis quién
es el que os ha resucitado de entre los muertos, decidnos cómo habéis sido
resucitados.
6. Al oír esta adjuración, Carino y Leucio
sintieron estremecerse sus cuerpos, y, temblorosos y emocionados, gimieron
desde el fondo de su corazon.
7. Y,
mirando al cielo, hicieron con su dedo la señal de la cruz sobre su lengua.
8. Y, en seguida, hablaron, diciendo:
Dadnos resmas de papel, a fin de que escribamos lo que hemos visto y oído.
9. Y, habiéndoselas dado, se sentaron, y
cada uno de ellos escribió lo que sigue.
Carino y Leucio comienzan su relato
XVIII 1. Jesucristo, Señor Dios, vida y
resurrección de muertos, permítenos enunciar los misterios por la muerte de tu
cruz, puesto que hemos sido conjurados por ti.
2. Tú has ordenado no referir a nadie los secretos de tu majestad divina, tales como los has manifestado en los infiernos.
2. Tú has ordenado no referir a nadie los secretos de tu majestad divina, tales como los has manifestado en los infiernos.
3. Cuando estábamos con nuestros padres,
colocados en el fondo de las tinieblas, un brillo real nos iluminó de súbito, y
nos vimos envueltos por un resplandor dorado como el del sol.
4. Y, al contemplar esto, Adán, el padre
de todo el género humano, estalló de gozo, así como todos los patriarcas y
todos los profetas, los cuales clamaron a una: Esta luz es el autor mismo de la
luz, que nos ha prometido transmitirnos una luz que no tendrá ni desmayos ni
término.
Isaías con/irma uno de sus vaticinios
XIX 1. Y el profeta Isaías exclamó: Es la
luz del Padre, el Hijo de Dios, como yo predije, estando en tierras de vivos:
en la tierra de Zabulón y en la tierra de Nephtalim. Más allá del Jordán, el
pueblo que estaba sentado en las tinieblas, vería una gran luz, y esta luz
brillaría sobre los que estaban en la región de la muerte. Y ahora ha llegado,
y ha brillado para nosotros, que en la muerte estábamos.
2. Y, como sintiésemos inmenso júbilo ante
la luz que nos había esclarecido, Simeón, nuestro padre, se aproximó a
nosotros, y, lleno de alegría, dijo a todos: Glorificad al Señor Jesucristo,
que es el Hijo de Dios, porque yo lo tuve recién nacido en mis manos en el
templo e, inspirado por el Espíritu Santo, lo glorifiqué y dije: Mis ojos han
visto ahora la salud que has preparado en presencia de todos los pueblos, la
luz para la revelación de las naciones, y la gloria de tu pueblo de Israel.
3. Al oír tales cosas, toda la multitud de los
santos se alborozó en gran manera.
4. Y, en seguida, sobrevino un hombre, que parecía un ermitaño. Y, como todos le preguntasen quién era, respondió: Soy Juan, el oráculo y el profeta del Altísimo, el que precedió a su advenimiento al mundo, a fin de preparar sus caminos, y de dar la ciencia de la salvación a su pueblo para la remisión de los pecados. Y, viéndolo llegar hacia mí, me sentí poseído por el Espíritu Santo, y le dije: He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Y lo bauticé en el río del Jordán, y vi al Espíritu Santo descender sobre él bajo la figura de una paloma. Y oí una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo todas mis complacencias, y a quien debéis escuchar. Y ahora, después de haber precedido a su advenimiento, he descendido hasta vosotros, para anunciaros que, dentro de poco, el mismo Hijo de Dios, levantándose de lo alto, vendrá a visitarnos, a nosotros, que estamos sentados en las tinieblas y en las sombras de la muerte.
4. Y, en seguida, sobrevino un hombre, que parecía un ermitaño. Y, como todos le preguntasen quién era, respondió: Soy Juan, el oráculo y el profeta del Altísimo, el que precedió a su advenimiento al mundo, a fin de preparar sus caminos, y de dar la ciencia de la salvación a su pueblo para la remisión de los pecados. Y, viéndolo llegar hacia mí, me sentí poseído por el Espíritu Santo, y le dije: He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. Y lo bauticé en el río del Jordán, y vi al Espíritu Santo descender sobre él bajo la figura de una paloma. Y oí una voz de los cielos, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo todas mis complacencias, y a quien debéis escuchar. Y ahora, después de haber precedido a su advenimiento, he descendido hasta vosotros, para anunciaros que, dentro de poco, el mismo Hijo de Dios, levantándose de lo alto, vendrá a visitarnos, a nosotros, que estamos sentados en las tinieblas y en las sombras de la muerte.
La profecía hecha por el arcángel Miguel a
Seth
XX 1. Y, cuando el padre Adán, el primer
formado, oyó lo que Juan dijo de haber sido Jesús bautizado en el Jordán,
exclamó, hablando a su hijo Seth: Cuenta a tus hijos, los patriarcas y los
profetas, todo lo que oíste del arcángel Miguel, cuando, estando yo enfermo, te
envié a las puertas del Paraíso, para que el Señor permitiese que su ángel
diera aceite del árbol de la misericordia, que ungiese mi cuerpo.
2. Entonces Seth, aproximándose a los
patriarcas y a los profetas, expuso: Me hallaba yo, Seth, en oración delante
del Señor, a las puertas del Paraíso, y he aquí que Miguel, el numen de Dios,
me apareció, y me dijo: He sido enviado a ti por el Señor, y presido sobre el
cuerpo humano. Y te declaro, Seth, que es inútil pidas y ruegues con lágrimas
el aceite del árbol de la misericordia, para ungir a tu padre Adán, y para que
cesen los sufrimientos de su cuerpo. Porque de ningún modo podrás recibir ese
aceite hasta los días postrimeros, cuando se hayan cumplido cinco mil años.
Entonces, el Hijo de Dios, lleno de amor, vendrá a la tierra, y resucitará el
cuerpo de Adán, y al mismo tiempo resucitará los cuerpos de los muertos. Y, a
su venida, será bautizado en el Jordán, y, una vez haya salido del agua, ungirá
con el aceite de su misericordia a todos los que crean en él, y el aceite de su
misericordia será para los que deban nacer del agua y del Espíritu Santo para
la vida eterna. Entonces Jesucristo, el Hijo de Dios, lleno de amor, y
descendido a la tierra, introducirá a tu padre Adán en el Paraíso y lo pondrá
junto al árbol de la misericordia.
3. Y, al oír lo que decía Seth, todos los
patriarcas y todos los profetas se henchieron de dicha.
Discusión entre Satanás y la Furia en los infiernos
XXI 1. Y, mientras todos los padres
antiguos se regocijaban, he aquí que Satanás, príncipe y jefe de la muerte,
dijo a la Furia :
prepárate a recibir a Jesús, que se vanagloria de ser el Cristo y el Hijo de
Dios, y que es un hombre temerosísimo de la muerte, puesto que yo mismo lo he
oído decir: Mi alma está triste hasta la muerte. Y entonces comprendí que tenía
miedo de la cruz.
2. Y añadió: Hermano, aprestémonos, tanto
tú como yo, para el mal día. Fortifiquemos este lugar, para poder retener aquí
prisionero al llamado Jesús que, al decir de Juan y de los profetas, debe venir
a expulsarnos de aquí. Porque ese hombre me ha causado muchos males en la
tierra, oponiéndose a mí en muchas cosas, y despojándome de multitud de
recursos. A los que yo había matado, él les devolvió la vida. Aquellos a
quienes yo había desarticulado los miembros, él los enderezó por su sola
palabra, y les ordenó que llevasen su lecho sobre los hombros. Hubo otros que
yo había visto ciegos y privados de la luz, y por cuya cuenta me regocijaba, al
verlos quebrarse la cabeza contra los muros, y arrojarse al agua, y caer, al
tropezar en los atascaderos, y he aquí que este hombre, venido de no sé dónde,
y, haciendo todo lo contrario de lo que yo hacía, les devolvía la vista por sus
palabras. Ordenó a un ciego de nacimiento que lavase sus ojos con agua y con
barro en la fuente de Siloé, y aquel ciego recobró la vista. Y, no sabiendo a
qué otro lugar retirarme, tomé conmigo a mis servidores, y me alejé de Jesús.
Y, habiendo encontrado a un joven, entré en él, y moré en su cuerpo. Ignoro
cómo Jesús lo supo, pero es lo cierto que llegó adonde yo estaba, y me intimó
la orden de salir. Y, habiendo salido, y no sabiendo dónde entrar, le pedí
permiso para meterme en unos puercos, lo que hice, y los estrangulé.
3. Y la Furia , respondiendo a Satanás, dijo: ¿Quién es
ese príncipe tan poderoso y que, sin embargo, teme la muerte? Porque todos los
poderosos de la tierra quedan sujetos a mi poder desde el momento en que tú me
los traes sometidos por el tuyo. Si, pues, tú eres tan poderoso, ¿quién es ese
Jesús que, temiendo la muerte, se opone a ti? Si hasta tal punto es poderoso en
su humanidad, en verdad te digo que es todopoderoso en su divinidad, y que
nadie podrá resistir a su poder. Y, cuando dijo que temía la muerte, quiso
engañarte, y constituirá tu desgracia en los siglos eternos.
4. Pero Satanás, el príncipe de la muerte, respondió y dijo: ¿Por qué vacilas en aprisionar a ese Jesús, adversario de ti tanto como de mí? Porque yo lo he tentado, y he excitado contra él a mi antiguo pueblo judío, excitando el odio y la cólera de éste. Y he aguzado la lanza de la persecución. Y he hecho preparar madera para crucificarlo, y clavos para atravesar sus manos y sus pies. Y le he dado a beber hiel mezclada con vinagre. Y su muerte está próxima, y te lo traeré sujeto a ti y a mi.
4. Pero Satanás, el príncipe de la muerte, respondió y dijo: ¿Por qué vacilas en aprisionar a ese Jesús, adversario de ti tanto como de mí? Porque yo lo he tentado, y he excitado contra él a mi antiguo pueblo judío, excitando el odio y la cólera de éste. Y he aguzado la lanza de la persecución. Y he hecho preparar madera para crucificarlo, y clavos para atravesar sus manos y sus pies. Y le he dado a beber hiel mezclada con vinagre. Y su muerte está próxima, y te lo traeré sujeto a ti y a mi.
5. Y
6. Y Satanás, el príncipe de la muerte, respondió y dijo: Ese mismo Jesús es.
7. Y, al oírlo,
Entrada triunfal de Jesús en los infiernos
XXII 1. Y, mientras Satanás y la Furia así hablaban, se oyó
una voz como un trueno, que decía: Abrid vuestras puertas, vosotros, príncipes.
Abríos, puertas eternas, que el Rey de la Gloria quiere entrar.
2. Y
3. Entonces la Furia dijo a sus demonios:
Cerrad las grandes puertas de bronce, cerrad los grandes cerrojos de hierro,
cerrad con llave las grandes cerraduras, y poneos todos de centinela, porque,
si este hombre entra, estamos todos perdidos.
4. Y, oyendo estas grandes voces, los santos antiguos exclamaron: Devoradora e insaciable Furia, abre al Rey dela Gloria , al hijo de David,
al profetizado por Moisés y por Isaías.
4. Y, oyendo estas grandes voces, los santos antiguos exclamaron: Devoradora e insaciable Furia, abre al Rey de
5. Y otra vez se oyó la voz de trueno que
decía: Abrid vuestras puertas eternas, que el Rey de la Gloria quiere entrar.
6. Y la Furia gritó, rabiosa: ¿Quién es el Rey de la Gloria ? Y los ángeles de
Dios contestaron: El Señor poderoso y vencedor.
7. Y, en el acto, las grandes puertas de
bronce volaron en mil pedazos, y los que la muerte había tenido encadenados se
levantaron.
8. Y el Rey de la Gloria entró en figura de
hombre, y todas las cuevas de la
Furia quedaron iluminadas.
9. Y rompió los lazos, que hasta entonces
no habían sido quebrantados, y el socorro de una virtud invencible nos visitó,
a nosotros, que estábamos sentados en las profundidades de las tinieblas de
nuestras faltas y en la sombra de la muerte de nuestros pecados.
Espanto de las potestades infernalesante la
presencia de Jesús
XXIII 1. Al ver aquello, los dos príncipes
de la muerte y del infierno, sus impíos oficiales y sus crueles ministros
quedaron sobrecogidos de espanto en sus propios reinos, cual si no pudiesen
resistir la deslumbradora claridad de tan viva luz, y la presencia del Cristo,
establecido de súbito en sus moradas.
2. Y exclamaron con rabia impotente: Nos
has vencido. ¿Quién eres tú, a quien el Señor envía para nuestra confusión?
¿Quién eres tú, tan pequeño y tan grande, tan humilde y tan elevado, soldado y
general, combatiente admirable bajo la forma de un esclavo, Rey de la Gloria muerto en una cruz y
vivo, puesto que desde tu sepulcro has descendido hasta nosotros? ¿Quién eres
tú, en cuya muerte ha temblado toda criatura, y han sido conmovidos todos los
astros, y que ahora permaneces libre entre los muertos, y turbas a nuestras
legiones? ¿Quién eres tú, que redimes a los cautivos, y que inundas de luz
brillante a los que están ciegos por las tinieblas de sus pecados?
3. Y todas las legiones de los demonios,
sobrecogidos por igual terror, gritaban en el mismo tono, con sumisión temerosa
y con voz unánime, diciendo: ¿De dónde eres, Jesús, hombre tan potente, tan
luminoso, de majestad tan alta, libre de tacha y puro de crimen? Porque este
mundo terrestre que hasta el día nos ha estado siempre sometido, y que nos
pagaba tributos por nuestros usos abominables, jamás nos ha enviado un muerto
tal como tú, ni destinado semejantes presentes a los infiernos. ¿Quién, pues,
eres tú, que has franqueado sin temor las fronteras de nuestros dominios, y que
no solamente no temes nuestros suplicios infernales, sino que pretendes librar
a los que retenemos en nuestras cadenas? Quizá eres ese Jesús, de quien
Satanás, nuestro príncipe, decía que, por su suplicio en la cruz, recibiría un
poder sin límites sobre el mundo entero.
4. Entonces el Rey dela
Gloria , aplastando en su majestad a la muerte bajo sus pies,
y tomando a nuestro primer padre, privó a la Furia de todo su poder y atrajo a Adán a la
claridad de su luz.
4. Entonces el Rey de
Imprecaciones acusadoras de la Furiacontra Satanás
XXIV 1. Y la Furia , bramando, aullando y
abrumando a Satanás con violentos reproches, le dijo: Belzebú, príncipe de
condenación, jefe de destrucción, irrisión de los ángeles de Dios, ¿qué has querido
hacer? ¿Has querido crucificar al Rey de la Gloria , sobre cuya ruina y sobre cuya muerte nos
habías prometido tan grandes despojos? ¿Ignoras cuán locamente has obrado?
Porque he aquí que este Jesús disipa, por el resplandor de su divinidad, todas
las tinieblas de la muerte. Ha atravesado las profundidades de las más sólidas
prisiones, libertando a los cautivos, y rompiendo los hierros de los
encadenados. Y he aquí que todos los que gemían bajo nuestros tormentos nos
insultan, y nos acribillan con sus imprecaciones. Nuestros imperios y nuestros
reinos han quedado vencidos, y no sólo no inspiramos ya terror a la raza
humana, sino que, al contrario, nos amenazan y nos injurian aquellos que,
muertos, jamás habían podido mostrar soberbia ante nosotros, ni jamás habían
podido experimentar un momento de alegría durante su cautividad. Príncipe de
todos los males y padre de los rebeldes e impíos, ¿qué has querido hacer? Los
que, desde el comienzo del mundo hasta el presente, habían desesperado de su
vida y de su salvación no dejan oír ya sus gemidos. No resuena ninguna de sus
quejas clamorosas, ni se advierte el menor vestigio de lágrimas sobre la faz de
ninguno de ellos. Rey inmundo, poseedor de las llaves de los infiernos, has
perdido por la cruz las riquezas que habías adquirido por la prevaricación y
por la pérdida del Paraíso. Toda tu dicha se ha disipado y, al poner en la cruz
a ese Cristo, Jesús, Rey de la
Gloria , has obrado contra ti y contra mí. Sabe para en
adelante cuántos tormentos eternos y cuántos suplicios infinitos te están
reservados bajo mi guarda, que no conoce término. Luzbel, monarca de todos los
perversos, autor de la muerte y fuente del orgullo, antes que nada hubieras
debido buscar un reproche justiciero que dirigir a Jesús. Y, si no encontrabas
en él falta alguna, ¿por qué, sin razón, has osado crucificarlo injustamente, y
traer a nuestra región al inocente y al justo, tú, que has perdido a los malos,
a los impíos y a los injustos del mundo entero?
2. Y, cuandola Furia
acabó de hablar así a Satanás, el Rey de la Gloria dijo a la primera: El príncipe Satanás
quedará bajo tu potestad por los siglos de los siglos, en lugar de Adán y de
sus hijos, que me son justos.
2. Y, cuando
Jesús toma a Adán baj.o su protección y los
antiguos profetas cantan su triunfo
XXV 1. Y el Señor extendió su mano, y
dijo: Venid a mí, todos mis santos, hechos a mi imagen y a mi semejanza.
Vosotros, que habéis sido condenados por el madero, por el diablo y por la
muerte, veréis a la muerte y al diablo condenados por el madero.
2. Y, en seguida, todos los santos se reunieron bajo la mano del Señor. Y el Señor, tomando la de Adán, le dijo: Paz a ti y a todos tus hijos, mis justos.
3. Y Adán, vertiendo lágrimas, se prosternó a los pies del Señor, y dijo en voz alta: Señor, te glorificaré, porque me has acogido, y no has permitido que mis enemigos triunfasen sobre mí para siempre. Hacia ti clamé, y me has curado, Señor. Has sacado mi alma de los infiernos, y me has salvado, no dejándome con los que descienden al abismo. Cantad las alabanzas del Señor, todos los que sois santos, y confesad su santidad. Porque la cólera está en su indignación, y en su voluntad está la vida.
2. Y, en seguida, todos los santos se reunieron bajo la mano del Señor. Y el Señor, tomando la de Adán, le dijo: Paz a ti y a todos tus hijos, mis justos.
3. Y Adán, vertiendo lágrimas, se prosternó a los pies del Señor, y dijo en voz alta: Señor, te glorificaré, porque me has acogido, y no has permitido que mis enemigos triunfasen sobre mí para siempre. Hacia ti clamé, y me has curado, Señor. Has sacado mi alma de los infiernos, y me has salvado, no dejándome con los que descienden al abismo. Cantad las alabanzas del Señor, todos los que sois santos, y confesad su santidad. Porque la cólera está en su indignación, y en su voluntad está la vida.
4. Y asimismo todos los santos de Dios se
prosternaron a los pies del Señor, y dijeron con voz unánime: Has llegado, al
fin, Redentor del mundo, y has cumplido lo que habías predicho por la ley y por
tus profetas. Has rescatado a los vivos por tu cruz, y, por la muerte en la
cruz, has descendido hasta nosotros, para arrancarnos del infierno y de la
muerte, por tu majestad. Y, así como has colocado el título de tu gloria en el
cielo, y has elevado el signo de la redención, tu cruz, sobre la tierra, de
igual modo, Señor, coloca en el infierno el signo de la victoria de tu cruz, a
fin de que la muerte no domine más.
5. Y el Señor, extendiendo su mano, hizo
la señal de la cruz sobre Adán y sobre todos sus santos. Y, tomando la mano
derecha de Adán, se levantó de los infiernos, y todos los santos lo siguieron.
6. Entonces el profeta David exclamó con enérgico tono: Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho cosas admirables. Su mano derecha y su brazo nos han salvado. El Señor ha hecho conocer su salud, y ha revelado su justicia en presencia de todas las naciones.
7. Y toda la multitud de los santos
respondió, diciendo: Esta gloria es para todos los santos. Así sea. Alabad a
Dios.
8. Y entonces el profeta Habacuc exclamó,
diciendo: Has venido para la salvación de tu pueblo, y para la liberación de
tus elegidos.
9. Y todos los santos respondieron,
diciendo: Bendito el que viene en nombre del Señor, y nos ilumina.
10. Igualmente el profeta Miqueas exclamé,
diciendo: ¿Qué Dios hay como tú, Señor, que desvaneces las iniquidades, y que
borras los pecados? Y ahora contienes el testimonio de tu cólera. Y te inclinas
más a la misericordia. Has tenido piedad de nosotros, y nos has absuelto de
nuestros pecados, y has sumido todas nuestras iniquidades en el abismo de la
muerte, según que habías jurado a nuestros padres en los días antiguos.
11. Y todos los santos respondieron,
diciendo: Es nuestro Dios para siempre, por los siglos de los siglos, y durante
todos ellos nos regirá. Así sea. Alabad a Dios.
12. Y los demás profetas recitaron también pasajes de sus viejos cánticos, consagrados a alabar a Dios. Y todos los santos hicieron lo mismo.
12. Y los demás profetas recitaron también pasajes de sus viejos cánticos, consagrados a alabar a Dios. Y todos los santos hicieron lo mismo.
Llegada de los santos antiguos al Paraíso
y su encuentro con Enoch y con Elías
XXVI 1. Y el Señor, tomando a Adán por la
mano, lo puso en las del arcángel Miguel, al cual siguieron asimismo todos los
santos.
2. Y los introdujo a todos en la gracia gloriosa del Paraíso, y dos hombres, en gran manera ancianos, se presentaron ante ellos.
3. Y los santos los interrogaron,
diciendo: ¿Quiénes sois vosotros, que no habéis estado en los infiernos con
nosotros, y que habéis sido traídos corporalmente al Paraíso?
4. Y uno de ellos repuso: Yo soy Enoch, que he sido transportado aquí por orden del Señor. Y el que está conmigo es Elías, el Tesbita, que fue arrebatado por un carro de fuego. Hasta hoy no hemos gustado la muerte, pero estamos reservados para el advenimiento del Anticristo, armados con enseñas divinas, y pródigamente preparados para combatir contra él, para darle muerte en Jerusalén, y para, al cabo de tres días y medio, ser de nuevo elevados vivos en las nubes.
4. Y uno de ellos repuso: Yo soy Enoch, que he sido transportado aquí por orden del Señor. Y el que está conmigo es Elías, el Tesbita, que fue arrebatado por un carro de fuego. Hasta hoy no hemos gustado la muerte, pero estamos reservados para el advenimiento del Anticristo, armados con enseñas divinas, y pródigamente preparados para combatir contra él, para darle muerte en Jerusalén, y para, al cabo de tres días y medio, ser de nuevo elevados vivos en las nubes.
Llegada del buen ladrón al Paraíso
XXVII 1. Y mientras Enoch y Elías así
hablaban, he aquí que sobrevino un hombre muy miserable, que llevaba sobre sus
espaldas el signo de la cruz.
2. Y, al verlo, todos los santos le preguntaron: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes, que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas?
3. Y él, respondiéndoles, dijo: Con verdad habláis, porque yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu reino. Y, acto seguido, accediendo a mi súplica, contestó: En verdad te digo que hoy serás conmigo en el Paraíso. Y me dio este signo de la cruz, advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto, y, si su ángel guardián no quiere dejarte entrar, muéstrale el signo de la cruz, y dile: Es Jesucristo, el hijo de Dios, que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti. Y repetí estas cosas al ángel guardián, que, al oírmelas, me abrió presto, me hizo entrar, y me colocó a la derecha del Paraíso, diciendo: Espera un poco, que pronto Adán, el padre de todo el género humano, entrará con todos sus hijos, los santos y los justos del Cristo, el Señor crucificado.
4. Y, cuando hubieron escuchado estas palabras del ladrón, todos los patriarcas, con voz unánime, clamaron: Bendito sea el Señor todopoderoso, padre de las misericordias y de los bienes eternos, que ha concedido tal gracia a los pecadores, y que los ha introducido en la gloria del Paraíso, y en los campos fértiles en que reside la verdadera vida espiritual. Así sea.
2. Y, al verlo, todos los santos le preguntaron: ¿Quién eres? Tu aspecto es el de un ladrón. ¿De dónde vienes, que llevas el signo de la cruz sobre tus espaldas?
3. Y él, respondiéndoles, dijo: Con verdad habláis, porque yo he sido un ladrón, y he cometido crímenes en la tierra. Y los judíos me crucificaron con Jesús, y vi las maravillas que se realizaron por la cruz de mi compañero, y creí que es el Creador de todas las criaturas, y el rey todopoderoso, y le rogué, exclamando: Señor, acuérdate de mí, cuando estés en tu reino. Y, acto seguido, accediendo a mi súplica, contestó: En verdad te digo que hoy serás conmigo en el Paraíso. Y me dio este signo de la cruz, advirtiéndome: Entra en el Paraíso llevando esto, y, si su ángel guardián no quiere dejarte entrar, muéstrale el signo de la cruz, y dile: Es Jesucristo, el hijo de Dios, que está crucificado ahora, quien me ha enviado a ti. Y repetí estas cosas al ángel guardián, que, al oírmelas, me abrió presto, me hizo entrar, y me colocó a la derecha del Paraíso, diciendo: Espera un poco, que pronto Adán, el padre de todo el género humano, entrará con todos sus hijos, los santos y los justos del Cristo, el Señor crucificado.
4. Y, cuando hubieron escuchado estas palabras del ladrón, todos los patriarcas, con voz unánime, clamaron: Bendito sea el Señor todopoderoso, padre de las misericordias y de los bienes eternos, que ha concedido tal gracia a los pecadores, y que los ha introducido en la gloria del Paraíso, y en los campos fértiles en que reside la verdadera vida espiritual. Así sea.
Carino y Leucio concluyen su relato
XXVIII 1. Tales son los misterios divinos
y sagrados que oímos y vivimos, nosotros, Carino y Leucio.
2. Mas no nos está permitido proseguir, y contar los demás misterios de Dios, como el arcángel Miguel los declaró altamente, diciéndonos: Id con vuestros hermanos a Jerusalén, y permaneced en oración, bendiciendo y glorificando la resurrección del Señor Jesucristo, vosotros a quienes él ha resucitado de entre los muertos. No habléis con ningún nacido, y permaneced como mudos, hasta que llegue la hora en que el Señor os permita referir los misterios de su divinidad.
3. Y el arcángel Miguel nos ordenó ir más
allá del Jordán, donde están varios, que han resucitado con nosotros en
testimonio de la resurrección del Cristo. Porque hace tres días solamente que
se nos permite, a los que hemos resucitado de entre los muertos, celebrar en
Jerusalén la Pascua
del Señor con nuestros parientes, en testimonio de la resurrección del Cristo,
y hemos sido bautizados en el santo río del Jordán, recibiendo todos ropas
blancas.
4. Y, después de los tres días de la
celebración de la Pascua ,
todos los que habían resucitado con nosotros fueron arrebatados por nubes. Y,
conducidos más allá del Jordán, no han sido vistos por nadie.
5. Estas son las cosas que el Señor nos ha
ordenado referiros. Alabadlo, confesadlo y haced penitencia, a fin de que os
trate con piedad. Paz a vosotros en el Señor Dios Jesucristo, Salvador de todos
los hombres. Amén.
6. Y, no bien hubieron terminado de
escribir todas estas cosas sobre resmas separadas de papel, se levantaron. Y
Carino puso lo que había escrito en manos de Anás, de Caifás y de Gamaliel. E
igualmente Leucio dio su manuscrito a José y a Nicodemo.
7. Y, de súbito, quedaron transfigurados,
y aparecieron cubiertos de vestidos de una blancura deslumbradora, y no se los
vio más.
8.
Y se encontró ser sus escritos exactamente iguales en extensión y en dicción,
sin que hubiese entre ellos una letra de diferencia.
9. Y toda la Sinagoga quedó en extremo
sorprendida, al ter aquellos discursos admirables de Carino y de Leucio. Y los
judíos se decían los unos a los otros: Verdaderamente es Dios quien ha hecho
todas estas cosas, y bendito sea el Señor Jesús por los siglos de los siglos.
Amén.
10.
Y salieron todos de la
Sinagoga con gran inquietud, temor y temblor, dándose golpes
de pecho, y cada cual se retiró a su casa.
11. Y José y Nicodemo contaron todo lo
ocurrido al gobernador, y Pilato escribió cuanto los judíos habían dicho
tocante a Jesús, y puso todas aquellas palabras en los registros públicos de su
Pretorio.
Pilatos en el templo
XXIX 1. Después de esto, Pilatos, habiendo
entrado en el templo de los judíos, congregó a todos los príncipes de los
sacerdotes, a los escribas y a los doctores de la ley.
2. Y penetró con ellos en el santuario, y ordenó que se cerrasen todas las puertas, y les dijo: He sabido que poseéis en este templo una gran colección de libros, y os mando que me los mostréis.
2. Y penetró con ellos en el santuario, y ordenó que se cerrasen todas las puertas, y les dijo: He sabido que poseéis en este templo una gran colección de libros, y os mando que me los mostréis.
3. Y, cuando cuatro de los ministros del
templo hubieron aportado aquellos libros adornados con oro y con piedras
preciosas, Pilatos dijo a todos: Por el Dios vuestro Padre, que ha hecho y
ordenado que este templo fuera construido, os conjuro a que no me ocultéis la
verdad. Sabéis todos vosotros lo que en estos libros está escrito. Pues ahora
manifestadme si encontráis en las Escrituras que ese Jesús, a quien habéis
crucificado, es el Hijo de Dios, que debía venir para la salvación del género
humano, y explicadme cuántos años debían transcurrir hasta su venida.
4. Así apretados por el gobernador, Anás y
Caifás hicieron salir de allí a los demás, que estaban con ellos, y ellos
mismos cerraron todas las puertas del templo y del santuario, y dijeron a
Pilatos: Nos pides, invocando la edificación del templo, que te manifestemos la
verdad, y que te demos razón de los misterios. Ahora bien: luego que hubimos
crucificado a Jesús, ignorando que era el Hijo de Dios, y pensando que hacía
milagros por arte de encantamiento, celebramos una gran asamblea en este mismo
lugar. Y, consultando entre nosotros sobre las maravillas que había realizado
Jesús, hemos encontrado muchos testigos de nuestra raza, que nos han asegurado
haberlo visto vivo después de la pasión de su muerte. Hasta hemos hallado dos
testigos de que Jesús había resucitado cuerpos de muertos. Y hemos tenido en
nuestras manos el relato por escrito de los grandes prodigios cumplidos por
Jesús entre esos difuntos. Y es nuestra costumbre que cada año, al abrir los
libros sagrados ante nuestra Sinagoga, busquemos el testimonio de Dios. Y, en
el primer libro de los Setenta, donde el arcángel Miguel habla al tercer hijo
de Adán, encontramos mención de los cinco mil años que debían transcurrir hasta
que descendiese del cielo el Cristo, el Hijo bien amado de Dios, y consideramos
que el Señor de Israel dijo a Moisés: Haz un arca de alianza de dos codos y
medio de largo, de codo y medio de alto, y de codo y medio de ancho. En estos
cinco codos y medio hemos comprendido y adivinado el simbolismo de la fábrica
del arca del Antiguo Testamento, simbolismo significativo de que, al cabo de
cinco millares y medio de años, Jesucristo debía venir al mundo en el arca de
su cuerpo, y de que, conforme al testimonio de nuestras Escrituras, es el Hijo
de Dios y el Señor de Israel. Porque, después de su pasión, nosotros, príncipes
de los sacerdotes, presa de asombro ante los milagros que se operaron a causa
de él, hemos abierto estos libros, y examinado todas las generaciones hasta la
generación de José y de María, madre de Jesús. Y, pensando que era de la raza
de David, hemos encontrado lo que ha cumplido el Señor. Y, desde que creó el
cielo, la tierra y el hombre, hasta el diluvio, transcurrieron dos mil
doscientos doce años. Y, desde el diluvio hasta Abraham, novecientos doce años.
Y, desde Abraham hasta Moisés, cuatrocientos treinta años. Y, desde Moisés
hasta David, quinientos diez años. Y, desde David hasta la cautividad de
Babilonia, quinientos años. Y, desde la cautividad de Babilonia hasta la
encarnación de Jesucristo, cuatrocientos años. Los cuales forman en conjunto
cinco millares y medio de años. Y así resulta que Jesús, a quien hemos
crucificado, es el verdadero Cristo, hijo del Dios omnipotente.
Carta de Pilatos al emperador
XXX 1. Poncio Pilatos a Claudio Tiberio
César, salud.
2. Por este escrito mío sabrás que sobre Jerusalén
han recaído maravillas tales como jamás se vieran.
3. Los judíos, por envidia a un profeta
suyo, llamado Jesús, lo han condenado y castigado cruelísimamente, a pesar de
ser un varón piadoso y sincero, a quien sus discípulos tenían por Dios.
4. Lo había dado a luz una virgen, y las
tradiciones judías habían vaticinado que sería rey de su pueblo.
5. Devolvía la vista a los ciegos, limpiaba a los leprosos, hacía andar a los paralíticos, expulsaba a los demonios del interior de los posesos, resucitaba a los muertos, imperaba sobre los vientos y sobre las tempestades, caminaba por encima de las ondas del mar, y realizaba tantas y tales maravillas que, aunque el pueblo lo llamaba Hijo de Dios, los príncipes de los judíos, envidiosos de su poder, lo prendieron, me lo entregaron, y, para perderlo, mintieron ante mí, diciéndome que era un mago, que violaba el sábado, y que obraba contra su ley.
6. Y yo, mal informado y peor aconsejado,
les creí, hice azotar a Jesús y lo dejé a su discreción.
7. Y ellos lo crucificaron, lo sepultaron, y pusieron en su tumba, para custodiarlo, soldados que me pidieron.
8. Empero, al tercer día resucitó,
escapando a la muerte.
9. Y, al conocer prodigio tamaño, los
príncipes de los judíos dieron dinero a los guardias, advirtiéndole: Decid que
sus discípulos vinieron al sepulcro, y robaron su cuerpo.
10. Mas, no bien hubieron recibido el dinero, los guardias no pudieron ocultar mucho tiempo la verdad, y me la revelaron.
10. Mas, no bien hubieron recibido el dinero, los guardias no pudieron ocultar mucho tiempo la verdad, y me la revelaron.
11. Y yo te la transmito, para que
abiertamente la conozcas, y para que no ignores que los príncipes de los judíos
han mentido.
Fuente: Los Evangelios Apócrifos, por
Edmundo González Blanco
No hay comentarios:
Publicar un comentario