APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO VIII-V
Eduardo Pedro García
Rodríguez
El cultivo del plátano en Tejina
Recordemos que ya en el
siglo XVII se cultivaba plátanos en Tejina, como queda dicho una de las
cláusulas del testamento sacramental de Juan Hernánde de Perera y Béthcncourt,
otorgado en 12 de junio de 1667 dice: “Un
huertesillo de arboles plantanales higueras y parras que lo ube y herede de mi
padre...” Archivo parroquial de Tejina, Leg. I de testamentos.
Las plataneras siguen siendo el principal
cultivo en el conjunto de Tejina, Bajamar, Valle Guerra, y Punta
del Hidalgo, ocupando un total de 268,79
hectáreas.
En Tejina
la platanera, ocupa 105,5, lo que equivale al 37% de la superficie total
cultivada. A finales de los años 70, el plátano de la comarca vivió su mejor
etapa, logrando las mayores producciones de la historia en la zona. La
comercialización de esta fruta comenzó a complicarse a partir de los 80, y ya
nada ha vuelto a ser lo mismo.
El plátano tiene su origen
probablemente en la región indomalaya donde han sido cultivados desde hace
miles de años. Desde Indonesia se propagó hacia el sur y el oeste, alcanzando
Hawaii y la Polinesia.
Los comerciantes europeos llevaron noticias del árbol a
Europa alrededor del siglo III a. C., aunque no fue introducido hasta
el siglo X. De las plantaciones de África Occidental los colonizadores
portugueses lo llevarían a Sudamérica en el siglo XVI, concretamente a Santo
Domingo.
El
fruto es una baya oblonga. Durante el desarrollo del fruto
éstos se doblan geotrópicamente, según el peso de este, determinando esta
reacción la forma del racimo. Los plátanos son polimórficos, pudiendo contener
de 5-20 manos, cada una con 2-20 frutos, siendo su color amarillo verdoso,
amarillo, amarillo-rojizo o rojo. Los plátanos comestibles son de partenocarpia
vegetativa, o sea, desarrollan una masa de pulpa comestible sin ser necesaria
la polinización. Los óvulos se atrofian pronto, pero pueden reconocerse en la
pulpa comestible. La partenocarpia y la esterilidad son mecanismos diferentes,
debido a cambios genéticos, que cuando menos son parcialmente independientes.
La mayoría de los frutos de la familia de las Musáceas comestibles son
estériles, debido a un complejo de causas, entre otras, a genes específicos de
esterilidad femenina, triploidía y cambios estructurales cromosómicos, en
distintos grados.
“Hasta fechas recientes siempre que nos hemos
referido al plátano lo hemos hecho como cultivo social, ello se ve determinado
con claridad por las más de veinte mil familias que sostiene esta actividad,
tanto de forma directa como indirecta. Asimismo, el plátano constituye un
garante de las economías rurales, fija población en los espacios alejados de
los grandes polos demográficos y zonas turísticas, mantiene el paisaje agrario
y singular del Archipiélago y frena los procesos erosivos. Todo lo referido
justifica de sobra el calificativo de «cultivo social», en otras palabras, que
trasciende por encima de la mera estadística económica del PIB y repercute en
diferentes planos de la vida del Archipiélago, empezando por lo más básico, la
cesta de la compra, influenciada por los costes de los fletes de los barcos
que, una vez transportadas más de 350.000 Tm. de plátanos, retornan de la Península Ibérica.
Los más de 7.000 millones de
Ptas. pagados por la exportación de este cultivo disminuyen de forma sustancial
el precio de las mercancías que estos mismos barcos transportan en su viaje de
retorno a las Islas. Además, los plátanos continúan siendo un cultivo social en
lugares tan importantes para Canarias como Buenavista, Tejina, Valle
Guerra, Las Galletas, Hermigua, Los Sauces, Tijarafe, Barlovento
y un largo etcétera. Estos territorios viven de su cultivo, baste con citar los
numerosos casos en los que la renta familiar depende de una fanegada (5.248 m)
de plátanos o incluso de unos pocos celemines. Por otro lado, en La Palma más de 1.500 personas
trabajan sólo en los empaquetados, a los que debemos sumar los que desarrollan
su actividad en los medios de transporte, los puertos, el estibaje, la
comercialización, etc.” (Vladimiro Rodríguez Brito).
Plantas ornamentales
Tejina ha
sido, desde la década de los años 70 del pasado siglo, una de las principales
localidades productoras de flor cortada y plantas ornamentales de Canarias. Su
clima suave, la fertilidad de sus tierras y la disponibilidad de agua para el
regadío forjaron la primera industria de este tipo en el Archipiélago.
La costa tejinera se llenó
entonces de explotaciones y del color de los pétalos de un sinfín de
variedades. Decenas de familias se incorporaron a un trabajo sacrificado que,
sin embargo, nunca había vivido una crisis como la que atraviesa en la
actualidad.
“Este sector agrícola está
literalmente "asfixiado" por todos sus problemas, según explicó el
director de producción de la Cooperativa Agrícola Cosecheros de Tejina, Hernán Tejera.
No paran de surgir
inconvenientes. El jardín de Canarias se marchita por la sequía y por el ataque
de las plagas. Las ayudas para la innovación en un tipo de producto muy
condicionado por la moda y la manipulación genética están, además, paralizadas.
Hay pocas esperanzas para las flores laguneras, pero los agricultores siguen
adelante intentando aprovechar mejor las oportunidades que le ofrece el mercado
interior.
Hay que especializarse en el
público local. La conocida flor de la strelitzia es la única variedad que
permite que Tejina mantenga el tipo
con el que antaño brilló en el mercado internacional. Holanda, Alemania y
Austria siguen demandando esta flor, conocida como ave del paraíso.
Los productores tejineros se
encuentran con serias dificultades para mantener el ritmo de las nuevas
tendencias florales. Los floricultores intentan diversificar su oferta e
incorporar nuevas especies en sus terrenos pero no hay ayudas para la
modernización. "Cambiar de variedad de rosas es una inversión altísima y
todavía estamos pendientes de las subvenciones que debieron abonarse en
2010", asegura el director de producción.
Además, y por si fuera poco,
por cada nueva creación en el mundo de las flores hay que pagar derechos de
autor, como si de una creación musical se tratara.” (Almudena
Cruz)
Industria
En 1948 se ponen en marcha las destilerías que
llevan el nombre de San Bartolomé, el patrón de Tejina que en cada agosto recibe de los vecinos la ofrenda alzada
de los corazones. Los gestores de esa forma animaron a los propietarios de
terrenos para que fueran acostando al pie del surco los trozos de caña. La
compra de la cosecha, al peso, se hizo sin reparos, y se empezó a moler en un improvisado
trapiche, que instalan junto al hoy instituto que lleva el nombre del
científico Antonio González y del que muy pronto se trasladan al actual
emplazamiento, en el camino hacia La Barranquera.
Primero hicieron azúcar moreno y miel de caña.
Luego vendría el ron, el blanco y ambarino néctar, que calienta más que la
parra y tiene una medida diferente a la del vino.
Grandes y chicos trabajaban en los momentos de
mayor exigencia. Después del corte llega el rito alegre de cargar los camiones
y echarse un cacho de caña a la boca, para recuperar fuerzas y calmar la
amargura del trabajo. Manuel de León, clarinete de la Banda Municipal de
Música de Santa Cruz de Tenerife, iba con su padre a la finca de la familia del
catedrático Agustín Cabrera, que tenían a medias, y de la que había que sacar
todo el provecho. “Los más chicos nos ocupábamos en recoger las hojas, con las
que se alimentaba a las vacas, y lo que estaba seco se empleaba como cama para
sacar el estiércol”. El mejor momento llegaba en la tarde, cuando se repetía el
rito de correr tras el camión hasta guindarse de sus tablas, haciendo
filigranas entre nubes de polvo y baches, para coger una caña que chupar hasta
que el bagazo decía basta.
Destilerías de San Bartolomé llegó a recibir 6
millones de kilos anuales, hasta que en 1984 se dejó de plantar. Unos años
antes se había perdido el mercado africano, al que se enviaba el producto a
granel en barricas. La
Guinea Española y el Sáhara eran fieles y excelentes
consumidores del producto. La melaza sudafricana vino a sustituir al líquido
fuente de alcohol que se venía cosechando en suelo isleño. Allá se cultiva en
fincas que se pierden en el horizonte y que hay que recorrer en avión.
San Bartolomé se ha reafirmado comercialmente
bajo su denominación Cocal. La modernización en el sistema de embotellar llegó
a la fábrica, que inicialmente requería 30 personas para sacar 300 cajas al
día, y en la que hoy con tres operarios consigue 15.000 botellas a la hora.
(Zenaido Hernandez)
Cooperativa agrícola de Tejina
En octubre de 1947 se
aprobaban los estatutos y se nombraba la primera Junta Rectora de la Sociedad Cooperativa
Agrícola Cosecheros de Tejina,
inscrita con el número 3.137 del Registro Oficial de Cooperativas. La formaban
Don Manuel Hernández González, Don José Hernández González, Don Andrés
Hernández González, Don Narciso González González, Don Manuel Hernández
González, Don Marcelino Hernández González, Don Gregorio González Rodríguez y
Don José González Rodríguez.
Desde entonces han pasado
sesenta años, y la entidad ha querido conmemorar dicho aniversario con la
elaboración de una investigación en la que se analice su evolución histórica,
desde sus inicios hasta la actualidad. Un estudio en el que se ponga de
manifiesto la importancia de la Sociedad Cooperativa Cosecheros de Tejina, no
sólo desde el punto de vista económico de los socios que la integran y la han
integrado, sino, también, del sector agrario canario. Por otra parte, no menos
importante, la Cooperativa
es mucho más que una empresa generadora de riqueza y empleo en la comarca en la
que opera (Punta del Hidalgo, Bajamar, Valle Guerra, Tejina y Tegueste), se
trata de un ejemplo de emprendiduría cuya proyección, cuya imbricación social,
no se le escapa a nadie y merece ser resaltado.
Esta publicación
conmemorativa ha sido estructurada en siete capítulos. Se ha optado por
realizar un análisis temporal y no temático.
Las distintas secciones y
apartados del texto responden a los hechos y circunstancias más relevantes que
han influido en el devenir de la cooperativa durante los sesenta años de su
historia.
En el capítulo inicial, “Los
primeros pasos, 1947-1950”, se estudia la formación de esta entidad agraria
atendiendo al contexto socioeconómico de ese momento. La cooperativa se fundó
en 1947, recién terminada la
Segunda Guerra Mundial que tan graves consecuencias había
ocasionado al sector agroexportador isleño. Ahora bien, las dificultades para
la actividad agrícola canaria ya venían desde mucho antes –crack de 1929,
Guerra Civil, Autarquía…– Todas estas circunstancias, a buen seguro que fueron
motivaciones más que suficientes, para que un grupo de agricultores tomateros
de Tejina decidieran unir sus
fuerzas con el fin de hacer frente a estas
dificultades y posibilitar
un futuro algo más halagüeño.
El segundo capítulo, “La
primera gran expansión, 1950-1960”, viene referido al posterior crecimiento
que experimentó Cosecheros de Tejina
con la incorporación de nuevos socios, ya que durante ese decenio se pasó de 33
a 244. Pero este proceso trajo consigo aparejado un cambio de actividad
principal, con el inicio de la comercialización de plátanos en sustitución de
las exportaciones de tomates. Todo ello provocó importantes reajustes en sus
estructuras productivas y organizativas para adaptarse a la nueva realidad a la
que tenía que hacer frente.
Durante los años sesenta, la Cooperativa , lejos de
estancarse en sus primitivos orígenes, continuó con la introducción de
innovaciones en su entramado institucional. Así, uno de los hitos más
destacados de esta época fue la constitución de una sección de crédito que,
además, actuaría como sucursal de la Caja Rural Provincial fundada en 1962.
Por tanto, a las mejoras
introducidas en la comercialización y en el suministro de inputs, la Sociedad también proporcionaba
a sus asociados servicios financieros, convirtiéndose así en “Cooperativa
Agrícola y Caja Rural Cosecheros de Tejina”.
La década siguiente podemos
caracterizarla como “Una etapa de transición” en la que la Cooperativa amplió el
número de socios, al tiempo que extendía su ámbito de actuación fuera de
la localidad de origen. En esta época también se produjeron importantes
cambios en el sector platanero, que, indudablemente, tuvieron su impacto
sobre la actividad de la entidad. Asimismo, se procedía a la
diversificación de la gama de productos agrícolas que comercializaba con
la creación de la sección de hortalizas. Todo este proceso condujo a la
consolidación de Cosecheros de Tejina,
siendo una buena prueba de ello el incremento sustancial de las ventas del
almacén.
Los años ochenta y los
comienzos del decenio posterior fueron testigos de una nueva expansión de las
actividades de la entidad, de ahí que el capítulo correspondiente se titule, “Plátanos,
hortalizas y flores”.
Efectivamente, a las dos
secciones constituidas en el seno de la Cooperativa , se añadía ahora la de flores y
plantas ornamentales. Esta nueva faceta de la comercialización abría
perspectivas novedosas para la oferta exportadora, más aun si tenemos en cuenta
el paulatino debilitamiento de los envíos de plátanos. Por su parte, la sección
de hortalizas y otras frutas, cuyo destino era, fundamentalmente, el mercado
interno, continuó consolidándose. El resultado final fue un nuevo incremento de
los asociados y, por ende, de los suministros que proporcionaba el almacén.
Esta circunstancia implicó una ampliación de las instalaciones de Cosecheros de
Tejina para poder atender la demanda creciente de sus miembros. Y todo ello
ocurría en una de las etapas de mayor incertidumbre para el agro insular, como
consecuencia del proceso de integración de Canarias en la Comunidad Económica
Europea y la creación del Estado de las Autonomías en España.
La modificación del
protocolo de adhesión del Archipiélago al Mercado Común en 1992, significó la
plena integración de las Islas en la Unión Europea. El Poseican y la reforma de la Pac proporcionaron un nuevo
escenario para el conjunto de la agricultura canaria y, claro está, para la Cooperativa. Ante
esta nueva coyuntura, no se
amedrentaron, más bien al
contrario, decidieron transformar sus estructuras y afrontar el reto. Para ello
se modificaron sus antiguas secciones, con el fin de convertirse en
Organizaciones de Productores.
Sin embargo, ello no fue
óbice para que la entidad atravesara una de sus etapas más complicadas, debido
al deterioro de la actividad agrícola de las Islas, en general, y de sus
socios, en particular.
En el capítulo final, que
hemos titulado “La
Cooperativa de hoy y del futuro”, se pone de
manifiesto cómo la entidad ha puesto en marcha una serie de reformas
internas que le permitirán, a buen seguro, superar las dificultades
citadas anteriormente y encarar con grandes expectativas el porvenir
inmediato. Pero, quizás lo más importante es que esta reestructuración
se esté realizando sin abandonar los principios fundacionales de Cosecheros de Tejina, que desde sus inicios le han
permitido afrontar todos los retos a los que han tenido que hacer frente desde
1947.
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