EL MENCEYATO DE TEGUESTE
APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO
I
Tinerfe el Grande:
Héroe legendario de la
nación canaria que fue mencey universal de la isla Chinech (Tenerife). Era el hijo del mencey Sunta, quien gobernó
toda la isla en tiempos anteriores a la invasión y conquista española de
Canarias. Tinerfe el Grande, igual que todos sus predecesores, tenía su corte
en Adeje.
A la muerte de su padre,
Tinerfe heredó el reino único de Chinech
(Tenerife). Sin embargo, al igual que ocurrió con sus predecesores, sus tíos
intentaron usurparle la corona. Para evitarlo, Tinerfe reformó la táctica de su
padre y se convirtió en el fundador de la estrategia, alcanzando Chinech (Tenerife) una gran prosperidad
Bajo su reinado. Él llegó a ser el mencey más poderoso de la dinastía, aunque
también el último: a su muerte, sus hijos se dividieron la isla en nueve
menceyatos y un achimenceyato. Abreu y Galindo escribió: "En esta isla
de Tenerife, hubo un señor que la mandaba y a quien obedecían que se llamaba
Betzenuriya, pocos años antes que se redujera a nuestra santa fe; el cual tenia
nueve hijos, y muerto el padre, cada uno se alzó con la parte que pudo y entre
sí se conformaron y la repartieron; y de un reino que era se dividió en nueve."(A. Galindo, 1977:292)
Uno de los hijos del Gran
Tinerfe fue Tegueste I, nombre dado por el criollo poeta y médico Antonio de
Viana, se hizo con el menceyato de Tegueste,
en los años de la invasión y conquista española estaba al frente del menceyato
su hijo Tegueste II. No obstante los verdaderos nombres de los menceyes es
desconocido pues como queda dicho estos antropónimos son una licencia poética
de dicho autor.
El Menceyato
de Tegueste
Gentilicio: teguestero/s
Origen del topónimo Tegueste. Tf. Ant. Top. Nombre de una
comarca y antiguo bando amaziq. Hoy municipio, situada a 28º 31’ de lat. N y
16º 19’ de long. O. Exp. t.: Tegeste, -[G-S-T] “te-gâsat, adj.vb. f. sign. ‘humedad’
(Dr. Ignacio Reyes Garcia).
Es uno de los nueve menceyato en que estaba
dividida políticamente la isla de Chinech
(Tenerife) a la llegada de los invasores conquistadores castellanos que junto
con la corona de Aragón conforman la base del actual conglomerado de reinos de
la península ibérica denominado España.
Extensión del menceyato
El
actual término de Tegueste no lo era en la época guanche: entonces tenía una
mayor extensión que la actual. Por el Norte abarcaba
todo el tramo costero comprendido aproximadamente entre Bajamar y la Punta del Viento; por el S.
y W., toda 1a superficie que hoy ocupa Valle Guerra, y por el E. hasta
los límites naturales que separan el valle de
Tegueste, propiamente dicho, el
Valle de Aguere (La Laguna ). Creemos que, con
bastante aproximación, esos serían los límites del antiguo menceyato de Tegueste, hecho que, por otro lado viene a apoyar determinados detalles or
orográficos.
orográficos.
El Menceyato de Tegueste, se extendía desde las
estribaciones del macizo de Anaga (Jardina, Bronco –Brunco-, Lomo Largo, Sejeita
(San Roque). a los altos del Portezuelo y Guamasa, límite por esta zona con el Menceyato de Tacoronte, ocupaba los actuales pueblos
de Valle de Guerra, Tejina, Bajamar,
Aguahuco (Punta del Hidalgo), así
como el propio municipio de Tegueste
y La Laguna ,
cuya frontera con el Mencayto de Anaga era
la dorsal de la sierra de Sejeita, y
con el Menceyato de Güímar por el
Barranco de Ganigues a la altura de
la cabeza de la actual pista de rodadura del Aeropuerto de Los Rodeos
concretamente donde se inicia el camino de Los Baldios.
Además están
ubicados en territorios del menceyato los actuales caseríos de Las Carboneras, Roque Negro, Chinamada, Afur (Afure o
Afore), Benijos, Los Batanes,
Las Canteras, Las Mercedes, Jardina y
otros hoy pertenecientes al municipio de La Laguna.
Los Menceyes
Como queda dicho Tegueste I
fue el octavo hijo del mencey Tinerfe el Grande según algunos genealogistas. El
dominio ejercido por el menceyato, según el historiador Rumeu de Armas, ocupaba
toda la extensión del actual municipio homónimo junto con otros enclaves que
hoy en día forman parte del municipio de Aguere
(San Cristóbal de La Laguna )
teniendo ciertas prerrogativas en la vigilancia y cuidado del Valle Sagrado de
Aguere (La Vega Lagunera ).
El Valle Sagrado de Aguere (La Laguna ) tenía la
consideración entre los diferentes menceyatos de sitio “internacional” a la que tenían libre acceso
todos los hombres y ganados de todos los menceyatos aunque existieran disputas
entre algunos de ellos, pues el
valle de Aguere era sagrado, el
lugar donde moran los espíritus vitales de aquellos de nuestros antepasados que
en vida fueron justos y valientes.
Tegueste I se casó probablemente con Tejina, hija
del rey Acaymo de Tacoronte, y tuvieron algunos hijos, entre ellos a Tegueste
II, el más joven de todos ellos.
En momentos de la invasión y conquista española
dirigía los destinos del menceyato Tegueste II y su hijo menor Teguaco, quienes
formaron parte de la liga defensiva frente a los invasores españoles,
conjuntamente con los meceyatos de Tacoronte,
Taoro, Icod y Daute, dirigida por el jefe de la liga defensiva el gran caudillo
guanche el mencey Kebehi Benchomo.
Tegueste
II nació en Chinech (Tenerife),
probablemente a inicios de la primera mitad del siglo XV. Casó con la guanche
llamada después del bautismo por el rito católico Catalina Ramírez y Alfonso.
Ellos tuvieron dos hijos: Tegues y Teguaco (o Teguazo).
Tras
la conquista, sus hijos se bautizaron como Álvarez y Juan Teguazo
respectivamente. Su padre dejó a este último con un tutor: el conquistador
supuestamente maxorero Guillén Castellano.
El
11 de agosto de 1510 se compromete con su persona y vienes para conseguir la
libertad de un guanche alzado posiblemente pariente suyo o quizás su hijo, ante
el escribano Haernán Guerra al fol. 343 r.: Juan
de Tegueste, natural, dice que Juan de Tegueste, esclavo de Fernán León, está preso en la cárcel pública,
porque se había escapado y Fernán León
está temeroso de que, si lo saca de la cárcel, se vuelva a escapar y haga algún
daño por la Isla ,
con mucha pérdida para él. Juan de
Tegueste se compromete a que, si el
esclavo se volviere a escapar, le servirá durante ese tiempo, o le pagará el servicio, además del daño que le
ocasionare, y, si no volviere, le
pagará a Fernán León todo su valor.
Hace todo esto con la condición de que Fernán León no le dé mala
vida. Ts.: Alonso de Niebla y Fernán Esteban Cárdeno, vs. y ests.—Juan de
Niebla.
Retazos de
Historia Pre-colonial:
Los Tabores del menceyato de Tegueste, se unen a los de Taoro
y Tacoronte, que como queda dicho
inicialmente formarán en los menceyatos resistentes, uniéndose posteriormente Icodem y Daute, enfrentándose a los conquistadores para preservar sus vidas
y su libertad. En unión a estos combatirá en la batalla de Acentejo, en la cual el ejercito invasor sufrió la mayor derrota
que jamás le fue infligida durante sus aventuras coloniales, dejando los
invasores en el campo de batalla más de dos mil quinientos muertos, según
modernas investigaciones, en lugar de los novecientos o mil doscientos que
habían venido admitiendo los historiadores, también se distinguieron sobre
manera los katuten del menceyato de Tegueste
en la batalla de Aguere (La Laguana ).
Al frente de estos Tabores estuvieron Tegueste II
y su hijo menor Teguaco, en el momento de la invasión, formaron parte de la
lucha activa frente a los castellanos, encabezada por el mencey Benchomo.
Esta batalla tuvo lugar en dentro del Menceyato
de Tegueste, en el lugar de La Jardina.
“La Batalla de Aguere o batalla de La
Laguna es el nombre que recibe la batalla inicial que
encarrila definitivamente el sometimiento de la isla de Tenerife por los
castellano al mando de Alonso Fernández de Lugo, el 14 de noviembre de 1495.
Reforzado
con las tropas mercenarias invasoras aportadas por el Duque de Medina Sidonia
Juan de Guzmán a cambio de una importante participación en el botín de esclavos
y tierras, según contrato o capitulaciones gestionadas por Gonzalo Xuárez
Maqueda, Alonso Fernández de Lugo se
dispone a efectuar la segunda invasión reglada a la Isla Tenerife.
En noviembre de 1494; La tropa reunida en
Winiwuada (Las Palmas de Gran Canaria) embarca en seis carabelas y en una
docena de barcazas y carabelas menores, dirigiéndose al desembarcadero de Añazu. El total de hombres ascendía a
unos 1.200, con una compañía de
caballería y dotados de artillería, es
decir una tropa ligeramente inferior en número a la que sufrió el año anterior
la derrota en el barranco de Acentejo,
aunque mejor preparada y adiestrada. Sobre el 10 de noviembre desembarcó de
nuevo en Tenerife, por Añazu.
Después
de fortificar el real de Santa Cruz con dos torreones, las tropas españolas se
dispusieron, en la madrugada del día 13 al 14, en orden de marcha al pie del
camino de La Cuesta
de Arguijón, que era un punto
estratégico por donde se realizaba -y realiza- la ascensión desde la costa al
Valle Sagrado de Aguere (La Laguna ).
Manteniendo
el real de Santa Cruz como base de operaciones, posibilitaba una retirada
ordenada en caso de derrota, ya que contaba con la flota fondeada en la bahía.
Al
amanecer el día 14, el ejército castellano había ascendido La Cuesta y dominaba la zona
de La Jardina (Gracia, en el menceyato de Anaga),
Benchomo reorganiza a sus Tabores con ánimo de cortar el paso a los españoles.
Apenas se puso en marcha con sus hombres, se presentó a la vista el ejército de
Lugo.
El
campo que cubría los katunten (guerreros) guanches abarcaba desde donde hoy
está edificada la ermita de San Cristóbal hasta la Cruz de Piedra. El centro
estaba mandado por Benchomo, el ala derecha por Acaymo Mencey, de Tacoronte
y el ala izquierda por el Príncipe Chimenchia-Tinguaro, hermano de Bencomo y
Achimencey de Acentejo. El ejército
castellano se extendía desde la actual ermita de Gracia, (en el Menceyato de
Anaga) punto elegido por Lugo dada su altura, dominando el llano, hasta las
posiciones ocupadas por las fuerzas de Benchomo. Así que la batalla debió
celebrarse en el llano que hoy ocupa el llamado Barrio del Timple, Barrio
Nuevo, o Viña Nava y la falda de la
Montaña de Sejeita
(San Roque). Como vemos la batalla de Aguere tuvo lugar en territorio
perteneciente al Menceyato de Anaga.
Respecto
al armamento con que los guerreros de Benchomo acudieron a la batalla, se
trataba del que tradicionalmente se usaba, con pequeñas diferenciaciones, en
todas las islas. Los guanches llevaban sus armas tradicionales, el tamarco
arrollado al brazo y el banot o banote, lanza de madera
endurecida al fuego, y no portaban corazas o escudos, aunque eran expertos y
temibles lanzadores de afiladas piedras,
Comenzada
la batalla con el asalto de las huestes guanches, la vanguardia española
constituida por arcabuceros y ballesteros desordenó sus filas, sembrando el
terror y la muerte entre los grupos de atacantes guanches. Después entraron en
acción los piqueros y caballeros, hiriendo y matando a los fugitivos. Este
enfrentamiento duró casi todo el día.
En el transcurso de la batalla murió el gran
caudillo Benchomo resultando gravemente herido Tinguaro a causa de cuyas
heridas murió días después en Taoro.
Después de muerto Benchomo su cadáver confundido
con Tinguaro fue trasladado al real de
los españoles para comprobar si era el famoso capitán que tanto estrago hizo en
las tropas mercenarias españolas. Allí la soldadesca se ensañó en su cuerpo
dándole puntapiés y otros le herían con los regatones de las picas, diciendo: “Este es el capitán que en Acentejo nos
causó tanto daño”. Tantos fueron los golpes, que el rostro y el cuerpo
quedaron muy desfigurados, no pudiendo afirmar los guanches prisioneros si era
el de Tinguaro o Benchomo. El adelantado, en la duda de si era uno u otro,
ordenó que le cortaran la cabeza y puesta en una pica la llevaran al campo
guanche. Marcharon los invasores precedidos por el converso Thenesor Semidan
(Fernando Guanarteme) a cumplir el encargo. Pasaron por La Laguna y después a los
Rodeos, hasta el cabo del Peñón, cuando desde lo alto de un monte divisaron el
campamento guanche.
Vio Bentor la desfigurada cabeza de su padre y
dando pruebas de una gran presencia de ánimo exclamó: Decid a vuestro capitán
que la presencia de estaca cabeza no me intimida “Ponedla donde está el cuerpo,
más mire cada cual por la suya”.
No cumpliendo los españoles el deseo de Bentor,
dejaron la cabeza de Benchomo en el sitio en que hicieron alto en Tacoronte y se volvieron al real
español. Entonces los amigos y deudos del gran benchomo la recogieron para
honrarla con fúnebres exequias; la triste comitiva, en la que figuraban los más
notables capitanes y esforzados guerreros, se dirigió al reino de Taoro.
En
la invasión de Canarias existieron dos métodos de guerra bien diferenciados, la
de la crueldad infinita y gratuita, basada en el robo y en el comercio de seres
humanos unidos a la sastifacción de matar por matar practicada por los
cristianos y, la más humana y bondadosa desarrollada por el pueblo guanche en
defensa de su matria y su libertad. (Eduardo P. García Rodríguez, 2002).
Tal
como recoge el citado Antonio Rumeu: “Desvanecidas las esperanzas de una paz
inmediata, por la actitud retadora y altiva
del rey Bentor, a Alonso de Lugo no le quedó otro recurso e levantar el campamento de Gracia, buscando
cobijo en la villa de Santa Cruz de Añazo.
Los heridos habían sido transportados con anterioridad, para recibir los cuidados más precisos. Ahora se
imponía ofrecer a los soldados unas mayores comodidades, libres de
zozobras y angustias.
Después hubo que proceder al envío a la metrópoli de
los guanches capturados
en la batalla de la laguna, para su posterior venta en los mercados esclavistas. Era la partida fundamental del
botín, que interesaba por lo cual al capitán-conquistador y a los socios
armadores.
Estos
cautivos se repartieron por los puertos de la Baja Andalucía y el
área del Mediterráneo, de lo que no ha quedado constancia de su venta más que
en el mercado de Valencia, por haber
desaparecido la documentación paralela en otras lonjas similares.
Pese
a lo esporádico del caso, interesa destacar las partidas más importantes. El 24 de noviembre de 1495, Juan Abelló,
mercader de Valencia, puso en venta
nueve cautivos de Tenerife. Tres días más tarde, el 27, Miguel Utrera, vecino de Sevilla, se desprendía de
un esclavo, «apresado en la toma de la isla», y Vicente Pérez,
comerciante valenciano, registraba seis guanches hembras de Tenerife. Entre el
5 y el 17 de diciembre, dos traficantes en esclavos, afincados en la capital
levantina, Luís García y Gabriel Tensa, subastaban catorce esclavas de
Tenerife. Hemos dejado para el final una partida que llama poderosamente la
atención. El 17 de diciembre, Juan Vino, mercader, procurador de Alfonso
Sanchis, lugarteniente del tesorero, hizo presentación de cincuenta y seis
cautivos canarios [guanches], estimados en precio de quince libras por cabeza.
No hay que ser perspicaz descubrir en estas capturas y ventas el eco de la
batalla de la laguna y las
razzias que la precedieron y acompañaron.
Estos
últimos episodios cierran una etapa e imponen en la marcha de la conquista un compás de espera. El período
intermedio que vamos a no alcanza, según nuestro cómputo, el mes y medio.
En cambio, los isleños, al datar
erróneamente la batalla de la laguna el 14 de noviembre de 1494
(en lugar de igual día del año siguiente), se ven obligados a movilizar al ejército conquistador por espacio de un año largo, ya que contestes
en señalar como fecha de reanudación de la ofensiva la decena postrera de
diciembre de 1495.
El
compás de espera, objeto ahora de nuestra atención, se singulariza por una serie de acaecimientos internos, como
la pestilencia y el hambre, y otros de
carácter bélico, a base de incursiones y entradas para desmoralizar a los indígenas y arrebatarles sus medios de
subsistencia. Empecemos por estudiar aquéllos, reservando las
operaciones militares secundarias para el
epígrafe inmediato.” (A. Rumeu de
Armas, 1975:257).
Después de la batalla de Aguere, dentro del menceyato se sucederán escaramuzas al intentar
los invasores castellanos surtirse de víveres y ganados y sobre todo la captura de guanches para esclavizar.
Operaciones de castigo contra los guanches de
Tegueste y Tacoronte
Entre
el 14 de noviembre —fecha tradicional de la batalla de La Lagu na— y el 20 de diciembre
—en que se va a reanudar la ofensiva contra los guanches insumisos— se intercala un breve período de tiempo en el que
se acometieron diversas operaciones militares de castigo, recogidas por los cronistas con mayor o menor detalle. Se trata de
incursiones o razzias para disminuir
la moral de los indígenas, al mismo tiempo que se pretendía obtener
cuantiosa ganancia capturando esclavos y ganado.
Con
carácter previo precisa destacar el arribo desde las islas menores, Lanzarote y Fuerteventura, de compañías auxiliares
formadas por nativos al mando del
capitán Diego de Cabrera. La noticia nos es facilitada por el. Criollo y cronista-poeta Antonio de Viana, y no hay
serias razones para dudar de su autenticidad. Lo único que exagera es el
número, “cerca de dos mil hombres de pelea”,
cuando en ningún caso sería superior al medio centenar.
Las operaciones militares acometidas por las huestes
españolas durante el
compás de espera aparecen reflejadas por la mesurada pluma de fray Alonso de
Espinosa en los términos siguientes: «Visto esto —se refiere a la de peste que estaba diezmando a los indígenas—, envían
destacamentos que corran el
campo... y marchar el real la vía de La Laguna , teniendo su real, comienzan desde allí a correr la
tierra; hicieron entradas en Tegueste y Tacoronte, trayendo siempre alguna presa, con la enfermedad y peste que en los naturales
había, no hallaban tanta resistencia;
y aunque los naturales no la hacían por las dichas, la hambre y necesidad que los nuestros padecieron la hacían y era ocasión que la conquista no se
prosiguiese...”.
Como ha podido verse, el escenario de la acción es reducido, los reinos próximos de Tegueste y Tacoronte, y el fruto bien exiguo:
“alguna Antonio
de Viana señala como camino para llegar “al fértil valle de Tegueste;... el repecho de la sierra de
las Peñuelas”; el cronista-poeta, precisado de llenar varias páginas de versos, se inventa una serie de episodios (emboscadas, combates, prisiones, etc.), producto
de su fértil imaginación. Lo grave de
la superchería radica en que para Núñez de la Peña , de
Viana es artículo de fe; y los sucesos, en prosa vil, se transforman-para él en acontecimientos históricos. Más sorprendente
resulta aún un hipercrítico como
Viera y Clavijo, con paladar tan fino, picase en anzuelo dando por válidas las patrañas vianescas.
Las entradas de los españoles por los reinos de Tegueste y Taganana tradujeron en la consiguiente captura de esclavos. Tan
sólo en un mercado el de Valencia, se puede hoy seguir el rastro
documental del tráfico de seres humanos. En los primeros días de enero de
1496 se procede a vender once esclavos guanches, apresados sin duda en las
razzias que venimos levemente reseñando. (A. Rumeu de Armas, 1975: 268-270).
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