sábado, 25 de octubre de 2014

REPUESTA A CONSULTAS DE UN CIUDADANO






SEXTA ENTREGA



Eduardo Pedro García Rodríguez



Incluso el pasado puede modificarse; los historiadores no paran de demostrarlo.
Jean Paul Sastre.


Según la Tamusni[1] y posteriormente algunos cronistas e historiadores recogen la existencia en la isla Erbania de un mítico ancestro gigante[2] llamado Mahan, quien dio nombre a una cueva de Mahan o Cardones; Mahey o Mahy.

 Según algunos autores significa el que es valiente, gigante. De esta palabra podría derivarse maho y mahorero o majorero.
En cuanto a la nada mítica existencia de la gran isla Mahan (Titoreygatra, Erbania e islotes) el Dr. Francisco García-Talavera Cazañas, paleontólogo, presidente del Organismo Autónomo de Museos y Centros del Cabildo Insular de Tenerife, en un extraordinario trabajo nos proporciona una visión científica de la existencia de dicha gran isla.
De dicho extenso trabajo reproducimos algunos aspectos, la cita es bastante extensa pero necesaria para una mejor comprensión del tema:
[…] De todos es sabido que al finalizar la última gran glaciación del Pleistoceno sobrevino un intenso cambio climático que afectó sobremanera al hemisferio Norte. Las tierras que habían estado cubiertas por casquetes glaciares se vieron libres de ellos paulatinamente y a medida que se iban fundiendo los hielos, el nivel del mar -que llegó a estar 120 m por debajo del actual- ascendía, quedando sumergidas las costas bajas.
Testigos de estas oscilaciones son las "playas levantadas", "playas sumergidas" y las plataformas insulares conocidas como "veriles", de gran extensión en las costas de Fuerteventura y del Norte de Lanzarote. Como es lógico, los seres vivos acusaron estos cambios y en muchos casos se vieron obligados a emigrar, si las barreras biogeográficas no se lo impedían, o a extinguirse. Por esa época el hombre pasó del Paleolítico al Neolítico, iniciando migraciones en busca de nuevos territorios por colonizar. También por esas fechas llegó al Norte de África, procedente de Oriente Próximo, el tipo humano conocido como mediterráneo robusto, poseedor de la cultura Capsiense. Fue también el momento del encuentro de estas poblaciones, que pueden llamarse protobereberes, con los mechtoides (cromañoides) autóctonos de la región, a los cuales fueron asimilando y desplazando hacia el Oeste y Sur.
Durante los últimos 10.000 años, el Norte de Africa, y en consecuencia Canarias, acusó varias oscilaciones climáticas en las que la franja desértica del Sahara se estrechaba en épocas de mayor pluviometría y humedad, permitiendo asentamientos humanos en torno a lagos y ríos, hoy totalmente secos (Petit-Maire, 1985). Hubo, por lo tanto, avance de poblaciones negroides hacia el Norte y blancas hacia el Sur y el Oeste, produciéndose enfrentamientos, desplazamientos y asimilaciones antropológicas y culturales.
Es en este contexto, según nuestra opinión, donde habría que analizar una hipotética llegada fortuita de los primeros pobladores a las islas orientales, debida a diversos motivos: presiones antrópicas y climáticas, el azar o la simple curiosidad, probablemente desprovistos de cualquier estrategia colonizadora.
 La gran isla "Mahan"
Dentro de una síntesis paleogeográfica de las islas orientales a lo largo del Holoceno (Cuaternario reciente), cabe resaltar importantes cambios en la configuración de las mismas. Como botón de muestra diremos que durante el máximo glacial würmiense, hace 18.000 años, Lanzarote, Fuerteventura y las isletas e islotes, junto a algunos bancos submarinos como el de Amanay (-25 m), conformaban una sola isla de más de 200 km de longitud y una superficie superior a los 5.000 km2, orientada paralelamente a la costa africana y siguiendo las directrices de la geotectónica de esta región atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla, que llamaremos "Mahan", del vecino continente no era superior a los 60 km. (en la actualidad son 95).
En unos 9.500 años B.P. han sido datados los nidos de Anthophora (un tipo de abejas) que aparecen por centenares bajo las dunas de La Pared (Fuerteventura) los cuales se corresponden, con toda probabilidad, con los encontrados en La Graciosa, Los Jables y otros puntos de Lanzarote y Fuerteventura. La presencia masiva de estos nidos petrificados, así como la de los millares de moluscos terrestres que los acompañan, es indicativa de una rica vegetación silvestre, que tendría su correspondencia en la costa del vecino Sahara. Precisamente en las formaciones dunares de La Pared encontramos hace años (1989) -sobre un extraordinario yacimiento paleontológico, con miles de huesos y algunos huevos de la pardela fósil Puffinus holei, así como restos de otras aves, moluscos terrestres y nidos de Anthophora- industria lítica de basalto, de factura tosca y bastante eolitizada.
En su momento, les enseñé a los especialistas numerosas muestras de lo que parecen ser puntas de flecha, buriles, cuchillos, raederas, etc. pero no le dieron mayor importancia, pues se salían de la "norma" y no concordaban con la opinión vigente acerca de la fecha del poblamiento de las islas. Desgraciadamente, y a pesar de nuestras reiteradas advertencias a las "autoridades competentes", el yacimiento ha sido prácticamente destruido por las palas mecánicas en aras del "desarrollo", y es ahora cuando se habla de la presencia de artefactos líticos en ese yacimiento (Meco, Fontugne y Onrubia, 1995).
Fue, en el último milenio antes de nuestra Era, cuando un nuevo período húmedo permitió durante siglos el poblamiento del Sahara Central, así como un nuevo avance de los pueblos del Afrecha blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas fechas poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con algunas de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses, griegos, etruscos, romanos, etc.) y que por lo tanto fueran transportados o incentivados determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las "maravillosas islas" (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les sucedió a las poblaciones bereberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia). Por lo dicho anteriormente, existen posibilidades de que los recién llegados se encontraran con la sorpresa de que las islas, al menos las orientales, ya estaban habitadas. En este caso, una hipótesis a considerar sería la división étnica, seguramente tras confrontaciones, en territorios separados como sucedió en Fuerteventura (La Pared). Más tarde sobrevino el que sería definitivo período de aridez, con la paulatina desertización de la región, salvo pequeñas oscilaciones como la ocurrida hacia la mitad del primer milenio, o la llamada "pequeña edad glaciar" (siglos XIII al XIX). […] (Francisco García-Talavera, 1997)
Estimado lector, para concluir estas modestas notas permítanos algunas reflexiones relacionadas con la lamentable ignorancia que la mayoría del pueblo canario tenemos sobre nuestra Historia tanto de la ancestral  como de  la colonial. Ignorancia que es impuesta por el sistema colonial dominante, sobre este particular el investigador mexicano Guillermo Marín ha escrito un excelente libro del cual no nos resistimos a extraer las siguientes notas teniendo en cuenta que el proceso colonizador de América tubo su laboratorio en la invasión y colonización del Archipiélago Canario y por consiguiente, las técnicas de dominio eran y son las mismas:
[…] Después de la invasión armada, los invasores les quitan a los vencidos 5 Elementos Culturales para condenarlos permanentemente a ser esclavos y que nuca jamás piensen en volver a ser libres, de tal manera que los puedan explotar con su trabajo y depredar impunemente sus recursos naturales. Primero les quitan el idioma y les imponen la lengua del vencedor. El objetivo es dejar “mudos” a los vencidos, que no puedan trasmitir su Cultura y que dejen de pensar como sus antepasados, logrando que al hablar la lengua del colonizador, los vencidos piensen como él. Perdiendo la lengua no sólo pierden el más fuerte lazo que los une entre sí, sino que, además, pierden su Cultura y su identidad.
El segundo despojo del conquistador al conquistado es la “memoria histórica”, los recuerdos. Para que el pueblo invadido y vencido no se acuerde que un día fue libre y dueño de su riqueza, su Cultura y su identidad, se requiere volverlo amnésico. El vencido olvidará por diversos medios su pasado y su “nuevo mundo” se iniciará con la presencia de su conquistador. Tomará como propia la historia del conquistador y desconocerá la suya-propia, sintiendo desprecio por su propia historia.
El tercer Elemento Cultural que le quitan al pueblo vencido son los conocimientos. En efecto, el objetivo es que él no se sienta capaz de transformar el medio ambiente en el que vive. Que es impotente y estúpido. Que depende de su colonizador. Que sólo el invasor puede crear, transformar y resolver. Que el vencido necesita que el "invasor" haga las cosas. Lo dejan en calidad de estúpido.
El cuarto despojo al vencido tiene que ver con los espacios, no sólo físicos, como son las mejores tierras, los minerales, los bosques, las selvas o las costas. El cuarto despojo tiene que ver también con espacios sociales, místicos, religiosos, recreativos y culturales. El objetivo es hacer sentir al vencido como un intruso en la tierra de sus antepasados.
El quinto despojo es la religión y con ella el misticismo. Al quitarle la religión, que forma parte intima y directa de sus tradiciones y costumbres, de la forma de ver y entender el mundo y la vida, el invasor logra, no sólo que el vencido pierda la raíz espiritual de su Cultura, sino que pierda el dominio del más allá. Es decir, lo único que le queda es el mundo material e inmediato de su vida de esclavo. Pues a su muerte, tendrá que ir al lugar "sagrado" de su conquistador donde él seguirá de esclavo.
Cuando el invasor-conquistador le logra quitar esos 5 Elementos Culturales al pueblo invadido, ha logrado “neutralizarlo” y condenarlo para siempre a un estado de explotación y esclavitud, porque el vencido le enseñará a sus hijos, no a expulsar al invasor, sino a que sus hijos aprendan a ser invasores-explotadores-colonizadores de su propio pueblo. El sistema colonial implica que los vencedores como los vencidos vean como algo natural la explotación, el saqueo y la injusticia, como algo normal y cotidiano. Que en vez de rechazarla, ellos mismos deseen fervientemente convertirse en uno más de los históricos explotadores de su pueblo. Adquiriendo el carácter de “colonizado-colonizador”.
Cuando un pueblo es colonizado mental y espiritualmente, podrá ser explotado, depredado y hasta masacrado, y a nadie le interesará detener esta barbarie. Sólo desearán, sumarse a ella para sacar ganancia. De modo que para descolonizar a un pueblo se requiere: recuperar la lengua, la historia, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual por la vida. La educación descolonizadora requiere enseñar a nuestros hijos a recuperar y revalorar estos Elementos Culturales.
Una de las tareas fundamentales es recuperar la memoria histórica y para enfrentar este colosal desafió necesitamos de mucha inteligencia, intuición y flexibilidad para armar “un rompecabezas” del cual, concientemente nunca hemos visto la imagen original. Esto es, necesitamos primeramente conocer “el pensamiento filosófico”, que pudo estructurar siete mil quinientos años de desarrollo humano. No podemos profundizar sobre los antiguos mexicanos, sino no conocemos la propuesta filosófica, la estructura intelectual y espiritual que llevará a transformar la naturaleza, para darle un “sentido humano”. Es decir, que no podemos entender a la cultura grecolatina sin conocer a sus pensadores y poetas, sin ellos, es sólo vislumbrar el follaje, pero sin poder llegar al tronco y mucho menos a la raíz. […] (Guillermo Marín)
Hay que distinguir al Pasado de la Historia; a aquél lo conformaron hechos reales, que ya no existen, aunque nos determinen, pues somos el producto de lo que fue; la Historia, por su parte, es un discurso, que como cualquier otro, obedece a condiciones de producción, al contexto en que fue emitido: las ideas, prejuicios, creencias, ideología, condicionamientos desde el poder, censuras, etc., que inciden sobre el autor del relato.

Así, no existen dos versiones de la Historia, la de los vencedores y los vencidos, como si se tratase de una ideología homogénea e inmutable en cada una de las dos percepciones de la realidad  la de los dominantes y la de los dominados.

Pueden existir tantos discursos históricos como historiadores, pues la Historia es una interpretación del Pasado, donde el autor selecciona datos, hechos y personajes, asigna significados, sentidos, relevancias y conexiones entre hechos, y, además, otorga cargas axiológicas al relato que construye. Sin duda, como cualquier conocimiento con relevancia social, existe mecanismo de poder, control y censura, que condicionan dicho saber; me refiero de forma particular a la Historia oficial, la que se enseña con fines nacionalistas, cívicos o legitimistas en las escuelas. Sin embargo, la opción no está entre conocer sobre el Pasado o ignorar dicho saber por distorsionado, sino entre ser un ciudadano pasivo que no sabe discernir y cuestionar, o ser un agente social activo, crítico e investigativo; desconocer el pasado llevaría a una ignorancia denigrante; así, Cicérón afirmó que un pueblo que no sabe sobre su Historia, permanece en una perpetua minoría de edad.

La historia se alimenta de hechos y la memoria de recuerdos. La memoria es selectiva, y la historia, también. Por lo tanto, el olvido es una circunstancia común en la narración de los hechos y en la construcción de la imagen del pasado. Pero cuando los hechos se imponen por las armas, los vencedores imponen también su historia y condenan al olvido la memoria de los vencidos. Por eso, para reconstruir la historia, es necesario contrastar el relato de los vencedores con la memoria de los vencidos.

En todo proceso colonial sobre todo cuando este es consecuencia de una invasión armada se niega la Cultura Madre de los vencidos y se impone la hegemónica de los vencedores.

La Cultura profunda y ancestral, de los que hoy nos llamamos Canarios, indudablemente sustenta sus raíces hace más de tres milenios, cuando nuestros Abuelos a lo largo de milenos desarrollaron una serie de conocimientos del mundo material y una elaborada y compleja red de intrincados significados espirituales, que le daban valor trascendente a la existencia humana.
La forma de ver y entender el mundo y la vida, en lo esencial, tiene su fundamento en la ancestral percepción del Guanche, en todos los canarios. Hasta en los mismos extranjeros y criollos de servicio, que por vivir en esta Cultura milenaria, inconsciente e imperceptiblemente se han transformado.
Esta percepción profunda e intangible de la Civilización del canario, se da en la forma de ver y entender el mundo y la vida. En la forma de conceptualizar a la familia, la amistad, el trabajo, la festividad, la naturaleza, la comida, la diversión, la autoridad, la comunidad, la hospitalidad y hasta la forma de luchar. Llegando hasta renglones tan profundos como lo divino y lo sagrado.
En nuestra memoria colectiva, la aventura de los conquistadores evoca imágenes de triunfo, de riqueza y de gloria, y aparece como una epopeya. La historiografía europea y especialmente la española asocia  la conquista de Canarias  a los conceptos de «Renacimiento» y de «tiempos modernos»; el dominio de las islas coincide con la imagen de una nueva era.
 Pero se trata de una nueva era para Castilla. Desde la perspectiva de los guanches dominados, la conquista significa un final: la ruina de su civilización. Para «descubrir» realmente Canarias, el historiador nacido en la sociedad de los vencedores debe despojarse de sus hábitos mentales y, en cierto modo, salirse de sí mismo.
Hace tiempo que vengo sosteniendo que técnicamente Canarias continúa en guerra con Castilla, situación que está aletargada por una especie de tregua no declarada, y sostenida mediante el mecanismo de la desmemoria histórica, concepto desarrollado por el filósofo colombiano Ignacio Abello. El autor estudia el uso que hace Foucault del concepto de la guerra, contrastándolo con aquellos de otros autores (Clausewitz, Sun Tzu). A partir de los planteamientos de Foucault sobre el poder, el derecho y la violencia, se puede establecer una noción de guerra que difiere de las tesis clásicas (al punto incluso de invertirlas), y que puede ser considerada una desconstrucción del concepto mismo:
[…] "La política es la guerra continuada por otros medios" y "El derecho es una cierta manera de continuar la guerra"¸ son dos afirmaciones que Foucault desarrolló a propósito de la política y el derecho, apoyándose e invirtiendo la famosa frase de Clausewitz: "La guerra es la política continuada por otros medios".
Como es costumbre en Foucault, su manera de confrontar los conceptos no es a partir de la aceptación de la definición teórica de los mismos, sino a partir de ver cómo es que ellos operan, qué efectos producen, qué relaciones establecen y, al mismo tiempo, qué cambios se van produciendo en ellos mismos en la medida en que son el resultado de acciones y reacciones. La guerra, la política y el derecho son tres nociones que se encuentran inscritas dentro de las relaciones de poder, y es dentro de ellas que adquieren un estatuto que les permite actuar.
Tres son las implicaciones que para Foucault tiene la inversión de la tesis de Clausewitz:

En primer lugar, que las relaciones de poder no son abstractas, sino, por el contrario, son el resultado de relaciones de fuerza concretas que han surgido en un momento histórico determinado. En ese sentido, el poder político surgido de la guerra tiene la función de mantener la relación de fuerza que se daba durante la última batalla, es decir, que la acción de la política es la de sostener las relaciones de poder y dominación que se daban en la guerra y que conducen a la posibilidad de que la política sustituya la guerra, con la condición de perpetuar, por lo menos hasta cuando sea posible, las mismas ventajas que se adquirieron durante el conflicto.
Desde esta perspectiva, la política deja de tener ese significado bastante abstracto y, por sobre todo, alejado de los contextos en los cuales se desarrolla, de ser el arte del gobierno del Estado, con lo cual quiere aparecer como neutral y que actúa para beneficio de todos los que integran la Nación, para adquirir, desde la mirada de Foucault, una función y una acción bien distintas, porque de lo que se trata es de que la política mantenga, a través de su acción, las relaciones de dominación previamente establecidas en el campo de batalla o en ciertas condiciones y circunstancias que se pueden emparentar con la guerra.
La guerra, dice Foucault, se ha desplazado a las fronteras, indicándonos que las relaciones de fuerza a las que hace referencia, son de carácter interno y, que es en el interior del Estado, pero también entre grupos e individuos donde se pueden presentar batallas.

El mejor ejemplo en el que podemos ver cómo la política continúa las ventajas obtenidas en la guerra, lo encontramos en el sistema democrático, donde cada una de sus instituciones reproduce las tácticas y las estrategias para seguir con las formas de dominación.

Desde esta perspectiva es importante incluir el derecho dentro de estas estrategias, porque es necesaria ara el desarrollo y mantenimiento de las nuevas políticas la existencia de un sistema de normas con carácter impositivo que permita, en una legalidad triunfante, sostener las diferencias, las desigualdades, y las exclusiones dentro de un orden de legitimidad.
El derecho que es autárquico y se genera a sí mismo, se convierte en el instrumento necesario de la política debido a que allí donde la política no puede por sí sola sostener y reproducir las relaciones de dominación que se han pactado, de manera explícita o tácita, el derecho interviene para restablecer el orden, sancionando y castigando cualquier acción o conducta que haya buscado modificar las relaciones establecidas, las cuales, además, son vistas como normales y normalizadoras por corresponder a un orden de estabilidad social y de deber ser surgidos en el momento del cese de hostilidades.

En segundo lugar, afirma Foucault, que "La inversión de la frase de Clausewitz quiere decir también que, dentro de la paz civil o sea, en un sistema político, las luchas políticas, los enfrentamientos relativos al poder, con el poder, para el poder, las modificaciones de las relaciones de fuerza (con las relativas consolidaciones y fortalecimientos de las partes) deberían ser interpretados sólo con la continuación de la guerra". Es claro que si bien la nueva política, la de los vencedores, es la de sostener las ventajas obtenidas, también es cierto que la guerra continúa. Continúa en las luchas políticas y, por consiguiente, en nuevas batallas y nuevas posibilidades de modificar las relaciones de dominación, esta vez en el terreno de la política propiamente dicha. En este caso nos vamos a encontrar con un fenómeno muy interesante, y es que los procesos de dominación logrados en el campo de batalla se tornan más complejos y complicados cuando tienen que ser manejados por la política.
En el fondo, las batallas son las formas de violencia más primarias que se han dado, por más que haya sido la tecnología la que en última instancia determine quién es el vencedor. Pero sostener un ejército en guerra permanente es demasiado costoso, salvo que su único costo sea su mantenimiento y este se encuentre asegurado. En otras circunstancias, un Estado como cualquiera de los actuales, no puede sostener una economía dedicada a la guerra en su totalidad.
La política se ha tornado, entonces, en el instrumento natural con el cual se dan los enfrentamientos para cambiar las relaciones de poder, para modificar la relación de dominado a dominante y para sostener la de dominante a dominado, sin que lo anterior quiera decir que sin alterar la relación no se presenten cambios en su interior. Es por eso que es mucho más compleja y mucho más sutil, porque inclusive las formas de violencia se modifican, en la medida en que por ejemplo tiende a desaparecer la dominación física o el temor de morir en combate y en su reemplazo aparece un discurso que legitima las relaciones existentes como relaciones de normalización y, que además exige, en nombre de un tipo de racionalidad que se pretende verdadera, la aceptación de unos valores, pero también de principios, conductas, actitudes, exclusiones, creencias, sin las cuales las personas o grupos que no las acepten quedan legítimamente marginados de los procesos sociales y, en consecuencia, de las luchas por el poder y de los cambios en las relaciones de dominación. De esta manera, aquellos que sean declarados por fuera de los procesos de normalización desaparecen del escenario de la lucha por el poder.
En tercer lugar, la inversión de la tesis de Clausewitz "querrá decir que la decisión definitiva sólo puede venir de la guerra, es decir de una prueba de fuerzas en la cual, finalmente, sólo las armas deberán ser los jueces La última batalla sería el fin da la política, es decir, sólo la última batalla suspendería el ejercicio del poder como guerra continua". Definitivamente esta tercera consecuencia nos muestra la manera como la política es otra forma de hacer la guerra. Sin embargo, la guerra permanece allí, al acecho, persiguiendo la política, pues aunque sea una forma exitosa de continuarla, para la guerra lo mejor es un triunfo definitivo. Que se dé una última batalla y desaparezca la política, es decir, que no existan formas de resistencia y todos los vencidos queden sometidos sin ninguna posibilidad de reaccionar. Sería el fin de la política y con ella el fin de la libertad, como veremos más adelante.

La política busca continuar las relaciones de dominación ganadas en la guerra, pero para poderlo hacer requiere la relación, es decir, la lucha en la cual esas relaciones pueden cambiar; mientras que la guerra busca, como diría Sun Tsu¸ incendiar; o arrasar, como se diría en lenguaje contemporáneo; no dejar nada que le pueda servir al vencido o que moleste al vencedor. Desde este punto de vista, la política sí es la continuación de la guerra, pero lo es de otra manera, y desde ese punto de vista es la derrota de una forma de hacer la guerra, o mejor, es la derrota pura y simple de la guerra, porque la otra manera se llama política. Poner condiciones que el enemigo no puede cumplir es querer ponerle fin a las posibilidades de la política y pretender someter sin ninguna concesión.

Pensar las relaciones de poder en estos términos es una manera de confrontar la vieja tesis de la filosofía del siglo XVIII según la cual el poder se articula "...como derecho originario que se cede y constituye la soberanía, y en torno al contrato como matriz del poder político. El poder así constituido corre el riesgo de hacerse opresión cuando se sobrepasa a sí mismo, es decir, cuando va más allá de los términos del contrato". La otra alternativa, la que hemos visto hasta ahora, ya no sería la del contratoopresión, sino la de guerra-represión, en la que "... la represión ya no es lo que era la opresión respecto del contrato, es decir, un abuso, sino el simple efecto y la simple continuación de una relación de dominación".

Caro lector, disculpa esta amplia digresión cuya intención es ofrecer una somera visión de  la realidad sociopolítica y cultural impuesta por el sistema colonial. Realidad que naturalmente no se imparte en los colegios ni mediante los planes educativos  de las universidades de España en Canarias, lo cual nos induce a un desconocimiento de la  lacerante situación colonial de nuestra Matria Canaria.

Junio de 2010.


Fuentes consultadas:

Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

Efemérides de La Nación Canaria: Una Historia Resumida de Canarias
En: elguanche.net

Instituto Canario de Estadísticas (ISTAC)
www2.gobiernodecanarias.org/istac/estadisticas.html

Miguel A. Martín González
ABORA
Ediciones J.A.C.E., S.L.
Santa Cruz de La Palma. 2006.

Francisco P. De Luka
En torno a la reina Ioufâ inna (Faina)
De la Asociación Cultural Tamusni

Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghaesn
En torno al gentilicio awuara, awuarita o benahorita
En: La Voz de la Palma, Números  257 y 258, del 14 de julio al 9 de agosto, pag. 15, y 11 de agosto al 7 de septiembre de 2006, p. 22. Respectivamente.

Manuel Suárez Rosales
 Tahawwara (=La  Palma)  Ahawwar (pl. Ihawwaren) –Tahawwart (pl. Tihawwarin), Comunicación personal, mayo de 2010.

Dr. Ignacio Reyes García
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Foro de Investigaciones Sociales
Islas Canarias, 2007.

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Revista de Historia, Varios números.
La Laguna 1925

Rafael Muñoz Jiménez
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Descripción de las Islas Canarias
Traducción, Introducción y notas por Alejandro Ciuranescu
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Introducción y traducción de Alejandro Ciuranescu
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Fr, J. de Abreu Galindo
Historia de la Conquista de las Siete Islas de Canarias
Goya Ediciones. Santa Cruz de Tenerife, 1977.

Joseph de Viera y Clavijo
Noticias de la Historia de Canarias
Edición del Dr. Alejandro Ciuranescu
Cupsa Editorial. Madrid 1978.

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Ensayos de lingüística Canaria
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En: Revista de Historia XV, 1949.
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Sobre el nombre de Canarias y sus interpretaciones
¨El Dia, de fecha 21 de septiembre del año 2002, en el Suplemento cultural, ¨La Prensa”.

Un experto sitúa en el mapa a los canarii, victimas de los romanos
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En: www.canarias7.es/impresa/articulo.cfm?Id...
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La lengua de los antiguos canarios
Introducción al estudio de la lengua y de la historia canaria.
Revista de Historia Canaria
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La Laguna-Tenerife

Martín Almagro Basch y Martín Almagro Gorbea
Estudios de arte rupestre nubio
Yacimientos situados en la orilla oriental
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Ministerio de Asuntos Exteriores-Ministerio de Educación Nacional
Madrid 1968.

Geografía y toponimia de Lanzarote y de los islotes de su demarcación
En: www.gi.ulpgc.es/ifc/fichas_html/Art/pdf/CON_lanzarote.pdf -

Francisco García-Talavera Casañas
Las Canarias orientales y la vecina costa africana en el holoceno

La milenaria Civilización del Anahuác
Guillermo Marín
Editorial www. Toltecayotl.org

Abelló, Ignacio.
El concepto de la guerra en Foucault. En publicacion: Revista de Estudios Sociales, no. 14. CESO, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de los Andes, Bogota, Colombia: Colombia. Febrero. 2003 0123-885X.


[1] Tamusni, es la Historia  trasmitida oralmente en el pueblo guanche de generación en generación, especialmente de abuelos a nietos.
[2] La existencia de estos míticos gigantes está documentada en otras islas, por ejemplo, en la isla Chinech se recoge a Emotio.

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