SEXTA ENTREGA
Eduardo Pedro García Rodríguez
Jean Paul Sastre.
Según
la Tamusni[1] y
posteriormente algunos cronistas e historiadores recogen la existencia en la
isla Erbania de un mítico ancestro gigante[2]
llamado Mahan, quien dio nombre a una cueva de Mahan o Cardones; Mahey o Mahy.
Según algunos autores significa el que es
valiente, gigante. De esta palabra podría derivarse maho y mahorero o majorero.
En cuanto
a la nada mítica existencia de la gran isla Mahan (Titoreygatra, Erbania e
islotes) el Dr. Francisco García-Talavera Cazañas, paleontólogo, presidente del Organismo
Autónomo de Museos y Centros del Cabildo Insular de Tenerife, en un
extraordinario trabajo nos proporciona una visión científica de la existencia
de dicha gran isla.
De dicho extenso trabajo reproducimos algunos
aspectos, la cita es bastante extensa pero necesaria para una mejor comprensión
del tema:
[…] De todos es sabido que al finalizar la última
gran glaciación del Pleistoceno sobrevino un intenso cambio climático que
afectó sobremanera al hemisferio Norte. Las tierras que habían estado cubiertas
por casquetes glaciares se vieron libres de ellos paulatinamente y a medida que
se iban fundiendo los hielos, el nivel del mar -que llegó a estar 120 m por debajo del actual-
ascendía, quedando sumergidas las costas bajas.
Testigos de estas oscilaciones son las
"playas levantadas", "playas sumergidas" y las plataformas
insulares conocidas como "veriles", de gran extensión en las costas
de Fuerteventura y del Norte de Lanzarote. Como es lógico, los seres vivos acusaron
estos cambios y en muchos casos se vieron obligados a emigrar, si las barreras
biogeográficas no se lo impedían, o a extinguirse. Por esa época el hombre pasó
del Paleolítico al Neolítico, iniciando migraciones en busca de nuevos
territorios por colonizar. También por esas fechas llegó al Norte de África,
procedente de Oriente Próximo, el tipo humano conocido como mediterráneo robusto, poseedor de la cultura
Capsiense. Fue también el momento del encuentro de estas poblaciones, que
pueden llamarse protobereberes, con los mechtoides (cromañoides) autóctonos de
la región, a los cuales fueron asimilando y desplazando hacia el Oeste y Sur.
Durante los últimos 10.000 años, el Norte de
Africa, y en consecuencia Canarias, acusó varias oscilaciones climáticas en las
que la franja desértica del Sahara se estrechaba en épocas de mayor
pluviometría y humedad, permitiendo asentamientos humanos en torno a lagos y
ríos, hoy totalmente secos (Petit-Maire, 1985). Hubo, por lo tanto, avance de
poblaciones negroides hacia el Norte y blancas hacia el Sur y el Oeste,
produciéndose enfrentamientos, desplazamientos y asimilaciones antropológicas y
culturales.
Es en este contexto, según nuestra opinión, donde
habría que analizar una hipotética llegada fortuita de los primeros pobladores
a las islas orientales, debida a diversos motivos: presiones antrópicas y
climáticas, el azar o la simple curiosidad, probablemente desprovistos de
cualquier estrategia colonizadora.
La gran isla "Mahan"
Dentro de una síntesis paleogeográfica de las
islas orientales a lo largo del Holoceno (Cuaternario reciente), cabe resaltar
importantes cambios en la configuración de las mismas. Como botón de muestra
diremos que durante el máximo glacial würmiense, hace 18.000 años, Lanzarote,
Fuerteventura y las isletas e islotes, junto a algunos bancos submarinos como
el de Amanay (-25 m ),
conformaban una sola isla de más de 200 km de longitud y una superficie superior a
los 5.000 km2, orientada paralelamente a la costa africana y
siguiendo las directrices de la geotectónica de esta región atlántica. A su
vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla, que llamaremos
"Mahan", del vecino continente no era superior a los 60 km . (en la actualidad son
95).
En unos 9.500 años B.P. han sido datados los nidos
de Anthophora (un tipo de abejas) que aparecen por centenares bajo las
dunas de La Pared
(Fuerteventura) los cuales se corresponden, con toda probabilidad, con los
encontrados en La Graciosa ,
Los Jables y otros puntos de Lanzarote y Fuerteventura. La presencia masiva de
estos nidos petrificados, así como la de los millares de moluscos terrestres
que los acompañan, es indicativa de una rica vegetación silvestre, que tendría
su correspondencia en la costa del vecino Sahara. Precisamente en las formaciones
dunares de La Pared
encontramos hace años (1989) -sobre un extraordinario yacimiento
paleontológico, con miles de huesos y algunos huevos de la pardela fósil Puffinus
holei, así como restos de otras aves, moluscos terrestres y nidos de Anthophora-
industria lítica de basalto, de factura tosca y bastante eolitizada.
En su momento, les enseñé a los especialistas
numerosas muestras de lo que parecen ser puntas de flecha, buriles, cuchillos,
raederas, etc. pero no le dieron mayor importancia, pues se salían de la
"norma" y no concordaban con la opinión vigente acerca de la fecha
del poblamiento de las islas. Desgraciadamente, y a pesar de nuestras
reiteradas advertencias a las "autoridades competentes", el
yacimiento ha sido prácticamente destruido por las palas mecánicas en aras del
"desarrollo", y es ahora cuando se habla de la presencia de
artefactos líticos en ese yacimiento (Meco, Fontugne y Onrubia, 1995).
Fue, en el último milenio antes de nuestra Era,
cuando un nuevo período húmedo permitió durante siglos el poblamiento del
Sahara Central, así como un nuevo avance de los pueblos del Afrecha blanca
hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas fechas poblaciones del
litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con algunas de las grandes
culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses, griegos, etruscos,
romanos, etc.) y que por lo tanto fueran transportados o incentivados
determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las
"maravillosas islas" (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les
sucedió a las poblaciones bereberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia,
Túnez, Libia). Por lo dicho anteriormente, existen posibilidades de que los
recién llegados se encontraran con la sorpresa de que las islas, al menos las
orientales, ya estaban habitadas. En este caso, una hipótesis a considerar
sería la división étnica, seguramente tras confrontaciones, en territorios
separados como sucedió en Fuerteventura (La Pared ). Más tarde sobrevino el que sería
definitivo período de aridez, con la paulatina desertización de la región,
salvo pequeñas oscilaciones como la ocurrida hacia la mitad del primer milenio,
o la llamada "pequeña edad glaciar" (siglos XIII al XIX). […]
(Francisco García-Talavera, 1997)
Estimado lector, para
concluir estas modestas notas permítanos algunas reflexiones relacionadas con
la lamentable ignorancia que la mayoría del pueblo canario tenemos sobre
nuestra Historia tanto de la ancestral
como de la colonial. Ignorancia
que es impuesta por el sistema colonial dominante, sobre este particular el
investigador mexicano Guillermo Marín ha escrito un excelente libro del cual no
nos resistimos a extraer las siguientes notas teniendo en cuenta que el proceso
colonizador de América tubo su laboratorio en la invasión y colonización del
Archipiélago Canario y por consiguiente, las técnicas de dominio eran y son las
mismas:
[…] Después de la invasión armada, los invasores
les quitan a los vencidos 5 Elementos Culturales para condenarlos
permanentemente a ser esclavos y que nuca jamás piensen en volver a ser libres,
de tal manera que los puedan explotar con su trabajo y depredar impunemente sus
recursos naturales. Primero les quitan el idioma y les imponen la lengua del
vencedor. El objetivo es dejar “mudos” a los vencidos, que no puedan trasmitir
su Cultura y que dejen de pensar como sus antepasados, logrando que al hablar
la lengua del colonizador, los vencidos piensen como él. Perdiendo la lengua no
sólo pierden el más fuerte lazo que los une entre sí, sino que, además, pierden
su Cultura y su identidad.
El segundo despojo del conquistador al
conquistado es la “memoria histórica”, los recuerdos. Para que el pueblo
invadido y vencido no se acuerde que un día fue libre y dueño de su riqueza, su
Cultura y su identidad, se requiere volverlo amnésico. El vencido olvidará por
diversos medios su pasado y su “nuevo mundo” se iniciará con la presencia de su
conquistador. Tomará como propia la historia del conquistador y desconocerá la
suya-propia, sintiendo desprecio por su propia historia.
El tercer Elemento Cultural que le quitan al
pueblo vencido son los conocimientos. En efecto, el objetivo es que él no se
sienta capaz de transformar el medio ambiente en el que vive. Que es impotente
y estúpido. Que depende de su colonizador. Que sólo el invasor puede crear,
transformar y resolver. Que el vencido necesita que el "invasor" haga
las cosas. Lo dejan en calidad de estúpido.
El cuarto despojo al vencido tiene que ver con
los espacios, no sólo físicos, como son las mejores tierras, los minerales, los
bosques, las selvas o las costas. El cuarto despojo tiene que ver también con
espacios sociales, místicos, religiosos, recreativos y culturales. El objetivo
es hacer sentir al vencido como un intruso en la tierra de sus antepasados.
El quinto despojo es la religión y con ella el
misticismo. Al quitarle la religión, que forma parte intima y directa de sus
tradiciones y costumbres, de la forma de ver y entender el mundo y la vida, el
invasor logra, no sólo que el vencido pierda la raíz espiritual de su Cultura,
sino que pierda el dominio del más allá. Es decir, lo único que le queda es el
mundo material e inmediato de su vida de esclavo. Pues a su muerte, tendrá que
ir al lugar "sagrado" de su conquistador donde él seguirá de esclavo.
Cuando el invasor-conquistador le logra quitar
esos 5 Elementos Culturales al pueblo invadido, ha logrado “neutralizarlo” y
condenarlo para siempre a un estado de explotación y esclavitud, porque el
vencido le enseñará a sus hijos, no a expulsar al invasor, sino a que sus hijos
aprendan a ser invasores-explotadores-colonizadores de su propio pueblo. El
sistema colonial implica que los vencedores como los vencidos vean como algo
natural la explotación, el saqueo y la injusticia, como algo normal y
cotidiano. Que en vez de rechazarla, ellos mismos deseen fervientemente
convertirse en uno más de los históricos explotadores de su pueblo. Adquiriendo
el carácter de “colonizado-colonizador”.
Cuando un pueblo es colonizado mental y
espiritualmente, podrá ser explotado, depredado y hasta masacrado, y a nadie le
interesará detener esta barbarie. Sólo desearán, sumarse a ella para sacar
ganancia. De modo que para descolonizar a un pueblo se requiere: recuperar la
lengua, la historia, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual
por la vida. La educación descolonizadora requiere enseñar a nuestros hijos a
recuperar y revalorar estos Elementos Culturales.
Una de las tareas fundamentales es recuperar la
memoria histórica y para enfrentar este colosal desafió necesitamos de mucha
inteligencia, intuición y flexibilidad para armar “un rompecabezas” del cual,
concientemente nunca hemos visto la imagen original. Esto es, necesitamos
primeramente conocer “el pensamiento filosófico”, que pudo estructurar siete
mil quinientos años de desarrollo humano. No podemos profundizar sobre los
antiguos mexicanos, sino no conocemos la propuesta filosófica, la estructura
intelectual y espiritual que llevará a transformar la naturaleza, para darle un
“sentido humano”. Es decir, que no podemos entender a la cultura grecolatina
sin conocer a sus pensadores y poetas, sin ellos, es sólo vislumbrar el
follaje, pero sin poder llegar al tronco y mucho menos a la raíz. […]
(Guillermo Marín)
Hay
que distinguir al Pasado de la
Historia ; a aquél lo conformaron hechos reales, que ya no
existen, aunque nos determinen, pues somos el producto de lo que fue; la Historia , por su parte,
es un discurso, que como cualquier otro, obedece a condiciones de producción,
al contexto en que fue emitido: las ideas, prejuicios, creencias, ideología,
condicionamientos desde el poder, censuras, etc., que inciden sobre el autor
del relato.
Así,
no existen dos versiones de la
Historia , la de los vencedores y los vencidos, como si se
tratase de una ideología homogénea e inmutable en cada una de las dos
percepciones de la realidad la de los
dominantes y la de los dominados.
Pueden
existir tantos discursos históricos como historiadores, pues la Historia es una
interpretación del Pasado, donde el autor selecciona datos, hechos y personajes,
asigna significados, sentidos, relevancias y conexiones entre hechos, y,
además, otorga cargas axiológicas al relato que construye. Sin duda, como
cualquier conocimiento con relevancia social, existe mecanismo de poder,
control y censura, que condicionan dicho saber; me refiero de forma particular
a la Historia
oficial, la que se enseña con fines nacionalistas, cívicos o legitimistas en
las escuelas. Sin embargo, la opción no está entre conocer sobre el Pasado o
ignorar dicho saber por distorsionado, sino entre ser un ciudadano pasivo que
no sabe discernir y cuestionar, o ser un agente social activo, crítico e
investigativo; desconocer el pasado llevaría a una ignorancia denigrante; así,
Cicérón afirmó que un pueblo que no sabe sobre su Historia, permanece en una
perpetua minoría de edad.
La
historia se alimenta de hechos y la memoria de recuerdos. La memoria es
selectiva, y la historia, también. Por lo tanto, el olvido es una circunstancia
común en la narración de los hechos y en la construcción de la imagen del
pasado. Pero cuando los hechos se imponen por las armas, los vencedores imponen
también su historia y condenan al olvido la memoria de los vencidos. Por eso,
para reconstruir la historia, es necesario contrastar el relato de los
vencedores con la memoria de los vencidos.
En
todo proceso colonial sobre todo cuando este es consecuencia de una invasión
armada se niega la
Cultura Madre de los vencidos y se impone la hegemónica de
los vencedores.
La forma de ver y entender
el mundo y la vida, en lo esencial, tiene su fundamento en la ancestral
percepción del Guanche, en todos los canarios. Hasta en los mismos extranjeros
y criollos de servicio, que por vivir en esta Cultura milenaria, inconsciente e
imperceptiblemente se han transformado.
Esta percepción profunda e
intangible de la
Civilización del canario, se da en la forma de ver y entender
el mundo y la vida. En la forma de conceptualizar a la familia, la amistad, el
trabajo, la festividad, la naturaleza, la comida, la diversión, la autoridad,
la comunidad, la hospitalidad y hasta la forma de luchar. Llegando hasta
renglones tan profundos como lo divino y lo sagrado.
En
nuestra memoria colectiva, la aventura de los conquistadores evoca imágenes de
triunfo, de riqueza y de gloria, y aparece como una epopeya. La historiografía
europea y especialmente la española asocia
la conquista de Canarias a los
conceptos de «Renacimiento» y de «tiempos modernos»; el dominio de las islas
coincide con la imagen de una nueva era.
Pero se trata de una nueva era para Castilla.
Desde la perspectiva de los guanches dominados, la conquista significa un
final: la ruina de su civilización. Para «descubrir» realmente Canarias, el
historiador nacido en la sociedad de los vencedores debe despojarse de sus
hábitos mentales y, en cierto modo, salirse de sí mismo.
Hace tiempo que vengo
sosteniendo que técnicamente Canarias continúa en guerra con Castilla, situación
que está aletargada por una especie de tregua no declarada, y sostenida
mediante el mecanismo de la desmemoria histórica, concepto desarrollado por el
filósofo colombiano Ignacio Abello. El
autor estudia el uso que hace Foucault del concepto de la guerra,
contrastándolo con aquellos de otros autores (Clausewitz, Sun Tzu). A partir de
los planteamientos de Foucault sobre el poder, el derecho y la violencia, se
puede establecer una noción de guerra que difiere de las tesis clásicas (al
punto incluso de invertirlas), y que puede ser considerada una desconstrucción
del concepto mismo:
[…] "La política es la guerra continuada por
otros medios" y "El derecho es una cierta manera de continuar la
guerra"¸ son dos afirmaciones que Foucault desarrolló a propósito de la
política y el derecho, apoyándose e invirtiendo la famosa frase de Clausewitz:
"La guerra es la política continuada por otros medios".
Como es costumbre en Foucault, su manera de confrontar
los conceptos no es a partir de la aceptación de la definición teórica de los
mismos, sino a partir de ver cómo es que ellos operan, qué efectos producen,
qué relaciones establecen y, al mismo tiempo, qué cambios se van produciendo en
ellos mismos en la medida en que son el resultado de acciones y reacciones. La
guerra, la política y el derecho son tres nociones que se encuentran inscritas
dentro de las relaciones de poder, y es dentro de ellas que adquieren un
estatuto que les permite actuar.
Tres son las implicaciones que para Foucault tiene la
inversión de la tesis de Clausewitz:
En primer lugar, que las relaciones de poder no son abstractas, sino, por el contrario, son el resultado de relaciones de fuerza concretas que han surgido en un momento histórico determinado. En ese sentido, el poder político surgido de la guerra tiene la función de mantener la relación de fuerza que se daba durante la última batalla, es decir, que la acción de la política es la de sostener las relaciones de poder y dominación que se daban en la guerra y que conducen a la posibilidad de que la política sustituya la guerra, con la condición de perpetuar, por lo menos hasta cuando sea posible, las mismas ventajas que se adquirieron durante el conflicto.
En primer lugar, que las relaciones de poder no son abstractas, sino, por el contrario, son el resultado de relaciones de fuerza concretas que han surgido en un momento histórico determinado. En ese sentido, el poder político surgido de la guerra tiene la función de mantener la relación de fuerza que se daba durante la última batalla, es decir, que la acción de la política es la de sostener las relaciones de poder y dominación que se daban en la guerra y que conducen a la posibilidad de que la política sustituya la guerra, con la condición de perpetuar, por lo menos hasta cuando sea posible, las mismas ventajas que se adquirieron durante el conflicto.
Desde esta perspectiva, la política deja de tener ese
significado bastante abstracto y, por sobre todo, alejado de los contextos en
los cuales se desarrolla, de ser el arte del gobierno del Estado, con lo cual
quiere aparecer como neutral y que actúa para beneficio de todos los que integran
la Nación ,
para adquirir, desde la mirada de Foucault, una función y una acción bien
distintas, porque de lo que se trata es de que la política mantenga, a través
de su acción, las relaciones de dominación previamente establecidas en el campo
de batalla o en ciertas condiciones y circunstancias que se pueden emparentar
con la guerra.
La guerra, dice Foucault, se ha desplazado a las
fronteras, indicándonos que las relaciones de fuerza a las que hace referencia,
son de carácter interno y, que es en el interior del Estado, pero también entre
grupos e individuos donde se pueden presentar batallas.
El mejor ejemplo en el que podemos ver cómo la política continúa las ventajas obtenidas en la guerra, lo encontramos en el sistema democrático, donde cada una de sus instituciones reproduce las tácticas y las estrategias para seguir con las formas de dominación.
Desde esta perspectiva es importante incluir el derecho dentro de estas estrategias, porque es necesaria ara el desarrollo y mantenimiento de las nuevas políticas la existencia de un sistema de normas con carácter impositivo que permita, en una legalidad triunfante, sostener las diferencias, las desigualdades, y las exclusiones dentro de un orden de legitimidad.
El mejor ejemplo en el que podemos ver cómo la política continúa las ventajas obtenidas en la guerra, lo encontramos en el sistema democrático, donde cada una de sus instituciones reproduce las tácticas y las estrategias para seguir con las formas de dominación.
Desde esta perspectiva es importante incluir el derecho dentro de estas estrategias, porque es necesaria ara el desarrollo y mantenimiento de las nuevas políticas la existencia de un sistema de normas con carácter impositivo que permita, en una legalidad triunfante, sostener las diferencias, las desigualdades, y las exclusiones dentro de un orden de legitimidad.
El derecho que es autárquico y se genera a sí mismo,
se convierte en el instrumento necesario de la política debido a que allí donde
la política no puede por sí sola sostener y reproducir las relaciones de
dominación que se han pactado, de manera explícita o tácita, el derecho
interviene para restablecer el orden, sancionando y castigando cualquier acción
o conducta que haya buscado modificar las relaciones establecidas, las cuales,
además, son vistas como normales y normalizadoras por corresponder a un orden
de estabilidad social y de deber ser surgidos en el momento del cese de
hostilidades.
En segundo lugar, afirma Foucault, que "La inversión de la frase de Clausewitz quiere decir también que, dentro de la paz civil o sea, en un sistema político, las luchas políticas, los enfrentamientos relativos al poder, con el poder, para el poder, las modificaciones de las relaciones de fuerza (con las relativas consolidaciones y fortalecimientos de las partes) deberían ser interpretados sólo con la continuación de la guerra". Es claro que si bien la nueva política, la de los vencedores, es la de sostener las ventajas obtenidas, también es cierto que la guerra continúa. Continúa en las luchas políticas y, por consiguiente, en nuevas batallas y nuevas posibilidades de modificar las relaciones de dominación, esta vez en el terreno de la política propiamente dicha. En este caso nos vamos a encontrar con un fenómeno muy interesante, y es que los procesos de dominación logrados en el campo de batalla se tornan más complejos y complicados cuando tienen que ser manejados por la política.
En segundo lugar, afirma Foucault, que "La inversión de la frase de Clausewitz quiere decir también que, dentro de la paz civil o sea, en un sistema político, las luchas políticas, los enfrentamientos relativos al poder, con el poder, para el poder, las modificaciones de las relaciones de fuerza (con las relativas consolidaciones y fortalecimientos de las partes) deberían ser interpretados sólo con la continuación de la guerra". Es claro que si bien la nueva política, la de los vencedores, es la de sostener las ventajas obtenidas, también es cierto que la guerra continúa. Continúa en las luchas políticas y, por consiguiente, en nuevas batallas y nuevas posibilidades de modificar las relaciones de dominación, esta vez en el terreno de la política propiamente dicha. En este caso nos vamos a encontrar con un fenómeno muy interesante, y es que los procesos de dominación logrados en el campo de batalla se tornan más complejos y complicados cuando tienen que ser manejados por la política.
En el fondo, las batallas son las formas de violencia
más primarias que se han dado, por más que haya sido la tecnología la que en
última instancia determine quién es el vencedor. Pero sostener un ejército en
guerra permanente es demasiado costoso, salvo que su único costo sea su
mantenimiento y este se encuentre asegurado. En otras circunstancias, un Estado
como cualquiera de los actuales, no puede sostener una economía dedicada a la
guerra en su totalidad.
La política se ha tornado, entonces, en el instrumento
natural con el cual se dan los enfrentamientos para cambiar las relaciones de
poder, para modificar la relación de dominado a dominante y para sostener la de
dominante a dominado, sin que lo anterior quiera decir que sin alterar la
relación no se presenten cambios en su interior. Es por eso que es mucho más
compleja y mucho más sutil, porque inclusive las formas de violencia se
modifican, en la medida en que por ejemplo tiende a desaparecer la dominación
física o el temor de morir en combate y en su reemplazo aparece un discurso que
legitima las relaciones existentes como relaciones de normalización y, que
además exige, en nombre de un tipo de racionalidad que se pretende verdadera,
la aceptación de unos valores, pero también de principios, conductas,
actitudes, exclusiones, creencias, sin las cuales las personas o grupos que no
las acepten quedan legítimamente marginados de los procesos sociales y, en
consecuencia, de las luchas por el poder y de los cambios en las relaciones de
dominación. De esta manera, aquellos que sean declarados por fuera de los
procesos de normalización desaparecen del escenario de la lucha por el poder.
En
tercer lugar, la inversión de la tesis de Clausewitz "querrá decir que la
decisión definitiva sólo puede venir de la guerra, es decir de una prueba de
fuerzas en la cual, finalmente, sólo las armas deberán ser los jueces La última
batalla sería el fin da la política, es decir, sólo la última batalla
suspendería el ejercicio del poder como guerra continua". Definitivamente
esta tercera consecuencia nos muestra la manera como la política es otra forma
de hacer la guerra. Sin embargo, la guerra permanece allí, al acecho,
persiguiendo la política, pues aunque sea una forma exitosa de continuarla,
para la guerra lo mejor es un triunfo definitivo. Que se dé una última batalla
y desaparezca la política, es decir, que no existan formas de resistencia y
todos los vencidos queden sometidos sin ninguna posibilidad de reaccionar.
Sería el fin de la política y con ella el fin de la libertad, como veremos más
adelante.
La política busca continuar las relaciones de dominación ganadas en la guerra, pero para poderlo hacer requiere la relación, es decir, la lucha en la cual esas relaciones pueden cambiar; mientras que la guerra busca, como diría Sun Tsu¸ incendiar; o arrasar, como se diría en lenguaje contemporáneo; no dejar nada que le pueda servir al vencido o que moleste al vencedor. Desde este punto de vista, la política sí es la continuación de la guerra, pero lo es de otra manera, y desde ese punto de vista es la derrota de una forma de hacer la guerra, o mejor, es la derrota pura y simple de la guerra, porque la otra manera se llama política. Poner condiciones que el enemigo no puede cumplir es querer ponerle fin a las posibilidades de la política y pretender someter sin ninguna concesión.
Pensar las relaciones de poder en estos términos es una manera de confrontar la vieja tesis de la filosofía del siglo XVIII según la cual el poder se articula "...como derecho originario que se cede y constituye la soberanía, y en torno al contrato como matriz del poder político. El poder así constituido corre el riesgo de hacerse opresión cuando se sobrepasa a sí mismo, es decir, cuando va más allá de los términos del contrato". La otra alternativa, la que hemos visto hasta ahora, ya no sería la del contratoopresión, sino la de guerra-represión, en la que "... la represión ya no es lo que era la opresión respecto del contrato, es decir, un abuso, sino el simple efecto y la simple continuación de una relación de dominación".
Caro
lector, disculpa esta amplia digresión cuya intención es ofrecer una somera
visión de la realidad sociopolítica y
cultural impuesta por el sistema colonial. Realidad que naturalmente no se
imparte en los colegios ni mediante los planes educativos de las universidades de España en Canarias,
lo cual nos induce a un desconocimiento de la
lacerante situación colonial de nuestra Matria Canaria.
Junio
de 2010.
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Miguel
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J.A.C.E., S.L.
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De la Asociación Cultural Tamusni
Guayre Adarguma Anez’ Ram n
Yghaesn
En torno al gentilicio
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Manuel Suárez Rosales
Tahawwara (=La Palma ) Ahawwar (pl. Ihawwaren) –Tahawwart (pl.
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Goya
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Juan Bethencourt Alfonso
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Le
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Historia
de la Conquista
de las Siete Islas de Canarias
Goya
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Joseph
de Viera y Clavijo
Noticias
de la Historia
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Edición
del Dr. Alejandro Ciuranescu
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Editorial. Madrid 1978.
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En:
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Antonio
Cubillo Ferreira
Sobre
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¨El Dia, de fecha 21 de septiembre del año 2002, en
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Un experto sitúa en el mapa a los canarii, victimas
de los romanos
José Juan Jiménez
En: www.canarias7.es/impresa/articulo.cfm?Id... –
Jaime Alvar.
Libia, 2008.
Werner Vycichl
La lengua de los antiguos
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Introducción al estudio de la
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Revista de Historia Canaria
Nº. XVIII, año 1952:167-2º4
Martín
Almagro Basch y Martín Almagro Gorbea
Estudios
de arte rupestre nubio
Yacimientos
situados en la orilla oriental
Del
Nilo, entre Nag Kolorodna y k RS Ibrim (Nubia Egicia)
Ministerio
de Asuntos Exteriores-Ministerio de Educación Nacional
Madrid
1968.
Geografía y toponimia de
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Francisco
García-Talavera Casañas
Las Canarias
orientales y la vecina costa africana en el holoceno
La milenaria
Civilización del Anahuác
Guillermo Marín
Editorial www.
Toltecayotl.org
Abelló, Ignacio.
El concepto de la guerra en Foucault. En publicacion: Revista de Estudios Sociales, no. 14. CESO,
Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de los Andes, Bogota, Colombia: Colombia. Febrero. 2003
0123-885X.
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