Conmatriotas: A los pies de esta
Montaña de Sejeita donde nos encontramos, se alza la ciudad de Aguere, ciudad
que está cimentada sobre el lugar Sagrado donde moran los espíritus de nuestros
ancestros en que en vida fueron nobles y justos, Valle Sagrado que un aciago 14
de noviembre de 1495 fue regado con la sangre noble y generosa de nuestros
antepasados en desigual lucha en defensa de la libertad de la matria contra
unas hordas invasoras de mercenarios esclavistas extranjeros al servicio de
Castilla, antecesora del actual reino imperialista y colonialista de España –a
quienes nunca habíamos ofendido- y que en nombre de un dios misericordioso nos
ofrecían la vida a cambio de nuestra tierra y nuestra libertad.
Aquel triste amanecer, nuestros
tabores de los menceyatos de Tegueste, Tacoronte, taoro y daute, estaban
desplegados desde el borde norte del
Barranco de Araguigo hasta el Camino de Geneto, un poco más allá de la actual
cruz de piedra o cruz del humilladero, no es difícil el imaginarnos a aquellos
guerreros de indomables espíritus, la mayoría de los cuales eran cadáveres
andantes víctimas de una guerra bacteriológica desarrollada por los desalmados
invasores, quienes habían procedido al envenenamiento de las fuentes de agua en
los menceyatos resistentes y que los cronistas dieron en denominar como
“enfermedad de la modorra”, pero que realmente y conforme atestiguan modernos
estudios consistió como queda dicho en una guerra bacteriológica. “Epidemia”
que curiosamente no afectó a los menceyatos denominados de paces ni a los
invasores, hecho que algún cronista ingenuamente atribuyó a la intervención
divina a favor de los mismos.
Las huestes invasoras tenían
experiencia en este tipo de guerra sucia que ya habían experimentado con éxito en
la península ibérica durante la guerra de Granada envenenando las aguas de la
acequia de Aynadamar en Víznar, esta acequia abastecía de agua los aljibes del
Albaicín, el principal núcleo de población de la Granada nazarí. En dicho
canal los cristianos envenenaron las aguas tirando cadáveres putrefactos y
viseras de cabras.
Por su parte, el doctor. Juan Bethencourt
Alfonso, licenciado en Medicina e historiador, afirmaba a principios del siglo
XX en relación a este tema: ”En las condiciones de vida de los guanches las
epidemias de modorra (fiebre tifoidea para este autor) necesariamente
tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy limitado..”.. ”las
familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km ., en chozas ventiladas,
y que no conocían los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros,
ni letrinas, ni lavaderos públicos”. De lo anterior se infiere que tuvo que
existir un agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la
sintomatología descrita por los cronistas. Son muy significativas las
afirmaciones de Espinosa y Viana por las cuales una de las causas que más
contribuyó a la conquista de Tenerife fue la citada epidemia de modorra
sufrida por los guanches, y además de “grandes proporciones”.
Nuestros tabores a pesar de estar consumidos
por la fiebre hasta el punto de que apenas les permitía mantenerse en pie, se
aprestaron para hacer frente al ejército más poderoso del momento el cual
además de la caballería, contaban con modernas armas de fuego e incluso con
cañones de campaña. Aún así, durante las casi cuatro horas que duró el combate
los invasores estuvieron a punto de ser vencidos por el valor coraje e ímpetu
de nuestros tabores, salvándoles de otra estrepitosa derrota la oportuna intervención
de un converso traidor y sus huestes.
En todo caso, nuestros tabores no fueron
vencidos por las armas de los invasores, se vieron obligados a replegarse por
los efectos de la primera guerra bacteriológica desarrollada por una potencia
extranjera en nuestra matria.
En esta memorable batalla dieron
generosamente sus vidas por la libertad de la matria cientos de katuten
(guerreros) guanches, entre ellos:
Chimenchia-Tinguaro,
quien fue el más insigne de los
sigoñe del Gran Rey de Taoro Benchomo y artífice de la mayor derrota que jamás
sufrieran las tropas mercenarias española invasoras en Canarias e incluso en
América. Al parecer el nombre propio de este Capitán era Chimenchia que el criollo y poeta lagunero Antonio de
Viana sustituyó por el topónimo del lugar y cueva donde estuvo depositada la
imagen de la Diosa
Chaxiraxi versus
Virgen de Candelaria.
Era Chimenchia
hermano de padre e hijo de una madre Cucaha. Tenía casi
la edad del rey Benchomo, su hermano, a quien se parecía mucho, y
se hallaba rigiendo el achimenceyato de Acentejo, donde se libró la batalla de
este nombre, cuando la invasión
española. Mortalmente herido en la batalla
de La Laguna , a
pocos metros de donde nos encontramos fue rematado por Pablo Martín Buendía, en
este aciago día también ofrendó su vida a la matria el gran Kebehi
Benchomo, en el mismo lugar celebraron
las exequias de ambos. Por esto dice
la tamusni “que ambos hermanos no se separaron ni en vida
ni en muerte”.
La
grandeza moral y de espíritu de este guanche sin par, queda reflejada en un
hecho narrado por el fraile de la secta católica Alonso de Espinosa
relativo a la intervención de este Príncipe y Capitán en la Batalla de Acentejo: “El
capitán de los de Taoro, viendo que los españoles iban huyendo
en desbandada y que los suyos hacían carnicería en ellos, sentóse
sobre una piedra muy de propósito. No tardó mucho que el
rey de Taoro no viniese con el resto de su gente a darle favor,
y como halló sentado a su hermano con tanto reposo sobre la piedra, díjole
reprendiéndole: — ¿Qué haces ahí tan descuidado, andando tu gente a Galano
dicho la melena con sus enemigos? Respondió el hermano
con mucho peso, y dijo: — Yo he hecho mi oficio de capitán en
vencer y dar orden para ello; hagan ahora los carniceros el
suyo, prosiguiendo la victoria que les he dado.”
Hoy,
en este 21 de noviembre de 2010, estamos reunidos en este singular espacio de
Sejeita, para rendir una vez más un justo y sentido homenaje al Capitán por
excelencia, el inmortal Chimenchia-Tinguaro, y en él, a cuantos de nuestros
antecesores tenemos memoria de que
dieron sus vidas en aras de la libertad de la matria, y también a aquellos
otros muchos que haciendo el mismo sacrificio, permanecen en el anonimato,
abramos nuestras mentes y corazones a:
Guadarfia; Guize; Ayoze; Armiche; Artemi Semidán; Adargoma; Doramas; Bentejui;
Guanache Semidan; Hapalupu; Hautacuperche;
Amaluyge; Atanauzú;
Jarigua; Garehagua; Bentakayse; Tenisuaga;
Agacencie; Betzenuriga; Kebehi
Benchomo; Bentor; Ichazagua; Arafunche; Anago; Ancor; Beneharo; Buena
Jaure;Tagorero Arifonche; Guadafret; Guahuco; Gararosa; Guanarame; Ferinto;
Guariragua; Guayafanta, Gazmira, Hayneto…
Por ellos, nosotros,
guanches del siglo XXI abogamos para que entre quienes amamos a nuestra matria
renazca el espíritu de unidad y orgulloso matrio que anidó en nuestros
ancestros y que hizo posible que la mayor potencia colonial de la época recibiese
de sus manos la más imponente derrota que jamás hayan sufrido en sus aventuras
coloniales.
Y con ellos, a los miles
de canarios que herederos ideológicos de nuestros antecesores han venido
resistiendo frente al colonialismo español y que lamentablemente han emprendido
viaje al Seno de Majek, pero que con su ejemplo nos han legado su espíritu de
lucha y nos han enseñado a recuperar nuestra dignidad de canarios, por ello
debemos hacer un ejercicio de reflexión, madurez y generosidad políticas, que
nos conduzca con firmeza y sin fisuras hacía nuestra:
¡¡DESCOLONIZACIÓN E INDEPENDENCIA!!
Sejeita, chinech 21 n wan
ilude Magek n 10º achano n tallit taynay tagwancet.
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