Eduardo Pedro García Rodríguez*
De los programas de producción propia de la televisión
supuestamente autonómica y no menos supuestamente canaria, que merecen alguna
atención son los dedicados al folklore canario, uno de ellos Tenderete heredado
de la TV 2 española
y que en sus orígenes fuera presentado por el inolvidable Nanino Díaz
Cutillas con más de tres décadas en
antena y, que en sus principios alcanzó tal audiencia que alarmó al poder colonial siendo prohibida su
emisión ante el temor de que dicho programa exaltara en exceso los sentimientos
de canariedad, de hecho las noches en que se emitía Tenderete las calles
quedaban prácticamente desiertas como bien recordamos las personas de cierta
edad.
Con el transcurso del tiempo, estos programas que como que
como he dicho se supone que fueron concebidos para promocionar el folklore
canario, poco a poco los han ido desnaturalizando convirtiéndolos en una
muestra del folklore sur y centro americano e incluso de música pachanguera
europea, siendo cada vez más reducidos los contenidos musicales folklóricos
canarios. Si bien los canarios hemos sido siempre amantes de la música
sudamericana e incluso tenemos excelentes interpretes de la misma, entiendo que
estas manifestaciones del folklore y de la música popular americana debe tener
su propio espacio y no estar insertada en el contexto de la música folklórica
canaria, aunque sea interpretada por grupos canarios generalmente
subvencionados y por tanto, sujetos a ciertos servilismos.
Por otra parte, no deja de ser sospechoso el desmesurado
interés mostrado por los presentadores de estos programas en resaltar de manera
machacona la presencia en los mismos entre el público invitado, de ciudadanos
españoles o de otras naciones de Europa, al lisonjearles con aduladoras y rebuscadas expresiones que pretendiendo ser corteses, rayan en el servilismo cuando no en el
ridículo, situación que se hace extensiva a la lectura de los posibles comunicados de
reconocimiento recibidos en dichos programas.
Otro de
los aspectos en que estos presentadores ponen especial interés es en resaltar
el supuesto origen español-colonial del folklore canario y muy especialmente de
las malagueñas, cantos mediante el que expresamos nuestros más sensibles,
íntimos y profundo sentimientos, de hecho cuando las escuchamos nos cambia el
semblante y es frecuente ver como se deslizan alguna lágrimas por el rostro,
tanto a hombre como a mujeres, consecuencia lógica de nuestra herencia
biológica.
Cuando
estos presentadores folkloristas
ponen especial énfasis en resaltar la supuesta españolidad de la malagueña, un
estilo de copla derivada del fandango, manifiestan su endofobia al obviar el
verdadero origen de estas manifestaciones culturales las cuales hunde sus
raíces en las más antiguas expresiones folklóricas imazighen (béreberes) cuna
también del folklore canario no colonial. Aún sabiendo de antemano que no va a
servir de mucho pues españolista viejo no
aprende historia, me permito adjuntarles algunas notas relativas a las
verdiales o malagueñas, quizás estas les ayude a comprender el porqué los
canarios nos emocionamos tanto al escucharlas y al interpretarlas.
Según
parece, estos presentadores-folkloristas y especialmente los guionistas de los
mencionados programas desconocen que los árabes e imazighen llamados
también con el nombre peyorativo de moros, penetraron en la Península Ibérica
en el año 711 de nuestra era por las costas de Andalucía o Bética, provenientes
de territorios del norte de África derrotando
a los visigodos que estuvieron en Iberia desde el año 476 hasta la fecha
antes citada. También parece desconocer que si bien las élites dirigentes que
penetraron en dicha península eran en su mayoría árabes, tanto las tropas como
los posteriores pobladores, agricultores y artesanos eran de origen imazighen
(beréber) y fueron los verdaderos artífices de la cultura que engrandeció a los
pueblos de la
Península Ibérica hasta cotas que jamás había alcanzado
anteriormente, especialmente en la agricultura, medicina, sanidad, música,
urbanismo etc., prueba de este aporte cultural es la existencia en actualidad
de una riquísima toponimia de origen imazighen que frecuentemente es confundida
con la árabe.
El
legado moro fue muy importante, igual o tal vez superior que el de los
fenicios, griegos o romanos,
por su permanencia en la
Península Ibérica durante 781 años que dejaron, sin duda, uno
de los más importantes legados lingüísticos que ha tenido Iberia.
En el
año 1492 los reyes de Aragón, Fernando II, y la reina de Castilla Isabel I,
tras su alianza matrimonial y religiosa, en su política de expansión
imperialista invaden y conquistan Granada, último bastión de la defensa árabe
en Andalucía, iniciándose el proceso de
expulsión de los moros de la Península Ibérica, terminando así con casi
ocho siglos de cultura árabe-imazighen en Hispania (=tierra de conejos).
El fandango se hallaba extendido por toda la Península Ibérica
desde siglos antes de que surgieran las primeras formas folklóricas flamencas.
Aparte
de la mención etimológica de fellah mengu, hay otros indicios que hacen pensar
a muchos flamencólogos que hay mucho de morisco en la cultura flamenca. Para
empezar, a partir de la conquista castellana de Granada, a finales del siglo
XV, se produce un proceso de repoblación de la Alta Andalucía que
permite no obstante la permanencia de cientos de miles de moriscos, habitantes
del antiguo reino de Granada y herederos de toda la cultura hispano-romana y
andalusí del sur peninsular ibérico, y por tanto, vehículo de los anteriores
substratos.
Se acepta su
origen árabe y su difusión desde Andalucía por toda la Península Ibérica
adquiriendo perfiles propios en cada zona. Algunos autores, entre ellos José
María Caballero Bonald, insisten en las
permanencias de formas arcaicas y moriscas en el Verdial.
Baile antes que cante, y de
origen morisco, su importancia es tal dentro del flamenco que Andrade de Silva
lo sitúa como “el nódulo primigenio y nutricio de todos los cantes que se
agrupan dentro del común enunciado de estilos malagueños”.
Por toda la península ibérica se
cataba y bailaba el fandango morisco que con el pasar de los años se transformó
en jotas, alboradas, muñeiras, boleros, malhaos, etc.
Otra
versión del fandango es el denominado tarifeño o chacarrá, que como los anteriores procede del primitivo fandango
arábigo-andaluz interpretado por los moriscos que quedaron escondidos en las
Alpujarras y Montes de Málaga; principalmente y por su específica modalidad del
acompañamiento al baile, al de la zona oriental de la capital malagueña (La
Axarquía, Cómpeta, Chilches, Comares, etc). Y decimos que proceden y no que
nacen a la vez, porque cuando Tarifa era zona ya de “cristianos viejos”, que se
empleaban a mediados del siglo XVI en repoblar zonas moriscas, el fandango y
las zambras eran interpretadas por estos moriscos que habitaban por las zonas y
montes limítrofes a Málaga, con los instrumentos que lo hacen hoy excepto el
violín que fue sustituto del rabel morisco y el laud que solo es empleado en
Comares.
Según flamencólogos como Hipólito Rossy (Teoría del Cante
Jondo.- Credsa, Barcelona, 1998) y
José Luque Navajas (Málaga
en el cante.-El Guadalorce.-Málaga, 1965) los verdiales son, como
poco, la más primitiva forma de fandango malagueño y, casi con seguridad, puede
que del andaluz en su conjunto. Alfredo
Arrebola (Doctor en Filosofía, flamencólogo y cantaor) llega a afirmar
que “el fandango más antiguo que registra
la historia flamenca es, exactamente, el de Málaga” con sus dos formas
“verdiales y fandangos abandolaos, siendo los más viejos los primeros, incluso
anteriores al mismo flamenco” (V Congreso de Folclore Andaluz).
El Verdial es una
manifestación propia de la cultura popular malagueña, privativa de determinados
puntos geográficos en la provincia de Malaga en Andalucía, España, en las
comarcas de la Axarquuía ,
valle del Guadalhorce y Montes de Malaga, y constituida por un particular
estilo de cante y baile ejecutados con el acompañamiento de una rondalla
compuesta por un violín, de dos a cuatro guitarras, un pandero, dos o más
crótalos (platillos), castañuelas (chácaras) caracola y, en algunos de sus estilos, un laúd o bandurria.
Las pandas
Los verdiales son interpretados por grupos de músicos conocidos como pandas, si bien dicha denominación solo se les aplicaba antiguamente durante los días de la Pascua. Es durante la Pascua, cuando el fiestero se reviste de autoridad. Y para testimoniarlo, luce el principal emblema de la misma: La corona; simbolizada por un abigarrado sombrero cuajado de flores y abalorios, que constituyen las joyas de esa corona mimética que portan como lo que son: reyes, tontos y locos, si, pero reyes. Lazos, que significan las ínfulas que penden de la corona y le confiere un carácter casi sagrado. Lazos multicolores bordados por las amorosas manos de las madre, abuela, esposa o novia del fiestero. Espejos que les otorgan el poder luminoso del Dios Sol cuando este se mira en ellos, Dios que se venera en este tiempo de su renacer y cuyos rayos reflejan. (Pepe Molina, 2007)
La primera vez que se
ve y se escucha una panda de verdiales queda prendida en la memoria como una de
las experiencias más desconcertantes del folclorista. ¿Qué tiene que ver esta
deslumbrante y monótona algarabía con los tópicos del andalucismo? Nada, absolutamente
nada.
Delicada
cuestión. Algo tendrá que ver su rebeldía a los intentos de ser “bautizada”, y
su coincidencia con la época navideña, o precisamente por eso. De entre las
muchas fiestas antiguas que celebraban el solsticio
de invierno (también ésta reaparece en el de estío), la brillante eclosión
de los Montes de Málaga ha conseguido lo que otras no: repeler todo intento de
cristianización.
No es
raro, por tanto, que el pensamiento oficialista haya ido esquivando este rito
de aspecto solar, y bien pagano, hasta que no ha podido hacer otra cosa que
sumarse como ha podido. (El País)
Es
presumible que estos elementales conocimientos en torno a la malagueña- y de
otros aspectos etnográficos-folkloricos- sean conocidos por estos presentadores
folkloristas, pero quizás su
españolismo asumido o interesado les inducen a continuar desinformando a la
sociedad canaria.
*De la Asociación
Sociocultural Kebehi Benchomo.
Julio
de 2008.
Fuentes
consultadas:
Aurelio
Gurrea Chalé
En:
Revista Aljaranda Núm. 4 marzo de 1992.
Excelente estudio y reflexión... de enseñarlo en las escuelas de música y educación oficial.
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