AMARO PARGO, UN PIRATA CRIOLLO
Y HACENDADO TINERFEÑO
Capitulo I
Eduardo Pedro García
Rodríguez
C
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reo que todos hemos recitado en alguna ocasión “La Canción del pirata”, del
insigne poeta romántico y republicano español don José de Espronceda. La obra
de este autor en su conjunto forma un canto a la libertad, condensado quizás,
en éstas estrofas correspondientes a su “Canción del pirata”:
...<<¿Qué es mi barco mi tesoro, /Que es mi Dios la libertad, /Mi ley la
fuerza y el viento, /Mi única patria la mar... >>
BREVE RESEÑA HISTORICA DE LA PIRATERÍA
Desde Que el hombre fue capaz de navegar y
desplazarse entre distancias más o menos largas, bien costeando por los mares o
navegando por ríos y lagos, usó de este
medio para transportar personas y mercancías con las que comerciar en poblados
próximos. A medida que los conocimientos en la navegación y las técnicas les
iba permitiendo ampliar el radio de acción de sus navegaciones marítimas y
comerciales, el volumen de los negocios iba en aumento, paralelamente, no
faltaba quienes deseaban adquirir riquezas rápidamente y sin excesivos
esfuerzos, por lo que les resultaba más cómodo apoderarse por la fuerza de lo
que otros ya habían atesorado. Por tanto, podemos afirmar que la piratería nació
con la navegación.
Sin lugar a dudas uno de los pueblos de la
antigüedad que tuvieron pleno dominio de los mares, fueron los fenicios. Es
bien sabido que la piratería nació con la navegación en el antiguo mundo
mediterráneo. Las condiciones geográficas del mismo favorecieron la
organización de los piratas, y la práctica de su técnica de ataque: el asalto
por sorpresa. El mar Egeo fue centro de un importante núcleo pirático teniendo
su base en Delos, aprovechando la facilidad con que podían apresar el rico
tráfico fenicio con Occidente; el objetivo fue en un principio la obtención de
prisioneros, esclavos de calidad que proporcionaban suculentos rescates.
Polícrates, rey de Samos, marcó el gran periodo de hegemonía de la piratería
antigua. Posteriormente, Mitrídates, rey del Ponto, utilizó a los piratas del
mediterráneo en su lucha contra Roma
dándoles un porcentaje sobre lo que saqueaban, siendo éste hecho quizás el
antecedente de lo que en siglos posteriores se conocería como patente de Corso.
Con la caída del imperio romano, la decadencia del comercio privó a los piratas
de su razón de existir. A partir del siglo VIII, piratas Imazighen (Beréberes)
se adueñaron del mediterráneo; sin embargo, el centro de las actividades
piráticas lo ocupaban los nórdicos, quienes asolaban las costas de la Europa Occidental :
los Vikingos (normandos) emprendieron la conquista de los países donde
desembarcaron; en el siglo IX, aunque posteriormente optaron por cesar en sus
saqueos convirtiéndose la mayoría de ellos en mercaderes.
En los tiempos de las cruzadas, el comercio
con Oriente recobró la importancia que había tenido en épocas anteriores, el
crecimiento de las repúblicas de la Península italiana se vio acompañado por un
gran incremento de la piratería. Durante la edad media ésta se practicó
abiertamente, consiguiéndose con ello la creación de grandes capitales
señoriales y mercantiles; de nuevo los principales protagonistas fueron los
Mazigios; su principal centro de operaciones lo constituía el norte de África,
con base en Metredia, los efectivos de éstos piratas se vieron aumentados por
los musulmanes de Al Andalus expulsados de España en 1492, quienes unidos a los
corsarios del sultán de Constantinopla, llegaron a dominar tres cuartas partes
del Mediterráneo; bajo el liderazgo de los hermanos Barba roja, hicieron la piratería oficialmente otomana, como
represalia a los continuos ataques y saqueos de que eran objetos las costas
africanas por parte de los europeos, y cuyo impulso se prolongó hasta la
derrota de los turcos en la batalla de Lepanto, en 1571. A pesar de esta
derrota, la actividad pirática desarrollada por otomanos y beréberes permanecía
larvada y poco a poco fue tomando auge hasta que de nuevo se adueñó del
Mediterráneo y costas atlánticas africanas. Siglos después, la toma de Argel
(1830) por Francia dio fin al dominio de los Beréberes en el Mediterráneo.
A raíz del expansionismo
español en el continente americano, el escenario de la piratería se trasladó al
Océano Atlántico especialmente al mar Caribe, y posteriormente al Pacífico. La
lucha entre potencias europeas por el dominio del comercio y explotación de los
recursos naturales de las para ellas nuevas tierras, dio lugar al nacimiento de
una nueva clase de piratas, los denominados corsarios. Éstos, amparados por sus
respectivos gobiernos, practicaban no sólo el abordaje en alta mar, sino que
saqueaban villas y ciudades, ejercían la captura y tráfico de esclavos, el
contrabando y, en general, cualquier actividad que les resultase rentable, no
distinguiendo en ocasiones entre amigos y enemigos.
El monopolio español atrajo a las Antillas, principalmente, a los
piratas y corsarios. Se añadieron a la piratería clásica además de los
Corsarios, los bucaneros y filibusteros, quienes actuaban con la ayuda
encubierta de los gobiernos británico, francés y neerlandés. Su principal
objetivo era abordar los navíos españoles que desde América se dirigían a la
metrópolis, y el tráfico de esclavos negros cuya demanda había aumentado
considerablemente en las colonias españolas de las Indias occidentales. La
negativa por parte de algunos gobiernos europeos a aceptar el monopolio
ejercido por españoles y portugueses, dieron a las actividades piráticas un
tinte político.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII el
contacto de los piratas con el mundo de las finanzas fueron muy estrechos;
formándose sociedades para financiar expediciones de saqueo. Por otra parte, la
manera de actuar de los piratas se fue modificando conforme avanzaban los
adelantos técnicos, las obsoletas técnicas del abordaje se fueron desechando al
armarse los buques con cañones, culebrinas, falconetes etc.; el negocio de la
piratería requirió de mayores inversiones, creándose todo un entramado
económico en torno a los propietarios y
capitanes de los barcos, estableciéndose estrechas ligazones entre los
comerciantes de Ámsterdam, Londres o Sevilla, y
con banqueros italianos o con los mercaderes de Liverpool, e incluso con
la Hansa (liga
de comerciantes y banqueros europeos, fundada en 1158 y que perduró con bastante altibajos, hasta 1938.) Los
nuevos tiempos requerían una organización más compleja, para que los barcos
mercantes fueran transformados para el ejercicio de la piratería. El estamento
político no era ajeno al tema, participando en ocasiones directamente en los
suculentos negocios que esta actividad proporcionaba y en otras tolerando, o
encubriendo las actividades de los piratas amparándolos bajo la patente de
corso, simplemente por hostigar al enemigo si se estaba en guerra. No es de extrañar
pues, que algunos Gobernadores, Capitanes Generales, altos funcionarios e incluso miembros de la
jerarquía eclesiástica, estuviesen involucrados en las actividades piráticas.
En varias ocasiones a lo
largo de la historia los papas no hicieron asco a los saneados ingresos que
proporcionaba la piratería, quizás uno de los primeros pontífices en promover
ésta practica fue el español Pero de Luna, erigido al pontificado por
castellanos, aragoneses y franceses, como Benedicto XIII, de ello nos dejó constancia
en los relatos que mandó a escribir otro célebre corsario español, quien estaba
al servicio de Enrique III de Castilla, el doliente, Pero Niño, quien saqueó,
incendió y esclavizo de manera inmisericorde en cuantos puertos villa y
ciudades eran conocidas en la época, además de cuantos navíos se les cruzó en
su camino, en nombre de Dios y del rey, pero siempre en beneficio propio.
Veamos el siguiente pasaje: <<Desde las almenas del convento
benedictino de San Victor, situado a la misma orilla de la mar, contemplaba la
escena el tozudo aragonés Pero de Luna. El de Luna ordenó a un caballero de San
Juan de su séquito salir en un bergantín a calmar a los atacantes y convocarlos
a su presencia. Niño viendo que ni por fuerza ni por autoridad podía hacerse con
la ansiada presa, optó por disimular, <<mandó a los suyos que todos
dijesen que cuidaron que eran moros, e que por esta razón los quisiera
tomar>>, pero no dejó de hacer anotar la verdad en su crónica: <<
Aquellos dos corsarios estaban ahí en la guarda del Papa; habían sueldo de él;
iban a robar e volvían a Marsella.>>
Corría la última semana de junio. Por las fiestas de
San Juan, Niño fue invitado a comer en el Tinelo con el papa Luna, su colegio
cardenalicio y su corte nobiliaria. La sastifacción de verse tratado con todos
los honores o el empacho por la comilona eclesiástica le hicieron enfermar (posiblemente intentaron envenenarle); de
forma que pasó los siguientes días en cama. Castrillo y Aymar (los dos corsarios al servicio del Papa)
prefirieron no esperar a que sanara y se fueron al mar sin dejar aviso>>
El tratado de Ryswich (1697) entre las
potencias coloniales trasladó la piratería de las colonias españolas a América
del norte, y sobre todo al continente asiático, (mar Rojo y costas de Malabar);
inducidos por los funcionarios de la compañía de Indias orientales quienes
iniciaron contra los neerlandeses, las acciones piráticas en el Océano Indico
con base en Madagascar. En el siglo XIX sólo perduraron algunos piratas
aislados en ciertas costas de África, golfo Pérsico, China y Polinesia. La era
industrial, el vapor y el desarrollo de las comunicaciones, hicieron menos
segura y poco rentable la piratería.
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