Capitulo IV
Eduardo Pedro García
Rodríguez
Comenzaron a abrir la sepultura
colocando la tierra a los lados, Amaro Pargo en su ansiedad por ver la caja
resbaló cayendo en la fosa y rompiendo la tapa del ataúd, en cual penetró gran
cantidad de tierra. Una vez sacada la caja y abierta se vio que el cadáver
estaba muy reducido y los hábitos completamente mojados, el Padre Provincial
tocó las manos del cadáver y estas se desprendieron descompuestas, siendo ya
tarde y oscuro decidieron dejar el examen para el día siguiente, ordenando
el Padre Provincial el traslado del
féretro a la celda que había habitado la difunta, mandando clavar la ventana y
la puerta, poniendo a dos religiosas de guardia, acordando que al día siguiente
procederían a separar los hueso y demás despojos de la monja, atribuyendo la
humedad que mojaba el cadáver y la caja a la pérdida de agua de una tubería que
surtía al convento y que pasaba por la parte exterior de la pared del coro.
Al día siguiente concurrieron
los personajes arriba citados más el Doctor Barrios que se encontraba de visita
en el convento, abiertas la celda y la caja en que estaba el cadáver, comenzó a
separar la tierra con sumo cuidado pues por causa de la humedad ésta se había
convertido en lodo. Finalizada esta operación, se observó que el cadáver estaba prácticamente entero (excepto las
manos y píes) flexible y con todo su pelo en la cabeza, el paladar y lengua
fresco y sonrosados, con su color natural, destilando todo él sangre y un
líquido que mojaba los nuevos vestidos que le pusieron así como el lugar donde
estaba situado, creyendo que la destilación del cadáver era debido a la humedad
del lugar donde había estado enterrado, José Jaime y Juan Hernández abrieron de nuevo la sepultura, no
encontrando más humedad que la habitual, y cogiendo puñados de tierra y
apretándolos fuertemente, ésta no soltó la más mínima gota de agua. Pasados 20
días de la exhumación continuaban destilado líquido igual que al principio. Todo
lo expuesto animó al capitán Amaro Rodríguez Felipe a costear el lujoso
sarcófago en que reposan los restos de la monja, en lugar de la sepultura que
le tenía prevista, y haciendo esculpir en la urna en un claro deseo de dejar
constancia de su sobrenombre los siguientes versos:
P arece a quien el
humano afán
A mirar con luz divina
R ara ave
peregrina
G irando al Cielo
Guzmán
O al trono de
Catalina.
Es posible que la momificación del
cadáver de Sor María de Jesús se debiera
al proceso conocido como saponificación, éste tiene lugar cuando la cantidad de
grasas en el cuerpo del difunto tiene un volumen considerable, esta grasa se
transforma en adipocira, dando lugar a un proceso de saponificación o hidrólisis de las grasas cuando existe un
grado de humedad determinado. De esta manera el cuerpo muerto dispone de una protección natural que
lo aísla de los agentes externos y, por tanto, de la putrefacción. También al
acrecentar al máximo el misticismo mortificando su cuerpo con severas
penitencias, es viable que el organismo desarrollase mecanismos de defensa
creando alguna sustancia endógena que, sería la responsable de la conservación
del cadáver.
Casos de momificación
similares al de Sor María de Jesús, se
producen con cierta frecuencia en los conventos y monasterios de todo el mundo
y en todos los tiempos, en el siglo XVII está registrado un caso similar, el de
sor María de Jesús de Agreda, cuyos restos se conservan en la clausura
concepcionista de su monasterio. En las revisiones efectuadas al cadáver en los
años 1909 y 1989, se observó que éste no había sufrido deterioros apreciables
en los últimos ochenta años. Ambas monjas tenían en común el hecho de haber
sido enterradas en condiciones pésimas, tenían el don de la bilocación y el
sufrir frecuentes estados de éxtasis, y como caso curioso, el cadáver de la
madre de sor María Jesús de Agreda, Catalina de Arana, se conserva incorrupto
aunque algo estropeado, ésta mujer también estuvo rodeada de un halo de
santidad y misticismo. Recientemente, el 20 de abril de 1982, se procedió a
desenterrar el cadáver de la monja franciscana sor Clara Sánchez García, del
convento de Santo Domingo, en Soria, el cuerpo de la monja pese a haber estado
enterrado bajo tierra y sin ataúd, y con humedad por todas partes, su cuerpo se
conserva en perfectas condiciones; la piel tenía su color y los miembros los
tenía flexibles. Hoy en día son millares los cuerpos incorruptos, entre
ellos, figuran los del Papa Juan XXIII, el monje Charbel, Santa
Bernardette, el cura de Ars, el maestro budista Hui Neng, e infinidad de místicos
y seglares.
Creemos interesante insertar a
continuación uno de los primeros documentos relativos a la exhumación de los
restos de sor María de León:
CERTIFICACIÓN
DEL NOTARIO ECCO. Y APP. D. MIGUEL HERNÁNDEZ DE
QUINTANA.
<<Yo D. Miguel Hernández de Quintana,
Prebístero, y vecino de esta Ciudad de La Laguna , Isla de Tenerife, testifico a todos los
que la presente vieren como hoy veinte de enero de este presente año de mil
setecientos treinta y cuatro años, habiendo sabido y entendido que en la tarde
del expresado día estaba dispuesto el exhumar el cadáver de la Venerable Soror
María de Jesús, Religiosa del Monasterio de Santa Catalina de Sena de esta
dicha Ciudad, me fui a la
Iglesia del dicho Monasterio a la hora de Vísperas, con el
motivo de ver si podía yo hallarme presente a la exhumación de dicho cadáver, y
con efecto lo conseguí mediante la licencia del M.R.P. Mtro. Provincial Fr.
Luis Tomás Leal y habiendo entrado en el coro bajo de dicho Monasterio con el
dicho M.R.P. Mtro. Provincial el Muy Reverendo P. Prior Fr. Pedro Conde, R.P.
Regente J. Luis Díaz, Secretario Fr. Juan Bautista, los doctores D. Francisco
de Barrios, D. José Sánchez y el Capitán D. Amaro Rodríguez Felipe y D. Antonio
de la Torre , se
empezó a hacer la exhumación y se desenterró el cuerpo de la Venerable Soror
María de Jesús con el motivo de trasladarlo a otro nuevo sepulcro y habiendo
extraído el cajón o urna de la sepultura (habiéndole caído antes alguna porción
de tierra dentro de él, por haberse desunido la tapa de la sepultura que estaba
contigua) se levantó la tapa y quedó patente el cuerpo y éste, a juicio
prudente de todos los referidos que lo estaban mirando para ver si se había
deshecho y consumido por el poco lugar que ocupaba en la urna y éste juicio que
entonces hicimos lo confirmamos luego viendo que el M.R.P. Provincial le fue a
coger las manos como para alzárselas y se le desunieron y desbarataron, de que
inferimos que el cuerpo estaba resuelto y que la causa de esto era la grande
humedad que había en el terreno a donde
estaba enterrado el cajón con dicho cuerpo, pues se reconoció también en esta
ocasión que el hábito y la demás ropa estaba mojada y que todo provenía de que
pasaba por cerca de la sepultura la cañería o conducto por donde va el agua al
dicho Monasterio y luego sin dilación se volvió a cerrar y clavar el dicho
cajón y se llevó (ayudando yo a ello) a ponerlo en la celda que había sido de
dicha Venerable Soror María de Jesús, en donde se colocó, habiendo quedado las
puertas cerradas y clavadas de mandato del dicho M.R.P. Provincial. Y así mismo
testifico haber concurrido en el dicho coro bajo de dicho Monasterio todos los
arriba expresados (menos el Dr. D. José Sánchez), en el día veintiocho de dicho
mes de Enero y de mandato del M.R.P. Provincial, se abrió el sepulcro donde
había estado enterrado el cuerpo de la Venerable María de
Jesús, para reconocer si en aquél terreno podía haber tanta humedad, que podía
ser causa de estar mojado el hábito y ropas del cadáver; y habiendo abierto aún
más profundo (a mi parecer) de lo que estaba antes de exhumar dicho cadáver, se
registró con luz, habiendo abajado al plano, del, el dicho M.R.P. Provincial y
después me dijo su Paternidad M.R. bajase yo y con efecto entré y estuve con
una barreta escarbando la tierra por diversas partes y la hallé cuasi seca y
sin humedad y como cualquiera otra sepultura regular, de manera que cogiendo yo
la tierra y escarbándola con los dedos en el plano del sepulcro y apretándola
con la mano volviéndola a soltarla casi
me quedaba sin haberme suciado y habiéndose vuelto a cerrar el sepulcro pasamos
a la celda en donde estaba el cuerpo de dicha Venerable Soror María de Jesús el
cual ya estaba puesto y tendido con camisón y enaguas todo nuevo y habiéndole
desatado la camisa por el cabello reconocí que el cuerpo estaba entero y sólo
le faltaba los pies y manos por haberse ido desbaratando, y estaba al parecer
con sus carnes, pescuezo y cabello en la cabeza y el estomago esta flexible y
blando a modo de un cuerpo vivo y de ser así todo lo que dejo referido lo juro
in vervo sacerdotis en dicha Ciudad en veintinueve de Enero de mil setecientos
treinta y nueve años=Miguel Hernz. Quintana.>>
El capitán don
Amaro Rodríguez Felipe, sobrevivió a Sor María de Jesús 16 años,
falleció un miércoles 4 de octubre sobre las ocho de la mañana y fue enterrado
al día siguiente en el convento de Santo Domingo, en su bóveda a la entrada de
la puerta a mano derecha, en la capilla de San Vicente Ferrer, de la que como
hemos dicho era patrón.
Queda una incógnita que no hemos podido
resolver, ¿quién fue el misterioso caballero que quiso comprar en el antiguo
callejón de la parroquia de los Remedios, la virginidad de la joven María de
León Delgado?.
Fuentes consultadas
Elías Serra Rafols
“Las Datas de Tenerife libros
I al IV”
Pedro Pablo Pons
“El Libros de las Momias””
José Rodríguez Moure
“Cuadros Históricos de la Vida y Virtudes
de la Sierva de Dios Sor María de
León Delgado”
Autores citados en el texto.:
Portada: Blas de lezo
rindiendo al navío Inglés
“Stamhope”. A. Cortellini.
Museo Naval. Madrid
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