Ramón Moreno Castilla
O aquí empezamos de una puñetera vez a
llamar a las cosas por su nombre, o la alienación del pueblo canario seguirá
indefinidamente, hasta su total desaparición como tal.
Alienación producida, en primer lugar, por
el vil e infame colonialismo al que nos somete esa España decrépita y decadente
que desde hace casi seis siglos esquilma y saquea nuestras riquezas; y en
segundo lugar, por la "opinión publicada" de los medios de
comunicación, tanto escritos como audiovisuales y digitales, que han sustituido
de forma subrepticia a la opinión pública con desinformaciones y
manipulaciones, en su denigrante cometido de colaboradores necesarios y correas
de transmisión del depredador colonialismo español.
Pero
para un patriota canario, independiente y absolutamente insobornable, como el
que suscribe, no pueden pasar desapercibidas las deleznables declaraciones de
doña Ana Oramas el pasado viernes en EL DÍA; y en las que esta diputada de
Coalición Canaria sostiene que "es nacionalista, pero no
independentista"; al tiempo que tuvo el cinismo y la poca vergüenza de
decir que "Canarias no tiene futuro si no es dentro de España y la Unión Europea".
Alertando de "intereses bastardos" (¿cuáles, señora Oramas?) si
Canarias opta por la independencia.
¿Cómo
es posible que esta señora, que se autoproclama nacionalista, y cuyas
manifestaciones trascienden la mera opinión de una ciudadana, tan respetable,
por otra parte, pueda decir tamañas falacias? La señora Oramas, que se ha
retratado, ha dejado meridianamente claro, con sus colaboracionistas y sumisas
declaraciones, que el verdadero nacionalismo que profesa es el nacionalismo
español; ese del que hacen gala en Canarias las "franquicias" del PP
y PSOE.
Un nacionalismo
mesetario que, dadas sus características imperialistas y fundamentalistas, es
beligerante con los llamados nacionalismos periféricos del Estado español,
entre los que se encuentra el verdadero y auténtico nacionalismo canario; que,
no se olvide, viene de nación, no de nacionalidad. Un perverso eufemismo,
acuñado por los padrastros de la Constitución española de 1978, para acomodar en
el texto constitucional los llamados nacionalismos históricos, vasco y catalán
fundamentalmente; y que constituye, reitero, una calculada aberración semántica
y una insostenible perversión jurídica del concepto de nacionalismo.
Por
tanto, ya es hora de que los medios de comunicación, en general, respeten dónde
termina la información y dónde empieza la opinión y dejen de una vez de dar
pábulo a quienes de forma cínica y engañosa se autodefinen como nacionalistas,
cuando en realidad son simplemente autonomistas. En pura praxis política, un
verdadero nacionalista -vocablo cuya etimología tiene un gran componente antropológico-
aspira, lógicamente, a que su tierra, en este caso Canarias, acceda legítima y
pacíficamente a la independencia, y se convierta en un Estado Archipelágico,
libre y soberano, miembro de pleno derecho de la comunidad internacional.
La
figura de Ana Oramas, cuyo orígenes, biografía y actividad política son de
sobra conocidos, rememora aquella mujer mejicana llamada Malinche, nacida en
1505 en una familia azteca de noble cuna, y que tuvo un papel fundamental en la
conquista de México. Dos "vidas paralelas", cada una en su tiempo,
con el execrable denominador común del colaboracionismo y la traición a su
pueblo. Malinche, cuyo padre era un cacique, fue entregada como esclava a
Hernán Cortés y bautizada con el nombre de Marina; y como traductora, ya que sabía
las lenguas maya y náhuati al tiempo que aprendía el español rápidamente, ayudó
a Cortés en la conquista y le informaba de las costumbres de los aztecas. Como
amante, doña Marina dio a luz a un niño que se llamó Martín, el hijo de Cortés.
Ana
Oramas, obviamente, no ayudó a los sanguinarios conquistadores castellanos y a
los vándalos mercenarios en la genocida conquista de Canarias, pero sí está
colaborando a mantener la impuesta presencia española en nuestra tierra, y a
perpetuar sine die el colonialismo español. Malinche, representa la clave de la
conquista de México; Ana Oramas encarna, en su versión femenina, al canario de
servicio, vasallo y sumiso.
La
gran traición de la conversa doña Marina, que murió en 1530, dio lugar a la
"maldición de Malinche", popularizada en una canción mexicana; y
aunque su memoria se haya querido rehabilitar, quinientos años de maldición son
difíciles de borrar. Ana Oramas arrastrará de por vida su propia maldición por
farsante y traidora al pueblo canario; y su estigma no lo borrará siquiera la
"Cantata del mencey loco", ni en versión sinfónica. [1]
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Tomado de;
www.elcanario.net
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