lunes, 17 de marzo de 2014

GUANCHES CRISTIANIZADOS Y ESCLAVIZADOS





1618.
Fallece en Capodimonti, (Italia) el guanche Don Pedro González.
Pedro González era un guanche tinerfeño esclavizado por lo españoles cuya enfermedad genética suscitó mucho interés en la corte real francesa del siglo XVI. Era un muchacho muy hermoso aunque mostraba una anomalía muy llamativa: su cara estaba cubierta de pelo de un color rubio oscuro más bien fino. La cubierta de pelo no era demasiado espesa, así que se podían reconocer los rasgos de su cara. González sufría lo que los médicos han diagnosticado hace poco tiempo como la hipertricosis universalis congénita.
No se sabe muy bien cómo llegó a Francia, pero  investigaciones  del doctor Zapperi indican que fue enviado como regalo desde Canarias a Bruselas, donde se encontraban el emperador Carlos V y su tía, que en esa época era la gobernadora de los Países Bajos.
 Es muy probable que durante la travesía hacia Bruselas, Pedro González fuera capturado por corsarios franceses para entregarlo como obsequio a Enrique II.
Enrique II desde el primer momento, toma este presente como muy valioso, pues era una rareza desconocida en la Europa de aquella época. El conocimiento de la lengua castellana del rey francés, le permite descubrir de boca del niño, que su nombre es Pedro González, que proviene de la isla de Tenerife y que su padre era un mencey de los antiguos guanches. La mentalidad en el París del siglo XVI, relacionan el aspecto de muchacho con la del mito del “salvaje”, proveniente de unas islas en medio del Océano Atlántico que reforzaban tal concepto.         
Enrique II se propuso, desde el principio desterrar el lado salvaje del niño, he inculcarle una buena educación y costumbres sociales refinadas. En 1551 se encarga la custodia y cuidados del muchacho a Francois Vacheri con el titulo de “gouvernement du saulvaige du roy nostre sire” (gobernador del salvaje del rey nuestro señor), con una asignación mensual de manutención de 50 sous de plata al día. Pedro González fue instruido en humanidades y latín, lengua que se consideraba la mas alta expresión de cultura, solo reservada para la aristocracia y por ende saberla hablar perfectamente era sinónimo de prestigio social. Cuando tiene 19 años Don Pierre sauvaige, nombre afrancesado de Pedro y el agregado de “salvaje” con el que seria conocido en palacio, llega a un estatus social envidiable dentro de la corte, no solo por concederle el rey el puesto de “somelier de panneterie bouche du roy” (servicio de boca del rey), puesto reservado para los nobles de mayor rango y con un sueldo de 240 Libras anuales, si no por reclamar el derecho de la anteposición del “Don”, en su nombre, por ser descendiente de un jefe tribal.
En 1573 Don Pedro González se casa con una bella parisina del que solo se sabe el nombre Catherine, y que muy posiblemente fuera dama de compañía de la reina Catalina de Médicis. De este matrimonio nacerían 6 hijos, tres varones y tres hembras, Madeleine, Enrique, Fransoise, Antoniette, Horacio, y Ercole. Solo en dos de sus hijos no se repitió la enfermedad, fue en los casos de su hija Fransoise y el de su hijo Ercole, este ultimo fallecido en los primeros años de edad y hay constancia que la Hipertrichosis, también afecto a sus nietos. De estos años hay varias pinturas y grabados de la familia. Sirva de referencia los cuatro cuadros de cuerpo entero que se encuentran en el castillo de Ambras, en Innsbruck, Alemania, donde se representan a Don Pedro González su esposa Catherine, sus dos hijos Madeleine y Enrique o los grabados que se encuentran en el Nacional Gallery of Art de Washington. Como curiosidad sobre estas pinturas debemos decir, que los oleos que se encuentran en Ambras han prestado su nombre para la enfermedad de Hipertrichosis, conociéndose también como “síndrome de Ambras” a esta afección, por los retratos de Don Pedro y su familia
Enrique González, conciente de el amor que el Cardenal Odoardo sentía por la naturaleza, le hace creer que el es también nacido en las Islas Canarias y por lo tanto tan “salvaje” como su padre y los deseos de reencontrarse en un medio natural que le recordara a sus orígenes isleños. De esta época es una pintura que recrea a Enrique González con una prenda netamente de los antiguos pobladores de Canarias, el “tamarco”, con lo que queda claro que Enrique, con el conocimiento de las costumbres de sus antepasados, seguramente por tradición oral de su padre Don Pedro, el cual siempre se sintió orgulloso de su origen guanche, hizo creer a su señor, su nacimiento en las islas. En el pueblo de Capodimonti donde Enrique González se instala con el pretexto de que aquel lugar le evocaba su país natal.
Terminaran apaciblemente los días la familia González “Piloso”, agregado este italiano que fue sustituido por el “saulvaige” francés y menos despectivo. La muerte de Don Pedro González en 1618 con 80 años en Capodimonti, marcara el final de una historia asombrosa, determinada por la rara enfermedad de la Hipertrichosis o síndrome de Ambras.
Se trata de la extraña biografía de Pedro González y sus hijos, reconstruída después de estudios de fuentes históricos y testimonios de contemporáneos de González por el historiador del arte italiano Roberto Zapperi y ahora publicado por la editorial Zech en Tenerife.

Pedro González fue un guanche nacido en la Isla de Tenerife, quien siendo un niño chico había sido robado por conquistadores españoles y luego, teniendo la edad de diez años, se convirtió en un "regalo" para el Rey Enrique II. de Francia en el año 1547. Después de llegar a la corte de Paris, a ese chico de las Islas Canarias no le esperaba la "carrera cortesana" normal y corriente, no iba a ser ni sirviente ni bufón. Es que tenía una peculiaridad que resultaba muy interesante para la Corte Real, convirtiéndolo en una atracción exótica: todo su cuerpo, incluso su cara estaba cubierto de vello espeso que le daba el aspecto de un animal salvaje. A principios, las damas de palacio lo miraron como a un habitante de un jardín zoológico y Enrique II. posiblemente habrá tratado y acariciado ese chiquillo velludo como su perrito lulú, pero luego mandó ofrecerle una educación humanística. No sólo aprendió a leer y escribir, sino incluso latín.

El lector quien espera ahora una historia narrada en forma de una novela histórica será decepcionado. Por ello, durante la lectura de las primeras páginas puede haber cierta irritación, parece que el autor mismo esté algo indeciso entre eligir una estructura novelística y la de un ensayo científico, pero pronto queda claro que se dedica a una obra historiográfica. De todas maneras, el itinerario biográfico del "Salvaje de Tenerife" - como lo llamaron a González - se presenta como cautivador y sumamente fascinante también en esta forma de un análisis científico.
Roberto Zapperi subraya con toda la razón el dilema principal de ese "Salvaje": su peculiar y extraña vellosidad fue la causa de su destino como marginado - quien en alguna y otra situación podía ser discriminado - pero a la vez su "terrible atracción" le asegura el sustento de la vida en la corte. Exagerando se podría decir que González fue pagado por hacerse ver en su aspecto de "Monstruo". El autor indica que los problemas en la vida de Pedro González se hicieron más graves al llegar a la edad de un adulto. Mientras que de niño, por su vellosidad podía evocar ideas relacionadas con la imaginación de un gato gracioso, siendo adulto, su apariencia debía haber sido espantosa a la primera vista. A pesar de su indudable cultura y buena educación, a pesar de su posición relativamente privilegiada en la Corte Real, su cara velluda tuvo el aspecto de la de un mono salvaje. ¿Cómo ese extraño ser podría encontrar una esposa, teniendo él más cara
Casi todos conocemos el mito de "La Bella y la Bestia", una temática que frecuentemente aparece en leyendas y películas, como p. ej. en la versión cinematográfica del surrealista francés Jean Cocteau. Sin embargo, aparte de todos esos cuentos ficticios, ese encuentro también tuvo lugar como historia real a finales del Siglo XVI y principios del XVII. En aquella época, seguramente provocó cierto escándalo e inspiró también cuentos y rumores, hasta que haya sido relegado al olvido.
No obstante, pudo celebrar una boda, aunque no haya datos exactos: no se sabe cuándo exactamente tuvo lugar y tampoco cuáles fueron las circunstancias concretas. Muy probablemente, 1573 fue el año del casamiento y la boda fue arreglada y pagada por la Casa Real. La novia, una de las damas de palacio, era bella y veinte años más joven que Pedro González. Así comenzó esa historia real de la unión entre la Bella y la "Bestia". Solamente podemos especular sobre las enormes dificultades y problemas de aquel matrimonio, ambos estuvieron sin duda confrontados con los numerosos prejuicios que predominaron en al ambiente cortesano mirando al "salvaje velludo". Apenas existen fuentes escritas que nos podrían ofrecer detalles de la vida coticiana de esa pareja extraña. Pero hay una serie de cuadros, especialmente retratos, descubiertos por Zapperi en distintos lugares, como p. ej. en el Castillo de Ambras en Austria. Esos retratos, encargados por el Duque Carlos de Habsburgo, despertaron el interés de muchos aristócratas y fueron copiados pronto. Pintores famosos como Agostino Carraci o Lavinia Fontana son autores de algunos de esos retratos que dejan claro el contraste entre la belleza y blancura de la esposa y la imagen tenebrosa del "monstruo" González.
También hay retratos interesantísimos de los hijos de la pareja, igualmente velludos, que aparecen en el libro. La historia parece repetirse cuando el Cardenal Farnese recibe Enrique (Enrico), el hijo de Pedro y Catalina, como "regalo" en el año 1595. Más tarde arregla una boda de una mujer bella con Enrico.
Pero tanto el padre Pedro como su hijo Enrico González tuvieron que aceptar un destino diferente a la suerte de los protagonistas en las versiones del cuento "La Bella y la Bestia": en su caso, el amor de una mujer lamentablemente no los transformó en guapos príncipes...( Roberto Zapperi, catedrático y editor de la sección de Historia y Antropología de la Enciclopedia Italiana)

1 comentario:

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