El
cosco o “rofe rofe” es una planta silvestre (Mesembryanthemum
nodiflorum,) muy extendida en toda la isla de Fuerteventura. Los campesinos
majoreros tradicionalmente la han recolectado con una doble finalidad.
Por un lado servía como barrilla que se exportaba para usarse en la
fabricación de jabón y para ello los campesinos una vez seca la planta la
quemaban , compactándose las cenizas en lo que se llamaba la
piedra de barrilla que se exportaba fundamentalmente a Inglaterra.
Por otro lado, se recogían la
semillas de la planta que se utilizaban como alimento fabricándose un
gofio , algo salado, pero muy codiciado por sus cualidades nutritivas. Para su
elaboración, una vez seca la planta, se llevaba a los “lavaderos”,
u oquedades naturales de las rocas en las costas, donde se removía
en el agua marina. Con ello las vainas se abrían y las semillas flotaban en los
charcos facilitándose así su recogida.
Una vez tostadas, las semillas se pasaban por el molino de mano,
útil especialmente codiciado en las tareas domésticas de toda Canarias, y
el gofio obtenido calmaba el hambre y alimentaba, por lo que gracias a él
durante siglos la población ha podido subsistir en la isla, sobre todo en
las épocas de hambrunas.
Pero no siempre se podía recoger el cosco
silvestre en toda Fuerteventura.
Así a principios del siglo XIX,
se concedieron los derechos de explotación de la dehesa de Guriame a los
hermanos del Corral, quienes prohibieron coger el cosco y la barrilla en
toda la dehesa, cuyo uso era tradicionalmente público.
La privatización de todo el norte de la isla
provocó que el 5 agosto de 1829 se concentraran en la dehesa
entre 400 y 500 hombres armados con garrotes quienes apresaron al
administrador. El Coronel rápidamente organizó la tropa y se amenazó con
abrir fuego contra los amotinados si no se liberaba al secuestrado. Resuelto
pacíficamente el levantamiento fueron detenidos 30 personas responsables
del tumulto siendo encarceladas en el castillo de Caleta de Fustes y
posteriormente en la fortaleza del Tostón del Cotillo, que reunía
mejores condiciones.
A los apresados se les embargaron los bienes “para asegurar el sustento de la tropa y demás costas”, y sólo empezaron a ser liberados a finales de 1829. Todavía en 1833 el alcalde de Villaverde D. Manuel Guerra estaba en la cárcel real de las Palmas.
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