FEMÉRIDES DE
LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII
DECADA 1581-1590
CAPITULO XIII-XIV
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1587 Mayo. 5 navíos ingleses de la Escuadra de Sir Francis
Drake intentan arribar a la isla de Esero (El Hierro). En julio de ese mismo
año, un galeón corsario pretende robar una carabela cargada con vinos en el
Puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife).
1587 Junio 10. Desembarca en el
puerto de Winiwuada (Las Palmas) donde permanece hasta 1593 el Ingeniero
cremonés al servicio del rey español Felipe II. Nos dejo una excelente
descripción de la ciudad colonial de Winiwuada n Tamaránt (Las Palma de Gran
Canaria) y de sus defensas por aquellas fechas en los siguientes términos: “Esta
ciudad es cabeza de este reino de Canaria; y por estar en ella el magnífico
templo episcopal de Santa Ana, bajo los felices auspicios del Ilustrísimo
Monseñor Fernando Suárez de Figueroa y de la divina musa del ilustre canónigo
Bartolomé Cairasco, resulta más ilustre y más adornada la grandeza de esta
ínclita ciudad. También tiene tribunal de la Inquisición y de la Real Audiencia, con
el Ilustrísimo presidente don Luís de la Cueva y Benavides, caballero andaluz y gobernador
y capitán general de este reino, quien, además de las fortalezas de estas
islas, guardadas por soldados españoles, tiene en esta ciudad continuamente
cuatrocientos peones pagados.
Bien se puede caer de acuerdo con
los astrólogos, que tanta grandeza de tribunales en tan pequeña ciudad nace de
la exaltación de Júpiter en el signo del Cáncer; y por la misma razón tienen
todos los españoles aquí grandísima exaltación y dominio, por ser Júpiter
también señor del signo del Sagitario, que predomina a toda España.
La ciudad es pequeña, sólo de
ochocientas casas. Descendiendo hacia el mar, por la parte de Levante, la
atraviese un pequeño río que sale entre dos montañetas áridas que están a sus
espaldas, la una a mano derecha llamada San Francisco, le otra menor a
izquierda, llamada Santo, Domingo. El puerto está a unas tres millas de
distancia., en dirección norte; y en aquella parte el campo es arenoso, y los
montes cercanos, desnudos y tétricos.
En la parte de mediodía está una
campiña fértil, con un pequeño castillo redondo, llamado de San Pedro, a una
milla de distancia, que guarda una cala que está a su pie.
La muralla roja, en dirección
norte, es un largo lienzo de muralla, con dos baluartes a los extremos; el que
está cerca del mar se llama de Santa Ana, por la advocación de la catedral.
Hacia mediodía, la muralla, que también es roja, es otro lienzo igual, que fue
empezado para defensa de la ciudad por aquella parte. La fortificación amarilla
que rodea la ciudad y que se ve sobre la montaña de San Francisco, es la que se
trata de hacer, según mi parecer, como en el siguiente capítulo se dirá. (los
colores se refieren a los reflejados en el mapa)
Esta ciudad está situada en un lugar tan extraño e irregular (por más que sea llano), y puesta
debajo de tres montañetas que la dominan, llamadas con el nombre de los tres
santos, Domingo, Francisco y Lázaro, que por espacio de veinte años ha dado que
pensar juiciosamente a muchos ingenios italianos y españoles, con motivo de su
fortificación; y hasta ahora Su Majestad Católica no ha tomado ninguna
resolución, ni ha dejado entender qué parecer de tantos le haya gustado.
Siendo yo el último a quien Su Majestad pidió parecer sobre la misma
fortificación, pienso en dos cosas contrarias. La una es la grandísima
dificultad, porque, como no dio satisfacción ningún parecer de tantos ingenios
sutilísimos, temo con razón que el mío, más débil, dé un traspies, no pudiendo,
con la ayuda de sus opiniones, seguir ninguna de las cosas por ellos dichas, ni
ponerlas de acuerdo entre sí, que sería más fácil que el inventar cosas nuevas,
que sean aprobadas mejor que las anteriores. Lo otro que dije se me ocurría en
contrario, es que me parece cosa muy fácil, teniendo en cuenta que Su Majestad
me ha ordenado que sólo tuviese en cuenta de fortificar esta ciudad contra las
ofensas de los piratas, y no contra las fuerzas o algún ejército real
con lo cual se me allanan todas estas dificultades; de modo que, sin dudar y
sin pensar mucho en ello, creo
que mi parecer será preferido por Su Majestad.
Es regla general que busquemos la defensa por los lados por donde el
enemigo puede venir fácilmente a ofendernos. Así, considerando los pasados
ingenieros que el enemigo, por su mayor comodidad, tendría que desembarcar por
unos de los dos lados de la ciudad: o hacia el puerto, en cuatro puntos, es a
saber en la punta del Confital, en el Arrecife, en el Puerto y en la caleta de
Santa Catalina; o por la otra parte, en la caleta del castillo de San Pedro; o más adelante, en La Lasca, que también es caleta
con playa; o que, habiendo desembarcado cerca de Telde, deberían de venir por
aquella parte; pensaron por consiguiente fortificar sólo los dos flancos de la
ciudad. Y, considerando que los demás lugares serían demasiado arduos para el
enemigo, no tuvieron en cuenta las espaldas, por donde entra el río; por cuya
razón, los pasados gobernadores sólo hicieron las murallas rojas y aquellos
pequeños castillos redondos, sin ningún plano de personas entendidas en esta
profesión.
Sin embargo, desconfiando que aquella manera de fortificar no era bien
entendida ni bastaba para defender la ciudad, y juzgando que era imposible
poder fortificarla en todo su alrededor, tanto por el sitio, que es grande,
como por el río, que es ancho, decidieron fortificar la montaña de San
Francisco, para, en caso de necesidad, recoger en ella a toda la gente inútil y
los bienes y tener allí amparo seguro, y de allí defender la ciudad con la
artillería, lo cual es imposible, por estar lejos la ciudad, y las calles
tapadas por las casas que les hacen espalda. De modo que, a mi parecer, esta
disposición era fundamento para abandonar la ciudad; y las dos fortificaciones
eran imperfectas, por cinco causas.
La primera razón es (tratando de los lienzos laterales) que la dicha
muralla roja sólo cerraba dos lados, quedando abierta la parte del río y de la
montaña de Santo Domingo, que son las más importantes; y, por más que desde la
montaña de San Francisco se las pueda ver, no están defendidas, por hallarse
alejadas y el río abierto, sin poderse defender de noche. La segunda, que
dichas murallas no impiden que se descubra a la vista lo de dentro, desde todos
los sitios circunvecinos. La tercera; que no tiene defensa de flanco, sino
solamente de frente, y el espacio en que deben permanecer los defensores, es
decir el lado sur, tiene solamente cuatro pies, a modo de muralla antigua, de
modo que es imposible estar en pie combatiendo. La cuarta que, por estar dicha
muralla lejos de las casas, separa ala gente, y el espacio que queda en medio
se descubre desde los lugares altos, y se necesita mucha gente para su defensa.
La quinta, que al fortificarse la montaña de San Francisco, ya se
tiene otra fortificación independiente, y real
mas bien que para defenderse contra los piratas, y es retiro seguro
de los defensores y pérdida de la ciudad. Cuán dañina sea esta
retirada, se ha dicho bastante por otros y se sabe muy bien por todos los
soldados. A esta última razón se añade que, si esta fortaleza debe amparar a
toda la gente de la ciudad (como dije antes), es preciso comprender en ella
toda la superficie de la montaña; de modo que deberá ser grande, y los gastos
excesivos, porque, además de las murallas de defensa, se necesitarán casas,
iglesia, pozos y todas las demás cosas que se requieren en una fortaleza bien
guardada, y se aumenta el salario del castellano con mayor número de
bombarderos y soldados que o guarden, todo lo cual es cosa infinita y superflua
para un pirata. Y, si se piensa coger sólo una parte de la superficie, debe de
ser hacia la ciudad; y, como el lugar es pendiente y va bajando hacia la
ciudad, lo demás de la superficie dominará la fortaleza, o cual dificulta el
fortificarla; y, además de no ser capaz para toda la gente, no domina con su
tiro la montaña de San Lázaro ni la ciudad ni los campos desde donde el enemigo
puede ofender las murallas, por estar alejadas.
Por consiguiente, si esta fortaleza, grande o pequeña que sea, no
defiende la ciudad, para que el enemigo no entre en ella, no la saquee y no le
prenda fuego, ¿qué efecto puede esperarse de ella? Si nosotros, encima de la
dicha montaña, fortificados y con buenas piezas de artillería, no podemos
defender la ciudad (que sería más bien ofenderla), desalojando de ella al
enemigo, para él ¿qué interés podrá tener el cogerla, sin amparo, sin
alojamiento, sin agua y sin artillería (porque no podrá conducirla allí por un
pasadizo estrecho)? ¿Acaso podrá dañar tirando de lejos a las casas con
arcabuces y con mosquetes? Seguramente no. Entonces, ¿qué podrá hacer? Dos
cosas: la primera, eliminar la defensa de las murallas rojas, porque tanto
desde esta montaña como desde las otras se les descubre lo de dentro; y la
segunda, bajar a la ciudad y andar por el río como más sea su gusto, que es la
parte que antes dije que quedaba abierta de modo que el enemigo podía entrar
por allí, aun es tando .fortificados Tos dos lados; por cuya razón se ve
claramente cuán imperfectas, y mal entendidas eran estas dos fortificaciones.
Así, pues, queriendo buscar remedio a estos dos males, me decidí a
rodear 1a ciudad de murallas (siendo así que es cosa posible), de manera que el
enemigo no pueda entrar por ninguna parte sin hallar resistencia, y que desde
las alturas no se pueda descubrirla gente de dentro. Esta defensa se entiende
que se hace o por defender la gente, o la ciudad, o, 1o que es más común y
mejor, la gente y la ciudad al mismo tiempo. Por consiguiente, si podemos
defender la gente y la ciudad sin otras fortificaciones en la montaña de San
Francisco, y no ser: atacados desde ésta última, mejor será rodear toda la ciudad;
porque" al ser1a fortificación a manera de círculo, las plazas de los
baluartes quedarán cúbiertas, y las montañas alejadas, sobre todo la de Santo
Domingo y la otra de San Lázaro. Por la parte del mar sólo se puede desembarcar
en 1a Caleta debajo del
castillo de Santa Ana, porque en todo lo demás la costa de la ciudad
es baja, y continuamente azotada por las olas; y porque esta costa es larga,
pongo la fuerza amarilla a la desembocadura del río, para ayudar al castillo de
Santa Ana y la plataforma, y para .cerrar el paso por la parte del sur, cuando
el mar es bajo: ésta, con. dos culebrinas, mantendrá a distancia 1os navíos
enemigos de modo que no puedan ni ofender la ciudad, ni volverse para dar
asalto a la plataforma.
Esta ciudad tiene continuamente 600 hombres de la isla capaces de
llevar armas, además de los soldados; y 500 bastan y sobran para guarnecer
todas las plazas de los baluartes y los lugares de defensa de toda la
fortificación. y considerando que se piensa
en resistir a los piratas, que ni llevan artillería ni tienen fuerzas para
expugnar las fortalezas, las cortinas son sencillas sin terraplenes y
contrafuertes. Su defensa consiste solamente en los baluartes, los cuales,
aunque no sean reales, están hechos sin embargo con terraplenes y capaces para
artillería y para la gente. que se requiriese y de ellos se puede tirar hacia
dentro tanto como hacia fuera, y sirve cada uno independientemente de
fortaleza, cosa sumamente digna de elogio en esta clase de fortificaciones. Y,
cuando la férrea condición de estos tiempos nos obligase a mayor defensa, sobre
la montaña de San Francisco se podría hacer el castillo que se ve dibujado en
amarillo, puesto aquí en escala mayor, cuya posición domina la altura de la
montaña y todas las dificultades, como lo demuestra el perfil, aunque más bien
parezca torre que plataforma, y las partes bajas quedan cubiertas cuanto se necesita, del modo
que se verá en la planta del baluarte, al capítulo siguiente. Y esta plataforma
asegura el que el enemigo no pueda fortificarse en el mismo lugar ni llevar
artillería (por que tiene que vencer mayor dificultad); y de igual modo se
podrían añadir contrafuertes a mediodía, a las cortinas, del baluarte de la
ciudad.
El baluarte, como principal miembro de toda la defensa de la fortificaci6n,
se hace él más fuerte, más dotado con artillería y con instrumentos de guerra,
y mayor que
todos los demás, como verdadero combatiente y defensor de la
contraescarpa, del foso, de las cortinas y de sí mismo; de modo que justamente
lo llamaron los latinos propugnaculum. Por tanto, considerando esto, decidí de
poner terraplenes solamente en los baluartes de estas fortificaciones y
armarlos de aquella artillería que conviene mejor no con cañones de sitio ni
con culebrinas para alcanzar y romper las fortificaciones, bastiones y
trincheras que los enemigos suelen edificar para conquistar fortalezas casi
inexpugnables, sino solamente con aquellas piezas que son suficientes para
defenderse de piratas que, sin instrumentos de guerra, apenas con escalas y con
protección de poco provecho, suelen acercarse por debajo de las murallas, sin
intentar nunca las honradas fatigas de la milicia, sino la facilidad del robo a
mansalva, y de la retirada. En efecto, para atacar a un enemigo desarmado son
necesarias pocas armas; y, bastando la espada, considero superfluo el arcabuz;
o, bastando el arcabuz, pienso que no se da el caso de buscar mosquetes y
artillerías y minas, siendo más adecuado el huir lo más que se pueda de gastos
excesivos, y de aquellas cosas que sólo
se pueden terminar a lo largo de muchos años. Así, proporcionando a las plazas
altas y bajas del baluarte la artillería bastante, que sería falconetes, sacros
y perreros, y con lo largo de las cortinas, reduje las formas a sus dimensiones
mínimas, como se ve en el dibujo que sigue, en que este baluarte defiende la
cortina desde fuera y desde dentro, como bastión domina la campaña, vuelve la
cara a 1os sitios altos cubriendo bastantemente los flancos, y queda a manera
de roque defendido por ambos lados.
Los antiguos fabricaron las cortinas sencillas, es decir sin
contrafuertes ni terrados, para resistir solamente a los arietes, que eran
entonces las máquinas con que se combatía más fuertemente contra ellas. Pero
los modernos ingenieros, teniendo en cuenta la violencia de la artillería, le
opusieron el terraplén, como cosa que mejor y suavemente, sin ruina, recibe y
vence la fuerza de las balas ( que casi se pueden decir arietes insuperables de
nuestros tiempos); y las cortinas las hicieron solamente para sostener la
tierra, para que no se arruinase por la fuerza de las aguas ni por la explosión
de la artillería.
Las cortinas de que se trata en esta fortificación son también
sencillas, porque, como no consideramos que hayan de soportar el tiro de la
artillería, no es necesario terraplenarlas, sino que pueden muy bien servir al
modo de las antiguas. Al mismo tiempo, por la comodidad del pasillo, que corre
por la parte del interior del parapeto, se podrán también socorrer fácilmente
las plazas astas de los baluartes, de la una a la otra, sin bajar a tierra, lo
cual es importante, por lo que se ha dicho de los baluartes. Las defensas de
los baluartes en este dibujo no se toman desde el principio de las cortinas o a
cinco pasos geométricos de distancia de él, como se usa por algunos ingenieros
juiciosos, sino desde diez brazas españolas, que son 60 pies de distancia desde
los flancos, para que la pirámide que forman los tiros de las piezas perreras
(que convienen a esta defensa) quepa en la base, eso es en la frente y cara del
baluarte, como se ve claramente en el dibujo colocado aquí abajo.
El puente es un camino que se hace sobre los ríos o sobre el mar,
inventado por los antiguos arquitectos para la comodidad, no ya para la defensa
militar, como se demuestra ser necesario en la fortificación de esta ciudad. En
el río, en el punto por donde pasa la muralla, no es necesaria ninguna calle; y
sólo se hace puente para continuar la muralla, para que no quede paso abierto y
entrada para el enemigo y para que los arcos no queden abiertos, se necesita en
cada uno de ellos un fuerte rastrillo, que debe hacerse de maderos muy fuertes
y con verjas, para que las aguas pasen sin impedimento mientras ocurra que
estén bajadas. Pero deben estar hechas de manera que un hombre no quepa por los
agujeros y también se pueden hacer llenas y macizas, porque basta con bajar
solamente de ellos aquella parte que sea necesaria, es decir hasta el agua o
cerca de ella, como se ve en el dibujo siguiente. Y a la parte de dentro, es
decir entre los rastrillos y el parapeto, quedará espacio abierto, para que
desde allí se pueda atacar a los enemigos que intentasen pasar por debajo y el
parapeto será grueso como los demás, y un poco más alto para cubrir lo más que
se pueda la calle, en vista de aquéllos que deben de permanecer cerca de los
rastrillos y de sus defensas.” (Leonardo Torriani; 1957:153-61)
1587 Mayo 17.
Cabildo colonial de Tenerife.
Autos referentes á un préstamo de
pólvora que hizo el Cabildo colonial de Tenerife al de G. Canaria. La carta del
Ayuntamiento de Gran Canaria haciendo la y dice así: «Dios dé á vuestras
Señorías muy buenas y santas pascuas para que les servamos. Ya les es notorio á
vuestras Señorías cuan amenazada está esta isla, así de Morato Arrez, como de
Francisco Draque; y aunque se ha hecho y se van haciendo todas las prevenciones
necesarias para la defensa de la isla, y ofender al enemigo, nos hace mucha
falta el no tener la pólvora necesaria, etc, etc.- Albaro de Acosta.- Antonio
Lorenzo.- Pedro de Zerpa.- Hernando
de Lezcano Muxica.- Firma de un Excribano que pudo ser Francisco Casares, que
lo era Mayor en aquella fecha». folio 41. (En: José María Pinto de la Rosa, 1996)
1587 Julio 22. Domingo Rodríguez de Ayala, Alcaide colonial de
Eguerew (La Laguna,)
fue condenado a penitencia en el auto de fe de Winiwuada (Las Palmas,) en
aquella fecha por haber apoyado de palabra algunas proposiciones heréticas del
inglés,
quemado en el mismo auto de fe,
George Gaspar.
1587 Julio 22. Bajo el
gobierno de los mismos Inquisidores Osorio y Lorenzo, se organizó el
noveno auto de fe llevado a cabo por la secta católica y su tribunal de la Inquisición en
Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), sobre el cual poseemos
abundantes datos, que vamos á utilizar, porque se conserva el extracto de las
causas, que fueron leídas en aquella función.
Cuatro fueron los reos quemados; tres en estatua, y uno en
persona.
Los que lo fueron en estatua, eran restos todavía de los
moriscos fugados de Lanzarote y Fuerteventura, y se llamaban: María, hija de Juan
Gutiérrez;
Francisco Palomar, negro, esclavo
de Diego Sarmiento, Gunzalo Espino, morisco, vecino de Fuerteventura.
Apóstatas, y viviendo públicamente en Marruecos, fueron declarados herejes y
relapsos, saliendo sus estatuas al auto.
El relajado en persona, ofrecía
una novedad, digna de llamar ciertamente la atención del país. Sustituiremos
nuestra humilde prosa, con la elocuente y gráfica del Secretario del Secreto,
que nos dejó consignados los hechos en el libro de relaciones de causas,
conservado en parte, milagrosamente, después de tantas vicisitudes y años. Dice
textualmente así:
«Jorge Gaspar, inglés, natural de
la Ciudad de
Lóndres, sastre, de edad de veinte y cuatro anos. Fue testificado por
suficiente número de testigos, que estando preso en la cárcel real de la Isla de Tenerife, se puso á
rezar una noche, vueltas las espaldas á una imagen de un crucifijo, puestas las
manos, y mirando á la luna; y preguntándole á la mañana los testigos, porque
rezaba de aquella manera, respondió; que las imágenes no valian nada,. ni se
había de rezar á ellas, porque eran hechas por pecadores, y que solo a Dios se
había de hacer oración. Item dijo, que no se debe de rezar por cuentas de
rosarios, porque eran hechas por manos de pecadores, y que estaban ciegos, los
que rezaban así. Item, dijo, que la manera de comulgar, era con pan y vino, en
remembraza del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, y que nosotros andábamos
ciegos, íbamos ciegos a misa. Item., que los Santos habían sido pecadores,
cuando andaban por el mundo, y algunos más pecadores que los mismos que le
rezaban, y que por consiguiente no
podían hacer milagros, ni Dios por su ruego había de perdonar a los peca dores.
Item, que si el confesor era pecador, mejor era confesarse con una piedra que
con el.»
«Fue preso con secuestro de
bienes, y en 1as audiencias confesó, que desde que tenia uso de razón, seguía
la nueva religión que ahora se enseña en Inglaterra, y que comulgó cuatro
veces, y se confesaba á Dios en su corazón, y á él solo; y que á él le rezaba
sin intercesión de Santos; y que creía que aquel para el era la buena religión,
y la que estaba más conforme con lo que Jesucristo enseñaba; y que en ella
continuaría, hasta que muriese, pues en ella creía salvar su alma.».
En la confesión y publicación de
testigos, siempre manifestó lo mismo que tenia: confesado. Fue votado á relajar
á la justicia y brazo seglar, y se le terminó su causa.»
«La noche antes del auto,
habiendo el Secretario ido á notificarle, que había de ser relajado á la
justicia ordinaria y brazo seglar, puso á Dios por testigo de la injusticia que
con él se hacia, y que Dios los había de castigar. Se puso con él un confesor
teólogo, porque lo instruyese de sus errores y estuvo con él algunas horas
instruyéndole sin que él quisiese convencerse; .y que también entendió de él
tener otros muchos errores, como era decir: que aquella muerte no la merecía
por sus pecados, sino que Dios ordenaba que muriese. De todos los cuales le
satisfizo y procuró apartarle de ellos; y así no confesó sacramentalmente. De
allí á un rato, dijo al confesor, que le dejase un poco, que quería reposar; y
así se apartó; cuando volvió, hallóle desmayado, y revolcándose en el suelo; y
volviendo en sí, dijo: que tenia un cuchillo en el cuerpo; y fue así, que acaso
en la cárcel había hallado un cuchillo de estuche, y teniale en la faltriquera;
y metiósele por la boca del estómago, hasta que no se parecía. »
«Fue Dios servido, que
entro por parte que pudo vivir hasta cerca de la noche, que se acabó el auto, y
se ejecutó Su sentencia: y él se volvió á confesar; y de allí adelante mostró
grandes señales de contrición y arrepentimiento, y después que oyó las cosas
contenidas en su sentencia, dijo, que el había hecho y dicho todo aquello que
allí se le había leído, y mucho más; y que merecía muy bien aquella muerte,
porque había sido luterano hasta aquella hora, y dicen, que murió como
católico.» Aquí tenemos un hombre, cuyos únicos delitos eran profesar la
religión, buena ó mala, que sus padres le habían enseñado sin querer abjurar de
ella, y lo acertado de no comprender las excelencias del católocismo.
Por estos crímenes se le reduce a
prisión; se le confiscan sus bienes, se le da tormento ordinario y
extraordinario, y se le condena á ser infamado perpetuamente, y quemado vivo en
la hoguera.
Todavía tiene el valor de los
mártires, y sin esperanza de gloria ni de inmortalidad, sino creyendo
sencillamente que está en el verdadero camino que conduce al cielo, persiste en
sus errores y por escapar pronto
a una muerte horrible é ignominiosa se
atraviesa las entrañas con un cuchillo.
Empero, Dios fue servido de que viviera, y
moribundo, arrastrado en una estera, y con el estertor de la agonía, se le
arroja en el tablado, presencia en la
plaza el auto de fe, oye de nuevo relatar su causa, y las. De otros mil, no tan
infelices como él, y cuando ya la noche se acerca, sus verdugos, con el
crucifijo en una mano-, y una tea en la otra, lo conducen al quemadero, y sin
tomarse el trabajo de atarlo al poste, se apresuran a lanzarle aún vivo en el bracero temiendo que el fuego
devore solo un cadáver,
Este hereje tenía entonces 24
años
Creemos pálido todo comentario,
junto a la desnuda realidad de los hechos.
Juzguen nuestros lectores y
comparen la enormidad del crimen con la benignidad de la pena.
¿A qué detenernos en reflexiones
inútiles'?
Continuemos nuestra relación, y
sigamos relatando los sucesos sin comentario alguno.
Fueron penitenciados y
reconciliados en el mismo auto:
María de Lugo, viuda de Sebastián
Perdomo, por seguir la ley de Mahoma.
Ana Cerezo, morisca, de 25 anos,
hija de la anterior, condonada por revelar su dicho.
Juana Álvarez, hermana de la
precedente, por igual delito.
Diego de Munguía, marido de la Ana Cerezo, vecino de
Fuerteventura por revelación de secreto.
María de Riverol, de 50 años de
edad, vecina de Fuerteventura, hilandera, traída de Berbería y bautizada.
Habiéndosele acusado por cinco testigos de haber dicho" que prefería casar
sus hijas con moriscos, porque los cristianos estaban llenos de vicios,
y de haber rezado en lengua mora,
fue condenada, a pesar de su negatriva, á que abju- rase de levi en auto
público, y pagase veinte doblas para gastos.
Baltazar Martin, lanero, vecino
de la Laguna,
de 30 años de edad, y su mujer Juana
Díaz, por revelación de su dicho, salieron en
forma de penitentes, y á la vergüenza pública.
Inés de Vega, morisca, viuda de
Jorge Ramírez, herrero, fue condenada á un año de reclusión y a 10 ducados de
multa, por haber hecho ciertas ceremonias, cuando pasó á Berbería á rescatar un
cautivo.
Gaspar Delgado, morisco,
.empleado en un ingenio de azúcar. Fue acusado de que, trabajando un día,
dijo.-«Reniego de Dios; no habrá aquí un cristiano que me saque, pese á San
Juan Bautista, y á quien me parió.»-Su sentencia fue: que salga al auto público
de fe, en forma de penitente, con una mordaza en la boca, y ser desterrado de
esta Isla por tres años. .
Cristóbal Hernández, alias seis
dedos, zapatero, de 40 años, y vecino de la Laguna.
Fué condenado porque un día de
cuaresma, y á la hora de vísperas, dijo; que el Demo- nio había pedido á Dios
las ánimas de los que muriesen desde la hora que tocaban á alzar, hasta la de
vísperas, y que el Señor le respondió, no te daré yo ese gozo.
Marcos Hernández vecino de la Gomera, y de 30 años; fue
acusado por su mujer de
haber dicho, que Dios no había padecido por los pecadores.
Negó el reo obstinada-
mente, pero fue condenado á abjurar de levi, á ayunar tres
días, y rezar tres veces el
rosario en cada día.
Rodrigo de Silva, mozo trabajador de 23 años, vecino de la Orotava; fue acusado de
haber dicho, que quebrantar el sexto mandamiento con mujer
soltera no era pecado.
Fue condenado á abjurar de levi, y á salir desterrado por
tres anos.
Sebastián García, vecino de Canaria, y de 50 años; fue
testificado de haber tenido
tratos con unos piratas ingleses, y se le condenó a ser
expuesto a la vergüenza.
Bartolomé, negro, esclavo del Marqués de Lanzarote, de 40
años de edad.
Fué acusado de que en la invasión que Amurat hizo en
Lanzarote en Julio de 1586, estuvo sirviendo a los moros. Negó y fue puesto en
el tormento. Dice a este proposito la
relación que vamos extractando:
«y preguntándole si pensaba y creía que en volverse moro
había de salvar su alma, é irse al cielo, no supo responder, aunque se le hicieron
muchas preguntas, ni supo dar razón donde iban las almas, después que salían de
los cuerpos; ni que cosa era gloria, ni purgatorio ni infierno; ni tampoco supo
signarse, ni santiguarse, ni cosa alguna ,le la doctrina cristiana y por
parecer TAN BOZAL, se suspendió el tormento. » Se le condenó a que saliese en
auto público de fe en forma de penitente, abjurase de levi y otro día se le
diesen cien azotes.
Domingo González, trabajador, vecino de Tejeda de 32 años de
edad; condenado por bígamo; se huyó de la cárcel, y preso de nuevo, se le
condenó a recibir 100 azotes,
y á galeras por seis años.
Juan del Río,
morisco, esclavo del Capitán Tomas de Cangas, Gobernador de Ca-
naria, de 25 años de edad. Se le procesó por falta de
obediencia a los preceptos del
Santo Oficio, y fue condenado á recibir 100
azotes, y á cinco años de destierro.
Bartolomé Rodríguez, alias Diez, trabajador, vecino de la Palma, y de 28 años.
Castigado por bígamo. Dieronsele doscientos azotes, y se le envió a galeras.
Pedro Hernández, vecino de Buenavista, y de 31 años.
Condenado por testigo falso a recibir cien azotes, y a tres años de galeras.
Diego Rodríguez de Ayala, procurador, vecino de La
Laguna y de 50 años. Fué procesado por haber dicho, tratando
de disculpar a Jorge Gaspar; «que lo mismo era adorar la imágen del Crucifijo,
que á Dios, que está en el cielo.»
Fue desterrado perpetuamente, y á una multa de diez ducados,
después de abjurar
de levi.
Duarte Francisco, inglés, de 24 anos, y pescador. Se le
encontró herido y abandonado en
un barranco de las costas de Tenerife. Acusado de luterano,
y puesto en el tormentoo
se declaró ferviente católico, y que solo por temor á su
Reina profesababa la nueva religión.
Fue condenado, sin embargo, á recibir doscientos azotes, y á
servir al Rey católico seis
años en galeras.
Juan Stnith, inglés, marinero del navio Prima Rosa,
de 30 años de edad. Fue acusado por un sacerdote católico de haberle oído decir
que en su tierra los frailes se casaban, y preguntado porque lo hacían, contestó:-«por
que es mejor, que tomar la una mujer y la
otra.» negó
siempre, votóse á tormento y antes de ejecutarse, murió.» Su estatua salió en
el auto con insignias de reconciliado.
Tomás Jiménez, flamenco, marinero
del mismo buque, de diez y nueve años de edad.
Fue acusado de luterano, y de
haber dicho que la Reina
de Inglaterra era mejor cristiana que la Reina de España. Negó todo y se votó á tormento.
Dice la relación de su causa:-«y después, en dicho tormento (no se olvide que
el reo tenia diez y nueve años) y puesto en el potro, á las dos vuelta!,
confesó lo mismo que los testigos habían dicho, y que había observado la nueva
religión de Inglaterra, y que había callado todo hasta aquel momento, de miedo
de lo que le podían hacer, y que todo le pesaba, y pedía conmiseración;
suspendióse el tormento, y ratificóse.» Fue condenado á recibir cien azotes, y
á cinco años de galeras,
Juan Huer, inglés, marinero, del
mismo buque, de 17 años de edad. Fue acusado también de ser luterano, y de
haber entrado en la iglesia sin hacer reverencia, y contes-tó.-«que no hizo
reverencia, porque no sabia si era bueno ó malo; que no se le había enseñado
nada de la religión católica; que de todo pedía perdón á Dios, porque todo lo
había hecho jgnorante de si
era malo ó bueno,» La misma pena que el anterior,
Pedro Jansen, inglés, marinero del mismo buque, de 19 años
de edad.
Acusado de los mismos delitos, abjuró y prometió vivir en
adelante como buen cató- lico. Sin embargo, se le dieron cien azotes como
recuerdo, y se le envió por cinco años
á galeras a aprender allí sin duda la verdadera doctrina.
Eduardo Estred, inglés, marinero del mismo navío, y de 21
años de edad. Abjuró
del luteranismo, y fue condenado a tres años de galeras.
Juan Gold, ingles también, y tripulante de la misma nave;
puesto en tormento, reco- noció sus errores y se convirtió al catolicismo. Se
le impusieron tres años de galeras.
Guillermo Vaquer, Marcos Colman, Ricardo Sánchez, Cristóbal Thermar., Guillermo Roger y Cristóbal Tristán,
marineros todos del mismo buque, e ingleses. Abjuaron también desus errores, y
fueron reconciliados con prisión y galeras.
Juan Reman, inglés, de 29 años, .marinero del navío Falcon.
No supo signarse y santiguarse, y solo dijo el padre nuestro y el credo. En
cuanto á los mandamientos los
recitó adicionados, notándose que principió con estas
palabras:-«Dios dijo, yo soy tu Dios y Señor, no tendrás otro Dios que yo,
no harás imágens alguna.»
Diosele a entender que no podía salvarse sino en
nuestra Santa fé católica, y habiéndolo entendido, pidió penitencia de sus
errores. Y continua así la relación.-«Salió de las cárceles secretas por no
tener de que le sustentar, hasta que fue llevado a la cárcel pública de la. Ciudad; y estando allí, le dio
licencia el Gobernador para salir fuera, y entró en casa de unas dos mujeres,
mayores de veinte y cinco años cuales le testificaron que había dicho, que
Nuestro Señor Jesucristo había muerto, y dejando el cuerpo la
tierra, y con sola el ánima había subido a los cielos; y advirtiéndole ellas,
que había subido en cuerpo y en ánima, les respondió, que no lo entendía y
luego echó los ojos en unas imágenes, que tenían en las paredes, las cuales
eran de un Cristo y de Nuestra Señora, y dijo, para que queréis estas imágenes;
y la una le respondió, que era la semejanza de Dios; y el dijo, que bien sabia
que había Dios, pero que aquellas imágenes no eran de Dios, porque nadie sabia
como era Dios; y que ellas le habían respondido, y no dijo más.»
A
toda esta relación estuvo negativo, y repetido el tormento, dijo: «que
había sido siempre luterano, hasta que vino á esta Isla, y que estando en
Inglaterra le pareció bien todo cuanto allá hizo.»-Y mandando los
Inquisidores tirar de la garucha, se desmayo, y se suspendió el tormento.
Abjuró con señales de
contrición, y pidió misericordia. Fue reconciliado se le dieron doscientos
azotes, y se le envió á galeras por diez anos.
Juan, morisco, esclavo
de Marcial Cabrera, de 20 años de edad. Y
Pedro Berrera, esclavo del Marqués de Lanzarote, procesados ambos por
haber tenido trato con los moros, fueron condenados á galeras.
Miguel Cameros, natural
de Medina del Campo, se denunció espontáneamente por haber renegado en Argel,
siendo cautivo. Fue reconciliado con la pena de cincuenta azotes y cuatro años
de galeras.
Isabel González, viuda
de Alfonso Sánchez, vecina de La
Laguna. Fue acusada por dos jóvenes de 17 y 19 años, de
haberles enseñado a rezar una oración a Santa Marta, por medio de la cual
podían obtener el cariño de cualquier hombre. Fue condenada a recibir
doscientos azotes, y á confiscación de bienes.
Tal fue este famoso
auto, en el que se vio el espectáculo, ya nuevo en el país, de un reo>
relajado en persona, y de un número tan considerable de procesados por delitos
tan horribles, como los que dejamos expuestos.
Sin
embargo, nos consuela ver, cuan pocos eran los canarios que arrostraban las
iras del Santo Oficio. Todos, ó casi todos, eran ingleses, flamencos, moriscos
y judíos, nacidos fuera de nuestro suelo afortunado, á quienes su buena suerte
conducía á estas. playas.
Creemos
que en las galeras de S. M. completarían su educación religiosa, bajo el látigo
del cómitre, y bendecirían á cada instante la misericordia de un Tribunal, que
así se desvelaba por la salvación de sus almas.(Agustín Millares Torres; 1981)
1587 Agosto 20. El
ingeniero cremonés al servicio de la corona de las españas Leonardo Torriani
visita la isla de Benahuare (La
Palma) para inspeccionar sus fortificaciones. Uno de los
primeros actos de Torriani fue dirigirse al Cabildo insular para que designase
un regidor, como delegado de la corporación que le prestase en su labor las
asistencias necesarias. Reclamando de paso los elementos necesarios para el
cumplimiento de su misión: oficiales de carpintería, albañiles, peones, bestias
de carga, barcos, etc.; pero el ingeniero obtuvo el más indiferente silencio
por respuesta. Otro segundo escrito de Torriani (sin fecha también como el
primero) volvía a reiterar análoga petición. Suplicaba ahora que habiendo de
visitar las fortalezas, ver la artillería, calcular los gastos de las
reparaciones y los materiales para ellas precisos, el Cabildo designase varios
"caballeros" de su seno que le acompañasen para facilitar la tarea.
En este oficio planteaba también Torriani al Cabildo la necesidad de nombrar la
persona a cuyo cargo debían quedar las obras del muelle, arbitrar los fondos
necesarios para ellas y acordar cómo habían de realizarse -si a jornal o a
destajo-, con objeto de ganar tiempo, mientras él visitaba las demás islas,
hasta volver a residir en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma), en espera de las
órdenes regias. En vista de ello Leonardo Torriani entretuvo los días que
corrieron entre primeros de septiembre y mediados de noviembre en estudiar los
problemas concernientes a la fortificación de la capital, pues recorrió una a
una sus tres fortalezas, visitó el llano de la Caldereta, tomó nota
puntual de su artillería, calculó lo necesario para dejarlas en buen estado de
defensa e inspeccionó sus milicias y armamento. Por sus informes, minuciosos y
precisos, conocemos el estado militar de Benahuare (La Palma) en 1587 mejor que en
ninguna otra época de su historia, ya que nos brindan datos sobre las milicias
de la isla, los artilleros y la artillería
“Sólo
tiene esta isla, en la costa, tres pequeños castillos que guardan la marina. El
uno está en la parte que mira hacia El Hierro. Tiene forma de torre hexagonal,
con una planta alta descubierta, capaz para tres piezas de artillería que
defienden el puerto. El segundo, entre éste y el puerto, llamado de Santa
Catalina, con quince piezas, entre cañones y culebrinas, alcanza por un lado
hasta el muelle y por el otro lado poco más allá del tercer castillo. Este
último es el más pequeño, situado algo fuera de la ciudad, más allá del
barranco, posee dos sacres, con cuyo tiro domina apenas el último
desembarcadero, que se haya por aquella parte”.
1587. A finales del siglo están definidas las denominaciones de la
mayoría de los actuales barrios del municipio de Mazo en Benahuare (La Palma). Las más antiguas
corresponden a aquellas que entroncan con la etapa precolonial, caso de
Tigalate y Tiguerorte. San Simón y La
Sabina se registran en el mapa de Benahuare (La Palma) elaborado, a finales
del siglo XVI, por Torriani. Precisamente nombres como el de La Sabina y Poleal hacen
referencia a la vegetación que debió abundar en estos parajes y que sirvió para
bautizarlos. La Rosa
es una derivación del primitivo nombre Roza, en clara alusión a la corta o
limpia de matorrales que se hacía para obtener tierras con destino al cultivo.
Callejones, donde son característicos los muros de piedra seca que delimitan
las pequeñas parcelas de cultivo, conecta con los topónimos vinculados al
trasiego de la vida cotidiana local, en este caso se relaciona con las
comunicaciones (caminos estrechos y entre paredes). Con mayor evidencia se
muestra la toponimia que surge del relieve. Las características del mismo,
montañoso, pedregoso y volcánico, quedan reflejadas en los nombres de Monte,
Monte Breña, Monte Pueblo, Montes de Luna, Malpaíses y Lomo Oscuro. Este
último, con la especificidad del color, viene dado por una corriente lávica
que, por su juventud, se diferencia del terreno que la rodea.
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