TOMADO DEL LIBRO: EL MENCEYATO DE TEGUESTE: APUNTES PARA SU HISTORIA
Eduardo Pedro García Rodríguez
Capitulo VIII
ACHIMENCEYATO DE AGUAHUCO:
CASTELLANIZADO COMO PUNTA DEL HIDALGO
POBRE
Viene
de la entrega anterior.
b. La
organización del espacio
Tal y como indicamos en la
introducción de este capítulo, hemos
detectado un profundo cambio en el modelo de explotación del barranco respecto a la etapa anterior. Si bien la
información disponible es escasa,
podemos afirmar que, a lo largo de la centuria, se produce la
desaparición de la mayor parte de los anteriores aprovechamientos hídricos del barranco -molinos
hidráulicos, algunos cultivos de
regadío e infraestructura de transporte y
almacenamiento- y el asentamiento
de un nuevo modelo de explotación basado en el aprovechamiento cerealístico de los recursos del
mismo.
Anchieta
nos proporciona el último dato sobre la presencia de molinos hidráulicos en el
cauce del barranco. Según dicho autor en 1613
Diego Riquel y Catalina Díaz redimían un tributo que pagaba por un molino en Los Batanes. Desgraciadamente, no podemos aportar mas datos, dado que no menciona ante que escribano se formalizó dicho documento. El Testamento de Doña Juana Betai Velásquez, fechado en 1663, no cita ningún tipo de molino u construcción que aproveche la fuerza de la corriente, por lo podemos deducir su desaparición a estas alturas de siglo.
Gracias
a dicho documento, observamos como los cultivos de huerta
mantienen cierta importancia, por lo menos en estribaciones
del cauce de agua, ya que indica poseer ”...las aguas e guertas del
batan...”.
El trigo parece monopolizar el destino productivo
de las grandes haciendas que se constituyen en el
barranco a lo largo del siglo.
Así se deduce de los diferentes contratos de
enfiíeusis que he logrado recopilar.
En 1625, Don Juan de Mesa da a tributo a Pedro Díaz Martela la suerte del Picacho, por dos fanegas
de trigo y gallina que valga
cuatro reales anuales; en 1633, es Doña Isabel A quien cede a censo perpetuo el Valle de los Morales
a Benito Cur por doce fanegas de
trigo anuales. ¿A que obedece este radical cambio de orientación en la explotación de los
recursos del barrar Como
meras hipótesis apuntamos dos posibles causas. Por el hundimiento de la producción triguera en la
comarca lagunera lo largo del siglo XVII, en unos momentos de fuerte crecimiento demográfico, redujo a la mitad la
disponibilidad de alimentos a la
primera mitad de la centuria anterior. El déficit crónico de trigo que se produjo, haría interesante el
cultivo de un producto de primera necesidad cuyo
valor se incrementó con el tiempo. También no deberíamos descartar que
la producción sirviera para pagar a los jornaleros
que trabajaban sus haciendas vitivinícolas situadas en otras áreas de la isla.
c. Formas de explotación
En esta
etapa histórica, aparece en el barranco el régimen de tenencia a
censo y tributo perpetuo, igualmente conocido como en-fiteusis. A través del mismo, el dueño de la tierra cede el dominio útil
sobre la tierra, es decir, la explotación de la misma, a un cultivador o enfiteuta, a cambio de una renta anual y
perpetua, pagada en especies o en
dinero, reservándose el dominio directo. La elección de este tipo de contrato agrario no es ninguna casualidad.
Según han señalado varios autores,
en Canarias se haya asociado especialmente a las tierras destinadas al trigo y a otros cultivos de autoabastecimiento.
Un
aspecto del máximo interés en esta clase de contratos, es la posibilidad que
tiene el enfiteuta de vender la tierra, siempre y cuando el poseedor del dominio directo estuviera de acuerdo en ello. Este,
sí se lleva a cabo la venta, tiene derecho al
laudemio o décima; es decir, al 10% del valor total
de la propiedad vendida, sin descontar el
capital del tributo que siempre queda impuesto.
Otra
posibilidad, igualmente documentada, consistía en la venta del propio tributo, es
decir, se producía un cambio de titularidad
en el perceptor de la renta. Así ocurre, por ejemplo, en 1691, cuando
Don Sebastián de Franquis vende a Don Joseph de la Santa un tributo de 50 reales de plata, pagados
anualmente por Pedro Díaz Martela, impuesto sobre unas tierras en Los Batanes.
La venta se hacía efectiva una vez
que este había abonado la cantidad correspondiente al capital del tributo, en este caso 1000 reales, para lo cual
dicho Don Joseph hipotecaba un
tributo que poseía en El Rosario.
La
estructura de los contratos censales se centra básicamente en todo lo relativo a la percepción de la renta. El tributo impuesto sobre
una tierras en el Picacho, otorgado por Don Juan de
Mesa a Pedro Díaz Martela en 1625, es un claro ejemplo de
ello. Según la letra de dicho documento, este debe, en
primer lugar, “ ...tener dicha tierra labrada
y bien reparada y limpia de matorral de manera que ande cultivad.”. El pago de la renta se efectúa mediante la entrega de dos fanegas de trigo y una gallina que valga cuatro reales, obligándose a ponerlos “...en
esta ciudad en las casas de mi morada el dicho trigo bueno linpio enjuto y la
dicha gallina buena por cada mes de agosto de cada un año...”. Si el propietario
no recibe dicha renta durante dos años seguidos, la tierra vuelve a él, sin tener que indemnizar al enfiteuta. Para asegurarse el cobro, el propietario prohibe a Pedro
Diaz Martela, enajenar o subarrendar la tierra, si no es a “...persona
lega llana y abonada que pueda pagar dicho tributo...”. Por último, el
enfiteuta se ve obligado a hipotecar
“...quince colmenas con sus corchos que yo he y tengo en el dicho valle de los Vatanes...”, como medio de asegurar el pago de la misma.
Es
destacable el absoluto desinterés que muestra el propietario por la explotación de sus tierras. Ello se debe a que en este tipo de contratos, la mayor prioridad del propietario de la tierra se centra
en obtener una renta segura, ya sea monetaria o
frumentaria, sin necesidad de realizar ninguna
inversión ni de controlar de manera directa las
diversas fases de la producción, todo lo cual quedaba en manos del enfiteuta. Don Juan de Mesa es bastante elocuente en este aspecto, señalando que él “...se aparta de la tenengia de la tierra
señorío y posesión y lo traspaso a dicho Pedro Diaz
Martela para que sea suya y disponga a
su voluntad...”.
El
absentismo de los grandes propietarios del barranco, permitió a algunas
familias campesinas controlar buena parte de las tierras del mismo a través de estos contratos de enfiteusis. Un claro ejemplo
de ello lo constituye el ya mencionado Pedro Díaz Martela. En 1625, Juan de
Mesa le cede a tributo la suerte del Picacho, por 2 fanegas de trigo y una gallina anuales. Veinticinco años más tarde, se hace con la suerte de Pedro Antón de Torres, mediante un tributo perpetuo de 50 reales
anuales pagados por octubre de cada año, a Don Juan Antonio de Franquis. A ello uniría una serie de bienes propios citados en los diferentes contratos de enfiteusis; en
1625 hipoteca “...quince colmenas
con sus corchos que yo he y tengo en el dicho valle de los Vatanes...". En 1633, se le cita en los linderos de la
propiedad de Don Lucas de Betancurt.
En 1652 posee “...un pedazo de tierra en el Batan con una casa terrera de piedra y barro...”.
Melchor
Pérez es otro claro ejemplo de lo que venimos diciendo.
Obtiene de Don Juan de Mesa la suerte del Picacho. Además de citársele en diferentes linderos de la zona, sabemos que su viuda vendía en 1621 “...un pedazo de tierra con su cueva de morada que
habernos e tenemos en el término de los Batanes bajo
los linderos que expresan...”.
Este proceso de acaparamiento de tierras alcanzará su punto culminante con la familia Marrero, tal y como veremos más adelante.” (Ángel Ignacio Eff-Darwich Peña, 2005: 51 y ss.).
Bejía
También escrito Begía, es un pequeño caserío perteneciente al Achimenceyato
de Aguahuco, actualmente dependiente
del municipio de La Laguna, Chinech (Tenerife) situado en la
vertiente norte del Macizo de Anaga.
Posee elementos arquitectónicos destacados en forma de viviendas rurales
tradicionales canarias.
Se trata de un caserío de viviendas dispersas en
las laderas de la parte alta del valle del Peladero, junto a elementos
paisajísticos destacados como la elevación rocosa conocida como Roque la Baga. En el año 2011 contaba con 286 habitantes.
Bejía
no aparece como entidad independiente en los censos de población al ser
englobado, junto a los otros caseríos de Anaga
pertenecientes al municipio de La
Laguna, tales como Cabeza de Toro, Chinamada, El Río, Las Carboneras y Los Batanes, bajo la entidad de
población denominada Las Montañas.
Cabeza de Toro o Cabezo Toro
Es un pequeño caserío perteneciente al
Achimenceyato de Aguahuco, y como el
anterior administrado por el municipio de La Laguna,
Se encuentra situado junto a la carretera muy
cerca del pago de El Río, y a una altitud media de 776 msmnm.En el año 2011
contaba con 286 vecinos.
Este caserío no aparece como entidad
independiente en los censos de población al ser englobado como los demás
comarcanos, junto a los otros caseríos del Macizo de Anaga, y como ellos también administrados por el Ayuntamiento de La Laguna.
El Río o Casas del Río
Situado en el Macizo de Anaga, es un pequeño caserío que en la actualidad depende
administrativamente del municipio de San Cristóbal de La Laguna, en el pasado
formaba parte del territorio de Achimenceyato de Aguahuco, Se encuentra muy
cerca de otro núcleo poblacional, Cabeza de Toro, pasando por estos caseríos la
carretera comarcal TF- 145 que lleva al pago de Las Carboneras. Situado a una
altitud media de 835 msmnm. Contaba en el año 2011 con 286 vecinos.
Las Carboneras
El caserío de Las Carboneras, en el parque rural
de Anaga, como los demás del
Achimenceyato de Aguahuco (Punta del
Hidalgo), pertenece administrativamente al municipio de La Laguna, a partir del año
1981 deja de aparecer como entidad independiente en los censos de población, al
ser englobado junto a otros caseríos bajo el nombre de Las Montañas. Pese a la
mejora de las comunicaciones por carretera, el caserío continúa viviendo un
proceso de despoblamiento.
Sobre
una loma y rodeado de buenas tierras de cultivo se agrupa el caserío de Las
Carboneras, perteneciente al municipio de La Laguna dentro del Parque Rural de Anaga. Este núcleo surgió por su
cercanía al bosque que suministraba la madera de brezo para hacer carbón,
producto que en tiempos pasados constituyó la base de la economía local.
Mucho esfuerzo realizaron sus habitantes para
roturar y abancalar las tierras, donde hoy, la papa antigua adaptada a sus
condiciones climáticas del lugar, mucha humedad ambiental y buenas
temperaturas, producen hasta dos cosechas al año, principalmente de las
variedad "borralla o melonera" de exquisito sabor. Conviviendo con
las propias matas de papas aparecen cultivos de batatas, bubangueras, coles,
judías, zanahorias, millo... y chochos como cultivo rotatorio. En los bordes de
los bancales no faltan arboles frutales: manzanos, ciruelos, perales, nisperero
y algún castañero. Sus fiestas patronales son en honor de San Isidro Labrador y
Santa María de la Cabeza.
Chinamada
Es un
antiguo caserío guanche perteneciente al Achimenceyato de Aguahuco en el que se conserva una treintena de casas-cueva en buen
estado y de gran interés histórico etnográfico, que están habitadas en la
actualidad. Como los demás de la zona pertenece administrativamente al municipio de La Laguna desde la anexión del
municipio de Punta del Hidalgo.
Situado cerca de Las
Carboneras, se encuentra en un rellano a 600 metros de altitud entre el
barranco de la Angostura
y el barranco del Tomadero.
Chinamada
como los otros pagos del Achimenceyato a partir del año 1981 deja de aparecer
como entidad independiente en los censos de población, al ser englobada junto a
otros caseríos como queda dicho bajo el nombre de Las Montañas. Pese a la mejora de las comunicaciones por
carretera, el caserío continúa viviendo un proceso de despoblamiento.
El
Homician
Es uno de los lugares más significados del antiguo Achimenceyato de Aguahuco, podríamos afirmar que fue la
capital del mismo.
En los tiempos actuales se ha suscitado ciertas
polémicas en torno a la interpretación del topónimo “Homician“, de indudable origen castellano que da nombre
a este popular barrio puntero. Dicho topónimo también esta presente en la
localidad de Valle de Guerra.
El docto criollo jurista, José Peraza de Ayala[1] creyó
encontrar a la repuesta al origen del topónimo en cuestión en determinadas
prácticas jurídicas germánicas es decir, godas que aun de alguna manera estaban
vigentes en Castilla en la época en que los castellanos y demás ibéricos
invadieron la isla Chinech
(Tenerife).
[…] Efectivamente, en la Punta del Hidalgo y en el
Valle de Guerra, pago de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna, antigua capital de
la isla de Tenerife, de donde distan unos diez kilómetros, existen unos barrios
enclavados respectivamente en pequeñas lomas
y cerca de las vertientes de los riscos que circundan los citados
lugares, buscando, al parecer, la parte lejana del lugar para salvaguardarse de
las incursiones piráticas, como era corriente en la primera población isleña.
Estos dos caseríos se denominan actualmente como en lo antiguo, “El Homicián” o
“El Hómiziam”, y este nombre por su significación histórica y jurídica, nos ha
inspirado estas líneas, pues corresponde en nuestra opinión al tecnicismo de la
venganza de la sangre y pérdida de la paz, instituciones que tendió a suprimir
la legislación visigoda y que como tantas otras de origen germánico, presentó
en todo su esplendor el derecho español que siguió a la invasión árabe.
Consiste la venganza de la
sangre en la facultad de castigar por propia autoridad el ofendido o sus
familiares al ofensor; la pérdida de La paz significa la exclusión de la
comunidad jurídica, bien para el municipio o el reino. En el derecho posterior
a la recepción se hacía necesaria la declaración judicial de enemistad para que
pudiese ejercitarse impunemente el derecho de venganza por la parte ofendida.
A este estado de enemistad
se llamaba “inimicitia” y al culpable consta que por lo menos en León, se le
designa con el término “homiziam”
Los delitos que según la
mayoría de los fueros producían “inimicitia” eran el homicidio y la violación.
El incurso en ella era condenado a pagar una multa y desterrado del dominio de
la ciudad, quedando expuesto a la venganza de la parte ofendida que impunemente
podía matarle.
El poder político se
esforzó en sustituir la venganza de la sangre por el derecho penal del Estado,
como se observa particularmente desde el siglo XII. Pero era imposible hacer
desaparecer en poco tiempo una costumbre tan arraigada y antigua.
Los lugares en que radican
los caseríos a que nos referimos, distantes también entre sí unos diez
kilómetros, reunían sin duda para el “homiziam” las condiciones geográficas
adecuadas para ocultarse de la venganza y cumplir el destierro, especialmente
el de la Punta
del Hidalgo, cuyo acceso por tierra hasta fines del siglo último era bastante
difícil. (José Peraza de Ayala, 1938).
No deja de ser
significativo el gran paralelismos entre estas practicas jurídicas de los
invasores con las de nuestros ancestros en los casos de homicidio, las cuales
se desarrollaban de la siguiente manera: Apresado el homicida, este era juzgado
el Tagoror de ancianos y notables, hallado culpable, se procedía al embargo de
sus ganados para con ellos indemnizar a
la viuda si era casado o en su caso a sus padres o parientes más próximos, a
continuación se procedía sajar con lascas de tabonas las rodillas, pantorrillas
y glúteos del reo, acto seguido era desterrado del menceyato, debiendo el reo a
partir de ese momento cuidarse de los parientes del fallecido, quienes podían
darle muerte impunemente si lo encontraban.
Quizás no sea ajeno a estas
prácticas el hecho de que se le permitiera cierta autonomía política al
diminuto Achimenceyato de Aguahuco a
pesar de las actividades deprecatorias de ganados en otros menceyatos
atribuidas al último achimencey Sebenzui, si como es de suponer este lugar servía de refugio a los homicidas
condenados, es presumible que pocos se atreverían a internarse en estos
dominios con ánimos hostiles y salir con vida de su intento.
Es posible igual función de
refugio de condenados le fuesen asignadas también además del Homician de Valle
Guerra al territorio de Imobach, una
franja de terreno del menceyato de Taoro
en el de Abona
Al principio de la
colonización europea, los invasores colonos utilizaron las infraestructuras
existentes en la sociedad guanche, tales como caminos, auchones, cuevas de habitación y apriscos, abejares, ganados y
cualquier medio de producción, así pues no es de extrañar que usaran de los
sitios de extrañamiento reseñados.
La corona castellana ofreció
el indulto a todos aquellos asesinos, violadores, ladrones y estafadores de sus
reinos que se decidieran a alistarse por un tiempo determinado en las tropas
mercenarias de Alonso Fernández de Lugo para la invasión y conquista de
Tenerife, muchos de estos indeseables después de ocupada la isla un grupo de estos criminales ya exonerados de
sus delitos por el servicio prestado a la corona, decidieron quedarse en ella
como colonos, es presumible que si bien no existía gran diferencia entre estos
colonos y los mercenarios profesionales, estos último fieles practicantes de la
doble moral cristina, optasen por distinguirse en lo posible de sus
correligionarios ex convictos, instalándolos en lugares alejados del centro de
asentamiento de la incipiente colonia europea en el Valle de Aguere, y como queda dicho eligieran
para ello aquellos lugares que para este mismo fin tenían dispuesto los
meneceyatos guanches, datándolos en los mismos.
Esta recluta de forajidos
no sólo tuvo lugar en los reinos castellano-aragonés, sino que se extendió a
las Islas Canarias que ya estaban dominadas y en régimen de señorío como
muestran documentos del Diplomatorio de las Cancillerías Reales de Castilla y
Aragón rescatados y hechos públicos por
el criollo e historiador Antonio Rumeu de Armas,[2] de
los cuales reproducimos uno dirigido a Inés Peraza, señora de Lanzarote y
Fuerteventura, y dos digeridas a la señora de horca y cuchillo de La Gomera Beatriz de Bobadilla:
Carta de Fernando e Isabel a doña Inés Peraza,
señora de Lanzarote y Fuerteventura,
encareciéndole el alistamiento de sus vasallos en las huestes conquistadoras de Tenerife. Se admite la participación de
“foraxidos” (inédito)
Madrid, 8 de noviembre de 1494.
El Rey e la Reyna.
Doña Ynés Perada: Ya sabéys lo
que vos ovimos escrito rogándovos y encargándovos que diésedes a Alonso de Lugo toda la gente y favor y
ayuda que pudiésedes para la
conquista de la ysla Tenerife, de quél tiene cargo; y porque agora dis que la ha más menester, y
todavía tiene el dicho cargo que nos se te prorrogamos, nos vos mandamos y encargamos le fagáys dar
toda la gente de cavallo e
de pie e foraxidos que podáys, como
por cosa de nuestro servicio. En lo qual mucho plaser e servicio nos taréis. Dada en Madrid, a VIII de
Noviembre de XCIIII años.
= Yo el Rey. = Yo la Reyna.
Misiva de los Reyes Católicos a Alonso de Lugo
encareciéndole que acepte la
colaboración económica de doña Beatriz de Bobadilla en la conquista de Tenerife (inédito).
Medina del Campo, 29 de marzo de 1494.
El Rey e la Reyna.
Alonso de Lugo, nuestro governador de la ysla de
Palma, dízennos que avéys de dar parte de la conquista de la ysla de Tenerife a
algunas personas; sy asy es, avremos plaser que
dedes parte a doña Beatriz de Bovadilla antes que
a otro. De Medina del Canpo, a XXIX de margo de XCIIII
años.
Misiva de los Reyes Católicos a doña Beatriz de Eobadilla, señora
tutriz de La Gomera y El Hierro, con el encargo expreso de alistar a
sus vasallos en las huestes conquistadoras de Tenerife (inédito).
Madrid, 8 de noviembre de 1494.
El Rey e la Reyna.
Doña Beatris de Bovadilla: Ya
sabéys lo que vos ovimos escrito rogándovos y encargándovos
que diésedes a Alonso de Lugo toda la gente, favor e ayuda que pudiésedes para
la conquista de la ysla de Tenerife, de que él tiene cargo; y porque agora diz que la ha más menester, y
todavía tiene el dicho cargo que nos
se le prorrogamos, nos vos mandamos y encargamos le fagáys dar toda la gente de cavallo e pie y favor y ayuda que
podáys como por cosa de nuestro servicio. En lo qual mucho plaser e
servicio nos haréis. De Madrid, a ocho de
noviembre de XCIIII años. = Yo el Rey. = Yo la Reyna.
Los gomeros fueron reclutados a
la fuerza, para intervenir en la invasión de Chinech, pueblo difícil de someter nunca gozaron de la más mínima
confianza de los castellanos quienes una vez sometida la isla trataron de
ubicarlos en los lugares “fronterizos” de los menceyatos que había sido
resistente, especialmente en el Achimenceyato de Aguahuco.
“Por razones fáciles de
entender, en la incipiente villa de los colonos en Aguere hay pocos guanches. Dentro del distrito que abarcaba la
capital colonial, la inmensa mayoría los
supervivientes prefieren vivir en las montañas de Anaga, dedicados a su
tradicional actividad pastoril, o en su reducto de Candelaria -Güímar.
En cuanto a otro significativo núcleo de naturales,
los gomeros que habían participado en la conquista,
padecieron así mismo ciertas dificultades de
adaptación en esos años iniciales. En 1504 Cabildo
acordó extrañar a Pedro Abtejo y a otros naturales gomeros. Parece que estos isleños, en contacto con los alzados de Tenerife optan por llevar un tipo de vida ajeno a los parámetros europeos
principal acusación es la carencia de bienes para sobrevivir —ni siembran ni cogen ni biven de trabajo—, indicativo de falta de integración. Pero Abtejo y otros acabarán insertos en las
estructuras urbanas, por tanto
culturales y económicas de los castellanos. Obtendrán las datas y
vivirán arruados en determinadas zonas de la capital y sus alrededores, como Geneto y Gracia, así como en
otros puntos del actual municipio lagunero, como la parte baja de Tejina
y la Punta del
Hidalgo. Después de 1511 el “problema gomero” correrá parejo
al de los guanches, y más que su deportación se intenta su adaptación
procurando el avecindamiento en la capital, pero a pesar de que una cédula real
facultaba al Concejo para proceder a tal forzada concentración, se suavizará la postura municipal en ese sentido en los años
veinte, de modo que la exigencia consistía en
habitar en lugar poblado.” (José Miguel Rodríguez Yanes, 1997: 191-193).
Tenemos
referencia de uno de los gomeros datado con unas cuevas:
Diego
Lopes, gomero. Un c. de ta. de s. en Tegueste
os ove dado agora cuatro años por otra albalá
q. perdistes, os doy este y la dha. ta.
parte con Juan Delgado, el de las Islas, y más vos
do unas cuevas en la Punta
del Ydalgo para vuestro ganado. Digo...
14-VI-1502.
Diego Lopes. Di una ta. de dos f. y-media en Tegueste, limpia q. está en
un pedazo y otra poca q. está por desmontar. Mándesela dar a D. L. «porque me hande sirviendo» El Adelantado [todo autógrafo].
El Cabildo colonial en sesión de 29 de
diciembre de 1504 dictaminó sobre lo
incomodo que les resultaban sus antiguos servidores, quienes como buenos
conocedores de los métodos de los colonialistas, optaron por unirse a los
guanches resistentes denominados alzados:
“E luego todos
los dichos señores, asy su Señoría como los señores regidores, platycaron
sobre los gomeros porque esta es gente que no tyene ningunos bienes en que biva ni sienbran ni cogen ni biven de trabajo; y que
quebrantan las hordenanc.as fechas y comen los ganados de los vecinos y
fazen otros muchos daños vagamundando. En
que se vido y determinó entre los dichos señores que se devian echar de
la hisla ecebto Fernando Aguaberque y Pedro
del Obispo y Marcos de Simancas e Pedro Abtejo, Juan Gracia.
E luego su señoría del señor Adelantado votó que todos los susodichos
gomeros con sus mugeres y fijos e haziendas salgan desterrados desta ysla perpetuamente.
…Manda su señoría del señor don Alonso Fernandes de Lugo, Adelantado de las yslas de Canaria e governador de las yslas de
Tenerife y Sant Miguel de la Palma, en nombre del Rey y
de la Reyna
nuestros señores, asy como su Oovernador y Justicia
Mayor, que por quanto su señoría del señor Adelantado
a sydo ynformado que los gomeros que
están en esta ysla de Tenerife son ladrones y vagamundos, y biven mal,
quebrantando las hordenanças, decipando los
ganados y faziendo otros muchos dabños y castrando las colmenas abejeras que son de los propios, que está
defendido, y que traen perros,
siéndoles todo defendido, que por tanto, que todos los dichos gomeros salgan desta ysla de Tenerife con sus
mugeres y fijos e fazienda o vendiendo sus faziendas, ecebto ciertos gomeros
questán ecebtados que no salgan agora
(al presente de la ysla) por que son
aprovados por buenos; e que salgan de
la ysla dende el día que se pregonare esta hordenança en un mes, e los que no
tovyeren haziendas ni devieren que salgan dentro de ocho días, e aquel gomero que no lo cunpliere que
muera por ello; e que aquel que deviere
qualquier debda que le sean vendidos todos sus bienes e que sean pagados a quien deviere, y que el tal gomero salga
luego de la tierra. E los que no tovieren bienes que sean tasados e dados e
entregados a los acreedores fasta
tanto que ayan conplido e pagado lo que asy devieren a los acreedores. Y luego salgan de la tierra so la dicha
pena de muerte, el que no sre, asy del que no deviere como del que
deviere, en los dichos plazos. Y que este
destierro faze dellos su Señoría perpetuamente destas quatro yslas de Tenerife y la Palma y la Gomera y el Hierro; y por que venga a noticia de todos mándalo pregonar públicamente.” (Actas
Cabildo colonial)
Retomando
el tema de los homicianos según Almazan: “Las leyes castellanas aplicadas en
los primeros tiempos de la colonización distaban mucho de ser tan benévolas
como las guanches, en Chinech (Tenerife) existen elocuentes
testimonios de esta practica desde los inicios de la invasión y conquista, es
frecuente encontrar en las datas de repartimiento referencias a topónimos como
barranco del ahorcado, montaña del ahorcado árbol ahorcado etc. etc.
“Como
las posibilidades eran múltiples, la fantasía, tanto como el sentido práctico
de los legisladores condujeron a una gran riqueza de formas en la pena capital.
Según el delito, el delincuente o la institución que castigaba. La más
utilizada entre las formas de ejecución era la horca, sobre todo para los
ladrones, pero es bien conocido que las diferencias sociales también se
plasmaban en este ámbito. Los nobles sólo podían ser decapitados,
exclusivismamente a espada o cuchillo (en Castilla no podía usarse el hacha o
cualquier otro instrumento cortante). Para los herejes quedaba la purificadora
hoguera.
Para los
condenados por la
Santa Hermandad, el asaeteamiento.
Tan importante como la pena elegida, o su modalidad,
resultaba el espectáculo de que se rodeaba la ejecución, que usualmente debía
ser pública, ya que servía también como escarmiento de delincuentes, teatro del
poder y lección para el resto de súbditos. Todo contribuía a ello: el pregón de
la sentencia, el “paseo” del condenado por las calles habituales, sometido o no
a castigos previos, como los azotes, la ejecución en el patíbulo (usualmente en
las inmediaciones de la urbe), la asistencia obligatoria para los vecinos (o la
convocatoria de necesitados para sustituirlos, mediante el reparto de
alimentos), el acompañamiento del cadáver por cofradías piadosas, la
exposición pública de los restos durante un tiempo determinado, a veces
muy largo, a fin de dar el máximo de publicidad a lo ocurrido y rememorar
constantemente la “lección” impartida.
Iñaki
Bazán incide en un punto que también ha destacado la historiografía europea,
particularmente la del periodo moderno. Ya a finales de la edad media se
constata una “economía” en la aplicación de las penas que tiene en cuenta
factores diversos. Frente al carácter intimidatorio de la ejecución se imponen
otras consideraciones, como la necesidad de “negociar” el perdón con los
numerosos huidos de la acción de la justicia, “el elevado gasto que suponían
para las arcas públicas las ejecuciones capitales como consecuencia del
pago al juez que imponía la sentencia, al verdugo que la ejecutaba, al
carpintero que confeccionaba la horca, al retén de vigilancia que custodiaba el
cadáver, etc” o las propias necesidades del poder. De ahí que, frente a la
universal tendencia de las leyes a señalar la pena de muerte como castigo para
numerosos delitos, luego la aplicación de la misma se reducía mucho en la
práctica, conmutada a cambio del destierro, el servicio en el ejército real o
las multas pecuniarias.” (Ismael Almazan).
Julio de 2013.
eduardobenchomo@gmail.com
[1] José Peraza de Ayala,
propietario de la finca Sabanda, donde nacieron Los Sabandeños, en Punta del
Hidalgo.
Estudió Derecho y
Filosofia y Letras en la Universidad Complutense de Madrid, donde se
doctoró en ambas carreras. Fue profesor universitario en las de Granada y
Barcelona, hasta que obtuvo la cátedra de Historia de España en la Complutense.
Su amplia
formación académica le permitió acceder a las más prestigiosas instituciones
universitarias del mundo.Especializado en historia de América y de las Islas
Canarias, fue profesor extraordinario en la Universidad de
Georgetown en Estados Unidos y emérito de la Escuela Diplomática
en España y en varios países sudamericanos -Mexico, Argentina, Perú, Colombia y
Chile-, en los que le nombraron académico de número en sus correspondientes de
la historia.
Fue Presidente de la Real Academia de la Historia de la que era
miembro desde 1968 y fundador del Anuario de Estudios Atlánticos, que
dirigió hasta poco antes de morir. Además dirigió Hispania y Cuadernos
de Historia, editados por el Centro Superior de Investigaciones
Científicas, del que también fue miembro activo.
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