FEMÉRIDES DE
LA NACIÓN CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII
DECADA 1581-1590
CAPITULO XIII-XIII
Guayre
Adarguma Anez’ Ram n Yghasen
1587 Febrero 18.
Mayor peligro supuso para el
Archipiélago el año siguiente de 1587, a medida que las relaciones de la
metrópoli con Inglaterra entraban ya en la fase preparatoria de la guerra, y en
cuyo año la sombra de Drake se mantuvo amenazadora sobre las islas como una
pesadilla.
Este estado de alarma tuvo
reflejo en la actuación de los inquisidores que extremaron la vigilancia en los
puertos canarios, dispuestos a cerrar el acceso a los mismos a todos los
súbditos de la reina Isabel tachados por el Santo Oficio de herejes y luteranos
.El 18 de febrero de 1587 arribó a Santa Cruz de La Palma el navío portugués Buena Fortuna de Caridad, propiedad de
Francisco da Rocha Paris, piloto lusitano tachado de simpatizante con el
pretendiente don Antonio, prior de Crato, que navegaba con pasaporte especial
del almirante de Inglaterra para resguardo contra los piratas. Dichas
circunstancias despertaron los recelos de las autoridades locales hasta el
punto que el teniente de gobernador, Jerónimo de Salazar, ordenó la detención
del navío hasta tanto que se aclaraba su verdadera procedencia.
No fueron menores los recelos de la Inquisición por su
arribo, hasta el punto de que si bien Francisco da Rocha pudo convencer al
gobernador Salazar de la licitud de sus propósitos y tratos, no consiguieron lo
mismo varios pasajeros ingleses acogidos al navío, que fueron detenidos por el
Santo Oficio como herejes luteranos y procesados a renglón seguido. De esta
manera vinieron a engrosar la larga lista de los ingleses cautivos: Edward
Stephens, Richard Newman y otros de nombre ignorado. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1587 Mayo 4.
El momento de mayor peligro en
dicho año para el archipiélago canario se señala alrededor de los días primeros
del mes de mayo de 1587. La expedición de Drake contra Cádiz, organizada por
Inglaterra para perturbar los aprestos de la gran armada que se organizaba para
la invasión, afectó de rechazo, aunque sin riesgo para ella, a la isla de El Hierro. En efecto, después de haber
sorprendido a Cádiz (destrozando los navíos allí surtos y saqueando el puerto)
y, recorrido las costas de Portugal con igual fin, apostó Drake el grueso de la
flota, entre el cabo de San Vicente y las Azores, así para impedir la reunión
de los galeones españoles, diseminados en los distintos puertos de la Península, como en
espera de las flotas de Indias. De este momento data el viaje a las Canarias de
una división de cinco navíos de la escuadra de Drake, que acercándose a la isla
de El Hierro, y merodeando por su contorno, trataron el 4 de mayo de 1587 de
establecer pacíficas relaciones comerciales con sus habitantes, so color de
católicos irlandeses. El conde de La
Gomera, don Diego de Ayala, así lo comunicó a Tenerife, en
carta de 8 de mayo, para que estuviesen prevenidos contra el peligro, porque en
dicha isla aseguraron los corsarios que Francis Drake los seguía con otros 40
galeones.
Pocos días más
tarde tenía confirmación desde España el aviso del conde de La Gomera, pues el 16 de mayo
de 1587 se recibía en Cabildo una carta del duque de Medina Sidonia con la
nueva del incendio de los galeones en Cádiz y el temor de que se dirigiese la
escuadra inglesa sobre el Archipiélago, y siete días después recibíase también
por la misma corporación un mensaje de los almirantes marqués de Santa Cruz y
Francisco Duarte concebido en idénticos términos.
Con este motivo los acuerdos de
guerra llenan las sesiones del Cabildo de Tenerife, que por repetidos
silenciamos, siendo en cambio digno de señalar por el espíritu de hermandad que
revela aquél en que esta isla franqueó a la Gran Canaria la
pólvora que pudo ante las demandas apremiantes de sus regidores, que faltos de
ella la reclamaban por "hallarse muy
ámenazada, así de Morato Arráez como de Francisco Draque".
En esta atmósfera de guerra
ocurrió todavía un nuevo intento pirático en Santa Cruz de Tenerife, en julio
de 1587, que alarmó a toda la isla.
El día 8 de dicho mes un galeón
corsario se acercó a la bahía de Santa Cruz con ánimo de sacar del puerto una
carabela que en él se hallaba cargando vinos. Para ello trató de forzar la
entrada del mismo por medio de una lancha en la que bogaban algunos marineros;
mas cuando ya estaban próximos a la rada, el castillo de San Cristóbal abrió
fuego contra ella y los piratas tuvieron que alejarse sin alcanzar su
propósito. Sin embargo, los disparos de la fortaleza, que se oyeron en La Laguna, alarmaron a sus
vecinos, acudiendo al puerto en formación las milicias con el gobernador Juan
Núñez de la Fuente
a la cabeza.
Todavía en noviembre de 1587 se
tuvieron en el Archipiélago avisos de la partida de Drake de Inglaterra con 40
navíos en dirección a las costas españolas; pero por suerte para las islas,
tanto en lo que resta del año 1587 como en la totalidad del siguiente de'
1588-en que la guerra con Inglaterra; en su máxima intensidad, absorbió a ambos
contendientes en otros escenarios-no ocurrió suceso destacado de índole
militar.
Episodio de otra índole fué el
solemne auto de fe de 22 de julio de 1587, celebrado en Las Palmas de Gran
Canaria con ocasión de la ruptura de hostilidades con Inglaterra.
La Inquisición
acostumbraba celebrarlos cuando había número suficiente de reos que
"justificasen tal ceremonia", y ahora se apiñaban en sus cárceles
buen número de ingleses luteranos y calvinistas. Entre los primeros se contaban
12 de los 17 marineros del Primrose
sin otra baja por muerte que la de John Smith, fallecido en las cárceles
secretas; un marinero del navío El Faco
cautivo en Maspalomas, y Edgard Francis, preso en el desembarco de Adeje.
En cambio no pudieron figurar en
este auto los viajeros de la nave de
Francisco da Rocha Paris, Bwena Fortuna
de Caridad por estarse sustanciando
por aquella fecha sus causas.
Este número extraordinario dé
ingleses en el auto que referimos, así como los procesos y condenas anteriores
y posteriores, hace afirmar a historiador tan documentado como William Thomas
Walsh que las Islas Canarias eran el lugar fijo de malos tratos a los ingleses
luteranos, error que nace, aparte de .la mala información, de no haber sabido
captar la Importancia
que tuvo en el siglo XVI la acción de la piratería contra las islas del
Atlántico.
De esta manera en la fecha
indicada, 22 de julio de 1587, celebróse en la plaza de Santa Ana con
extraordinaria solemnidad y pompa el primer auto de fe en que aparecían
súbditos de la reina Isabel junto con moriscos y naturales, formando los
ingleses, adornados con sambenitos y corozas, en la larga comitiva que acompañó
a la hoguera a su compatriota George Gaspar (sic), que como el más contumaz en
sus errores estaba condenado a morir.
La ceremonia se celebró presidida
por el inquisidor don Francisco Madaleno, hallándose presentes en la misma el
obispo con el Cabildo catedral en pleno, la Real Audiencia y el
gobernador de Gran Canaria Álvaro de Acosta.
La plaza de Santa Ana aparecía
totalmente repleta de público, no sólo de la capital, sino de toda la isla, ya
la vista del mismo los reos, auxiliados por las Ordenes religiosas y familiares
del Santo Oficio, fueron verificando su reconciliación. Aparte de los
españoles, e isleños, condenados por
diversas causas atentatorias a la fe o buenas costumbres a no menos diversas
penas, aparecían alineados moriscos e ingleses, hasta completar con aquéllos el
número de. 43 reos. Fueron reconciliados primeramente los ingleses Thomas Simes
[Thomas Simms], Juan Buer [John Wáre], Pedro Jamson [Peter Johnson], Eduarte
Estreid [Edward Stride], Juan Gold [John Gold], Guillermo Vaquer [IWilliam,
Baker] , Guillermo Huer [William Ware] , Miguel Chemes [Michael James] Rioharte
Sánchez, Marcos Colman y Cristóbal Tristán (sic), todos tripulantes del Primrose; Juan Reman [John Reman],
marinero de El Faco, cautivo en
Maspalomas, y Eduarte Francisco [Edward Francis] prisionero en el desembarco de
Adeje. Después, sin un orden riguroso, fueron reconciliados los esclavos
moriscos Pedro de Berrera, Bartolomé y Juan, a quienes en seguida veremos
participar, como adalides, en la incursión de Morato Arráez de 1586, y el
renegado Miguel Carneros, expulsado por este pirata; de las galeras en la is1a
de Lanzarote.
De los reconciliados españoles
son dignos de mención: Sebastián García, pescador de Agüimes, como cómplice de
las operaciones de El Faco, y Diego Rodríguez de Ayala, alcaide de la cárcel
real de La Laguna,
por haber apoyado de palabra algunas de las proposiciones heréticas del
condenado a la hoguera, George Gaspar. Otro de los reconciliados fue Juan del
Río, esclavo morisco del anterior gobernador Tomás de Cangas, por haber
obstaculizado en cuestiones de competencia enttre la Justicia real y el Santo
Oficio sobre la prisión del inglés John Reman, la acción de éste en favor de su
amo, el gobernador .
Tras esta primera parte del auto,
procedióse con no menor aparato, a la reconciliación en estatua del reo
Jhoan smit [John Smith] fallecido en
prisión, y la relajación, en estatua, también, de cuatro moriscos de Lanzarote
y Fuerterventura: Malgarida de Cubas, mujer de Juan Felipe, trasladada a
Berberia por su esposo con engaños en 1552, pero que acabó por abjurar
convirtiéndose al mahometismo; Francisco Palomar (esclavo del alguacil del
Santo Oficio Diego Sarmiento de Ayala) y Maria Gutiérrez, cautivos de Calafat
en la incursión de 1569 y también perjuros, y Gonzalo Espino, fugitivo en una
de las últimas "entradas"
en Berbería.
Por último, la ceremonia adquirió
su máximo patetismo en el momento de ver subir exánime al cadalso, donde se
apiñaban los leños de la hoguera, al reo George Gaspar, agotado y sin fuerzas
después de un frustrado intento de suicidio. George Gaspar fué relajado por su
osadía y contumacia, pues seguramente por su vida era el más infeliz de todos sus
compatriotas, ya que, con apenas veinticuatro años, y siendo aprendiz de sastre
en Londres, no tenía otras hazañas en su hoja de servicios que haberse enrolado
por primera vez en una embarcación inglesa en viaje al Brasil, para caer
prisionero en la isla de La
Gomera, su primera escala, en una desgraciada incursión para
proveerse de agua. Trasladado a la cárcel real de La Laguna, aquí fue donde
George con sus burlas, blasfemias, irreverente actitud, inoportunos dichos e
ingenua contumacia, labró día a día su sentencia, pues abandonó la cárcel real
para ingresar en la del Santo Oficio de Las Palmas, donde, siempre rebelde y
contumaz, pasó los últimos días de su vida. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1587 Mayo 20.
El rey de la metrópoli Felipe II
dio unas instrucciones al Ingeniero Leonardo Turriano, que constituían un
minucioso programa al que debía ceñirse éste para resolver el problema más
arduo de la fortificación del archipiélago: asegurar la ciudad de Las Palmas
que por su carácter marítimo y extraordinaria importancia, era blanco de las
apetencias de los piratas extranjeros. Con tal extensión se refiere el Monarca
a la ciudad, que puede decirse que el texto casi integro de aquéllas, la
abarcan las normas para la fortificación de la misma. Dice así: «En la Gran Canaria hareis
particular relación al Governador, Justicia y Regimiento de la orden que aqui
llevais tocante a aquella ysla: pedirles eys las plantas, ordenes y relaciones
que tienen, asi de la fortaleza que está designada en la montaña de S. Francisco,
como del reduto que se ordenó se hiziesse para su deffensa, entre tanto que se
haze la dicha fortaleza y particularmente pedireisles la ultima órden de don
Francés de Alava que fue del mi Consejo de guerra y mi capitán general de
Artilleria, difunto, embió y yo mandé que se siguiesse y executase, y
juntamente con esto pedireis os informen bervalmente de las consideracion y
respettos que se tuvieron para executar la dicha planta de la fortaleza y para
hazer el reduto, y de todas las demás cossas que os pareciere deveis ser
informado para hallaros capaz de todo lo hecho, y para lo que mas se huviera de
proseguir.- Yreis a ver y reconoscer la dicha montaña de San Francisco y el
sitio que en ella está designada la dicha fortaleza, y que forma de traza y capacidad
tiene, que dinero está aplicado para su fábrica, lo que se a gastado y lo que
ay en set; que effectos se pueden conseguit; si defiende la ciudad y puerto y
algunos desembarcaderos, si está libre o subjeta a algunos padrastos o a otros
inconvenientes y que defensas se les pueden aplicar.-
Reconocereis tras esto el dicho reduto y sabreis lo que está hecho y lo
que en él se a gastado y lo que constará lo que falta de fábrica, y direys que
effecto y utilidad se sigue y si conbiendrá mas atender aora solamente acabar
la fábrica de la fortaleza que no a 1a del dicho reduto, para que tanto mas en
breve se acabe la dicha fortaleza, sobre presupuesto que el fin principal que
se tubo para hazer el dicho reduto fue que entretanto que la dicha fortaleza se
acabase, cuya fábrica havia de ser de mucha mas dilacion, la gente de la tierra
tuviese alguna forma de defensa en donde recogerse y defenderse algunos dias de
algun cossario que le quissiese emprender para robarla.-
Haveis de considerar si para la guarda y seguridad de la dicha isla
está con acertada conssideracion acordada y trazada la dicha fortaleza y
reduto, y si os paresce se deve alterar en algo para mejorarla, asi en la
fábrica y traza como en el sitio, direys en que y porque causas, como y con que
se podria remediar.- Vereys asi mismo en quanto tiempo se acabaran las dichas
fábricas de fortaleza y reduto y con quanto dinero, y tratareis con el
Governador é ysla de que arbitrios o otras cosas se podrá dar forma de sacarse
y proveerse.- Reconoscereys todos los puertos, calas y desembarcaderos que la
dicha ysla de Canaria tiene de consideracion, que defensas tienen al presente y
las que convendria hazerles y lo que costarian.- Como está de artilleria todo
lo fortificado y si le falta alguno y quantas y que géneros particularmente de
alcance, que es la mas necesaria para ympedir los dichos desembarcaderos y
guar- dar el puerto.- Todo lo qual os mando cumplais comunicandolo con el
Governador; Justicia y Regimiento de la dicha ysla, y haviendolo asi cumplido me
embiareis particular relacion de todo y de vuestro parescer con las plantas y
disigneos de lo fuera necessario, en el primer pasaje de navío que se ofrezca,
quedandoos con un tanto dello para que, en caso que no llegue en salvamento lo
que asi abisaderes y embiaredes, lo podais hazer duplicado en otra ocasión de
pasaje », todo lo cual consta en el archivo de Acialcázar.
Recorrió Turriano todos los
puntos estratégicos de la ciudad de Las Palmas y sus alrededores y en su
informe hace -según Rumeu de Armar el más acabado y completo escrito de los que
salieron de su pluma, que es por otra parte un alarde de los conocimientos
técnicos, competencia y agudeza crítica de este ilustre Ingeniero.
El problema fundamental de la
fortificación del archipiélago en el siglo XVI era el de asegurar la ciudad de
Las Palmas, por ser la más expuesta a ataques de los piratas, pues La Laguna capital de la isla
de Tenerife -que rivalizaba en opulencia con Las Palmas- dada su calidad de
ciudad interior, estaba asegurada por sí sola frente a las incursiones de
piratería en las que predominaba siempre el carácter de operaciones costeras,
sin adentrarse en el país con objeto de tener bien segura la retirada y obtener
el botín a poca costa. Juan Alonso Rubián y Agustín Asmodeo, Ingenieros
Militares de S.M. antecesores de Turriano, tuvieron más o menos intervención en
la construcción de las murallas Norte y Sur de Las Palmas por el Gobernador
Diego de Melgarejo, y la del torreón de Santa Ana en el Charcos de los Abades
por su sucesor D. Martín de Benavides. Con anterioridad existía el castillo
principal de Las Isletas, y en el plan de defensa jugó un papel importante la
fortificación de la montaña de San Francisco, punto estratégico de vital
importancia y que todos los Ingenieros habían considerando neurálgico de la
defensa militar, de la que se ocuparon los Ingenieros antes citados, don
Francés de Alava y otros varios, pero en el año de 1587 aun no se había dado
comienzo a esta obra.
Creía Turriano que el desembarco
en Las Palmas podría ser por uno de los cuatro puntos siguientes: punta del
Confital, Arrecife, puerto de Las Isletas y Caleta de Santa Catalina, o por las
Caletas del Sur de la ciudad incluso Telde; consideraba de poca eficacia las
murallas Norte y Sur que apenas si la cubrían por los flancos dejándola abierta
por el amplio frente interior hacia el poniente, y discrepaba de sus
antecesores en cuanto a la eficacia de la fortaleza en proyecto en San
Francisco. Proponía amurallar la ciudad en todo su perímetro; edificar en la margen
derecha de la desembocadura del Guiniguada un pequeño fuerte que cruzase sus
fuegos con la torre de Santa Ana; conservar las antiguas murallas como primera
línea de resistencia, y construir en el monte de San Francisco, o mejor al
borde de la ladera de San Nicolás, un castillo no para servir de refugio a la
población civil, sino como complemento del plan general de fortificación.
La base fundamental de la defensa
debía descansar sobre los siete baluartes de su proyecto, que de tramo en tramo
flanquearían la línea quebrada de la muralla de la ciudad; estos baluartes de
sólida construcción, con plaza de armas cubierta y terraplenada, estarían
artillados con piezas de campaña (sacres, falconetes y pedreros); los baluartes
-tres en el barrio de Triana y cuatro en el de Vegueta- se adaptaban a las
condiciones del terreno; la muralla Norte que iba desde la Torre de Santa Ana a la
montaña de San Francisco se aprovechaba como primera línea de resistencia y
arranque del segundo recinto proyectado, previas algunas reformas que le diesen
mayor altura y resguardo; el nuevo recinto se unía al antiguo en la puerta de
ella situada en el camino de Triana con el puerto, así es que se podía
considerar que el nuevo recinto arrancaba del fuerte de Santa Ana para torcer
en dirección Sudoeste a la altura de aquélla; el segundo baluarte aparecía
dispuesto tangente al convento de las Monjas Bernardas y el primero a la mitad
de distancia entre aquél y la puerta de Triana; el tercero en las proximidades
de la ermita de San Justo al pie de la ladera de San Nicolás y con él
finalizaba la fortificación de aquel barrio. Tomaba entonces la muralla la
dirección del Guiniguada, cuya fortificación había ideado de original manera:
para Cortar el paso al enemigo pretendía tender un puente sobre él-que sirviese
de prolongación ala muralla- cuyos arcos fuesen en momento oportuno cerrados
con unas compuertas o rastrillos de madera, que franqueando el paso a las
aguas, obstaculizasen el tránsito de los soldados, debiendo advertirse que
entonces el Guiniguada era un riachuelo. Desde el Guiniguada al mar se
extendería el resto del recinto cuyo primer baluarte coincidiría con la margen
izquierda del arroyo, el segundo para proteger el convento de Santo Domingo, el
tercero quedaría situado en las proximidades de la portada de los Reyes, y el
cuarto establecería contacto con las casas extremas de la ciudad ya en la
marina; estos baluartes seunirían por tramos de muralla de manera que por su
pretil interior se pudiese establecer fácil comunicación entre ellos. (En: José
María Pinto y de la Rosa.
1996)
1587 Mayo 20.
El rey Felipe II no estimó, por lo que respecta a
Canarias, el juicio de su sesudo consejero, sino que cuando apenas habían
transcurrido cortos días de su dictamen se dispuso a hacer frente con sin igual
actividad al problema de la seguridad y defensa de las vitales islas del
Océano, como puntos de apoyo para la comunicación con las Indias
Occidentales y Orientales. Bien
estaba que Dios socorriese al Archipiélago, pero había que defender a toda costa-ayudándole
aquellos bastiones del mundo occidental, verdadera avanzada de España en el
Océano.
Con este fin, el 20 de mayo de
1587 expidió el rey Felipe II tres
Reales cédulas, a cual más importante.
Por la primera, nombraba al
ingeniero Leonardo Torriani visitador de todas las fortalezas de las islas
realengas y de señorío, para que reconociéndolas propusiese a la Corona el plan general de
fortificación del Archipiélago. En la misma fecha el Rey puso en sus manos unas
minuciosas "instrucciones",
a las que había de atenerse durante su visita.
Por la segunda Real cédula, el
Rey designaba para el mando militar de cada una de las islas, con título de
sargentos mayores y categoría de segundos jefes militares de las mismas, a los
siguientes soldados veteranos: para Gran Canaria, el alférez Juan Ocaña; para
Tenerife, el alférez Jerónimo Saavedra; para La Palma, el alférez Juan Niño,
y para las islas de señorío, Lanzarote, Fuerteventura y Gomera,
respectivamente, a los también alféreces Francisco Peñalosa, Jerónimo Aguilera
y Juan Sánchez de Arellano.
La tercera Real cédula daba
cuenta a las islas de cómo la
Corona había dispuesto la inmediata remisión de una gruesa
partida de armas, arcabuces, mosquetes y picas-, así como abundante provisión
de pólvora, con objeto de que fuesen repartidas entre las milicias isleñas.
(En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1587 Julio 25.
En el Archivo de Simancas se
conserva el modelo de las soberbias culebrinas especialmente dedicadas a las
Islas Canarias, y diseñadas, el 25 de julio de 1587, por la propia mano del
capitán general de la artillería don Juan de Acuña. La fundición de las
mismas se encomendó al famoso
fundidor sevillano Juan Morel, siendo el mismo capitán general Acuña quien
redactó las instrucciones severísimas para su fabricación, así como los rótulos
y enseñas de las mismas: el escudo de España y dos cartelas separadas que
qecían: "Philipus Rex II" y "Don Ivan de Acuña capitan gral de la Artilleria", y no
se crea que tal proyecto quedó en simple propósito; antes al contrario, a
partir de aquella fecha fueron llegando en sucesivos envíos las piezas fundidas
por Juan Mol1el, que se repartieron entre las distintas fortalezas de Gran
Canaria y Tenerife. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
1587 Septiembre. […] Uno de los primeros actos de
Torriani en Benahuare (La Palma)
fue dirigirse al Cabildo para que designase un regidor, como delegado de la
corporación que le prestase en su labor las asistencias necesarias. Reclamando
de paso los elementos necesarios para el cumplimiento de su misión: oficiales
de carpintería, albañiles, peones, bestias de carga, barcos, etc.; pero el
ingeniero obtuvo el más indiferente silencio por respuesta. Otro segundo
escrito de Torriani (sin fecha también como el primero) volvía a reiterar
análoga petición. Suplicaba ahora que habiendo de visitar las fortalezas, ver
la artillería, calcular los gastos de las reparaciones y los materiales para
ellas precisos, el Cabildo designase varios "caballeros" de su seno
que le acompañasen para facilitar la tarea. En este oficio planteaba también
Torriani al Cabildo la necesidad de nombrar la persona a cuyo cargo debían
quedar las obras del muelle, arbitrar los fondos necesarios para ellas y
acordar cómo habían de realizarse -si a jornal o a destajo-, con objeto de ganar
tiempo, mientras él visitaba las demás islas, hasta volver a residir en Santa
Cruz de La Palma,
en espera de las órdenes regias. En vista de ello Leonardo Torriani entretuvo
los días que corrieron entre primeros de septiembre y mediados de noviembre en
estudiar los problemas concernientes a la fortificación de Tedote n Benahuare
(Santa Cruz de La Palma),
pues recorrió una a una sus tres fortalezas, visitó el llano de la Caldereta, tomó nota
puntual de su artillería, calculó lo necesario para dejarlas en buen estado de
defensa e inspeccionó sus milicias y armamento. Por sus informes, minuciosos y
precisos, conocemos el estado militar de Benahuare (La Palma) en 1587 mejor que en
ninguna otra época de su historia, ya que nos brindan datos sobre las milicias
de la isla, los artilleros y la artillería [...] (Emelinda Martín Acosta).
Quizás la fría acogida de las autoridades coloniales en la isla, motivó al
ingeniero al servicio de Carlos II, de la matrópoli a dejar una reseña poco
halagüeña de los hawaritas y criollos de Benahuare (La Palma).
Estos
fueron (los hawuaras) hombres blancos y gruesos, más que los otros isleños. Los
escritores afirman que descendían de una nación africana, como los gomeros y
los herreños, con quienes se parecían también en la melancolía, la vileza y la
barbarie.
Eran
idolatras, porque adoraban al demonio en forma de perro, a quien llamaban
Haguanran; y decían ellos que éste moraba en el cielo, al que decían tigotan, y
en tierra, en la cumbre de las montañas llamadas Tedote; y encima de ésta
hacían sus sacrificios de leche y de mantequilla.
No
tenían ninguna justicia. Todos ellos, siguiendo a sus capitanes, vivían de
robos, como los lacedenios por las leyes de Ucurgo. Los nombres de sus
capitanes eran los siguientes: Ehedei, que fue también profeta y predecía las
cosas futuras; Tamacanea, Ehentire; Azuquahe, que significa «aceitunado»,
porque no era tan blanco como los de- más; Zuguiro; Garcagua; Tinisuaga;
Aguacencia; Bentacaize; Atabara; Bedestra; Teniaba; Atogmatoma. Estos eran los
más valientes, y por esto los habían seguido los demás.
Las
mujeres eran más valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas en
adelante y peleaban virilmente, con piedras y con varas largas. Estos palmeros
vestían como los herreños; y eran tan tristes y melancólicos, que se morían
cuando les daba la gana, que se les daba por cualquier pequeña dolencia. Esto
pasaba en tal manera que, al sentirse enfermos, decían que querían morir;
entonces los ponían en una cueva, con un vaso de leche, y tapaban la puerta,
dejándoles morir sí.
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