JUAN BETHENCOURT
ALFONSO
Socio correspondiente
de la Academia
de Historia (1912)
Historia del
PUEBLO GUANCHE
Tomo II
Etnografía
.y
Organización
socio-política
Edición anotada por
MANUEL A. FARIÑA GONZÁLEZ
FRANCISCO LEMUS,
EDITOR La Laguna ,
1994
CAPITULO XIII
Los Juegos Beñesmares recuerdan
los Juegos Helénicos. La Lucha :
el terrero, los jueces de campo e indumentaria de los luchadores. Reglas de las
luchadas y breves consideraciones sobre las mismas. Suertes o golpes de lucha y
sus contras del juego bajo: palmada por dentro con o sin desvío, agachadilla,
palmada atrás, mano al muslo, traspiés, garabato, burra y congo. Suertes o
golpes de lucha y sus contras del juego alto: levantada, mediacadera,
mataconejo y brega de paletas.
Concretando la comparación a esta
última, puede asegurarse que los helenos no superaron a los guanches en potencialidad
orgánica ni en temple espiritual para los grandes empeños, sólo que los
primeros tuvieron los poetas y artistas más insignes que inmortalizaron sus
héroes, mientras las virtudes y famosas hazañas de los segundos quedaron
perdidas en las soledades de una isla oceánica. Claro está que los guanches no
disponían como los griegos de Gimnasios ni de Estadios, pero fue porque la isla
entera les servía de Palestra eligiendo los campos adecuados para sus pruebas
de valor, destreza o fuerzas al disputarse «el terrero», que equivalía a la
corona ganada por el vencedor en los Juegos Olímpicos, ístmicos, Píticos,
Píateos, etc.; ni mucho menos conocieron los Pórticos y las Academias, las
artes de la industria y del comercio, ni aquel sentimiento de lo bello que tan
asombrosas maravillas produjo; pero en cuanto al culto por la gimnástica, a su
admiración, por la atlética y armónico desarrollo del organismo para lograr el
máximo de energía, por lo menos estuvo a su igual ¡cuando no superior!, desde
el punto de vista de que la referida educación era obligada por la ley a todo
varón guanche.
Diríase por otra parte que el
espíritu de Licurgo, informó la legislación guanchinesca aunque modificada en
sentido más humanitario, porque si en Esparta destruían al recién nacido
defectuoso para seleccionar su raza, en Tenerife lo conservaban pero privándole
del derecho de reproducción. Verdad es que no limitaban la prohibición del
matrimonio a los anómalos o débiles de ambos sexos, sino que la hacían
extensiva a todo varón cobarde y que no diera en los Juegos Beñesma-res público
testimonio de «ser un hombre», es decir, de no satisfacer a juicio del Jurado
lo estatuido como mínimo funcional de un pretendiente a miembro activo de la
sociedad. En esta materia sustentaban un mismo criterio respecto del hombre que
de los animales, con la diferencia que al primero lo inhabilitaban para que no
perpetuara los defectos y a los segundos se los comían.
Esta selección de siglos unida a
su sistema de educación gimnástica, dio por resultado una raza de las más
hermosas de la tierra como lo evidencian las leyes de la talla, si bien sus
descendientes hemos perdido no pocas de sus condiciones por efecto del alcohol,
el tabaco, la sífilis, las costumbres menos varoniles y otras causas. Es cosa sabida
que las tallas adquieren mayor desarrollo en las ciudades que en los campos y
en los países abundantes de alimentos y de mayor riqueza nutritiva que en los
de circunstancias opuestas, como también es axiomático de que la talla es
susceptible de aumento por el trabajo bien reglamentado; y como los guanches
por los dos primeros particulares hubieran sido de estatura baja, pues vivían
diseminados sin constituir la más pequeña urbanización, y no contaban con
variados ni abundantes artículos alimenticios, quiere decir que si alcanzaron
como talla mínima la de metros 1,70 fue debido a su gimnástica'.
Como remate de este cotejo
observaremos que los guanches no imitaron a los griegos desnudándose
completamente para entregarse a ciertos ejercicios, como en la natación, sino
que usaban por lo menos una especie de pampanillo o taparrabo de fibras de
malva o de esterilla de palma, tal vez porque la mujer era constante
espectadora del arresto de sus hombres, ¡hasta en la guerra!; pero en lo que
coincidían era en friccionarse el cuerpo con grasa para adquirir mayor
elasticidad y con arena o tierra las manos para prestarles fijeza.
Dados estos antecedentes vamos a
exponer con la mayor brevedad posible sus principales ejercicios.
Fue la lucha el deporte favorito
del pueblo guanche, (l) conservada con entusiasmo hasta las postrimerías del
siglo pasado. Aunque se trata del encuentro cuerpo a cuerpo de dos hombres, no
ofrece término de comparación con ninguna de las tres variedades brutales y
feroces de los helenos. En la lucha guanche abundan las actitudes gallardas de
suprema elegancia, respondiendo a un sentimiento de emulación más que al
rencor. Predíganse de ordinario los rasgos de generosidad, al extremo de que el
vencedor tiende la mano al vencido para levantarlo noblemente; y si bien este
cuadro se desnaturaliza al caldearse las pasiones, no es menos cierto que por
la forma de los encuentros nunca pueden llegar al choque inhumano de los
griegos.
Es un arte basado en la
combinación de la agilidad, energía desplegada y aplicación de la fuerza
muscular conforme a ciertos principios para obtener el mayor efecto útil, tanto
en el ataque como en la defensa de las varias actitudes; constituyendo este
ejercicio desde el punto de vista de la higiene uno de los más recomendables.
La fuerza por sí sola, sin el arte, es impotente, siendo máxima entre
luchadores que al ser derribados, obedece las más veces a la falta de
inspiración artística en el supremo instante de la suerte. Por esto los
indígenas jamás concedían patente de luchador a los de espera, como fue siempre
la escuela esperancera del pueblo del Rosario, ni adjudicaban el triunfo en los
Juegos Beñesmares sino a los que, además de vencer a cuantos les disputaban «el
terrero», armaban lucha no bien agarraban.
Para realizar el espectáculo
elegían el terrero o séase la palestra. Consistía en un llano limpio de
piedras, de suelo terrizo no blando para evitar se hundieran los pies de los
luchadores. Los espectadores disponíanse en circo compuesto de varias filas,
las delanteras sentadas o medio de cuclillas y las postreras de pie, hallándose
el diámetro del circo en relación con la concurrencia.
Aunque el rey y la alta nobleza
asistían al acto, dirigíanlo sin embargo el tribunal de la lucha, los jueces de
campo, compuesto de tres nobles de los más inteligentes en el arte que, además
de la corte y frontero a ella, eran los únicos que tomaban asiento en sendas
piedras. Disponían todo lo relativo a la función, establecían las condiciones,
dirimían las dudas, sus decisiones eran inapelables y su autoridad siempre
acatada; teniendo a su lado varias docenas de musleras reglamentarias con
destino a los luchadores.
Era la única prenda que vestían.
Según la tradición, tenía cierto parecido a unos calzoncillos cortos de baño
que no pasaran de la raíz
Fue la lucha el deporte favorito
del pueblo guanche, (l) conservada con entusiasmo hasta las postrimerías del
siglo pasado. Aunque se trata del encuentro cuerpo a cuerpo de dos hombres, no
ofrece término de comparación con ninguna de las tres variedades brutales y
feroces de los helenos. En la lucha guanche abundan las actitudes gallardas de
suprema elegancia, respondiendo a un sentimiento de emulación más que al
rencor. Predíganse de ordinario los rasgos de generosidad, al extremo de que el
vencedor tiende la mano al vencido para levantarlo noblemente; y si bien este
cuadro se desnaturaliza al caldearse las pasiones, no es menos cierto que por
la forma de los encuentros nunca pueden llegar al choque inhumano de los
griegos.
Es un arte basado en la
combinación de la agilidad, energía desplegada y aplicación de la fuerza
muscular conforme a ciertos principios para obtener el mayor efecto útil, tanto
en el ataque como en la defensa de las varias actitudes; constituyendo este
ejercicio desde el punto de vista de la higiene uno de los más recomendables.
La fuerza por sí sola, sin el arte, es impotente, siendo máxima entre
luchadores que al ser derribados, obedece las más veces a la falta de
inspiración artística en el supremo instante de la suerte. Por esto los
indígenas jamás concedían patente de luchador a los de espera, como fue siempre
la escuela esperancera del pueblo del Rosario, ni adjudicaban el triunfo en los
Juegos Beñesmares sino a los que, además de vencer a cuantos les disputaban «el
terrero», armaban lucha no bien agarraban.
Para realizar el espectáculo
elegían el terrero o séase la palestra. Consistía en un llano limpio de
piedras, de suelo terrizo no blando para evitar se hundieran los pies de los
luchadores. Los espectadores disponíanse en circo compuesto de varias filas,
las delanteras sentadas o medio de cuclillas y las postreras de pie, hallándose
el diámetro del circo en relación con la concurrencia.
Aunque el rey y la alta nobleza
asistían al acto, dirigíanlo sin embargo el tribunal de la lucha, los jueces de
campo, compuesto de tres nobles de los más inteligentes en el arte que, además
de la corte y frontero a ella, eran los únicos que tomaban asiento en sendas
piedras. Disponían todo lo relativo a la función, establecían las condiciones,
dirimían las dudas, sus decisiones eran inapelables y su autoridad siempre
acatada; teniendo a su lado varias docenas de musleras reglamentarias con
destino a los luchadores.
Era la única prenda que vestían.
Según la tradición, tenía cierto parecido a unos calzoncillos cortos de baño
que no pasaran de la raíz de los muslos, donde remataran en gruesos rodetes
para asir las manos el contrario, y cuya pretina terminara a un costado en dos
cabos perdidos para atarlos. Las hacían de trenzas de fibra de malvas, muy
resistentes, y reforzadas por fuera con cuero.
Los encuentros o luchadas como
todos los demás deportes, hallábanse reglamentados constituyendo sus principios
una especie de código de honor, (2) cuya transgresión llevaba aparejada por lo
menos penas morales. Entre estos principios figuran como los más importantes
los siguientes:
1.° Regla de agarre. Cogiendo
ambos luchadores con la mano izquierda la musiera derecha del contendiente, a
la par que se tienden doblándose por la cintura oponiendo los hombros derechos,
llevan la mano de este lado a la espalda del contrario. Cuando ninguno resulta
aventajado, es decir, con el hombro metido o más bajo, a la voz \ya\ de uno de
ellos si contesta el otro con el mismo adverbio, todo golpe de lucha y forma de
agarrar es lícito.
La actitud clásica en que deben
quedar agarrados es con la rodilla derecha un poco adelantada y la extremidad
izquierda un tanto hacia atrás, por ser la más favorable lo mismo para el
ataque que para la defensa. Los de juego bajo, casi siempre de estatura corta,
procuran mejorarse metiendo el hombro y bajándose cuanto pueden; que
contrarrestan los de escuela contraria o sea de juego alto, que es la de los
famosos luchadores, descomponiéndolos y empinándolos por el hombro izquierdo
con el brazo derecho a la par que les amagan o arman lucha. Repetimos que los
verdaderos luchadores, los insignes artistas, adoptan una actitud un poco alta
sin tenderse en exceso y arman de entrada y constantemente a tumba o cae; para
lo que tienen que reunir las cualidades de forzudos, ajotas, amorosos, vivos y
de mucho jeito, o lo que es lo mismo, «ser fuerte de corvas, brazos y tronco»,
«osado \ enérgico», «ágil», «de inspiración rápida» y «profundo conocedor de
los golpes o suertes de lucha y sus contras».
Cuando dos luchadores que no se
conocen salen a una caída o pegan por primera vez 2, dedican unos cuantos
segundos a tantearse con los hombros, con las manos, con falsos amagos, que es
tiempo bastante para descubrir no ya la resistencia y la parte débil sino el
juego y los golpes de lucha a que es aficionado el contrario, por más que
procuran engañarse; y formado juicio arman lucha con toda la re solución y
empuje, con toda la energía moral y física de que son capaces. Ésta es la
característica de los dominadores del arte.
2.° Siempre el agarre es a la
derecha, oponiendo los hombros derechos y cogiendo con la mano izquierda la
boca derecha de la musiera del contrario; pero ya agarrados pueden virarse a la
izquierda, coger ambas bocas de la musiera, etc. El quedarse con el terrero no
da derecho a imponer la mano izquierda.
3.° Si al agarrarse uno de los
luchadores es acometido antes de estar conforme tiene derecho a pedir lucha, y
su contrario el deber de cesar en el acto, siendo nula la luchada haya o no
derribados.
Asimismo hay derecho a pedir
lucha en la brega de toda luchada, cuando el que la pide se da por vencido,
cesando en el acto el vencedor sin rematarla. Si se ha empleado como ardid para
mejorar de postura, es considerado como derribado.
4.° El luchador que tocare el
suelo con cualquier parte del cuerpo que no sean los pies es un vencido, a
menos de llevar hecha la luchada; como por ejemplo, si al derribar de espaldas
al enemigo cae encima quedándole una mano debajo del vencido.
5.° El luchador triunfante que
abandone el terrero pierde el derecho a luchar el mismo día o en el mismo
espectáculo cuando dura varios días, a menos de no tumbar el número de hombres
estipulado con anterioridad; en cuyo caso puede retirarse y volver a luchar
tantas veces cuantas hubiere derribado la cifra señalada.
Es tradicional que en los Juegos
Beñesmares para tomarse este descanso era necesario derribar 20 hombres,
«tantos como dedos tenemos». Así se comprende que constreñida la muchedumbre a
guardar respetuoso silencio durante la lucha a pesar de las situaciones
emocionantes, a la conclusión los tagoros triunfantes prorrumpieran en
estruendosos ajijides, coreados por millares de seres entusiastas admiradores
de los que se quedaban con el «terrero».
- * *
Aunque hay materia para escribir
una obrita, la índole de este trabajo sólo permite dar breves noticias, para
que aquellos lectores que desconocen el arte de la lucha formen concepto de las
suertes o golpes fundamentales y de sus contras, lo mismo del juego bajo que
alto según indicamos en el epígrafe (anterior):
Palmada por dentro:
Equilibrado el contrario con el
hombro y la mano izquierda vigo-rozamente afianzada en la musiera, el armador
le tira con toda el alma su mano derecha a la pierna derecha, hurtando o
desviando a la vez el cuerpo. Lo derriba de cabeza o de espaldas. En rigor la
palmada por dentro y el desvío son suertes distintas.
Sus contras. Entre otras las
siguientes:
1.°) Si es alta la palmada,
contestar con un remolino juntando rápidamente los pies y girando en sentido de
la palmada sin soltar las manos, llevando en vilo al armador, cae de costal.
Pero si es baja, tirar con la mano izquierda mano al tobillo izquierdo, a la
vez que con la derecha llama al enemigo sobre su espalda.
2.°) Echarle mano al muslo para
inutilizarlo.
3.°) Soltarse y correr braceando
sin tocar el suelo; pero es contra muy expuesta, porque el tirador de la
palmada puede escurrir la mano desde la rodilla a la garganta del mismo pie y
levantarlo, a la par que con el pie izquierdo toca la pierna izquierda del
enemigo.
La agachadilla:
Para aventurar este golpe hay que
afirmar los pies y el brazo de la espalda, y apoyando fuertemente el hombro
virarse de pronto boca arriba tocando a la vez el desvío: el contrario cae de
espaldas.
Pero es suerte arriesgadísima,
porque el que la echa queda tendido boca arriba con sólo soltar el contrario la
mano de la espalda y ponérsela encima.
Palmada atrás:
Hay que prepararla balanceando al
contrario y de pronto enderezarlo llamándole la pierna derecha con la mano
izquierda cogida a la musiera, a la vez que con el cuerpo le empuja hacia atrás
y le tira la mano derecha a la corva izquierda.
Su contra. Meter la rodilla
derecha debajo de las del armador y a la vez levantar o encaderar, siendo preferible
encaderar metiendo la cadera izquierda.
Mano al muslo:
Consiste en coger al contrario el
muslo derecho con la mano derecha, evitando el armador que le meta la pierna
entre las suyas. Cogido en buenas condiciones pueden guindarlo por detrás de la
cabeza o bien tocarlo sobre la izquierda dejándolo tendido.
Nunca debe cogerse con las dos
manos porque, aparte de quedar el jugador desarmado, pueden fácilmente tumbarlo
de un traspiés.
Contras:
1.°) Evitar que se lo cojan
tirando un desvío con palmada por dentro o por fuera.
2.°) La defensa del que tiene
cogido el muslo, es meter la pierna entre las del contrario y afirmar el dorso
del pie en la corva derecha, a la vez que apoyándole la rodilla en el vientre
le llama la espalda con el brazo derecho. Así le tumba de espaldas o le obliga
a soltar el muslo, corriendo además el riesgo de ser encaderado.
El traspiés:
Prepárase esta lucha
inmovilizando la pierna derecha del antagonista con la mano de la musiera y
levantándole un poco el cuerpo con el brazo derecho, a la par que lo destuerce
si es posible, y de pronto a la vez que le toca con el pie derecho el tobillo
homónimo le empuja el cuerpo sobre su izquierda.
Contras:
Aunque arriesgado, tirarle mano
al tobillo o devolver la misma suerte o irse adentro con un garabato.
El garabato:
Consiste en meter la pierna
derecha entre las del enemigo trabándosela en la izquierda y a la vez que la
fija llamando hacia sí la pierna trabada, le endereza el cuerpo con el hombro
derecho y baja la mano de este mismo lado empujando atrás para derribarlo de
espalda.
Contras. Lo mejor es contestar
con otro garabato por estar siempre favorecido el último que lo traba; o bien
«lo llama uno sobre sí» quitándole la acción, debilitándole el punto de apoyo,
quedando en condiciones de encaderar o desviar.
La burra:
Es un garabato trabado por fuera
con la pierna derecha en la pierna derecha del contrario. Suerte desdichadísima
porque basta al trabado levantar la pierna para inutilizar al enemigo; y como
al levantarla lleva enganchada la pierna armadora y a la vez con la mano de la
espalda lo llama al suelo, tumba empurrándole la cabeza en la tierra.
El cango:
Consiste en trabar por fuera la
pierna izquierda del contrario con la derecha, a la vez que lo empina con el
hombro y llama la pierna de la mano en la musiera.
Como contra unas veces la
mediacadera y otras un cango, pues como sucede con el garabato el último que lo
traba lleva ventaja en igualdad de circunstancias.
La levantada:
Es suerte muy gallarda y propia
de los campeones más famosos, de estatura alta, fuerte de corvas y de grandes
alientos. Para echarla juntan de pronto los pies al mismo tiempo que levantan a
pulso al contrario, con la mano izquierda agarrada a la musiera y corriendo la
derecha al cinturón, y llamando sobre sí al levantado sin abrir las piernas, lo
arrojan por detrás de la cabeza o de costado desviándose.
Sus contras: Un cango, un
garabato o una palmada atrás, según la postura en que se esté; pero cuando un
luchador de empuje levanta de modo arrebatado como acostumbran, lo mejor es
meter las rodillas y levantar a la vez.
La media cadera:
Suerte parecida a la levantada
aunque no tan elegante. Consiste en levantar al enemigo como en la anterior
pero llamándolo y presentándole una de las caderas, a la vez que se baja la
mano opuesta de la cadera presentada a la corva, para tumbar de costado.
Contras: Una de las indicadas en
la levantada según la situación, o dejarse ir dentro y trabando la rodilla
detrás de la corva de la pierna que encadera, llamarlo a la espalda virándolo.
E1 mataconejo:
Es una desventurada y
arriesgadísima suerte, pues consiste en llevar el brazo derecho sobre la nuca
del contrario, quedando desarmado; a menos de no lograr sacar el brazo
izquierdo por fuera del derecho del enemigo y defenderse con una especie de
quiebrabrazos, completamente prohibido.
La contra se reduce a meter el
brazo entre las piernas y tirarlo por detrás de la cabeza.
El juego de paletas:
Como lo indica su nombre es un
movimiento combinado de paletas manteniendo firme el brazo de la espalda y cuya
finalidad es meter el hombro para mejorar de postura; en los grandes luchadores
para poder armar lucha cuando se les meten debajo, pero en los taimados o de
ventajas cuando salen a parar, como ya dijimos hacían los espe-ranceros desde
los tiempos guanches hasta nuestros días y hacen en la actualidad a despecho de
los siglos y del arte. Hombres secos, fornidos, amorosos y astutos, agarran
tendiéndose como culebras, con el hombro torcido y ganando siempre algunos milímetros
de ventaja.
Éstas son las que pudieran
llamarse suertes principales de la lucha, que combinadas entre sí y con otras
de menos importancia, ofrecen tal variedad de inesperadas actitudes, tan
artísticamente airosas y de pujanza varonil, que sólo cabe apreciarlas
frecuentando los terreros.
Desgraciadamente la afición, y
con la afición el arte, se ha perdido de 40 años a esta parte.
* * *
NOTAS
1
En la técnica de la lucha tinerfeña tirar un golpe, pegar, etc., no significa
puñetazo ni nada parecido al pancracio griego, sino tirar la mano o pie con más
o menos viveza a una región del contrario para realizar la suerte de lucha;
agarrar, etc., tampoco es reñir.
ANOTACIONES
(1)
LA «LUCHA CANARIA», DEPORTE VERNÁCULO.
Yo
comparto totalmente la opinión de Serra Ráfols... donde se defiende ese
carácter autóctono e indígena de nuestra lucha.
A
las razones allí expuestas por Serra Ráfols debo de añadir aquí otras dos.
La
primera de orden lingüístico, el dato de Charles Foucauld que cité al hablar
del nombre Pelinor, derivado de tbellinut, nombre deverbativo «luchador»,
derivado del verbo tuareg bellen, «luchar», en el sentido de «cogerse cuerpo a
cuerpo dos personas buscando mutuamente tirarse al suelo por una causa
cualquiera, por querella o por juego». Es traducción literal del Dictionaire de
Foucauld, pp. 63-64. Además del léxico citdo de Foucauld hallo ese verbo en el
Diccionario de Nehlil sobre el Ghat, pp. 174-175: bellen se describe «luchar,
cogerse cuerpo cuerpo con alguno para tirarlo a tierra», sin más; y tabellant
se traduce por «lucha cuerpo a cuerpo».
Pero
es sorprendente que falte este verbo en los demás diccionarios berberes que
tengo a mano.
Advierto
finalmente que en muchos diccionarios berberes aparecen otros verbos con
matices diferentes de lucha, como: pelea, riña, agarrarse, atacarse, agredir,
empleando en estos casos verbos como abez, «agarrar» en tuareg y en Beni Snous;
menga, «herir» en Rifeño, y tillih o tillah en el Sous (Destaing, p. 174). Por
lo que estos verbos no explican «luchar», sino «pelear», dos matices bien
distintos.
La
segunda de las referencias que quería consignar es la siguiente: Viana recoge
en su Poema (Canto IV) con el episodio festivo de la «lucha»una serie de
expresiones, vivas aún en este deporte insular, que confirman mi tesis de un
tipo de lucha diverso de la grecorromana o de la lucha libre.
Tales
son las siguientes: «lucha», «mantenedor», «jueces», «terreno», «envión»,
«cargo», «zancadilla», «afirmar los pies», «andar a vueltas», «corcovos»,
«levantada», «caer sin ventaja», etcétera. Cito a continuación los versos del
canto IV de Viana, donde esas expresiones están...
Tal
vez sorprenda al lector acudir a argumentos lingüísticos para probar la
autenticidad del indigenismo de la lucha canaria, pero la terminología es un
dato lingüístico. Y la noticia del padre Foucauld es un dato SORPRENDENTE».
(Juan Álvarez Delgado. «La división de Tenerife...», págs. 101-102).
En
este capítulo dedicado a la lucha canaria, Bethencourt Alfonso llevado de la
afición a la misma, nos plantea una completa descripción de tipo etnográfico
acerca de los «terreros» que él visitó. Indudablemente que tal práctica
gimnástica y lúdica, debió experimentar algunos cambios desde la época
prehistórica hasta el siglo xix.
(2) A partir de aquí se hace una espléndida
descripción etnográfica de la lucha canaria y de su práctica a finales del
siglo XIX. Consideramos arriesgado, desde el punto de vista histórico y
arqueológico, hacer con la lucha una traslación cronológica automática, al
considerar la presencia, dentro de la cultura guanche, de reglamentos,
indumentaria similar a la contemporánea, terminología, etc.
En
cualquier caso, a lo largo del libro, se observa la especial afición que
Bethencourt Alfonso tenía hacia la lucha canaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario