viernes, 3 de julio de 2015

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1521-1530
CAPITULO VI-XXXI



Eduardo Pedro García Rodríguez

1529.
El colono Pedro de Ponte y Vergara fué segundogénito de un "hidalgo" genovés llamado Cristóbal de Ponte, negociante y mercader, como todos los de su patria, que tras de prestar notables servicios en la conquista de Tenerife (adelantando cuantiosos caudales para la misma) se avecindó en el partido de Daute, por causa de los extensos repartimientos en tierras y aguas con que le agració dentro de su término el primer adelantado y repartidor el mercenario don Alonso Fernández de Lugo, dedicándose a las tareas propias de un rico hacendado que alternaba con las de mercader y navegante.

Nada más se sabía de Pedro de Ponte ni su hermano. primogénito Bartolomé sobre su ascendencia familiar cuando en 1529 comparecieron ante el inquisidor don Luís de Padilla para hacer declaración de su genealogía "por venir de linaje de confessos". Allí declararon que su padre se llamaba "Christobal de Ponte, ginoves, hijodalgo cristiano viejo". Más tarde, cuando títulos y honores llovieron sobre sus descendientes, los genealogistas como Ramos-y Fernández Bethencourt, que le sigue-ampliaron el límite de su ascendencia, y así sabemos (fuera de imaginarios entronques por la sola comunidad de apellidos) que había sido su bisabuelo el magnífico Mateo de Ponte, noble patricio de Génova, y su abuelo, Juan Esteban de Ponte, de la misma calidad y como tal inscrito en el Libro de Oro de la República mediterránea. En cambio, nada dicen los genealogistas de su posible parentesco con otro Ponte, Giacomo, también natural de Génova, que se estableció en Inglaterra a principios del siglo XVI) siendo padre de Elizabeth de Ponte, segunda esposa de sir Walter Raleigh de Fardell, este último progenitor del famoso aventurero y pirata inglés del mismo nombre. Quizá esta posible relación de parentesco

Entre el mercader Cristóbal de Ponte, naturalizado español, y el mercader Giacomo de Ponte, naturalizado inglés, explique las relaciones de los Ponte canarios con Inglaterra.
Por su madre, doña Ana de Vergara (hermana del invasor y conquistador de Tenerife Pedro de Vergara), descendía Pedro de Ponte de "García de Vergara, hijodalgo, vecino de la ciudad de Sevilla", y de su legítima mujer la conversa María Hernández, reconciliada en la Inquisición sevillana tras un ruidoso proceso, por el que estuvo encarcelada en compañía de su marido.

Doña Ana de Vergara falleció en Tenerife en 1514, sobreviviéndole su esposo Cristóbal de Ponte largos años, pues no dio fin a sus días hasta 1552, en plena senectud, dejando como únicos herederos a sus dos hijos Bartolomé y Pedro, que se repartieron con arreglo a su testamento, otorgado en 1 de diciembre de 1532, los inmensos territorios del genovés, correspondiéndole a Bartolomé los heredamientos de Garachico, ya Pedro, los de Adeje.

Ambos hermanos habían contraído matrimonio, respectivamente, con doña María y doña Catalina de las Cuevas, hijas del bachiller Alonso de Belmonte, judío converso natural de la villa de Moguer, teniente general del Adelantado y regidor de Tenerife y de su mujer doña Inés Benítez de las Cuevas, emparentada con el primer Adelantado de Canarias.

Si nos hemos detenido en examinar con exceso la genealogía y relaciones de parentesco de Pedro de Ponte y Vergara ha sido, no sólo por la importancia histórica que a partir de ahora adquirirá su persona, sino también porque esta mezcla de sangres extraña-genovesa y judaica quizá explique algunos de los actos posteriores de su vida.

Con relación a Pedro de Ponte, estamos en posesión de abundantes datos con que ilustrar su biografía. Huérfano de madre en la más temprana edad, se educó bajo la férula de su padre, dedicándose ya en plena juventud a colaborar con el genovés en el cultivo de las tierras de Daute y Garachico, así como en la explotación de los ingenios de Adeje. Sin embargo, los sueños de grandeza y la ambición de Ponte no se avenían con las tareas pacíficas de labrador, sino que aun en vida de su padre alternó tal profesión con el ejercicio del comercio, hasta reunir una cuantiosa fortuna que le permitió emanciparse del mismo, lanzándose abiertamente por el camino de los negocios. Así sabemos, por ejemplo, que él era el encargado de abastecer de carnes a la isla de Tenerife en los momentos de escasez, traficando con tal objeto con la vecina isla del Hierro (que previamente había arrendado a su legítimo señor el conde de La Gomera, Guillén Peraza de Ayala) , muy rica en carneros, de la que llegó a importar en determinadas ocasiones más de quinientas cabezas. América, con sus insondables lejanías y fabulosas riquezas, atrajo la atención de nuestro aventurero, pero tropezó desde un principio con la oposición de raza impuesta a su linaje, como tropezaría con igual dificultad su nieto Bartolomé de Ponte al intentar, años después, cruzar el Océano en pos de aventuras.

Ponte tuvo, pues, que crearse en el marco reducido de la vida insular un escenario propio para sus empresas mercantiles que harían famoso su nombre en España y en otros países del  extranjero, al mismo tiempo que le convertirían, sin posible discusión, en el potentado más rico de la isla de Tenerife y quizá del Archipiélago.

Para alcanzar tales fines no tuvo más remedio que volcar sus actividades sobre las Indias y sobre Inglaterra. Navíos propios o por él fletados conducían a América los productos agrícolas del Archipiélago: frutos, vinos y trigo, para ser luego distribuídos por sus corresponsales en las Antillas, mientras con Inglaterra mantenía activísimo comercio de azúcares y vino, estando en constante relación con los comerciantes y factores ingleses avecindados en las Canarias, hasta el punto de protegerlos y de salir casi siempre fiador de: los mismos en sus pleitos y contiendas judiciales.

Este frecuente trato y relación trajo como consecuencia el comercio clandestino de Ponte con América, valiéndose de los navíos de permiso de Canarias, a base de productos manufacturados de la industria britana que tenían altísima cotización en el mercado indiano.

Muerto su padre en 1552, Ponte estableció sus cuarteles en los heredamientos de Adeje y puso su cuantiosa fortuna al servicio de su ambición personal. Honores y títulos empiezan a llover sobre él Regidor del cabildo de Tenerife, lo mismo que su primogénito, Niculoso, no se conformó solamente con tan alta distinción, sino que obtuvo de la Corona la oportuna Real cédula para convertir su regiduría en perpetua, siendo uno de 1os primeros que ostentaron en la isla semejante dignidad, muy poco fre-
cuente en el siglo XVI. Por otra parte, le hemos visto demandar con insistencia del príncipe don Felipe la construcción, en sus posesiones, de la casa-fuerte de Adeje, para cuyo objeto hizo información pública en La Laguna el 1 de septiembre de 1553, alegando como motivo particular las continuas depredaciones que los piratas franceses hacían en el sur de la isla. El Príncipe respondió a tal pretensión ordenando al gobernador Miranda, por cédula real de 19 de diciembre del propio año, que le informase minuciosamente sobre las aspiraciones de Ponte.

En El intermedio, deseoso de más altos cargos, demandó del sucesor de Miranda, como gobernador de Tenerife, don Juan López de Cepeda, la alcaidía hereditaria del recién construido castillo de San Cristóbal en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, ofreciendo crecidas cantidades por tan honrosa merced. No pudo conseguir Ponte sus propósitos por la oposición de Cepeda; pero, en cambio, tuvo la satisfacción de ver aprobado por la Corona su proyecto de erigir en Adeje una poderosa casa-fuerte para protección de sus ingenios, ya que recibió la autorización correspondiente por Real cédula de 2 de mayo de 1555. Desde entonces fue alcaide perpetuo de la casa-fuerte de Adeje, con carácter hereditario (previo pleito homenaje) en sus sucesores, merced que ha servido a los genealogistas para titular indebidamente a él y a sus descendientes como señores de Adeje unos, y señores de la casa-fuerte de Adeje otros, cuando nunca gczaron sus herederos de verdadero señorío jurisdiccional hasta un siglo más tarde (52) .

Precisamente tal aspiración -único escollo en las ambiciones de Ponte- fue causa de las más ruidosas desavenencias en el geno de la administración insular. Apenas don Pedro de Ponte había puesto los cimientos de la casa-fuerte de Adeje cuando aspiró, a costa de buenos ducados, a romper la unidad realenga de la isla, conservada intacta hasta entonces, para erigirse en el sur de la misma, teniendo por cabeza a sus ingenios, un verdadero señorío jurisdiccional. La Corona más que laxa en el siglo XVI para tales concesiones, por apremios continuos de dinero, recibió la demanda con agrado y el Rey decretó en Valladolid, el 19 de abril de 1558, que el gobernador Hernando de Cañizares abriese en Tenerife la oportuna información, sobre si era cierta la relación que Pedro de Ponte le había hecho de que poseía a doce leguas de la ciudad de La Laguna, en un lugar despoblado, "ciertos heredamientos y haciendas", pues pretendía y suplicaba por merced "comprar' la jurisdicción civil y criminal del dicho término y algún distrito más...
La Justicia y Regimiento de la isla de Tenerife recibieron de muy mal talante la demanda de Pedro de Ponte, destacando, por las protestas en el seno de la corporación local el propietario de los ingenios de Abona Pedro Soler, "acaso no tanto como Regidor cuanto como vecino del territorio que Ponte intentaba invadir dinero en mano" .
Los términos de la Real cédula amenazaban directamente a sus propiedades, pues aquella alusión al territorio de Adeje y algún distrito más... apuntaba con sus tiros a su propia persona, para convertirlo de rival en el comercio con Inglaterra, en vasallo obediente a su nuevo señor jurisdiccional.

Pedro Soler requirió repetidas veces al gobernador Hernando de Cañizares para que convocase a Cabildo; recabó, asimismo, su apoyo levantó la protesta airada de los regidores; sumó a ella la del personero general, y consiguió el nombramiento de Alonso Calderón como mensajero extraordinario en la corte para oponerse a las pretensiones del alcaide de Adeje; y si bio el gobernador Hernando de Cañizares llevó a cabo en La Laguna, en presencia de Pedro de Ponte, la información requerida, no pudo éste evitar que la protesta airada de la isla contuviese la decisión regia por un siglo. Lo que no le fue dado conseguir a Pedro de Ponte lo obtendrían sus sucesores, en 1655, de un monarca como Felipe IV, más susceptible a los ofrecimientos de dinero y más necesitado de numerario que su abuelo el gran rey Felipe II.

Cuando en 1556 se efectuó en la ciudad de La Laguna, el domingo 7 de junio, la proclamación de este monarca, Pedro de Ponte recibió un honor más: el pendón real fué depositado en su domicilio de la plaza de San Miguel o del Adelantado, como regidor más antiguo que era del Cabildo, de donde fue sacado solemnemente, por su propia mano, en presencia de la Justicia y Regimiento, para ser colocado en "un cadahalso., que, hecho estaba en dicha plaza, en un mastil", junto a la "bandera general de la isla". La ceremonia de la proclamación revistió una extraordinaria solemnidad.
1emnidad.

Si a la breve enumeración de sus cargos y honores añadimos ahora las relaciones de parentesco que adquirió por los brillantes enlaces de su numerosa prole, tendremos idea cabal del ascendiente político y social de Pedro de Ponte en todas las islas del Archipiélago. Ya dijimos en anteriores líneas cómo había contraído matrimonio el futuro alcaide de Adeje con Catalina de las Cuevas, hija del bachiller Alonso de Belmonte y de Inés Benítez de las Cuevas. El matrimonio debió efectuarse alrededor del
año 1529, pues al presentarse en dicho año Pedro de Ponte ante el inquisidor don Luís de Padilla declaró ser casado y "no tener hijos" ; mientras que a partir de esa fecha nacieron sus once vástagos, tres varones y ocho hembras. Fueron éstos: Niculoso de Ponte y Cuevas, regidor del Cabildo de Tenerife, capitán de una de las compañías de infantería de Garachico en 1554 (al ser éstas reorganizadas por el gobernador López de Cepeda), capitán de las milicias de Adeje años más adelante, en 1564, inseparable colaborador de su padre en todos sus negocios y primer usufructuario del mayorazgo que en cabeza suya fundó Pedro de Ponte, con autorización real, ante el escribano Juan López de Azoca, en 1567.

Casó Niculoso de Ponte en 1561 (cuando ya tenía descendencia ilegítima, fruto de sus amoríos con Catalina Jordana), con su prima hermana de doble vínculo Ana de Vergara Ponte y Cuevas, hija de Bartolomé de Ponte Vergara y de su mujer María de las Cuevas.

El segundo hijo de Pedro de Ponte, que se llamó Alonso de Ponte y Cuevas, fue regidor del Cabildo de Tenerife en 1564, por renuncia de Juan de Meneses; capitán de una de las compañías de infantería de Garachico en 1569, y usufructuario del segundo mayorazgo fundado en su favor por nuestro biografiado. Casó don Alonso con Elvira de Vergara Alzola y Ríos, hija del regidor Pedro de Vergara Alzola y Lugo y de María de los Ríos Aguirre.

En cuanto a la descendencia femenina de Ponte, sus enlaces fueron más brillantes todavía. Una de sus hijas, Inés, fue marquesa de Lanzarote por su matrimonio con Agustín de Berrera y Rojas; otra, Isabel, casó con Francisco de Varcárcel, futuro primer alférez mayor perpetuo y capitán general de Tenerife, y las restantes enlazaron con las casas de Xuares Gallinato de Lugo, Xuárez de Lugo, Ponte Cuevas y Fonte de Berrera.

Las relaciones entre John Hawkins y los Ponte constituyen un capítulo desconocido de la historia de Canarias, de las que apenas si se puede encontrar otra alusión que no sea la más que vaga de Leonardo Torriani en su Descrittione...Cuenta el ilustre cremonense, al referirse, en las postreras páginas de su obra, a la isla de San Borondon, cómo "Giouan Acles lnglese zio del conosciuto Francesco Drago stando egli piú volte in Tenerife referi a una persona principale chégli era stato tre volte in questa Antiglia. .." .La "persona principal" de quien Torriani recogió la información en Tenerife cuando su estancia en 1587 no pudo ser otra por aquella fecha-a nuestra manera de ver-que don Pedro de Ponte y Vergara, tercer alcaide de la casa-fuerte de Adeje, nieto del famoso Ponte, quien pudo oírla en su niñez de boca del pirata o tener referencia directa de la misma por testimonio de su padre Niculoso.

La noticia, aunque escueta, tiene interés para nosotros, en cuanto confirma otros testimonios de la época. Sabemos por ella que Juan Aclés -John Hawkins-había estado en Tenerife muchas veces y que pasados los años todavía se conservaba vivo en la memoria de las gentes el recuerdo de sus viajes, así como que se le sabía "pariente" de un nuevo astro de radiante luz: Francis Drake. Y, en efecto, las visitas de John Hawkins
debieron ser tan frecuentes en el Archipiélago, que causa asombro considerar cómo han podido pasar desapercibidas hasta ahora.

Ya hemos visto con toda precisión su expedición a Canarias de 1560 y cómo entonces admitíamos, dentro de lo posible, que desde Abona y de la mansión de los Soler se trasladase a Adeje a residir en la casa-fuerte.

Su amistad con los Ponte tuvo que ser muy fuerte con anterioridad a 1562 y, por tanto, es imposible admitir que desperdiciase aquella ocasión sin visitarles en su castillo.

Lo que no está claro es cuándo resolvieron ambos de común acuerdo Pedro de Ponte y John Hawkins la expedición a las Indias Occidentales de 1562. ¿Fue en 1560, a raíz del viaje que hemos comentado... ? ¿Fue en algún otro viaje llevado a cabo entre esa fecha y el año 1562. ..? Nos inclinamos más por esta última suposición, ya que no es probable que en esos dos años suspendiese el inglés el comercio activo con las Canarias ni que un hombre dinámico como Hawkins perdiese tanto tiempo en organizar la ansiada expedición a las Américas.

Lo cierto es que por esos años Pedro de Ponte y John Hawkins decidieron en secreto fusionar sus empresas comerciales, colaborando cada cual en la medida de sus fuerzas para abrir las puertas de América al tráfico clandestino de esclavos africanos y mercaderías inglesas. La gran dificultad del viaje a América de los ingleses estaba precisamente en la carencia de buenos pilotos para llevar a cabo con felicidad el viaje.

Los britanos, como sus antecesores los franceses, estaban en condiciones por sus conocimientos náuticos de arribar a las costas del Nuevo Mundo., pero como se arriba a un país virgen, en busca de puertos, surgideros y refugios, ignorantes de los peligros, temerosos de cualquier asechanza; en las mismas condiciones psicológicas y prácticas en que arribó Colón a las Antillas en 1492. En Estas circunstancias llegaron, por ejemplo, al Brasil Paulmier de Gonneville en 1503, y William Hawkins, en 1530. Pero cuando la piratería comercial clandestina quiso abrir las puertas del mercado americano fué preciso a los franceses y a los ingleses la colaboración de los pilotos de España y Portugal, traidores a sus respectivas patrias, porque la ciencia náutica y los conocimientos prácticos acumulados en un siglo de descubrimientos no se improvisaban al conjuro de la audacia o de la aventura.

Tal dificultad fue solventada por Pedro de Ponte ofreciendo a Hawkins la colaboración de un piloto español a su servicio, Juan Martínez, natural de Cádiz, con la promesa de embarcarle secretamente en sus navíos desde la casa-fuerte de Adeje, para que los condujese por entre el intrincado laberinto de las calas, playas, islas y puertos antillanos.

La segunda dificultad de la empresa: la resistencia de las autoridades españolas y de los naturales a comerciar, prometía Ponte allanarla, en la medida de sus fuerzas, con la colaboración de sus corresponsales en América. De todo lo demás: navíos, tripulaciones, armamento contra cualquier sorpresa y para intimar a los españoles, vituallas y mercaderías, Hawkin.s salía responsable con sus medios propios y la colaboración de los negociantes londinenses, y no se crea que los hechos hasta aquí narrados se apoyan en malévolas suposiciones o rumores faltos de fundamento, sino que están aseverados nada menos que por el embajador español en Londres don Diego Guzmán de Silva en carta posterior a los sucesos que vamos a narrar: "Aquines cuando hace estas jornadas [a las Indias] toca primero y va a tomar agua y otras cosas necesarias a las islas de Canaria; tiene particular comercio y amistad con un Pedro de Ponte, vecino de Tenerife, y un su hijo que se llama Nicolaso de Ponte, que vive en Xaide [Adexe]; he leido cartas originales y firmadas de sus nombres para Aquines y de-
mas que tratan en ellas acerca de su comercio Estos mismos según tengo aviso dan siempre vituallas en aquellas islas al Áquines y en el primer viaje que hizo. ..a la isla de Santo Domingo, al puerto de Monte-Cristo le dieron un piloto que se llama Juan Martinez, vecino de Cadiz, que volvio con el a este Reino donde estuvo escondido al- gunos días...". y terminaba sentencioso el embajador: "Si no hubiese quien solicitase a estos -los ingleses -y los encaminasen a las islas-Antillas-no habrían comenzado estas navegaciones...".

El piloto Juan Martínez, que había de conducir la expedición a través del Océano y por entre el intrincado laberinto del mar de las Antillas.

Pedro de Ponte informó además a Hawkins de las noticias que iba recibiendo de sus corresponsales en la isla de Santo Domingo., que le garantizaban la existencia de un grupo de españoles dispuestos a comprar sus mercancías.

El mismo Hakluyt en su relación del viaje de Hawkins, y no obstante estar informado seguramente por éste con su táctica inveterada de medias verdades no puede menos de declarar que el pirata había estado de arribada En Tenerife, siendo allí amistosamente recibido. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1529. Dejó recuerdo Cristóbal Hortiz, colono vecino de San Cristóbal, Eguerew  (La Laguna). A 11 de junio de 1529, contrató la carabela de Juan Ferrandes, con dos socios, traspasando "la mitad de la tercia parte del cuarto", o el venticuatroavo, en 11 doblas de oro, al pintor Andrés de Illescas, vecino colono de la isla, con compromiso de saldar, al regreso, deuda añeja de cinco doblas y media. Hortiz pondría el carpintero, "a mí costa y minsión, que vaya en la dicha armada por mí e por vos", quedando especificado que rescatarían esclavos, ropa, oro y plata. Sin categoría para obtener por sí mismos la "carta de fletamiento", indispensable para incorporarse a "la armada, que agora yrá a Berbería", los socios la compraron de reventa, al mercader Antón Sánchez.  (L. Al. Toledo)

1529. Testó el colono Martín Rodríguez. Un portugués recio y aventurero que se vino a vivir al lugar que andado el tiempo sería San Juan de la Rambla, a comienzos del siglo XVI. Aquí formó una gran hacienda con las tierras usurpadas a los guanches y cerca de sus tierras erigió una ermita a la advocación de San Juan, que fue el origen de San Juan de la Rambla; por ello se le considera el fundador europeo de este pueblo. Estaba casado con Catalina Hernández; testó en 1529, dejando mujer y cinco hijos, de los que descienden una buena parte de los rambleros de hoy.


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