Francisco María Pinto y la Poesía Canaria
Si no me equívoco, las más interesantes
páginas acerca de la personalidad de Francisco María Pinto se deben a Benito
Pérez Galdós y al estudioso Sebastián Padrón Acosta; sin embargo, no tenemos
aún un análisis amplio de su obra (considerable pese a la prematura muerte del
autor), como tampoco de la
Revista de Cananas de la que Pinto fue redactor jefe (me
refiero, en este caso, a un análisis de la profunda significación histórica de
la revista dirigida por Elias Zerolo). Nacido en La Laguna en 1854, Francisco
María Pinto murió en Santa Cruz de Tenerife en 1885. Sus trabajos fueron
recopilados en el volumen Obras de francisco María Pinto (1888), -prologa- do por
Pérez Galdós, e integrado por los textos que el autor publicara tanto en la
revista citada" como en La Ilustración de Canarias. De este volumen hemos
querido seleccionar hoy el trabajo titulado "De la poesía en
Canarias", previamente publicado en los números 10 y 11 de la Revista de Canarias (1878
y 1879). Las reflexiones contenidas en este texto merecen un examen detenido;
señalaremos aquí tan sólo un significativo aspecto.
Considerado por Padrón Acosta
como "el primer ensayo crítico que aparece en nuestras letras acerca de
los poetas isleños" (1) (opinión formulada por Padrón ya en Poetas
canarios de los siglos XIX y XX, aunque aquí se dice que es "el primer
ensayo sabré poesía canaria escrito por un tínerfeño"(2), el trabajo de
Francisco María Pinto elude la expresión poesía canaria quizá porque, como
asegura, "los poetas de Canarias no ofrecen, colectivamente considerados,
nada peculiar y propio; no manifiestan "ningún carácter, perceptible al
menos, que pueda mirarse como resultado de las particulares condiciones en que
se desenvuelve aquí nuestra vida", reflexión a la que llega Pinto después
de advertir que en los poetas del Archipiélago" "no se «descubre
ningún rasgo común que a ellas (a influencias del Archipiélago) pueda
atribuirse, que recuerde los paisajes de Canarias o ese océano que nos
circuye". Muy pocos nombres de poetas (Cairasco, Viana, Iriarte, Beoto,
Graciliano Afbnso) aparecen en el texto de Pinto; y el libro que suscita las
reflexiones del autor (Poetas canarios, de Elías Mujica) no está lejos del
indiscriminado catálogo poético. ¿Qué llevó a Pinto a observar justamente lo
contrario de lo que, cincuenta años más tarde, observaría Valbuena Prat en el
que es, de hecho, el primer ensayo sobre poesía canaria? (3). A.S.R.
DE LA POESÍA EN CANARIAS
No hace mucho que con él título
de Poetas Canarios se publicó en Santa Cruz un libro, una especie de antología
canaria, una «colección de escogidas poesías de los autores que han florecido
en estas islas en el presente siglo».
El colector nos ofrece
composiciones de todos los canarios que durante el referido lapso han cultivado
con más 'ó menos éxito la poesía; esto hace que en la obra figuren versos de
más de sesenta poetas, número, en verdad, muy respetable. Los testimonios que
ella proporciona no bastan para fundar so/idamente ningún juicio; pero nos
invitan á divagar hoy un tanto sobre cosas de interés probable, sin duda, mas
cuya oportunidad en Canarias sólo pueden desconocer los que ignoren nuestras
aficiones poéticas.
No es que se lean aquí más versos
que en cualquiera otra parte, ni que el libro de poesías tenga más venta que el
prosado. Tratándose de publicación, sea verso o prosa, todos sabemos ya lo que
debe hacerse: guardar riguroso y completo sigilo acerca del fatal
acontecimiento. Aventurado es, pues, afirmar que un libro tenga más
probabilidades que otro de romper esa discreción. Con todo, nunca las aficiones
activas han sido tantas como desde principios del siglo ó, por lo menos, famas
se han hecho tan públicas; muchos versos han llenado en ese tiempo nuestros
periódicos y no pocos libros-de poesías han visto la luz.
Mas para lo que eso suponga, tal
vez convenga recordar que en los siglos XVII y XVIII no tuvimos imprenta. Algo
se escribía; pero, como si viviéramos en lo más cerrado de los tiempos medios,
era el manuscrito la expresión última de este oscuro "trabajo. Tantas han
sido las causas que han restringido una actividad cuyos frutos, aún así,
merecen nuestra consideración. La poesía no fue mirada con desden; las
pruebas-de ello, en su mayor parte, se han consumido entre el polvo 6 yacen
inéditas y olvidadas. Ahora, la cuestión es averiguar si tai fin ha sido el más
conveniente para el crédito póstumo de nuestros abuelos.
En aquel siglo XVII, en que la Península rebosaba de
poetas, de tal modo que, en algunas ciudades, como Sevilla, como Valencia,
parecían constituir la población; en que se escribían dramas con la abundancia
y rapidez con que hoy se escriben artículos de periódico; en que se presentaban
en un certamen cinco mil poesías, ¿cómo no habíamos de sentir, nosotros, los de
las viejas Afortunadas, algo de la fiebre poética en que se abrasaban todos tos
españoles, desde el rey hasta tos caldereros?
¿Quién no hada versos entonces? Y
luego, si las bellas letras eran por allá el refugio aniso de facultades para
tas que no se habito ninguna otra senda; en la poesía, considerada en tos
modestas manifestaciones que pueden franqueársenos, se ha creído por acá ver
siempre el alimento de una actividad que no sabe ó no puede de hablar otro.
De aquellos tiempos nos quedan
dos nombres, honra de Canarias; tos de Viana y Cairasco. De Viana, tos eruditos
de la Península
apenas tienen más noticia que la mención hecha por D. Nicolás Antonio. G poema
de las Antigüedades se pierde entre él gran número de los de ese género
clasico-heroico y virgiliano que se
aficionaron, en general con muy poca,suerte, muchos poetas españoles. Sin
embargo, digna de algún recuerdo es la obra del que cantó por vez .primera el
valor y et noble arrojo de aquellos insulares que caminan defendiendo la
libertad y la patria, ye quienes rodea aún la suprema poesía no pudo hacer por
los guanches lo que Ercilla por los araucanos, Tinguaro, tan magnánimo y
valiente, no llegó á las proporciones de Caupolican: de culpa al esforzado isleño.
Por lo pronto, bueno es recordar que el colector de tos tomos de Poemas épicos,
de la Biblioteca
de Rivadeneyra, no logro ver un ejemplar del poema de Viana, Cairasco, verdad
poeta, que no desmerece, en condiciones, de los notables de su siglo; de tos
cuales, con tos defectos, tenía el ingenio y la exuberancia, debe ser hoy mas
conocido é la citada
Biblioteca (1). Amantfsimo de su país, ese amor le llevaba é hacer extra
tercalaciones en su traducción inédita de la Jarusalem libertada.
Imitó los versos esdrújulos de los poetas italianos, novedad que le dio cierta
nombre en un tiempo en que se apreciaban mucho estas cosas.
Mas ¿Quién lee hoy a Viana
ni a Cairasco ¿Quién lee el poema de las antigüedades de la Islas Afortunadas o el
templo militante? Contentémonos con exigir respeto para los nombres de sus
autores.
Tratándose de canarios del siglo XVIII, la memoria de Iriarte debía oscurecer cualquiera
otra, si é la poesía nos referimos, aunque é triarte se le haya negado la
cualidad de poeta, con las mismas razones con que pudiera regateárseles á las
cuatro quinfas partes de tos de su tiempo, triarte, cuyo carácter un tanto
orgulloso é irascible le atrojo muchos enemigos, fue acusado de frió y
prosaico, y esto en ti XVIII, en que el
poeta Salas, que habló en verso de una porción de cosas inmundas, no ocupó tal
vez el último escalón del prosaísmo, Forner, que llevaba entonces el látigo de
la sátira literaria, y lo manejaba duramente. Sedano y la cohorte batalladora
del pasado siglo, apenas dejaron descansar al autor del poema de la Música , trunca disfrutó de
grandes simpatías. Hasta se le declaró mal versificador, acusación injusta que
no ha dejado de repetirse.
Pero Iriarte ha sobrevivido en
popularidad é todos tos que le dieron que hacer. Su nombre es el del autor
ingenioso, correcto y elegante que escribió tos Fábulas literarias.
Sin embargo, cuando ocurre hablar
de canarios ilustres, de paisanos que se han distinguido en las letras, no es
por cierto el nombre de triarte el que ciamos con más frecuencia y orgullo.
Cairasco, Viana, cualquiera otro nos parece mis nuestro. Es que triarte sólo
tuvo de canario el haber nacido en nuestras islas; él lo recordaba, y alguna
vez en sus Fábulas se simbolizó en el pájaro cuyos cantos debieron serle
familiares en la niñez. Contestaba a sus críticos trayendoles a la memoria que
el canario había sido elogiado por un ruiseñor extranjero (Metastasio), floro
una provincia considera principalmente como hijos suyos é aquellos autores que
en sus obras se han unido más estrechamente con el país natal, ya por si
asunto, ya flor ova circunstancia, el poeta en quien las influencias locales
predominen, tal vez no será bien apreciado sino donde todo sea igualmente el
sello de su inspiración; limitará su gloria
pero si la literatura nacional no le recuerda, la tierra en que nació no le olvidará.
Cuando la diferencia de lengua,
circunstancia, que aísla y crea por consiguiente una literatura propia no
existe, influencias de suelo, y hasta de clima, condiciones de taza, de
costumbres, suelen engendrar escuelas y aun verdaderas literaturas regionales.
Hoy esas influencias están poco menos que anuladas por otras más poderosas, y
solo se conciben en la poesía genuinamente popular. No obstante, á veces se
conservan en los poetas que por diferentes circunstancias se hallan mes en
contacto con su país y en quienes las impresiones de éste han dejado más
huellas, por ejemplo, suelen distinguirse entonces de los del mediodía. La
escuela que podríamos llamar del norte tiene algo nebuloso y fantástico, del
sentimiento profundo, del predominio del fondo sobre la forma que caracteriza
para et sentó común al arte germánico. La meridional, de forma viva y
brillante, de sentimiento ardiente y ligero, contrasta demasiado con la
anterior para que sea preciso determinarla. A una da matices osiánicos el cielo
septentrional; m aquellos versos melancólicos y graves proyecta su sombra la
gran eorduent ístmica, así como en todos del mediodía, sensuales y ardorosos, mientras
el sol de todas vegas andaluzas.
En todos poetas del Archipiélago
no se descubren tales influencias; ningún especial carácter,
ningún rasgo común que ó ellas pueda atribuirse, que recuerde tos paisajes de
Canarias ó ese océano que nos circuye con su espuma y sus rumores. Y no es
suponer que la naturaleza en que vivimos haya dejado siempre de inspirarnos.
Nuestro cielo y nuestras montañas,
nuestros valles colmados de vegetación y de luz no pueden hallar ojos
indiferentes. Lejos de aquí no despliegan tampoco mis belleza los eternos espectáculos:
el alborear del día y las puestas de sol; el crepúsculo ascendiendo desde el fondo
de las cañadas y la última claridad tiñendo las cumbres. Nos rodea aquel océano
maravilloso en que aun para Dante y sus contemporáneos et terror palpitaba, y
surgía incesantemente del prodigio.
Nos es familiar gamma entera de sus voces, desde el acento cólera hasta el
arrullo.
Podemos verle espoleado por el
huracán, alzarse desmelenado y siniestro; y escuchar su tranquilo murmullo, en
las noches de verano, cuando tos ensueños flotan en el aire inmóvil, y luce allá
arriba el deslumbrante cielo.
No se ha olvidado tanta poesía,
aunque en general nuestros poetas no se distinguen por la observación de la
realidad, ni su amor á la naturaleza peca por desmedido. El humanista,
Graciliano Afonso, que se lamentó una vez de que el Teide no hubiese llamado en
Canarias la atención poética de tantos ingenios», no advertiría hoy semejante
vacío. Tampoco las tradiciones, las glorias y recuerdos provinciales pueden
quejarse razonablemente. Mas esto no destruye lo dicho: Que tos poetas de
Canarias no ofrecen, colectivamente considerados, nada peculiar y propio; no
manifiestan ningún carácter, perceptible al menos, que pueda mirarse como
resultado de las partícula/es condiciones en que se desenvuelve aquí nuestra
vida.
II
No hay región habitada por los
hombres donde falte un desarrollo poético, siquiera reducido y humilde, y de
esos cuyo valor nace de su espontaneidad: revelaciones de un arte que entonces
es casi la naturaleza; que no llevan, en sus productos, la singular marca de
este ó el otro individuo, sino la del artista-multitud; y cuya originalidad
está en razón de lo que distingue a la vida que expresan. Cada pueblo manifiesta
en ellas su carácter y préstales fisonomía la naturaleza ríeme ó desolada.
Tal es la poesía popular, que
abraza desde tos grandes creaciones épicas, hasta to sencilla frase en que el
ritmo predomina y las palabras tienen apenas significación; estribillos
ininteligibles y monótonos, como los que en una escena de Harnlet canta á medía
voz la pobre Ofelia, ya toda razón perdida.
Sin duda que tos primitivos
moradores del Archipiélago no carecieron de semejantes. Viera
cita de los herreños: ...«Endechas lúgubres y patéticas, en tos que trataban
materias de amores y de infortunios, que aun traducidas á la lengua española,
movían á lágrimas ó tos personas de blando corazón.» Mas tos desiguales
circunstancias que concurrían en europeos y aborígenes hicieron que no fuesen
dichos cantos to ruda pero original base en que asentara después los suyos el
pueblo de tos Islas. Aquel/a extraña raza que las habitó primero, nos trasmitió
muchas de sus costumbres; pero su tradición si existía, era natural que
pereciese con ella. En la mezcla de invadidos é invasores, de elemento é que
toda cultura daba superioridad, no tardó, bajo ciertos aspectos, en borrar
completamente el otro. La poesía hubo de morir con la oscura lengua que lo
informaba,
Y después, recordando cerno se ha
constituido toda población del Archipiélago; lo reciente de una historia
abierta cuando todas tos provincias se apresuraban á cañar las suyas; el
instante en que esa humilde historia comenzó, los das que han seguido, tos
condiciones de una existencia sin pasado, sin carácter y sin vitalidad propia,
tal vez no extrañemos que hasta los cantares, la expresión más sencilla y común
de toda poesía popular, nos venido y nos vengan de la Península.
Como es lógico, los poetas de
Canarias suelen reflejar más ó menos á los de aquélla; desde Bento, que
escribió é principios de siglo, y parece imitar a Quintín», hasta los que, en
los últimos años, descubren la influencia de Zorrilla, el poeta más
legítimamente español, do más espontaneidad y fantasía más poderosa que ha
hablado nuestra lengua de dos siglos á esta parís; y el modelo de la escueto
poética más Muí y más numerosa que aun hoy existe. Sin embargo, no son muchos
los poetas insulares en quienes es visible una determinada imitación; cierto
eclecticismo, presidido por un gusto del cual no en todas ocasiones se puede
decir que:
Aquí coge el jazmín, allí la rosa, Acá la clavellina almaizalada;
Y si entra en huertas, no siempre
son huertas deleitosas, como la de que habla Cairasco, es lo mes general en los
poetas de las Islas. Zorrilla es el que ha dominado, sin conciencia tal vez de
los mismos que le han seguido; pero dadas ciertas cualidades, que no suelen
faltar en la juventud, y menos allí donde la naturaleza y el clima y la raza
las fortifican, la escuela se impone, como ha sucedido entre nosotros y en
América.
Con lo dicho, inútil es exponer las generales que ha ofrecido en Canarias la
poesía. Durante el primer tercio del siglo, como se supondrá, son marcadamente
clásicos; y con pasada la época, sigue prevaleciendo en algunos un clasicismo
ya algo anacrónico. Melendez, Cienfuegos, Quintana parecen ejercer más ó menos
influjo; á la verdad, las poesías que conocemos, y son pocas, no desdicen á
veces de los imitados. Hay cultura, y cierto gasto; se ve que ni los clásicos
españoles, ni los latinos, señaladamente Virgilio y Horacio, eran mirados con
desatención.
El romanticismo, advenimiento de
una libertad que, para los españoles era un recobro y no una conquista, llegó
innovador y tumultuoso. Los franceses, que se han encargado, dotante mucho
tiempo, de equipar y vestir las ideas que han de viajar por el mundo, lo habían
ya transformado: en la poesía y en el arte, fue la revolución.
Llegó a España, y naturalmente, también aquí. En esta
segunda face y desde entonces hasta ahora, muchos ha habido que, con innegables
dotes, se han dedicado en Canarias á la poesía. No es de necesidad referirnos
mis particularmente é nombres que todos conocemos, y cuya detenida enumeración
se en este lugar. Reasumiendo, advertirse que contamos con verdaderos poetas.
No escasean tos condiciones naturales: hay ingente, hay sentimiento, hay
fantasía. Aun los desbarros, contadas veces tienen tos proporciones que nadie
extraña en los poetas de provincias, innumerables é ignorados cultivadores del
arte, en quienes si hay en ocasiones verdadero genio, en otras, tos más, sólo
hay indubitable inocencia. En el libro que citamos al comenzar estas líneas,
muchos rasgos, y composiciones enteras, dejan fuera de duda que si el esmero
del cultivo se hace de cuando en cuando echar de menos no de decirse que hay
pobreza dad; una vegetación en que es inútil, pero que reveto cuánto había que
esperar de toda, inteligencia y el cuidado, tal es en Canarias la poesía. En
cuanto éstos simples aficionados a hacer versos y hasta é publicarlos, que es ya menos inofensivo,
¿dónde no los hay? Esta afición pertenece á la categoría de las debilidades
humanas, aunque muchos, procediendo con notorio arrebato, se adelanten é
colocarla entre las epidemias sin remedio conocido. Mirándolo bien, ¿quién está
libre de pecado? ¿Quién no ha hecho unas seguidilla a su novia a con un
epicedio como diría don Hermognes, el reposo de algún muerto infeliz? Pero las
cosas si á toda reincidencia se circunstancias don que suelen dar muchos á
aquello de Poeta nascitur. A los diez y ocho años, y más, allá también y ¿qué hacer, sino aceptar con resignación el
fatal destino, es de que hay noticia, puede rematarse cumplidamente sin
necesidad de estudiar cosa alguna; y esto lo hace más llevadera y soportable
" Al genio le basta con su pluma, y las nociones del arte, métrica,
suministrada por cualquier libro de poesías; de la naturaleza, del corazón,
etc., le sobra con lo que todos sabemos.
La lira es, pues un instrumento
que no exige mucho para tocarse y hasta
que dispensa a los que lo manejan de la gramática y de la ortografía; punto de
contacto que suele tener con la guitarra. Si nadie razona de este modo, la
verdad es que no deja de parecerlo alguna que otra vez, manifiestan ningún
carácter, perceptible al menos, que pueda mirarse como resultado de las
particulares condiciones en que se desenvuelve aquí nuestra vida.
Se general de versos, pueden, no
obstante, existir géneros muy distintos, entre el género simplemente ennuyeux,
señalado por Boileau; y el tonto, por ejemplo, reconocido con gran precisión en
nuestra época, hay diferencias notables, que un preceptista concienzudo tal vez
se detenga un día a enumerar. El género cultivado entre nosotros, cuando nos
dedicamos á lo malo, no puede clasificarse rigurosamente; sin embargo, es
posible determinar alguno que otro carácter suyo.
Cuando tropecemos con una poesía
de éstas, no busquemos jamás, entre aquellos vocablos poéticos y sonoros,
aunque vulgares, un pensamiento, una idea, algo, en fin, oculto bajo el
follaje. Es inútil: allí no hay más que una ininteligible palabrería:
alboradas, auras y brisas, «//señores: la meteorología y la zoología poéticas,
distribuidas de cualquier modo, y unidas con otra docena de palabras
indispensables, que hacen el oficio de argamasa en la construcción Esto
admitiendo que los versos, como versos, sean regulares; y lo son alguna vez,
pues en Canarias no faltan los buenos versificadores, y nuestros poetas se
distinguen generalmente por esa cualidad.
Nada diremos del sentimentalismo,
algo trasnochado, que se descubre en ocasiones. Cántese I» desilusión y el
hastío, enhorabuena: pero no olvidemos que el tema es ya viejo, y que conviene
hacerlo menos falso. Ese llorar continuo, toda esa desolación, es de muy mal
gusto; son reminiscencias románticas, memoria de un estilo que concluyó con
Romero Larrañaga, y no huellas de la lectura de Schopenhauer ó de Leopardi.
Pueden hacerse versos sin tener
diplomas que lo autoricen, ni títulos universitarios; pero ¿no sería
conveniente leer los buenos poetas, familiarizarse con los libros? ¿Estaría de
más aprender á observar á pensar á escribir? Aquí, donde la poesía es un simple
entretenimiento, y no puede ser otra cosa; aquí donde un poeta jamás vivirá de
sus versos, esto es quizás exigir demasiado. Pero, sea lo que quiera, tengamos
presente que la ignorancia no es la compañera de la poesía, que ningún gran
poeta ha sido verdaderamente ignorante. Si á alguno, en otro tiempo, le faltó
la ciencia que se adquiere en los libros, conocía, por observación propia, la
del hombre y de la vida lo suficiente para hacer olvidar la falta.
Francisco Mª Pinto, en: Revista Aguayro
Año XI nº 123, mayo de 1980.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
Notas:
1) Véase el artículo dedicado por
Padrón Acosta a Elias Mujica en su Retablo canario del siglo XIX (edición de
Marcos Martínez), Aula de Cultura de Tenerife, 1968, pág, 85.í) Poetas canarios
de los siglos XIX y XX {edición de Sebastián de la Nuez ), Aula de Cultura de
Tenerife, 1966, pág. 53. 3) En 1945, Pedro Pinto de la' Rosa leyó ante los
micrófonos de Radio Club de Tenerife "U» escritor olvidado: Francisco
M," Pinto", conferencia recogida mas tarde en folleto.
(1) De Cairasco
se insertaron algunas cosas, no muy bien escogidas por cierto, en el Parnaso
español, de Sedaño.
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