Romance del estanque derrumbado en Llano
Roque
El legado cultural de un pueblo no se limita a sus
manifestaciones tangibles ―caso de los monumentos y colecciones de objetos―
sino que también comprende tradiciones y locuciones vivas heredadas de nuestros
antepasados y transmitidas de generación en generación. Tales expresiones,
agrupadas bajo el calificativo de «patrimonio cultural inmaterial» comprenden
formas tan variadas como las artes del espectáculo, los rituales y actos
festivos, los conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el
universo, los saberes y técnicas artesanales tradicionales y, por supuesto, las
tradiciones y expresiones orales. Dentro de estas últimas, cabe destacar la
existencia de una ingente variedad de formas habladas, tales como proverbios,
adivinanzas, cuentos, canciones infantiles, cantos y plegarias, así como mitos
y leyendas, entre un largo etcétera. La localidad de Teror es relativamente
rica en lo que a manifestaciones culturales inmateriales o intangibles se
refiere. Sirva como ejemplo destacado el caso de su Rancho de Ánimas, el único
―junto con los de los municipios de Valsequillo y la Aldea de San
Nicolás―existente en la isla de Gran Canaria. También es el caso de algunas
frases o sentencias populares privativas de nuestra Villa, algunas de las
cuales se encuentra ―tal como ha señalado el profesor Gonzalo Ortega Ojeda― en
franco proceso de decadencia.
Conscientes de la enorme riqueza de todo este legado,
pero también de su extremada fragilidad, iniciamos una nueva sección que bajo
el lema de «Teror,
patrimonio oral y sonoro de Gran Canaria»
pretende registrar y legar para el futuro el mayor número posible de
manifestaciones culturales intangibles, conservadas en la memoria de nuestros
mayores ―quienes a su vez― las heredaron de sus padres y abuelos. Y lo hacemos
con un romance recitado hace pocas semanas por doña María del Pino Alfonso Naranjo ―conocida como
Sara― vecina de Teror en el barrio de los Llanos. El relato en cuestión nos
narra un suceso que tuvo lugar en nuestra Villa, hace ya más de 61 años, y que
impresionó y sobrecogió a todos sus vecinos, hasta el punto de que aún son
muchos los que lo recuerdan. Efectivamente, en la noche del martes 16 de enero
de 1951, el paraje conocido por Casa Matos, en el barrio de los Arbejales, se
sobresaltó con el derrumbamiento de un estanque de mucha capacidad, que arrasó
la vivienda del vecino de la localidad, Agustín Jiménez Montesdeoca. Lo
aparatoso del accidente, no impidió sin embargo que el humilde labrador ―junto
con su esposa y tres hijos― resultara milagrosamente ileso.
Sobre estas líneas una
instantánea donde figuran de izquierda a derecha, el párroco de Arbejales, don
Faustino Alonso Rodríguez, el labrador don Agustín Jiménez Montesdeoca, así
como el resto de miembros de su familia. Tras ellos, la vivienda donde
habitaban semi-derruida por los efectos del estanque derrumbado.
Fotografía cedida por gentileza de Pepe Déniz.
La prensa de la época nos ofrece
más detalles sobre lo acontecido. Así, sabemos que todos los miembros de la
familia fueron arrastrados, junto con sus enseres personales, por la furiosa
corriente de agua durante un largo trecho. El cabeza de familia y los hijos
fueron detenidos por unos árboles que les sirvieron de freno e improvisado
refugio, mientras que la esposa fue a parar unos 250 metros corriente abajo. No
obstante y como ya señalamos, ninguno de ellos resultó gravemente herido, salvo
algunas magulladuras y erosiones. Contaron los desventurados con la ayuda del
vecindario, así como con la del párroco don Faustino Alonso Rodríguez, quien
intercedió ante las autoridades locales consiguiendo una ayuda de 2500 pesetas,
costeadas por el gobernador civil, con las que sufragar la pérdida de la vivienda
y del ajuar familiar. Testigo presencial de todo lo sucedido fue una jovencita
«Sara» quien con apenas 11 años retuvo para siempre en su memoria ―y sin saber
muy bien cómo― el romance improvisado por un tal José Cáceres, quien procedente
del barrio aruquense de los Portales dio cuenta de lo sucedido con todo lujo de
detalles. Hoy, más de 60 años después y gracias a la inestimable colaboración
de «Sara» y de su familia, transcribimos el mentado romance y publicamos la
entrevista que mantuvimos con ella hace escaso tiempo. Con ella damos inicio a
la primera entrega de esta nueva sección.
Gustavo A. Trujillo Yánez
ROMANCE DEL ESTANQUE DERRUMBADO EN LLANO
ROQUE:
El pueblo de Llano Roque
Que pertenece a Teror,
Cerca de las diez de la noche
Un tanque se derrumbó.
Cinco personas dormían
En su cama eternamente,
Vino una tromba de agua
Les despertó de repente.
Cuando ya iba nadando
El padre de esa familia,
Lo único que pensaba
Que era una pesadilla.
Cuando ya iba con prisa
Con prisa y sin parar,
Encuentra a sus tres hijitos
Agarrados de un nogal.
Y más faltaba su esposa
Que más lejos fue a parar,
Que no encontró ningún árbol
Donde poderse agarrar.
Cuando estaban todos juntos
Les dieron gracias a Dios,
Por haberles librado
De aquel tremendo apretón.
Al cura de Llano Roque
Lo queremos de verdad,
Que ha dado mucho dinero
Para ropa que comprar.
El señor gobernador
Por lo bien que se ha portado,
Que ha dado mucho dinero
Pa los pobres desgraciados.
Yo me llamo José Cáceres
Y vivo en los Portales,
Tengo una novia en Lo Montero
Que pertenece a Arbejales.
PARA SABER MÁS:
HERNÁNDEZ JIMÉNEZ, Vicente y SÁNCHEZ
RODRÍGUEZ, Julio: Arbejales. Edita EYPASA: Madrid, 1995 (segunda
edición).
«Sucesos y sucesillos», periódico La
Provincia, jueves 18 de enero de 1951, página quinta.
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