Aborda este artículo la posible relación de la
fiesta tradicional de Los Finaos en las Islas Canarias con el viejo culto a los
muertos de los antiguos canarios. Afirma que "no sería tan
descabellado contemplar la posibilidad de que esta celebración pudiese ser el
resultado de la integración cultural europea con la norteafricana de raíz del
antiguo pueblo canario".
El otoño en Canarias se caracteriza por ser la estación del renacimiento.
Muchos canarios no son conscientes de ello, a falta de experimentar el medio
inmediato con plena atención y al margen de lo enseñado en las escuelas, ya que
éstas, siguiendo el sistema educativo español, perpetúan la enseñanza, en estas
Islas, del calendario estacional europeo...estándar. Pero al contrario de lo
que sucede en Europa, donde las hojas de los árboles caducifolios caen y
prácticamente toda la vida empieza a entrar en un largo letargo invernal, en
estas Islas, la llegada de las primeras lluvias hace que nuestros campos se
cubran de hierba verde, de flores, de pasto para el ganado... de vida. Era
entonces cuando los antiguos canarios labraban las tierras anegadas con cuernos
de cabra para sembrar la cebada. En los campos de cultivo se podía escuchar a
las mujeres del poblado entonar tristes cánticos, al tiempo que depositaban el
grano en el surco labrado. Estas endechas tenían por misión invocar a los
espíritus de sus antepasados, pues en la cosmovisión animista amazighe, los
muertos son responsables directos de la fertilidad de las tierras. Si bien no
había mejor indicador para iniciar la sementera que la misma llegada de las
primeras lluvias, el ocaso cósmico de las Pléyades (finales de
noviembre, momento en el que se ocultan las Pléyades por el oeste al mismo
tiempo que se sale el Sol por el este) era el marcador tardío por excelencia.
"Si no mea Santa Catalina, meará San Andrés, y si no, mala seña es"
- dicen todavía algunos campesinos isleños.
La colonización europea de Canarias, traería, junto con el nuevo calendario, la celebración de Los Finaos, una fecha en la que se honra y recuerda a los antepasados muertos. Esta posible reminiscencia del Samhain celta, ampliamente celebrado en gran parte de la antigua Europa, llegaría a nuestras islas con un, si acaso, reducido impacto ideológico importante por parte de la antigua población nativa. Al fin y al cabo, la lunación de las primeras lluvias estaba estrechamente relacionada con los muertos, aunque dentro de otro contexto diferenciado del europeo, pues no era precisamente la muerte la que entraba en estas tierras para usurpar la vida, sino las ánimas de los muertos que venían a fertilizar los campos.
Los Finaos tenía tal trascendencia en Canarias, que un hogar no era considerado tal si no observaba esta fecha. El bien arraigado culto a los muertos consistía, además de la visita a las tumbas de los familiares para depositar ofrendas, y la asistencia a misa para escuchar la novena por las ánimas, en toda una serie de preparativos gastronómicos, entre los que cabe destacar la matanza del cochino, a la que se convidaba a familiares y amigos, para comer de la carne del animal y elaborar morcillas con su sangre. "¿Hay santos?" -decían los más pequeños al tocar en las puertas de los vecinos, a lo que éstos respondían con una donación generosa de castañas, nueces e higos pasados. Todos se reunían en el hogar al caer la tarde, alrededor de la mujer más anciana de la familia, para oír de sus labios las anécdotas y memorias de sus antepasados ya difuntos, al tiempo que comían frutos de la época como castañas asadas, cochafisco, manzanas y dulces típicos, acompañado todo con anís o vino del país. Cuando la noche caía, los jóvenes participaban en un baile de taifa amenizado en las calles, mientras las velas encendidas por las ánimas de los muertos alumbraban tenuemente el hogar, dándole el característico ambiente misterioso a esta fecha tan señalada.
Las endechas en las antiguas hablas insulares ya no se escuchaban más en los campos durante la sementera, salvo contadas excepciones en los ámbitos rurales más recónditos de la orografía isleña, pero otro tipo de cánticos tristes y tediosos se oían ahora dentro de la oficialidad de la Iglesia. Los ranchos de ánimas, grupos compuestos, en su mayoría, por campesinos, se dedicaban a cantar a los muertos en las puertas de las parroquias, acompañados del ritmo de instrumentos muy sencillos, como panderos, timples y espadas, con la intención de recaudar limosnas para pagar misas, velas y otras ofrendas dedicadas a los difuntos. Estos grupos no sólo se encargaban de buscar la redención de las almas del purgatorio, siguiendo la ortodoxia eclesiástica, sino que mantenían viva la creencia popular de que los muertos también intercedían por los vivos. Originalmente comenzaban su actividad con la Noche de los Finaos, y se extendía hasta la Pascua. Casualmente, este período coincide con el momento del año en el que las ánimas de los antepasados, según la creencia nativa, entraban en los campos de cultivo, acudiendo al llamado de los agricultores, no siendo culminado este tránsito hasta entrado ya el Solsticio de Invierno.
Y es que no sería tan descabellado contemplar la posibilidad de que esta
celebración pudiese ser el resultado de la integración cultural europea con la
norteafricana de raíz del antiguo pueblo canario. Una cosmovisión tan
estrechamente ligada al medio y a la economía agropastoril del pueblo, no
pasaría desapercibida tan fácilmente en la nueva sociedad colonial que perpetuó
los usos y costumbres de la población rural nativa. A fin de cuentas, como
decíamos antes, la ideología base del culto a los muertos era común en las dos
tradiciones, si bien, como hemos podido ver someramente, las características
únicas del contexto insular se dejan entrever en el mestizaje. Otra cosa bien
diferente es el fenómeno actual que comenzó con la llegada del capitalismo y la
globalización a esta Islas. La americanizada fiesta de Halloween
y todo el marketing añadido nada tienen que ver con nosotros, ni con nuestra
tradición pre o post-colonial. Ni nos habla sobre el alma de nuestro pueblo, ni
del medio y los cambios que experimentamos con la llegada del otoño en
Canarias. De lo único que nos habla es de la delicada situación mundial actual.
Se trata de una fiesta de consumo capitalista, cuyo único objetivo es vender
"plástico" a aquellos que, en la ignorancia de su identidad o
avergonzados por lo que son, se ven influenciados por las modas mediáticas,
soportes claves del mismísimo sistema que tiene al mundo sumido en esta gran
crisis, que ya no sólo alcanza al plano económico, sino al existencial.
¡Feliz Día de Los Finaos!
(Autor. Josué Cabrera González, en Izuran)
BIBLIOGRAFÍA
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Éditions du Rocher, 1985].
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