UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1521-1530
CAPITULO VI-XXIV
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1526. Luego que se estableció el Tribunal do la Audiencia, que vino
a residir también en Las Palmas, considerada en aquel tiempo como Capital del
Archipiélago, los Jueces de apelación, nombre que entonces se daba á sus
ministros, constituyeron otro centro de resistencia, que en ciertos casos
neutralizó la influencia de los dos
Cabildos eclesiástico y municipal, y fué causa de largas y ruidosas
controversias.
El municipio, constituido con
individuos que heredaban estos títulos, vinculados en. ciertas familias, bajo
el nombre de Regidores perpetuos, y presidido por un Corregidor, de
nombramiento real, era la asamblea que asumía en sí, todas las atribuciones que
hoy pertenecen a1 gobierno civil, económico y administrativo del Estado, y al
1ocal de cada población. Estedíase su jurisdicción a cada Isla, siendo las
ciudades donde residían estos centros de acción, centros tan poderosos como
independientes, Winiwuada (Las Palmas), Eguerew (Laguna) y Añazu (Santa Cruz)
de Tedote (San Miguel), capitales respectivamente de Tamaránt (Gran Canaria),
Chinet (Tenerife) y Benahuare (La Palma).
Estos poderosos cuerpos,
independientes por la distancia ti que se encontraban del gobierno Supremo de
la metrópoli, y constituidos como estaban con los primogénitos de las primeras
familias colonas del país, únicas influyentes, únicas dueñas de la riqueza y
las instituciones, recordaban en pequeño las repúblicas aristocráticas de
Venecia y Génova.
El poder que ejercían, era solo
contrabalanceado por el Clero de la secta católica, omnipotente entonces, quien
no contento con su poder espiritual, lo entendía a todo a todo lo temporal,
bajo cualquier forma que se opusiese a sus inmensas prerrogativas y a sus
tendencias absorbentes.
Este. juego de poderes, que bajo
un sistema bien ordenado, hubiera podido evitar muchos abusos, y servir de
freno á muchas injusticias, era en la colonia de Canarias un manantial
constante de disgustos, cuestiones y conflictos de jurisdicción, donde los
recursos de fuerza, las censuras y los entredichos se cruzaban sin descanso,
dando lugar a escándalos, en los que luego vino á arrojar nuevo combustible el
orgullo desmesurado de algunos Obispos, las exageradas pretensiones del
Tribunal de cruzada, y el poder irresistible de la Inquisición española.
Por largos anos la historia del
país puede compendiarse en contiendas de jurisdiccion, litigios sobre una cortesía
concedida ó negada, asistencia a una función, colocación de asientos, y calidad
y dimensiones de la alfombra que cubría el suelo, ó. color de la. tela que
envolvía el sillón.
Lastimosa suerte de los Pueblos!
¡Tres siglos perdidos para la industria, el comercio y la ugricultura! Tres
largos siglos, en los que no se estableció una sola escuela de primeras letras,
ni se permitió la entrada de un libro extranjero, ni se supo cual era la vida
de los demás pueblos! Aislamiento material é intelectual. Inercia del
pensamiento, negación de toda actividad, servidumbre de la conciencia, tal era
la vida del individuo; repulsión de todo
progreso, indiferencia á todo bienestar, sumisión completa al triple poder
religioso, local y político, tal era la vida del cuerpo social. Devorado por la
lepra de la ignorancia y por el cáncer del fanatismo, arrastraba una suerte
miserable que sólo un milagro de la Providencia podía salvar. (A. Millares Torres;
1981)
1526.
Los colonos Martín Báez y su mujer Isabel Hernández fueron vecinos
del lugar del Tanque. En el año de 1526 ya eran vecinos de este lugar ya que en
ese año casaron a su hija Brígida Martín con Hernándianes (Hernán Yanes).
Testó ante el escribano Gaspar de Xexas en 1552 al
folio 225, dice en este documento ser su nieto Simón Martín, hizo otro
testamento ante Hernando de Calderón en 1556, al folio 413 y dice que es ya muy
anciano.
Fueron sus hijos:
a)
Brígida Martín, que casó con Hernándianes; quienes tuvieron por hijos a:
·
Juan Hernández, que casó con María Sánchez
·
Baltasar Hernández, que casó con Francisca
Martín.
·
Melchor Hernández, que casó con Inés Morena.
·
Ana Hernández, que lo hizo con Alonso Díaz
·
Hernándianes, que se unió a Isabel Herrera
Méndez.
·
Martín Hernández, con María Pérez.
·
Pedro Hernández, con Teresa Manuel Méndez
·
Catalina Hernández, con Antonio González.
·
Isabel Hernández, con Pedro González.
·
Gaspar Hernández, con Francisca Cataño.
·
Clara Hernández, con Hernán González y
·
Francisco Hernández, con Catalina Martín.
b) María
López, que casó con martín González, labrador y tuvieron por hijos al
mencionado Simón, que casó a su vez con una tal Isabel Hernández.
c) Dominga
Martín, que casó con Diego Martín.
d) Catalina
Martín, que casó con el labrador Juan Carballo.
e) Francisca Martín, que casó con
el labrador Juan Martín y tuvieron por hijos a:
- Fabián Marín, que casó con Antonia María
- Isabel Juana, que lo hizo con Francisco Pérez.
- Ana Francisca, con Domingo Hernández.
- Francisca Martín, con Fructuoso González.
- Anastasia, con Manuel Pérez.
- María Martín, con Melchor Rodríguez.
- Lucía Francisca, con Juan Fernández de Los Silos y tuvieron por hijos a:
1. María
2. Catalina
3. Águeda
4. Francisca
- Martín Pérez, María Álvarez.
- Antón Martín, con Ana González.
- Juan Martín.
- Baltasar Martín y
- Melchor Martín, que casó con Ana Margarita.
f) Isabel Martín, que casó con
Rodrigo Martín, labrador de la
Culata.
g) Nicolás.
1526.
Fernando
de Troya y Fernando Álvarez, vecinos de Gran Canaria regresaron de una
infructuosa búsqueda. Con posterioridad a su llega a Canarias en 1566, el
doctor Hernán Pérez de Grado, primer regente de la real audiencia de la colonia
de Canarias encargó una averiguación a las justicias de Benahuare (La Palma ,) Esero (El Hierro) y
La Gomera. Como resultado obtuvo un informe de Alonso de Espinosa, gobernador
colonial de Esero (El Hierro) describiendo el avistamiento al Nor-Oeste de esta
isla y a sotavento de Benahuare (La Palma,) donde se mencionaba a cien
testigos. Tres portugueses de Setúbal, entre los cuales uno llamado Pedro
Vello, era piloto y práctico en la navegación del Brasil, declararon haber
desembarcado en la isla de San Borondón tras ser empujados por una tempestad.
Observaron en la arena unas pisadas mayores al doble de las de un hombre
normal, una cruz de madera y tres piedras en triángulo. Al desatarse
repentinamente un huracán perdieron de vista la isla dejando a dos hombres
abandonados en la espesura de la selva. El inquisidor Pedro Ortiz de Funes
recogió la declaración de Marcos Verde que regresando de la armada de bervería
arribó a una isla desconocida y tras explorarla, mientras se recogían en el
navío les sorprendió un torbellino de viento de fuerza tal que fue preciso
picar los cables y largarse.
1526. Firmada la
provisión, año en que Santa Cruz de la Mar Pequeña , salió de la historia
oficial, el regidor de Tenerife Cristóbal de Valcaçer, animado por la fácil
victoria, pidió licencia para “armar” contra "moros
y franceses", con el fin de vengar “vejaciones”, que los colonos canarios
tenían pendientes. Concedida en julio de 1528, por el tiempo que durase la
guerra con Francia, el Emperador eximió a los vasallos de pagar derechos, por
las presas que hiciesen en Berbería, en mar o en tierra, incluido el quinto del
Almirante Mayor de Castilla, Recibida la provisión en Tenerife, Luis de Aday,
en nombre de los que iban de armada, "contra" los moros de Berbería,
pidió que fuese pregonada en San Cristóbal. Se hizo el 1º de mayo de 1529, en
la plaza de San Miguel de los Ángeles. (Luisa Álvarez de Toledo)
1526. Ante la
destacada importancia que va adquiriendo el núcleo urbano creado en torno a la
ermita de Santa María de Guía, en Tamaránt (Gran Canaria) el Gobernador
colonial y Justicia Mayor de la isla, Martín Fernández Cerón, en 1526 concede a
este núcleo poblacional "Alcalde e Vara de Justicia", nombrando a
Fernando Alonso de la Guardia
primer Alcalde Real de Guía de Gran Canaria Nace de esta forma la Villa de Guía, no sin la
oposición de los vecinos de la
Villa de agaldar de la que dependían hasta entonces las
tierras de la nueva Villa, que protestaron ante el Emperador de la metrópoli
Carlos V. Siete años después del nacimiento de la Villa de Guía, el mismo
Emperador Carlos V, en 1533 crea el Beneficio o Parroquia de Santa María de Guía.
A mediados del siglo XVII es descrita de la siguiente
manera: "...un lugar poblado y de mucho lucimiento de edificios, que
tendrá más de 500 casas, todas, hauitadas de moradores naturales. Ay en este
lugar muchas personas nobles y hacendadas; tiene muchas aguas y grandes
frescuras y recreación de güertas y arboledas, cantidad de viñas, trigo,
centeno, cebada y millo" (López de Ulloa).
1526. El colono Juan
de Aguirre en representación del Cabildo europeo en la isla Chinech solicita a
la Corte castellana, entre otros asuntos y por primera vez, ayuda económica
para construir un muelle en Añazu. Esta solicitud no fue atendida pero no
impidió el inicio de las obras del muelle de Añazu (Santa Cruz) como buenamente
se pudo. Esta obra que partía desde la playa no tardaría en sufrir los primeros
desperfectos debido a los temporales.
1526. La industria
naval en la colonia canaria fue desde los inicios de la invasión y conquista de
gran importancia, un ejemplo es el de la nao de 250 toneladas fabricada en 1546
por Blas Díaz en la caleta que después, y a raíz de este episodio, llevó
durante mucho tiempo su nombre.
Posteriormente, además de las
compras, la flota canaria se ha formado por medio de embarcaciones fabricadas
en las islas. La construcción naviera no necesitaba grandes inversiones o
maquinaria especializada, ni grandes espacios de fabricación y botadura. El
carpintero de ribera era a la vez ingeniero, proyectista y constructor: él
mismo lo hacía todo, menos las punchas (clavos), que tenía que comprar. Desde
los primeros tiempos de la conquista castellana existía en Añazu (Santa Cruz)
un "maestre de faser navíos" llamado Cristóbal Martín; había un
varadero en la playa del barranco de Almeida, y otro más en el costado de la
Caleta. En añazu (Santa Cruz) se hacían barcos como en cualquier playa donde
había bosques en la proximidad, como en Abikure (San Andrés), en Garachico o en
San Marcos de Icod. Esta industria fue importante, sin duda la primera de unas
islas que no disponían de muchos recursos industriales. No llegó nunca a
asegurar la autonomía de la flota canaria especialmente porque los armadores
preferían comprar barcos de segunda, tercera o cuarta mano en Europa aunque
estos fueran vetustos y inseguros, al fin y al cabo las vidas de los marineros
valían muy poco para los armadores, pero cubrió gran parte de sus necesidades,
y, de una manera general, todas las de su flota de pesca. También se fabricaban
de manera normal y continuada los barcos para la carrera de Indias. El tonelaje
de éstos había sido regulado por las ordenanzas del Consejo español de Indias,
en 1556 y en 1561; pero desde el principio se había establecido una excepción
para los navíos de la colonia de canarias, que podían tener una capacidad de 80
toneladas, límite que resultaba inferior a la norma general.
Era un castigo de la Metrópoli,
probablemente destinado a hacer más costoso el transporte; pero resultó ser
también una ventaja, de la que se aprovechó la industria colonial local. Debido
a esta circunstancia, cuando se habla da barco canario, se entiende menor que
el español de su misma clase; pero la verdad es que rebasa frecuentemente las
80 toneladas admitidas como máximo. En los varaderos canarios era posible
construir barcos de mayores dimensiones. En 1626, Luis Interián quiso fabricar
a sus expensas un galeón de 600 toneladas, "con intención de servir con él
a las “armadas y flota de Indias” " y lo único que logró fue reunir en
contra de sus proyectos la unanimidad de la Casa de la Contratación, del
Consulado y de los mareantes de Sevilla (España). Desgraciadamente, no era ésta
la única limitación de la industria naviera insular. Después de un primer
período de euforia, empezó a escasear la madera.
La de Canarias era de excelente
calidad para la fábrica de navíos y tenía la reputación de servir mejor que las
otras contra la broma que solía destrozar los cascos. Su misma reputación la
perdió. Se intentó limitar el proceso de destrucción de los bosques tinerfeños,
autorizando los cortes sólo para las embarcaciones destinadas al tráfico local
y cuyos propietarios eran colonos tinerfeños: pero hubo numerosos abusos, que
no se podían evitar ni sancionar en todos los casos. En 1642, para fabricar la
quilla de un barco de 40 palmos o diez metros de largo, era preciso ir a buscar
un árbol conveniente tan lejos como en el valle del Bufadero.
1526 Enero 5.
El
Cabildo colonia de Chinech (Tenerife)
Ordena
la muerte de los “perros grandes de presa” por el daño que hacen al ganado, a
excepción de los que pertenezcan a carniceros y a la pareja de Don Pedro de
Lugo. En el mismo año y por el mes de
Diciembre, se da orden de exterminio a todos los perros de presa, a excepción
de cuatro que quedaran bajo la tutela de los regidores.
1526 Enero 29. Ante las continuas pugnas entre los
criollos, colonos y empleados de la metrópoli por ostentar ciertos cargos
públicos, a petición de los oficiales de la toda poderosa inquisición española
en la colonia, la metrópoli decide que los empleados laicos no aspiren a
puestos dentro de aquella nefasta institución:
“Don Carlos por la gracia de Dios, Rey de. Romanos etc. A
vos los Regidores de la Isla de la Gran Cnnaria é á cada uno de vos, salud é
gracia. Sepades que nos es fecha relacion, que el Inquisidor de la herética
pravedad, que reside en esa Isla, os ha provehido y provee de algunos cargos de
la dicha Santal Satnta Inquisicion, especialmente alguaciles é receptores é
fiscales, é que vosotros aceptais los dichos cargos; y pues que sois regidores,
conviene ansi, para que esteis mas libres para entender en la gobernacion é
cosas que son á vuestro carga, como por otros justas causas, que no tengais los
dichos cargos; por ende, por esta nuestra carta vos mandamos que agora, ni de
aqui adelante, siendo regidores de la dicha Isla, no podais tener ni tengais
los dichos oficios de alguaciles é receptores é fiscales, ni otro cargo alguno
de la dicha Santa Inquísicion, sopena que hagais perdido ó perdais los dichos
oficios de re-gimientos é no seais mas nuestros regidores, lo cual mandamos al
nuestro Gobernador de la dicha Isla, ó a su lugar teniente, que luego os notifique
esta nuestra carta, é nos envie relacion si faceis é cumplís lo que en ella
contenido, para que mandemos ver é proveer lo que de justicia se deba facer, é
los unos ni los otros no fagades ende Al, sopena de la nuestra merced é de diez
mil maravedis para la nuestra Cámara.
Dada en la Ciudad de Toledo á veinte y nueve dias del mes
de enero año del nascimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil é quinientos
veinte y seis años.-Compostela.-Lic. de Santiago.- Doctor Guevara.-Acuña,
Lit.-Martin Doctor. El büc. Mesina.-Ramiro de Campo escribano de Cámara de sus
Cesareas y Católicas majestades la fice escribir por su mandado con acuerdo de
los del Consejo.
(Libro de privilegios de Gran Canaria. Pag. 20)
1526 Febrero 24. Tiene lugar en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de
Gran Canaria, el primer auto de fe llevado a cabo en aquella parte de la
colonia de Canarias, por la secta de la iglesia católica. Según nos la describe
el historiador D. Agustín Millares Torres: “A principios de febrero de 1526,
recorría las calles de la muy noble Ciudad del Real de Las Palmas, una lujosa
comitiva á caballo, con trompetas y tambores, pregonando en sus plazas
principales, que el muy magnífico Sr. D. Martín Jiménez " Inquisidor
apostólico del Obispado de Canarias, celebraría auto público de fé en la plaza
mayor, el 24 de aquel mismo mes y año" para mayor honra y gloria de
nuestra Santa fé católica.
Acompañaban la procesión algunos
conquistadores de la isla, con el carácter de familiares, ó de humildes
servidores del Santo Oficio, empleo que se disputaban todos con verdadero
encarnizamiento, porque, para expedir este título, eran necesarias ciertas
pruebas de nobleza, que no todos podían presentar.
Constituían el contingente para
aquel auto los siguientes reos, Álvaro González, cristiano nuevo de judío,
natural de Castil Blanco en Portugal, vecino de la Palma, zapatero; condenado á
confiscación de bienes, y á ser relajado en persona por herege, heresiarca,
predicador y enseñador de la ley de los judíos.
Mencia Baez, mujer del anterior,
cristiana nueva de judío, vecina de la Palma, con-fiscados sus bienes de veinte
años atrás, y relajada en persona, por ereje, apóstata y simulada confitente,
heresiarca, fautora a herejes, predicadora y enseñadora de la mortifera ley de
los judíos.
Silvestre González, hijo de los dos anteriores, cristiano nuevo
de judío, portugués, vecino de La Palma, Zapatero como su padre; confiscados
sus bien y relajación en persona, por hereje y heresiarca. Antes de ser quemado,
se le había aplicado el tormento extraordinario, y se le había azotado
públicamente, por haberse. perjurado, y escapado de la cárcel.
Alonso Yanez, Labrador, natural
de Villaviciosa y vecino de Tenerife, confiscados sus bienes, y relajado en
persona, por hereje, apóstata de nuestra santa té católica, y heresiarca.
Alonso y Constanza de la Garza,
vecinos de la Palma, confiscados sus bienes, y rela-jados en persona por
herejes.
Maestre Diego de Valer, cristiano nuevo de judío, vecino de Canaria
(Las Palmas) de oficio cirujano; confiscados sus bienes, y relajado en persona,
por hereje, apóstata, fautor de herejes,
heresiarca, predicador y enseñador de la mortífera ley de los judíos,
ignominioso escarnecedor de nuestro redentor Jesucristo, de nuestra santa fe
católica, y de la Iglesia.
Y, Pedro González, verdugo de Las
Palmas, cristiano nuevo de judío, natural de Ávila en Castilla, vecino de
Canaria; confiscados sus bienes, y relajado en persona por hereje, heresiarca, y pertinaz enseñador de la ley de Moisés.
Estas ocho personas debían ser
quemadas vivas en pública hoguera, después de ser entregadas al brazo seglar,
porque la Inquisición no se permitía
hacerlo por si misma, tan grandes eran su caridad y misericordia.
Acompañaban a los ocho reos
principales, diez más con hábito de reconciliados, esto es, con Sambenito y
coroza, cuyos nombres eran los
siguientes:
Juan y Digo, moriscos esclavos,
vecinos de Canaria.
Duarte González, zapatero, vecino
de la Palma, cristiano nuevo de judío.
Francisco, morisco, esclavo de
Juan de Maluenda.
Francisco, morisco, esclavo de
Diego de Herrera.
Héctor Méndez, cristiano nuevo de
judío,
Natural de de Portugal.
Hernán Rodríguez, curtidor, natural de Sevilla, por la ley de
Moisés,
Juan, cristiano nuevo de moro,
esclavo de Solcto, vecino de Canaria.
Juan Castellano, labrador,
natural de Génova, por hereje.
Y, Ana González, mujer de Pedro
Hernández, vecilla de la Breña en la Palma,
por la ley de Moisés.
A estos reos debemos añadir:
Fernando Jayan, herrador, vecino
de la Palma, que fué penitenciado por blasfemo; y Alonso Hernández, notario
eclesiástico, y contador de la Casa de cuentas del Cabildo, natural de Sevilla,
penitenciado por falsario y blasfemo, y condenado á pasear las calles en un
asno, con mordaza y coroza, confiscados la mitad de sus bienes y desterrado de
la Isla. El acto tuvo lugar en el dia prefijado, con gran ostentación y
numeroso concurso.
Recibióse el solemne juramento de
la fé en la plaza principal, predicóse un elocuente sermon, y después de darse
lectura a una relación extensa de las
causas de cada reo, se hizo entrega de los ocho relajados a la justicia
ordinaria, que se apoderó inmediatamente de ellos, y los llevó, con gran
contento del pueblo, al lugar' donde les esperaba la hoguera, situado en una
explanada, que se encontraba fuera de la puerta y ermita de los Reyes, y que
desde entonces tomó el nombre de quemadero
de la Cruz o plaza de la horca.
Allí se dio fuego al combustible, preparado con solicita
anticipación, y después de las exhortaciones convenientes, para obtener una
conversión in extremis, se levantó
acta por el Escribano de la guerra, en la que constaba haberse ejecutado la
sentencia., hasta que los cuerpos de los reos fueron reducidos u ceniza.
Las campanas de la Catedral
tocaban a muerto .por intervalos desde por la mañana, para recordar sin duda á
los relapsos su triste suerte; y los espectadores, consumado el acto, volvieron
tranquilos á sus casas, convencidos de que la peste iba á cesar, y de que
habían asistido a un sacrificio expiatorio, necesario á la gloria de Dios, y
digno de la más alta recompensa.
Este espectáculo, nuevo entonces
en las Canarias, sorprendió agradablemente á todos los discípulos de
Torquemada. El freno que se ponía á la impiedad, á la blasfemia, y la herejía, y á la pública
inmoralidad con estos suplicios, era imposible que dejase de producir en breve
óptimos frutos. (A. Millares Torres; 1981)
No hay comentarios:
Publicar un comentario