lunes, 29 de junio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-LXX




1980 septiembre.

PASOS DE DE HUMBOLDT

La vivacidad de una cultura, puesta a prueba a través de una representación de sus rasgos formantes, ¿debe su perfil tan sólo a los datos visibles que la sustentan? Si es cierto que únicamente éstos pueden dar una clara medida de aquella vivacidad, no parece menos seguro que otra clase de datos, que operan en un estadio preciso del inconsciente de la cultura, gravita de manera invisible. Esa otra clase de datos puede ser traducida a la órbita de significación que la palabra "imagen" hace resonar.

Imaginación, imagen, imaginario. La esencial invisibilidad de aquellos otros datos puede hacer dudar de su existencia, pues ¿cómo puede una cultura estar también fundada en la invisibilidad? "¿Cómo puede ser —escribió el poeta José Le-zama Lima— que algo se compone de lo que no es?. La única respuesta posible —añade— no está en el tiempo ni en el espacio, sino en la ¡mago. La expresión de Heidegger salir al encuentro sólo puede tener sentido acompañada de otra, nos viene a buscar, la instantaneidad coincidente de ambas expresiones es la ¡mago".

Esencial coincidencia o convergencia de la imagen. La presencia de Alejandro de Humboldt en Canarias parece instalarse en la imagen con la misma felicidad con que sus viajes forjaron hitos de la ciencia naturalista. Si el recorrido insular de Humboldt es, en efecto, un referente indesplazable de la ciencia y, de esta manera, un dato "visible" cuyo significado posee un inequívoco registro histórico y material, existe igualmente en ese recorrido un poder simbólico cuya función o papel en los "anales diáfanos" de la imagen disemina significados profundos e invisibles. Símbolo cultural, el viaje de Humboldt es un signo o, más exactamente, una imagen, fundada al decir de Lezama por un encuentro y una búsqueda.

Sorpresa y regalo de sentido es ya el carácter imaginístico de la empresa de Humboldt en su espíritu mismo: "la vista de un drago colosal y de una palmera abanico, en una vieja torre del Jardín Botánico de Berlín ha depositado en mí el primer germen de este ardor inquieto que me ha empujado irresistiblemente hacía viajes lejanos". Búsqueda y encuentro están fundando aquí una imagen, originariamente. El viajero es ya consciente de haber abandonado Europa y de estar situado en un nuevo horizonte geográfico. Pero Canarias no es tan sólo, ahora, el inicio de ese nuevo horizonte, sino, plenamente, otro "tiempo mental", y de ello dará prueba, entre otras cosas, una declaración como la referente a la similitud de las maneras sociales de Canarias y Cuba: "Las Islas Canarias —escribe Humboldt— no se parecen con ninguna de las colonias españolas, excepto La Habana". Muchos oíros indicios dan cuenta de ese otro nuevo "tiempo mental", pensado por el viajero sobre los frescos signos de un drago y de una palmera-abanico, y verificado sobre otros tantos datos de un análisis que no empaña la imaginación, sino que, al contrario, la alimenta indefinidamente.

En su trabajo "Alejandro de Humboldt en Tenerife", A. Cioranescu ha subrayado la atractiva "impureza" del 'discurso científico de Humboldt, fuertemente racheado de filosofía, historia, etnografía: documento, por así decir, "total", abarcador de una muy amplia visión ¿No es esa amplitud la que, precisamente, vuelve más históricamente valioso el testimonio de Humboldt? Ese testimonio, vertido casi en el límite de encuentro de dos siglos, nos habla desde una verdad histórica en busca de la formulación mítica, pues historia y mito dialogan ahora en una síntesis última. La imagen forja aquí un mito ¡n-desplazable, el de Canarias como una nueva latitud de la imaginación, rampa de la lejanía americana, primer puerto levantado sobre lo desconocido.

¿Cómo hurtarse a esa significación, a esa insinuación de la imagen de un Humboldt que declara: "nada puede expresar la emoción experimentada por un naturalista, al tocar por primera vez un suelo que no es Europa"? ¿Puede decirse, con algún atisbo de verdad, que, en el horizonte mental de los hombres europeos del cruce entre los siglos XVIII y XIX, Canarias es aún no el punto de deslizamiento sino una parte de la lejanía, de la mítica lontananza americana?. Pues ese signo fabuloso tendría para nosotros el valor de un mito alzado sobre la imagen. Y es que ese hecho, contando ya con inconfundibles imágenes portadoras de mito, contaría también con el respaldo racional de la historia. Lo invisible se haría así visible: la imagen respondería ahora por igual al mito y a la historia.

Andrés Sánchez  Robayna, en: Revista Aguayro
Año XI nº 127, septiembre de 1980.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)


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