viernes, 12 de junio de 2015

ARCHIVO PERSONAL DE EDUARDO PEDRO GARCÍA RODRÍGUEZ-LIV



1995.

AUTO ORGANIZACIÓN

La autoorganización es la respuesta natural que los sectores oprimidos por el Capital y el Estado han practicado para solventar sus asuntos. En distintos momentos históricos y en diferentes lugares, bajo formas y matices particulares, se han desarrollado procesos organizativos y de gestión al margen del Estado y de los cauces que este establece. Y es que cuando se quiere resolver cuestiones comunes, las personas afectadas se organizan por sí mismas con autonomía, sin que otras personas ajenas, grupos o instituciones intervengan en su camino: la autoorganización. El Estado y sus mantenedores (partidos, sindicatos...) sólo garantizan y gestionan su propia perpetuación y todo cuanto realizan —si acaso consiguiendo parchear algo lo más impresentable— genera hacia ellos servidumbre garantizándose así su propia sobrevivencia.

No existe autoorganización cuando el proceso de lucha por la transformación está controlado y dirigido por un ente externo al colectivo implicado. Cuando determinadas organizaciones del ámbito canario hablan de autoorganización, tergiversan el sentido y contenido real de la propuesta, ya que los cauces de participación que marcan a quienes quieran sumarse a "sus" proyectos son nimios. Quien piensa y decide es una minoría que no confía en el debate y niega las asambleas salvo para legitimar lo previamente ya trazado, reproduciendo así el mismo modelo social cuestionado. Y lo hacen porque su fin último no es impulsar que las clases trabajadoras de las Islas se emancipen por sí mismas de sus opresoras, sino que aspiran a auparse en dirigentes del Estado que defienden como proyecto. En esta sentido, no confían en la capacidad de 1os oprimidos de este país para tomar por si mi8««8 las riendas de su destino —ejerciendo su propia determinación— sino que acuden a la mediación del Estado, traicionando así cualquier proyecto de emancipación tal como la historia demuestra. Plantearse una liberación nacional y social mientras se mantiene intacto un modelo de persona y comunidad que la dominación colonial-capitalista ha planteado (sumisión, pasividad, resignación, dejadez, servilismo, apatía...) es sólo querer un cambio de amos. La autoorganización devuelve el poder y la iniciativa a los colectivos, restituyendo a las personas su dignidad y autoestima para acometer mayores cotas de progreso social y personal, avanzando hacia una liberación integral. Cualquier proyecto político-social que tenga al Estado (actual o en proyecto) como referencia entra en contradicción con la autoorganización, que necesita de la total autonomía para su desarrollo. La autoorganización no puede ser dirigida, es consustancial a la autonomía.

Por su parte, quienes defienden un proyecto antiestatal y autogestionario y, sin embargo, no impulsan la autoorganización, apuestan por una estrategia equivocada que contradice su finalidad. A la desaparición del Estado y el Capital por la generalización social de la autogestión sólo se llega por la práctica autónoma, es decir/ por el impulso de la autoorganización bajo el modelo asambleario.

La autoorganización tiene como forma de gestión la asamblea. La implicación colectiva en la toma de decisiones es condición imprescindible. La asamblea es la ruptura de las jerarquías, niega la potestad de mandar, dirigir; iguala en un mismo rasero a todos sus participantes. Desde el momento en que se erige una casta que en nombre del colectivo decide, el proceso autorganizativo muere. La ruptura de la división dirigentes dirigidos y su sustitución por la plena igualdad en el acceso a 2a información y en la toma de decisiones es una de sus características. La ejecución de los acuerdos (coordinación con otros colectivos, negociación con los poderes...) requerirá, en algún momento, que sea un reducido grupo da personas quienes se encarguen de ello. Pero de ninguna forma implica que se decida en nombra de nadie, pues no tienen capacidad de decisión. En el caso de las comisiones representativas, son meros portavoces de los acuerdos as sablearlos y sus actuaciones están fiscalizadas por la asamblea, quien puede revocar en cualquier momento a personas que participen en la referida comisión. Las comisiones —tanto las representativas como las de estudio o desarrollo de una actividad concreta— se evitarán que sean inmutables. Es deseable que las personas que formen parte de ellas se vayan renovando. La rotatividad en las tareas garantiza que ninguna persona se erija en "especialista", en "enterada", en "imprescindible", en suma, en una dirigente, esto es-, un ser que ejerza poder, robando la soberanía que corresponde a las demás personas y poniendo en peligro el mismo proceso participativo. Los acuerdos serán más interesantes cuando en su ejecución se impliquen el mayor número posible de personas. Que no se esté delegando, sino que directamente se esté actuando, que cada cual sea partícipe con su actuación individual da una decisión colectiva, sintiéndose responsable en sus actos de alcanzar el fin trazado. La asamblea es algo que se aprenda, que necesita ser practicado 7 aprehendido por el colectivo. La práctica asamblearia va agilizando su misma dinámica.

Cada vez que nos organizamos da forma autónoma (sin partidos, sindicatos, dirigentes, jefes...) y tomamos la asamblea como forma de funcionamiento, comprobamos y demostramos por nosotras mismos que es posible vivir de otra manera a como en el presente el Sistema democrático burgués nos señala. Practicar la autoorganización es conducir nuestra rebelión ante lo establecido de forma constructiva, edificando alternativas viables que se oponen resueltamente al actual estado da cosas, al tiempo que proyectamos un modelo social revolucionario.

Revista El Baifo, nº 8/9 1995

(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)



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