LEYENDAS GUANCHES
La fuente de La
Guancha
Con su tamarco de pieles por los
viejos trillos baja la moza más sugestiva de la rústica comarca.
Un gánigo a la cabeza, y en el
pecho vivas llamas del amor que transfigura, con sus heridas el alma.
Piensa en los rubios sigoñes que
enaltecieron su raza, defendiendo con orgullo la libertad de Nivaria. Un aire
tierno recorre cumbres de coronas blancas, y en el perfil del Oriente se
desnuda la mañana.
Ásperos gritos de alerta cunden
por las lomas pardas.
Las aves, entre los bosques,
acaso de miedo callan acariciando a sus hijos con el temblor de sus alas.
La moza es bella como una virgen
de los cuentos de hadas.
En sus pupilas hay nimbos de
candor, júbilo y gracia.
Va a la fuente, precavida, cuando
el ciclo azul del alba, con celajes de oro y múrice, a los pastores encanta.
¿Quien descubre los secretos de
la mujer cuando ama?
Recoge el precioso líquido, con
íntima desconfianza, y a recorrer el sendero, nuevamente, se prepara temerosa
de que intenten, por la fuerza, esclavizarla los astutos extranjeros que han
invadido su patria.
Están las isleñas, cúspides
ceñidas de sombra larga, y cruzan ríos de sombra por las ariscas Cañadas.
El Capitán don Gonzalo de
Alcaraz, que se consagra con empeño a la conquista de la tierra inexplorada, en
el borde de la fuente, con sus soldados descansa.
Cuando ve la gentil moza, prende
en sus ojeras pálidas con emoción infinita el fulgor de una mirada.
Intenta, con mil promesas, entre
sus brazos, besarla, y ella, con audaz impulso, se desliza entre las zarzas, y,
desde el límite opuesto, grita en la indígena fabla: Quien burla las guanches
leyes siendo, como son, sagradas, más que la vida, merece morir por no
respetarlas. -Un capitán -le responde-que, al verte, el mundo trocara de sus
glorias por tus besos que son cual filtros de gracia.
Mitiga mi sed de amores dándome a
beber del agua que en tu gánigo conservas. No me niegues la esperanza de unir
mi suerte a la tuya con ilusión y confianza. -Siga, viajero, su rumbo. ¿Quien,
si con fervor, exalta la tierra de sus amores, así puede mancillarla? -El
capitán, orgulloso, contesta con ira: ¡basta!
Habrás de darme el cariño que me
niegan tus palabras. ¿Que corazón no se rinde ante el filo de una espada? -Para
lograr vuestro intento tendréis que usar otras armas, porque retumba en mi
espíritu la vibración de dos alas...
Nunca haréis conmigo todo lo que
con otras infantas, cuando el caracol de guerra por los valles resonaba para
unir a los sigoñes contra las naves corsarias que, en las isleñas bahías,
hundieron sus hoscas anclas. ...Y huyó la guancha gentil por la vega solitaria
Inútilmente la busca el capitán,
¿Cómo hallarla, si antes prefirió la muerte en una fuga cercana, que, en extrajeras
coyundas vivir, siendo libre, esclava?
Cuando las aves sonríen bajo el
dosel de las ramas, y en los iris de sus plumas pone el sol orlas de plata, que
disipan infortunios y hacen la vida más santa, de aquella infeliz mujer se oyen
las voces honradas, como un himno de ternuras en las riberas del agua.
Félix Duarte.
Revista Akli, mayo de 1993.
(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
No hay comentarios:
Publicar un comentario