(XII)
El Papado de la Edad Moderna
(1655-1800)
Índice del Tema
- Introducción
- 1. Papas de la Edad Moderna
- ALEJANDRO VII (1655-1667); el neo nepotista.
- INOCENCIO XI (1676-1689); el papa que hubiera sido “santo”, a no ser por Francia.
- ALEJANDRO VIII (1689-1691); el papa que tenía prisa.
- El Sagrado “Corazón” de Jesús.
- Clemente XI y su “Unigenitus”.
- El interdicto dirigido a los católicos.
- Aún con la polémica jansenista.
- CLEMENTE XII (1730-1740). El enemigo de los jansenistas.
- CLEMENTE XIII (1758-1769). El papa que quería tierras.
- CLEMENTE XIV (1769-1774). El papa que murió al poco de suprimir los jesuitas.
Introducción
Después de la paz de Wesffalia de 1648, quedó
definitivamente establecido el mapa político-religioso de Europa. Las
condiciones, por lo general, fueron más ventajosas para la Reforma que para el
papado. Este ya no sería una potencia política como acostumbraba a ser, al
menos de una forma visible, porque las maquinaciones de los incansables
jesuitas proseguirían, hasta la fecha, intentando llevar al mundo a los pies de
sus propios intereses, mediante la figura del papa de Roma. Gracias a Dios, en
ese periodo a estudiar, el “poder temporal” del papa, una de las
columnas del sistema pontifical, se va aplacando conforme los derechos
feudatarios de la santa Sede sobre muchos territorios italianos son
sistemáticamente ignorados.
La imposible “sucesión apostólica” del Colegio Cardenalicio
Respecto al Colegio Cardenalicio; este se divide
en tres grupos antagonistas, a saber, a) Los defensores de los intereses de la curia,
b) Los defensores de los intereses nacionalistas de cada Corona (España, Italia
y Francia), c) El partido independiente. Dada la falta de acuerdo obvia, fue
muy usual la elección de papas avanzados en edad y achacosos con el fin de
ganar tiempo mientras duraban sus cortos pontificados... (¿sucesión
apostólica?).
Si bien es cierto que la maldad de los papas ya
no fue tan espectacular o descarada a partir de esos tiempos, no es menos
cierto que en el fondo, todo seguiría siendo igual. Los llamados “siete pecados
capitales” que según la doctrina romana llevan a uno directamente al infierno,
a saber, “soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria”, eran juego
de niños, eran pecata minuta, para los papas; los anteriores, tal y
como vimos; también los de este periodo.
1. Papas de la Edad Moderna
ALEJANDRO VII (1655-1667); el neo nepotista
ALEJANDRO VII (1655-1667). Acabó practicando el
nepotismo, aunque al principio parecía negarse a ello. Por presiones de sus
cardenales, llegó a acceder, y tan convencido estaba al final, que el
historiador católico, Beynon, llegó a exclamar: “Muchos,
muchísimos fueron los millones que escaparon de las arcas de la Iglesia en dirección a la
familia del papa”.
El hermano del papa, Mario, obtuvo el generalato
de la Iglesia ,
y el gobierno del Borgo; su sobrino Flavio, hijo de otro hermano ya difunto,
fue enviado al noviciado para que se preparara para el sacerdocio y el
cardenalato. El hermano de Flavio fue nombrado gobernador de Sant’Angelo, y
toda su parentela de sobrinos segundos y terceros fueron recibiendo sus dineros
correspondientes.
Alejandro VII condenó el “Augustinus” de
Cornelio Jansen, donde este autor católico manifestó su doctrina jansenista.
Este papa réprobo, conque dicha doctrina contradecía abiertamente la propia del
jesuita Ignacio Loyola, protector del papado, llegó a prometer la indulgencia
plenaria a todos los que practicaran los llamados “Ejercicios
Espirituales” de Loyola. Alejandro VII moriría el 29 de mayo de 1667; y le
seguiría en el solio tras sólo dieciocho días el cónclave reunido, CLEMENTE IX
(1667-1669). Este fue uno de esos que hicieron papa cuando ya eran ancianos,
por ello sólo sobrevivió dos años.
“Alejandro VII, hizo lo posible por
impedir la expansión del protestantismo sobre todo en Italia e Inglaterra.
Fue, por tanto, un papa de transición, y le
siguió CLEMENTE X (1670-1676). Este también era otro cardenal anciano; tenía
ochenta años cuando le eligieron papa. Tuvo otro cardenal sobrino,
Paluzzi-Altieri, experto en asuntos de estado, y llegó a tener la supremacía
sobre el secretario de Estado. Al ir envejeciendo el papa, y volviéndose cada
vez más senil, más crecía el poder y la influencia de su cardenal-sobrino.
Cuando el papa murió, hubo pocos que le lloraron, más que nada debido al odio
que el cardenal Paluzzi-Altieri se había granjeado con su forma de gobernar.
“Clemente IX, un papa de
transición”
INOCENCIO XI (1676-1689); el papa que hubiera sido “santo”, a no ser por Francia
INOCENCIO XI (1676-1689). Fue un hombre duro,
severo. Desde el comienzo de su pontificado estuvo en violento desacuerdo con
Luis XIV de Francia, el cual reunió una asamblea del clero francés para definir
los derechos de la iglesia galicana. A saber, el galicalismo, era un
movimiento opuesto a la primacía papal; pretendía limitar el control de Roma
sobre la iglesia francesa; en todo lo demás era estrictamente romano.
Este papa condenó al grupo y a sus definiciones,
dejando a treinta y seis obispos en la calle. Benedicto XIV, en el siglo XVIII,
no concluyó su proceso de canonización debido a las presiones del gobierno
francés, que no le perdonaban ni después de muerto, el modo cómo había
defendido su postura papal. Por otro lado, es interesante ver de qué depende
que a uno le hagan santo, o más bien de que a uno no le hagan santo;
en este caso, ¡dependió del estado francés!
Inocencio XI, en su afán por adecentar
la corte papal y si fuera posible, la misma Roma, aprobó severísimas normas
contra la moda femenina, contra las religiones en cuyos cultos hubiera música
alegre, etc. Mandó excomulgar a todos aquellos que tomaran rapé en la
capilla vaticana. Llegó a prohibir, emulando al Islam, la entrada de todas las
mujeres al Vaticano (excepto a aquellas que eran soberanas de Estados).
¡Los cardenales estaban que trinabancon ese
hombre! Habiendo disputado con su enemigo el rey francés Luis XIV, el rey Sol,
y habiendo este último hecho continuados intentos para reconciliarse, el papa
Inocencio pasó dos meses de enfermedad dolorosísima, muriendo el 12 de agosto
de 1689.
“Inocencio XI, sólo llegó a “beato”
y no a “santo”, por la oposición francesa…”
ALEJANDRO VIII (1689-1691); el papa que tenía prisa
ALEJANDRO VIII (1689-1691). Fue otra candidatura
de trámite, ya que el cardenal Pietro Otoboni, el elegido para reinar como papa
tenía ya setenta y nueve años de edad. Durante su pontificado renació con
fuerza el nepotismo de nuevo, el que su predecesor, Inocencio XI trató de
frenar. Veintiséis meses de solio bastaron para enriquecer a su familia. Este
injusto y desproporcionado favoritismo hacia los familiares fue uno de los
graves pecados en el que incurrieron los papas a lo largo de los siglos. Nombró
cardenal y regente a su sobrino Pietro, de veintidós años, y llenó de honores y
privilegios varios a otros miembros de su familia con una rapidez escandalosa.
El mismo, viéndose anciano, buscaba el enriquecer a los suyos en gran manera y
rápidamente, aprovechándose de su posición de privilegio. Suya es la frase: “Démonos
prisa, que la penúltima hora ha sonado ya”, refiriéndose a su edad.
El Sagrado “Corazón” de Jesús
Bajo el pontificado de Alejandro VIII se dio
origen al culto del “Sagrado Corazón de Jesús”. Este culto dedicado al
“corazón” de Jesús entró con mucha fuerza en la iglesia papista. Tuvo
su origen en esa época por mano de una mujer enferma mental, Margarita
Alacoque, la cual vivía encerrada en el convento de Monial (1690), Italia.
Esta pobre mujer pretendía haber recibido
revelaciones que le ordenaban instituir una fiesta y un culto en honor, no a
Jesús directamente, sino a su “corazón”. El Vaticano dudó por largo
tiempo y rehusó dar su sanción a tal culto extraño, pero finalmente, como
veremos, Clemente XIII, en el 1765, lo decretó, y desde entonces en adelante
ese culto idolátrico invadió la iglesia romana.
Alejandro VIII, el 1 de enero de 1691 dejaba este
mundo.
“Alejandro VIII, en su tiempo
surgió el idolátrico culto del “Sagrado Corazón de Jesús”.
INOCENCIO XII (1691-1700). Mandó que los
sacerdotes llevasen siempre el traje talar, mostrándose muy rígido y
tremendamente exigente con las formas de vestimenta y hábitos externos de los
religiosos; por ello se granjeó las antipatías del clero. También les obligó a
hacer los jesuitas “Ejercicios espirituales”.
En política exterior, fomentó la Guerra de Sucesión española
al apoyar la sucesión de Felipe de Anjou. El papa no podía olvidar la mentira
de su derecho al “poder temporal”.
Clemente XI y su “Unigenitus”
Siguiendo con el impulso nepotista que no acababa
de ser erradicado del papado, el 23 de diciembre de 1711, otorgó el cardenalato
a su sobrino Aníbal, la excusa fue el decir que fue hecho bajo presión del
Colegio Cardenalicio, más que por decisión propia, pero sabiendo que el papa es
“Sumo” pontífice, no viene al caso tal parca justificación.
Este mismo sobrino, en 1719, obtuvo el cargo de
camarlengo. El cometido más importante en materia de religión de este papa, fue
el de luchar contra el jansenismo. El cura jansenista Pasquier
Quesnel, publicó varios libros contrarios a la religión católico-romana; más
tarde Clemente XI intentó refutar sus doctrinas con su bula “Vineam Domini”
(1705), obligando al clero a acatarla, firmándola.
Las monjas de la comunidad de Port-Royal des
Champs se resistieron a aceptar y firmar la bula “Vineam Domini”, por
lo cual el convento fue ¡clausurado, destruido y arado! La todopoderosa Roma se
puso en acción una vez más.
Viendo que la cosa no paraba allí, el romano, en
1708, ordenó que esas obras jansenistas de Quesnel fueran quemadas públicamente
en París. El Parlamento francés se opuso a ello, y entonces el papa, ofuscado,
se puso a trabajar y escribió la bula “Unigenitus” (1713), por la que
condenaba el trabajo del cura Quesnel.
Ambas bulas fueron dirigidas respectivamente a
arrancar una sumisión interna de obediencia al papado, y a la condenación
directa de la teología jansenista.
Aún hubo otra bula, la “Pastoralis Oficii”
del 28 de agosto de 1718, por la cual confirmaba y daba fuerza a la anterior “Unigenitus”.
La realidad es esta: El punto de vista cristiano
de que cualquiera podía leer y entender la Biblia destruiría el catolicismo romano. El
jansenismo que surgía de las mismas filas del catolicismo, defendía, al igual
que hizo la Reforma
protestante, la lectura y disfrute de la Biblia por parte de todos sin excepción: ¡Había
que destruir el jansenismo!
En el “Unigenitus” Clemente XI
descargaba con toda su furia cañonazos contra las verdades que Quesnel había
propuesto; a saber:
Quesnel decía: “Los
cristianos han de santificar el Día del Señor leyendo libros piadosos, más
particularmente las Sagradas Escrituras”, a lo cual respondió
el papa en su bula: “¡Condenado!”.
Decía Quesnel:
“Quitar el Nuevo Testamento de las manos de los cristianos es cerrarla boca de
Cristo hacia ellos”.
A lo que el papa respondía: “¡Condenado!”.
Decía Quesner: “Prohibirles a los cristianos
la lectura de las Sagradas Escrituras y especialmente el Evangelio es como
prohibir que los hijos de luz usen la luz, y como castigarlos con un tipo de
excomunión”.
A esa verdad también respondía el papa: “¡Condenado!”.
El papa Clemente tenía muy en cuenta los consejos
que los cardenales dieron en su día a Julio III, previniéndole que cerrara la Biblia al pueblo, ya que de
no hacerlo de ese modo, el pueblo se daría cuenta de la gran falacia en la que
estaban inmersos. ¡La Biblia
abre los ojos!
“Clemente XI, otro papa enemigo de
las Escrituras”
El interdicto dirigido a los católicos
En lo político, el papado de Clemente XI, se vio
marcado por la Guerra
de Sucesión española, fomentada por su predecesor, Inocencio XII. En el 1715,
por no tenerse en cuenta los que se suponen eran derechos de la santa Sede
sobre la isla de Sicilia, el papa no tuvo ningún inconveniente en lanzar un interdicto
sobre toda la isla.
Ahora bien, hay que entender lo que supone un interdicto,
para la población católico-romana. He aquí la explicación: Un interdicto o
entredicho, es un decreto papal por el que se priva a alguien de sus derechos
religiosos, tales como la asistencia a los cultos, de los sacramentos o de la
sepultura eclesiástica.
Los afectados por tal interdicto, son
así castigados hasta que el papa considera que la afrenta ha sido reparada.
Cuando afectaba a una ciudad o a una nación o estado, como es este el caso, los
muertos eran enterrados sin ceremonia religiosa ninguna; los templos se
cerraban; los recién nacidos no eran bautizados, y todos eran tratados como
proscritos. Así trató ese papa a sus católicos de Sicilia; y el resultado de
ello fue provocar la guerra civil en el reino. Se caracterizó Clemente XI de
ser el único papa que lanzara el último de los interdictos papales
sobre un país entero... Este fue otro de los abundantes papas infalibles.
Aún con la polémica jansenista
INOCENCIO XIII (1721-1724). Buscó que condenaran
en Francia al cardenal francés Noailles y a otros obispos que en su día se
negaron a firmar la bula de su predecesor “Unigenitus”.
Los escritos de esos clérigos, en los cuales
mostraban su rechazo a la imposición de los papas, fueron condenados por el
tribunal romano de la Inquisición ,
por sentencia del 8 de enero de 1722. Por todo ello, el papa buscaba imponerse,
y si fuera necesario, por la fuerza, atar y dejar bien atada su estructura de
poder en esos países que se decían católicos. Tal es la herencia que aún hoy
arrastramos. Prácticamente inadvertido pasó ese papa por la historia. Le
sucedió:
BENEDICTO XIII (1724-1730). Usó el mismo nombre
papal que aquel Papa Luna de Aviñón. Fue otro Orsini, hijo del duque de
Gravina. Con un pontificado anodino, tuvo en el cardenal Niccolo Coscia su
hombre de confianza, ocupando el lugar equivalente al de cardenal-sobrino. No
obstante Coscia abusó de la confianza y ejerció simonía, comerciando con los
cargos que repartía el papa. Se enriqueció considerablemente y de una manera
descarada. El anciano papa no tuvo por menos que enterarse del asunto, sin
embargo Benedicto, ni se inmutó, y en franca complicidad, mantuvo su confianza
en el corrupto cardenal. Falleció el 21 de febrero de 1730. Le siguió...
CLEMENTE XII (1730-1740). El enemigo de los jansenistas
CLEMENTE XII (1730-1740). Siguiendo con la
práctica de sus antecesores, procedió eficazmente contra los jansenistas. Este
fue otro de aquellos papas ancianos, pero esta vez, duró nada menos que
diez años vivo y en el solio.
Volvió a reincorporar la figura del
cardenal-sobrino, que por cierto, éste, lo hizo fatal como gestor. Teniendo su
propio cardenal de la familia, Coscia, el cardenal del anterior papa tuvo que
abandonar Roma por temor a las represalias. No obstante, de poco sirvió, porque
el recién llegado al solio le mandó procesar, excomulgándole, y en el 1733 le
condenó a diez años de prisión en Sant’Angelo.
Decir aquí que el siguiente papa que veremos, el
papa Benedicto XIV, le liberó y le condonó el resto de la pena que le quedaba por
cumplir (que no era mucha, por cierto). Este es un ejemplo más por el cual se
aprecia que en cada cambio de papa solía aparecer un cambio quasi
radical (¿infabilidad papal?). Esto dio lugar al famoso dicho romano
de que la regla de cualquier papa era arrasar cuanto hubiera hecho su antecesor
(¿infabilidad papal?).
La dejadez del papa anterior había permitido
muchos abusos por parte de los cardenales. Clemente XII deshizo cosas que el
anterior papa había dispuesto (¿infabilidad papal?). Volvió a
restaurar el cuerpo de las Lanze Spezzate, y volvió a readmitir a los
camareros de honor que habían sido expulsados por Benedicto XIII.
En el año 1738 condenó las logias masónicas,
excomulgó a los masones, y ordenó a la Inquisición que se encargara de ellos, y muchos
murieron en la hoguera. Igual que entonces, ahora hay innumerables masones en
todos los estamentos del Vaticano.
“Clemente XII; enemigo de los
jansenistas”
BENEDICTO XIV (1740-1758), fue elegido en medio
de las acostumbradas discordias entre los cardenales (¿sucesión
apostólica?). El cónclave duró nada menos que seis meses, y al final salió
electo, como no podía ser de otro modo, un italiano, el cardenal Próspero Lambertini.
Este fue rígido e inflexible en cuanto al
planteamiento de las formas litúrgicas, y esa rigidez atrajo las desgracias y
la muerte a muchos. El 11 de julio de 1742 se dio a conocer su bula “Ex quo
Singulari”, por la cual declaró acabada la polémica sobre la debatida
cuestión de los ritos litúrgicos en el lejano Oriente. Esto había enfrentado a
los jesuitas, defensores de las formas rituales estrictamente romanas, con
otras congregaciones religiosas.
Con esa bula papal, se ordena la uniformidad ritual,
buscando el imponerla por la fuerza papal. Esto molestó tanto al emperador
chino Yong Tchinog, que hizo levantar una persecución por la cual muchos
católicos murieron. Murieron, no por defender su fe, sino por una serie de
formas rituales propias, de corte occidental, inverosímiles para aquella
cultura oriental. Este papa legalista e intolerante sentó los principios
básicos de la canonización de los santos.
CLEMENTE XIII (1758-1769). El papa que quería tierras
Le sucedió a este papa, CLEMENTE XIII
(1758-1769). Como no, otro italiano, Carlo Rezzonico. Fue un papa impopular, ya
que exigía la devolución de ciertos territorios que consideraba propiedad del
Vaticano, territorios conseguidos a raíz de todas aquellas falsificaciones,
partiendo de la falsa “Donación de Constantino”.
No se le hizo ningún caso, porque estos ya eran
otros tiempos. En ese tiempo, Francia, España, Nápoles, habían expulsado
a los jesuitas, entre otras razones, una muy evidente es la expuesta por el rey
de España, a la sazón, Carlos III, el cual descubriera una muy importante
conspiración de la Compañía
de Loyola en todos sus territorios.
El papa, furioso y contra las cuerdas, el 30 de
enero de 1768 publicó su “Monitorio”. En ese documento excomulgaba a
todos los soberanos de los feudos del Vaticano. Las cortes de los Borbones, que
dominaban Europa, tomaron el “Monitorio” como una declaración de
guerra y formaron coalición para enfrentarse al papa.
Francia ocupó los Estados Pontificios de Aviñón
(Aviñón todavía era feudo de Roma en aquel tiempo). Nápoles ocupó otros
condados italianos. Carlos III de España, exigió la supresión del Monitorio,
y reclamó que fueran expulsados de Roma el General Superior (o papa negro) de la Compañía y demás
cardenales que apoyaban la conspirativa Orden.
El papa no hizo caso, pero cada vez se encontraba
más aislado. Esta fue de las pocas veces hasta ese entonces que un papa no
podía ponerse por encima de los demás gobernantes y mandatarios. Los reyes no
reconocían su “divinidad” en la Tierra.
En enero de 1769, los embajadores de las tres
mayores monarquías borbónicas presentaron sendos memoriales al papa, exigiendo
en ellos la disolución de la
Compañía de Loyola. El papa Clemente dijo que antes aceptar y
firmar ese documento se cortaría ambas manos. Al poco murió.
¡Hasta tal punto peleó el papa Clemente XIII por
los jesuitas!, porque gracias a ellos, el papado se mantenía e intentaba
avanzar conquistando almas y naciones enteras. Al papa le interesaban los
jesuitas, los necesitaba (y los necesita). Respecto a la figura de ese
pontífice, dice el católico Beynon de él: “Poco de bueno puede decirse de
su pontificado. Sólo su intransigencia ante lo que consideró siempre derechos
inalienables de la Iglesia
(de Roma) fue la causa de que tantos y tantos sucesos nefastos para los asuntos
eclesiásticos se produjeran a una velocidad de vértigo”.
El culto al “Sagrado Corazón” de Jesús,
es declarado dogma de fe en el año 1765 por este papa.
“El impopular Clemente XIII;
el necesitado de sus fieles jesuitas”
CLEMENTE XIV (1769-1774). El papa que murió al poco de suprimir los jesuitas
CLEMENTE XIV (1769-1774). Después de un largo
período de tiempo en el que ningún cardenal, presionado por sus respectivas
potencias, se ponía de acuerdo con los demás; de pronto, cuando el 1 de mayo no
había ni vislumbre de acuerdo, diecisiete días más tarde lo hubo, y por
unanimidad.
La razón por la cual este “milagro” vino a ser,
fue la compra del papado a cambio de disolver la Compañía de Loyola (¿sucesión
apostólica?). Clemente XIV, nunca llegará a ser ¡”elevado a los altares”!
Este papa, fue criticado por todo el mundo, incluidos los católicos papistas,
que han llegado a dudar de la rectitud de sus intenciones, todo porque se
atrevió a suprimir la orden religiosa que más hizo por el papado en todos los
tiempos, la odiosa Sociedad Jesuita; todo (según esos autores) por causas
políticas.
La verdad es que todo el mundo no papista estaba
en contra de los jesuitas; ¿la razón?, porque eran intrigantes y conspiradores,
buscando siempre la manera de colocar al papa por encima de todos los reyes y
soberanos de la tierra.
Las potencias católicas de la Europa meridional habían
descubierto muchas veces el “pastel”, y abiertamente se opusieron a esos
militares políticos religiosos, a través de los cuales el papa podía seguir
adelante afanándose con ser el primer soberano de la Tierra.
Incluso Su Majestad Apostólica, la emperatriz
María Teresa de Austria, afirmaba que no quería emplear la violencia contra el
Vaticano, pero en nada se oponía a las resoluciones de las cortes borbónicas al
respecto.
No hay que creer que fue fácil todo este asunto
para Clemente XIV, ya que intentó disuadir a todos de la idea de suprimir la Compañía. No obstante,
al final tuvo que ceder, ya que los informes que él mismo solicitaba a sus
prelados de diferentes naciones y colonias acusaban a los jesuitas de graves
delitos.
El 21 de julio de 1773, con el documento llamado “Dominus
ac Redemptor”, anunciaba la supresión de la orden político religiosa. A
juicio de Clemente XIV, y según su documento de supresión, la Compañía de Loyola ya no
era apta para lo que fue en su día constituida.
Durante algunos años, los jesuitas desaparecieron
de la escena visible, pero seguirían en secreto maquinando, hasta su
rehabilitación posterior por mano de otro papa, Pío VII. Antes, Clemente
moriría de una bronconeumonía el 22 de septiembre de 1774. Curioso que muriera
sólo un año después de suprimir la
Compañía.
Caraccioli en su “Vie
du pape Clement XIV” (París: Desant, 1776), p. 313, escribe:
“Los jesuitas, al menos en un principio, ya
no existían; pero Clemente XIV sabía muy bien que, al firmar la sentencia de
muerte de ellos, estaba firmando también la propia. “Esta supresión se llevó a
cabo al fin – exclamó – y no lo lamento…Lo haría otra vez si no se hubiera
hecho ya; pero esta supresión me matará” (cit. en la Historia Secreta
de los Jesuitas, Edmond Paris, p. 75)
“Podemos afirmar, con toda seguridad, que el
22 de septiembre de 1774, el papa Clemente XIV murió envenenado” (Barón de
Ponnat, op. Cit; 224, cit. en la Historia Secreta de los Jesuitas, Edmond Paris,
p. 75)
“Clemente XIV; el papa que se
resistió a suprimir la
Orden Jesuita , hasta que al fin accedió. El papa que murió
poco después”
PIO VI (1775-1799), recuperó para su pontificado
la tradición del cardenal-sobrino. Los gastos de su sobrino favorito fueron
tantos que el Vaticano no pudo hacer frente a la proyectada desecación de las
insalubres lagunas de Pontina.
Este papa vio el surgimiento de la Revolución Francesa ,
y como el pueblo se levantaba en contra de todo lo establecido, desde la figura
del rey, hasta la del papa, pasando por todo su clero. No obstante, muchos
católico-romanos seguirían apoyando la vieja institución religiosa, hasta hoy.
(Continuará)
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey,
Madrid, España. 2009
www.centrorey.org
www.centrorey.org
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