DOÑA
GUMERSINDA MARRERO OLIVA (1852-1936), MAESTRA DE PRIMERA ENSEÑANZA TITULADA,
PROFESORA PARTICULAR Y MAESTRA INTERINA DE LA ESCUELA PÚBLICA DE
NIÑAS DE SAN MIGUEL
El presente artículo está
dedicado a la segunda mujer nacida en San Miguel de Abona que obtuvo el título
de Maestra de Primera Enseñanza. Solo ejerció como maestra interina en la
escuela de niñas de su pueblo natal en dos períodos, pues no se presentó a
oposiciones y estuvo ejerciendo durante la mayor parte de su vida como maestra
particular. A pesar de ello, creemos que merece un lugar en la historia de la
enseñanza en esta localidad, pues nos permite conocer las dificultades que
sufría la educación pública en el Sur hasta bien avanzado el siglo XX.
TÍTULO DE MAESTRA Y LABOR DOCENTE COMO PROFESORA PARTICULAR
Nuestra biografiada nació en San
Miguel de Abona el 19 de abril de 1852, siendo hija
de don José María Marrero Bello,
natural del mismo pueblo, y de doña María de la Encarnación Oliva
Montesinos, que lo era de Vilaflor. Tres días después fue bautizada en la
iglesia del Arcángel San Miguel por el cura párroco don Jerónimo Mora y
Hernández; se le puso por nombre “Gumersinda
María del Sacramento” y actuó como padrino don José González
Chaves.
Creció en el seno de una familia
de cierto relieve local, pues su padre, don José María Marrero Bello
(1805-1889), fue propietario agrícola y resultó elegido teniente de la compañía
de Milicia Nacional de San Miguel de Abona.
Tras superar
la Enseñanza
Primaria ,
doña Gumersinda cursó
los estudios de Magisterio como alumna libre. Como tal,
según la carga docente que por entonces tenían los tres cursos de la carrera,
debía adquirir un dominio mediano de las técnicas de Lectura y Escritura; unos
mínimos conocimientos de Gramática, Aritmética, Geografía e Historia, Dibujo,
Pedagogía, Higiene y economía doméstica; y una notable habilidad para las
labores del hogar. Además, tenía que presentar una certificación de haber
realizado las prácticas con una maestra de escuela pública, durante un período
que oscilaba entre seis meses y tres años. De este modo, cuando ya creyó que
estaba suficientemente preparada, en el curso 1874-75 se matriculó en la Escuela Normal
Superior de La Laguna
para sufrir el correspondiente examen de reválida y en junio de 1875 obtuvo el
título de Maestra Elemental, cuando contaba 23 años de edad.1
Durante la mayor parte de su vida
se dedicó a la enseñanza particular, pues en las escuelas públicas solo lo hizo
en dos cortas etapas. En el padrón vecinal de 1882 vivía en San Miguel junto a
sus padres; don José María Marrero figuraba como propietario, con 80 años y
natural de San Miguel; doña María Oliva, con 70 años y nacida en Vilaflor; y
doña Gumersinda Marrero Oliva, con 28 años y natural de San Miguel2.
El 8 de octubre de 1883, a los 31
años de edad, contrajo matrimonio en la parroquia de San Miguel con don Manuel
Galván González, de 26 años y jornalero, natural de Agaete (Gran Canaria) y
vecino de la localidad tinerfeña, hijo de don Esteban Galván y doña Andrea
González; los casó y veló el cura propio don Agustín Pérez Camacho y actuaron
como testigos don Juan Pulido, don
Nicolás García y don Miguel González, de la misma naturaleza y vecindad. En el
momento de la boda, doña Gumersinda figuraba dedicada a la “ocupación
doméstica”.
VOCAL DE LA
JUNTA LOCAL DE
PRIMERA ENSEÑANZA Y
MAESTRA INTERINA DE LA ESCUELA PÚBLICA DE
NIÑAS DE SAN MIGUEL DE ABONA
Al quedar vacante la
escuela de niñas
de San Miguel
de Abona, por traslado
a Granadilla de Abona de la maestra propietaria doña Isabal Castrillón y
Martín, se hizo cargo de ella doña Gumersinda Marrero, en concepto de interina
y con un sueldo anual de 412,5 pesetas; acababa de cumplir 42 años de edad y
permaneció a su frente del 29 de abril de 1894 al 17 de enero de 1895, en que
tuvo que cesar, al tomar posesión de ella en propiedad doña Gregoria Felipe
Díaz.3
Continuó dedicada a la docencia
particular y, en esa situación, fue nombrada vocal de la Junta local de Primera
Enseñanza de San Miguel de Abona. En virtud de ello, el 17 de julio de 1912
formó parte de la comisión examinadora, constituida por vocales de dicha junta,
para proceder al examen de fin de curso en la escuela pública de niñas, como
informó La Opinión
el 22 de dicho mes en un artículo titulado “Desde San Miguel. Exámenes”, en el
que se da una idea clara de cual era el estado de dicha escuela, por entonces
bastante masificada:
En la Escuela de niñas, dio
principio á la dos y treinta, formando la comisión examinadora, además de los
señores que formaron la de niños4, la vocal D.ª Gumersinda Marrero Oliva.
Constituido el tribunal se dio
lectura á la Memoria
que presentó la bella é ilustrada profesora, señorita Carmen Hernández
Rodríguez. Fué un trabajo acabadísimo,
digna producción de quien
parece mereció atesorar los ricos
dones con que Dios se place adornar determinadas y angelicales
criaturas Dichosa ella, que arrancó al público entero, una estruendosa ovación.
A la lectura de la memoria siguió
el exámen con sujeción á los programas. Doce alumnas merecieron la
clasificación de sobresaliente. A éstas le dio la comisión la enhorabuena, y
por unanimidad, un voto de gracias á la distinguida profesora, por la
demostración tan satisfactoria obtenida con sus discípulas.
Fueron presentadas labores muy
importantes, mereciendo un sin número de alabanzas uno confeccionado por una
niña de cuatro años, en el que aparecían remiendos,
zurcidos, etc.
No puedo menos que hacer constar
el número de alumnas matriculadas en esta Escuela. Es de ciento doce. Esto
supone un trabajo inmenso, para la señorita profesora, tanto, que en su visita,
el Sr. Inspector ordenó clases diarias para determinado número por la mañana, y
tarde.
Pero al quedar vacante la
titularidad de dicha escuela de niñas de San Miguel, por renuncia de la
mencionada maestra interina doña Carmen Hernández Rodríguez, a comienzos de
noviembre de ese mismo año 1912 la
Junta provincial de Instrucción pública nombró de nuevo para
regentarla a doña Gumersinda Marrero5, también en concepto de maestra interina
y con un sueldo de 500 pesetas anuales; contaba por entonces 60 años de edad.
Permanecería a su frente durante tres años y medio, desde el 14 de dicho mes de
noviembre hasta el 21 de junio de 1916, en que se hizo cargo de ella en
propiedad doña María Encarnación Torrembó6.
Pero su nombramiento no gustó al
Ayuntamiento de dicha localidad, que quería poner a otra maestra en su lugar y
por ello no le facilitaron un salón-escuela adecuado, de lo que se quejaba un
vecino de San Miguel, en un escrito fechado en este pueblo el 3 de febrero de 1913
y publicado el 10 de dicho mes en El Progreso, titulado “Correspondencias desde
San Miguel. Cosas que avergüenzan”; en dicho escrito se ocupaba de varios temas
y, tras hablar del mal estado de la escuela de niños, destacaba:
La de Niñas se halla abierta,
pero de un modo que casi, casi, nos impulsa a decir que valía más que no lo
estuviera.
El local donde el Sr. Eulate ha
exigido a la digna maestra doña Gumersinda Marrero Oliva que dé sus clases, se
encuentra en las peores condiciones; allí apenas cabe una sexta parte de las
niñas que se hallan matriculadas. Sus dimensiones no exceden de seis metros de
largo por cinco de ancho y unos dos y medio de alto. La única puerta con que
cuenta tendrá apenas dos metros; un metro la ventana, única también. La
letrina, poco menos que en Pekín... Dicen que el Ayuntamiento ofreció (¡!)
construir una a unos 40 metros más o menos de distancia del local, teniéndose
que atravesar la vía pública para llegar a ella. En fin, como último detalle
sépase que el inquilino que deshabitó la casa que nos ocupa, pagaba en concepto
de alquiler, DOS PESETAS al mes.
Dígasenos ahora si en ese
cuchitril se puede enseñar otra cosa que no sea sordidez y miseria.
En cuanto al mobiliario, la
maestra no cuenta ni con una mala silla donde sentarse; el material es poco y
viejo... Y por no haber, ni agua hay para las niñas. En toda la escuela no se
ve ni una mala tinaja.
Ahora bien; si se quieren saber,
aunque ligeramente sea, algunas de las razones que explican este inconcebible
estado de cosas, ahí van unos cuantos antecedentes.
El caso es el siguiente: La
señora doña Gervasia Díaz Monroy, patrocinada por el reconocido cacique de este
pueblo, D. Luciano Alfonso Mejías, solicitó la escuela en ocasión de
encontrarse vacante la plaza de maestra. También lo hizo la señora doña
Gumersinda Marrero. La
Junta Provincial de Primera Enseñanza recibió y examinó la
documentación de una y otra, y como quiera que la de doña Gumersinda reuniera
mayores ventajas, tuvo a bien otorgar a favor de ésta el nombramiento.
Visto que
no resultó nombrada
la señora que
quiso D. Luciano,
éste inmediatamente ordena y manda al Alcalde D. Ezequiel Marrero,
funcionario que ejecuta pasivamente cuanto quiere su señor, que en manera
alguna se diese prisa en buscar casa escuela. Insiste la maestra en pedirla y
recurre en varias ocasiones al Sr. Gobernador quejándose de la falta cometida
por el Alcalde, quien al fin, con la mayor buena voluntad, se decide a buscar
la casa que dejo señalada.
¿No es verdad que parece ésto una
burla del cacique?
Pues así estamos y estaremos
hasta que las autoridades se decidan a intervenir en este enojoso asunto.
Continuando con su actividad
docente en dicha escuela, en el inmediato mes de marzo de ese mismo año 1913
nuestra biografiada se vio afectada por una circular de la Junta Provincial
de Instrucción Pública de Canarias, publicada el 10 de dicho mes en el Boletín
Oficial de la Provincia
de Canarias:
No habiendo dado cumplimiento los
señores Maestros y Maestras que se expresan a continuación, a la Circular inserta en el
Boletín Oficial correspondiente al 23 de Diciembre próximo pasado, por la
presente se les recuerda de nuevo y por última vez la obligación ineludible en
que están de presentar el presupuesto de la consignación del material diurno y
nocturno de sus respectivas escuelas para el corriente año, pues de lo
contrario se darán las oportunas órdenes a los señores Habilitados para que reintegren
al Tesoro el importe del material que corresponda percibir a aquellos de los
Maestros comprendidos en esta
Circular y que
en el improrrogable
plazo de quince
días no presenten en esta Junta
dicho presupuesto.
En la relación indicada figuraba
doña Gumersinda, junto a otros siete maestros del Partido de
Granadilla, a quienes
se amenazaba con
retraer de su
siguiente sueldo las cantidades asignadas para dicho material.
Suponemos que atendió a las exigencias de dicha junta.
Al año siguiente aún continuaba
reclamando una casa-escuela decente, demanda que llegó a la Inspección de Primera
Enseñanza, la cual ordenó al alcalde de San Miguel que la atendiese, como
informó Eco del Magisterio Canario el 30 de octubre de 1914, bajo el título
“Casa-Escuela”: “Por la inspección de I.ª enseñanza se ordena al
Alcalde de San Miguel facilite
casa-escuela a la Maestra de dicho pueblo nuestra distinguida
compañera doña Gumersinda Marrero
Olive [sic]”. Al día siguiente, La
Opinión también se hizo eco de dicha noticia en los mismos
términos, aunque eliminando lo de: “nuestra distinguida compañera”.
Como curiosidad, en enero de 1916
la maestra Marrero Oliva contribuyó con dos pesetas a un número extraordinario
del Eco del Magisterio Canario, tal como
publicó este periódico el 7 de dicho mes.
Tal como ya se ha indicado, tras
cesar como maestra interina en 1916, cuando contaba
64 años de edad, es muy probable
que doña Gumersinda continuase impartiendo clases particulares durante algún
tiempo, dado el colapso que sufría la escuela pública de niñas, labor que
simultanearía con el cuidado de su casa y su numerosa familia, además de la
educación de sus
hijos. Lo cierto
es que al
no presentarse a
oposiciones, no tenemos constancia de
que volviese a
regentar ninguna escuela
pública, salvo alguna
posible sustitución puntual que se le encomendara.
FALLECIMIENTO
Y DESCENDENCIA
Doña Gumersinda Marrero Oliva
falleció en su domicilio de San Miguel, en la calle
Corta, el 8 de marzo de 1936 a
las once de la mañana, cuando contaba 82 años de edad; había recibido los
Sacramentos de la
Penitencia y Extremaunción. Al día siguiente se oficiaron las
honras fúnebres en la iglesia del Arcángel San Miguel por el cura encargado don
Celso González Tejera y a continuación recibió sepultura en el cementerio de
dicha localidad, de lo que fueron testigos don José Bello Feo y don Teófilo
Bello Rodríguez.
Le sobrevivió su esposo, don
Manuel Galván González, con quien había procreado seis hijos:
doña María, que
casó muy joven
con don Eladio
González Díaz, con descendencia7; don José y don Manuel, que
emigraron a Cuba; doña Andrea (1892-1977), maestra nacional, que casó en 1929
con don Celestino Díaz Bernal, hijo de don Francisco Díaz Monroy y doña Josefa
Bernal Torres; don Esteban (?-1934), que murió en Santa Cruz de Tenerife; y don
Gumersindo Galván Marrero, que también emigró a Cuba. (Octavio Rodríguez Delgado, blog.octaviordelgado.es)
Notas:
1 José Antonio ORAMAS LUIS
(1992). La Escuela
Normal de La
Laguna en el siglo XIX. Págs. 127-129
2 Archivo Municipal de San Miguel
de Abona. Padrones, 1882.
3
Archivo de la
Consejería de Educación del Gobierno de Canarias. Libro
maestro de las escuelas públicas.
4 Estos señores también eran miembros
de la Junta
local: como presidente, don Ezequiel Marrero Reyes (alcalde), y como vocales,
don Luciano Alfonso Mejías (médico), don Norberto Álvarez González (párroco) y
don Francisco Gómez y Gómez (secretario del Ayuntamiento).
5
Diario de Tenerife, jueves 7 de noviembre de 1912, pág. 1; La Opinión , viernes 8 de
noviembre de
1912, pág. 2; Gaceta de Tenerife,
viernes 8 de noviembre de 1912, pág. 2
6
Archivo de la
Consejería de Educación del Gobierno de Canarias. Libro
maestro de las escuelas públicas.
7
Fueron sus hijos: don Manuel González Galván (1912-1981), seminarista,
sargento de Infantería, tallador del Ayuntamiento de San Miguel y agricultor; y
don Eladio González Galván (1915-1997), que casó en La Laguna en 1935 con
doña Concepción García Suárez
(1903-2001), alcaldesa de Santiago del Teide y maestra en dicha Villa y Tamaide
(San Miguel de Abona).
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