APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO V
Eduardo Pedro García
Rodríguez
La
explotación de la tierra en Valle de Guerra
Las
tierras del Menceyato de Tegueste,
así como en sus Achimenceyatos
especialmente el del actual Valle de Guerra fueron destinadas
preferentemente al cultivo de cereales, viñedos árboles frutales y hortalizas
tal como quedó recogido en la datas de repartimiento, no permitiéndose el
cultivo de la caña de azúcar, posiblemente por la carencia de grandes
corrientes de agua. También tuvo especial incidencia, la cría de ganados.
A principios del siglo XVI, una ves que los invasores
dan por sometida la isla comienza a implantarse en la colonia el naciente
capitalismo europeo, siendo que para la época las clases sociales que
preponderaban eran los señores feudales, los pisatarios y los esclavos tanto
guanches como los moriscos traídos del continente.
Los colonos implantaron el modelo económico, político,
social y religioso de la metrópoli.
Políticamente en esta época el gobierno estaba representado en la figura
del Monarca y el Papa. En cuanto a lo
religioso todo giraba en torno a un Dios monoteísta, el cual colocaban como
centro del universo.
Desde el punto de vista cultural en la época no hubo
adelanto científico significativo pues los alquimistas eran castigados a través
de la inquisición, por eso se califica como la época obscurantista, pues la
investigación científica se realizaba de manera clandestina, a espaldas del
Estado y del Clero.
Desde los inicios de la colonización La economía
de Valle de Guerra ha estado y está fundamentada principalmente en la
agricultura, en principio existía una agricultura pobre, de subsistencia,
desarrollada en las zonas de medianías y cumbres principalmente, configurando
un paisaje característico de huertas de secano que subían por las laderas hasta
cotas bastante elevadas.
En esta época se extiende el
cultivo de la
papa, un tubérculo muy habitual en la dieta canaria y que fue
traído desde Perú en el siglo XVI. En los tiempos difíciles para la población
de pocos recursos, la papa salvó de la hambruna a muchos isleños.
En
los siglos XVI y XVII el vino se consideraba un elemento indispensable en la
alimentación. Para los españoles y portugueses que llegaban a la colonia el
vino era imprescindible, de modo que lo llevaban en sus expediciones, a pesar
del riesgo de que un viaje largo y unas condiciones adversas estropearan el
preciado contenido de los centenares de barricas que tapizaban las bodegas de
las naves. Era, por tanto, una necesidad vital traer el cultivo de la vid a las
nuevas tierras colonizadas, asegurando así una provisión de vino para sus usos
sociales y, más importante, religiosos. No era extraño ver desembarcar frailes
acompañados de sarmientos que, al llegar a su destino, plantaban en las huertas
de los conventos que fundaban y desde los cuales imponían religión y
costumbres. La vid vinífera, cuyo fruto era indispensable en la consagración,
halló en Tenerife un territorio nuevo, de enorme riqueza climática en el que ya
vivía una especie de Viti Vinifera en los Menceyato de Tegueste e Icod
en estado silvestre.
La existencia de la viti vinifera en la isla Chinech
(Tenerife) se remonta a la época precolonial está documentada arqueológicamente
según recoge la Doctora
Mari C. del Arco Aguilar, en una excavaciones llevadas a cabo
en unas cuevas de habitat guanche en Icod de los Vinos, Cueva de don Gaspar, y en otras de igual uso en el Menceyato de Tegueste, la Cueva de los Cabezazos.
En este aspecto, es sumamente interesante un trabajo
de la profesora y arqueóloga María del Carmen del Arco Aguilar y su equipo
relativo al hábitat guanche en el Menceyato de Icod de los Vinos en Tenerife. De dicho trabajo reproducimos
algunos párrafos que consideramos de interés para el tema en cuestión, al
tiempo que queda desmontada una de las tantas falacias históricas como es la de
que las higueras en Canarias fueron introducidas por lo mallorquines: “Además, nuestros estudios paleocarpológicos han venido a
señalarnos que en Don Gaspar se cultiva Vitis vinifera desde comienzos de la Era. Esta es una aportación fundamental, pues se trata de un cultivo para el que toda
la historiografía señala su introducción tras la
invasión y conquista.
Aunque los restos identificados son escasos,
no se trata de un hallazgo aislado pues determinamos varias unidades en distintos niveles pertenecientes todos ellos a la secuencia de
ocupación guanche. Indudablemente desde nuestra
perspectiva estamos ante el mismo planteamiento que el
expresado más arriba sobre el stock fundacional, el tipo de simientes y productos agrícolas con los que se planifica la colonización de la
isla, y éste es un cultivo plenamente introducido
en el Occidente Mediterráneo y N de África para las
fechas del primer milenio a.C. que barajamos.”
En ese mismo sentido no debemos olvidar que otro de los cultivos, en
el campo de la arboricultura, siempre relegado a su
introducción postconquista o en manos
de los navegantes mediterráneos del S. XIII-XIV (mallorquines) fue la higuera y que en la Cueva de Las
Palomas los estudios antracológicos han permitido identificar carbón de Ficus carica desde el
S. III a. C, hallazgo del que hoy podemos
presentar su confirmación por similares determinaciones en la Cueva
de Los Cabezazos (Tegueste).
Nosotros hemos dicho siempre: lógico, es otro de los cultivos mediterráneos bien implantados. Por lo tanto, debe estar en
el paquete fundacional y, en ese sentido, nuestra
hipótesis es que, con probabilidad, el espectro de
cultivos se ampliará. Así, en el campo de la arboricultura, no nos resultaría
nada extraño la determinación del olivo, el
granado o de la palmera dactilífera.” (María del C. del Arco et al.
2000:193-4).
Teniendo en cuenta que los menceyato de Tacoronte y Tegueste son
limítrofes, es muy probable que en Tacoronte
por esas mismas fechas también se cultivase la viña. El vino era vital
a los frailes para desarrollar
con pleno potencial su papel en la nueva sociedad colonial.
Ciertamente,
los frailes comprobaron pronto que con la buena calidad del suelo y el excelente
clima de esta región las viñas prosperaban de forma más que satisfactoria.
Animados
por sus éxitos, los frailes experimentaron con la cepa silvestre tinerfeña y
consiguieron crear vides híbridas que producían buen vino.
El vino del Menceyato de Tegueste, adquirió gran fama en los mercados europeos y americanos,
creando un auge económico hasta el siglo XVIII, cuando una nueva crisis, redujo
la importancia de la viña a cifras testimoniales y provocó importantes
dificultades económicas a la isla.
Los
cereales estaban presentes en el trigo, la cebada y en menor medida el centeno,
también ocupaba un espacio importante el cultivo de las habas de las cuales
había una variedad autóctona, posteriormente se introdujo el cultivo del millo.
La medianería
José
Manuel Rodríguez Acevedo en un documentado estudio expone: “La interpretación dominante en la actual
historiografía canaria sobre la transición del feudalismo al capitalismo enfatiza la trascendencia de un proceso
de proletarización campesina que experimenta una considerable aceleración desde
mediados del siglo XIX, dando lugar a la generalización de relaciones de
producción capitalistas en la agricultura insular. La definitiva transformación
capitalista del campo canario se produciría, así, a partir de este momento, con
la conversión de los antiguos campesinos en un auténtico proletariado agrario,
al tiempo que, paralelamente, la antigua terratenencia feudal se convertía en
una auténtica burguesía agraria. De este modo, la contradicción principal en el
ámbito rural habría pasado de oponer terratenientes a campesinos
a oponer burguesía a proletariado agrario.
Efectivamente, la
medianería fue la principal forma –junto a la enfiteusis– mediante la cual los
grandes propietarios criollos tinerfeños explotaban sus tierras en la época
feudal, durante los siglos XVI-XVIII, cuando la vida era aquí poco menos que
patriarcal. Se trataba de una evolución de la clásica renta en especie o
renta en producto, que, a su vez, no era más que una evolución histórica –aún
precapitalista– de las rentas en trabajo, de la antigua prestación personal a
través de la cual los señores feudales se apropiaban del trabajo sobrante de
los campesinos. Durante los siglos XIX y XX esta forma precapitalista de
obtención de la renta de la tierra continuaría existiendo, sin demasiadas
modificaciones, en muchas fincas de la isla, tanto en las áreas de medianías
como en la franja costera. La naturaleza
feudal de este tipo de relación de producción no había cambiado esencialmente.
Prueba de ello son las significativas connotaciones semiserviles que
acompañaban a una forma de explotación de la tierra que, para ciertos autores
contemporáneos, no pasaba de ser una óptima estrategia capitalista de los
grandes propietarios. Para que estos autores pudieran presentar esta visión
“dulcificada” de la aparcería ha sido necesario, entre otras cosas, analizar
los siglos XIX y XX aislados respecto de la etapa precedente. Si, por el
contrario, los ponemos en relación con los siglos anteriores observamos, sin
ningún género de dudas, que la vieja medianería del XVI-XVIII es la misma vieja
medianería que pervivía aún en los siglos XIX y XX; la vieja aparcería del
Antiguo Régimen era la misma vieja aparcería de la Edad Contemporánea.
La puesta en práctica de la Reforma Agraria
Liberal, con todas las importantes repercusiones que había tenido en cuanto al
sistema de propiedad, no había supuesto una radical transformación de las
viejas relaciones de producción agrarias. Los campesinos pobres de, por
ejemplo, Adeje o Vilaflor, estaban sujetos, en el siglo XVIII, a la opresión
feudal que ejercían los terratenientes de las familias Ponte (Señores de Adeje)
o Chirino (Marqueses de la
Fuente de Las Palmas). La forma en la que estos señores
feudales extraían el plusproducto generado por sus campesinos era la
enfiteusis y la medianería.
Para los campesinos de
Adeje y Vilaflor la
Reforma Agraria liberal fue –recordando a Costa– lo mismo que
la Emancipación
para los de Quito: «último día del despotismo, y primer día de... lo mismo».
Tanto en los siglos XVI-XVIII como en los siglos XIX y XX, las tierras de
los terratenientes no se cultivaban con los aperos del terrateniente ni por
medio de obreros asalariados, sino con los aperos del campesino esclavizado por
el terrateniente más próximo. Y para el campesino pobre de la Isla esta esclavitud es
impuesta, porque el terrateniente se apoderó de las mejores tierras y lo ubicó
en los «arenales», arrinconándolo en una mísera parcela. Los terratenientes se
apoderaron de tanta tierra que a los campesinos no les quedó lugar, no digamos
ya para cultivarla como hacienda, sino ni siquiera un sitio «donde soltar las
gallinas». El acompañante inevitable de la medianería –igual en el
XVIII que en el XX– sería el atraso y embrutecimiento del agricultor.” (José Manuel Rodríguez Acevedo)
Contrato
tipo a medianeros
Hacienda de Juan primo de la Guerra en Valle de Guerra
Condiciones bajo las cuales entran a hacer la viña los nuevos medianeros:
1. Será
de su cargo el velar y guardar la hacienda que le señalare, así la viña como
las tierras de sembrar, los árboles y el monte, tener limpias las abiertas, listos los tomaderos y mantener las paredes que están en
ser y será responsable a cualquier daño o atraso que le
sobrevenga a la hacienda por su descuido.
2. Serán de cuenta del medianero los costos de todos los cultivos y fábricas anuales, percibiendo por ello la mitad de los frutos de la
tierra que hiciere.
3. El amo dispondrá de la mitad de los frutos que le corresponden al tiempo y del modo que le acomode, separando las uvas según tuviere a bien o haciéndola vendimiar cuando le parezca; entendiéndose por
frutos todos los aprovechamientos y producciones útiles de la hacienda, como la
hoja del millo, paja y demás.
4. El medianero se obliga a llevar la mitad de dichos frutos (a excepción del mosto) a cualquier parte de la isla en que se hallase el amo,
corriendo asimismo por su cuenta la venta de la fruta
a que le mandare dar este destino, trayéndole de
ello razón puntual, acabada que sea la venta.
5. Los medianeros, sus mozos y las bestias que tuvieren, estarán sin
excusa a la disposición del amo a la hora en que a
éste se le ofrezca, pagándole su trabajo cuando éste no
sea en la conducción de los frutos, según queda
dicho, o en los beneficios que se ofreciere hacerles.
6. Será del cargo del medianero el cuidado y beneficio del mosto hasta
que salga de la bodega, entendiéndose en esto la
trasiega del vino, quema de las madres y lavado de
pipas, a excepción de la composición de éstas y de los lagares que son por
cuenta del amo.
7. Corresponde a la determinación del amo lo que se haya de plantar o sembrar en las tierras, por lo que el medianero le dará parte cuando
llegue a la sazón de hacer la sementera.
8. El amo separará, siempre que le acomode, la tierra que le parezca
para sembrarla por su cuenta.
9. Siempre que el amo ponga la semilla así de trigo
y millo como de papas y demás por no tenerla el medianero, la sacará al tiempo
de la cosecha con la mitad del producto, separándose primero
el diezmo de todo lo que produjere la tierra,
entendiendo que cuando el medianero ponga la semilla,
él la habrá de sacar en los mismos términos.
10. En el plantío de parras el medianero pagará los peones que se mantengan con una fanega del trigo que dé para este fin el amo,
trayéndole de ello cuenta puntual.
11. En la hacienda no se herrarán animales, sino de medias con el amo,
y éste pondrá todos los años los que le parezcan a
dicho partido, con el medianero.
Siempre que por faltar a algunas de las condiciones referidas o por
otra causa determinase el amo despedir al medianero, éste
habrá de salir de la hacienda sin detención alguna,
satisfecho que sea de los costos que tuviera empleados
para la cosecha próxima.
El comercio con las otras
colonias españolas en América durante los siglos XVII y XVIII
estaba condicionado por numerosas restricciones por parte de la metrópoli que
se implantaban a las mercancías. La más llamativa era el impuesto de sangre,
establecido en 1678 y que consistía en limitar la licencia para comerciar con
América con la salida obligatoria de determinado número de familias canarias,
–se exigían 5 familias por cada 100 Tm embarcadas-. De hecho Uruguay fue
fundado por un contingente de estas familias. También descendientes de aquellas
familias de emigración forzada son gran parte de la población que vive hoy en
Louissiana o Texas.
A partir del siglo xviii comienza
a descender la exportación de vinos debido a diferentes causas.
Con el desrumbe del mercado
británico para los vinos canarios y las cortapisas puestas por la metrópoli para
el comercio con las colonias que les restaba en América, las islas, Tenerife y
el antiguo menceyato de Tegueste
volvieron a revivir una época de miseria y hambrunas, lo que indujo a las
autoridades coloniales a tratar de paliar la situación buscado cultivos de
exportación alternativos.
Durante algunas décadas del siglo XIX, el cultivo
dominante pasó a ser la cochinilla, un parásito de las tuneras o nopales que se
usaba como tinte textil y que entró en apuros a finales de ese mismo siglo,
debido a la invención de las anilinas, un tinte sintético.
“En Valle de Guerra como en
el resto de la isla de Tenerife la cochinilla fue el cultivo de recambio en la
etapa 1860-1878. Llegó a alcanzar el 90 por ciento de las exportaciones,
transformando sustancialmente la economía.
Los isleños eran
extremadamente resistentes a la innovación agraria. Un visitante británico
Charles Piazzi Smyth, en 1856, manifestó
que los pequeños agricultores destruyeron las primeras plantaciones por la
noche y tacharon a su introductor de loco porque era una innovación no tolerada
en una tierra que se resistía a romper con 300 años de historia del cultivo de
la viña.
Pero el hundimiento del
sector vitivinícola había originado que “apareciera el hambre cara a cara entre
los isleños” y el gobierno apoyó decididamente la iniciativa de la cría de la
cochinilla. Según Piazzi Smyth, para evitar un disturbio agrario algunos cactus
con cochinilla se preservaron en partes aisladas de la isla.
Las dificultades por las
que estaba pasando la agricultura a principios del siglo XIX se remontarían con
la introducción de un nuevo producto de exportación: la cochinilla. El
desarrollo de ese nuevo mercado “hizo a Canarias tan próspera que todas las
otras actividades comerciales fueron o descuidadas o abandonadas”.
Mayores proporciones
alcanzarían su expansión con el establecimiento del régimen portuario de las
franquicias en 1852. De esta manera, la tunera o penca dejaría de ser una
fuente de suministros de frutos de alimentación de las clases pobres para
convertirse
en la cuna del insecto que
más “riqueza” creó en tan poco tiempo.
En Canarias las tuneras (la Opuntia
ficus-indica y la Opuntia
tormentosa) abundaban de manera salvaje -sin necesidad de riego y en un
suelo pobre- en los litorales y las costas hasta una altura de 700 metros.
Los frutos de la primera
eran comestibles, los llamados higos de pico, tunos o chumbos. Ambas plantas
eran aptas para la cría de la cochinilla.
Ante las nuevas
perspectivas económicas que se divisaban con la posible explotación industrial
de tales plantas, La
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife
gestiona la introducción de la cochinilla para ayudar a paliar la grave crisis
que se estaba viviendo en las islas.
La introducción de la
cochinilla en las islas se realizó en 1820 desde México vía Cádiz, donde habían
llegado ocho nopales, o higueras tunas (Coccus cacti, cactus opuntii,
etc.) con dirección a su Sociedad Económica de Amigos del País.11 Los más
destacados introductores de la misma en la isla de Tenerife fueron el canónigo
José Quintero Estévez, Juan Megliorini y Santiago de la Cruz.
Un cura en La Laguna (el canónigo José
Quintero Estévez) fue el único que preservó y reprodujo el insecto, y
consecuentemente cedió las plantas al jardín de Megliorini en Santa Cruz
(Tenerife). De este jardín, un oficial militar, Santiago de la Cruz , transfirió la planta al
Sur de Tenerife, y también a la isla de Fuerteventura del grupo de la Canaria.
A pesar de la crítica
situación en que se encontraba el aparato productivo, en un principio Santiago
de la Cruz , en
su intento de propagar la cochinilla, encontró gran oposición entre los
cosecheros isleños a su implantación y reproducción. En efecto, la mayor parte
de los agricultores se opusieron al experimento y fueron muy incrédulos a que
aquello fuera un éxito.
A partir de la década
siguiente, la demanda de sus tintes fue tan sorprendente y la aclimatación del
cactus para la producción del insecto permitía obtener tan buena rentabilidad
después del primer año de la inversión, que progresivamente fueron sustituyéndose los viñedos por plantaciones de cactus, de tal manera que en el año 1846, un movimiento general,
como si fuera un golpe eléctrico,
ha puesto en acción a todos los propietarios y labradores, que hasta ahora habían permanecido
como pacíficos espectadores, que
ya no queda rincón alguno en las islas en donde no se ensaye el cultivo de la grana, escribiría Manuel Ossuna
Saviñón en su ensayo “Anotaciones sobre el cultivo del nopal y cría de la
cochinilla en las Canarias”, publicado en 1846.
De esa manera el
prejuicio se superó y se encontró que el cactus de la cochinilla (nopalea
coccinelliera; localmente, tunera) crece libremente en las islas; también que
la baratura y abundancia de la mano de obra, así como las condiciones
climáticas permitían que su producción fuese más abundantemente y de mejor
calidad que en cualquier otro sitio.
No fue hasta 1845 cuando
tomó rango de producto importante de exportación, es decir, cuando fue
totalmente asumida como posible fuente de riqueza por los propietarios
agrícolas. La consecuencia inmediata de esta fiebre inversionista fue el
abandono de todas las ocupaciones ordinarias de la agricultura. Las tierras que
anteriormente estaban incultas fueron a partir de entonces sorribadas y
plantadas de tuneras y se procedió a la ocupación de nuevos espacios, para lo
cual toda una serie de trabajos previos fueron necesarios para la explotación
de los nopales.
La
primera mención de una remesa exportada de Canarias data del año 1832 y no sobrepasa
los 120 quintales; en 1844, asciende a 900. La cifra se cuadruplica seis años después siendo el total de los quintales exportados a Londres, 4.000.
A partir de 1860 la producción canaria se
acelera, pasando de 8. 000
quintales, a principios de esa década, a más
de 16. 000 hacia 1865 y
rematar el “boom” productivo en
1870, con la cifra-punta de 60. 000 quintales; correspondiendo la mitad del total exportado a Gran Canaria y el resto
la otra mitad a las demás islas.” (Nicolás González Lemus)
El negocio de la grana
estaba vinculado a la consignación de buques y al carboneo, pues los barcos
británicos que hacían escala en Santa Cruz, en su viaje de vuelta aprovechaban
su estadía para cargarla. Los mejores años de producción fueron desde 1845 a 1866,
pues solo en este último, se exportaron al mercado británico más de tres
millones de libras. Los fletes de retorno a Europa constituyeron el elemento
clave para entender el comercio de la cochinilla en este siglo. La política
librecambista inglesa, propiciada a partir de 1846, liberó las exportaciones
canarias de cargas y gravámenes arancelarios, así como el alentador efecto de
las franquicias insulares, a partir de 1852, favorecieron la importación de
abonos y un gran impulso productivo y comercial. Cuando en la Exposición Internacional
de Londres (1862) se presentaron los avances de la Química en relación a los
colorantes artificiales obtenidos a partir de la hulla (Magenta y Solferino) se
aceleró el proceso de crisis en la exportación de la grana. (José Manuel
Ledesma).
La agricultura en el valle en los siglos
xix y xx
En
el siglo xx se introducen en el valle los cultivos de platanera, flores y
plantas ornamentales, papas y viñas, así como tomates y pepinos cultivados en
invernaderos, mayormente, e incluso se hizo una prueba de cultivo del algodón y
tabaco.
En estos productos estuvo basada en la
agricultura en el valle hasta el último tercio del siglo XX, lo que marcó el
paisaje costero, donde se daban las condiciones topográficas favorables para el
desarrollo de una agricultura comercial pensada para la exportación de los
productos. Esta era una agricultura con alta capitalización y basada en el
regadío, que preparaba los terrenos mediante su roturación, rellenado con
tierras importadas de otros lugares de la isla, construía muros y paredes de
elevado coste y desarrollaba las infraestructuras necesarias como canales,
estanques, redes de riego o caminos.
Esta diferencia entre las costas (agricultura de
exportación) y las medianías (policultivo de autoconsumo) se mantiene hasta
hoy, siendo complementarias, ya que la de exportación produce rendimientos
altos para sus propietarios y la agricultura de subsistencia garantiza los
alimentos para la isla. En el caso de esa última, ya no ocupa las extensiones
de épocas anteriores ni mantiene la gran diversidad de cultivos que demandaba
un mercado desabastecido.
El tipo de cultivos que se ha mantenido: plátano,
viña, tomate, papa, para exportar y cereales, frutales, papas, hortalizas, para
autoconsumo. El desplazamiento de mano de obra hacia el sector terciario ha
generado nuevas formas de explotación: a tiempo parcial en la agricultura de
medianías por personas que tienen un empleo en otro sector o están jubiladas, y
las nuevas cooperativas agrarias, y existe un nuevo auge del vino, con caldos
de calidad, prestigio social y renombre culinario.
En los últimos años, el cultivo del aguacate en
Canarias ha visto aumentada la superficie destinada al mismo, pues es este un
cultivo, al que muchos consideran sustitutivo al plátano, mientras que para
otros es un cultivo complementario al mismo.
Pese a que el aguacate es un cultivo en auge en
Canarias, la superficie destinada al cultivo ecológico es muy pequeña. Este
aumento de superficie, implicara en un futuro reciente un aumento de producción
al cual se le debe buscar salida, y una de ellas es mediante un producto
diferenciado, el cual mantenga todas sus propiedades, garantice la seguridad
alimentaria al consumidor y que además respete el medio ambiente y paisaje, ya
que son recursos de incalculable valor para este valle.
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