UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1481-1490
CAPITULO-IX
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1483 Noviembre 19. Vitoria (f.219). lncitativa a las justicias de
Córdoba Sevilla a petición de Miguel de Segura, vecino de Segura, que intervino
en la conquista de Gran Canaria, para
que devuelvan a éste un esclavo canario de unos veinticinco años que le fue
tomado por Diego de Proaño, alcalde de casa corte, por orden del rey, a quien
se hizo relación de que el esclavo era cristiano y, reuniéndose éste con el
resto de los canarios de Córdoba. La razón de esta medida es la relación de
Pedro de Vera, gobernador de Gran Canaria, de que el esclavo es de buena guerra
y que fue entregado por él a Miguel de Segura. Didacus. Johanes. Gundisavus.
Mármol. (E. Aznar; 1981)
1483 Noviembre 21. Vitoria (f.114). Citación contra Pedro de
Vargas, alcaide de Gibraltar, y Diego Basurto, Pedro Núñez y Leonor Núñez, hija
de Elvira Núñez, herederos de Bartolomé de Basurto, vecinos de Medina Sidonia,
para que paguen a Pedro de Vera, gobernador de las islas de la Gran Canaria,
que acusa a Pedro de Vargas y Bartolomé de haberle robado hace diez años del
término de Marchinilla en la villa de Jimena setecientos puercos de tres años,
con un valor de 300.000 maravedís, cuatrocientas puercas, que valían 150.000
maravedís, dos mil cochinas, cuyo valor era de 100.000 maravedís, trescientos
cochinos de un año, cuyo precio ascendía a 40.000, veinte bueyes con un valor
de 35.000 maravedís, doscientos cahices de trigo y cebada, valorados en 320.000
maravedís, y la ropa de sus mozos y collazos, que valía 10.000 maravedís.
Episcopus. Johannes. Andreas. Gundisalvus. Castillo. (E. Aznar; 1981)
1483 Diciembre 22. Vitoria
(f. 227). Orden al gobernador, capitanes, justicias y demás personas de la isla
de Gran Canaria, a petición de doña Inés de Peraza, en nombre propio y en el de
su marido Diego de Herrera, para que se abstengan de intervenir en las islas de
Lanzarote, Fuerteventura, Hierro y Gomera, por ser posesión de dichos señores. Didacus.
Johannes. Andreas. Antonius. Gundisalvus. Alfonsus. Castillo. (E. Aznar; 1981)
1484.
Introducción y cultivo de la caña de azúcar en la colonia de Canarias: Linneo le dio el nombre de Saccharum
officinarum a la caña de azúcar. El azúcar y la caña de azúcar se mencionan
en antiguos textos mitológicos y poéticos indios entre los años 100 y 800 a . C. y en textos
legislativos entre 200 a .
C. y 200 d. C. Probablemente se introdujo en China alrededor del año 100 a . C.
Los
egipcios de los tiempos faraónicos ya sabían extraerla de la caña, pero de baja
calidad. Con la expedición del rey Darío de Persia al valle del Indo (500 a . J.C.), los persas
descubrieron la caña de azúcar y se mantuvieron como expertos durante siglos.
Tras el prensado de la caña se filtran los jugos para eliminar las impurezas
que contienen, se someten a un proceso de evaporación para lograr la
concentración adecuada, se cuece la meladura resultante y se separan los
cristales de azúcar de las mieles sobrantes. El primitivo proceso de
transformación requería grandes cantidades de leña y produjo importantes
desforestaciones. El término trapiche deriva del latín trapettum,
denominación que se daba a los antiguos molinos de aceitunas.
En el
siglo X la caña se encuentra distribuida por toda la cuenca mediterránea,
especialmente en Siria-Palestina, Egipto, Sicilia, Chipre, Marruecos y
Al-Andalus. Los árabes habían logrado aclimatar la caña en Motril (Granada). En
la Edad Media
Venecia debió parte de su prosperidad al azúcar que importaban de Asia en
caravanas. Marco Polo trajo esquejes de caña. Plantadas más tarde en las islas
de Madeira y Canarias abastecieron a Europa. Lisboa suplantó a Venecia como
plataforma del negocio azucarero. La urgente necesidad de mano de obra para el
cultivo en los nuevos territorios aumentó significativamente la captura y
tráfico de esclavos africanos. Colón en su segundo viaje (1493) introdujo
esquejes en la isla de Santo Domingo, que se dedicó exclusivamente a la
producción de caña. Las tierras fértiles, húmedas y cálidas de las Antillas
fueron ideales para su cultivo. Cuba se convirtió en el principal productor de
caña durante el siglo XIX. Durante los años cuarenta del siglo XIX se
estableció un proceso de evaporación al vacío para eliminar el agua contenida
en los jugos y evitar los largos procesos de cocción.
Importante
producto de exportación desde la colonia de
Canarias (s.XVI):
La
exportación de azúcar fue uno de los pilares de la economía canaria desde los
primeros años de la conquista. Está documentado que ya en 1508 había azúcar
canario en Amberes. Sirvió para atraer riqueza y equilibrar la balanza
comercial.
Ingenios:
Eran numerosos en el norte de Tenerife (Comarca de Daute), en Güimar y Taganana. Según el factor inglés Thomas Nichols en la primera mitad del siglo XVI había 12 ingenios en Gran Canaria, cuatro enLa Palma , uno en La Gomera y varios en
Tenerife. En 1575, el Xarife poseía en los aledaños de Santa Cruz, en el barrio
de los Molinos, catorce ingenios. Para la penosa tarea de los ingenios se
trajeron esclavos negros. A partir de 1554 comienza a disminuir la producción,
debido en parte a la emigración de los maestros del azúcar.
Ingenios:
Eran numerosos en el norte de Tenerife (Comarca de Daute), en Güimar y Taganana. Según el factor inglés Thomas Nichols en la primera mitad del siglo XVI había 12 ingenios en Gran Canaria, cuatro en
Genoveses
y flamencos controlaban el negocio, distribuían la producción a los puertos de
Barcelona, Marsella, Génova y Amberes, desde donde se enviaba a Holanda.
"El
rendimiento económico de los ingenios era muy grande. Un ejemplo bastará: En
Gran Canaria, un ingenio cuyo costo había sido de dos millones de maravedís,
producía, un año con otro, azúcar por valor de otros tantos, de los que
setecientos mil servían para amortizar gastos y un millón trescientos mil
revertían en beneficios del dueño, que así podía recuperar con rapidez el
capital invertido. En otros casos observamos cómo las rentas permiten amortizar
el capital invertido en dos, o a lo sumo en tres años... Hacia 1550 el ciclo
del azúcar canario llegó a su apogeo y pasaron todavía varios decenios más
antes de su crisis definitiva. Sobre él se cimentaron las primeras grandes
fortunas isleñas, y hay que pensar, como señala José D. De Silva, que había un
verdadero abismo económico entre aquellos poderosos y el resto de la
población". (Miguel A.Ledero Quesada)
"...ni
el clima ni los suelos de la isla son los apropiados para el cultivo de caña en
condiciones competitivas con las zonas tropicales. Para defenderlo se
arbitraron una serie de impuestos sobre el azúcar importado, gabela que alcanzó
hasta tres veces el valor del coste... La caña se cultivó de una forma
primitiva, con bajos rendimientos, los abonos químicos aún no se empleaban...
al cabo de cierto tiempo agotaba los terrenos; la única solución era rotar cada
ocho o diez años con otros cultivos... las variedades de caña eran pocas y nada
selectas..." (Wladimiro Rodríguez Brito).
El
cultivo de la caña de azúcar después de la conquista.
La
accidentada y agreste geografía canaria -especialmente en las dos islas
mayores, Tenerife y Gran Canaria- con sus estrechos valles, donde el cultivo
sólo podía extenderse en bancales, no es comparable con las amplias terrazas de
los valles dominicanos o puertorriqueños. Y no es comparable en rendimiento del
suelo por muy intensivo que fuera el cultivo, pues la escasez de tierras era
tan evidente, que forzosamente debían agotarse antes. Del mismo modo, no es
comparable tampoco desde un punto de vista climatológico, pues en Canarias era
forzosa la irrigación y, por otra parte, al ser escasas las lluvias, se
limitaba temporalmente la molturación cañera en los molinos, que eran movidos
por energía hidráulica.
Estas
particularidades de la geografía canaria con respecto, por ejemplo, a las
Grandes Antillas, incidían directamente en el desarrollo de la aparcería para
el cultivo de la tierra cañera, generalizándose una variada gama de acuerdos
entre los señores de ingenio y los modestos agricultores que cultivaban sus
pequeñas parcelas con caña. La producción, que depende directamente del
desarrollo del cultivo, estaba así condicionada por esta primera
particularidad.
Así
pues, la producción de azúcar en Canarias era bastante más reducida por sus
menores disponibilidades de tierras, por la escasez de precipitaciones
pluviométricas, por el menor número de trabajadores que empleaban y, sobre
todo, por las limitaciones que tenían de combustible para las distintas faenas
de cocción del guarapo. Por tanto, la producción tuvo que adaptarse a estas
particularidades acogiendo a un elevado número de asalariados y de aparceros
que, una vez finalizada la zafra, recibían sus salarios o porcentajes de azúcar
y quedaban como mano de obra libre.
Tierra,
agua y aparceros.
En
Canarias, dado que las plantaciones de cañas eran mucho menores -en Tenerife
los pobladores que se comprometieron a construir ingenios sólo recibieron 30
fanegas de tierra, aunque de riego, y semejantes cantidades se repartieron en
Gran Canaria-, el cultivo era más intensivo. Según se comprueba en las fuentes
documentales e impresas, el ciclo de renovación y corte se repetía cuatro veces
-ocho años de cultivo-, cinco y hasta nueve temporadas, lo que suponía un cultivo
continuado de la tierra durante dieciocho años, esto último, suponemos, en
terrenos muy abonados y de excelente calidad, por supuesto bajo riego. Se
explica así el que encontremos en las explotaciones canarias numerosas
operaciones de cavado, riego, escarda, envarado y lucha contra las plagas, casi
de forma reiterada, lo cual evidencia un cultivo intensivo y, como es lógico,
de alto rendimiento, pues no se entendería de otra forma una explotación tan
prolongada del suelo.
Las
operaciones agrarias requeridas por el sistema de cultivo en Canarias eran
bastante más exhaustivas y prolongadas que las usadas en las Antillas,
comenzando con la preparación de la tierra para la plantación de la caña y
canalización del suelo para los abundantes riegos, proceso que alargaba
temporalmente las faenas posteriores de escarda, cavado y colocación de varas
de soporte, cuidándose igualmente la desparasitación de gusanos, la
desrratización mediante trampas y el desburgado que seguía al corte de la
planta.
El
área de cultivo en Canarias correspondía a las zonas de costa, en altitudes
inferiores a los 500
metros , en las que se unían condiciones óptimas de
temperatura y pluviosidad o posibilidades de riego artificial. Sin embargo, las
disponibilidades de tierras en este espacio no eran idénticas a uno y otro lado
del Atlántico, ni tampoco su valor, siendo mucho más escasas en el primer
archipiélago y, por ende, también más elevado su precio.
En
Gran Canaria el cultivo de la caña se extendió desde Las Palmas a las vegas
próximas, en el norte se implantó a lo largo del barranco de Agaete y en el
triángulo formado por Galdar, Firgas y Tenoya; por el este a lo largo del
barranco de Guirriguada en su mitad nororiental, entre Las Palmas y Santa
Brígida, entre Telde y Melenara y por el sureste en la zona media del barranco
de Aguatone.
En
Tenerife la caña se cultivó en la cornisa septentrional, Tegueste, Tacoronte,
Taoro, Icod y Daute, así como en la banda oriental, en la región de Güimar; en La Palma , el cultivo se
generalizó por los barrancos de Los Sauces, en el noreste, y de Las Angustias,
cerca de Taracoste, en la región occidental; mientras que en La Gomera , con menor
intensidad, lo hizo por las áreas intermedias del norte y sur.
La
canalización del agua para producir energía hidráulica por precipitación sobre
una rueda que hacía los efectos de turbina gastaba gran cantidad de energía
usando madera para ello. Por lo que respecta al uso de madera para los fuegos
que alimen-taban a las distintas calderas, . Según los cálculos que efectuamos
sobre el gasto de leña por zafra en los ingenios del siglo XVI, cada fábrica
quemaba un promedio de 2.760 toneladas (2.760.000 kilogramos )
de madera, lo que equivalía a talas anuales de árboles y arbustos que,
dependiendo del tipo de vegetación existente en cada espacio y de la densidad
de su distribución en el mismo, no sería inferior a 3.000 m2 de bosque en
Canarias
La
distribución de la renta entre el propietario de la tierra y el agricultor que
la cultivaba, así como el porcentaje de las maquilas que se cobraban a los
propietarios de pequeñas parcelas, eran relativamente bajas, aunque variaban
sustancialmente de unos ingenios a otros entre Gran Canaria, Tenerife y La Palma , dependiendo del
predominio o escasez de este tipo de acuerdos económicos. En Gran Canaria y
Tenerife la producción azucarera se distribuía al 50% entre los señores de
ingenios y los campesinos, siendo, pues, la maquila relativamente baja, dada la
alta calidad del azúcar conseguido, es decir, dados los importantes costes que
el señor de ingenio tenía que asumir para purificar tanto el azúcar.
Trapiches
e ingenios: exigencias de la industria.
Una
vez madurada la caña, cortada y transportada a los lugares de elaboración, daba
comienzo un largo y complejo proceso que comprendía la molienda, prensado,
manipulación del güarapo, cocción, decantación, cristalización, refinado y
aprovechamiento de los residuos de la caña -bagazo- y del azúcar. De aquí se
pasaba a la preparación para el transporte del azúcar que, en diversas formas,
llegaba a los mercados.
Será
el molino, movido por tracción animal -trapiche- o por energía hidráulica
-ingenio- el que dé nombre al complejo fabril donde se elabora el producto, al
ser la pieza sustancial del proceso. Molino de dos rodillos verticales y prensas,
cuyo componente base era la madera, en Canarias la de til, con refuerzos,
anillas, dientes y clavos de hierro que debían importarse.
Para
Canarias se registran unos quince ingenios a principios de siglo, que en el
primer tercio -con veintiocho constatados- pudieron ser entre treinta y
cuarenta. El primer edificio de ingenio datado corresponde a 1484 y en la
primera década del XVI pudo haber treinta ingenios, veintinueve en 1550 y trece
a finales de la centuria.
La
producción de azúcar en Canarias era muy dificil por la razon de que un molino
obtuviera más de 3.000 arrobas por zafra, pues el proceso de purificación de
los azúcares era tan contínuo que la producción se limitaba casi enteramente a
azúcares blancos, con lo que a medida que se perfeccionaba la producción se
reducía su peso por la eliminación de impurezas sólidas y líquidas,
especialmente estas últimas -mieles y coguchos-, que quedaban reducidas a puro
azúcar, aunque fuese incrementando los costes de producción con un mayor gasto
de leña.
El
azúcar en el comercio atlántico.
Desde
su conquista, las islas Canarias complementaron la oferta de la región
andaluza, que incluso desplazaron, y reemplazaron a la levantina, fuertemente
deprimida, pero ante todo establecieron lazos directos con los mercados
europeos, ingleses, holandeses, italianos, alemanes y en menor medida
franceses, con participación en la industria local de nacionales de estos
países y comerciantes castellanos, catalanes y portugueses, quienes financian,
producen, compran, comercializan el azúcar -en ocasiones con barcos propios- y
controlan, a través del régimen especial de Canarias, parte del tráfico
interatlántico, férreamente monopolizado por Sevilla.
Canarias
suministró azúcar de alta calidad y en apreciable cantidad a los mercados
referidos, hasta el declive de dicha elaboración, que se produjo a mediados del
siglo XVI y que fue sustituida, fundamentalmente, por el creciente comercio y
producción de vino, que se reveló como más productivo y largo, proyectado
también hacia América y la propia Península.
La
produccion en actualidad.El ron.
Faceta
singular de la cultura de todos los pueblos los brebajes espirituosos como
coadyuvantes de misteriosos ritos ancestrales, de medicaciones estimulantes, y
de otros preparados tonificantes. El aborigen canario no fue una excepción, y
documentados estudios nos ilustran sobre ello.
El
tabú imperó en el formulario de lo aplicado a su mundo mágico-religioso, y el
conocimiento de sus componentes perdidos en aras de la nueva cultura. Lo
perteneciente a su devenir cotidiano no corrió tal suerte. Servíanse, dicen los
textos, de productos aportados por la naturaleza, entre los que el mocán y la
palmera eran objeto de sus preferencias. Los frutos del primero, maduros, se
exponían varios días al sol que concentraba su jugo. Luego, desmenuzados,
añadíanle agua, dejándolos en maceración hasta su fermentación. De la segunda,
haciéndole una incisión en su cogollo extraían un licor blanquecino, que
fermentado convertíase en un suave tónico aguardentoso.
Envasaban
estos néctares en especie de odres de cuero de macho cabrío, que apilados en
los recovecos de cuevas naturales cual incipientes bodegas, conservaban y
añejaban. Esta práctica artesanal no se perdió, ya que conquistada la isla, tal
actividad continuó, y ante la escasez de envases tan originales, los botes,
botijas y pipotes, que de la
Península traían los pobladores con diferentes líquidos,
sirvieron para tal fin.
En
las postrimerías del XVII se incrementó en Canarias la destilación de
aguardientes diversas que abastecían las necesidades del mercado. Varios de
estos centros eran los propios conventos de distintas órdenes, que alteraban
sus actividades conventuales con las al parecer más lucrativas afines al mítico
Baco.
Se
consagraría ante la historia, al menos como experto catador, fray Sebastián,
seráfico músico de la catedral, al que las exaltaciones de su cometido llevaba
a propinar algún que otro contundente cachete a las monjas, cuyas almas estaban
a su cuidado. En el discurrir del siglo XVIII, el trasiego comercial americano
se incrementó, y el aguardiente canario encontró su destino, adulterado en
ruta, en las lejanas tierras donde ondeaba el pabellón español.
Por
nuestra geografía surgieron de nuevo trapiches y alquitaras, precursores de
ingenios ya más sofisticados. Pero la competencia exterior coartó ansias de
expansión, y esta incipiente industria feneció. Sería el insecto prendido en el
nopal, popular "cochinilla", del que se extraía un preciado tinte
altamente cotizado en las centrales fabriles europeas, lo que sustentaría la
economía insular a lo largo de la segunda mitad del siguiente siglo. Pero el
descubrimiento de las anilinas alemanas darían al traste con toda una era de
prosperidad, conocida como la del "áurea grana".
Y se
implantó otra vez la caña de azúcar en su segundo ciclo. Las tierras canarias
alentadas por la ejemplarizante gestión aruquense se cubrieron de plantíos.
Para procesarla surgieron modernos ingenios, y Arucas presumió de inaugurar, el
9 de agosto de 1.884, el más completo en su género, ya que además de obtener el
cristalino edulcorante, sus alambiques o columnas rectificadoras, destilaban
aguardiente suficiente y de calidad, para el consumo de la comarca.
Arucas,
cuna del ron canario.
El
paladar isleño, que había degustado toda una serie de aguardientes de
procedencia dispar y de muy poco ortodoxa elaboración, aceptó de buen grado el
que se lo ofrecía. Lo que llegaba de fuera no lo contentaba. La América española pagaba
con la misma moneda, por la bazofia que durante años desde Europa allí se había
exportado.
Para
Arucas, el primer reconocimiento a su calidad le fue otorgado en la Exposición Regional
celebrada en Las Palmas en 1.892, donde recibió diplomas y medallas, además del
gran Vaso de bronce y plata concedido por la Reina , por o esmerado de sus azúcares y
aguardientes. Luego, la creciente demanda del ron de Arucas obligaría a la
señera entidad a plantearse su elaboración a gran escala, sin perder con esto
su tradición artesanal.
Por
ello, el primer paso para la consecución de un buen ron fue, el de la selección
de la caña de azúcar más idónea por su contenido en sacarosa, y totalmente afín
con la climatología local, como clave del éxito para su posterior proceso.
Seleccionada ésta, y adecuada la tierra con sus correspondientes surcos para el
plantío, se colocan trozos o rizomas de ella, horizontales en el fondo de los
mismos con sus brotes hacia arriba, y cubriéndolos luego con la tierra. Como
época más apropiada para ello se ha conceptuado el mes de febrero.
Cuando
la planta, con los cuidados propios inherentes a su cultivo, ha alcanzado
aproximadamente un metro de altura, es despojada de las hojas que cubre su
tallo, para que llegue a su máximo desarrollo. En poco más de un año está ya en
sazón, por lo que se descogolla, corta y en haces se transporta a la fábrica.
En
ésta, es inmediatamente molturada, extrayéndose su jugo, nominado
"guarapo", que por una canalización pasa a las cubas para su
fermentación. La parte exprimida, llamada "bagazo", es aprovechada
entre otras aplicaciones, en tareas de preparación de tierras para
subsiguientes cultivos.
Otro
paso importantísimo para un éxito final es el de la fermentación, secreto
artesanal que se obtiene en base al empleo de una levadura especial que permite
el lograr un estado y grados idóneos, para una adecuada destilación.
Efectuada
ésta, el aguardiente obtenido pasa a ser envasado en barricas de roble, que
siguen en cuanto a constitución tratamiento, lo preconizado por el monje
Basilio Valentín en 1.480, sin que hasta el presente se conozca otro sistema
para la consecución de un excelente y verdadero ron.
Ya en
las bodegas, el maestro del blénded, controla las diferentes partidas
envasadas, hasta que éstas alcanzar la suavidad y el bouquet propio que
caracterizan a los rones de Arucas, en su paulatino envejecimiento de un año
para los más jóvenes y de doce a catorce para los añejos.
Desde
dichas bodegas, el ron se trasvasa automáticamente a la modernísima planta de
envasado, desde donde efectuado éste y embalado convenientemente, pasa al
mercado. Hoy Destilerías Arehucas continuadora desde 1.965, de la mas que
centenaria fábrica creadora del exquisito ron, está alcanzando altas cotas,
tanto en su producción como en el reconocimiento de su calidad. Además,
independientemente de esta su selecta gama de rones, ha ido elaborando toda una
serie de cremas y licores, muchos de ellos, al igual que los rones,
consubstanciales a nuestra tierra.
Sus
perspectivas son amplias, y su política exportadora impulsada hacia la
comercialización de sus renombrados productos en el mercado internacional.
Después
de lo reseñado, el lector se habrá impuesto de lo que caracteriza a un
verdadero ron. De que sus origen fue fruto de una ancestral cultura, aunque en
su trayectoria esto fuera tergiversado. Por ello se puede aseverar que existe
una gran raíz cultural en la consecución del mismo, y que fue creado, no para
degeneración del ser humano, y si como tonificante y coadyuvante en las
relaciones sociales de éste. Pero no se podrá hablar de su cultura, si no se es
consciente de que la moderación en su uso, es la clave para beneficiarse de los
efectos positivos que el buen ron nos ofrece. (www.mgar.net/azucar.htm -)
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