UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1471-1480
CAPITULO V
Eduardo
Pedro Garcia Rodriguez
1479. Estrepitosamente derrotados los
Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de
Fez, decretado por los pontífices romanos. Firmado el tratado en el mes de septiembre, quedaron adjudicadas, a su corona, las islas
de Titoreygatra (Lanzarote), Benahuare (La Palma ), Erbania (Fuerteventura), Gomera, esero
(Hierro), Graciosa, Tamaránt (Gran Canaria), Chinech (Tenerife) "e todas
las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar". Relanzada la
conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula,
obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó
circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la
tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas
"revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los
maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha
limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos". (L. Al. Toledo)
Públicas las "colusiones", persistentes en la
historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia ,
a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que
al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció
saber que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la
amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada,
"fasta que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la
dicha nuestra santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de
armas", el último canario. Iniciada la distribución de indulgencias, no
estando la población para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los
morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la obligación de
pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del súbdito.
No estando
"acabada" la conquista, por persistir los canarios en su
"rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando
a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y
Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el
último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al
encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de
Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el
nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la
conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e
Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar
con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas,
gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba o quien la tuviese,
le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo
"ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e
ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando
a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel,
siguiendo juicios sumarísimos.
Ejecutadas
las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea
de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe
católica", "fasta la ganar e vos apoderar", continuando en
"Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles".
Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los
que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros
e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o
"fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha
Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen
"más gana", les serían repartidos solares y "heredamientos",
dando a cada uno "aquello que viedes, que según sus merecimientos e
estado, aya menester". Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo,
expropiando las varas compradas y cesando a los justicias, con excepción de los
nombrados por la corona. Los cargos podrían ser "cadañeros",
vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al
"regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de
madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco el título de
notario público y escribano de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife
e en los mares e en los puertos della" (L. Al. Toledo)
1479. En la Isla
de Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández antes de irse á España las
Compañías de la Hermandad
el año 1479; llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á
Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío,
tres mujeres, dos hombres y algunos muchachos, que dormían en cuevas, y mucho
sebo, carne salada263, panes de cera y cantidad de velas de cera medio
encentadas y una á modo de cirio pascual encentado, cueros de cabra y cebada,
dejáronse allá otras mayores cantidades de todo ésto, y molinitos ó tahonillas
de mano, cazuelas y platos de barro tosco. (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)
1479.
El clérigo de secta católica Juan
de Frías fue uno de los invasores que en el nombre de dios pasó a cuchillo más
canarios que los mercenarios seglares de Juan Rejón. Según el cura de la
iglesia católica, el criollo José de Viera y Clavijo este asesino de
pueblos “ya desde el año de 1479 era
obispo de Rubicón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de
Sevilla, natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos;
prelado de cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VII
de esta Historia.
Allí le vimos ser el alma de la
conquista de Canaria, apaciguar las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan
Rejón, invadir en persona a los canarios por Tirajana y otros puestos, llevar
en la última campaña el real pendón, animar los soldados con las palabras y el
ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria, bautizar y consolar los nuevamente
convertidos y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüimes para
su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo;
finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la Gran Canaria , a cuyo
fin no excusó viajes a Sevilla, impetró del papa nuevas bulas y practicó
aquellas notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.
Nos consta, que en 21 de febrero
de 1483 había hecho don Juan de Frías, por procurador, su visita ad limina
(obligación que nuestros obispos de Canarias tenían solamente cada diez años,
por privilegio concedido a don Diego de Illescas), como se echa de ver por la
carta del camarlengo.
De un breve de Inocencio VIII,
con data de 25 de enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la
iglesia de Canaria vacante, y por consiguiente que el ilustrísimo Frías había
muerto a fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la
traslación de la catedral y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel
obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber asistido a esta función, que se
celebró el día 20 de noviembre.” (Viera y Clavijo, 1991)
1479. En
Agaete, Tamaránt creó su feudo e ingenio azucarero el mercenario y traficante
de esclavos Alonso Fernández de Lugo quien atrincherado en su torre de Gaete
-de la cual era alcaide daba rienda
suelta a sus sueños de grandeza y maquinaba la manera de satisfacer su
insaciable afán de rapiña.
Desde la torre, divisaba en días claros la silueta de la isla de Chinet (Tenerife) y soñaba con Benahuare (
1479. El asentamiento canario de Arehukas (actual Arucas) en
Tamaránt (Gran Canaria) su origen se remonta a la etapa precolonial. De hecho,
su nombre procede del término aborigen Arehukas. Su primigenio poblado fue
arrasado por las huestes del mercenario invasor
al servicio de Castilla Juan Rejón, en 1479. De este momento, sobresale
la denominada “Batalla de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo canario
Doramas.
Entre los yacimientos
arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la falda sur de la Montaña de Arehukas y
actualmente visitable, tras llevarse a cabo un proyecto de musealización,
presentándose, hasta el momento, como el primer y único asentamiento
precolonial integrado en un edificio de uso social, en este caso en una
asociación de vecinos.
Después de la invasión y Conquista, Arehukas se
fue poblando principalmente, a comienzos del siglo XVI, de numerosos invasores
colonos a los que se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento del
botín de guerra de la colonia, quedando como mayores beneficiarios Tomás
Rodríguez de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan de
Aríñez, entre otros. Esta incipiente población europea fue situándose alrededor
de la ermita de la secta católica de San Juan, situada en los mismos terrenos
que ocupa el actual templo, obra aquella de anónimos personajes que operaban en
los ingenios azucareros. La actividad generada por estas fábricas, los
cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron
suficiente demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos,
criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los
primeros habitantes con que contó la incipiente población.
El aumento de la población, ocasionada por la
prosperidad económica del momento, determinó que, en 1515, el obispo de la
secta católica Fernando Vázquez de Arce elevara la sencilla ermita al grado de
parroquia, con pila bautismal y cura propio. De esta forma, Arehukas, que venía
teniendo la consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título de Villa
a partir del 19 de noviembre del año aludido. El aumento de la feligresía
impulsa la fundación de dos nuevas ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la
de San Sebastián (1547). La primera, ubicada en La Goleta , en el punto
denominado Lomo de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante
francés casado con María de Santa Gadea. La segunda, localizada primeramente
cerca de los terrenos del llamado “Teatro Nuevo”, se construyó en 1699,
ocupando el espacio en donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución , frente
a las Casas Consistoriales, y fue derruida en 1868.
Así se llegaron a constituir dos núcleos
denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso, con la parroquia
de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición, Heredad de Aguas de Arehukas
y Firgas, Milicias de Arucas y Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa
de Arriba”, sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la ermita
de San Pedro.
Por otro lado, en esta época destacaron dos
eventos, la fundación de la
Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas (1545-46), que
posibilitó el auge económico de la
Villa , al tiempo que con el transcurrir de los años ha dotado
al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias de piedra, cantoneras,
presa) de gran valor etnográfico, y la constitución del Mayorazgo de Arehukas
por Pedro Cerón (1572), que prolonga su existencia hasta 1859, momento en que
se vendieron sus propiedades por el proceso de desamortización del siglo XIX.
Durante los siglos XVII y XVIII, la economía de
Arehukas vino marcada por un periodo de decadencia, en relación con la
brillante etapa precedente. Al hundirse el comercio de los azúcares insulares
se procede, en casi todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos.
En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente, si bien no
conseguirá obtener tan buenos resultados como el anterior cultivo, por lo que
se combinó con otros, como el trigo, el millo, las papas y frutales.
El siglo XIX, por el contrario,
representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente a partir
de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación de las tierras del
Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras de Mendizabal y Madoz, significó
el comienzo de un gran desarrollo agrícola, con el cultivo de la cochinillla en
primer lugar y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios
fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y en la construcción de
numerosos edificios públicos, como las Casas Consistoriales, el Mercado
Municipal y la Fuente
del Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter privado de dos
plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos adelantos, junto a la
fundación de dos importantes industrias, aún vigentes, La Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884),
determinaron la concesión, por parte de la reina Regente María Cristina, del
título de ciudad (1894).
Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales,la Guerra Civil de los españoles, así como la
llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía
imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el
estallido de la I Guerra
Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los
consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis,
vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta
aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector
servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649
habitantes, en 1920, a
25.010, en 1950. (Alicia Hernández Padrón)
Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales,
1479.
En la Rada de Arguineguín en
Tamarant el capitán de mar, Pedro Hernández Cabrón, desembarcó con un numeroso
grupo de soldados bien armados que el había facilitad el invasor Algaba, sin
duda deseoso de complacerlo y que fuera su aliado en sus deseos de enviar de
nuevo a España al general Juan Rejón. Por este motivo le cedió tropas, barco y
avituallamientos, así como palabras de aliento para llevar a cabo su empresa
para adentrase en el valle de Tirajana, dispuesto a capturar un buen número de
aborígenes y venderlos a buen precio en los mercados de Valencia y Sevilla.
Un isleño bautizado que formaba
parte de la expedición advirtió al capitán de mar.
-Señor es muy peligros adentrase
por estos lugares. Hay guerreros muy peligrosos y valientes por estos
barrancos.
Cabrón se río y respondió:
-No temeré yo a gentes desnudas y
armadas de palos.
Seguro del poder de sus armas
continuaron internándose por el agreste terreno cuando de pronto sonó un agudo
silbido que pareció cortar el cálido viento al que siguieron otros más y, en un
momento ágiles y raudos, un grupo de canarios al mando del faykan de Telde
descendieron por los ásperos acantilados cayendo sobre los sorprendidos
soldados. Amoragas y tabonas funcionaron contundentemente y momentos después 26
castellanos yacía muertos, más de cien heridos y ochenta prisioneros quedaban
en manos de los isleños.
Una tabona diestramente lanzada
se estampa en la boca de Cabrón dejándole sangrando y sin dientes.
Gritando de dolor y de rabia se retira seguido
por los supervivientes del encuentro con los guerreros canarios hasta la costa
y presurosos suben a los barcos y se alejan de aquella playa que, desde
entonces, lleva ese nombre de Cabrón. (Tiferán)
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