Eduardo Pedro García Rodríguez*
La tarde era calurosa, en el
salón de su casa-palacio en Teguise capital de la isla Titoreygatra (Lanzarote)
el criollo Agustín de Herrera y Rojas, Marqués de Lanzarote había convocado a
colonos y criollos significados a una tertulia la cual tenía por objeto el
presentarles al recién adquirido marido –comprado en Sevilla a cambio de la promesa del señorío
de Lanzarote- Gonzalo Argote de Molina para
su ilegitima hija segunda Constanza de Herrera y Bethencourt, nacida en 1568 de
la relaciones extramatrimoniales del Marqués de Lanzarote y de Bernardina de
Cabrera León y Bethencourt, esposa legítima del genovés Teodoro Espelta,
comerciante establecido en la isla.
Cuando Constanza de Herrera
contrajo matrimonio con Gonzalo Argote de Molina contaba 17 años de edad y éste
49. Constanza era nieta de una esclava morisca de berbería a decir de del
descendiente de judíos conversos Gonzalo de Saavedra “Señor de Fuerteventura”.
También se le atribuía
ascendencia judía a Gonzalo Argote de Molina, quien en el transcurso del tiempo
llegaría alcanzar cierta notoriedad como poeta, escritor e historiador.
Pero retomemos la amena tertulia
del Marqués, éste trataba de cautivar a su forzada audiencia narrándoles sus
“heroicas hazañas” al frente de su banda de
forajidos llevadas a cabo en el continente a la captura de esclavos,
oro, ganados y todo cuanto pudiesen saquear, fuente de su riqueza obtenida al
igual que sus antepasados de la esclavitud y venta de seres humanos, los cuales
una vez prácticamente agotadas las posibilidades de las islas bajo su dominio,
optaron por obtener estos inhumanos recursos en el continente para mantener sus
mercados en la península ibérica.
Lejos estaba el esclavista Agustín de Herrera de sospechar
que muy pronto iba a experimentar en propias carnes la medicina que tanto él
como sus antepasados habían prodigado con tanta generosidad en los pueblos
imazighen del continente.
Al atardecer del día 30 de julio
de 1586, la escuadra de Morato Arráez (capitán Morato), avistaban las costas de
Titoreygatra (Lanzarote), en medio del general entusiasmo de las tripulaciones,
quienes veían próxima la oportunidad de vengar las innumerables esclavizaciones,
vejaciones, ultrajes y saqueos de que venían siendo objeto por parte de los
Herreras, al tiempo que esperaban liberar de la esclavitud a muchos de sus
compatriotas en poder de los Herrera y demás colonos de la isla.
Según el investigador Rumeu de
Armas: “Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron ocultos a la vista de
la isla hasta la noche para no ser descubiertos desde tierra por los naturales.
El desembarco se verificó, ya
oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los Charcos, eludiendo el pirata
el ataque al puerto principal para mantener el sigilo de la operación, cosa que
logró plenamente. Al día siguiente, jueves 31 de julio, las tropas
turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la villa capital Teguise
con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se hallaban los asaltantes a
media legua de ella.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II:75-76)
Centrémonos ahora en el tema que
da titulo a este artículo: los imazghen provocaron un levantamineto casi
general de esclavos, entre los que reclutaron sus más destacados colaboradores
como conocedores de la tierra para las incursiones a llevar a cabo por la isla.
Entre ellos hallábanse el morisco Pedro
de Lugo, que en unión de: su mujer e hijos aprovechó la oportunidad para recobrar
su libertad y la de su familia uniéndose a los asaltantes. Pedro de Lugo retomó, a partir de entonces, su nombre por el de Audalá y en compañía de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las empresas
de los imazighen. Sus otros hijos Melchor,
Blas, Tomasa y Catalina pasaron con su madre a las galeras esperando el
momento del retorno a Berbería.
La misma conducta siguieron los
hermanos Juan y Francisco Escalona, quienes
retomaron sus primitivos nombres de Alí
y Braen. Igual transformación
sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas Leonor y Catalina,
fieles a su nueva religión y a sus amos, pasaban a las galeras en calidad de rescatadas,
así como los esclavos negros Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la morisca Juana, que huyó del cortijo con dos
criaturas.
También se autoliberaron esclavos
de las aldeas y caseríos como el morisco Juan,
propiedad de Marcial de Cabrera, o los negros Pedro y Luís, propiedad,
respectivamente, de Bartolomé Cabrera y Juan León. Pedro de Lugo, Juan
Descalona, Francisco Descalona. La
mujer de Baltasar de Betancor; María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; Antonia Camacha; la mujer y los hijos
de Sancho de Herrera León; la esposa
de Marcial de Cabrera, la viuda de Peralta, Juan Escalona y su esposa; Leonor
y Catalina de Herrera (hermanas
de Muza [Pedro] y Hamet [Diego], esclavas del marqués, y Gonzalo, como otros esclavos por
imposición convertidos al cristianismo.
El Marques de Lanzarote en su
huida por el interior de la isla, en su desconcierto se vió obligado a confiar
la seguridad de su esposa y de su hija a
un esclavo morisco, quizás confiando en que los largos años de forzada
servidumbre hubiesen ahogado los deseos de libertad del esclavo. Rumeu de Armas
nos relata así aquel hecho: “En el éxodo por las montañas de la isla, el
marqués de Lanzarote hubo de procurar el mejor acomodo para su familia, con
objeto de recuperar la libertad de movimientos necesaria a un jefe militar en
la defensa del territorio de su mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser
algunas de ellas verdaderas fortalezas naturales-le parecían lugares demasiado
conocidos para darles albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera León, que llevaba
largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza del marqués, se
ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido, velando por su
seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y de su hija
Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro paraje de
la isla.” Y continúa Rumeu: El hecho (de
la captura de la esposa e hija del Marqués) ocurrió de la siguiente manera: el
martes 12 de agosto, por la mañana, un destacamento de más de cien moros avanzó
sobre la cueva de Tesa, cumpliendo instrucciones de Morato Arráez y llevando
como "adalides" a Juan de Escalona (Alí) y a Juan Camacho.
Llegados a la cueva de Tesa, lugar previsto de acuerdo con la confidencia
recibida, los moros se situaron estratégicamente guardando sus alrededores y
salidas, mientras una docena de ellos penetraban en su interior. Desperdigados
como hurones, los moros recorrieron en todas direcciones el interior de la
caverna; mas cegados por los contrastes de luz y poco prácticos en el
conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda. Entonces vino en su ayuda
el esclavo del marqués, Juan de Escalona,
quien pudo al fin localizar a ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades
de las rocas. El traidor Alí señaló a
los moros el refugio de sus señoras diciendo: "jAhí están, ahí están!
¡Entrad! jEntrad!", y entonces éstos se abalanzaron sobre ambas tratando
de prenderlas. Un moro que llevaba un alfanje desnudo arrastró por los cabellos
a doña Constanza de Herrera hacia el exterior, mientras la marquesa, doña Inés,
llorosa y compungida, la seguía. Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen)
no pudo menos de echarle en cara su miserable comportamiento: "Francisco, ¿que te he hecho yo?-le
dijo--; ¿por que me bendiste?", a lo que respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio". (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II:79-80)
Durante estas jornadas de más que
justificada revancha llevadas a cabo en la isla Titoreygatra por las tropas de
Morato Arráez, fueron hechos prisioneros como hemos visto entre otros colonos
de la isla la esposa de Agustín de Herrera y su hija Constanza, las cuales
fueron rescatadas tras vergonzosas capitulaciones por Gonzalo Argote de Molina,
a quien por cierto, sus virtudes militares de que tanto le gustaba alardear de
nada le sirvieron ante la justicia que animaba a los expedicionarios imazighen.
Marzo de 2008.
* De la Asociación
Sociocultural Kebehi Benchomo.
Fuente consultada:
Antonio Rumeu de Armas
Canarias y el Atlántico:
Piratería y Ataques Navales
Tomo II, primera parte.
Edición: Gobierno de
Canarias-Cabildo Insular de Gran Canaria-Cabildo Insular de Tenerife. Año 1991.
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