Eduardo Pedro García
Rodríguez*
En estos últimos tiempos tanto los medios de comunicación
sociales de España en la colonia de Canarias como algunos de los políticos del
supuesto gobierno autónomo, están lanzando a la opinión pública una serie de
inquietantes mensajes en torno a lo que ellos denominan como inmigración ilegal,
con el claro propósito de desviar la atención pública del verdadero problema
inmigratorio ocasionado por la masiva llegada a esta colonia de miles de inmigrantes
españoles y demás europeos, por puertos y aeropuertos los cuales están
colapsando el escaso territorio del Archipiélago.
La arribada a “nuestras” costas de ciudadanos de nuestro
continente es ciertamente insignificativa, el hecho de que la llegada de estos hermanos
(los que consiguen arribar) en frágiles pateras y cayucos jugándose ciertamente
la vida en la aventura, como prueba las
cientos de victimas mortales contabilizadas y las miles ignoradas, y que están
siendo utilizadas tanto por el gobierno de la metrópoli como por el
supuestamente autónomo de Canarias como cortinas de humo con las cuales
pretenden ocultar la masiva y verdadera invasión, orquestada desde la metrópoli
y sus lacayos criollos al objeto de desenraízar al pueblo canario, mediante
ésta practica etnocida la cual podríamos calificar de verdadero terrorismo de Estado.
Los sucesivos gobiernos de la metrópoli siempre han sido hábiles
en derivar sus problemas internos hacía las colonias. Al crear el “cinturón de
acero” en el Estrecho de Gibraltar para frenar la llegada de emigrantes de
nuestro continente hacia la parte de la Península Ibérica
que ocupa España, sabían que era previsible que el flujo migratorio se
desbordase hacía el Archipiélago Canario como puente de acceso a Europa, esto
también lo sabían los políticos “canarios” de servicio quienes dicen defender
los intereses de Canarias, y que fieles a la voz de su amo optaron como es
habitual en ellos en consentir la política de hechos consumados, sin que
levantaran la voz en defensa de los intereses del pueblo que dicen defender.
El más elemental de los derechos
humanos, es precisamente el de la subsistencia, y mayor derecho les asiste a
quienes habiendo sido despojados de sus recursos naturales, y abocados a la más
abyectas de las miserias, traten de saciar su hambre con las migajas de las
ricas mesas de sus explotadores los cuales gozan de un considerable bienestar,
a costa de la sangre y el sudor de los antepasados de quienes en la actualidad se
juegan la vida sin cuento para poder acceder a un trozo de pan. Mientras las
deshumanizadas sociedades explotadoras europeas gastan millones de euros en
peluquerías y cosméticos para perros y otros animales de compañía, cientos de
miles de niños, ancianos y mujeres mueren de hambre o victimas de enfermedades
fácilmente curables con medicamentos básicos, mientras en la saqueadora y
opulenta Europa se desechan miles de toneladas de productos farmacéuticos para
mantener la dinámica capitalista de los laboratorios multinacionales, en África
y en muchos países denominados del tercer mundo, enfermedades fácilmente
erradicables hacen estragos en sus poblaciones. No deja de ser una paradoja
macabra que sea precisamente de estos países
donde dichas multinacionales de los medicamentos extraen la mayor parte
de las materias primas con que los elaboran.
Nuestro continente ha sido
siempre presa apetecida por el colonialismo capitalista, desde tiempos remotos
hemos sufrido las invasiones y saqueos de fenicios, griegos, romanos, vándalos
y árabes, pero ninguna fue tan virulenta en los tiempos modernos como las de
los europeos a partir del siglo XV.
Desde el siglo XIX el capitalismo
y la revolución industrial se han asentado en Europa y necesita expandirse en
busca de regiones que le proporcionen materias primas y mercados.
Aparece el colonialismo como
doctrina de desarrollo. Todo pretendido gran país debe tener un imperio
colonial, tal y como lo conciben los ingleses, españoles, alemanes, franceses,
holandeses y portugueses.
Los imperios de la Edad Moderna no sólo
explotan el territorio, sino que pretenden establecerse en él de manera
definitiva, pasando a formar parte de la corona o gobierno. Pero los imperios
de la revolución industrial pretenden sólo explotar el territorio. Se trata de
sacar materias primas de las regiones no desarrolladas industrialmente y
exportar los productos elaborados a estas mismas regiones, con un valor añadido
muy superior. Claro que no se tiene en cuenta que en estas regiones no hay
capitales con que comprarlos. Las regiones no desarrolladas se convierten en
subdesarrolladas. Se buscan principalmente productos agrarios y mineros, y más
modernamente turísticos.
Entre los países europeos comienza una carrera
por el dominio de África, y del mundo. Esta carrera tendrá su expresión en la Conferencia de Berlín
de 1884-1885, en la que los países europeos se reparten África, con la misma
liberalidad que en siglos anteriores los papas de la secta católica repartían
el mundo y sus habitantes.
Las potencias
industriales europeas se ven en la necesidad de tener un imperio colonial, y
para poner orden en el reparto del mundo se reúnen en Berlín en 1884. Durante
este año y el siguiente se establecen las condiciones de ocupación efectiva del
territorio. Se llega al acuerdo de que el proceso de colonización de un
territorio ha de tener tres fases:
La ocupación efectiva, que implica el
tener una administración en la región, y el desplegar un ejército que controle
el país. En un primer momento la metrópoli no hace grandes inversiones en su
colonia, debido a la inseguridad y a la escasez del comercio. El área de
colonización en el interior viene determinada por la existencia de enclaves en
la costa. La conquista se hace del litoral al interior. De este período
quedarán en la colonia la
Administración , la lengua y la cultura; además de población colonial
generalmente blanca.
El período de explotación, se inicia
cuando la colonia es explotada con mayor intensidad. La metrópoli invierte en
infraestructuras de comunicación: carreteras, ferrocarriles y puertos que den
salida a los productos que se comercializan en la colonia. Se producen
profundos cambios sociales en la población autóctona. Se crean ciudades y la
población se urbaniza a imagen y semejanza de la metrópoli, aparece la sanidad
occidental, comienza la transición demográfica en un pueblo que no se está
industrializando, y surge el proletariado indígena, necesario para explotar los
recursos a la manera capitalista. En definitiva: los pueblos autóctonos se
aculturizan. Las inversiones aumentan. Llegan las grandes empresas occidentales
mineras, de plantación o de servicios, y la población blanca se erige en la
burguesía autóctona.
Por último, se da el período de agotamiento, en
el que las colonias dejan de ser tan lucrativas económicamente (excepto en el
caso de Canarias). El cambio tecnológico que se produce en la industria europea
es, en buena medida, responsable de esto, ya que cada vez se depende menos de
la materia prima, puesto que se aprovecha mejor. Los indígenas han estudiado en
los colegios de la metrópoli y han asimilado sus ideas. Comienzan los
conflictos sociales y raciales. Las colonias entran en crisis como mercado.
A partir de entonces se elabora por parte de las
metrópolis nuevas políticas neocoloniales que les permitan desembarasarse de
los costos del mantenimiento del estatus
colonial, al tiempo que le permita continuar extrayendo los beneficios
económicos que produce la colonia, el tejido productivo mediante el
mantenimiento abierto o encubierto bajo el silogismo de Tratados de Cooperación
o otros similares, para ello cuenta con el criollismo servil educado en los
parámetros capitalistas y políticos de la ex –metrópoli, manteniendo allí donde
convenga sus estructuras bancarias, de seguros, de servicios, financieras, de
transportes, comunicaciones etc. En
muchos caso camuflados con nombres autóctonos que tramiten la impresión de ser
empresas locales. Un claro ejemplo de lo expuesto lo constituye la situación
actual de la colonia de Canarias, en la cual a pesar de no haber alcanzado aún
la condición de Estado Archipielágico Independiente, las estructuras sociales, económicas
y políticas imperantes son las expuestas.
Retomando el tema de inmigración no europea a esta
colonia, la presencia cotidiana del “problema de la inmigración” en los medios
de comunicación de masas y en el “debate político” canario se ha ido
intensificando en los últimos meses, hasta convertirse en uno de los temas
principales de telediarios, periódicos, debates parlamentarios, reuniones
ministeriales, mítines… Si aceptamos el discurso dominante, ello se debe a las
enormes dimensiones que está tomando “el problema”, con la llegada masiva de
inmigrantes continentales a las costas de la metrópoli y principalmente a la
colonia de Canarias.
Ante esta situación, las diferentes instituciones y
fuerzas políticas dependentista implicadas expresan su visión del asunto y
ejecutan determinadas políticas. El gobierno supuestamente autónomo canario, en
manos de Coalición Canaria, manifiesta su negativa a ser “la guardería de África”
y “exige” la corresponsabilidad del Gobierno de la metrópoli. A pesar del estatus de supuesta Comunidad Autónoma no
tiene competencias en un asunto tan vital para la colonia como la
emigración. Un problema que según
Coalición Canaria no es canario, sino de la metrópoli y europeo. Además,
“presiona” para que se desarrolle un control férreo de las fronteras de la
colonia con el continente, tanto para evitar la llegada a Canarias de inmigrantes
del continente como para evitar que puedan alcanzar la opulenta y despiadada
Europa, internando a los que consiguen llegar - siguiendo la más acrisolada
tradición española - en campos de concentración eufemísticamente denominados
“Centros de Acogida”.
Además, proponen un incremento de la ayuda al desarrollo,
propiciando “la consolidación del Archipiélago Canario como plataforma base
para el desarrollo de las políticas de cooperación con los países de África
Occidental”, es decir, convertir la colonia en una nueva plataforma de agresión
económica al continente, especialmente de las Cámaras de comercio norteamericanas.
Como es bien sabido, para el capital explotador no existen fronteras y en sus
penetraciones en nuevos campos de saqueos suelen hacerse acompañar de buenos
guías, en la colonia de Canarias por tradición contamos con los mejores, que
son los políticos criollos serviles, del color político que sean, los cuales
para ponerse en marcha no necesitan como el burro que le cuelguen una zanahoria
delante de las orejeras, basta con que le muestren un billete verde y, cargan
con lo que sea.
Ciudad colonial de Eguerew, abril de 2007.
*Miembro de la Asociación
Sociocultural Kebehi Benchomo
Fuentes consultadas:
El Plan África y la recolonización
África: Território y sociedades
club.telepolis.com/geografo/regional/africa/historia.htm
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