Eduardo Pedro García Rodríguez.
Desde los círculos dependentistas
y colonialistas hace bastante décadas se
viene trasmitiendo mediante los diversos medios de comunicación e incluso en
determinados foros sociales y académicos, la idea de que la sociedad canaria en
su conjunto ha tenido siempre asumido el hecho de considerar que nuestras islas
son Europa.
Como bien saben los estamentos
dominantes y los profesionales de la publicidad y el marketing, la palabra
hablada o escrita es un arma considerable dependiendo su virulencia de las
intenciones y fines de quienes desean emplearla como tal.
Con demasiada frecuencia los
canales de televisión, las emisoras de radio, los medios escritos e incluso en
determinados foros, nos bombardean constantemente con expresiones como estas:
“en el sur se ha inaugurado el hotel más moderno de Europa” “el grupo roquero
Pepe presenta en Canarias el único
concierto que da en España” “el Teide es la montaña más alta de España” “la
cadena de grandes superficies Pepe establece en Canarias su única sucursal en
España” “ la lluvia en Canarias como en el resto de España han sido intensas” etc.etc.etc.
Otro aspecto que cuidan mucho estos “portadores de cultura” es evitar el empleo
del término África o africano, los cuales sustituyen falazmente por el de: “el vecino
continente” o “subsahariano”, como si nuestras islas estuviesen situadas ahí,
pegaditas a Madrid. Otra falacia del lenguaje lo constituye el uso continuado
del término península, cuando alguien me dice: “fulano viajo a la península” la
verdad es que me deja en un mar de dudas ¿A dónde viajó fulano? ¿A Portugal?
¿A Italia? ¿ A Kanchaka? O quizás a
Bakassi, Cabo Verde, Azuero, Burica, Nicoya, Osa, Baja California, Nuussuaq,
Yucatán, Península Balcanica, Crimen, a …, la verdad es que no me aclaro a que
península viajó Fulano.
Es de suponer que tanto los
estamentos de donde emanan tales mensajes como quienes los redactan, tienen
unos mínimos conocimientos de geografía, entonces ¿Por qué este empecinado
empeño en situar nuestras islas en el continente europeo? La cuestión está
clara, decía un propagandista nazi que una mentira por desproporcionada que
esta sea si se repite continuamente acaba siendo asumida como verdad.
Otro aspecto de esta falacia
ampliamente difundido por el sistema colonial, es que en Canarias los
sentimientos de pertenencia africanista son de reciente implantación y asumidos
por un reducido grupo de la población.
No dicen lo mismo los registros
históricos, existen varios ejemplos en los que la oligarquía y burguesía
criolla dependiente canaria se planteó seriamente la africanidad de Canarias,
naturalmente en situaciones en que veían la posibilidad de que sus ingresos
económicos o sus privilegios estuviesen en peligro, en estas situaciones los
estamentos dominantes no dudaban-ni dudan- en poner en entredicho su tan
cacareada “inquebrantable españolidad y europeidad” más o menos como en los
tiempos actuales ¡Nada nuevo bajo la
Sol !
Como ejemplo de lo dicho, me
permito transcribir unos párrafos de un documentado trabajo del investigador
Antonio Bethencourt Massieu, titulado Segunda
ofensiva diplomática por la africanidad, datado en el años 1750: “ […] Cuando inicia don José de Carvajal los
contactos para el logro de un amplio tratado de comercio con Inglaterra, vuelve
a tocarse tangencialmente el asunto de los vinos canarios. Incluso por los
mismos comerciantes ingleses, multitud de cartas se habían dirigido desde el
Archipiélago al embajador en Londres, Ricardo Wall, para que se reconociese su
situación africana y, con ello, se lograra la derogación del Acta del año 63 y
la rebaja de los derechos de nuestros caldos, equiparándoseles con los de
Portugal y Francia.
En igual dirección se mueve
Carvajal, desde la
Secretaria de Estado, y a las instancias oficiales se unen
las gestiones que durante cuatro años lleva adelante en la capital inglesa el
abogado católico Mr. Murphy, que actuaba por encargo del comerciante George
Commins y con el respaldo de la mayoría de sus compatriotas aquí afincados,
hasta que obtiene un dictamen positivo del fiscal Mr. Henley. El representante
local, don Félix Abréu, que se excusó de auxiliarle por carecer de órdenes
precisas, manifestó sus temores de que, al aceptarse nuestros vinos como
productos africanos y darles acceso a las colonias, pretendiese la otra parte
una reciprocidad para la trata de negros que desde África mantenía con América,
vulnerando así las prohibiciones señaladas en las leyes de Indias y, en suma,
rompiendo el monopolio de derecho que España mantenía sobre sus posesiones;
hipotético perjuicio que, en última instancia, paraliza coyunturalmente los
canales diplomáticos y deja sin fruto alguno el momentáneo éxito de Murphy.
El reconocimiento de la
africanidad, pese a todo, se mantiene como primer recurso para la reanimación
de las exportaciones vitícolas en el memorial que a nuestro rey presenta, el 16
de septiembre de 1758, don Francisco Xavier Machado Fiesco, llegado a la Corte española con
instrucciones del cabildo de Tenerife para, un primer término, presionar en lo
referente a la exención de los derechos de entrada; pero a quien obligaron a
optar por lo que parecía más sencillo, tanto la agobiante situación canaria,
como lo inviable de aquella petición.” (Antonio Bethencourt Massieu, en:
Millares Torres, 1997:145-6)
Insisto, nada nuevo bajo la Sol que alumbra a esta colonia
de España situada al Noroeste de África.
Eduardobenchomo@gmail.com
Fuente consultada:
Antonio Bethencourt Massieu
En: Historia General de las Islas
Canarias
De Agustín Millares Torres, T. 4
Ciudad colonial de Eguerew,
noviembre de 2007.
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