domingo, 28 de septiembre de 2014

Canarias tras la Independencia de Cuba



1898 mayo 5.

La derrota sufrida en Cuba trajo la intranquilidad a Canarias, donde se temía un desembarco de los yanquis en cualquier momento. Según el Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder, cometen con la más cínica impunidad todo género de abusos. Los enconos políticos entre Tenerife y Gran Canaria habían tomado alarmantes proporciones, siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños, antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península, para reforzar la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía:
Los que al finalizar el siglo XVIII supieron repeler la invasión extranjera y conservar incólume para España este pobre rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX, defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente, por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y, confundidos en estrecho abrazo, saludarlos al grito sacrosanto de ¡Viva España!.
A Las Palmas llegaban los refuerzos el 10 de Abril de 1898. Eran fuerzas de artillería e infantería que viajaron en los buques Antonio López y San Francisco. Una inmensa multitud fue al muelle de Santa Catalina para darles la bienvenida. La ciudad se engalanó y la calle de Triana, por donde desfiló el Batallón de Infantería, fue un clamor. Después entraron las tropas de Artillería, que fueron objeto, según el diario España, de una ovación pocas veces oída en la ciudad, principalmente en los alrededores del Gabinete Literario, parte de cuyo edificio se había convertido en cuartel provisional.
Estado de guerra en Canarias
En vista de la situación el Capitán General, teniente general Montero, hizo público, el 9 de mayo de 1898, un bando en el que expresaba que a la vista de las graves circunstancias por las que atravesaba el país, y autorizado por el gobierno de S.M., declaraba el estado de guerra en toda la provincia de Canarias. Y Diario de Tenerife, en su edición del 5 de mayo de 1898, incluía un editorial basado en la noticia de que el Consejo Naval de los Estados Unidos, presidido por Mackinley, había acordado preparar expediciones para ocupar Canarias y Baleares. El editorialista advertía a los hipotéticos invasores que desistieran de tal aspiración, porque debían saber que en Canarias cada brazo tenía un fusil, cada pecho una fortaleza y cada vida que arrancaran les habría de costar diez. Al teniente general Montero, que cesó en agosto de 1898, le sustituyó el teniente general Manuel Delgado y Zuleta, nacido en 1842, en Sevilla. Un infante que había combatido en África y logrado ascender a comandante y coronel por méritos de guerra en las operaciones contra los carlistas. Llegó a Tenerife el 13 de septiembre a bordo del vapor Alicante, acompañado de su esposa y cuatro hijos, Rindió los honores correspondientes una batería del 9 Batallón de Artillería y el Batallón de Cazadores cubrió la carrera hasta el palacio de Capitanía General. Sólo estuvo hasta abril de 1899 porque fue nombrado jefe del Cuarto Militar de la Reina Regente.
Repatriados cubanos
Durante el mandato del general Montero continuaron llegando los militares repatriados de Cuba. Diario de Tenerife publica el 17 de Febrero de 1899, que ese día regresaron de la Perla del Caribe 114 soldados, que había dejado en Las Palmas el vapor Pío IX. Eran oriundos de Tenerife, La Palma, La Gomera y Hierro. Triste estampa la de aquellos hombres a los que habían despedido como a héroes y ahora recibían oficialmente con la frialdad de los derrotados. En el muelle estaban sus familiares y la Cruz Roja, pues cinco de ellos venían enfermos de consideración: Gerardo González, José Pérez Triana, Antonio Guerra Díaz, Félix Martín Santos y Manuel Darias González. La relación de los repatriados la encabezaban José González y González, de Granadilla; Antonio Campos Rodríguez, de La Esperanza; Miguel Hernández Clemente, de La Guancha y Salvador Rodríguez Morales, de Arico. El 6 de Marzo llegaba otra expedición, encabezada por el sargento Gregorio García Marrero, de Santa Cruz; Emilio Martín Díaz, de Santa Cruz; Manuel González Ramos del Realejo Alto; José Rodríguez Alonso, de El Sauzal; Francisco González Sánchez, de Tegueste; y José Rodríguez Fernández, de Garachico. También llegaba, en el vapor Hespérides, Lucas Rodríguez, un palmero perteneciente al Batallón de Borbón, que había perdido un brazo de un machetazo luchando contra la partida de Máximo Gómez, en Sabana de Camagraní.
Canarios que lucharon  en Cuba a favor de los colonialistas:
Fueron infinidad los canarios que lucharon heroicamente en Cuba. El general Ignacio Pérez Galdós, grancanario, hermano del famoso novelista. Fue voluntario a Cuba y obtuvo por su valor tres ascensos por méritos de guerra, además de numerosas condecoraciones. Nombrado en 1900, fue uno de los mejores capitanes generales que tuvo Canarias. José March y García de Mesa, lagunero, que fue nombrado capitán general de Canarias en 1907. Fue voluntario a Cuba, participó en numerosos combates, fue herido, enfermó de cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos por méritos de guerra en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía el tiempo máximo de residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición española le sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona militar que comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe. En 1911 se hizo cargo de la Capitanía General de Canarias. Higinio Lugo Torres, tacorontero, cabo de Infantería, que el 12 de mayo de 1896, se cubrió de gloria en la campaña cubana, en la acción de la trocha de Júcaro a Morón. Iba al frente de nueve soldados, con los que realizaba un servicio de escolta, cuando fueron tiroteados por varios jinetes y más de 50 insurrectos de infantería. Se batió con valor heroico y rechazó al enemigo causándole numerosas bajas. Dos años después, el 6 de diciembre de 1898, le concedieron la Cruz Laureada de San Fernando, la más alta consideración del Ejército español.



La guerra en la prensa

En la prensa canaria de la época se refleja detalladamente los conflictos entre los conservadores, liberales y republicanos; las enormes discusiones entre Sagasta, Romero Robledo, Cánovas, Maura, Albarzuza y todas las figuras y figurillas de la política española del momento, sobre todo a propósito de Cuba. Era una prensa en que se defendían rotundamente los intereses oficiales del gobierno español, matizada por los grandes nexos afectivos que se habían desarrollado entre Canarias y Cuba. Todo lo que tenía que ver con Cuba era especialmente tratado en la prensa de la época, pues Canarias fue una de las regiones de España más afectada con la guerra. Había pueblos en Cuba habitados casi completamente por canarios como San Juan y Martínez, Cabaiguán, Placetas y Camajuaní, cuyos padres, hijos, primos y parientes quedaron en las islas; pero, sobre todo, estaba en juego uno de los principales recursos económicos con que contaban en ese momento los isleños: las remesas que enviaban sus familiares desde Cuba. (Ileana Medina)
En Canarias este 'desastre' se vivió con mayor intensidad dados los íntimos vínculos económicos y humanos que unían al archipiélago con la isla antillana; islas como La Palma, por ejemplo, ven su precaria estabilidad económica a punto de desmoronarse a consecuencia de la guerra. Las antaño florecientes relaciones comerciales de Canarias con Cuba se ven bruscamente interrumpidas; pero, sobre todo, se ve afectado el tradicional flujo migratorio que en tantos momentos críticos había sacado a flote la economía del  archipiélago, no sólo por lo que significan las remesas de dinero, sino también por el descongestionamiento demográfico en época de penurias (Fernández Expósito et al, 1986: 73, en: Mgar.net).

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