1898 mayo
5.
La derrota sufrida en Cuba trajo la
intranquilidad a Canarias, donde se temía un desembarco de los yanquis en
cualquier momento. Según el Heraldo de Madrid, perdidas nuestras colonias, el
gobierno para el que se necesitaba más tacto y más aptitudes era para el del
Archipiélago canario, donde las rivalidades políticas entre Tenerife y Gran
Canaria alcanzaban proporciones alarmantes. Perturbado por completo el
equilibrio moral del Archipiélago a consecuencia de las luchas locales
originadas por el caciquismo, el gobernador debería hallarse revestido de una
energía y una autoridad suficiente para mantenerse al margen de las violentas
imposiciones de aquellos que, con el apoyo de las altas instancias del poder,
cometen con la más cínica impunidad todo género de abusos. Los enconos
políticos entre Tenerife y Gran Canaria habían tomado alarmantes proporciones,
siendo necesario que la prensa nacional se ocupara de los asuntos isleños,
antes que lo hiciera la inglesa, por aquello de que la ropa sucia debe lavarse
en casa. Canarias vivía una psicosis de posible invasión yanqui. Así el 2 de
Abril de 1898, la prensa provincial daba la noticia de la próxima llegada a
Santa Cruz de fuerzas del Ejército procedentes de la Península , para reforzar
la defensa de las islas. Animaba el editorialista a la población para que
dispensara un recibimiento entusiasta a los soldados y añadía:
Los que al finalizar el siglo XVIII supieron
repeler la invasión extranjera y conservar incólume para España este pobre
rincón de Santa Cruz de Tenerife, también sabrán, al finalizar el siglo XIX,
defenderlo en caso preciso, con igual tensión y energía, pero no por eso es
menos justo regocijarnos de que vengan a auxiliarnos nuestros hermanos del continente,
por lo que todos debemos prepararnos para recibirles con los brazos abiertos y,
confundidos en estrecho abrazo, saludarlos al grito sacrosanto de ¡Viva
España!.
A Las Palmas llegaban los refuerzos el 10 de
Abril de 1898. Eran fuerzas de artillería e infantería que viajaron en los
buques Antonio López y San Francisco. Una inmensa multitud fue al
muelle de Santa Catalina para darles la bienvenida. La ciudad se engalanó y la
calle de Triana, por donde desfiló el Batallón de Infantería, fue un clamor.
Después entraron las tropas de Artillería, que fueron objeto, según el diario
España, de una ovación pocas veces oída en la ciudad, principalmente en los
alrededores del Gabinete Literario, parte de cuyo edificio se había convertido
en cuartel provisional.
Estado de guerra en Canarias
En vista de la situación el Capitán General,
teniente general Montero, hizo público, el 9 de mayo de 1898, un bando en el
que expresaba que a la vista de las graves circunstancias por las que
atravesaba el país, y autorizado por el gobierno de S.M., declaraba el estado
de guerra en toda la provincia de Canarias. Y Diario de Tenerife, en su edición
del 5 de mayo de 1898, incluía un editorial basado en la noticia de que el
Consejo Naval de los Estados Unidos, presidido por Mackinley, había acordado
preparar expediciones para ocupar Canarias y Baleares. El editorialista
advertía a los hipotéticos invasores que desistieran de tal aspiración, porque
debían saber que en Canarias cada brazo tenía un fusil, cada pecho una fortaleza
y cada vida que arrancaran les habría de costar diez. Al teniente general
Montero, que cesó en agosto de 1898, le sustituyó el teniente general Manuel
Delgado y Zuleta, nacido en 1842, en Sevilla. Un infante que había combatido en
África y logrado ascender a comandante y coronel por méritos de guerra en las
operaciones contra los carlistas. Llegó a Tenerife el 13 de septiembre a bordo
del vapor Alicante, acompañado de su esposa y cuatro hijos, Rindió los
honores correspondientes una batería del 9 Batallón de Artillería y el Batallón
de Cazadores cubrió la carrera hasta el palacio de Capitanía General. Sólo
estuvo hasta abril de 1899 porque fue nombrado jefe del Cuarto Militar de la Reina Regente.
Repatriados cubanos
Durante el mandato del general Montero continuaron
llegando los militares repatriados de Cuba. Diario de Tenerife publica el 17 de
Febrero de 1899, que ese día regresaron de la Perla del Caribe 114 soldados, que había dejado
en Las Palmas el vapor Pío IX. Eran oriundos de Tenerife, La Palma , La Gomera y Hierro. Triste
estampa la de aquellos hombres a los que habían despedido como a héroes y ahora
recibían oficialmente con la frialdad de los derrotados. En el muelle estaban
sus familiares y la Cruz
Roja , pues cinco de ellos venían enfermos de consideración:
Gerardo González, José Pérez Triana, Antonio Guerra Díaz, Félix Martín Santos y
Manuel Darias González. La relación de los repatriados la encabezaban José
González y González, de Granadilla; Antonio Campos Rodríguez, de La Esperanza ; Miguel Hernández
Clemente, de La Guancha
y Salvador Rodríguez Morales, de Arico. El 6 de Marzo llegaba otra expedición,
encabezada por el sargento Gregorio García Marrero, de Santa Cruz; Emilio
Martín Díaz, de Santa Cruz; Manuel González Ramos del Realejo Alto; José Rodríguez
Alonso, de El Sauzal; Francisco González Sánchez, de Tegueste; y José Rodríguez
Fernández, de Garachico. También llegaba, en el vapor Hespérides, Lucas
Rodríguez, un palmero perteneciente al Batallón de Borbón, que había perdido un
brazo de un machetazo luchando contra la partida de Máximo Gómez, en Sabana de
Camagraní.
Canarios que lucharon en Cuba a favor de los colonialistas:
Fueron infinidad los canarios que lucharon
heroicamente en Cuba. El general Ignacio Pérez Galdós, grancanario, hermano del
famoso novelista. Fue voluntario a Cuba y obtuvo por su valor tres ascensos por
méritos de guerra, además de numerosas condecoraciones. Nombrado en 1900, fue
uno de los mejores capitanes generales que tuvo Canarias. José March y García
de Mesa, lagunero, que fue nombrado capitán general de Canarias en 1907. Fue
voluntario a Cuba, participó en numerosos combates, fue herido, enfermó de
cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos por méritos de guerra
en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía el tiempo máximo de
residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición española le
sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona militar que
comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe. En 1911 se hizo cargo de la Capitanía General
de Canarias. Higinio Lugo Torres, tacorontero, cabo de Infantería, que el 12 de
mayo de 1896, se cubrió de gloria en la campaña cubana, en la acción de la
trocha de Júcaro a Morón. Iba al frente de nueve soldados, con los que realizaba
un servicio de escolta, cuando fueron tiroteados por varios jinetes y más de 50
insurrectos de infantería. Se batió con valor heroico y rechazó al enemigo
causándole numerosas bajas. Dos años después, el 6 de diciembre de 1898, le
concedieron la Cruz
Laureada de San Fernando, la más alta consideración del
Ejército español.
La guerra en la prensa
En la prensa canaria de la época se refleja detalladamente los conflictos entre los conservadores, liberales y republicanos; las enormes discusiones entre Sagasta, Romero Robledo, Cánovas, Maura, Albarzuza y todas las figuras y figurillas de la política española del momento, sobre todo a propósito de Cuba. Era una prensa en que se defendían rotundamente los intereses oficiales del gobierno español, matizada por los grandes nexos afectivos que se habían desarrollado entre Canarias y Cuba. Todo lo que tenía que ver con Cuba era especialmente tratado en la prensa de la época, pues Canarias fue una de las regiones de España más afectada con la guerra. Había pueblos en Cuba habitados casi completamente por canarios como San Juan y Martínez, Cabaiguán, Placetas y Camajuaní, cuyos padres, hijos, primos y parientes quedaron en las islas; pero, sobre todo, estaba en juego uno de los principales recursos económicos con que contaban en ese momento los isleños: las remesas que enviaban sus familiares desde Cuba. (Ileana Medina)
En Canarias este 'desastre' se vivió con mayor
intensidad dados los íntimos vínculos económicos y humanos que unían al
archipiélago con la isla antillana; islas como La Palma , por ejemplo, ven su
precaria estabilidad económica a punto de desmoronarse a consecuencia de la
guerra. Las antaño florecientes relaciones comerciales de Canarias con Cuba se
ven bruscamente interrumpidas; pero, sobre todo, se ve afectado el tradicional
flujo migratorio que en tantos momentos críticos había sacado a flote la
economía del archipiélago, no sólo por
lo que significan las remesas de dinero, sino también por el descongestionamiento
demográfico en época de penurias (Fernández Expósito et al, 1986: 73, en:
Mgar.net).
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