lunes, 7 de julio de 2014

PEDRO LEZCANO: UN CRIOLLO CANARIO DE ADOPCION




1920.
Nace en Madrid (España) el criollo canario de adopción, Pedro Lezcano Montalvo
 En el panorama de la literatura canaria actual Pedro Lezcano aparece como un escritor clave, referencia obligada en el campo de la poesía, la narrativa y el teatro. Pero, además de esta triple vertiente literaria, Lezcano fue un hombre interesado por diversos temas: el dibujo, la impresión de libros, el ajedrez, el submarinismo, la micología, la política. Precisamente esa eterna curiosidad que mostró por tantas cosas le desvió de su tarea eminentemente literaria, impidiéndole a veces concentrarse, editar con más asiduidad o frecuentar los círculos específicamente relacionados con la literatura y la edición. Su condición de hombre de múltiples aptitudes y de insaciable sed de conocimiento lo llevaron, en resumen, a mantener numerosas aficiones que lo distrajeron de su carrera literaria, que fue desigual y en ocasiones con muchos años de inactividad editorial.
Si efectuamos un recorrido por su trayectoria vital podemos confirmar cómo en diferentes momentos de su existencia cultivó una u otra afición, se dejó arrebatar por inclinaciones y aventuras, a veces sustituyendo a las anteriores y a veces simultaneándolas, pero siempre destacando en todas ellas.
 Pedro Lezcano nació en Madrid en 1920. Su padre se había casado en primeras nupcias con una prima lejana, que murió al nacer su primer hijo, Ricardo Lezcano. Contrajo segundo matrimonio con otra prima, la cual murió también en el parto al nacer Pedro. Los dos hermanos huérfanos se criaron a cargo de una buena mujer que contrató su padre, Julia, que fue la única referencia de ternura en su infancia, además de su abuela materna, Petra Grande, con la que el niño vivía en períodos de vacaciones en Cabezamesada, un pueblecito de la Mancha toledana. Estudió en una escuela pública cercana a la Fuente del Berro, que por aquellos tiempos era todavía las afueras de Madrid. En realidad, no fue un buen alumno; prefería no ir a clase y vagabundear por la estación de Atocha, viendo entrar y salir los trenes en medio de humo y neblina. No obstante, sus ausencias en la escuela eran compensadas por las clases que le impartía su hermano Ricardo. La estrecha unión existente entre ambos siempre fue más allá de la relación normal entre dos hermanos. La triste circunstancia de haber perdido a sus madres reforzó su afecto desde niños y se prolongaría en su juventud y madurez, compartiendo proyectos e ideología. En aquellos días de infancia nació su afición al dibujo. Dibujaba en cualquier papel que cayera en sus manos y le ofrecía a la maestra hermosos bocetos que luego ella bordaba. La afición por el dibujo no abandonaría nunca a Lezcano.

Cuando su familia se instala en Las Palmas comienza sus estudios en el instituto Pérez Galdós, donde obtuvo su primer premio literario escolar por el poema Canción de Castilla, publicado en la revista del centro, Spes (1938). Con el importe del premio adquirió una caja de acuarelas. Posteriormente ilustraría él mismo algunos de sus libros, como Romance del tiempo (1950) o el cuento El pescador (1968), este último con grabados en cinc. Siempre tuvo relación con pintores, como Miró Mainou o Felo Monzón, y su relación con las artes plásticas queda patente en diferentes conferencias o presentaciones a exposiciones pictóricas, como la dedicada a Antonio Padrón (1970).
 No sólo el dibujo captó la atención de Lezcano. Cuando su padre se trasladó a Barcelona comenzó a interesarse allí por el ajedrez. Frecuentó el Club Barcelona, donde le permitían entrar sin pagar la cuota, asombrados de su precocidad. Disputó partidas con adultos y comenzó a participar en torneos. No abandonaría nunca este intelectual deporte. Años más tarde, en Las Palmas, fue elegido presidente de la Caja Insular de Ahorros Juan Marrero Portugués, presidente del Club de Ajedrez, que comenzó a promocionar este deporte, financiando cursos, promoviendo torneos, concediendo subvenciones y publicando el librito de Lezcano Cartilla de ajedrez (1972), donde Pedro enseñó a los escolares las reglas del juego, su historia, las jugadas más famosas. También Lezcano fundó la revista Ajedrez 6000, que dirigió durante cinco años. Actualmente su hijo, Pedro Lezcano Jaén, continúa la trayectoria familiar en el campo del ajedrez.
 Cronológicamente es la poesía la que ocupa un lugar más amplio y continuado en la vida de Lezcano. Como ya hemos dicho, ganó algunos premios por composiciones poéticas en sus años de instituto. Posteriormente se trasladó a Madrid, donde sobrevivió dando clases de matemáticas y residiendo en una miserable pensión del extrarradio. Pero el bar de la Facultad de Filosofía, donde se matriculó en la especialidad de Filosofía Pura, le resarcía de sus amarguras, pues en él se reunían estudiantes aficionados a la literatura y se organizaban lecturas poéticas cada semana. Allí conoció a Eugenio de Nora, a Carlos Bousoño y a Rafael Morales. También frecuentó la tertulia del Café Gijón, adonde acudían Fernando Fernán-Gómez, Eusebio García Luengo, Enrique Azcoaga. Otras veces pasaba las tardes en el Café Lisboa, cerca de la Puerta del Sol, donde se reunían intelectuales más politizados. Así transcurrieron sus años universitarios en Madrid, acudiendo a la facultad, reuniéndose en las tertulias literarias y trabajando como profesor particular de matemáticas. Para combatir el frío acudía con Carmen Laforet, por aquel entonces novia de su hermano Ricardo, a la biblioteca del Ateneo de Madrid, que tenía calefacción, para estudiar de manera más confortable. Allí escribió Pedro su obra teatral Desconfianza (1945), mientras Carmen escribía su novela Nada (1945). Fue un año afortunado para ambos, pues Pedro obtuvo el Premio Nacional de Teatro del Ateneo y Carmen el Nadal de novela. Colaboró en varias revistas literarias, especialmente en Garcilaso, que, dirigida por José García Nieto, mantenía una línea lírica basada fundamentalmente en el clasicismo petrarquista, ceñida a los rigores del soneto clásico, y en la publicación leonesa Espadaña, dirigida por Eugenio de Nora y Victoriano Crémer, que preconizaba una poesía desarraigada y realista. Por otra parte, sus amigos de Las Palmas no le olvidaban y le publicaron tres plaquettes: Cinco poemas (1944), Poesía (1945) y Romancero canario (1946).


Sus estudios de Filosofía no acababan de convencerle. Tuvo algún enfrentamiento ideológico con profesores de talante conservador y, aunque tenía aprobadas todas las asignaturas de la carrera, optó por no presentarse al examen de grado preceptivo para la obtención del título de licenciatura. Ya por entonces era novio de Carmen Jaén Teixidó y decidió regresar a la isla de Gran Canaria para casarse y radicarse allí. No quiso dedicarse a la docencia y prefirió ser impresor. Su padre le regaló ceremoniosamente una minerva y una caja de tipos clásicos y abrió un pequeño taller de impresión en la calle de Los Moriscos, esquina con Malteses, en una habitación trasera que le cedió Sebastián de la Nuez, que tenía allí su farmacia. En Valladolid, donde vivía el poeta de Telde Fernando González –en cuya revista Halcón también colaboró Lezcano–, se publicó Muriendo dos a dos (1947), su primer libro propiamente dicho, ya que sus publicaciones anteriores editadas en Las Palmas eran folletos que no alcanzaban las treinta páginas. En el taller de la Imprenta Lezcano se imprimió Antología cercada (1947), la primera muestra de la poesía social española, que incluyó poemas de Pedro, Agustín y José María Millares, Ángel Johan y Ventura Doreste. La Imprenta Lezcano no sólo imprimió las etiquetas multicolores que las casas exportadoras adherían a los guacales de tomates y algunos otros trabajos, sino que pronto se convirtió en una animada tertulia por la que pasaron muchos nombres de la cultura insular: los pintores Miró Mainou, Antonio Padrón, Manolo Millares, Santiago Santana y Felo Monzón; el ensayista Ventura Doreste; los poetas Agustín y José María Millares... De allí salieron, sin pie de imprenta, octavillas de carácter político en una época de rígida censura, produciéndose alguna visita de la policía debido a su amistad con personas opositoras al régimen franquista. Allí se imprimieron colecciones poéticas, como Planas de poesía, Los dioscuros, El arca, Cuadernos de poesía y crítica, Tamaragua, Alisios y otras. Trasladada al paseo de Tomás Morales y posteriormente a la calle Ángel Guimerá, la Imprenta Lezcano fue un claro referente para la cultura canaria.
 Desde que retornó a las islas, el mar ha sido un tema constante en la vida de Lezcano. Al contraer matrimonio con Carmen Jaén se instaló cerca de la playa de Las Canteras. Allí toda la familia estaba en contacto permanente con el mar. Comenzó a practicar submarinismo.Posteriormente lo practicaría en todas las islas, especialmente en Fuerteventura; en Ajuí pescó un escualo de casi cien kilos, que fue récord de España en su especialidad. Pedro no hizo el servicio militar debido a su miopía; por ella, a veces tenía dificultad para ver cuando se sumergía. No obstante, su ingenio le llevó a construir unas gafas submarinas donde podían encajarse las lentes, lo cual le permitió disfrutar de las bellezas del fondo del mar. Un desconocido vio su invento y poco después lo patentó una popular marca de artículos deportivos. Paulatinamente, los riesgos de la pesca fueron sustituidos por la respetuosa admiración por las profundidades. Pasados los años se sumergiría con botellas de oxígeno, únicamente para disfrutar de la contemplación de aquel mundo silencioso. Pasaba sus vacaciones preferentemente en Fuerteventura, toda tierra, luz y mar.
 En 1956 fundó en Las Palmas el Teatro Insular de Cámara, en unión de su hermano Ricardo y un grupo de amigos. Comenzaron a representar piezas clásicas y modernas en El Museo Canario, para lo cual Felo Monzón diseñó la embocadura de un escenario. De allí pasaron al teatro Pérez Galdós y a efectuar representaciones en varios pueblos de la isla. La vocación teatral de Pedro venía de antiguo, de cuando ganó en Madrid el Premio Nacional de Teatro del Ateneo en 1945 por su drama Desconfianza. Escribe su obra La ruleta del sur (1956), que se representó al aire libre en el patio del Pueblo Canario. Aparte de autor y director de la obra, Pedro fue también actor, acompañado de su mujer, Carmen Jaén, de Joaquín Blanco, Pilar Alonso y otros amigos. El Teatro Insular de Cámara se disolvió en 1968, cuando Ricardo Lezcano, director del grupo, marchó a vivir a Madrid, pero en sus doce años de existencia fue una luz en el desierto cultural que era Canarias en aquellos años. Pedro fue actor, director y dramaturgo en otras obras de esta compañía.
 Pero no sólo la poesía y el teatro atraparon a Pedro. Su contribución al campo de la narración corta puede considerarse magnífica. Con su cuento El pescador (1964), que también ilustró, como ya hemos dicho, con grabados sobre cinc, vuelve al mundo del mar y al mensaje social en la narración de la vida de este hombre, que abandona su pueblo de pescadores buscando mejorar y regresa al fin con ideas nuevas para ayudar a los vecinos. Más amplio es el muestrario que nos ofrece en Cuentos sin geografía (1968), ilustrado esta vez por Antonio Padrón, donde incluye cuentos que podemos clasificar en tres grupos: los que desmitifican convenciones sociales, los que nos muestran la rebelión del hombre frente a fuerzas superiores y los que delatan situaciones sociales injustas. Posteriormente publicó Diario de una mosca; La rebelión de los vegetales (1994), donde recoge un cuento inédito e incluye otro que ya había dado a conocer en Cuentos sin geografía con el título de “Manifiesto vegetalista”.
 Otra de las aficiones de Pedro Lezcano fue la micología. Con motivo de la memoria de licenciatura de una de sus hijas, comenzó a adquirir libros de micología en francés y en italiano para traducírselos, convirtiéndose en un experto en setas. Tras la lluvia salía de excursión a los montes de Gran Canaria, recogiendo gran variedad de hongos. Participó en varios congresos de gastronomía, sostuvo correspondencia con botánicos de esa especialidad y escribió artículos sobre el tema, como “Hongos superiores de Gran Canaria”, publicado en la Revista de farmacia.
 A pesar de que la policía secreta inspeccionó varias veces la Imprenta Lezcano por sospechar que allí se habían impreso octavillas antifranquistas y por las ideas izquierdistas de muchos de los artistas que la frecuentaban, lo cierto es que Lezcano no estaba entonces afiliado a ningún partido político. Era conocida su amistad con Agustín y José María Millares, así como con Germán Pírez, responsable del Partido Comunista en la clandestinidad; pero la actividad política repugnó siempre a su espíritu ácrata. No obstante, a raíz del fracasado golpe de estado del 23 de febrero de 1981 cambió de parecer, pues entendió que era una gran responsabilidad de los demócratas participar y luchar por las libertades cívicas. Unos amigos le propusieron que figurase su nombre en las listas de la coalición Unión del Pueblo Canario (UPC), sin compromiso de filiación por su parte. En virtud de esta candidatura ocupó el cargo de consejero en el Cabildo de Gran Canaria. Posteriormente, de 1987 a 1991, fue diputado en el Parlamento de Canarias, donde presidió la comisión de educación. De nuevo volvió al cabildo, del que fue presidente durante una legislatura y, al finalizar ésta, ocupó el cargo de consejero de Medio Ambiente durante otros cuatro años. Como vemos, en sus tareas políticas se decantó preferentemente por los temas relacionados con la educación y la conservación de la naturaleza. En su discurso en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, al ser nombrado doctor honoris causa, pronunció durísimas palabras contra la actividad política.
 Los animales fueron otra de sus pasiones. Su comunión con los seres vivos era entendida por él como un lazo que nos unía a ellos, compañeros en nuestro tránsito por el mundo. Recuerdo a su mono Manolito en el taller de la calle Ángel Guimerá, tirándole chupa-chups a los visitantes, con tanta fuerza como puntería, así como a su viejo perro Pancho, al que dedicó Elegía a mi perro y a mí. Sus intenciones de convertirse en granjero fueron olvidadas cuando tuvo la oportunidad de visitar granjas industriales, donde contempló el trato cruel e inaceptable que recibían los animales.
 Pedro Lezcano ilustró, como ya hemos dicho, su Romance del tiempo (1950), que puede considerarse como una síntesis de sus múltiples aficiones, pues no sólo fue el poeta, sino también el filósofo, el ilustrador, el impresor y el editor del mismo. Su obra más madura será Consejo de paz (1965), donde recoge toda su mejor poesía y que actúa como un muestrario de su poética total, que es una profunda reflexión sobre el mundo y los hombres. Si su librito Romances (1977) debe considerarse una recopilación de sus romances ya incluidos en otros de sus libros –sólo incluye uno inédito hasta ese momento–, la trayectoria de Lezcano nos muestra inicialmente a un poeta clásico y amoroso, garcilasista y platónico, rigurosamente ortodoxo en la forma de sus poemas, especialmente el soneto, para dar paso a una voz social y profunda, a veces populista, cercano a la realidad social, expresada en romances, para llegar a una poética amplia, fraterna, universal y panteísta, utilizando magistralmente la silva arromanzada como vehículo expresivo y como conjunción de la poesía popular (el romance) y la culta (el soneto). Siempre fue Lezcano un poeta métrico, pues nunca participó del versolibrismo.
 La Tierra, como planeta que merece nuestro amor y cuidado, es entendida por Lezcano en una cuádruple dimensión: como género humano, que deriva del barro original; como paisaje y entorno vital del hombre; como mujer, que enraíza al hombre; y como oposición trágica al cielo, nunca alcanzado. Para él, la tierra es nuestra cuna y nuestra sepultura naturales. Nuestro nacimiento en el barro, nuestra prístina imperfección, marca la eterna dependencia del hombre de la tierra –Escultor de barro–. Otras veces la tierra se identifica con la mujer, por sus comunes notas de pasividad y fertilidad –Tierra o mujer–. Otro amplio grupo de poemas se refieren a la tierra como paisaje. Si a veces canta el paisaje canario –Endecha de las dos islas, donde contrapone el verdor de Tenerife con la luminosidad ocre de Fuerteventura–, otros poemas son la vehemente manifestación de su deseo de regresar al estado natural en que el hombre vivía en plena naturaleza –Poema del llanto verde, que se abre muy significativamente con bucólicas palabras de Virgilio, o Retorno–. Progresivamente, el deseo de reencontrar la feliz Arcadia se va transformando en la búsqueda de Utopía. La naturaleza nos ha sido dada, regalada, pero los hombres debemos amarla y cuidarla, alcanzando la verdadera felicidad cuando logremos la paz, que nos permitirá identificarnos con todo lo existente, con la madre naturaleza. Es decir, que si hemos recibido graciosamente y de forma pasiva ese don, debemos conservarlo y construirlo activamente. No olvidemos que Utopía en la historia del pensamiento se ha identificado siempre con una isla.
Fallece en Gran Canaria en el año 2002..


Poema del llanto verde

Flumina amem silvasque inglorius.
Virgilio

I
Habría de verse el agua de las peñas
cantar alborozada,
hacerse todo rosas el espino
y danzar la hojarasca.
Ver cómo en lecho verde nacía el hombre,
y aprendía a reír con la mañana,
cómo la fronda le enseñaba, dulce,
las primeras palabras,
cómo enjugaba el céfiro
el amanecer tibio de sus lágrimas,
cómo del bosque a sus primeros pasos
aplaudían la alas.
No ya sólo caricias, que la mano
del buen amor
no es siempre suave y blanda:
completaban al hombre
las inclementes asperezas sabias.
Lleno de sol su cuerpo,
plena de luz su alma.
Por sus pupilas –verdes de reflejos–
las selvas desfilaban.

II
Aquella vez el llanto fue rocío
del cuarzo duro y la corola blanda.
Por una senda abierta al horizonte
el hombre caminaba.
Atrás, su cuna verde.
Atrás su verde haya.
Sordo a los llantos y
ciego a las lágrimas.
Por retenerle, el césped se hacía mano,
y el aire se hacía garra;
y la voz de las aguas se hacía súplica;
y los trinos, llamada.
Despreciando las manos extendidas
y el abrazo de amor de las lianas
–soberbio– el hombre caminó adelante:
del todo hacia la nada.

III
¡Cuánto gemido aún, desde la madre
en su helado destierro de madrastra!
Esa humedad de llanto que nos deja
su mensajera brisa perfumada;
esa olvidada lengua de las aves;
esa flor de salón guillotinada;
esa queja del tronco que se abate;
ese doliente desgajar de rama;
esa pupila de animal esclavo;
ese impotente aletear de jaula...
¿No hablan de madre que sufriendo besa?
¿No hablan de madre que muriendo llama?

IV
Verde madre. Verde alma. Verde muerte.
Verde esperanza.
Una sonrisa que perdona
–una sonrisa sumergida en lágrimas–
nos dice de su amor
y nos aguarda.
(Cinco poemas, 1944)
Elegía a mi perro y a mi
Los perros mueren antes que los hombres.
¿Por qué? Le preguntaba.
Él quería decírmelo,
pero tenía el alma amordazada.
Sobre mi sombra negra
era mi sombra blanca.
Sus dedos, grises como
guijarros blandos, daban
a sus pisadas breve
tenuidad de hojarasca.
Últimamente, me asustaba el sueño
de mi perro. Ni insectos ni pisadas
le cortaban el sueño.
Y le llamaba.
Entreabría sus párpados, pesados
ya como lápidas,
y mostraba sus ojos exhaustos de preguntas
a la mano en caricia o a la tralla.
Cuánto frío de arcano en la pregunta
de su hocico en mi carne descuidada.
(Era el escalofrío de no tener respuesta
ni para dar a un perro, sobre nada).
Qué salto cruel el suyo
desde la viva gracia
hasta la pestilencia de la muerte
inmunda –perro muerto– ya en palabra.
Y qué abdicación mía.
Desde el trono en pupila que soñaba
sangre de Dios mi deleznable lodo,
retorno al fin a mi insignificancia.
Yo era apenas el sueño de mi perro
–perro sin amo ya–. Y amo de nada.
(Poesía, 1945)

Oda a Fuerteventura
¿Para quién se desnuda tanta tierra
ardorosa y pasiva?
Horizontes de senos acostados,
caderas desceñidas...
¿Qué amante secular tarda y desdeña
tan vasto amor, amante tan propicia?
Una hoja de vid, clásicamente,
cubre su virgen desnudez antigua.
Y acaso la palmera surtidora
y el tarajal ceniza
y el palio de algún ave, soñadora
de trigales, que emigra.
Sobre su cuerpo suéñase la rosa
y reside la espina.
Fuerteventura: tierra.
Edén para morir, tumba infinita.
Sabe a tierra mi boca si te nombro.
Todo enterrado alienta y agoniza.
El agua en pozos duerme sin arrullo.
La vid en hoyos crece y fructifica.
Y el hombre amasa en tierra, siempre en tierra,
su casa y su sonrisa.
¡Esperar y llorar, Fuerteventura!
A los ojos no llegan las sequías.
Tus mujeres sentadas,
tus lentos hombres lloran a la orilla,
con sus camellos de perfil de monte
y sus fincas tendidas...
Aran despacio el mar tus pescadores
–para vivir, para morir, no hay prisa–.
Siembran un pez pequeño en hondo surco
que el mar bíblicamente multiplica.
Toda Fuerteventura aguarda en llanto,
cuerpo a tierra, enterrada y siempre viva,
yacente al sol, desnuda y meditando
en su resurrección o en su agonía.
Fuerteventura: Dios lanzó un puñado
de tierra en una tumba sumergida.
(Mujeres en la isla, nº 42, 1958)
 
Recuerdo de tres
mujeres saharuis
Esmula, Keltum, Suelma: tres mujeres
de la cercana y entrañable África.
Cada vez que recorren los caminos
de polvo sus sandalias,
despiertan una nube voladora
que llega hasta Canarias:
siroco isleño, hermano
rojo polen de África.
Vuestra tierra es la nuestra; la llevamos
en el pelo, en las uñas, en el alma...
Hoy los sirocos llegan mensajeros
del amargo destierro y de las lágrimas.
Yo pensé este poema
cuando estuve en el Sáhara
y vi que las mujeres
también sabían disparar las armas:
“Cuando perece un hombre
se ha quebrado una espada;
si muere una mujer
muere el yunque y la fragua.
El hombre es hoy y ayer,
la mujer es mañana.
Que ella vierta su sangre
sobre el sagrado Sáhara
cuando alumbra una vida,
nunca cuando se apaga”.
(Biografía poética, 1986)


  
Elegía a mi perro y a mi
Los perros mueren antes que los hombres.
¿Por qué? Le preguntaba.
Él quería decírmelo,
pero tenía el alma amordazada.
Sobre mi sombra negra
era mi sombra blanca.
Sus dedos, grises como
guijarros blandos, daban
a sus pisadas breve
tenuidad de hojarasca.
Últimamente, me asustaba el sueño
de mi perro. Ni insectos ni pisadas
le cortaban el sueño.
Y le llamaba.
Entreabría sus párpados, pesados
ya como lápidas,
y mostraba sus ojos exhaustos de preguntas
a la mano en caricia o a la tralla.
Cuánto frío de arcano en la pregunta
de su hocico en mi carne descuidada.
(Era el escalofrío de no tener respuesta
ni para dar a un perro, sobre nada).
Qué salto cruel el suyo
desde la viva gracia
hasta la pestilencia de la muerte
inmunda –perro muerto– ya en palabra.
Y qué abdicación mía.
Desde el trono en pupila que soñaba
sangre de Dios mi deleznable lodo,
retorno al fin a mi insignificancia.
Yo era apenas el sueño de mi perro
–perro sin amo ya–. Y amo de nada.
(Poesía, 1945)

Playa
Alfombrada de senos por la brisa,
fue, como toda tierra, destinada
a ser urna de carne desechada,
molde eterno de todo quien la pisa.
Dulcificada por la mano lisa
de espuma y sal, desnaturalizada,
ya esta tierra del mar, tibia y dorada,
abonada de sol, florece en risa.
Dejo el retiro gris de libro y pluma,
trocando por alegre paganía
este dolor abstracto que me abruma.
¡Hay tantos sueños a la luz del día,
en esta tierra que amansó la espuma,
que no ha soñado nadie todavía...!
(Muriendo dos a dos, 1947)

Retorno
En un principio el hombre era raíz sin prisa
y a la humedad oscura de un universo a tientas
un presagio de flores o de dioses llegaba.
Gusanos mensajeros de luz le traducían
el mito de las aves y el vuelo de los ángeles...
Qué nostalgia de valle
de horizontes iguales dulcemente aprendidos,
con el sol y la sombra desposados en una
anticipada tarde silenciosa y amiga.
Los hombres y las cosas se habían dicho todo.
Bastaba una vez sola para vivir la vida.
Los ojos se cerraban de mirar fatigados
y la carne se hacía paisaje mansamente,
como flor que dormida despertara simiente.
Bastaba una vez sola. Pero el hombre sencillo
remontó la colina y oteó el océano.
Y preguntas en ráfaga le azotaron el rostro.
Vedlo temblar de espanto al auspicio del sueño,
pisar con reciedumbre la arena de los mares
buscando un indeleble testigo de su paso.
Vedlo gritar al eco su nombre por oírse
llamar de las montañas, acaso un poco eternas.
(Nombres, nombres que fueron de los egregios hombres,
ya ni aun de la boca que los dice son nombres).
Vedlo escalar el cielo por columnas de viento,
como las hojas secas en vendaval de pánico.
Y al final desplomarse, dilatados los ojos
famélicos de soles y de siglos perdidos...
Yo rezo con la lluvia por el retorno al valle,
cuyo perfil tenía rostro de compañero.
A la senda sabida y a conocidos trinos
donde el ¿por qué? del niño no aterraba a los hombres.
Al orbe reducido de las cosas tocadas,
la flor, el monte, el río... y la flor otra vez.
Con un amor tranquilo sin interrogaciones,
que transformara en beso la muerte dos a dos.
Y un pino, un arrogante pino, que me legara
mi sombra, mi cayado, mi mesa y mi ataúd.
(Muriendo dos a dos, 1947)

Endecha de las dos islas
(Tenerife, Fuerteventura)
Mi tierra verde,
tu tierra parda.
Mi tierra erguida,
tu tierra echada.
Mi tierra grita,
tu tierra calla.
Mi tierra vive,
la tuya aguarda.
Sueño tus llanos,
tú mis montañas,
Yo en tu sombrera
con anchas alas.
–Te quiero, hermano.
–Te quiero, hermana;
deja tus suertes,
deja tus gavias.
Fuerteventura,
¡fuerte desgracia
que no vivamos
la misma casa,
puerta con puerta,
cama con cama,
sueño con sueño,
maga con maga!
Mi agua es dulce,
la tuya amarga;
mía la rosa,
tuya la aulaga.
Yo la fatiga.
Tú la esperanza.
(El puntal, nº 1, 1980)

Oda a la muchacha de la paz
Yo vi mi luz primera en unos ojos
serenos de muchacha.
Y si nacer es ver la luz primera,
mujer, tú eres mi patria.
Aprendí desde entonces
que mi patria era hembra y era ancha
y que en su vientre, henchido de futuro,
estaba la esperanza.
Cuando digo mujer digo sus hijos
y digo el agua clara que los baña
y digo el horizonte al que se asoma
cuando espera mi vuelta en la ventana.
Cuando digo mujer digo mujeres
en todas las ventanas asomadas
sobre las anchas tierras
que junto al hombre labran...
Dulce muchacha América,
dulce señora África,
dulce mujer Europa,
dulce novia Canarias.
Mi patria es cualquier sitio
donde la paz se asoma a la ventana.
Y no donde los hombres y los buitres
viven de la carroña y la guadaña,
donde los carniceros de la guerra
venden a bajo precio las entrañas.
¡Hay que matar la muerte,
ganar a la violencia la batalla!
Por la muchacha universal que espera:
su corazón es un tambor que llama.
Compatriotas de la paz, unámonos,
en el himno de amor de su palabra,
bajo el mando estrellado de sus ojos,
tras la bandera limpia de su falda...
(Biografía poética, 1986)
 
La rebelión de los vegetales
Vime ante un gigantesco ciprés de sobria apostura, majestuoso y triste. De su masa verdinegra trascendía quietud y confianza. Me sentí más tranquilo.
–Siéntate, hijo mío –dijo dulcemente el conífero.
Y me hizo una caricia. ¡Qué ternura herbácea, leñosa, filamentosa, me recorrió la médula espinal! Me sentí una ínfima cosa junto al inmenso ser vegetal. Quise saber y pude preguntar con la naturalidad que se pregunta a un abuelo.
–¿Es verdad todo esto, señor ciprés? ¿Estoy dormido o loco de remate? ¿Una rebelión de los vegetales? ¡Pero si hemos vivido armónicamente!... ¿Es cierto que esa pobre gente ha sido asesinada para abonar un árbol?
El ciprés debía ser un vegetal viejísimo. Estaba flaco y agobiado por el peso de todo el muérdago que cargaba. Suspiró largamente conmoviendo nidos, y respondió con voz pausada, como se habla a un niño:
–Hijo mío, cuántos árboles han sido asesinados para abonar seres humanos... Eso es peor ¿no te parece? Porque evidentemente un árbol es mucho mayor, más hermoso y longevo que un hombre...
(“Manifiesto vegetalista”
En: Cuentos sin geografía y otras narraciones, 1968)

a) Poesía
- Cinco poemas. Las Palmas de Gran Canaria: J.M. Trujillo, 1944. 15 p. (Colección para treinta bibliófilos; 8).
- Consejo de paz. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta Lezcano, 1965. 87 p. (Tamaragua; 2).
- La maleta. Cómic de Manuel Cardona Sosa sobre el poema de Pedro Lezcano. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta Lezcano, 1993. 35 p.
- Muriendo dos a dos. Valladolid: Librería Santarén, 1947. 87 p. (Halcón: colección de poesía; 8).
- “Crónica de mi muerte”. En: Homenaje a Alfonso de Armas Ayala. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo de Gran Canaria, 2000, tomo I, pp. 299-300.
- Poesía. Las Palmas de Gran Canaria: J.M. Trujillo, 1945. 16 p. (Colección para treinta bibliófilos; 10 bis).
- Poesía canaria viva. [Grabación sonora en disco compacto]. Gran Canaria: Gofio Records, 2006. Incluye los poemas Romance de la verdad y de la mentira, Anciana y Poema a la espalda.
- Romance de la paz condenada; El pescador. Canarias: Consejería de Educación, Cultura y Deportes, 2003. 23 p.
- Romance del tiempo. Con dibujos del autor. Las Palmas de Gran Canaria: [s.n.], 1950. 27 p. (El Arca; 4).
- Romancero canario. Las Palmas de Gran Canaria: [s.n.], 1946. 87 p. (Cuadernos de poesía y crítica; 5).
- Romances. Madrid: Taller de ediciones J.B., 1977. 30 p. (Paloma Atlántica Poesía; Biblioteca Popular Canaria).
 b) Teatro
- Desconfianza. Gran Canaria; Tenerife: Centro de la Cultura Popular Canaria, 2004. 60 p. (Obras completas. Teatro).
- La ruleta del sur. Poema escenificado estrenado en Las Palmas de Gran Canaria en el recinto del Pueblo Canario, 1956. Su texto se incluyó posteriormente en Biografía poética (1986).
 c) Narración
- Cuentos. Estudio de Teresa Cancio León. Santa Cruz de Tenerife: Interseptem, 2003. 95 p. (A toda vela. Cuento; 5).
- Cuentos sin geografía y otras narraciones. Ilustraciones de Antonio Padrón. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1968. 141 p. (San Borondón. Narración; 1).
- Diario de una mosca; La rebelión de los vegetales. Prólogo, Luis Cobiella Cuevas; ilustraciones, Alberto Manrique. Canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1994. 101 p.
- El pescador (cuento). Con tres grabados manuales sobre cinc del autor. Las Palmas de Gran Canaria: Tagoro, 1964. 26 p. (Narración y ensayo; 6). Este cuento sería reeditado junto con el poema Romance de la paz condenada (2003).
- Tres hermanos con mucho cuento. Francisco Lezcano, Pedro Lezcano, Miguel Lezcano. Canarias: Puentepalo, 2003. 214 p. (El rinoceronte de Durero). Incluye seis cuentos de Pedro Lezcano.
 d) Prosa
- “Agustín Millares Sall: Poema de la creación”. Revista de historia, nº 93-94 (La Laguna, 1951), p. 138.
- “Carta a Gregorio Salvador Caja”. En: Cuatro conferencias de tema canario. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1977, p. 125.
- “Carta abierta a Fernando Ramírez”. Diario de Las Palmas / Cartel de las letras y las artes (Las Palmas de Gran Canaria, 24 de marzo de 1966), p. 16.
- Cartas a Ricardo de su hermano Pedro (1940-2002): una autobiografía involuntaria. Las Palmas de Gran Canaria: Anroart, 2006. 426 p.
- Cartilla de ajedrez: lecciones elementales. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta Lezcano, 1970. 67 p.
- Cartilla de ajedrez (quince lecciones elementales). Las Palmas de Gran Canaria: Caja Insular de Ahorros, 1982. 44 p.
- “La chabola”. Diario de Las Palmas / Cartel de las letras y las artes (Las Palmas de Gran Canaria, 8 de noviembre de 1967), p. 8.
- “Charla de tema obligado: el escritor y su obra”. Conferencia leída en varios centros de enseñanza de Las Palmas, 1982.
- Definición esencial y comunicación en la poesía: lección inaugural del curso académico1996-97. 2ª ed. Las Palmas de Gran Canaria: Universidad Nacional de Educación a Distancia. Centro Asociado de Las Palmas, 1999. 26 p.
- “Una edición privada”. Falange (Las Palmas de Gran Canaria, 27 de enero de 1946), p 6.
- “Estela de un buen hombre”. En: Socorro, Gustavo. El Corredera: aquel fugitivo de leyenda. Canarias: [s.n.], 1999, pp. 521-543.
- “Exposición de García Panadero en la galería Wiot”. La provincia (Las Palmas de Gran Canaria, 18 de marzo de 1950).
- “Exposiciones: Juan Ismael”. Palestra (Las Palmas de Gran Canaria, 15 de diciembre de 1947).
-“El grito en el cielo, poema de Agustín Millares”. El Museo Canario, nº 21-22 (Las Palmas de Gran Canaria, enero-junio 1947), pp. 115-116.
- “Hongos superiores en Gran Canaria”. Revista de farmacia, nº 9-10 (Las Palmas de Gran Canaria, pp. 11-12.
- “Introducción”. En: Antonio Padrón [Exposición antológica]. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1970. Reproducido en Diario de las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria, 13 de mayo de 1970), p. 15.
- “Introducción”. En: Miranda Miralles, Isidro. Oscura piel. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta Lezcano, 1970, pp. 5-9.
- “Invitados al sol (viaje al Sahara, cura de vanidades)”. Boletín de la Asociación de Amigos del Sahara, nº 2 (Las Palmas de Gran Canaria, 1981), pp. 6-7.
- “Luis Cobiella Cuevas: Versos sin paisaje”. Revista de historia, nº 93-94 (La Laguna, 1951), p. 137.
- “La máquina de Dios” (primera y segunda partes). Diario de Las Palmas / Cartel de las letras y las artes (Las Palmas de Gran Canaria, 9 de octubre de 1965), p. 11; (16 de octubre de 1965, página 11.
- Mis islas y los días. Gran Canaria; Tenerife: Centro de la Cultura Popular Canaria, 2003. 226 p.
- Palabra y signo. Islas Canarias: Academia Canaria de la Lengua, 2001. 35 p.
- “Palabras preliminares”. En: Lezcano, Pedro. Cuentos sin geografía y otras narraciones. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1968.
- “Planas de poesía”. Revista de historia, nº 92 (La Laguna, 1950), pp. 425-431.
- “Poética”. Fablas, nº 67 (Las Palmas de Gran Canaria, julio 1976), p. 2.
- “Prólogo”. En: Doreste, Víctor. Once sonetos, de Víctor Doreste. Las Palmas de Gran Canaria: Imprenta Lezcano, 1949.
- “Prólogo”. En: García de Vegueta, Luis. Nuestra ciudad. Las Palmas de Gran Canaria: Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 1988, pp. 5-8.
- “Prólogo”. En: González Sosa, Manuel. Sonetos andariegos. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1967.
- “Prólogo”. En: Lezcano, Ricardo. Historia del Teatro Insular de Cámara del Museo Canario (1956-1968). Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular de Gran Canaria, 1996.
- “Prólogo”. En: Lezcano, Ricardo. El siglo de las sombras. Madrid: Helios, 1970.
- “Prólogo”. En: Nuez, Sebastián de la. La zarza ardiendo. Las Palmas de Gran Canaria, 1949.
- “Prólogo”. En: Pinto Trujillo, Carlos Eduardo. Desde el silencio. Las Palmas de Gran Canaria: El Museo Canario, 1967.
- “Prólogo”. En: Tarajano, Francisco. Ocho islas y... Las Palmas de Gran Canaria: Francisco Tarajano, 1982.
- “Prólogo a un recital poético”. Diario de Las Palmas (Las Palmas de Gran Canaria, 24 de enero de 1968), p. 24.
- “Un programa económico para Canarias”. Informaciones (Madrid, 7 de marzo de 1978).
- “Las setas en Gran Canaria”. El puntal, nº 17 (Las Palmas de Gran Canaria, febrero 1981), pp. 23-26.
- “Sobre la poesía social y la del alhelí”. Diario de Las Palmas / Cartel de las letras y las artes (Las Palmas de Gran Canaria, 23 de septiembre de 1963), p. 10.
- “Última contestación innecesaria a Felipe Baeza”. Diario de Las Palmas / Cartel de las letras y las artes (Las Palmas de Gran Canaria, 14 de diciembre de 1966), p. 6.
- “Visita a la Atalaya de Gran Canaria”. En: Tradiciones populares. I. Palabras y cosas: colección de ensayos y notas de folklore canario. La Laguna de Tenerife: Instituto de Estudios Canarios, 1944, pp. 171-184.
 e) Antologías
- Antología cercada. Las Palmas de Gran Canaria [s.n.], 1974, pp. 15-20.
- Antología de Pedro Lezcano en su propia voz. [Grabación sonora en cinta magnética]. Tenerife; Gran Canaria: Centro de la Cultura Popular Canaria, 1990. Reeditado en 1995 como disco de 33 r.p.m. y en 1999 como disco compacto.
- Biografía poética. Telde, etc.: Centro de Cultura Popular Canaria, 1986. 254 p.
- Obra escogida. Las Palmas de Gran Canaria: Centro de la Cultura Popular Canaria, 1997. 277 p.
- Paloma o herramienta (antología). Edición de Teresa Cancio. Canarias: Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1988. 214 p. (Biblioteca básica canaria; 34).
- Poemas. Selección y estudio de Nicolás Guerra Aguiar. Santa Cruz de Tenerife: Interseptem, 2003. 84 p. (A toda vela. Poesía; 3).

(Teresa Cancio León,Pedro Lezcano un poeta panteísta Inspectora de Educación. En: Revista: Rincones del Ataltico)

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