1919 febrero 5.
Nace en Santa Cruz de
Tenerife Marcos Quimera Peraza.
Con el
adiós definitivo de don Marcos Quimera Peraza, Tenerife y Canarias pierden a
una de sus figuras intelectuales más insignes, un contertulio ilustrado,
destacó en sus cuarenta años de investigación en el análisis de las figuras
políticas más importantes del siglo XIX en las Islas. No sólo fue amante de las
letras sino un gran aficionado a la
ópera.
Su
especialización en estudiar los acontecimientos políticos del siglo XIX y
primer tercio del XX en Canarias, centrándose en los personajes que escribieron
con sus acciones la historia de las Islas era evidente.
Su
trayectoria de servicio público fue reconocida en vida durante las últimas
décadas, cuando le fueron otorgados, entre otros, el Premio Canarias (2002), la Medalla de Oro de Tenerife
(1983) y el título de Hijo Predilecto de Santa Cruz (1999), su ciudad natal.
Porque toda la sociedad isleña valoraba la tarea ingente que desplegó en torno
a nuestro pasado, con una obra extraordinaria acerca del acontecer político del
Archipiélago, desde la
Ilustración hasta el primer tercio del siglo XX.
Don Marco
Guimerá Peraza mantenía una gran amistad con mi amigo y convecino de la calle
El Calvario de la Orotava
licenciado en derecho, técnico de la administración del estado jubilado,
escritor y pregonero del reino Juan del Castillo y León, por cierto en
tertulias ilustradas y grandes conversaciones con don Marco, le bautizó como
pregonero de pregoneros.
A sus
hijos, grandes amigos míos: Marco (notario del Puerto de la Cruz), Boti y Tota (ambas
intimas amigas de mi cuñada Mercedes) y por qué no a todos los demás que son
numerosos, aún no tuve o no he tenido la oportunidad de conocerles, a todos
ellos mi más sincero pesar, puesto que su padre don Marco era un hombre bueno,
un hombre de la ilustración, un notario del pueblo y para el pueblo, y seguirá
con su ilustración en el otro lugar más misericordioso, con la esperanza, con
la fe y con su alegría y honradez que le caracterizó en la vida.
DON MARCO
GUIMERÁ PERAZA nace en Santa Cruz de Tenerife el 5 de febrero de
1919. Cursa sus estudios de primera enseñanza y bachillerato en el Colegio de
San Idelfonso, regido por los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Ingresa en la Facultad de Derecho
de la Universidad de La Laguna en el curso
1934-35, Allí tuvo como maestro de Historia
de España a Elías Serra Ráfols. Interrumpidos sus estudios por
nuestra guerra incivil, los reanudó a su término, obteniendo la Licenciatura en
junio de 1941.
Oposita a Notarías y obtiene
en 1944 la plaza de la entonces Villa de Güimar. De allí y en 1947 pasa a la notaría
de Las Palmas de Gran Canaria, por oposición entre notarios. Ocho años más
tarde y por concurso de clase, pasa a desempeñar una notaría en Santa Cruz de
Tenerife, hasta su jubilación en 1989. Cuarenta y cinco años de vida
profesional siempre en el mismo Colegio Notarial de Las Palmas, del que sería
elegido Decano para el sexenio 1970-1975.
Pertenece a El Museo Canario
al Instituto de Estudios Canarios y a la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife. Es Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, desde 1976.
Está en posesión de la Cruz de Honor de San
Raimundo de Peñafort; de la
Medalla de Oro de la Isla de Tenerife; y
de la Oran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X
el Sabio.
A lo largo de más de
cuarenta y cinco años ha publicado una veintena de libros y unos ochenta
artículos en revistas especializadas, inicialmente en el campo del Derecho y
posteriormente en el de la
Historia.
Entre las obras de carácter
jurídico destaca su aportación al estudio de las Aguas canarias, principalmente
su Régimen Jurídico... publicado en 1960 por el citado Instituto
de Estudios Canarios. En Derecho mercantil descuella su trabajo El acta de
protesto de letras de cambio, editado en 1965 con motivo del
Centenario de la Ley del
Notariado. También dedicó atención en derecho notarial, al presentar su ponencia
al Congreso Internacional del Notariado, celebrado en Roma en 1958, sobre el
tema El secreto profesional del Notariado y sus colaboradores.
Su labor propiamente
historiográfica, iniciada en 1961, llega hasta nuestros mismos días. Abarca
desde mediados del siglo XVIII, con la Ilustración, y llega
hasta el final del primer tercio del XX y se centra, principalmente, en las
biografías de personajes canarios que actuaron en política durante las diversas
épocas.
Así, entre los ilustrados,
destacan el Marqués de Bajamar, Francisco X Machado Fiesco, el V Marqués de
Villanueva del Prado y el Marqués consorte de San Andrés.
De los liberales de la
guerra de la
Independencia se ocupó de Antonio Saviñón y los
doceañistas Gordillo y Ruiz de Padrón.
En el trienio constitucional
es de señalar su importante biografía sobre José Murphy, editado por Caja Canarias
en 1974.
En el reinado de Isabel II
destaca la biografía que dedicó al abogado e historiador Francisco M de León y
Xuárez de la Guardia,
continuador de la obra de Viera y Clavijo. De esa época, prolongada hasta las
siguientes, es necesario señalar la vida y obra de Feliciano Pérez Zamora.
En el sexenio revolucionario
destacan los libros dedicados a los republicanos el Marqués de La Florida y Nicolás
Estévanez y Murphy.
Bajo la Restauración estudió
las figuras de Juan La
Roche y Siera, Fernando de León y Castillo, Benito Pérez
Galdós, Antonio Maora, Gumersindo de Azcárate, Juan Cumella y su último libro
hasta la fecha, la biografía de Martín Rodríguez Peraza.
En el reinado de Alfonso
XIII destaca su biografía de Benito Pérez Armas, el gran líder liberal y su
relación con el conservador Leopoldo Matos Massieu y el liberal agrario José Mesa
López.
Por último, pero no en
último lugar su estudio conjunto que bautizó como El Pleito Insular
(1808-1936), que ha tenido ya tres ediciones: la primera, en varios números del
Anuario de Estudios Atlánticos, que dirige en Madrid el eminente paisano
Antonio Rumeu de Armas; la segunda, ya en forma de libro de más de seiscientas
páginas, por Caja Canarias en 1976; y la tercera, por el Instituto de Estudios
de Administración Local, en 1987, iniciativa del catedrático de Derecho
Administrativo y también ilustre paisano Luciano Parejo Alfonso.
El amigo desde infancia y
convecino en la calle El Calvario de la Villa de La Orotava, licenciado en derecho, técnico de la
administración del estado jubilado, escritor, pregonero y villero de honor JUAN DEL CASTILLO Y LEÓN, me manda estas notas
necrológica sobre él que fue su gran amigo de tertulias ilustradas Don Marco
Guimerá Peraza. A Juan me lo tropecé por fuera de nuestras casas el sábado 26
de mayo del 2012, y me dijo amigo Bruno en el ABC de hoy en la página 65 honro
a mi amigo don Marco Guimerá Peraza, para que lo ponga en tu blog personal y
altruista EFEMÉRIDES: “…MARCOS GUIMERÁ (1919-2012) NOTARIO DE LA HISTORIA CANARIA.
Se ha ido, calladamente, como siempre vivió, Marcos Guimerá Peraza, cuya
fecunda vida y obra han marcado casi un siglo del mejor protagonismo de
Tenerife. Era sobrino del poeta y dramaturgo Ángel Guimerá y Jorge, nacido en
Santa Cruz, del que acaso heredó una extraña vena catalanista. Por otra parte,
pertenecía a una generación áurea de la ciudad -Rumeu de Armas, Marco Dorta,
José Arozena - que se sentían en sabia armonía chicharreros de dura crin
y canarios de todas las islas.
Probo empleado público, tuvo en Las Palmas de Gran Canaria la notaría más
importante del archipiélago. Luego fue destinado a Santa Cruz, donde dedicó
menos tiempo a la profesión, adoptando epmo amuleto, en su despacho de Teobaldo
Power, una mantita sobre las rodillas, de la que no se despojaba ni con la
canícula de agosto. Como jurista, dio a la estampa documentados trabajos sobre
la letra de cambio y las especificidades de las Aguas en Canarias. En suma,
compatibilizó su oficio de notario de la fe pública con su vocación de notario
de la historia.
Guimerá era íntegro, inteligente, ceremonioso, con memoria de
elefante. Con humildad franciscana. Católico a machamartillo -como nos
enteramos lo llamaba Juan Rodríguez Doreste-, conservador a la europea, liberal
en sentido marañoniano, Fue" en suma, el historiador tinerfeño por
antonomasia del siglo XIX, a cuyos personajes divulgó en «Los doceañistas
canarios», «Nicolás Estévanez o la rebeldía» o «El radical marqués de La Florida». En broma,
le decía que era el biógrafo de cámara del “patriciado”; los Franchi, los
Cólogan, los Benítez de Lugo. Su obra más clásica fue «El pleito insular»
(1976), que abarca desde 1808 a 1936.
Tardíamente =propio de esta tierra-, con el nuevo siglo, le llegó la hora
de los honores: Medalla de Oro de Tenerife, Teide de Oro de Radio Club, Hijo
Predilecto de Santa Cruz, Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio: Últimamente, Hijo
Adoptivo de Gran Canaria, donde tantos amigos tenía ya los, que biografió, como
J osé Mesa y López y Antonio López Botas. Hasta tiene un paseo, con su nombre,
en el santacrucero parque García Sanabria, donde, como su hijo Agustín dijo en
la misa, ahora en primavera, destaca con las jacarandas en flor y haciendo
pasillo de honor eri la vecina calle de Méndez Núñez. La asignatura pendiente
de don Marcos fue el doctorado «honoris causa» por la Universidad de La Laguna. Aunque
justicia tarde es Injusticia, acaso llegue ahora, como homenaje póstumo. O lo
dejen pata septiembre...
Muy propio de su generación, nuestro' ilustre desaparecido hablaba de
usted a todo el mundo. y para todos, incluida su familia, era don Marcos, Un
buen epitafio sería que tuvo muchos hijos; que escribió muchos libros; que
plantó, entre malvasías y dulcitos, más de un árbol en su finca de El
Sauzal. Lo acabamos de despedir justo a la sombra del monumento a Murphy
por, el que tantas batallas libró. Por todo lo alto. Con la Policía Local de
gala; con la banda de música, con el todo Tenerife. En el templo se festejaba a
Santa Rita de Cascia, olía a rosas. Buen presagio…”
Su hijo Agustín Guimerá
Ravina historiador del CISC, escribe un perfil musical totalmente operístico de
su querido padre don Marco, en el matutino EL DÍA del 27 de mayo del 2012,
página 62: “…UNA DIMENSIÓN poco conocida de mi padre es su gran afición
a la ópera y la zarzuela. A los treinta años, problemas de salud le indujeron a
dar un giro radical a su vida, encerrándose en su casa por las tardes, donde
cultivó la lectura, el estudio y la audición de música. Fue un gran aficionado
a la zarzuela y las canciones napolitanas, pero su gran pasión fue la ópera
italiana. Para él la voz humana superaba con mucho en belleza a cualquier
instrumento musical. Más aún, la lengua italiana, con el uso frecuente de las
vocales, daba al cantante un abanico grande de posibilidades, en comparación a
la lengua alemana. Ya desde 1951 empezó a frecuentar las temporadas de ópera en
el teatro Pérez Galdós, de Las Palmas, impulsado por sus amigos Diego
Cambreleng y Lola de Torre. Trabó amistad con Paco Kraus, al que pude conocer
en las temporadas de zarzuela en el teatro Guimerá hacia 1960. La fundación de
las sociedades "Amigos Canarios de la Ópera" o la "Asociación
Tinerfeña de Amigos de la Ópera" le permitieron disfrutar en directo del
bel canto, tanto en la isla vecina como en nuestro teatro Guimerá, durante
cuarenta años. Siempre consideró al teatro santacrucero una joya, por su
magnífica acústica. Incluso pudo conocer "La Traviata" en el
Teatro de l'Opera de Roma en 1958, durante un congreso notarial.
Pero lo más destacable es su
colección particular de ópera, unos doscientos discos de vinilo que fue
agrupando durante toda su vida. No faltaban Mozart, Massenet o Bizet, pero los
autores italianos dominan: Bellini, Donizetti, Rossini, Puccini... Pero el
buque insignia era Verdi, su ídolo. Tenía prácticamente toda su obra: Aida, Un
Ballo in Maschera, Falstaff, Macbeth, Otelo... Sin embargo, sus favoritos
fueron Rigoletto, Don Carlo, Il Trovatore y La Traviata. De todas
estas obras poseía distintas versiones. Defendía que la música de Verdi
favorecía a los cantantes, mientras que la de Puccini, con sus compases y
agudos maravillosos, forzaba mucho a los intérpretes.
En la casa familiar sonaron
durante décadas las voces de las sopranos Sutherland, Tebaldi o Freni, de los
artistas internacionales como Björling, Merril, Warrem, Schipa, Gobi, Del
Mónaco, Di Stefano, Pavarotti, o de los grandes cantantes españoles como
Caballé, Domingo, Carreras, Fleta o Lázaro. Pero sus favoritos fueron siempre
la divina Callas o los grandes tenores Beniamino Gigli y Alfredo Kraus. Como
era un poco duro de oído, ponía los discos muy altos... "¡Papá, por
favor!", gritábamos los niños. Lo curioso es que varios hermanos nos
convertimos en amantes de la ópera, gracias a esta imposición.
En el funeral de Marcos
Guimerá la Banda
Municipal interpretó el "Adiós a la vida" de
Puccini. En febrero de 1901, miles de personas asistieron en Milán al traslado
de los restos de Verdi y su esposa al mausoleo familiar, mientras Toscanini
dirigía a un coro de ochocientas voces en su aria "Va pensiero" en
honor de su héroe. La ópera les unió en vida y también en su despedida final…” (Bruno
Juan Álvarez Abreu)
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