lunes, 14 de julio de 2014

MARCOS GUIMERA PERAZA






1919 febrero 5.

Nace en Santa Cruz de Tenerife Marcos Quimera Peraza.

Con el adiós definitivo de don Marcos Quimera Peraza, Tenerife y Canarias pierden a una de sus figuras intelectuales más insignes, un contertulio ilustrado, destacó en sus cuarenta años de investigación en el análisis de las figuras políticas más importantes del siglo XIX en las Islas. No sólo fue amante de las letras sino un gran aficionado a la ópera.        
Su especialización en estudiar los acontecimientos políticos del siglo XIX y primer tercio del XX en Canarias, centrándose en los personajes que escribieron con sus acciones la historia de las Islas era evidente.

Su trayectoria de servicio público fue reconocida en vida durante las últimas décadas, cuando le fueron otorgados, entre otros, el Premio Canarias (2002), la Medalla de Oro de Tenerife (1983) y el título de Hijo Predilecto de Santa Cruz (1999), su ciudad natal. Porque toda la sociedad isleña valoraba la tarea ingente que desplegó en torno a nuestro pasado, con una obra extraordinaria acerca del acontecer político del Archipiélago, desde la Ilustración hasta el primer tercio del siglo XX.

Don Marco Guimerá Peraza mantenía una gran amistad con mi amigo y convecino de la calle El Calvario de la Orotava licenciado en derecho, técnico de la administración del estado jubilado, escritor y pregonero del reino Juan del Castillo y León, por cierto en tertulias ilustradas y grandes conversaciones con don Marco, le bautizó como pregonero de pregoneros.

A sus hijos, grandes amigos míos: Marco (notario del Puerto de la Cruz), Boti y Tota (ambas intimas amigas de mi cuñada Mercedes) y por qué no a todos los demás que son numerosos, aún no tuve o no he tenido la oportunidad de conocerles, a todos ellos mi más sincero pesar, puesto que su padre don Marco era un hombre bueno, un hombre de la ilustración, un notario del pueblo y para el pueblo, y seguirá con su ilustración en el otro lugar más misericordioso, con la esperanza, con la fe y con su alegría y honradez  que le caracterizó en la vida.

DON MARCO GUIMERÁ PERAZA nace en Santa Cruz de Tenerife el 5 de febrero de 1919. Cursa sus estu­dios de primera enseñanza y bachille­rato en el Colegio de San Idelfonso, re­gido por los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Ingresa en la Facultad de De­recho de la Universidad de La Laguna en el curso 1934-35, Allí tuvo como maestro de Historia de España a Elías Serra Ráfols. Interrumpidos sus estudios por nuestra guerra incivil, los reanu­dó a su término, obteniendo la Licenciatura en junio de 1941.
Oposita a Notarías y obtiene en 1944 la plaza de la entonces Villa de Güimar. De allí y en 1947 pasa a la no­taría de Las Palmas de Gran Canaria, por oposición entre notarios. Ocho años más tarde y por concurso de clase, pa­sa a desempeñar una notaría en Santa Cruz de Tenerife, hasta su jubilación en 1989. Cuarenta y cinco años de vida profesional siempre en el mismo Colegio Notarial de Las Palmas, del que sería elegido Decano para el sexenio 1970-1975.

Pertenece a El Museo Canario al Ins­tituto de Estudios Canarios y a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. Es Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, desde 1976.

Está en posesión de la Cruz de Ho­nor de San Raimundo de Peñafort; de la Medalla de Oro de la Isla de Tene­rife; y de la Oran Cruz de la Orden Ci­vil de Alfonso X el Sabio.
A lo largo de más de cuarenta y cin­co años ha publicado una veintena de libros y unos ochenta artículos en re­vistas especializadas, inicialmente en el campo del Derecho y posteriormente en el de la Historia.

Entre las obras de carácter jurídico destaca su aportación al estudio de las Aguas canarias, principalmente su Ré­gimen Jurídico... publicado en 1960 por el citado Instituto de Estudios Canarios. En Derecho mercantil descue­lla su trabajo El acta de protesto de le­tras de cambio, editado en 1965 con motivo del Centenario de la Ley del No­tariado. También dedicó atención en derecho notarial, al presentar su po­nencia al Congreso Internacional del No­tariado, celebrado en Roma en 1958, so­bre el tema El secreto profesional del Notariado y sus colaboradores.

Su labor propiamente historiográfica, iniciada en 1961, llega hasta nuestros mismos días. Abarca desde mediados del siglo XVIII, con la Ilustración, y llega hasta el final del primer tercio del XX y se centra, principalmente, en las biografías de personajes canarios que actuaron en política durante las diversas épocas.

Así, entre los ilustrados, destacan el Marqués de Bajamar, Francisco X Machado Fiesco, el V Marqués de Villa­nueva del Prado y el Marqués consor­te de San Andrés.
De los liberales de la guerra de la Independencia se ocupó de Antonio Saviñón y los doceañistas Gordillo y Ruiz de Padrón.

En el trienio constitucional es de señalar su importante biografía sobre José Murphy, editado por Caja Cana­rias en 1974.

En el reinado de Isabel II destaca la biografía que dedicó al abogado e historiador Francisco M de León y Xuá­rez de la Guardia, continuador de la obra de Viera y Clavijo. De esa época, pro­longada hasta las siguientes, es necesario señalar la vida y obra de Felicia­no Pérez Zamora.

En el sexenio revolucionario destacan los libros dedicados a los republicanos el Marqués de La Florida y Nico­lás Estévanez y Murphy.

Bajo la Restauración estudió las fi­guras de Juan La Roche y Siera, Fer­nando de León y Castillo, Benito Pé­rez Galdós, Antonio Maora, Gumersindo de Azcárate, Juan Cumella y su último libro hasta la fecha, la biografía de Martín Rodríguez Peraza.
En el reinado de Alfonso XIII des­taca su biografía de Benito Pérez Ar­mas, el gran líder liberal y su relación con el conservador Leopoldo Matos Massieu y el liberal agrario José Me­sa López.

Por último, pero no en último lugar su estudio conjunto que bautizó como El Pleito Insular (1808-1936), que ha tenido ya tres ediciones: la primera, en varios números del Anuario de Estudios Atlánticos, que dirige en Madrid el eminente paisano Antonio Rumeu de Armas; la segunda, ya en forma de li­bro de más de seiscientas páginas, por Caja Canarias en 1976; y la tercera, por el Instituto de Estudios de Administración Local, en 1987, iniciativa del catedrático de Derecho Administrativo y también ilustre paisano Luciano Parejo Alfonso.

El amigo desde infancia y convecino en la calle El Calvario de la Villa de La Orotava, licenciado en derecho, técnico de la administración del estado jubilado, escritor, pregonero y villero de honor JUAN DEL CASTILLO Y LEÓN, me manda estas notas necrológica sobre él que fue su gran amigo de tertulias ilustradas Don Marco Guimerá Peraza. A Juan me lo tropecé por fuera de nuestras casas el sábado 26 de mayo del 2012, y me dijo amigo Bruno en el ABC de hoy en la página 65 honro a mi amigo don Marco Guimerá Peraza, para que lo ponga en tu blog personal y altruista EFEMÉRIDES: “…MARCOS GUIMERÁ (1919-2012) NOTARIO DE LA HISTORIA CANARIA. Se ha ido, calladamente, como siempre vivió, Marcos Guimerá Peraza, cuya fecunda vida y obra han marcado casi un siglo del mejor protagonismo de Tenerife. Era sobrino del poeta y dramaturgo Ángel Guimerá y Jorge, nacido en Santa Cruz, del que acaso heredó una extraña vena catalanista. Por otra parte, pertenecía a una generación áurea de la ciudad -Rumeu de Armas, Marco Dorta, José Arozena -  que se sentían en sabia armonía chicharreros de dura crin y canarios de todas las islas.

Probo empleado público, tuvo en Las Palmas de Gran Canaria la notaría más importante del archipiélago. Luego fue destinado a Santa Cruz, donde dedicó menos tiempo a la profesión, adoptando epmo amuleto, en su despacho de Teobaldo Power, una mantita sobre las rodillas, de la que no se despojaba ni con la canícula de agosto. Como jurista, dio a la estampa documentados trabajos sobre la letra de cambio y las especificidades de las Aguas en Canarias. En suma, compatibilizó su oficio de notario de la fe pública con su vocación de notario de la historia.

Guimerá era íntegro, inteligente, ceremonioso, con memoria de elefante. Con humildad franciscana. Católico a machamartillo -como nos enteramos lo llamaba Juan Rodríguez Doreste-, conservador a la europea, liberal en sentido marañoniano, Fue" en suma, el historiador tinerfeño por antonomasia del siglo XIX, a cuyos personajes divulgó en «Los doceañistas canarios», «Nicolás Estévanez o la rebeldía» o «El radical marqués de La Florida».  En broma, le decía que era el biógrafo de cámara del “patriciado”; los Franchi, los Cólogan,  los Benítez de Lugo. Su obra más clásica fue «El pleito insular» (1976), que abarca desde 1808 a 1936.

Tardíamente =propio de esta tierra-, con el nuevo siglo, le llegó la hora de los honores: Medalla de Oro de Tenerife, Teide de Oro de Radio Club, Hijo Predilecto de Santa Cruz, Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio: Últimamente, Hijo Adoptivo de Gran Canaria, donde tantos amigos tenía ya los, que biografió, como J osé Mesa y López y Antonio López Botas. Hasta tiene un paseo, con su nombre, en el santacrucero parque García Sanabria, donde, como su hijo Agustín dijo en la misa, ahora en primavera, destaca con las jacarandas en flor y haciendo pasillo de honor eri la vecina calle de Méndez Núñez. La asignatura pendiente de don Marcos fue el doctorado «honoris causa»  por la Universidad de La Laguna. Aunque justicia tarde es Injusticia, acaso llegue ahora, como homenaje póstumo. O lo dejen pata septiembre...

Muy propio de su generación, nuestro' ilustre desaparecido hablaba de usted a todo el mundo. y para todos, incluida su familia, era don Marcos, Un buen epitafio sería que tuvo muchos hijos; que escribió muchos libros; que plantó, entre malvasías y dulcitos, más de un  árbol en su finca de El Sauzal. Lo acabamos de  despedir justo a la sombra del monumento a Murphy por, el que tantas batallas libró. Por todo lo alto. Con la Policía Local de gala; con la banda de música, con el todo Tenerife. En el templo se festejaba a Santa Rita de Cascia, olía a rosas. Buen presagio…”

Su hijo Agustín Guimerá Ravina historiador del CISC, escribe un perfil musical totalmente operístico de su querido padre don Marco, en el matutino EL DÍA del 27 de mayo del 2012, página 62: “…UNA DIMENSIÓN poco conocida de mi padre es su gran afición a la ópera y la zarzuela. A los treinta años, problemas de salud le indujeron a dar un giro radical a su vida, encerrándose en su casa por las tardes, donde cultivó la lectura, el estudio y la audición de música. Fue un gran aficionado a la zarzuela y las canciones napolitanas, pero su gran pasión fue la ópera italiana. Para él la voz humana superaba con mucho en belleza a cualquier instrumento musical. Más aún, la lengua italiana, con el uso frecuente de las vocales, daba al cantante un abanico grande de posibilidades, en comparación a la lengua alemana. Ya desde 1951 empezó a frecuentar las temporadas de ópera en el teatro Pérez Galdós, de Las Palmas, impulsado por sus amigos Diego Cambreleng y Lola de Torre. Trabó amistad con Paco Kraus, al que pude conocer en las temporadas de zarzuela en el teatro Guimerá hacia 1960. La fundación de las sociedades "Amigos Canarios de la Ópera" o la "Asociación Tinerfeña de Amigos de la Ópera" le permitieron disfrutar en directo del bel canto, tanto en la isla vecina como en nuestro teatro Guimerá, durante cuarenta años. Siempre consideró al teatro santacrucero una joya, por su magnífica acústica. Incluso pudo conocer "La Traviata" en el Teatro de l'Opera de Roma en 1958, durante un congreso notarial.

Pero lo más destacable es su colección particular de ópera, unos doscientos discos de vinilo que fue agrupando durante toda su vida. No faltaban Mozart, Massenet o Bizet, pero los autores italianos dominan: Bellini, Donizetti, Rossini, Puccini... Pero el buque insignia era Verdi, su ídolo. Tenía prácticamente toda su obra: Aida, Un Ballo in Maschera, Falstaff, Macbeth, Otelo... Sin embargo, sus favoritos fueron Rigoletto, Don Carlo, Il Trovatore y La Traviata. De todas estas obras poseía distintas versiones. Defendía que la música de Verdi favorecía a los cantantes, mientras que la de Puccini, con sus compases y agudos maravillosos, forzaba mucho a los intérpretes.
En la casa familiar sonaron durante décadas las voces de las sopranos Sutherland, Tebaldi o Freni, de los artistas internacionales como Björling, Merril, Warrem, Schipa, Gobi, Del Mónaco, Di Stefano, Pavarotti, o de los grandes cantantes españoles como Caballé, Domingo, Carreras, Fleta o Lázaro. Pero sus favoritos fueron siempre la divina Callas o los grandes tenores Beniamino Gigli y Alfredo Kraus. Como era un poco duro de oído, ponía los discos muy altos... "¡Papá, por favor!", gritábamos los niños. Lo curioso es que varios hermanos nos convertimos en amantes de la ópera, gracias a esta imposición.

En el funeral de Marcos Guimerá la Banda Municipal interpretó el "Adiós a la vida" de Puccini. En febrero de 1901, miles de personas asistieron en Milán al traslado de los restos de Verdi y su esposa al mausoleo familiar, mientras Toscanini dirigía a un coro de ochocientas voces en su aria "Va pensiero" en honor de su héroe. La ópera les unió en vida y también en su despedida final…” (Bruno Juan Álvarez Abreu)

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