1929 octubre 14.
Nace en Tedote (Santa Cruz de La Palma,) Antonio Manuel Díaz Rodríguez.
“El
pasado 18 de febrero de 2011 falleció Antonio Manuel Díaz Rodríguez, al que
puede considerarse uno de los más preclaros conservacionistas con los que ha
contado la isla de La Palma
(Canarias). De personalidad abierta, afable, inquieta y dotada de un fino
sentido del humor –tan consubstancial, por otro lado, a la seña de identidad
palmense–, desplegó a lo largo de toda su existencia un carácter vitalista y un
perfil encarnado en la esencia más auténtica de la isla. Su biografía se resume
en un compromiso constante con La
Palma, por el que mostró a sus convecinos que la mejor manera
de defender los valores universales es a través de su medio más inmediato.
Quizás éste haya sido su mejor legado: saber hacer de la patria chica
el modelo para ennoblecer la patria grande. En este sentido, Díaz
Rodríguez fue un naturalista y un humanista de vocación local a la vez que un
ciudadano de sentimiento generalista. Es decir, consiguió contemplar a La Palma como una utopía viable
al mismo tiempo que entrevió el mundo como anhelo de la propia isla.
Nacido en Santa Cruz de La Palma el 14 de octubre de
1929 en el seno de una familia de honda tradición liberal y mercantil, Antonio
Manuel Díaz ejemplarizó una manera de ser en la que sabiamente supo conjugar
las raíces culturales de la geografía insular; una decidida y valiente apuesta
medioambiental, asentada en sólidos argumentos; y un respetuoso talante, capaz
de trabar vasta amistad con personas de todas las ideologías o tendencias
políticas, una actitud, por demás, siempre difícil de encontrar. Hijo de
Diógenes Díaz Cabrera (1904-1993), cónsul de Venezuela en la isla, y de Rosa
Rodríguez Hernández, mostró desde niño una curiosidad innata por cuanto le
rodeaba. De este tiempo son sus entrañables recuerdos del carnaval de la
primera mitad de la década de 1930, rememorados en la casa familiar de la calle
O’Daly y que, con posterioridad, glosó en más de una ocasión. Sin embargo, en
1936, la terrible guerra civil marcó el destino familiar. Su padre, Diógenes
Díaz, conocido francmasón y militante del Partido Republicano Palmero en la
línea de Alonso Pérez Díaz (1876-1941), fue encarcelado en distintas prisiones
del archipiélago y de la península iberica entre 1941 y 1947. A partir de este
momento, la huella de Pérez Díaz y un republicanismo consecuente quedarán
patentes como dos principios que sellan buena parte de su vida. Señalemos en
este sentido que Díaz Rodríguez dispuso que las flores de su sepelio, una vez
concluido su velatorio, se depositaran ante la tumba de D. Alonso.
Entretanto, los años de bachillerato supusieron
para el joven Díaz un oportuno encuentro con la cultura. El magisterio –también
motivado por las trágicas consecuencias de la guerra civil– de José Pérez Vidal
(1907-1990) en el Instituto de Bachillerato de Santa Cruz de La Palma, fue un remanso en
aquellos tormentosos años. Un testimonio de aquel empuje juvenil fue la
confección del periódico escolar Cristal y roca (1948), un ilusionado
boletín escolar secuestrado desde el número 1 por las autoridades educativas.
No obstante, lo más importante de aquella efímera empresa fue la estrecha
amistad forjada desde este instante entre D. Antonio Manuel y el etnógrafo
palmero, del que aquél llegó incluso a ser albacea testamentario. En este
ámbito resulta indudable la influencia de Pérez Vidal en la sensibilidad de
Díaz, y en especial en la amplia receptividad que mostró siempre por la cultura
popular. D. Antonio Manuel supo hacer suya aquella máxima dictada por D. José
en su prólogo al libro Narraciones que parecen cuento (Santa Cruz de
Tenerife, 1954) de Armando Yanes Carrillo (1884-1962): “El pueblo que
[...] deje desvanecer su tradición y su historia perderá sus raíces y
llegará a sentirse extranjero en su propia tierra”.
Llegada la edad universitaria, Díaz Rodríguez
marchó a Tenerife, donde cursó estudios en la Escuela Profesional
de Comercio, en cuyo seno, en 1952, se tituló como perito mercantil. Más tarde
completó su formación como profesor mercantil en la Escuela de Altos Estudios
Mercantiles de Madrid, en la que se graduó en 1954. Vuelto a La Palma, empieza a ejercer
profesionalmente en la empresa familiar, una de las casas más relevantes de la
isla. Fundada en 1902 por su abuelo Manuel Rodríguez Acosta (1883-1961), el
negocio abarcaba géneros de diversa índole como el de ferretería, gasolinera,
venta de automóviles, motocicletas y repuestos, así como las explotaciones
agrícola y ganadera.
En 1957, de manera paralela a los quehaceres
comerciales, se incorpora al claustro de la Academia Insular
de Magisterio y Comercio, donde comienza a impartir docencia. En esta faceta
destacó como un buen profesor gracias a sus dotes naturales para la
comunicación. Alguno de sus antiguos alumnos recuerda cómo sus aptitudes de
pedagogo movieron su interés por las asignaturas más áridas del plan de
estudios. Una vez cerrada la academia, pasó por oposición a ser profesor de Tecnología
Administrativa y Comercial en el Instituto de Formación Profesional Virgen de
las Nieves, donde trabajó hasta su jubilación en 1994. De igual modo, D.
Antonio Manuel compaginó las tareas docentes con el servicio diplomático.
Retirado su padre del cargo, desde 1959 Díaz fue designado cónsul ad
honorem de la República
de Venezuela en La Palma,
empleo que desempeñó hasta el año 2008. En este ejercicio tuvo el privilegio,
por ejemplo, de recibir al presidente venezolano Rafael Caldera en sus visitas
a la isla en 1975 y 1978.
En cierta manera ese compromiso social le condujo
a formar parte activa del Club de Leones, asociación altruista que durante la
década de 1970 auspició una serie de relevantes proyectos en la capital
palmera: erección de un parque infantil en la antigua plaza de las Monjas
(1971), acondicionamiento del elemento escenográfico del Barco de la Virgen como Museo Naval
(1970-1975), o rescate, tras varias décadas de olvido, de la popular cabalgata
de Reyes en la noche del 5 de enero (1970). Antonio Manuel Díaz y su esposa,
Blanca Aurora Ríos Pérez, profesora superior de piano, colaboraron con cariño,
ilusión y entusiasmo en estas iniciativas. En igual forma, Díaz presidió
durante dos años la histórica Sociedad La Investigadora de
Santa Cruz de La Palma
(2001-2003).
Con el restablecimiento en 1978 del sistema
democrático en España, Antonio Manuel Díaz asumió entonces el compromiso
político. Entre 1979 y 1983, durante la primera legislatura de la nueva etapa
de las corporaciones locales, integró como independiente las candidaturas de
Unión de Centro Democrático al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y al Cabildo de La Palma. En este tiempo, y
a través de su cargo de consejero insular, se materializó la creación de la Granja Experimental
de Garafía, institución concebida para la salvaguarda de las razas autóctonas
de La Palma que
ha venido a representar un papel fundamental en la conservación del patrimonio
genético insular. En este cometido cabe recordar que fue pionero en identificar
la mayoría de las razas locales, como la oveja y la cabra palmeras y el perro
pastor garafiano. Desde su puesto como edil en el Cabildo de La Palma impulsó medidas de
protección para estos genotipos, así como también para la vaca palmera y el
cerdo negro canario. En justo reconocimiento a su labor y a título póstumo,
desde 2011 la granja experimental del Cabildo de La Palma lleva el nombre de
“Antonio Manuel Díaz Rodríguez”. En igual medida, el Concurso Monográfico del
Perro Pastor Garafiano, instituido desde 2008 en el marco de la feria ganadera
de San Antonio del Monte, porta hoy la denominación “Antonio Manuel Díaz
Rodríguez”.
El propio Díaz, en su finca de la Hacienda de Bajamar
(Breña Alta), crió ovejas, gallinas camperas de la isla y, sobre todo, pastores
garafianos. De esta última raza repartió gratuitamente más de 1.000 cachorros,
requisito que contribuyó en 2004 a su definitivo reconocimiento oficial por la Real Sociedad Canina
como “raza autóctona española”; en la actualidad, se espera su registro
internacional. Como recuerda su amigo el veterinario y biólogo del Instituto
Canario de Investigaciones Agrarias Juan Capote Álvarez, “hasta el último
momento, Antonio Manuel mantuvo el interés de un joven investigador; cuando
murió tenía dos perros en su casa, un pastor garafiano y un ratonero palmero,
que simbolizan de manera clara a una raza consolidada y a otra emergente, es
decir, su trabajo y su ilusión”. La herencia de esta pasión ganadera ha
sido continuada tanto por el propio Juan Capote como por otros solventes
veterinarios y profesores canarios como Antonio Jesús Fernández Rodríguez,
María del Rosario Fresno, Rafael González y Juan Luis López. En idéntica forma,
sus propias hijas han asumido ese legado. Una de ellas, Rosa Elena Díaz, por
ejemplo, es doctora en Biología, y otra, Silvia, es veterinaria.
Esta inclinación por la naturaleza se concretó,
asimismo, en su defensa constante del patrimonio natural de La Palma. Esporádico
publicista en los medios de comunicación social, siempre en defensa de los
valores medioambientales de la geografía palmera, fue uno de los fundadores de la Asociación Junonia
Mayor de Amigos de la
Naturaleza (1982), ateneo ecologista inspirado en la
corporación homónima Asociación Tinerfeña de Amigos de la Naturaleza y dedicado a
la protección de la fauna, flora, paisaje y tipismo de La Palma. En fecha más
reciente, Díaz Rodríguez había sido designado miembro del Patronato de Espacios
Naturales de la isla de La
Palma. Junto a su amigo Agustín Rodríguez Fariña mantuvo en
las convocatorias de este organismo una postura comprometida y crítica frente a
las tesis oficialistas, con frecuencia más atraídas por un beneficio inmediato
que asentadas en una perspectiva lógica. Debido a ello, ambos intelectuales
acabaron siendo cesados de la corporación. En este terreno, conviene colacionar
que Díaz llegó a atesorar una copiosísima colección de imágenes de los paisajes
insulares y que hoy en día quedan como mudos pero objetivos testigos de un
desarrollo con frecuencia mal entendido.
Al mismo tiempo, Díaz Rodríguez participó en
cuantas empresas tuvieron aplicación en la mejora del patrimonio natural o
cultural de La Palma. En
esta línea no deben olvidarse sus inclusiones como miembro constituyente en la Fundación para la Recuperación del
Patrimonio “Villa de Garafía” (1991), la Asociación Española
del Perro Pastor Garafiano (1997), la Asociación de Criadores de la Oveja Palmera
(2000-2001) o la Sociedad
de Estudios Generales de la Isla
de La Palma
(2003).
Esta vocación por la naturaleza se combinó con un
compromiso científico manifestado en su activismo por la Real Sociedad
Cosmológica, entidad de carácter cultural fundada en Santa Cruz de La Palma en 1881 y espejo de la
tradición ilustrada de la isla. Cabría rememorar que fue su presidente entre
1977 y 1986, y bajo su mandato se acometió la principal reforma de la entidad
en sus más de ciento treinta años de trayectoria. Con este fin se procedió a la
ampliación del edificio, sede en lo antiguo del pósito de la ciudad, sito en el
número 6 de la calle Vandewalle, para lo que se aprovechó el patio-mirador de
la vertiente norte. Además, de estos años data un debate público sobre la
naturaleza jurídica de la sociedad. Y así, frente a las pretensiones del
consistorio de Santa Cruz de La
Palma de apropiarse de La Cosmológica y
convertirla en mera biblioteca pública municipal –hubiese mantenido sólo el
nombre–, la junta directiva presidida por Díaz contrapuso la visión de una
entidad mucho más ambiciosa. La
Cosmológica se entendió –por fortuna, aún hoy también– como
un foro en el que tiene cabida la iniciativa particular o, en otras palabras,
como un cauce de participación de la ciudadanía más allá de la administración
pública. Fueron unos momentos delicados, coincidentes, además, con la etapa
como concejal de Díaz Rodríguez en el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. No en vano, el
consistorio municipal, propietario del inmueble en el que se ubica La Cosmológica, llegó a
redactar un borrador de estatutos para controlar la institución. Por gracia, La Cosmológica permaneció
como una institución independiente y de servicio público.
Los compromisos cívicos condujeron a D. Antonio
Manuel a colaborar en restablecer la dignidad de los represaliados tras el
alzamiento militar de 1936, una cruda realidad sufrida en su propia familia.
Díaz Rodríguez fue uno de los investigadores pioneros en confeccionar un
listado de desaparecidos o ejecutados y, desde la década de 1990, comenzó a dar
a la luz, bajo seudónimo, diversos artículos sobre la cuestión, una de las más
oscuras de la historia de La
Palma. Dos circunstancias acaecidas años antes, y que ponen
de relieve una vez más su talante, fueron los modos en que clandestinamente
retornaron desde Las Palmas de Gran Canaria los restos de Alonso Pérez Díaz, o
cómo se repusieron en el cementerio santacrucero algunos elementos formales de
la tumba del periodista, educador y librepensador Hermenegildo Rodríguez Méndez
(1870-1922). En primer lugar, cabe recordar que D. Alonso había fallecido preso
en 1941. Hacia 1961, y por iniciativa de sus hermanas, sus huesos se trajeron
de la capital grancanaria hasta la necrópolis de Santa Cruz de La Palma, depositándose sin
nominación alguna en un nicho del mausoleo familiar; Antonio Manuel Díaz fue
una de las tres personas que se ocuparon de esta amarga repatriación. Por su
parte, la sepultura de Rodríguez Méndez se erigió rematada por una alegórica
columna, prudentemente escondida tras el triunfo del golpe de estado de 1936.
Durante el mandato de Díaz en La
Cosmológica, y bajo la supervisión del investigador y artista
Alberto José Fernández García (1928-1984), miembro también de la dirección
cosmológica y custodio de la columna, la pieza se repuso en el sepulcro de D.
Gildo.
Este interés panorámico por la cultura insular se
manifestó en numerosos trabajos, publicados en la prensa regional y local o en
libros colectivos. Personajes singulares y sabrosas anécdotas de otros tiempos,
cuyos relatos sólo habían sido transmitidos hasta entonces en narraciones
orales, fijaron su atención. En este sentido, buena prueba de esta afición por
lo costumbrista es el trabajo de contextualización que preparaba sobre la
poesía satírica de Domingo Acosta Guión (1884-1959), en la que se mostraba una
descripción e identificación de los personajes o de las circunstancias que
iluminara la exégesis humorística de los versos, crípticos para la mayoría
lectora. También cabe incluir en esta faceta una extensa recopilación sobre
recetas de licores caseros. De mayor gravedad fue su aportación al libro Santa
Cruz de La Palma
en blanco y negro (2000), en coautoría con Juan Julio Fernández Rodríguez
y Juan Carlos Díaz Lorenzo, del que suscribió el capítulo “La sociedad” (pp.
134-191), o sus contribuciones en diversas publicaciones, en particular la
relativa al perro pastor garafiano aparecida en la Revista de
estudios generales de la isla de La
Palma (“Recuperación y reconocimiento formal de la raza
canina: pastor garafíano”, nº 1, 2005, pp. 91-116), así como otros artículos
insertos en cabeceras de divulgación.
Se trata, en definitiva, de un cúmulo de trazos
que desde distintos ángulos retratan el complejo perfil de un palmero con
pincelada profunda en lo local y amplia perspectiva en lo universal.
Condecoraciones como las de Francisco de Miranda de tercera clase (1975) y
Andrés Bello de segunda clase (1980), otorgadas por el gobierno venezolano;
Distinción Honorífica de la
Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno
de Canarias (2003); Distinguido de la
Isla por la Fundación Canaria para el Desarrollo y la Cultura Ambiental
de La Palma
(2003); Presidente de Honor de la Asociación Española
del Perro Pastor Garafiano (2008); Distinción de la Sociedad Española
para los Recursos Genéticos Animales (SERGA); Medalla de Oro de la Villa de Garafía (2009); y
Embajador de Buena Voluntad de la Reserva Mundial de la Biosfera de La Palma (2009), fueron algunos
de los reconocimientos y galardones de los que se hizo merecedor. Pero por
encima de todo, servir a su tierra, a la Tierra, fue su mayor recompensa. Con la muerte de
Antonio Manuel Díaz Rodríguez se ha marchado un pedazo del alma palmera de la
segunda mitad del siglo XX. Queda, sin embargo, su compromiso. Nuestro
compromiso.
(Manuel
Poggio Capote.Cronista oficial de Santa Cruz de La Palma, en Rincones del
Atlántico)
No hay comentarios:
Publicar un comentario