lunes, 30 de junio de 2014

TOMAS DE IRIARTE





1791 septiembre 17.
Fallece en Madrid (España) Tomas de Iriarte, escritor.

    Tomás de Iriarte nace en el puerto de La Orotava –actual Puerto de la Cruz– (Tenerife) un 18 de septiembre de 1750. Desciende de una familia de militares navarros afincados en Tenerife. Aprendió sus primeras letras en un convento de La Orotava, y a lo largo de sus años de infancia y juventud se adiestra en la traducción de los clásicos, y adquiere algunos conocimientos musicales, así como de poesía, arte que desarrolló muy precozmente.

    Con catorce años fue llamado a Madrid por un tío suyo, Juan de Iriarte (1702-1771), hombre culto y políglota, bibliotecario mayor de la Biblioteca Real y primer traductor de la Secretaría de Estado, que llegaría a ser miembro de las academias de la Lengua y de Bellas Artes. En la capital Tomás aprende, entre otras cosas, griego, latín, francés, inglés, música, retórica y arte poética. Con sólo dieciocho años se le encarga la traducción y adaptación de algunas obras escritas en otras lenguas, sobre todo en francés. Poco después, con el propósito de crear un nuevo tipo de teatro, de acuerdo con las ideas de la Ilustración, Iriarte compone una obra titulada Hacer que hacemos, pero las presiones de algunos personajes apegados a la tradición impidieron que llegara a representarse. Iriarte, lejos de desmoralizarse, trató de llevar a cabo sus afanes renovadores al ámbito del periodismo. A Tomás le habían encomendado la dirección de un periódico mensual llamado Mercurio Histórico y Político. Al asumir esa tarea, el fabulista tinerfeño introdujo una serie de novedades, como la incorporación de noticias de mayor actualidad.
    A Tomás de Iriarte también le preocupaba la mala calidad de los sermones que se pronunciaban. Por este motivo, compuso una pieza titulada Los literatos en Cuaresma en la que ponía en boca de los tertulianos de la Fonda de San Sebastián, en la que se reunía Iriarte y sus amigos una serie de discursos, imitados de los de los oradores clásicos.
    En 1777, con la intención de proporcionar a los cultivadores de la poesía un conjunto de normas de referencia, se vuelca en la traducción de la Epístola ad Pisones de Horacio, más conocida como el Arte poética. Hizo este trabajo con tanto interés que, si el texto original latino tenía una extensión de unos quinientos versos, su versión alcanzaba mil sesenta y cinco, lo que provocó que algunos críticos la consideraran excesivamente extensa, difusa y redundante.
    Otro trabajo que gozó de muy buena acogida en el extranjero fue su estudio sobre La Música que, a pesar de su gran calidad, recibió, a igual que Arte poética, el rechazo de sus compatriotas.
    Tras la exitosa publicación, en 1782, de las célebres Fábulas literarias, con las que algunos personajes se dieron por aludidos, y a pesar de las negativas del autor en este sentido, no tardaron en aparecer textos injuriosos y descalificantes, tales como El asno erudito, de Forner o las opiniones del también fabulista Samaniego. Tomás de Iriarte les respondió con un texto titulado Para casos tales suelen tener los maestros oficiales, al que intentó replicar, a su vez, Forner con Los gramáticos: Historia chinesca, donde no sólo atacaba a Tomás, sino a toda la familia Iriarte; sin embargo, las influencias que estos tenían en la Corte sirvieron para paralizar dicha edición.

    Las Fábulas literarias de Iriarte se imprimieron a comienzos de 1772 y consistían en una colección de sesenta y siete fábulas en verso. Posteriormente, tras su muerte, se le añadirán otras nueve más que había dejado sin concluir.

    En cuanto a la originalidad de Iriarte, está claro que él no fue el inventor del género de la fábula, pero no cabe duda de que aportó novedades de gran importancia al mismo. Por un lado, desplazó el papel primordial hasta entonces de la “moraleja”, a un segundo lugar, para darle un mayor protagonismo a la anécdota que se narraba. Por otra parte, las Fábulas literarias eran completamente nuevas, ya que no se basaban en otras fábulas precedentes, como hacía la mayor parte de los fabulistas, que rehacían las fábulas clásicas, o les daban un carácter distinto, sino que Iriarte las compuso por completo. Además, el hecho de que su temática fuera predominantemente filológica, es decir, que trataban sobre la lengua y la literatura, les concede un carácter completamente original.
    Siempre atento al tema educativo, Iriarte compuso también dos piezas teatrales con el objetivo de hacer reflexionar a quienes las vieran sobre la importancia de una adecuada formación para los jóvenes: El señorito mimado (1787) y La señorita malcriada (1788).

    Enfermo de gota y hastiado por tantas hostilidades, Tomás de Iriarte falleció el 17 de septiembre de 1791.

Significación y alcance de la obra de Tomás de Iriarte

Tomás de Iriarte constituye una de las figuras más destacadas de la segunda mitad del siglo XVIII español. Llama la atención el desconocimiento que, aún hoy, existe sobre él y sobre sus obras, en general. Resulta paradójico que, quien tanto hizo por elevar el nivel cultural de la sociedad de su época, sea sólo conocido hoy por su Fábulas literarias. Cierto es que éstas son, quizás, lo más llamativo de su producción, pero Iriarte se esforzó por aportar aires nuevos a otras muchas vertientes del panorama literario, desde el periodismo, pasando por el teatro y la teoría poética hasta la oratoria y las artes musicales. De esta manera, puede decirse que queda mucho todavía por investigar y conocer de la obra de Tomás de Iriarte.

    En cuanto a su papel social, no cabe duda que fue el prototipo de hombre ilustrado, con grandes intereses culturales, que abarcaron numerosas facetas. Quizá, su cualidad más sobresaliente fue su preocupación por mejorar todos y cada uno de los ámbitos literarios en que se movió y tuvo algún tipo de actividad.

    La publicación de las Fábulas supuso todo un acontecimiento en el mundillo social y cultural de la época. La creencia, bastante difundida, de que en ellas se aludía, de forma más o menos velada, a escritores y figuras destacadas de entonces, hizo que, aguijoneados por la curiosidad, todos quisieran tener un ejemplar de las mismas, para investigar quiénes eran los retratados. Pero, como quiera que Iriarte conocía a la perfección el panorama en el que se movía, puso, al principio de todas las fábulas, la que tituló “El elefante y otros animales”, donde refutaba de antemano las posibles acusaciones que pudieran hacerle, tratando de darles a sus Fábulas un sentido general. (Tomado de: www. Isla de Tenerife Vivela)


La obra de Tomás de Iriarte:
Fábulas literarias. Imprenta Real, Madrid, 1782.; Fábulas literarias. Con un ensayo de Alejandro Cioranescu. Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1951.; El señorito mimado; La señorita malcriada. Edición, introducción y notas de Russell P. Sebold. Castalia, Madrid, 1976.; Fábulas literarias. Islas Canarias. Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1989.; Fábulas literarias. Edición de Ángel L. Prieto de Paula, Cátedra, Madrid, 1988.; Fábulas literarias. Edición de Emilio Palacios Fernández, Debolsillo, Barcelona, 2004.

Bibliografía:
Cotarelo, E.: Iriarte y su época. Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1897; Fernández Hernández, R.: Los Iriarte. Antología. Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1992.; Salas Salgado, F.: La “ARS Poética” de Horacio en la versión de Tomás de Iriarte: justificación de método del traductor. Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, La Laguna, 2002.; Subirá, J.: El compositor Iriarte (1750-1791) y el cultivo español del melólogo (melodrama). II Tomos, CSIC Instituto Español de Musicología, Barcelona, 1949-1950.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario