1791 septiembre 17.
Fallece en Madrid (España)
Tomas de Iriarte, escritor.
Tomás de
Iriarte nace en el puerto de La
Orotava –actual Puerto de la Cruz– (Tenerife) un 18 de septiembre de 1750.
Desciende de una familia de militares navarros afincados en Tenerife. Aprendió
sus primeras letras en un convento de La Orotava, y a lo largo de sus años de infancia y
juventud se adiestra en la traducción de los clásicos, y adquiere algunos
conocimientos musicales, así como de poesía, arte que desarrolló muy precozmente.
Con
catorce años fue llamado a Madrid por un tío suyo, Juan de Iriarte (1702-1771),
hombre culto y políglota, bibliotecario mayor de la Biblioteca Real y
primer traductor de la
Secretaría de Estado, que llegaría a ser miembro de las
academias de la Lengua
y de Bellas Artes. En la capital Tomás aprende, entre otras cosas, griego,
latín, francés, inglés, música, retórica y arte poética. Con sólo dieciocho
años se le encarga la traducción y adaptación de algunas obras escritas en
otras lenguas, sobre todo en francés. Poco después, con el propósito de crear
un nuevo tipo de teatro, de acuerdo con las ideas de la Ilustración, Iriarte
compone una obra titulada Hacer que hacemos, pero las presiones de
algunos personajes apegados a la tradición impidieron que llegara a
representarse. Iriarte, lejos de desmoralizarse, trató de llevar a cabo sus
afanes renovadores al ámbito del periodismo. A Tomás le habían encomendado la
dirección de un periódico mensual llamado Mercurio Histórico y Político.
Al asumir esa tarea, el fabulista tinerfeño introdujo una serie de novedades,
como la incorporación de noticias de mayor actualidad.
A Tomás
de Iriarte también le preocupaba la mala calidad de los sermones que se
pronunciaban. Por este motivo, compuso una pieza titulada Los literatos en
Cuaresma en la que ponía en boca de los tertulianos de la Fonda de San Sebastián, en
la que se reunía Iriarte y sus amigos una serie de discursos, imitados de los
de los oradores clásicos.
En 1777,
con la intención de proporcionar a los cultivadores de la poesía un conjunto de
normas de referencia, se vuelca en la traducción de la Epístola ad
Pisones de Horacio, más conocida como el Arte poética. Hizo este
trabajo con tanto interés que, si el texto original latino tenía una extensión
de unos quinientos versos, su versión alcanzaba mil sesenta y cinco, lo que
provocó que algunos críticos la consideraran excesivamente extensa, difusa y
redundante.
Otro
trabajo que gozó de muy buena acogida en el extranjero fue su estudio sobre La Música que, a pesar
de su gran calidad, recibió, a igual que Arte poética, el rechazo de sus
compatriotas.
Tras la
exitosa publicación, en 1782, de las célebres Fábulas literarias, con
las que algunos personajes se dieron por aludidos, y a pesar de las negativas
del autor en este sentido, no tardaron en aparecer textos injuriosos y
descalificantes, tales como El asno erudito, de Forner o las opiniones
del también fabulista Samaniego. Tomás de Iriarte les respondió con un texto
titulado Para casos tales suelen tener los maestros oficiales, al que
intentó replicar, a su vez, Forner con Los gramáticos: Historia chinesca,
donde no sólo atacaba a Tomás, sino a toda la familia Iriarte; sin embargo, las
influencias que estos tenían en la
Corte sirvieron para paralizar dicha edición.
Las
Fábulas literarias de Iriarte se imprimieron a comienzos de 1772 y consistían
en una colección de sesenta y siete fábulas en verso. Posteriormente, tras su
muerte, se le añadirán otras nueve más que había dejado sin concluir.
En cuanto
a la originalidad de Iriarte, está claro que él no fue el inventor del género
de la fábula, pero no cabe duda de que aportó novedades de gran importancia al
mismo. Por un lado, desplazó el papel primordial hasta entonces de la
“moraleja”, a un segundo lugar, para darle un mayor protagonismo a la anécdota
que se narraba. Por otra parte, las Fábulas literarias eran
completamente nuevas, ya que no se basaban en otras fábulas precedentes, como
hacía la mayor parte de los fabulistas, que rehacían las fábulas clásicas, o
les daban un carácter distinto, sino que Iriarte las compuso por completo.
Además, el hecho de que su temática fuera predominantemente filológica, es
decir, que trataban sobre la lengua y la literatura, les concede un carácter completamente
original.
Siempre
atento al tema educativo, Iriarte compuso también dos piezas teatrales con el
objetivo de hacer reflexionar a quienes las vieran sobre la importancia de una
adecuada formación para los jóvenes: El señorito mimado (1787) y La
señorita malcriada (1788).
Enfermo
de gota y hastiado por tantas hostilidades, Tomás de Iriarte falleció el 17 de
septiembre de 1791.
Significación y alcance de la obra de Tomás de Iriarte
Tomás de
Iriarte constituye una de las figuras más destacadas de la segunda mitad del
siglo XVIII español. Llama la atención el desconocimiento que, aún hoy, existe
sobre él y sobre sus obras, en general. Resulta paradójico que, quien tanto
hizo por elevar el nivel cultural de la sociedad de su época, sea sólo conocido
hoy por su Fábulas literarias. Cierto es que éstas son, quizás, lo más
llamativo de su producción, pero Iriarte se esforzó por aportar aires nuevos a
otras muchas vertientes del panorama literario, desde el periodismo, pasando
por el teatro y la teoría poética hasta la oratoria y las artes musicales. De
esta manera, puede decirse que queda mucho todavía por investigar y conocer de
la obra de Tomás de Iriarte.
En cuanto a su papel social, no cabe duda que fue el prototipo de hombre
ilustrado, con grandes intereses culturales, que abarcaron numerosas facetas.
Quizá, su cualidad más sobresaliente fue su preocupación por mejorar todos y
cada uno de los ámbitos literarios en que se movió y tuvo algún tipo de
actividad.
La
publicación de las Fábulas supuso todo un acontecimiento en el mundillo social
y cultural de la época. La creencia, bastante difundida, de que en ellas se
aludía, de forma más o menos velada, a escritores y figuras destacadas de
entonces, hizo que, aguijoneados por la curiosidad, todos quisieran tener un
ejemplar de las mismas, para investigar quiénes eran los retratados. Pero, como
quiera que Iriarte conocía a la perfección el panorama en el que se movía,
puso, al principio de todas las fábulas, la que tituló “El elefante y otros
animales”, donde refutaba de antemano las posibles acusaciones que pudieran
hacerle, tratando de darles a sus Fábulas un sentido general. (Tomado
de: www. Isla de Tenerife Vivela)
La obra de Tomás de Iriarte:
Fábulas literarias. Imprenta
Real, Madrid, 1782.; Fábulas literarias. Con un ensayo de Alejandro
Cioranescu. Goya Ediciones, Santa Cruz de Tenerife, 1951.; El señorito
mimado; La señorita malcriada. Edición, introducción y notas de
Russell P. Sebold. Castalia, Madrid, 1976.; Fábulas literarias. Islas
Canarias. Viceconsejería de Cultura y Deportes, 1989.; Fábulas literarias.
Edición de Ángel L. Prieto de Paula, Cátedra, Madrid, 1988.; Fábulas
literarias. Edición de Emilio Palacios Fernández, Debolsillo, Barcelona,
2004.
Bibliografía:
Cotarelo, E.: Iriarte y
su época. Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1897; Fernández Hernández, R.: Los
Iriarte. Antología. Edirca, Las Palmas de Gran Canaria, 1992.; Salas
Salgado, F.: La “ARS Poética” de Horacio en la versión de Tomás de Iriarte:
justificación de método del traductor. Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, La Laguna, 2002.; Subirá, J.: El
compositor Iriarte (1750-1791) y el cultivo español del melólogo (melodrama).
II Tomos, CSIC Instituto Español de Musicología, Barcelona, 1949-1950.
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