1916 agosto 12.
A las once y media de la noche
falleció en su casa del paseo de San José, Santiago Tejera y Quesada.
Apuntes para una biografía del
pintor del pintor Santiago Tejera de Quesada [1880-1916]
El tiempo vuela, el tiempo
pasa, el tiempo... es celaje de añoranzas. Han corrido fugazmente cinco lustros
y casi al olvido se halla en la memoria de sus paisanos, el nombre esclarecido
de Santiago Tejera Quesada quien supo, inspirado en las obras del gran artista
canario José de Lujan Pérez, escribir con cariño y acierto, y antes de dejar
para siempre este mundo, su libro regional Los grandes escultores para
el cual presté gustosísimo mi concurso enviándole a Tejera cuantos datos poseía
y pude conseguir. Con esta frase, que rezuma nostalgia, comienza un artículo
periodístico del cronista portuense Francisco P. Montes de Oca en el que pone
de manifiesto su contribución al estudio biográfico del escultor José Luján
Pérez que dio a la estampa, en 1914, Santiago Tejera [1] cuyo nombre, en
efecto, aunque desdibujado, no ha desaparecido del todo de la memoria insular
gracias a este notable ensayo de investigación histórica considerado por
Buenaventura Bonnet el trabajo más completo que se había publicado hasta
entonces —1931— sobre la figura del portentoso imaginero canario [2].
Nació Santiago Tejera en Las
Palmas, a las ocho de la mañana del día 9 de enero de 1880, en el seno de una
familia que durante generaciones había dedicado sus esfuerzos al ejercicio de
las Bellas Artes y la enseñanza, logrando malvivir de ello, y fue bautizado
como hijo legítimo del célebre músico don Santiago Tejera Ossavarry y de doña
María de los Dolores de Quesada y Déniz, también destacada pianista, en la
parroquia de Santo Domingo, tres días más tarde [3].
Finalizados sus estudios de
bachillerato prosiguió su formación académica, becado por el Ayuntamiento de
Las Palmas de Gran Canaria, en la
Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de
Sevilla, ciudad en la que se encontraba aún en septiembre de 1899 y, de vuelta
ya en la isla, dos años más tarde, tuvo la iniciativa de crear en el Puerto de La Luz una escuela de Dibujo
destinada a la formación de la clase obrera de aquel populoso barrio de la
capital [4]. De su curiosa relación con el Gabinete Literario de Las
Palmas da cuenta el historiador Javier Campos Oramas en su excelente artículo
sobre los encargos artísticos realizados por esta sociedad a lo largo de su
historia. Es el caso que en septiembre de 1899 había escrito Santiago Tejera,
en papel timbrado del Ateneo de Sevilla, una carta ofreciéndose como artista
pintor para contribuir al decorado de los salones del Gabinete Literario, sin
emolumento alguno, desembolsando tan sólo esta Sociedad lo necesario para
costear la parte material de los cuadros. La junta de gobierno acordó dar
expresivas gracias al señor Tejera por su generoso ofrecimiento, que se
tendrá en cuenta para cuando hayan de realizarse los trabajos de decoración
aludidos. No obstante esta respuesta sutil y dilatoria, en febrero de 1900,
se recibió otra misiva del señor don Santiago Tejera Ossavarry, padre del
joven y aventajado pintor don Santiago Tejera Quesada, en la que después de
exponer una serie de elogios que tanto el periódico El Porvenir de Sevilla,
como varios renombrados maestros en el arte pictórico, hacen del cuadro que
su mencionado hijo esta pintando y ha ofrecido como regalo a esta Sociedad…
espera se le adelanten los gastos materiales que no excederán de quinientas
pesetas, único medio de que pueda ser terminado dicho cuadro. Afirma Campos
Oramas que muy posiblemente hubiera habido conversaciones, al margen de la Junta, para presentar el
asunto como un hecho consumado. Lo cierto es que se le libraron las quinientas
pesetas y no se tuvo, al parecer, noticia del cuadro prometido [5].
Dos años más tarde se ofrecía
para enseñar en su domicilio de la plaza de Santa Ana, número 5, dibujo
lineal, adorno, ornamentación del antiguo y lavado. Preparaciones para carreras
militares, ingenieros y arquitecto, con un material completo y moderno. Clases
de dibujo del natural y pintura. Clases para niños en Colegios por el
procedimiento más práctico que se conoce, con tanto éxito enseñado en el
Colegio de Las Palmas. Dibujo para labores de mujer. Retratos del natural, al
crayón y al humo. Ampliaciones fotográficas [6].
En 1905, la Academia Madrazo,
que dirige don Santiago Tejera Quesada, en Las Palmas, prepara una nueva
exposición de los trabajos de sus alumnos, que tendrá efecto el día 29 de abril
entrante, fiesta de San Pedro Mártir. Para este certamen han ofrecido premios la Diputación, varios
Ayuntamientos y otras Corporaciones [7]; al año siguiente fue
encargado por el Ayuntamiento de Arucas para que hiciera algunas reformas en el
retrato del rey Alfonso xiii, que
adornaba su sala de sesiones [8] y abrió al público su propia academia de
Dibujo y Pintura [9]. En 1907 tomó posesión de una plaza como profesor
de Dibujo en la Escuela
Normal Superior de Maestros de Canarias, que ejerció hasta su
temprana muerte [10].
El día 4 de agosto de 1910,
cuando contaba treinta años de edad, contrajo matrimonio en la parroquia de
Nuestra Señora de La Luz,
con doña María Petra Blanco Hernández, nacida en Gáldar el 23 de octubre de
1885, hija del doctor en Medicina don Enrique Carlos Blanco Sapera y de doña
María Josefa Hernández Suárez [11].
La prensa insular —e incluso un
periódico auspiciado por la colonia canaria en Cuba— elogiaron unánimemente el
retrato que realizó de don Juan de León y Castillo en 1912, año de
fallecimiento del ilustre patricio grancanario, que fue exhibido en los
escaparates del establecimiento de don José Lizón en Las Palmas [12]. Este
mismo año se le designó corresponsal en el Archipiélago del prestigioso
rotativo El Diario Español de La Habana al que envió diversas y bien escritas
“Crónicas de Canarias” [13].
El diario católico Gaceta de
Tenerife y su director, el periodista Adolfo Febles Mora, a partir de 1912,
se convertirán en conspicuos valedores y propagandistas de Tejera de Quesada y
su obra, al que no dudarán en calificar de genio en diversas ocasiones.
Lo cierto es que la amistad entre ambos debía venir de antiguo y testigo de
ella fue su colaboración profesional en el fallido proyecto que resultó ser la
publicación de la revista quincenal Canarias Ilustrada, dirigida por el
primero, cuyo número inicial y —al parecer— único, salió de las prensas en Las
Palmas el 15 de abril de 1903. Para él dibujó Tejera una atractiva portada que,
por alguna razón que ignoramos, figura en la tercera página de la misma, y el
retrato a pluma de don Ricardo Madrazo como ilustracion de un texto de Fray
Lesco dedicado a un cuadro de este pintor. Febles Mora asignó dos páginas
de la revista a dejar constancia del notable éxito obtenido por las zarzuelas Folías
tristes y La hija del Mestre, de las que era autor don Santiago
Tejera Ossavarry, padre de su amigo, ornándolas con retratos del músico y de
las intérpretes, e incluyó también un poema, que llevaba por título Sonata,
debido a la pluma de su hermano Domingo Tejera. Sin embargo, lo que más ha
llamado nuestra atención es la declaración formal que hace Febles Mora en el
editorial denunciando el injusto olvido en el que se encontraba la memoria de
don José Luján y Pérez, artista del que había dicho Fray Lesco que se le
debía una estatua, una historia y una calle. Todo hace pensar que, en
cuanto a lo segundo, la historia, Santiago Tejera tomó la determinación
de escribirla él mismo, como luego hizo. Diez años después, en diciembre de
1913, la Gaceta
comunicaba al publico que:
El acreditado fotógrafo
lacunense don Domingo J. Manrique ha retratado para la notabilísima obra que
está editando en Madrid su ilustrado autor don Santiago Tejera Quesada la
celebrada Dolorosa del celebérrimo escultor canario Lujan Pérez y que este
llamaba su niña predilecta porque la conceptuaba una de sus mejores
creaciones; efigie que se venera en la Concepción de la Laguna.
Es una escultura
verdaderamente admirable [14].
A la actividad de
Tejera Quesada como dibujante e ilustrador de numerosas ediciones, tanto de
libros como de revistas, dedicaremos un estudio posterior en fecha próxima.
A finales de 1913 fue presentada
al público la artística placa que, con destino a la capilla de San Felipe Neri
de Cádiz y en memoria del canónigo canario don Pedro Gordillo, había labrado
Fulgencio Roca por diseño de Santiago Tejera. La Gaceta informó
puntualmente:
En el escaparate del
establecimiento que en la calle de Triana tiene don Gaspar Meléndez se halla
expuesta la lápida que, por iniciativa de nuestro colega La Provincia y costeada con
el producto de la suscripción abierta con tal fin por el mencionado periódico,
dedica Gran Canaria al canónigo don Pedro Gordillo y Ramos, miembro de las
Cortes doceañistas, la cual será colocada en el histórico monumento nacional de
San Felipe Neri, en Cádiz, junto a las que sus connaturales dedican a la
memoria de otros ilustres ciudadanos que formaban parte de aquellas Cortes.
La Lápida del
canónigo Gordillo ha sido labrada en Las Palmas por el escultor don Fulgencio
Roca, y el dibujo es obra de don Santiago Tejera Quesada.
Aquella es de Carrara, con la
inscripción emplomada.
Descansa sobre dos ménsulas.
En su parte baja ostenta, en relieve, entrelazados, un ramo de laurel y una
palma. En la parte alta destaca, también en relieve, el escudo de Las Palmas
rematado por una corona.
La inscripción dice así:
1810—1910
Homenaje popular de la isla de
Gran Canaria a su ilustre diputado, doctor D. Pedro Gordillo y Ramos,
Presidente, que fue, de las Cortes de Cádiz
Nació en la ciudad de Guía en
6 de mayo de 1772.
Fallecido en la Habana en 9 de Febrero de
1844, siendo Arcediano de aquella Catedral [15].
Y en marzo de 1914 daba
cuenta el mismo tabloide que en el primer vapor correo de la Península se
transportará a Cádiz la lápida conmemorativa del Dr. Gordillo, diputado de Gran
Canaria en las Cortes de Cádiz, obra de mérito que proyectó nuestro querido
amigo el artista don Santiago Tejera y ejecutó el artífice en mármol don
Fulgencio Roca [16].
En las postrimerías del año 1913 emprende la
edición de la obra a la que había dedicado gran parte de su tiempo y todo el
esfuerzo de que era capaz porque es indudable que la pluma, aunque
emborrona, es distinta del pincel, que de color mancha los lienzos; y yo, si
poco desenfadado en el uso de los pinceles, no las tengo todas conmigo cuando
de la pluma echo mano.
Confieso, pues, mi flaqueza;
me he lanzado a emprender un trabajo superior a mis facultades, reconoció
en la dedicatoria de la misma, dirigida a don Prudencio Morales y Martínez de
Escobar, descendiente del escultor, abogado y académico correspondiente de la Real de la Historia [17].
Una vez más es la Gaceta la que apoya
incondicionalmente al novel autor:
El afamado retratista canario
don Santiago Tejera Quesada está editando en Madrid un libro del que es autor,
que por las peregrinas narraciones que trae, raras noticias e interesantes
ilustraciones acerca del más notable de los escultores de este archipiélago,
pudiera llamarse Luján Pérez y su tiempo.
Es un acabado estudio de ese
hombre célebre, cuyas maravillosas imágenes, asidua labor de cinco lustros, le
dieron gloria y renombre a fines del siglo xvii
y en los comienzos del xix
[18].
Y se ocupa en señalar a los
lectores del periódico la condición de ferviente católico de Tejera de Quesada:
La interesante obra que,
acerca del célebre Lujan Pérez está editando en
Madrid su ilustrado autor,
nuestro distinguido amigo don Santiago Tejera de Quezada, está escrita con
criterio eminentemente católico y de un modo especial el capítulo que consagra
a la muerte del gran escultor, como siempre ha sucedido en todos los juicios
técnicos y relaciones históricas del señor Tejera.
Tendremos pronto la
satisfacción de honrar nuestro diario adelantando algunos capítulos de dicha
obra que irán ilustrados por su genial autor con grabados de línea [19].
A comienzos de 1914 el diario tinerfeño vuelve
a informar sobre la actividad de Santiago Tejera y lo hace en sus dos facetas
de artista plástico y escritor, dando cuenta de la aparición de un retrato de
Rodríguez Moure en la revista Canarias Turista, y de la inminente
llegada del tan deseado libro:
En el último número de la
revista semanal Canarias Turista, que se publica en Las Palmas, hemos
visto un retrato, a pluma, obra del genial artista Santiago Tejera, de nuestro
ilustre escritor don José Rodríguez Moure, con motivo de su nueva obra editada
en los talleres de la
Imprenta Católica La historia del Convento e Imagen de
Nuestra Señora de la
Candelaria.
En aquella isla, se
espera con interés ésta última producción literaria del señor Moure,
augurándosele un completo éxito. Estará a la venta en la Librería Gran
Canaria [20].
La
obra de
Santiago Tejera
Ya está al terminar la
impresión en Madrid de la notabilísima obra acerca del inmortal Lujan Pérez de
la que es autor nuestro ilustrado amigo don Santiago Tejera de Quezada.
De esta ha hecho grandes
elogios el señor Ornete [sic por Ortueta] autor competentísimo de una
obra análoga sobre la vida y trabajos del celebérrimo escultor granadino Pedro
de Mena.
Las reproducciones de las
imágenes de nuestro Luján que ilustran la interesantísima producción del Sr.
Tejera, entre las que figuran en primera línea la de la celebrada Dolorosa de la Concepción de La Laguna, han sido admiradas
por lo artísticas y perfectas por los inteligentes oficiales de la Biblioteca Nacional
encargados del ramo de Arte e Historia prodigándoles los mayores encomios.
La referida obra se pondrá
pronto a la venta en la
Librería Católica de esta Capital.
Felicitamos cordialmente a su
reputado autor [21].
Finalmente, el día 14 de abril,
Febles Mora acusa recibo en la redacción del periódico que dirigía de un
ejemplar del libro:
Los grandes escultores
Ayer recibimos un ejemplar lujosamente editado
en la Corte, de
la importante obra que acaba de publicar el notable escritor D. Santiago Tejera
de Quesada sobre el excelente escultor Luján Pérez nacido en estas islas.
Con el espacio y detenido
estudio que la obra requiere, haremos nuestra humilde crítica de la que muy
bien pudiera encargarse, toda vez que lo haría de modo irreprochable, nuestro
distinguido y erudito colaborador que esconde humildemente su nombre con el
seudónimo «El Pimpollo de Acanto».
Agradecemos infinitamente al
amigo Tejera su obsequio, al mismo tiempo que le felicitamos por el éxito que
su obra ha obtenido, no solamente en esta provincia, sino en la Villa y Corte donde se han
agotado los ejemplares puestos a la venta en las librerías madrileñas.
Recomendamos eficazmente esta
producción artística y literaria a todos los que se precien amantes del
verdadero arte cristiano [22].
A pocos meses de dar comienzo el
conflicto bélico que sumió a Occidente en la barbarie durante cuatro años,
Santiago Tejera obtuvo el reconocimiento de sus comprovincianos, positivo éxito
artístico y literario efímero del que apenas pudo disfrutar en la antesala de
la enfermedad que acabaría con su vida en plena juventud. Es en este año cuando
pinta al óleo el retrato de Viera que conserva la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Las Palmas en su salón de actos, obra que
aporta a la galería de representaciones del arcediano —cuya referencia
inmediata la constituye el grabado de Carnicero y Fabregat— la novedad de
incorporar un ambiente de estancia amueblada a la larga lista de retratos de
fondo neutro que le habían precedido. Recordemos que la tela fue pintada un año
después del que se cumplía el segundo aniversario del fallecimiento del
historiador y, es posible, fuera un encargo de la patriótica institución que,
casi con seguridad, no disponía en aquellas fechas de un retrato de Viera. El
sacerdote, de medio cuerpo, sostiene un libro en la mano y posa en el interior
de una habitación en la que no faltan librerías, alacenas y mesas en las que se
acumulan los papeles, todo ello participando de una atmósfera densa y empastada
que recuerda las tonalidades y la luz mortecina de algunas de las pinturas del
cordobés Julio Romero de Torres, que debió conocer Tejera durante su estancia
en Sevilla. Sin embargo, no tenemos elementos de juicio, ya que no hemos
alcanzado a ver más que unas pocas producciones del artista, el resto de las
cuales debe encontrarse, sin duda, en colecciones particulares de Las Palmas.
El Ayuntamiento de Las Palmas conserva el retrato que hizo a don Cristóbal del
Castillo, el cual, situado bajo un dosel, presidió la ceremonia de colocación
de la primera piedra de la frustrada iglesia de San Bernardo en 1918 [23].
Santiago Tejera de Quesada,
profesor de Dibujo de la
Escuela Normal de Maestros, periodista incansable y pintor
de méritos reconocidos, falleció en su ciudad natal el día 12 de agosto de
1916, sin haber alcanzado sucesión de su matrimonio. Don Enrique Banco, su
suegro, anotó la triste noticia, en el diario particular que llevaba:
El 12 de agosto de 1916 a las
once y media de la noche falleció en su casa del paseo de San José mi hijo
político don Santiago Tejera y Quesada, esposo de mi hija María Petra y se le
dio sepultura en el cementerio católico de Las Palmas al siguiente día a las
seis y media de la tarde. Entierro concurridísimo, y su cadáver fue llevado a
hombros por sus amigos desde la casa mortuoria hasta la sepultura [24].
Tenía en preparación un nuevo libro sobre la estancia del almirante Cristóbal Colón en Las Palmas [25]. (Gaviño de Franchy. Editores, en: Editires.file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/Gavi%C3%B1o%20de%20Franchy%20Editores.htm)
NOTAS________________________
[1] Este malogrado amigo, me
pedía averiguar si en la
Sociedad Económica de
Tenerife existía algún acuerdo
que se relacione con Luján o con Estévez en aquellos tiempos, especialmente si
Estévez fue pensionado y si existen actas de
1800 a 1820 por ejemplo; época
en que pudo Estévez ser pensionado; trató
también de escribir la
biografía de don Luis de la Cruz
en un folleto de artistas
canarios, Eduardo, Juan de
Miranda, Ossavarry, Estévez etc. que tuvo intenciones de dedicármelo, pues,
después del maestro Pérez, es el artista más competente en su arte.
Montes
de Oca y García, Francisco P.: “Investigaciones históricas. La gestión
del escultor”. Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 13 de junio
de 1922.
[2] Así vemos que Millares, en
su historia de canarios célebres, afirma rotundamente que Luján no tuvo
maestros ni modelos, y con ese escritor convienen el doctor Feo Ramos, don
Carlos Navarro, el periodista Romero Quevedo, don José Batllori Lorenzo, y
otros más; por último, don Santiago Tejera, autor de un excelente estudio
histórico-crítico del escultor canario, aporta gran cantidad de noticias y
datos que hubieran podido servirle para desterrar este prejuicio y, sin
embargo, no lo intenta, quizá por el arraigo de la tradición. Eso explica que
las noticias facilitadas al catedrático de la Universidad Central
don Elías Tormo, para escribir el prólogo de la obra anteriormente citada,
fueran incompletas, incurriendo en yerros que todavía persisten.
Pero ya es necesario terminar
con esa leyenda, que tanto perjudica a nuestra cultura, aprovechando para
desvanecerla y como fuente documental, la misma obra del señor Tejera.
Se titula Los grandes
escultores. Estudio histórico-crítico-biográfico de don José Luján Pérez,
natural de la ciudad de Guía, Gran Canaria, por don Santiago Tejera y de
Quesada, profesor de Dibujo en la Escuela Superior Normal de Maestros de Las
Palmas, con un prologo del Excmo. señor don Elías Tormo y Monzó, catedrático de
la Universidad
Central e individuo de número de la Real Academia de
Nobles Artes de San Fernando. Madrid. 1914. Es el trabajo más completo que
hasta hoy se ha publicado acerca de Luján, y en el que recoge su autor cuantos
datos y antecedentes históricos halló respecto al célebre escultor.
Gaceta de Tenerife. Santa
Cruz de Tenerife, 15 de abril de 1931.
[3] En la ciudad capital
eclesiástica de Las Palmas de la isla de Gran Canaria, diócesis y provincia de
Canarias, el domingo once de enero de mil ochocientos ochenta, con licencia del
infrascripto beneficiado de la santa iglesia catedral y encargado de la
parroquial de Santo Domingo por imposibilidad del señor propietario doctor don
Pedro Díaz, el doctor don José Roca y Ponsa, canónigo lectoral de esta santa
iglesia catedral, catedrático del seminario conciliar, bautizó solemnemente a
un niño que nació el nueve de dicho mes a las ocho de la mañana en la
calle de los Reyes a quien puse por nombre Santiago María de los Dolores Julián
hijo legitimo del maestro de Música don Santiago Tejera Ossavarry y de doña
María de los Dolores Quezada y Déniz, naturales y vecinos de esta en los Reyes,
casados en la parroquia de San Mateo con licencia del señor cura de San
Francisco de esta ciudad; abuelos paternos don Santiago Tejera, difunto, y doña
Dominga Ossavarry; maternos, don Francisco Quezada López y de doña María del
Pino Déniz y Grech, todos naturales y vecinos de esta ciudad, ecepto el abuelo
materno que es natural de Gáldar. Fue su madrina la señorita doña Rosario
Tejera Ossavarry, tía del bautizado, a quien advertí su obligación; siendo
testigos del acto el presbítero don Fernando Lorenzo y don Gregorio León Bravo
(de Laguna). Firmado José Roca Ponsa, presbítero, y Manuel Torres Rodríguez.
Nota marginal: Contrajo matrimonio en el Puerto de La Luz con doña María Blanco
Hernández el 4 de agosto de mil novecientos diez. Firmado, don Celestino
González.
Apsd:
Libro vi de bautismos, f, 87,
partida 535. Debo estos datos, como tantos otros de la familia Ossavarry, a mi
buen amigo don Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana. De este clan, su genealogía
y origenes, haremos amplia mención en un trabajo que publicaremos en este
medio, próximamente, al tratar la figura de uno de sus miembros más
distinguidos: el artista José de Ossavarry. Pero no podemos resistirnos a
transcribir un artículo de Jordé [José Suárez Falcón] que retrata
magistralmente al padre de Santiago Tejera de Quesada y ofrece múltiples y
certeras pinceladas del ambiente, católico y tradicionalista, en que este
creció.
Aún vive gente que conoció a
don Santiago Tejera Ossavarry y, sin embargo, sombras de olvido envuelven ya su
nombre. El apellido Ossavarry es de origen italiano y su abuelo, el pintor, fue
director de la Academia
de dibujo, por cuya dirección, pasaron también don Diego Nicolás Eduardo y don
José Luján Pérez. Ossavarry es asimismo autor de retratos al óleo de ilustres
varones canarios.
Una larga jornada de trabajo y
afanes fue el transito por el mundo —1864-1936— del maestro Tejera. En su
laboriosa existencia tuvo placenteras satisfacciones y experimentó amargas
contrariedades. Arribó a la vejez pobre como había nacido y fiel cumplidor de
sus deberes, ya octogenario, acudía puntualmente a la Catedral a tocar el
órgano. En sus atareados años descansó cuando se durmió en la noche de la
eternidad.
La muerte, pues, dióle el
reposo que no conoció en la juventud ni en la ancianidad. El inexorable
declinar envolvía su alma en melancolías de crepúsculo. No le era grato verse
la cabeza blanca, aunque en la cansada senectud conservaba lozano el espíritu y
en el órgano de la Basílica
sentíase rejuvenecer, olvidaba cosas terrenas y emocionábase él emocionando a
quienes escuchaban los espontáneos raudales de armonía de sus improvisaciones.
Para rememorar nuestro primer
conocimiento con el maestro Tejera Ossavarry, preciso es remontar la corriente
del tiempo que nos arrastra a desconocidas playas. El convento de San
Ildefonso, de Bernardinas descalzas, que nosotros vimos en escombros, abarcaba
las cuatro vías urbanas que en la antigua nomenclatura denominábanse San
Ildefonso, Colegio, San Marcos y Canónigos, rebautizadas con los actuales
nombres: Luis Millares, Dr. Chil, Verneau y López Botas, respectivamente.
Pues bien, en un solar de esa
manzana, frente a la calle de Santa Bárbara, edificó el maestro Tejera la casa
número 3 y en ella vivió y en ella vimos expuestos, tempranos frutos de su
arte, cuadros al óleo pintados por su hijo Chago, prematuramente desaparecido. En
la planta baja del edificio hallábase instalada una imprenta, con primitiva
prensa de imprimir, en cuyo armatoste editábase un periódico de efímera vida,
que su fundador y director, Rafael Pérez Navarro, el Zerep, de travieso ingenio
satírico, tuvo la humorada de rotular Sin Título [1898]. A menudo veíase en la Redacción al compositor
canario, que ya gozaba de renombre; escribía artículos y corregía pruebas en
aquellos días dramáticos en que España perdió los últimos restos de su imperio
ultramarino y estas islas también se vieron amenazadas por la codicia
extranjera.
El maestro Tejera era un
hombre sencillo y bueno que atraía con el don innato de su simpatía personal.
De mediana estatura, más bajo que alto, delgado, abundante cabellera, mirada
viva abierta a toda curiosidad con incesante parpadeo. Amigos nuestros eran sus
hijos, Pepe de cordialidad efusiva, Santiago, el pintor y autor de un ameno
libro acerca del genial escultor insular Lujan Pérez, y Domingo, periodista que
desde mozo descolló en la Prensa
local y más tarde en la de Madrid y Sevilla. Chago pintó un buen retrato al
óleo del Ingeniero don Juan de León y Castillo, de cuya obra conservamos una
fotografía que el artista nos dedicó.
El maestro Tejera guardaba en
la memoria copioso archivo de cosas y casos remotos y contemporáneos, de gente
empingorotada de la sociedad isleña, de ladinos labriegos y de ingenuos o
maliciosos marineros, que él solía relatar donosamente. Además de sus
conocimientos musicales, tenía instrucción general, histórica y literaria.
Aficionado al periodismo, colaboraba en revistas y diarios y componía versos de
fácil rima. La conversación matizábala con frases de acentuada vena festiva.
Otro rasgo del carácter del
maestro Tejera fue la consecuencia, su inalterable adhesión a la causa del
tradicionalismo cuando, vencida, nada podía esperar, al lado del canónigo Roca
y Ponsa, elocuente orador y vigoroso polemista.
Don Santiago Tejera Ossavarry
estudió en el centro de enseñanza más antiguo de Las Palmas, el Seminario,
fundado por el obispo Servera en 1777, y fue toda su vida sincero católico y
amante de la música religiosa, que le inspiraba páginas henchidas de ternura
como algunos villancicos que se tocan en nuestros templos. Desde su mocedad
dedicóse al cultivo del divino arte con decidida vocación y aptitudes
sobresalientes. Por oposición obtuvo plaza de músico militar en 1883,
dirigiendo la banda del batallón de Cazadores. Trasladado a la península, optó
por quedarse aquí, temporalmente separado de la milicia hasta que en 1895
reincoporóse al servicio activo, encargándose de la dirección de la banda de
este regimiento de Infantería hasta su retiro.
Era tan fuerte su apego al
terruño, tenía tan hondas raíces su cariño a la isla natal, que jamás quiso
abandonarla. Pertenecía a aquellas generaciones románticas del siglo xix que sabían sacrificarse, si
era preciso, por la tierra canaria. En los años de zozobra y exaltación
del amor patrio, cuando en Cuba y Filipinas se dio el grito de independencia,
¿cómo olvidar los vibrantes pasodobles con que el maestro Tejera despedía a los
soldados expedicionarios que embarcaban a luchar en las guerras
coloniales entre clamorosos vivas a España de la muchedumbre que invadía las
calles.
Otra remembranza. A fines de
la anterior centuria y principios de la actual, los paseos en la Alameda de Colón las
noches estivales, los amenizaban dos bandas de música: los domingos la
municipal de don Antonio Manchado y
los jueves la militar de don
Santiago Tejera. Los paseos nocturnos, a la luz mortecina de faroles de
petróleo antes de establecerse en 1899 el alumbrado eléctrico, representaban
una típica estampa, de aquella época.
Desde los días juveniles vivía
el maestro Tejera consagrado a la música, daba clases de solfeo y piano y
escribía composiciones con rara facilidad: pasodobles, marchas, alegres o
tristes, himnos, piezas de baile. Asimismo componía sinfonías y pastorelas.
Conocido y celebrado por su extraordinaria espontaneidad, alcanzó
ostensible y definitiva consagración con las zarzuelas Folias tristes y La
hija del Mestre estrenadas en 1902 por un meritísimo cuadro de
aficionados de la
Sociedad Filarmónica. Navidades y El Indiano no
lograron tan lisonjera acogida.
Resonantes acontecimientos
fueron las primeras representaciones de Folias tristes y La hija del
Mestre, con el teatro repleto de espectadores que aclamaban al autor y a los
intérpretes. Los méritos del músico y la labor del literato los premió el
público con aplausos y la prensa con elogios. Fácilmente se comprende el
triunfo. Trátase de obras de ambiente, tipos y costumbres regionales, letra y
partitura del maestro Tejera, tan certero observador de la realidad como
entusiasta enamorado de las cosas vernáculas. Clima, cuadros, color y lenguaje
campesino en Folias, atmósfera, escenas y estilo marinero en La hija
del Mestre. Ambas producciones tuvo el maestro Tejera la fortuna de
arrancarlas palpitantes de las propias entrañas del pueblo, captando felizmente
sentimientos y expresiones de las clases populares, las cuales veíanse
fielmente reproducidas en ellas como en un espejo.
Saturadas de esencia canaria
están Folias tristes y La hija del Mestre, tanto la música como
el salpimentado diálogo entre personajes de irreprochable realismo. Son obras
de permanente interés para los naturales de Gran Canaria, por la peculiaridad
de su labor, por la fisonomía de los tipos y por la animación de las escenas de
usos y costumbres del suelo afortunado. Con sentimiento y donaire en diálogos
chispeantes, situaciones dramáticas y pasajes cómicos, las zarzuelas del
maestro Tejera reflejan fotográficamente el medio social en que se desenvuelven.
De savia, flor y fruto del
árbol del regionalismo insular, regado con las aguas fertilizantes de la
tradición, son las obras del maestro Tejera. Temas líricos de Folias
tristes: las populares folias, canto y baile, el dulce arrorró
con que nuestras madres nos
arrullaban en la cuna y la malagueña de las peculiares parrandas isleñas. Las
coplas de la Virgen
de la Peña y el
ritmo, tan familiar aquí, de la isa canaria, destácanse en La hija del
Mestre.
De inagotable facundia, el
maestro Tejera escribió numerosas obras de distinto género y extensión.
Componía música por instinto, desdeñando reglas que oprimían su espíritu,
habituado a la libertad sin limites de su inspiración.
La improvisación fue
invariablemente su musa. Por temperamento tendía a repentizar. Concebía y
producía con rapidez, sin preocuparse de la corrección clásica, entregado en
brazos de la espontaneidad. Por naturaleza era también el maestro Tejera rebelde
a las rígidas normas que cohibían el vuelo de su imaginación. Prefería
la libre improvisación sobre el teclado del órgano o del piano antes que
sujetarse a interpretar música escrita. Artista de sensibilidad delicada y fino
oído, sabía recoger y expresar inefables melodías.
Falange. Las Palmas de
Gran Canaria, 18 de agosto de 1951.
Compuso don Santiago Tejera
Ossavarry una marcha fúnebre —titulada Ecce nunc in puliere dormit— para
que fuera interpretada, bajo su dirección, durante los actos del descubrimiento
de la lápida conmemorativa que se ubicó en la fachada de la casa del arcediano,
en la plaza de Santa Ana, en 1913. Véase
Batllori Lorenzo; José: Don
José de Viera y Clavijo. Tipografía Diario. Las Palmas de Gran
Canaria, 1931 ,p. 125.
[4] Unión Conservadora.
Las Palmas de Gran Canaria, 9 de enero de 1901.
[5] Campos Oramas, Javier: “El Gabinete Literario y sus encargos
de arte”. El Museo Canario. Tomo liii.
Las Palmas de Gran Canaria, 1998, pp. 471 y ss.
[6] La Correspondencia Isleña.
Las Palmas de Gran Canaria, 15 de abril de 1903.
[7] El Tiempo. Santa Cruz
de Tenerife, 27 de marzo de 1905.
[8] La Opinión. Santa
Cruz de Tenerife, 23 de marzo de 1906. La efigie del rey presidía el Salón de
Sesiones de las Casas Consistoriales y formaba parte de una colección de
pinturas entre las que figuraban los retratos de diversos patricios aruquenses.
Algunos de estos óleos desaparecieron en el transcurso de una sesión
tumultuosa por los años de la
República, según se recoje en el acta del pleno celebrado
el 18 de enero de 1963. Es de lamentar la pérdida, en esta ocasión, de una tela
que figuraba a don Francisco Gourié Marrero, obra del pintor Nicolás Massieu
Matos. Véase VV. AA.: Arucas. La rehabilitación de las Casas Consistoriales.
Un proyecto de puesta en valor como edificio institucional. Fiestas
patronales de San Juan Bautista, 2008.
[9] La Opinión. Santa
Cruz de Tenerife, 7 de noviembre de 1906.
[10] La Opinión. Santa
Cruz de Tenerife, 21 de octubre de 1907.
[11] Doña María Petra Anastasia
de la Santísima
Trinidad Blanco Hernández nació en Gáldar, el 23 de octubre
de 1885, hija de don Enrique Carlos Blanco y Sapera, que vino al mundo en la
ciudad de Cádiz el 14 de enero de 1852, y de doña María Josefa Hernández
Suárez, nacida en Gáldar el 10 de octubre de 1862. Fueron sus abuelos paternos,
don José María Blanco de Aguilar, comerciante y pintor o fotógrafo retratista,
oriundo de Écija, Sevilla, donde nació el 4 de septiembre de 1822, y doña María
de los Dolores Sapera de Quesada, que lo era de Cádiz, nacida el 10 de abril de
1824, e hija de don Joaquín Antonio Sapera Moreno y doña María de los Dolores
de Quesada y de Sierra.
Don Enrique Blanco concluyó sus
estudios de Medicina en la
Universidad de Cádiz en 1875 y se trasladó, al año siguiente,
a Gran Canaria, siendo nombrado médico-cirujano de la villa de Gáldar, empleo
en el que permaneció hasta 1904, fecha en que abrió su consulta en el Puerto de
La Luz, a cuyo
cargo estuvo hasta 1918. Don Enrique y su hermano don Joaquín Blanco, también
médico que vino a las islas en su compañía, tenían al parecer lazos de
parentesco cercano con el daguerrotipista Manuel Sapera, quien permaneció en
las islas entre 1857 y 1868, año este último en que viajó a Cuba. Establecido
primero en Santa Cruz de Tenerife [1857-1859], tuvo después estudio fotográfico
en Las Palmas, en la calle del Diablito [1862], en el que también vendía
aparatos y enseñaba a retratar. Véase González-Sosa,
Pedro: “Enrique Blanco Sapera, ¿primer médico municipal de Gáldar? La Provincia. Las
Palmas de Gran Canaria, 28 de enero de 2014 y Vega
de la Rosa,
Carmelo: La isla mirada. Tenerife y la Fotografía [1839-1939]. Centro de Fotografía
“Isla de Tenerife”. Cabildo de Tenerife, 1999. Tomo i, pp. 32/33.
[12] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 31 de julio de 1912.
Cuba y Canarias. La Habana, 8 de septiembre de
1912.
Es probable que se trate de la
misma obra, pero la revista Florilegio. Año I, núm. 2. Las Palmas 20 de
julio de 1913, da cuenta de otro retrato de don Juan de León y Castillo ejecutado
por Tejera: En el escaparate de la librería “Gran Canaria” se encuentra
expuesto un retrato a pluma del Excmo. Sr. D. Juan de León y Castillo [q. e. p.
d.], obra del distinguido artista don Santiago Tejera Quesada. Por la limpieza
con que está ejecutado y por la sencillez del mismo, ha llamado poderosamente
la atención del público, el cual no ha vacilado en prodigar al autor las más
expresivas alabanzas.
[13] La Región. Santa
Cruz de Tenerife, 13 de noviembre de 1912.
“Tenerife en Cuba”. Publicado en
el Diario Español de La Habana. Corresponsal en Canarias. Santiago Tejera
Quesada.
“Crónicas de Canarias. Tenerife.
La ciudad de la Laguna
y el señor Ascanio y Nieves”.
[14] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 10 de diciembre de 1913.
[15] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 13 de diciembre de 1913.
[16] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 7 de marzo de 1914.
[17] Tejera y de Quesada, Santiago: Los grandes escultores.
Estudio histórico-crítico-biográfico de don José Luján Pérez, natural de la
ciudad de Guía, Gran Canaria. Prólogo de Elías Tormo y Monzó. Madrid.
Imprenta Hispano-Alemana, 1914. 179 p. [12] h. de lám.: il.; 20 cm.
[18] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 23 de diciembre de 1913.
[19] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 6 de enero de 1914.
[20] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 15 de enero de 1914. Se refiere a Historia de la
devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria. Librería y
Tipografía Católica. Santa Cruz de Tenerife, 1913.
[21] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 15 de enero de 1914.
[22] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 14 de abril de 1914.
[23] Gaceta de Tenerife.
Santa Cruz de Tenerife, 8 de agosto de 1918.
[24] González-Sosa, Pedro: op. cit.
[25] Eco del Magisterio
Canario. Santa Cruz de Tenerife, 30 de agosto de 1916.
El Progreso. Santa Cruz de
Tenerife, 16 de agosto de 1916.
Acta de defunción. Tomo lxiv, f. 155. Sección Tercera. Registro
Civil de Las Palmas de Gran Canaria.
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