1883 abril 30.
Falleció en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife, a la una
de la tarde, cuando contaba 79 años de edad, Juan Antonio Lazarán González
(1804-1883), Singular sacerdote dominico exclaustrado, maestro, capellán del
cementerio de Santa Cruz, inventor y padre de familia.1
En todas las épocas han existido
religiosos atípicos que han gozado de notable popularidad, ya
fuese por estar
profundamente vinculados a otras
actividades (políticas,
literarias, docentes, militares, etc.), como por sus problemas sentimentales y
familiares. Este fue el caso de don Juan Antonio Lanzarán González, destacado
sacerdote dominico que profesó en el convento de Candelaria y luego estuvo
destinado en el de La Laguna,
donde ejerció como maestro de la escuela de niños, y del que pasó al de Las
Palmas de Gran Canaria. Tras la exclaustración fue destinado a la Villa de Santiago y luego a
Santa Cruz de Tenerife, donde ya permanecería el resto de su vida. En la
capital de la isla fundó familia y tuvo
varios hijos que
nunca ocultó, actitud
que le costó
severas sanciones y su
automarginación del clero tinerfeño del siglo XIX, pero supo ser consecuente
con sus ideas hasta el final de sus días. Por dicho motivo solo recibió las
licencias de celebrar, aunque pudo ejercer con licencia de los beneficiados en
las iglesias de Santa Cruz y fue nombrado capellán del cementerio de San Rafael
y San Roque. Con motivo de la epidemia de fiebre amarilla que azotó dicha
capital desarrolló una destacada labor humanitaria, que mereció la Cruz de tercera clase de la Orden Civil de
Beneficencia. Además, se ganó el aprecio de la sociedad tinerfeña por su
cultura e inteligencia, que demostró con varias ideas e inventos muy
adelantados para su época, tanto en la faceta musical como en el movimiento
continuo, tan de moda por entonces.
Nació en Candelaria el 16 de
febrero de 1804, siendo hijo de don Antonio Lanzarán Capitán, natural de la
ciudad de Andújar en Jaén, y de doña Jacinta Gerónima González Alonso, que lo
era de la citada localidad tinerfeña. Tres días después fue bautizado en la
iglesia de Santa Ana por don Agustín Tomás de Torres, párroco propio de la
misma; se le puso por nombre “Juan Antonio” y actuó como padrino don Juan
Agustín Otazo.
Por un padrón del vecindario de
Candelaria fechado a 14 de enero de 1816 conocemos las circunstancias familiares
de nuestro personaje.
Su padre, de
44 años era
“pedrero, paisano”; su madre tenía 37 años; y don Juan Antonio, con 11
años, era el mayor de cinco hermanos, siendo los restantes: José de 8, María
Candelaria de 6, Josefa de 4 y Juan de 2 años.2
Aplicado al estudio desde su
niñez, el joven Lanzarán aprendió los conocimientos básicos en el convento
dominico de su pueblo natal, en el que terminaría profesando hacia 1824, cuando
contaba 20 años de edad. Luego, al avanzar en sus estudios, Fray Juan Antonio
Lanzarán podría acceder a las órdenes sagradas; así, el 18 de noviembre de 1825
recibió la Tonsura
y los cuatro Grados y dos días después el Subdiaconado, de manos del primer
obispo de la Diócesis,
don Luis Folgueras y Sion3.
A comienzos de 1826 figuraba como
“Hermano F. Juan Lanzarán, es subdiácono estudiante en el convento y colegio de
N. P. Santo Domingo de La
Laguna; procede del convento de Candelaria, tiene 22 años y 2
de profesión”4. El 4 de mayo de dicho año se le confirió el sagrado orden del
Diaconado5 y, poco tiempo después, fue ordenado de Presbítero, por el
mencionado obispo Folgueras.
Fray Juan Antonio
Lanzarán continuó ligado
al convento lagunero, para el que fue designado maestro de la escuela de
niños en el Capítulo provincial dominico celebrado el 6 de junio de 18296.
Estando destinado en el Convento
dominico de Las Palmas de Gran Canaria, con
motivo de la Ley de 1835 de Desamortización
o de abolición de las órdenes monásticas en España, nuestro fraile fue forzado
a la exclaustración y a ingresar en el clero secular, previa habilitación de la Santa Sede, cuando
contaba 31 años de edad. Por dicho motivo, a partir de entonces percibiría una
pensión del Estado.
El 17 de agosto de 1836, la Junta Diocesana de
Regulares del Obispado de Tenerife, acordó hacer una distribución por los
pueblos de la Diócesis,
de “los Regulares ordenados in sacris, que disfrutan de pensión”, asignándose a
la Villa de Santiago
a don Juan Antonio Lanzarán. Y por acuerdo de dicha junta del día anterior, “se
inserta esta nota en el Boletín oficial de la Provincia para
conocimiento de los Ayuntamientos, de los Vbles. Párrocos y de los precitados
Regulares, y á fin de que estos en el preciso termino de ocho días contados
desde el en que se publique esta Distribución, se presenten en los pueblos á
que se les destina en inteligencia de que si asi no lo hicieren y el
certificado que deben remitir á fin de este mes para cobrar la pension no
viniere firmado por el Alcalde y Parroco del pueblo en que deben fijarse no se
les abonará aquella ni las que devenguen en los meses sucesivos”.7
Lo cierto es que no permanecería
mucho en dicho Valle, pues antes de dos años ya residía en Santa Cruz de
Tenerife. Desde entonces y durante el resto de su vida, el presbítero don Juan
Antonio Lanzarán, como sería conocido hasta su muerte,
quedó adscrito a la parroquia de
Ntra. Sra. de la Concepción
de Santa Cruz de Tenerife, a cuyo frente estuvo durante varias décadas
(1836-1872) su paisano y ex-compañero de orden don Agustín Pérez Hernández,
también exclaustrado.
En abril
de 1838, don Juan Antonio estaba incluido
en la “Clasificacion de los Regulares ordenados in sacris, coristas y
legos, existentes en esta Diócesis conforme á sus edades; con espresion de la
pensión diaria que en su virtud deben disfrutar; con arreglo al artículo 28 de
la ley de 19 de Julio de 1837”; en ella figuraba entre los “regulares ordenados
in sacris” y como residente en Santa Cruz, con 34 años de edad y una pensión
diaria de 4 reales de vellón, que debía percibir desde la fecha de la citada
ley8.
La actividad pastoral del
Presbítero Lanzarán se reduciría en los siguientes años a la celebración del
Santo Sacrificio de la Misa,
para lo que obtuvo la pertinente licencia del provisor y gobernador
eclesiástico de la
Diócesis. Así, el 19 de noviembre de 1840, siendo vecino de
Santa Cruz, se le concedió licencia de celebrar por dos años, que le serían
prorrogadas en los años sucesivos: el 21 de octubre de 1842 por otros dos años;
el 24 de octubre de 1844 por tres años, etc.9
Pero, ¿cuál
fue el motivo
por el que
no se le expidieron
las restantes licencias ministeriales?; la respuesta se ha
conservado por tradición oral entre sus descendientes. Tras su secularización,
don Juan Antonio tuvo a su servicio una criada natural del pueblo de El
Escobonal, doña Luisa González (Hernández) Pérez, hija de don Juan Manuel
González y de doña Brígida Pérez, de la misma naturaleza, con la que procreó
varios hijos. Este hecho, en la puritana
sociedad canaria del
siglo XIX, fue
motivo de escándalo
en la capital
del Archipiélago y dio lugar a una llamada de atención por parte del
obispo. En una ocasión el obispo tenía previsto visitarlo en su casa y no sabía
como justificar la presencia de sus hijos en la mesa, por lo que su mujer ideó
ponerle a cada uno un par de alitas y sentarlos como angelitos en las esquinas
de la mesa; cuando el obispo vio la escena le dijo: “Vaya Juan, fuerte baladrón
estás hecho”. Sin embargo nuestro sacerdote, lejos de disimular tal situación,
se enorgullecía de presentar a todo el mundo su familia; ello originó una
fuerte sanción por parte del Prelado, que le retiró todas las licencias, incluso
la de celebrar.
De este modo, nos encontramos al
joven sacerdote con mujer y varios hijos, y sin posibilidad de mantenerlos
dignamente con la única actividad que sabía desempeñar; por ello no le quedó
más alternativa que poner un puesto en el mercado, donde vendía frutas y
verduras. Imaginémonos a un sacerdote con sus obligatorios hábitos realizando
tan terrenal tarea, en una sociedad profundamente conservadora como la
santacrucera de su época; el escándalo era todavía mayor que el reconocer
públicamente a sus hijos, por lo que de nuevo fue llamado ante la presencia del
obispo. El diocesano le preguntó cual era el motivo de tan escandalosa conducta
y nuestro personaje le respondió: “Pero Señor Obispo, yo tengo que mantener a
mi mujer y mis hijos y usted me prohibió realizar la única actividad que
conocía, por lo que tengo que buscarme el sustento donde buenamente pueda”.
Además, el obispo le recriminaba el mal estado de sus ropas, a lo que le
contestaba que no tenía mucho dinero, pues tenía que mantener a su mujer y a
sus hijos. A pesar de lo anormal de dicha situación, el obispo comprendió la
firme actitud del sacerdote y, ante la seguridad de que no lograría cambiar su
actitud, accedió a renovarle exclusivamente la licencia de celebrar, con lo que
podría vivir dignamente gracias a las limosnas concedidas por las misas,
actividad más propia de un sacerdote que la de ventero.
Ante esta nueva circunstancia,
don Juan Antonio presentó un memorial al Obispado, en el que solicitaba la
habilitación de su anterior licencia de celebrar, el cual fue informado
favorablemente con fecha 4 de septiembre de 1848 por el vicario de la Villa de Santa Cruz,
donde estaba avecindado.
De este modo,
el 30 de
ese mismo mes
se le concedió
la mencionada licencia de celebrar por un año, con la posibilidad de
decir una 2ª Misa en la iglesia parroquial de dicha villa; esta licencia le
sería prorrogada desde entonces hasta el final de sus días: el 15 de septiembre
de 1849 por dos años; el 19 de septiembre de 1851 por otros dos años; el 17 de
septiembre de 1853 por cuatro años; el 16 de septiembre de 1857 por seis años;
el 16 de septiembre de 1863 por otros seis años; el 27 de noviembre de 1869 por
cuatro años; y así sucesivamente hasta la última prórroga concedida el 25 de mayo
de 1880, por seis años.10
Entre 1868 y 1876 celebró
numerosas bodas en la parroquia matriz de Ntra. Sra. de la Concepción de dicha
capital, con licencia de los párrocos don Domingo González Morales, don Agustín
Pérez Hernández, don José Manuel Hernández y don Claudio Marrero Delgado.
Simultáneamente, para favorecer
su sustento, el obispo lo destinó como capellán al cementerio de la capital, lo
que le permitía percibir los correspondientes emolumentos por los sepelios,
pero debiendo quedarse a dormir en la propia capilla del mismo. Una noche, en
que pasaban junto a dicho recinto dos pescadores, se dirigió a ellos desde el
techo de la capilla para
preguntarles por la
hora; cuando dichos
hombres vieron aquella
sombra negra hablándoles desde lo
alto soltaron el pescado y echaron a correr. Nuestro biografiado recogió el
pescado y al día siguiente le dijo a los sepultureros que si se lo podían
acercar a la casa de su familia.
Por Real instrucción del 5 de
enero de 1847, se dispuso que las clases pasivas de cada provincia percibiesen
sus haberes en la capital por medio de habilitados. Por dicho motivo, el
presbítero Lanzarán estaba incluido en la “Nota por clases de los individuos de
clases pasivas que perciben sus haberes por la Tesorería de esta Provincia
que se forma para dirijir al Sr. Intendente en conformidad de lo prevenido en
el art. 31 de la Real
Instruccion de 5 de Enero de este año que traía sobre la
elección y funciones de habilitados”, incluido en la “Relacion de los
Sacerdotes coristas y legos esclaustrados que cobran sus pensiones por la Tesorería de esta
Provincia y Depositarías de los partidos que se hallan clasificados”,
concretamente en el partido de la capital; figuraba como “D. Juan Antonio
Lanzarán Sacerdote esclaustrado del Convento de Las Palmas de Canaria”,
procedente de la Orden
de Santo Domingo.11
En diciembre de 1854 figuraba en
la “Relación nominal de los electores, que en cada distrito de esta Provincia
han tomado parte en la votación para Diputados á Cortes”, por el distrito
electoral de la capital12. En marzo de 1861 estaba adscrito como presbítero al
Arciprestazgo de Santa Cruz de Tenerife, pero sin ningún cargo oficial13.
Siendo “Presbítero” de la capital tinerfeña, en julio de 1861 participó con 2
reales de vellón a la “suscripción por mensualidades á favor de Su Santidad”14.
Como las desgracias nunca vienen
solas, nuestro biografiado sufrió un serio percance en su casa, pues en el
expediente instruido en 1862 para averiguar si don Lorenzo J. de Grande, vecino
de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife era acreedor a que se le propusiese a la Reina para su ingreso en la Orden Civil de Beneficencia, figuraba entre los numerosos servicios prestados
por éste “en
los incendios, y
siniestros marítimos é
inundaciones” ocurridos en dicha capital, “el de la casa del Presbítero
D. Juan Lanzaran, calzada de Sto. Domingo”15.
Como presbítero de Santa Cruz, en
febrero de 1863 contribuyó con otros 2 reales de vellón a los donativos
ofrecidos por el Clero de Tenerife para “los necesitados de Sta. Cruz á
consecuencia de la epidemia” de fiebre amarilla, que por entonces asolaba a la
capital tinerfeña16. En ese mismo mes, El Eco del Comercio destacaba una prueba
de la cultura que poseía el Sr. Lanzarán, muy adelantada para su época, por lo
que algunas de sus propuestas eran combatidas incluso por sus amigos, hasta que
años después se veían confirmadas en la capital del Reino:
Hace algunos años que en nuestras
reuniones particulares, nos habló varias veces el muy apreciable padre exclaustrado,
D. Juan Lanzarán, de la utilidad de reformar el actual sistema
de notación musical,
suprimiendo todos los
accidentes, y reduciendo algunos tonos, escribiéndose al
efecto un nuevo pentagrama; cuya alteración, decía, no era de gran dificultad,
tal como la había concebido.
Combatíamosle siempre este
pensamiento porque lo considerábamos irrealizable; pero estábamos muy
equivocados al hacerlo. Nuestro amigo no iba errado en sus cálculos, puesto que
en uno de los periódicos de Madrid se habla de dicha reforma en los términos
que nuestros lectores verán en el suelto que ponemos á continuación tomado de
nuestro colega El Omnibus, que dice asi:
«Los periódicos de Madrid hablan
de una nueva reforma en el sistema de notación musical, reforma que consiste en
la supresión de los sostenidos, bemoles, becuadros y llaves, y la reducción de
tonos, compases y figuras. Este nuevo sistema está fundado en un
pentagrama ingenioso que
da colocacion y
nombre á todas
las notas, y
facilita
extraordinariamente el estudio
del solfeo y del canto, y convierte la composición en un verdadero arte,
despejado de las mil y una trabas que servían de remora a su estudio.
Dentro de este
sistema, el solfeista
encuentra siempre expedito
el camino de la
modulación, el cantante poderosos recursos para afinar sin esfuerzo ni
dificultades, el compositor un vasto espacio donde desarrollar el vuelo de su
inspiración, y el profesor la distinción, poco común hasta hoy de sobresalir
entre los que no son mas que meros aficionados.
El inventor de este sistema, para
cuya enseñanza se ha establecido una cátedra especial en el Conservatorio de
Madrid, es el joven profesor D. José Gil y Navarro.»
La lectura de las anteriores
líneas nos ha sorprendido agradablemente al ver puesto en práctica el mismo
pensamiento de nuestro amigo; y al darnos por ello la enhorabuena, tenemos una
verdadera satisfacción en dársela publicamente, por que siendo hijo del pais el
Sr. Lanzarán debemos congratularnos, de haberle oido varias veces esplicar la
conveniencia de dicha reforma, y el modo de llevarla á cabo.17
En octubre de ese mismo año 1863,
don Juan Antonio fue condecorado por doña Isabel II con la Cruz de tercera clase de la Orden Civil de
Beneficencia, “Teniendo en consideración la Reina (q D. g.) los servicios extraordinarios
prestados durante la invasión de la fiebre amarilla en la ciudad de Santa Cruz
el año pasado y principios del presente”, condecoración que también recibieron
los demás sacerdotes de la capital tinerfeña18.
El 4 de mayo de 1864, el Sr.
Lanzarán figuraba en la relación, fechada en Santa Cruz de Tenerife y firmada
por el presidente y el secretario accidental de la “Comisión de Liquidación de la Deuda atrasada del Tesoro”,
suponemos que por debérsele parte de su pensión como fraile exclaustrado:
Terminadas las Liquidaciones de
haberes de los individuos que se espresan á continuación, falta solamente su
conformidad en ellas para que puedan ser remitidas á las oficinas centrales.
Y á fin de que pueda tener efecto
este requisito, se ha acordado llamar á dichos interesados por medio de este
periódico oficial, para que por sí ó por persona que legalmente les represente,
concurran á esta Secretaría dentro del plazo de treinta días, que empezará á
correr desde el en que salga este aviso en el referido Boletín oficial de la Provincia, teniendo
entendido, que, al tenor de lo dispuesto en la Real orden de 30 de Enero de 1862, transcurrido
que sea dicho plazo sin que se hayan presentado, se considerará prestada la
conformidad.19
A mediados del siglo XIX se
revitalizó el viejo problema del movimiento perpetuo,surgiendo numerosas
personas que creyeron haber encontrado la solución; uno de ellos fue el
presbítero Lanzarán, quien estuvo varios años trabajando en una máquina de este
tipo. El periódico El Guanche del día 5 de diciembre de 1859 se hacía eco de
este invento y de su ingenioso autor: “Hemos oído decir a varias personas, que
el presbítero D. Juan Lanzarán, vecino de esta capital, está construyendo una
máquina con el fin de descubrir el movimiento continuo. Nada podemos decir de
dicha máquina porque no la hemos visto; y aunque la empresa nos parece difícil
de llevarse a cabo, deseamos a su inventor un feliz éxito”20. Otro paisano
también dedicaba sus desvelos a este invento, el candelariero don Juan Baute
Santos, quien en 1861 fabricó una máquina de movimiento continuo, que presentó
y puso en movimiento en Santa Cruz, en presencia del gobernador civil21.
Una vez terminada su máquina,
nuestro biografiado también se mostró dispuesto a presentarla ante el público,
como informó El Guanche el 10 de junio de 1862: “D. Juan Antonio Lanzarán
Gonzalez, vecino de esta Ciudad, presentará á todo el que guste, el diseño de
una máquina compuesta de una sola rueda con su eje, la que por mas que gire,
tiene constantemente en el lado derecho cosa de seiscientos quintales mas que
el lado izquierdo”22. El 18 de julio inmediato, don Juan Antonio declaraba en
el mismo periódico que ya había descubierto el movimiento perpetuo:
El presbítero D. Juan Antonio Lanzaran Gonzáles, vecino de
esta ciudad, nos ha entregado el siguiente escrito:
D. Juan Antonio Lanzarán
Gonzalez, cree estar ya descubierto el movimiento llamado contínuo. Con todo
por mas que ha asegurado que el lado derecho de la rueda que ha inventado para
poderlo efectuar, contiene un número considerable de quintales mas que el lado
izquierdo, hay algunos que insisten en negar pueda encontrarse tal movimiento,
fundados en que la fuerza de la atmósfera y el roze no pueden ser vencidos por
cualquier número de pesos.
Ciertamente hay cosas que no es
muy fácil oirlas sin que se exalte el genio mas apacible. Dispensen por lo
tanto les diga que harán muy bien en no volver á proferir las
tales razones, por que son falsas
y mal entendidas. Además deben advertir que su voto no puede ser muy decisivo,
pues ni por medio de los libros han estudiado los muchos arcanos que encierra
la ciencia llamada contínuo mocion, ni podido observarlos ni penetrarlos por
medio de los ensayos, supuesto que han evitado ejercitarse en ellos, siguiendo
la opinión general, que los ha mirado como superfluos.23
Este hecho también fue recogido
por don Alejandro Cioranescu en la
Historia de
Santa Cruz de Tenerife, del
siguiente modo:
Don Juan
Antonio Lanzarán González,
presbítero, vecino de
Santa Cruz, declaraba en 1862 que
él sí había descubierto el movimiento perpetuo. Nada más fácil, además: «el
lado derecho de la rueda que ha inventado para poderlo efectuar contiene un
número considerable de quintales más que el lado izquierdo». Algunos hijos de
vecinos no se dejaron convencer por tanta petulancia. Los que critican el
invento, contestaba el autor
«harán muy bien en no volver a
proferir las tales razones, porque son falsas
y mal entendidas» y porque los que hablaban así no habían estudiado como
él «los muchos arcanos que encierra la ciencia llamada continua moción».24
Meses más tarde, el 25 de febrero
de 1863, el editorialista de El Eco del Comercio destacaba la prueba que iba a
hacer un vecino de Candelaria de un barco impulsado por una máquina de
movimiento continuo, añadiendo: “Mucho nos alegraríamos de que el presbítero D.
Juan Antonio Lanzarán Gonzalez presentase tambien el fruto de sus vigilias
sobre el trabajo que ha hecho encaminado al mismo fin, y que tiene anunciado
hace mucho tiempo. / No querrá exponerse el Sr. Lanzarán á un desengaño por
haber considerado que es imposible lo que pretende?”25. Ante las dudas
vertidas, nuestro biografiado respondió a dicha editorial mediante una carta,
que fue inserta el 25 de marzo inmediato en el mismo periódico, como adelantaba
su director:
Tenemos el gusto de insertar á en
otro lugar la carta con que nos ha favorecido el Sr D. Juan Antonio Lanzarán y
Gonzalez con motivo del suelto que publicamos en el núm. 1096, relativo á la
máquina que hace tiempo tiene anunciada.
Por nuestra
parte sentimos no
poder contribuir á que
el apreciable presbítero
Lanzarán, dé cima á su pensamiento; y tanto mas, cuanto que le hémos oido decir
que habiendo una persona que ponga á su disposición la corta suma de cien
duros, puede presentar al público, como lo hizo Baute, su máquina de movimiento
continuo.26
La mencionada carta, dirigida por
don Juan Antonio al “Sr. Director del Eco del Comercio”, agradecía los buenos
deseos de éste y argumentaba en su defensa la falta de recursos, que le había
impedido presentar ante el público tanto dicha máquina como otros inventos de
igual consideración:
Muy Sr. mio: respondiendo á lo que en 25 de Febrero próximo
pasado me dice V. en su apreciable periódico, debo decirle que la causa de no
salir yo con mi máquina de movimiento, á pesar de hacer tanto tiempo que lo
tengo anunciado, no ha sido el que me haya desengañado de su imposibilidad sino
la falta de recursos; causa por la cual no he podido publicar algunas otras
cosas de no menos consideración.
Me es muy sensible no poder dejar cumplidos los buenos
deseos que V. manifiesta por la realización de dicho mi movimiento; y vea V. si
en alguna otra cosa puede complacerle este su affmo. amigo.27
A pesar de su notoria falta de
recursos, como presbítero de Santa Cruz el Sr. Lanzarán continuó colaborando
con suscripciones; así, en marzo de 1868 contribuyó con 40 reales de vellón a
la abierta en las dos Diócesis canarias “para atender á las necesidades de Su
Santidad”28. Asimismo, en sesión extraordinaria celebrada por el Ayuntamiento
de Santa Cruz de Tenerife el 24 de agosto de 1871, se procedió al sorteo de los
contribuyentes que habrían de componer la Junta Municipal,
resultando entre los elegidos don Juan Lanzarán29.
En esos años, don Juan Antonio
había continuado desempeñando el cargo de capellán del cementerio de la capital
tinerfeña, lo que le permitía vivir con cierta holgura y mantener a su familia.
Pero en mayo de 1872 fue sustituido en dicho cometido, que pasó a desempeñar
gratuitamente otro sacerdote, perjudicando con ello a nuestro biografiado, como
criticaba duramente la editorial de La Propaganda:
¡PARECE INCREIBLE!—El Sr. D.
Juan Lanzaran que
desempeñaba el cargo
de Capellán del Cementerio ha sido declarado cesante, reconociendo esto
por causa el que D. José Manuel Hernández se ha brindado á servirla
graciosamente.
Muy censurable es, en verdad, esa
especie de subasta de los destinos públicos y
mas censurable todavía que entre
sacerdotes haya quien se brinde á prestar un servicio que perjudica grandemente
á otro compañero ansiano y pobre, sin reportar con su desprendimiento mas que
una miserable economía al municipio.30
Fallecimiento
Tras una azarosa vida, nada común
para su época y ni siquiera para la presente, el polifacético y culto
presbítero don Juan Antonio Lanzarán y González, religioso exclaustrado de la Orden de Predicadores,
falleció en su domicilio de Santa Cruz de Tenerife el 30 de abril de 1883, a la
una de la tarde, cuando contaba 79 años de edad. Al día siguiente se oficiaron
las honras fúnebres en la iglesia matriz de la Concepción por el
beneficiado rector propio don Epifanio Díaz Saavedra; y a continuación recibió
sepultura en el cementerio de San Rafael y San Roque. Fueron testigos del
triste acto los presbíteros don Antonio Hernández Rodríguez y don Juan Espino y
Perdomo.
El Boletín Oficial del Obispado
se hacía eco del fallecimiento de nuestro personaje: “El 30 de abril último, a
la edad de 79 años, falleció en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife el
Presbítero D. Juan Lanzarán González, religioso exclaustrado del orden de
Predicadores, habiendo recibido los Santos Sacramentos”31.
Con respecto a su descendencia,
sabemos que tuvo tres hijos: uno médico, otro capitán de barco y el tercero
marinero. Este último, don Juan Hernández y González (1847-1946), conocido por
“Juanito Lanzarán”, además de marinero fue curandero, carpintero e “imaginero”
aficionado; casó en Güímar en 1872 con doña Isabel Díaz López, hija de don Carlos
Díaz Delgado y doña Manuela López, antiguos criados del prebendado don Juan de
Castro y Baute, naturales y vecinos del pago de El Escobonal (Güímar); en este
pueblo vivió el resto de su vida y en él murió a los 99 años, dejando sucesión.
(Octavio Rodríguez Delgado, 2014)
(Cronista Oficial de Candelaria) [blog.octaviordelgado.es]
Notas:
1
Sobre este personaje puede verse también otro artículo de este mismo
autor: “Personajes del Sur (Candelaria-El Escobonal): Don Juan Antonio Lanzarán
González (1804-1883), singular sacerdote e inventor”. El Día (La Prensa del domingo), 28 de
julio de 1991. Con posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida
con nuevos datos.
2 Archivo Municipal de La Laguna. Padrón del
vecindario de Candelaria (P-I,11).
3 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (La Laguna). Libros de órdenes,
1825.
4 Biblioteca Universitaria de La Laguna. Manuscritos.
Capítulos de la Orden
de Predicadores, 1826.
5 Archivo Histórico Diocesano de Tenerife (La Laguna). Libros de órdenes,
1826.
6 Biblioteca Universitaria de La Laguna. Manuscritos.
Capítulos de la Orden
de Predicadores, 1829.
7 “Obispado de Tenerife. Junta
Diocesana de Regulares”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias,
miércoles 24 de agosto de 1836, pág. 2 (939).
8 “Obispado de Tenerife. Junta
Diocesana de Regulares”. El Atlante, 2 de abril de 1838, pág. 3.
9 Archivo Histórico Diocesano de
Tenerife (La Laguna).
Libros de licencias, 1840-1844.
10 Ibidem, 1848-1880.
11 “Intendencia de Rentas de Canarias”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias,
sábado 16 de enero de 1847, pág. 4 (28).
12 Boletín Oficial de la Provincia de Canarias,
viernes 15 de diciembre de 1854, pág. 3.
13 “Continúa el
estado de la Diócesis
de Tenerife”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 20
de marzo de 1861, pág. 65.
14 “Continúa la suscripción por mensualidades á favor de Su
Santidad”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 30
de julio de 1861, pág. 168.
15 “Gobierno de la Provincia de Canarias.
Circular número 95”. Boletín Oficial de la Provincia de Canarias, viernes 23 de mayo de
1862, pág. 1; lunes 26 de mayo de 1862, pág. 1.
16 “Continúa los
donativos del Clero
de Canarias y
Tenerife á los
necesitados de Sta.
Cruz á consecuencia de la epidemia”.
Boletín Oficial Eclesiástico de la
Diócesis de Canarias, 7 de febrero de 1863,
pág. 28.
17 El Eco del Comercio, 18 de febrero de 1863, pág. 2.
18 “Condecoraciones á
los Sacerdotes de Tenerife”. Boletín Oficial Eclesiástico de la Diócesis de Canarias, 25
de octubre de 1863, pág. 239
19 “Canarias. Comisión
de Liquidación de la Deuda atrasada
del Tesoro”. Boletín
Oficial de la Provincia de Canarias, 13 de mayo de 1864, pág.
3.
20 El Guanche, 5 de diciembre de 1859.
21 “Sección de noticias”. El Auxiliar, 22 de agosto de 1861,
pág. 236; CIORANESCU (1998), ibidem.
22 “Gacetilla”. El Guanche, 10 de junio de 1862, pág. 4.
23 Ibidem, 18 de julio de 1862, pág. 4.
24 Alejandro CIORANESCU (1998), Historia de Santa Cruz de
Tenerife, 2ª edición, tomo IV, pág. 414.
25 “Crónica del pais”. El Eco de Comercio, 25 de febrero de
1863, pág. 2.
26 El Eco del Comercio, 25 de marzo de 1863, pág. 2.
27 Juan Antonio LANZARÁN GONZÁLEZ. “Remitido”. El Eco del
Comercio, 25 de marzo de 1863, pág. 2.
28 Boletín Oficial Eclesiástico de las Diócesis de Canarias
y Tenerife, 20 de marzo de 1868, pág. 45.
29 “Sesiones de la Comisión permanente y del
Ayuntamiento”. La
Propaganda, 2 de septiembre de
1871, pág. 1.
30 “Miscelánea”. La Propaganda, 12 de mayo de 1872, pág. 2.
31 Boletín Oficial del Obispado de Tenerife, mayo de 1883.
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