1920 mayo 1.
A las dos de la tarde
nace Isidoro Frías Díaz (1920-2002),
Agricultor, cabo furriel, luchador, flautista y tamborilero de las danzas de
cintas de El Escobonal, y medalla de plata de Guimkar1
Como se ha comprobado en otras
muchas ocasiones, el origen humilde no es obstáculo para que una persona llegue
a destacar en el contexto donde se mueve. Este es el caso de don Isidoro Frías
Díaz, “Isidorillo” o “Siorillo”, como se le conoció entre sus paisanos, quien,
a pesar de que no pudo concluir la Enseñanza Primaria,
llegó a ser una de las personas más apreciadas del municipio y uno de los
folcloristas más conocidos de Tenerife. Estuvo movilizado durante siete años en
el Ejército, participó en la
Guerra Civil y alcanzó el empleo de cabo de Infantería, con
el que fue nombrado furriel de su unidad; destacó en la Lucha Canaria, en la
que se mantuvo durante 11 años y en la que fue conocido como “El Estilista”; y
trabajó toda su vida en la
Agricultura. Pero, sobre todo, como tamborilero de las Danzas
de cintas de Güímar, El Escobonal y Fasnia, durante casi medo siglo hizo vibrar
la tierra canaria con el ritmo del tajaraste, al amparo del palo de la danza y
bajo la sombra multicolor de las cintas, manteniendo viva esta tradición
musical en el Sureste de Tenerife,
al son del pito y el tamboril heredado
de su abuelo, “Cho Cirilo el Tamborilero”. Su labor fue reconocida en vida con
un Guanche de Oro, la Medalla
de Plata de Güímar y el nombre de una calle en el núcleo de El Tablado.
Nuestro biografiado nació en El
Escobonal (Güímar) el 1 de mayo de 1920, a las dos de la tarde, siendo hijo de
don Isidoro Frías Tejera y doña Constanza Díaz Lugo, domiciliados en el Lomo
del Fuego. El 29 de ese mismo mes fue bautizado en la iglesia de San Pedro
Apóstol de Güímar por don Domingo Pérez Cáceres, por entonces coadjutor
encargado de dicha parroquia y actuaron como padrinos don Gonzalo Hernández
Díaz y doña Mercedes Hernández Leandro.
Movilización durante la guerra civil de los españoles.
Huérfano de madre desde que tenía
poco más de un año, el pequeño Isidorillo fue criado
por doña Carmela Lugo Chico,
segunda esposa de su padre. Aprendió las primeras letras en la escuela
elemental de su pueblo natal, que por entonces estaba instalada en La Fonda, con los maestros don Jesús
José Hernández Hernández (conocido en el pueblo como “Pepe el Gordo”) y don
José García Matías (apodado “Siete chalecos”); pero como tenía que ayudar a sus
padres en el trabajo del campo, no acudía con regularidad a la escuela. Por
este motivo, años más tarde acudió a casa de don Pedro González, en La Tirada, para recibir clases
nocturnas de Matemáticas, de las que éste poseía notables conocimientos.
A mediados de 1938, recién
cumplidos los 18 años de edad, fue movilizado como soldado de Infantería para
participar en la Guerra
Civil. De Hoya Fría pasó al Depósito de Ceuta y luego al de
Larache, donde permaneció pocos días; se incorporó luego al Regimiento de
Infantería de Zaragoza, en el cuartel de Cerrallo de dicha ciudad, de donde
pasó a Huesca.
Desde esta capital debía
incorporarse al Frente del Ebro, pero no llegó a él por haberse terminado con
anterioridad la lucha en el mismo; no obstante, permaneció en dicha región
recorriendo varios pueblos con una Bandera italiana. Pasó luego a la ciudad de
Fraga, en la misma provincia de Huesca, con el Regimiento de Infantería Toledo
nº 26, cuyo cuerpo de ejército estaba al mando del general Yagüe y la
correspondiente División al del general Asencio, donde permaneció durante algún
tiempo. Después de romper el frente por el Segre, entraron en Cataluña el 13 de
diciembre de 1938, llegando a Figueras (Gerona) el 23 de enero de 1939. Tras
estas operaciones permaneció varios días de descanso con su cuerpo en Bañolas
(Gerona), continuando en igual situación durante otro mes en el pueblo de
Alange (Badajoz); luego rompieron el
frente por Extremadura, desde donde penetraron hasta Ciudad Real,
pasando por las localidades de Peñarroya y Valsequillo (Córdoba).
Encontrándose en la provincia de
Ciudad Real, concluyó la Guerra,
por lo que regresaron a Zarza de Alange (Badajoz) a disfrutar del merecido
descanso; de ahí pasaron a Mérida, donde se le concedieron a don Isidoro quince
días de permiso para Tenerife. Al cumplirse éste, se incorporó al destacamento
de su Regimiento en Madrid, que estaba ubicado en El Coloso; encontrándose en
este destino, con motivo de una guardia realizada en el Hospital del Rey de la
propia capital enfermó de viruela, por lo que hubo de ser internado en el
Hospital Chamartín de la Rosa,
donde permaneció durante 92 días, transcurridos los cuales se le concedieron
otros quince días de convalecencia para Tenerife.
Se incorporó de nuevo al
Regimiento de Infantería de Toledo, siendo destinado a la 3ª compañía del 2º
batallón, que tenía su sede en Zamora (en el cuartel de Viriato), donde
continuó hasta el mes de diciembre de 1940. Por dificultades para soportar el
frío de dicha capital castellana, nuestro biografiado solicitó voluntariamente el traslado
al Ejército de África, incorporándose al Cuerpo de
Regulares de Larache, de donde pasó luego a Alcazarquivir. El 1 de diciembre de
1941 fue destinado al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Infantería nº 9,
con sede en Arcila, que estaba al mando del coronel don Mariano Lambea y Massa.
En este destino fue licenciado el 1 de junio de 1942, en virtud de la orden de
13 de abril anterior, concediéndosele el 15 de julio de ese mismo año, por el
comandante militar de dicha ciudad, el oportuno pasaporte para pasar desde
dicha plaza a El Escobonal.
Cabo furriel de la
compañía de ametralladoras de Los Cristianos
Pero poco pudo disfrutar don
Isidoro de su reintegro en la vida civil, ya que tan solo un
mes más tarde, con motivo del
peligro de invasión que para las islas suponía la II Guerra Mun- dial, fue
nuevamente movilizado con el Regimiento de Infantería Tenerife nº 49, del que
era primer jefe el coronel don Lorenzo Machado y Méndez-Fernández de Lugo,
siendo destinado a la 1ª compañía de ametralladoras del tercer batallón, con
destino en Los Cristianos. Una vez incorporado, prestó servicio durante algún
tiempo en Telégrafos.
Aunque en diciembre de 1942 se
tramitó a su favor el beneficio de tercer hermano en filas para ser
desmovilizado, no recibió la gracia solicitada y tuvo que permanecer en
servicio activo durante más de dos años, en el mismo cuerpo. Encontrándose en
dicho destino, en virtud de la orden de 25 de agosto de 1943 y por haber
probado su aptitud para el ascenso, don Isidoro fue promovido al empleo de cabo
de Infantería, lo que le suponía un sueldo de 4 pesetas diarias, de las cuales
3,5 pesetas eran para rancho y el resto, media peseta, lo recibía en mano. Poco
tiempo después se le nombró furriel de su unidad, en atención a lo cual se le
concedió el 26 de octubre de ese mismo año, por el teniente comandante de dicha
compañía (don Justino Hernández Monroy), un pase de libre circulación para que
pudiese salir del cuartel a horas extraordinarias, hasta el toque de retreta;
desempeñó dicho cometido con gran acierto y a plena satisfacción de sus superiores,
haciendo servicio de oficinas incluso como escribiente.
Luego, aunque ya había realizado
los correspondientes cursos para el ascenso a cabo 1º en la Academia del Regimiento,
enterado de su próximo licenciamiento no se presentó a los exámenes, pues no
tenía deseos de proseguir la carrera militar y no necesitaba, por lo tanto,
dichos galones. De este modo,
el teniente comandante
de dicha compañía,
don Miguel Domínguez Medina, le
concedió el 24 de febrero de 1945 un permiso trimestral prorrogable, por
pertenecer al reemplazo del 41, que se transformó en su licencia absoluta.
Don Isidoro había permanecido
durante casi siete años en el servicio militar, de los cuales dos y medio
destinado en Los Cristianos. A partir de entonces, pasaría la revista anual en
Güímar, como cabo reservista de Infantería. También habían sido movilizados sus
tres hermanos mayores: don Francisco, don Pánfilo y don Máximo Frías Díaz; el
primero, perteneciente al reemplazo de 1934, sirvió en Infantería, y los otros
dos, de los reemplazos de 1935 y 1938, en Ingenieros, alcanzando ambos el
empleo de cabo.
Luchador y agricultor
Desde que era un chiquillo y
estaba en la escuela, “Isidorillo” o “Siorillo”, como se le
conoció en el pueblo, había
practicado la lucha canaria; no en vano era nieto del que fue considerado el
mejor luchador del Sur y uno de los más destacados de la isla en su época, don
Isidoro Frías Delgado.
Como todos los luchadores de
entonces, nuestro biografiado comenzó entrenando con ropas elaboradas con tela
de saco, que luego dieron paso a los actuales tejidos de brega. Tras concluir
el servicio militar, en 1945 inició su carrera luchística en las competiciones
insulares, que se prolongó durante 11 años, hasta cumplir los 36 años de edad.
Figuró inicialmente en el equipo de El Escobonal, luego en el “Chimisay” de
Arafo y, finalmente, en el “Brisas del Teide” de Fasnia, en el que se retiró
hacia 1956.
Sus luchas preferidas eran la
“cadera” y “media cadera”, aunque también ejecutaba y contreaba las
restantes. Desde que se agarraba su entrega era total, no dando tregua al
contrario, lo que le llevó a ser conocido como el “El Estilista”; por lo
general solía tumbar a uno o dos luchadores por encuentro. El único homenaje
que recibió por su trayectoria deportiva tuvo lugar mucho después de retirado,
en 1985, al serle entregada una placa por el Club de Luchas “Benchomo” de El
Escobonal, como a otros muchos compañeros, viejas glorias del club.
Por las mismas circunstancias que
don Isidoro, tres de sus hermanos también destacaron como luchadores: don
Pancho, que quizás fue el más vistoso y artista de ellos, llegó a ser puntal,
siendo su lucha preferida la “agarrada de tobillo”; don Máximo sobresalía
por “pata y cango”,
pero se retiró
pronto; y don
Benildo, cuya principal
lucha era la “agarrada de muslo”, adquirió un gran
poder y llegó a figurar como puntal y directivo del “Brisas del Teide” de
Fasnia, donde dio en tierra con la mayoría de los buenos luchadores de su
época, por lo que mereció que se diese su nombre al terrero de esta localidad.
El 22 de octubre de 1949, a los
29 años de edad, don Isidoro Frías contrajo matrimonio en la parroquia de San
José de El Escobonal con doña María Mercedes Torres Leandro, de 26 años,
natural y vecina del mismo pueblo2 e hija de don Pedro Torres Pérez y doña
Rudecinda Leandro Chico; celebró la ceremonia el sacerdote don Felipe García
Peñalvo y actuaron como padrinos don Bernardo Gómez y doña María Torres.
Desde el
punto de vista
profesional, nuestro biografiado dedicó
toda su vida
a la Agricultura, siendo lo
único que heredó de su padre, pues éste no poseía otras aficiones que la caza y
la pesca. En una ocasión, Isidorillo arrendó una finca en la costa de Fasnia,
cerca de Las Eras y conocida por “La
Canal”, que era propiedad de doña Mariquita Jorge, de La Zarza; la cultivó durante
seis años, dedicándola a tomates tardíos, y para ello bajaban él y su mujer
caminando desde El Escobonal hasta dicho lugar, saliendo de su casa desde las
cuatro de la madrugada, para, a lo largo del día, dar varios viajes con los
frutos hasta la
Cooperativa de Fasnia; eran tiempos muy difíciles.
Salvo ese período, trabajó
siempre en los terrenos de su propiedad, cultivando fundamen- talmente tomates
y papas, además de viña, algunas calabaceras y millo; el producto de las
cosechas lo vendía en los salones de empaquetados particulares que existían en
el pueblo y, posteriormente, en las Cooperativas de Fasnia y Lomo de Mena; sólo
desde la creación de éstas pudo ahorrar algún dinero. Aún recuerda la primera
cantidad que recibió de la entidad fasniera, 30.000 pesetas, como pago a todo
un año de duro trabajo, la cual, a pesar de ser una mísera cantidad, le pareció
una fortuna.
Flautista y
tamborilero en la danza de las cintas de sureste.
A pesar de
todo lo expuesto,
don Isidoro Frías
Díaz es hoy
recordado, casi
exclusivamente, por su actividad folclórica como flautista y
tamborilero de las danzas de las cintas del Sureste de la Isla.
Desde niño pasaba muchas horas
observando los ensayos de su abuelo materno, el recordado “Cho Cirilo El
Tamborilero”, para aprender a tocar ambos instrumentos. Pero como éste no le
prestaba su flauta, el pequeño Isidoro tuvo que construirse las suyas de caña,
con un simple cuchillo y mucha paciencia. Cuando contaba unos 14 años de edad,
acompañó a su abuelo a la fiesta de La
Zarza, donde éste iba a tocar con la danza de arcos de dicha
localidad; en el recorrido entre Llano Grande y la vieja ermita de Ntra. Sra.
del Carmen, don Cirilo permitió que su nieto tocase la flauta de caña que había
construido, mientras él solo tocaba el tambor; contemplándolo, el
viejo folclorista dijo
con satisfacción y
tranquilidad: “¡Este será
mi sucesor!”. A partir de entonces ya le prestó el tambor, para que
fuese aprendiendo en su conjunto el soporte musical de la danza, y tan sólo un
poco tiempo antes de su movilización, con casi 18 años de edad, le permitió que
tocase su flauta, la que había heredado de su padre, don Gaspar Díaz “El Cojo
de la Pita”.
En junio de 1943, mientras aún
servía en Los Cristianos, don Isidoro fue solicitado por don Domingo Pérez
Cáceres, por entonces deán de la
Catedral y párroco de Güímar, para que acompañase a la Danza de las Cintas de dicha
ciudad en las Fiestas Patronales de San Pedro Apóstol y, aunque nuestro
personaje no tenía muchos deseos de acudir por haber muerto recientemente su
abuelo Cirilo (el 18 de marzo anterior), no pudo negarse a don Domingo. Desde
entonces y durante casi 50 años no faltó nunca a las citas con dichas fiestas y
con las de Nuestra Sra. del Socorro, hasta que su salud ya no le permitió
acudir a las mismas.
Como es lógico, también colaboró
siempre con las Danzas de El Escobonal: la de Arriba, comandada por don Tomás
de la Rosa
“Tomasillo” y desaparecida hace varias décadas, y la de Abajo, que lo fue por
don Luis Bethencourt, luego refundidas bajo la dirección de éste y,
posteriormente, de don Víctor Díaz. También lo hizo con la de Lomo de Mena,
dirigida por don Daniel Pérez “Pirrasca”,
desaparecida hace muchos años; y con la de Fasnia, ensayada primero por
su tío don Domingo Díaz y luego por don Teo Trujillo.
Al frente de ellas, don Isidoro
recorrió todos los pueblos de la comarca y otros muchos de la isla. Así, con la
de El Escobonal asistió a las fiestas de dicho pueblo, El Tablado, Lomo de
Mena, La Medida,
Porís de Abona, Punta de Abona, Arafo (por la romería), La Laguna (por San Benito),
etc.; también actuó en las Fiestas Patronales de San Sebastián de La Gomera y en el programa de
TVEC “Canarias Viva”. Con la de Güímar, además de en la propia ciudad, lo hizo
en Arafo, Candelaria, Barranco Hondo, Santa Cruz de Tenerife, La Laguna (San Benito), Las
Mercedes, Bajamar, La Orotava,
San Miguel de Abona, Los Cristianos, Adeje, Icod de los Vinos (con motivo del
Festival de Rescate Folclórico), etc. Con la de Fasnia participó en las fiestas
de dicha localidad, La Zarza,
Los Roques, Las Eras, Porís de Abona y Arico (por la romería). Con todas ellas,
en su peregrinar por la geografía insular pudo comprobar como en el norte de
Tenerife demostraban un mayor cariño por la danza. Como curiosidad, solamente
en Bajamar se puso el traje folclórico para acompañar a la danza.
Como último tocador de la “pita”
y el tamboril de Tenerife, don Isidoro también fue presentado en el programa
“El Patio” de Televisión Española en Canarias. Asimismo, una copia fiel de sus
dos instrumentos musicales fue expuesta en julio de 2001 en el Centro Cultural
de CajaCanarias, en Santa Cruz de Tenerife, con motivo de la exposición monográfica
de carácter histórico titulada “Instrumentos de viento, de los ministriles a la
big band”, que fue organizada por la Obra Social y Cultural de dicha entidad y en
cuyos carteles y folletos de mano aparecía un retrato de su abuelo, “Cho
Cirilo”.
A finales de 1991, el Centro de la Cultura Popular
Canaria, con el patrocinio de la
Universidad de La Laguna, publicó un disco
con un folleto bajo el título de “Toques antiguos y festivos de Canarias”,
fruto de las grabaciones realizadas por los miembros del grupo folclórico de la Escuela Universitaria
de Magisterio; en dicho disco quedó inmortalizado el toque de don Isidoro
Frías, con su “pita” y su tambor, al ser uno de los últimos flautistas
tradicionales de Tenerife.
Concesión del “Guanche de oro”, la nominacion de una calle y la medalla
de plata del municipio de Guimar.
Como premio a su dilatada
actividad folclórica, el Sr. Frías Díaz recibió numerosos reconocimientos, que
comenzaron con la concesión del “Guanche de Oro”, entregado el 15 de septiembre
de 1979 en la Octava
de la festividad de Ntra. Sra. del Socorro, por su participación en dichas
fiestas de Güímar. Luego se le concedieron tres placas: la primera en 1980 por la Comisión de Fiestas de
San Joaquín de Fasnia, por su desinteresada colaboración; la segunda en 1982
por la Comisión
de Fiestas de San José de El Escobonal, por su labor en pro de la Danza típica de dicho
pueblo; y la tercera en 1985 por la
Comisión de Fiestas de San Carlos de El Tablado, en
reconocimiento a la colaboración que prestaba en ellas año tras año.
Posteriormente, el 16 de mayo de
1987, el Pleno del Ayuntamiento de Güímar, previo dictamen favorable de la Comisión Informativa
de Cultura y a propuesta del teniente de alcalde y concejal delegado de
Cultura, don Octavio Rodríguez Delgado, acordó abrir un expediente para la
concesión de una distinción honorífica a este folclorista, por haber mantenido
la tradición musical de la flauta y el tambor en las Danzas de Cintas del
municipio durante más de 40 años, lo que fue ratificado el 6 de abril inmediato
por la Comisión
Municipal de Gobierno. Tras el cese de dicho concejal, la
mencionada propuesta estuvo paralizada hasta junio de 1989, en que volvió a ser
retomada por la nueva Corporación, a iniciativa del nuevo concejal don José
Isidro García Díaz; fruto de este nuevo impulso fue la denominación de una
calle de El Tablado con el nombre “Isidoro el Tamborilero”, según acuerdo
municipal del 30 de diciembre de dicho año, así como la concesión de la Medalla de Plata de
Güímar, en virtud de otro acuerdo unánime del 10 de julio de 1990, que le fue
entregada el domingo 12 de agosto de ese mismo año por el alcalde don Víctor Ángel
Pérez Rodríguez, en un
emotivo acto público
celebrado durante las Fiestas Patronales de San José de El Escobonal,
en el marco del festival que ponía colofón a las mismas; al recibir dicha
medalla, se encontraban junto al homenajeado sus compañeros de la Danza de las Cintas de esa
localidad, don Luis Bethencourt García y don Víctor Díaz Marrero, que
recibieron sendas placas, así como los niños danzadores, a los que se entregó
un diploma.
Desde 1992, los achaques normales
de la edad, sobre todo los problemas de visión, fueron impidiendo a don Isidoro
acudir a todos sus compromisos con su música las danzas de esta parte de la
isla. Afortunadamente, en 1994 varios jóvenes de El Escobonal, Güímar y Sabina
Alta (Fasnia) aprendieron a tocar el pito y el tamboril, merced al interés
puesto en ello por don Juan José Pérez Acosta, un entusiasta profesor del
Instituto “Mencey Acaymo” de Güímar que fue uno de los primeros alumnos del
viejo tamborilero en dominar dichos instrumentos, y a la desinteresada
colaboración de nuestro
biografiado, que dedicó muchas
tardes a enseñar
y perfeccionar la ejecución de estos aprendices. También aprendió
directamente con él otro hijo de El Escobonal, don Juan Carlos Díaz Castro, que
quizás es quien en la actualidad ejecuta el toque de la flauta con más
fidelidad. No obstante, el Sr. Frías trató de buscar a algún pariente que heredase
la flauta y el tambor que fueron de su abuelo y antes de su bisabuelo, pero tan
sólo su hija logró aprender el toque de ambos instrumentos, que incluso trató
de enseñar a sus dos nietas, para las que construyó sendas flautas de caña, y
una se defiende bien con ella. También pretendió, aunque no con tanto éxito,
transmitir sus conocimientos a un grupo de chicos de su pueblo natal. Pero lo
importante es que, gracias a su empeño, “Siorillo” no será el último flautista
y tamborilero del Sur de Tenerife.
En 1999, con motivo del viaje
realizado a Gran Canaria por la
Danza de San Pedro Abajo, para asistir a las VIII Jornadas
Regionales de Folklore celebradas en La Aldea de San Nicolás, en esta localidad se rindió
homenaje a don Isidoro, gracias a las imágenes y el sonido de viejas
grabaciones, que hoy constituyen documentos imprescindibles para la historia de
la música canaria; a pesar de estar ausente, su voz y, sobre todo, sus toques
se escucharon en dicho pueblo grancanario en el más profundo de los silencios,
que sólo pudo romper el clamoroso aplauso final que todos los asistentes a
dichas jornadas, puestos en pie, le brindaron.
Fallecimiento descendencia y homenaje poetumo.
Don Isidoro Frías Díaz, “Siorillo
el Tamborilero”, falleció en Santa Cruz de Tenerife el
martes 6 de agosto de 2002, a los
82 años de edad, y ese mismo día fue trasladado a su pueblo natal. A las cinco
de la tarde del día siguiente tuvo lugar el sepelio, desde la cripta de San
José de El Escobonal a dicha parroquia, donde se oficiaron las honras fúnebres
por el sacerdote don Juan Manuel Yanes Marrero, hijo de la localidad, y a
continuación recibió sepultura en el cementerio del pueblo. En la prensa
tinerfeña se publicaron esquelas por parte del Ayuntamiento de Güímar, las
comisiones de fiestas de San Pedro Arriba y San Pedro Abajo de dicha ciudad, la
de San José de El Escobonal y los danzadores. Y, por primera vez en la
historia, la Danza
de las Cintas de El Escobonal participó en un entierro, el de la persona que
durante más de medio siglo la acompañó con su música. La emoción embargó al
numeroso público asistente a su sepelio, cuando al salir de la cripta
comenzaron a sonar las castañuelas y, sobre todo, el pito y el tamboril,
ejecutados por tres de sus discípulos, Juan Carlos, Juan José y Beatriz,
quienes también despidieron al coche fúnebre en la plaza, cuando éste partió
hacia el cementerio.
Le sobrevive su esposa, doña
Mercedes Torres Leandro, con quien había procreado una única hija, doña Juana
María Frías Torres, que obtuvo el título de perito mercantil y está casada con
don Pedro Yanes Pérez, natural de Güímar, con sucesión3.
Muchos años después de su muerte,
el 17 de septiembre de 2011, en el transcurso del festival “Cirilo El
Tamborilero” que se celebra anualmente en la Plaza de San Carlos de El Tablado, organizado por
la Agrupación
folclórica “Atenguajos” de dicho núcleo de población en el marco de las Fiestas
en honor de San Carlos Borromeo, se le tributó un homenaje a don Isidoro Frías
Díaz, un hombre de la tierra, un modesto agricultor, que dedicó gran parte de
su vida al folclore de la tierra, como heredero de una tradición familiar de
tamborileros y que acompañó en vida a las Danzas de Cintas de la comarca,
contribuyendo con entusiasmo y entrega a mantener la rica tradición folclórica
de nuestra comarca.
Sirva este trabajo como modesta
contribución al recuerdo de un entrañable paisano y amigo, con el que llegué a
compartir muchos buenos ratos.
Notas: (Octavio Rodríguez Delgado, 2014) (Cronista Oficial
de Güímar) [blog.octaviordelgado.es]
1
Sobre este personaje puede verse también otros artículos de este mismo
autor: “El Escobonal y sus personajes (El
Escobonal-Güímar): El folklorista
don Isidoro Frías Díaz
(1920)”. El Día (La Prensa del domingo), 5 de agosto de 1990; y “Los
tamborileros de la Danza
de las Cintas: una saga de folkloristas escobonaleros”. Programa de las 242
Fiestas Patronales en honor de San José (El Escobonal). Agosto de 1996. Con
posterioridad, la reseña biográfica se ha visto enriquecida con nuevos datos.
2 Doña Mercedes había nacido en El Escobonal el 15 de
febrero de 1923.
3 Son sus hijas: Carolina y Raquel Yanes Frías.
Me ha encantado leer su artículo.Mi abuelo Domingo Diaz, fue nieto también de Cirilo el tamborilero. Mi madre, bisnieta de Cirilo es la que nos contaba sobre lo curioso de la tradición de tocar la flauta y el tambor al mismo tiempo.
ResponderEliminar