UNA HISTORIA
RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1921-1930
CAPITULO-X
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1924 julio 18.
Fallece
en Barcelona el criollo, Ángel Pío Juan Rafael Guimerá Jorge (Santa Cruz de
Tenerife, 6 de mayo de 1845), fue un
escritor, poeta y dramaturgo en lengua catalana.
Su extensa obra, notable por unir a una apariencia romántica los elementos principales del realismo, lo hizo uno de los máximos exponentes de la remaixenca o "resurgimiento" de las letras catalanas a finales del siglo XIX. Guimerá, canario de nacimiento, era hijo de padre catalan, Agustín Guimerá Fonts, y madre tinerfeña, Margarita Jorge Castellano. Nació en la que entonces se llamaba Calle Canales y que actualmente lleva su nombre. Fue bautizado el 10 de mayo de 1845 en la Parroquia Matriz de La Concepcion. Tras la muerte de su padre se trasladó a vivir con su tío a Cataluña, residiendo en Barcelona desde los siete años de edad, y recibiendo una formación eminentemente catalana. Viviría a partir de entonces entre la ciudad condal y la pequeña población tarraconenese de El Vedrell, en la que solía refugiarse en sus tiempos libres.
Si bien Guimerá inicio su carrera literaria en la poesía, fue su talento como dramaturgo el que le granjearía fama internacional, aunque no hasta haber obtenido el título de Mestre en Gai Saber al ganar sus terceos Juegos Florales en 1877. Sus dramas en verso Galla Placidia (1879), Judith de Welp (1883), Mar i cel ("Mar y cielo", 1888) y Rei i monjo ("Rey y monje", 1890), en especial "Mar y cielo", que cosechó desde el mismo instante de su estreno un clamoroso éxito de crítica y público, convirtieron a Guimerá en el dramaturgo en lengua catalana más importante de su generación. En 1889 fue homenajeado con la presidencia de los Juegos Florales.
María Rosa (1894) fue una de sus obras maestras, tras la cual se sucedieron otros estrenos tan notables como La festa del blat ("La fiesta del trigo", 1896) y Terra baixa ("Tierra baja", 1897), la cual fue un gran éxito en Cataluña, lo que propició su inmediata traducción al español. Debido al éxito de sus dramas, fue uno de los autores más llevados al cine a principios del siglo XX, cuando se rodaron en español "Tierra baja" (1907), "María Rosa" (1908), "Mar y cielo" (1910) y "La reina joven" (1916).
Otras piezas notables del dramaturgo son las comedias La Baldirona (1892), La Santa Espina (1895) y La Hija del Mar (1900).
En su honor, el principal teatro-ópera de Santa Cruz de Tenerife lleva su nombre (Teatro Guimera).
Comienza
su actividad literaria
Su popularidad como literato crece
por momentos. Su primer reconocimiento como poeta tiene lugar en los ‘Juegos
Florales’ de 1775, en los que consigue un accésit por su poema histórico Indíbil
y Mandoni; en la edición del año siguiente se le concede la ‘Flor Natural’
(primer premio del certamen) por su poema Cleopatra, y en la de 1977 se
le otorga la distinción de ‘Mestre en Gai Saber’, al concedérsele la ‘Flor
Natural’, la ‘Viola d’Or i Argent’ y la la ‘Englatina d’Or’ por sus poemas L’any
mil, Romiatge y El darrer plany d’en Claris, respectivamente.
Como autor teatral, Guimerà da sus
primeros pasos en 1879 con la pieza Gal.la Placídia, tragedia
versificada y arraigada en la tradición del romanticismo histórico. A esta obra
va a seguir todo su mejor repertorio, con obras como Judit de Welp
(1883), La Baldirona
(1892) y Mar i cel (1906), entre muchas otras, pero será Terra baixa
(1897), la pieza teatral que catapultará su nombre al universo del género
dramático.
En 1882 ingresa en el Centre Català y
se integra en el grupo político de Valentí Almirall. En 1889, resulta elegido
presidente de la Lliga
de Catalunya y se le homenajea con la presidencia de los ‘Juegos Florales’ de
ese año.
En 1895 resulta elegido presidente
del Ateneu de Barcelona, en cuya toma de posesión lee, por primera vez en la
historia de la institución, el discurso inaugural en catalán. En un libro
titulado Cant a la pátria, que sería publicado en 1906, se recogen todos
los discursos políticos que pronunció por el país.
La cuestión del Premio Nobel
Además de cultivar la poesía, Guimerà fue uno de los autores más
preclaros de teatro de la época, de aquí que, en 1904, la Academia Sueca
previera concederle el Premio Nobel de literatura, premio que compartiría con
Frédéric Mistral, poeta provenzal de la época. Con ello se pretendía premiar a
dos autores paradigmáticos de la literatura que escribían en dos lenguas, con
una parte de su historia en común: el catalán y el provenzal.
Pero las inestables y convulsas circunstancias socio-políticas en que
se veía envuelta Cataluña por aquellos años, obligó al Gobierno central a no
estimar conveniente la concesión del galardón a un escritor de obras de tan
marcado cariz político, y puso en juego toda su influencia para que se le
otorgara a otro dramaturgo importante del momento, José de Echegaray, si bien
éste y Frédéric Mistral eran dos autores que no tenían nada en común.
Su muerte
El 1909 es distinguido con la
nominación de hijo adoptivo de la ciudad de Barcelona y recibe un
multitudinario homenaje al
que se sumó toda la ciudad. En 1911 se le nombra miembro numerario del Institut d’Estudis Catalans. Su
meritoria labor en el ámbito de la dramaturgia no sólo le es reconocida en
Cataluña y en España entera; en 1916, Francia lo distingue con el nombramiento
de Caballero de la Legión
de Honor.
El fallecimiento de este ilustre
catalán nacido en Tenerife tuvo lugar en Barcelona el 18 de julio de 1924, y,
al multitudinario cortejo fúnebre que llevaba sus restos al Cementerio de
Montjüic, asistió infinidad de personajes y figuras del mundo del saber, la
política y las artes de Cataluña y del resto de España.
Obras
poéticas
Aunque fue su talento como dramaturgo el que le daría fama y
proyección internacionales, Guimerà inició su carrera literaria en la poesía y
llegó a ser uno de los grandes poetas en lengua catalana.
En 1870 publica su primera poesía, El rei i el conseller, que
ve la luz en el semanario catalán La Gramalla, editado en Barcelona, y en el
que participará asiduamente. En los ‘Juegos Florales de 1875’, Guimerà vio
premiada su poesía histórica Indíbil y Mandoni, publicada ese mismo año;
al año siguiente obtuvo la ‘Flor Natural’ (primer premio del certamen) con la
composición Cleopatra (1876) y en 1877 obtuvo el ‘Mestre en Gai Saber’,
al alcanzar sus tres premios reglamentarios con sus poemas L’any mil, El
darrer plant d’En Claris y Romiatge, todos ellos publicadas ese
mismo año.
Sus poesías patrióticas, en las que cantaba las pasadas glorias de
Cataluña, y sus encendidos y elocuentes discursos constituían la mejor
propaganda a favor de las reivindicaciones políticas del catalanismo.
Su obra poética está reunida en dos tomos: Poesies (1887), en
las que predomina el tono romántico y los temas legendarios, históricos y
bíblicos, y Segon llibre de poesies (1920), en el que predominan las
composiciones líricas, de tono sentimental, amoroso y familiar.
En sus poesías históricas se impone con frecuencia el tema de la
muerte, como en La mort d’en Jaume d’Urgell (1896) o en La mort de
Joan II d’Aragó, entre otras obras; merece también recordar ahora El
cant del diable.
Su producción dramática
Pero, como se ha dicho antes, en lo que realmente destacó Àngel
Guimerà fue en el teatro. Empezó a escribir piezas teatrales a los 30 años y
fueron sus dramas en verso los que le convirtieron en el dramaturgo en lengua
catalana más importante de su generación.
La crítica distingue cuatro etapas en su producción teatral:
Primera etapa (1879-1890): Corresponden a este periodo
piezas de naturaleza histórico-romántica de marcado carácter trágico, con
títulos como Gal.la Placídia (1879), Judit de Welp (1883), El
fill del rei (1886), Mar i cel (1888), que tuvo, desde el principio,
muy buena acogida del público y la crítica, Rei i monjo y La boja,
ambas escritas en 1890.
Segunda etapa (1890-1900): La
década de los noventa la inicia con un ciclo de producciones de fondo realista
y social, entre las que podemos resaltar La sala de espera (1890), La Baldirona (1892), L’ànima
morta (1892), En Pólvora (1893), Jesús de Natzareth (1894),Maria
Rosa (1894), que fue una de sus obras maestras, Les monges de sant
Aimant (1895). Tras ésta se sucedieron otros estrenos tan notables como La
festa del blat (1896), La
Basílica (1896), los monólogos Mestre Oleguer y Mort
d’en Jaume d’Urgell (1896), Terra baixa (1897), que tuvo gran éxito
en Cataluña, lo que propició su inmediata traducción al castellano,
precisamente a cargo de José de Echegaray, y a trece lenguas europeas más; El
padre Juanico (1898), Mossèn Janot (1898), versión catalana de la
anterior; La farsa (1899), y La filla del mar (1900), convertida
en ópera por Eugen d’Albert con el título Liebesketten (1912), entre
otras.
Tercera etapa (1900-1911): A
este periodo pertenecen sus piezas caracterizadas por sus conexión con el
teatro europeo, y en él encontramos títulos como Arran de terra (1901), La
pecadora (1902), Aigua que corre (1902), El camí del sol (1904),
Andrònica (1905), Sol solet (1905), La Miralta (1905), En
Pep Botella (1906), L’Eloi (1906), Maria Rosa (1906), Mar
i cel (1906), que alcanzó gran popularidad; La Sant Espina
(1907), rondalla en tres actos; La resurreció de Llàtzar (1907), La
reina vella (1908), L’aranya (1908), y La reina jove (1911).
Cuarta y última etapa: A
partir de 1912, inicia un ciclo creativo que se caracteriza por su retorno a
los temas y técnicas de la primera época de su producción teatral, con obras
como Titània (1912), Jesús que torna (1917), Indívil i Mandoni
(1917), Al cor de la nit (1918), L´ànima és meva (1919), Joan Dalla
(1921), Alta banca (1921) y Per dret diví (1926), entre otras.
El éxito de Terra baixa fue
realmente grandioso, hasta el punto de que, en 1903, Eugen d’Albert estrenó en
Praga su ópera Tiefland, con libreto de Rudolf Lothar, basada en este
drama; asimismo, sobre este mismo argumento, se estrenó, en 1907, la ópera La
catalane, de Ferdinand Le Borne, todo lo cual contribuyó a hacerlo más
conocido.
La popularidad de los dramas de
Guimerà hizo que fueran llevadas al cine (mudo por entonces) a principios del
siglo XX, cuando se rodaron con créditos y rótulos en castellano Tierra baja
(1907), María Rosa (1908), Mar y cielo (1910) y La reina
joven (1911). En este campo de la estética cinematográfica, cabe destacar que
su pieza teatral Terra baixa dio pie a películas en Argentina, Estados
Unidos y Alemania. En este último país, y ya en 1940, Leni Riefensthal
dirigiría Tiefland, notable película basada en esa misma pieza de
Guimerà, que sería estrenada en 1953, bastantes años después de su rodaje.
Su estilo y temas
Su extensa obra, notable por unir a una apariencia romántica los
elementos principales del realismo, hizo de Guimerà uno de los máximos
exponentes del resurgimiento de las letras catalanas del siglo XIX.
En su primera colección de poesías predomina el tono romántico y los
temas legendarios, históricos y bíblicos. Su poderosa fantasía necesitaba de
grandes posibilidades argumentales, muchos de los cuales fijará más tarde el
poeta en su teatro.
En las poesías históricas se impone con frecuencia el tema de la
muerte y en ellos se conjuga un romanticismo desbordante con crudas pinceladas
naturalistas.
Sus tragedias históricas son un reflejo de las tendencias románticas
del Renacimiento catalán, iniciado a principios del segundo tercio del siglo
XIX, y del temperamento del autor, que, a través de personajes alejados en el
tiempo, daba la nota pasional y salvaje, artísticamente contrastada con rasgos
de la más tierna humanidad.
En sus dramas más modernos,
expresa los sentimientos primarios contrastados con personajes de su tiempo,
humildes y sencillos, pero en los que laten las mismas pasiones que animan sus
figuras de tragedia histórica o legendaria.
Ya en su última etapa, las
ideas sociales de este autor eran de una noble sencillez, que él manifiesta en
dramas que incluyen una tesis más o menos revolucionaria. (Rocío Lara Salcedo)
1924 Julio 19.
Nace
Vicente Pérez Melián en una familia
campesina. “De pequeño iba a cuidar las cabras, a sembrar tomateros y alternando
con eso, la escuela de primera enseñanza”, recuerda. Su padre falleció en 1937
y su hermano mayor fue llamado a filas en 1938, en plena guerra civil, así que
tuvo que “pedir trabajo en las obras donde se trabajaba, en estanques que se
construían, fincas que se empezaron a roturar en aquella época”. Nada hacía
presagiar que la profesión de su vida iba a ser la de fotógrafo, pero un cúmulo
de circunstancias lo llevó a ese destino sin que él se lo propusiera.
En
1945 es él quien ingresa en el servicio militar: enseguida enferma de
tuberculosis pero le dicen que “no tenía nada”. Destinado primero a Gran
Canaria, lo trasladan después a Tenerife. “Viniendo en el barco me dio una
hemoptisis: empecé a arrojar sangre por la boca, a borbotones. Un compañero me puso
una inyección y se me quitó.
Llegamos
a Santa Cruz de Tenerife y al sargento que venía con nosotros no se le ocurrió
dar parte, sino que allí, con la maleta al hombro, caminando por Santa Cruz, a
coger una camioneta del Ejército para llevarnos a Hoya Fría”.
La
historia de sus vivencias en el cuartel arrastrando la enfermedad es larga,
hasta que consiguió que lo declararan “inútil total”, fórmula que el Ejército
empleaba para designar a quien no estaba en condiciones de prestar el servicio
militar. Tuvo que ingresar en un sanatorio en Ofra, ¡después de seis meses de
espera! porque le pedían la tarjeta de racionamiento y resulta que el documento
se había quedado en Las Palmas y no aparecía. En 1949, al cabo de tres años en
el sanatorio y varias operaciones, recibió el alta. Pensó a qué dedicarse,
“cavar no podía”, dice, y como había aprendido a poner inyecciones regresó a su
pueblo y se dedicó a eso. Pero traía consigo una cámara fotográfica de cajón
que había comprado a un amigo. “Era una Kodak canadiense de foco fijo y me
dediqué también a hacer fotos, y entre una cosa y la otra iba escapando”.
Pronto,
al ver que le iba mejor con las fotos que con las inyecciones, se convirtió en
fotógrafo hasta su jubilación en 1991. Su primera cámara la había sustituido a
los pocos meses. “Me enteré de un señor de Valle Guerra que había estado en la
guerra civil y que fue a desfilar a Roma cuando terminó y allí compró una de
fuelle, de seis por nueve. Me la prestó y con esa estuve haciendo trabajos
hasta que compré una Kodak de paso universal de 135 mm. Y después de eso
compré montones de máquinas”.
Empezó
a caminar con la cámara en la mano, yendo por las fiestas de los pueblos: el
Rosario, San Bartolomé en Tejina, el Gran Poder en Bajamar, San Mateo en La Punta. Iba a las
romerías, que empezaban en aquellos tiempos; también empezó a popularizarse el
retrato de los novios el día de la boda: “Se hacían con los polvitos de
magnesio, peligroso como él solo, que tampoco eran muy eficaces”, ríe al
recordarlo: “Tiene un manguito de madera y arriba una cazuelita de metal
abierta por un lado y por otro un agujerito, y se le pone una mechita por
detrás. Se le pone una cucharadita pequeña de magnesio, se le pega fuego a
la mecha y larga el fogonazo. Cada vez que explotaba, todas las escorias me
caían en la cabeza”.
Las
bodas de aquella época las describe muy sencillas. “Generalmente eran por la
noche, después regresaban a la casa paterna de la novia. Se sentaban todos
dentro de un salón o de las habitaciones, salían a repartir ella los dulces y
la copa, después le tocaba a los padrinos, después al padre y así. Del 55 en
adelante se empezó a celebrar en casas de comidas. En algunas bodas me decían:
‘Mire, no haga más que tres’, porque no había perras para nada. Y hacer las
tres fotos, llevar las fotografías y no cobrarlas”.
Como
fotógrafo ambulante recorría la costa de Valle Guerra un día a la semana, otro
iba por Tejina y Bajamar, al siguiente iba hasta La Punta. “Y en todos esos
campos estaban trabajando o roturando. Luego, el jueves y viernes en el
laboratorio de mi compañero Linares hacía las fotos y el sábado iba a
llevarlas, que era cuando cobraban: dos pesetas una foto”.
Acostumbraba
colgar los rollos de negativos, enteros, de “una verga” porque
no había el sistema de archivo que hay hoy”. Sin orden ni fecha hasta que
alguien, al cabo de unos meses le pedía una “foto de aquellas que me hiciste”.
Buscaba entre miles de negativos “y cuando ya llevaba media hora y no la
encontraba, cogía todo junto y ¡fssh!: fuego y al carajo”.
Su
primera exposición “fue un pequeño éxito en aquella época. Hice más y aquello
impactaba en la gente, se emocionaba, lloraba. De la lucha canaria hice muchas;
y de las roturaciones en las fincas, la gente con las mandarrias,
abriendo barrenos, cargando cestas con las piedras, sacando la tierra en las
cestas pedreras, sorribando con el pico y la azada”.
Sus
primeros años como fotógrafo, Vicente Pérez Melián recorría el extremo norte de
la isla a pie, visitando fincas y pueblos desde su casa en Valle Guerra. Hasta que
pudo comprar una moto en 1954. “Estaba yo precisamente en La Palma para la boda de mi
prima y el que mandó buscar la moto a Londres me llamó por teléfono para
decirme que ya estaba aquí, una BSA que en Las Palmas se vendían mucho, pero en
Tenerife había muy pocas y muy caras, unas 18.000 pesetas en aquella época, y a
mí me la trajeron por 10.000 pesetas. La pagué a plazos, naturalmente”, relata.
La
moto, además, le servía para algo más que desplazarse. “Los primeros flashes
electrónicos a cada momento se estropeaban. Una noche estaba haciendo unas
fotos de una boda en Tejina y no se disparaba el flash, volvía a disparar y
nada, ya la gente empezaba a reírse, y a la tercera vez era el acabose.
Entonces digo ‘esperen un momento’: salí y puse a cargar el flash en la batería
de la moto”. (Yuri Millares).
1924
julio 20.
Falleció Norberto Pérez Díaz.
Sacerdote de la iglesia católica.
Nacido el 6 de junio de 1862 y primogénito del matrimonio formado por Alonso
Pérez Sánchez, teniente de las antiguas Milicias Provinciales en la isla de La Palma, capitán graduado de
Infantería y alcalde de Mazo, y Luisa Díaz Guerra. Hacia septiembre de 1894 fue
nombrado cura ecónomo y arcipreste de La Palma, cargo que al parecer ya había desempeñado.
En junio de 1897 realiza los ejercicios de oposición para cubrir plazas en las
parroquias vacantes de la diócesis, obteniendo el número 35 en una lista de 52
opositores. El 18 de enero de 1898 el periódico "El País" de la
capital palmera, se hacía eco de la distinción que le concedía de arzobispo de la Manila y metropolitano de
Filipinas por la que se le permitía "confesar, predicar y celebrar el
Santo Sacrificio de la Misa,
en toda su diócesis". Como cura ecónomo de La Victoria de Acentejo
(Tenerife), realiza las gestiones por las que se le concede el título de Villa
a este pueblo en el que, también debido a su iniciativa, se establece el
alumbrado público. Ya en La
Palma ejercerá su labor eclesiástica como cura párroco de El
Paso, donde también desplegaría una importante labor social a favor de los
menos pudientes. Precisamente el poeta Pedro M. Hernández y Castillo, natural
de esta última localidad, le dedica un soneto titulado "A la rosa de
Jericó", que recoge en su libro Notas canarias o espejo de la vida
prolongado por Alonso Pérez Díaz, hermano de Norberto, y publicado en 1920.
Años después el 14 de abril de 1932, el mismo vate interviene en el acto
celebrado en El Paso, en el que se le daba el nombre de nuestro biografiado a
una de las calles de la ciudad.
Norberto Pérez Díaz había fallecido
el 20 de julio de 1924 y sus restos se encuentran en la actualidad depositados
en el panteón familiar del cementerio de Santa Cruz de La Palma. Su nombre forma
parte también del callejero del municipio tinerfeño de La Victoria de Acentejo.1924 Agosto 12.
Se
inaugura el servicio telefónico de Valle de Santiago, Tamaimo y Arguayo (isla
Tenerife).
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