1578.
Nace en La Laguna, Tenerife, Antonio de Viana
Médico y poeta.
Antonio Hernández de Viana nace en La
Laguna en el año 1578. Siguiendo la costumbre de la época,
invirtió el orden de sus apellidos, pasando a la posteridad literaria como
Antonio de Viana. Su padre, Francisco Hernández, era sastre y almotacén
mientras que su madre, María de Viana, era de ascendencia portuguesa. Su
condición de mestizo, como la de la gran mayoría de los canarios de entonces,
le sirvió como argumento para emparentarse con el ficticio Juan de Viana,
personaje conquistador inventado al que presenta como pariente suyo y al que
nombra en la relación de conquistadores en su Canto XI.
Estudiosos como María Rosa Alonso y Alejandro Cioranescu han escrutado y
aportado importantes datos biográficos sobre el poeta. Sabemos que estudió en
Sevilla durante su primer periodo de formación (1595-1598) y que después se
trasladó a su tierra natal para contraer matrimonio y para solucionar diversos
trámites referentes a una herencia. En Tenerife permanecerá hasta 1599, cuando,
nuevamente, parte hacia la ciudad hispalense donde, en 1605, termina sus
estudios de medicina, titulándose como “licenciado, médico cirujano”,
retornando de nuevo a La Laguna
ese mismo año.
A raíz de una epidemia que azotó la isla entre los años 1601 y 1602, el Cabildo
tinerfeño propone a Viana como “médico de la Isla”, aunque éste nunca vio normalizada su
situación debido a una serie de escollos administrativos y económicos, por lo
que decide regresar a Sevilla en 1611, donde permance alrededor de diez años. A
lo largo de este periodo continua formándose en su profesión, doctorándose y
acumulando experiencia como cirujano mayor en el Hospital del Cardenal y de la Real Armada.
En 1631 el Cabildo de Tenerife vuelve a negociar los servicios de Viana y éste
decide dejar atrás la estabilidad de la capital hispalense y acepta la oferta.
Poco después de su llegada, ve rotas sus expectativas, ya que la morosidad
burocrática y el asesinato en La
Laguna de dos de sus hijos (1632) terminan por hacerle tomar
la decisión de abandonar para siempre su isla natal y marchar a Gran Canaria,
lo cual hizo en 1633, aunque en la isla vecina tampoco le supieron retener. Un
año después se marcha definitivamente de Canarias y se instala en Sevilla
donde, desgraciadamente, se pierde su huella biográfica. Se cree que pudo morir
en el año 1650, fecha en la que se tiene constancia de la última certificación
médica firmada por el médico-poeta.
Durante su segunda estancia en Sevilla, Viana conoce a Lope de Vega y éste le
dedica un soneto a modo de alabanza que Viana incluye al inicio de su obra.
Además, el Poema de Viana servirá a Lope de inspiración para escribir su
obra teatral Los Guanches de Tenerife, basándose principalmente en dos episodios
legendarios: la aparición y milagros de la Virgen de Candearia y los amores de Dácil y del
capitán Castillo. La crítica contemporánea reconoce y exalta la
escena del encuentro entre la princesa aborigen y el conquistador Castillo como
el gran logro del poema y de la comedia. Lope se percató enseguida del
alto valor lírico y dramático de la escena del Canto V del poema de Viana,
aunque intensificó el rasgo amoroso, pasional, de la pareja para producir el
deseado clímax dramático, momento que ya Menéndez y Pelayo había denominado
«égloga guanche».
Viana
también conoció, durante una breve estancia en Gran Canaria, a Barolomé
Cairasco de Figueroa, por el que sentía una profunda admiración tras leer su Templo
Militante, admiración que se tradujo en la imitación que Viana hace de él
en algunos versos. Como se ha insistido, el vate lagunero nombra con
veneración a Cairasco al referirse a la Selva de Doramas en el Canto II de su Poema.
Recíprocamente,
en los preliminares de la obra de Cairasco, Templo Militante, el
poeta y dramaturgo grancanario incluye un soneto de Viana.
Antigüedades
de las Islas Afortunadas, también conocido como Poema de Viana, es una crónica
versificada de la conquista de Tenerife, distribuida en dieciséis cantos, donde la recreación histórica y el lirismo épico
lidian por la identidad de una obra, de cuya heterogénea naturaleza parece
participar el autor, que no fue, estrictamente, ni historiador ni poeta.
Escribió la obra por encargo de Juan de Guerra Ayala, con el objeto de
dignificar su apellido y limpiar su genealogía, algo maltrecha después de que
fray Alonso de Espinosa escribiese unas referencias nada beneficiosas de los
ancestros del mecenas de Viana.
Antigüedades de
las Islas Afortunadas es un poema apasionado, inspirado en el
amor que Viana sentía por su tierra natal y que lo llevaba a celebrar,
veces exageradamente, la cultura aborigen, mostrándolo como un modelo de
virtudes y belleza, aunque, del mismo modo, Viana también presenta a lo
conquistadores como dignos y generosos caballeros.
El hecho de haber escrito una sola obra literaria –también publicó dos libros
de carácter científico– coincide con la singularidad de su gestación, ya que el
joven poeta terminó de escribir esta magna epopeya cuando tan sólo contaba
veinticuatro años de edad. La rareza es aún mayor teniendo en cuenta que la
experiencia de la poesía épica no reaparecerá en su pluma ni, en rigor, en la
de ningún otro poeta canario de los siglos XVI y XVII.
La primera edición del Poema data de 1602. Con posterioridad (1659) fray Juan
de San Diego llevó a cabo una copia y sobre ésta el Ayuntamiento de Santa Cruz
de Tenerife encargó otra, en 1834, a Sabino Berthelot. Ambas reproducciones han
servido de base para las posteriores ediciones. Hasta el trabajo de Rodríguez
Moure, en 1905, no disponemos de una edición cotejada sobre la original, gracias al ejemplar que este
sacerdote disponía y que hoy está en manos de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País en La
Laguna.
Viana convive
con el historiador en una curiosa dinámica conciliadora: la verdad falseada que
intenta legitimar Viana parece estar, a priori, por encima de cualquier otra
consideración y, sin embargo, el poeta se deja atrapar por la seducción del
arte, para contemplar el pasado reciente con ojos de poeta. Los episodios de la
conquista le venían servidos y fijados por la inmediatez temporal (cuando
publica el poema han transcurrido poco más de cien años desde el final de la
conquista de Tenerife), que no favorece, precisamente, ni la libertad ni la
autonomía para modificar de forma visible la realidad. Las informaciones sobre
la empresa conquistadora, aportadas por su mecenas y sus fuentes,
representan una evidencia cristalina e innegable: la tarea del historiador supedita
a la del poeta.
Por otra
parte, el mundo aborigen que envuelve a la materia amorosa y humana del relato
legitima el giro lírico y la incorporación de la visión imaginaria –e incluso
«mítica»– de los pesonajes: el agorero Guañameñe, la “infantina” Dácil, los
arrogantes menceyes, etc., los pares amorosos Ruymán-Guacimara, Rosalva-Guetón,
Guajara-Tinguaro, etc., los valientes guerreros guanches viven en la veracidad
de que los dota el amor a su tierra, a sus creencias, a su dama o a sus hijos;
ellos, que se desplazan de la mera historia seca y árida, existen por y para la
fantasía. Por tanto, el poeta subordina ahora al historiador. En cambio, los
personajes históricos (los conquistadores castellanos o el mencey Bencomo, o
Tinguaro) sufren la descaracterización por su entrega absoluta a la guerra, de
modo que, reales en el acontecimiento histórico, no existen para la poesía.
Hay en el
Poema de Viana una naturaleza mixta que se entrega, por una parte, con
toda la fuerza de la pasión de su juventud a ofrecer una visión histórica
arreglada y maquillada a la altura de los intereses familiares de los
Guerra, aún a pesar de que el vate lagunero no pierde de vista la fuente
histórica de Alonso de Espinosa, y, por otra, a
dar sentido poético, fabulatorio, a los amores simbólicos entre vencedores y
vencidos, entre guanches y castellanos. Como ha destacado la crítica, la
fruición con Viana canta el mundo aborigen se asemeja con la que exalta los
valores de la fe cristiana, todo lo cual produce la muestra y la contribución
insulares a la épica hispana de los Siglos de Oro.
Significación
y alcance de la obra de Antonio de Viana
Antonio de Viana está considerado como el patriarca de la poesía tinerfeña.
Aunque el Poema sea de desigual calidad, su importancia radica, entre
otros aspectos, en que es el poema épico canario por excelencia, en el que se
da continuidad a la mitificación iniciada por Cairasco de la historia
precolonial. Pero la obra de Viana va mucho más allá en la indagación de la
realidad por medio del lenguaje. Al poeta le gusta dar nombre a lo que está
viendo y se aparta así de los estereotipos convencionales de la época, como lo
demuesrta la gran cantidad de términos que inserta referidos a la realidad
insular.
También es destacable la formulación de otro de los mitos de la literatura
canaria: “el mito de Dácil”, que gira en torno a los amores de la heroína
indígena Dácil con el capitan español Castillo. Según muchos estudiosos, la escena entre la
princesa aborigen Dácil y el capitán conquistador Castillo es el gran logro del
poema. En este sentido, Dácil se convierte en
símbolo de diversas lecturas que han sido recogidas por la tradición literaria
posterior, bien para celebrar el pasado idílico del mundo aborigen, bien para
exaltar la condición mestiza y destinada a abrirse a exterior del ser insular.
Son muchos
los estudiosos que se han dedicado al estudio de la obra de Viana. La historia
del “vianismo” y el trabajo más completo sobre el Poema se deben a la
célebre investigadora del médico-poeta, María Rosa Alonso, aunque no ha sido la
única en visitar críticamente la “epopeya guanche”. Autores como Viera y
Clavijo, Millares Torres, Sabino Berthelot, Menéndez y Pelayo o Millares Carlo
lo han hecho. Además, el perfil biográfico y literario del autor y su obra se
amplían en los trabajos de Valbuena Prat, Andrés Lorenzo Cáceres y Artiles y
Quintana. Un capítulo aparte merecen los estudios de Cioranescu. Asimismo, el Poema
también cuenta con un merecido lugar en diversas antologías, como las de Sánchez
Robayna y Banco Montesdeca.
La obra de Antonio de Viana:
Antigüedades de las Islas Afortunadas, La Laguna, 1996; Antigüedades
de las Islas Afortunadas, edición de María Rosa Alonso, Gobierno de Canarias,
1991; Antigüedades de las Islas Afortunadas, edición e introducción por
Alejandro Cioranescu, Interinsular Canaria, 1986. (Tomado de: www. Isla
de Tenerife Vivela)
Bibliografía:
ALONSO, Mª. R., Serie de tres
artículos en El Día, Santa Cruz de Tenerife, 27, 28 y 29 de marzo de 1951;
ALONSO, Mª. R., “La isla a través del poeta Antonio de Viana”, El Día, Santa
Cruz de Tenerife, 18, 19 y 20 de septiembre de 1951; ALONSO, Mª. R., El poema
de Viana, Madrid, 1952; ALONSO, Mª. R., “Siempre Antonio de Viana”, El Día,
Santa Cruz de Tenerife, 23 y 30 de abril y 1 de mayo de 1968; ALONSO, Mª. R.,
“En el cuarto centenario de un poeta. Estudios sobre Antonio de Viana”, Anuario
de Estudios Atlánticos, 24, 1978, pp. 475-523; ALONSO, Mª. R., Serie de
artículos dominicales publicados en El Día, Santa Cruz de Tenerife, 3 de
junio-28 de octubre de 1900; ALONSO, Mª. R., “Introducción” a A. de Viana,
Antigüedades de las Islas Afortnadas, Madrid, 1991, pp. 11-45; BRITO DÍAZ, C.,
«La neoépica en Canarias: para un análisis de la “segunda función” en Antonio
de Viana y Silvestre de Balboa», Homenaje a José Pérez Vidal, La Laguna, 1993, pp. 195-213;
CIORANESCU, A., “Antonio de Viana”, Estudios Canarios (Anuario del Instituto de
Estudios Canarios), IX, 1964, pp. 22-23; CIORANESCU, A., “Biografía de Antonio
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“Antonio de Viana, médico”, Acta Médica de Tenerife, XXIX, 1968, pp. 157-158;
CIORANESCU, A., “Introducción” a Antonio de Viana, Obras. La conquista de
Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 1971; CIORANESCU, A., “El Poema de Antonio de
Viana”, Anuario de Estudios Atñánticos, 16, 1970, pp. 67-141; CIORANESCU, A.,
“Una lectira del Poema de Viana”, Estudios Canarios (Anuario del Instituto de
Estudios Canarios), XXIV-XXV, 1982, pp. 46-47; CIORANESCU, A., “Introducción” a
Antonio de Viana, Conquista de Tenerife, I, Santa Cruz de Tenerife, 1986, pp.
9-34; LORENZO CÁCERES, A., “Antonio de Viana en Tenerife”, El Día, Santa Cruz
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en el Poema de Viana”, Homenaje al profesor Sebastián de la Nuez, La Laguna, 1991, pp. 79, 91;
RODRÍGUEZ PÉREZ, D., “Imagen del aborigen de Ercilla y Viana: panegírico y
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Castillo”, Recista de Historia, núms. 90-91, abril-septiembre de 1950.
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