Capitulo VII
Chaurero N Eguerew
Amadeo I
Amadeo I es uno de los reyes
menos conocidos de la
Historia de España. Entre las razones para este olvido pueden
estar el hecho de ser extranjero y de haber reinado durante muy poco tiempo
(1870-73).
Aún siendo uno de los reyes menos
estudiados de la Historia
de las monarquías españolas, las opiniones sobre él son muy diversas: algunos
lo consideraban poco apto para el cargo, mientras que otros consideran que, en
unas circunstancias más favorables, hubiera sido un buen rey para España.
Nació el 30 de mayo de 1845 en
Turín, Hijo segundo de Víctor Manuel II (Rey de Saboya-Piamonte y,
posteriormente, primer Rey de Italia) y de María Adelaida de Austria. A los 22
años contrajo matrimonio con Maria Victoria dall Pozzo della Cisterna (1867),
Una de las reinas más carismáticas, que ha tenido España.
Es curioso tener en cuenta que tras la boda varias tragedias
afectaron a los asistentes: el padrino acabó sus días pegándose un tiro; el
guardia de Palacio se cortó las venas; el ayuda de campo del rey falleció tras
caerse de su caballo; una ayudante de cámara de María Victoria se cortó el
cuello; el coronel que encabezaba la comitiva nupcial murió de un golpe de
calor, y el jefe de estación fue atropellado por el tren nupcial que llevaba a
la pareja en su luna de miel.
Mientras María Victoria residió en España llevó
una vida de discreción que le ganaron las alabanzas de cuantos la conocieron.
Por aquel entonces hubo problemas matrimoniales entre ella y Amadeo, pero la
pareja de nuevo tuvo un hijo en 1873, al que llamaron Luís Amadeo.
Luís Amadeo fue, curiosamente, el único de sus hijos nacidos en España.
Maria Victoria vino al mundo en París. Su
familia, de noble estirpe piamontesa, eran príncipes aristocráticos (es decir,
no eran miembros de ninguna familia real, aunque en su genealogía se encontraba
lo más granado de la nobleza europea, y era descendiente de los landgraves de
Hessen-Rheinfels-Rotenburg).
Su madre, Louise Caroline Ghislaine, era hija de
los condes de Mérode, y su padre, Carlo Emanuele, era príncipe della Cisterna,
una familia procedente de Turín.
Por aquellas mismas fechas, en España, la
revolución de septiembre de 1868 provocó la abdicación y el posterior exilio de
Isabel II, lo que a su vez obligó al general Prim, jefe del gobierno, a buscar
un monarca para el trono español. Tras numerosas gestiones entre las familias
reales europeas, se decantó por Amadeo I, representante de la casa de Saboya,
la cual, y según le tratado de Utrecht, tenía derecho sucesorio en España en
caso de faltar la dinastía borbónica. Amadeo I, a su vez, aceptó el
ofrecimiento, siempre y cuando fuera elegido por las Cortes y reconocido por
todos los Estados europeos.
Las Cortes españolas designaron a Amadeo I
de Saboya Rey de España por mayoría absoluta el 16 de noviembre de 1870. El
presidente del Gobierno, el general Juan Prim, propuso su candidatura por su
carácter católico y progresista. El duque de Aosta aceptó la Corona y una comisión de
las Cortes viajó a Italia a bordo de la escuadra del Mediterráneo para traer a
Amadeo de Saboya a España. Antes de su llegada, un atentado acabó con la vida
del primer ministro, Juan Prim, en Madrid el 27 de diciembre. El nuevo monarca
desembarcó de la fragata Numancia en el puerto de Cartagena el 30 de diciembre,
y a continuación viajó en Madrid. Amadeo I juró el cargo de Rey de España ante
el presidente de las Cortes, Manuel Ruiz Zorrilla, el 2 de enero de 1871, tras
rendir homenaje al cuerpo sin vida del general Juan Prim, su gran valedor. “Acepto
la Constitución
y juro guardar y hacer guardar las leyes del Rein”.
La vida privada de los reyes
pretendía ser un espejo público que proyectase los valores morales propios de
la burguesía. Elementos como la familia, la religiosidad e incluso el aspecto
físico fueron utilizados con este fin. Sin embargo, los monarcas sufrieron el
rechazo de la nobleza y la indiferencia de las clases populares. Las clases
medias, supuestos receptores de estas ideas, no configuraban en esos momentos
una realidad social homogénea. Tampoco existía un proyecto político definido
que hubiera podido conseguir el arraigo de la nueva dinastía.
« En España, como en otros
países europeos, se publicaron gran cantidad de escritos para ensalzar los
valores burgueses. La vida cotidiana se ajusta a un nuevo modelo en el que
prevalece un « singular ideal familiar» con un papel activo para el esposo
y una posición subordinada para las mujeres, cuya participación «en la marcha
política de los pueblos» depende de la influencia que ejerzan «el marido, su
padre, sus hermanos, sus hijos si los tiene». Como seres débiles y vulnerables,
deben comportarse con resignación y humildad. A ellas no les corresponde hacer
leyes, tarea reservada a los hombres, sino consolidar las costumbres. Por
tanto, su educación se apoyaba en la honestidad, el trabajo, la economía, la
modestia y la religiosidad, que transmitían a la familia y les permitía
desplegar su actividad pública. Se instala así una desigualdad, social y jurídica,
en el seno de un discurso igualitario que promueve la progresiva participación
de los individuos en la política. En esta distribución de roles quedan
encuadrados Amadeo y María Victoria, que aspiraban a convertirse en un
referente moral e imprimir a la
Monarquía un nuevo sesgo en el que la familia ocupaba un
lugar fundamental. A diferencia de su predecesora Isabel II, o del modelo
instituido por Victoria de Inglaterra, en el que convive la esfera doméstica
reservada a las mujeres, con ejercicio del poder, los saboyanos partían de una
situación de equilibrio en esa distribución.
Su relación con la Iglesia fue también
compleja y un elemento de primer orden en su imagen pública. Más allá de sus
actos, el clero español sólo le consideraba como el hijo de un monarca
excomulgado. Sin embargo, este elemento le concedía cierta simpatía entre los
sectores más progresistas del país, aunque, como señala José Berruelo: «no deja
de tener gracia y ni poca ni mucha se la hizo a cuantos buscaban en don Amadeo
un rey tragacuras» que el acta de aceptación de la Corona aludiera
directamente a la «Santísima e Indivisible Trinidad». El rey necesitaba
normalizar las relaciones con el Vaticano y buscar el reconocimiento de
Pío IX. Con ello alcanzaría una mayor legitimidad en un país en el que el
peso de la Iglesia
era evidente. En este asunto la
Santa Sede optó por la dilación en las negociaciones, ya que
se conocía su precaria situación. A requerimiento del nuncio Franchi, tres de
los obispos más relevantes del momento, el de Santiago, Zaragoza y Cuenca,
emitían su opinión y cerraban cualquier oportunidad de entendimiento con
Amadeo, al que consideraban un episodio más de la fatídica Revolución que había
trastocado el orden en el país. Pese a que el rey se comportaba como un
perfecto católico, justificaban su actitud en la afrenta paterna al Papa y en
la falta de sinceridad en sus manifestaciones religiosas, que consideraban
hipócritas. » (Alicia Mira Abad)
El reinado de Amadeo de Saboya se caracterizó por
la inestabilidad política, simbolizada en seis gabinetes con tres presidentes
de Gobierno (Francisco Serrano), Manuel Zorrilla y Mateo Sagasta) en dos años.
Los republicanos, los demócratas, los isabelinos y los carlistas manifestaron
su oposición al nuevo monarca desde el inicio de su reinado. Los
tradicionalistas o carlistas protagonizaron en 1872 un nuevo levantamiento
armado, al mando del general Ramón Cabrera, en las Provincias Vascongadas,
Navarra, Cataluña y el Maestrazgo, en favor de los derechos al trono del pretendiente
Carlos VII. En las colonias, la
Guerra de Cuba (1868-78) desangraba al ejército español y el
reclutamiento forzoso de quintas provocó el levantamiento del guerrillero de
Torregüera (Murcia) Antonio Gávez Arce, ·Antopñete”, contra el monarca en la Huerta de Murcia. Los
milicianos republicanos contaban con el apoyo popular y derrotaron a las
fuerzas de seguridad del Estado. Al final, el Gobierno decretó el final del
servicio militar obligatorio y el pueblo murciano recibió como un héroe al
guerrillero “Antonete” Gálvez. (Antonio Gómez-Guillamón Buendía)
Amadeo de Saboya presentó su dimisión irrevocable
como Rey de España el día 11 de febrero de 1873, debido a la ingobernabilidad
del país. “Dos años largos ha que ciño la corona y la España vive en constante
lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan
ardientemente anhelo…todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra
agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el
dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el
fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los
partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es
imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio
para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he
hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla”.
El monarca salió de España a través del puerto de Cartagena para regresar
definitivamente a Italia.
Amadeo regresó a Italia y falleció en 1890 en Turín.
Alfonso XII
Nació el 28
de noviembre de 1857 en Madrid. Hijo de la reina Isabel II y putativo del rey
consorte Francisco de Asís, como tal figura el los registros, y así es asumido
por la historiografía oficial, pero la realidad es otra, Alfonso XII era hijo de la reina, ninfómana, Isabel II, pero su padre no era su padre Francisco de Asis,
sino de Enrique
Puigmoltó y Mayans, uno de los amantes más apuesto y deseado por la
reina.
Francisco de Asís no tuvo ningún reparo en
aceptar la paternidad de los hijos que alumbraba su esposa, a cambio de recibir
un millón de reales por presentarlos en la Corte. A un bizarro militar, el capitán Enrique
Puig Moltó, se le atribuye la paternidad del que sería el rey Alfonso XII.
Cuentan que la reina se sinceró así con su heredero: “Hijo mío, la única sangre
Borbón que corre por tus venas es la mía”.
Fue desterrado a Francia cuando contaba 11 años al ser
destronada su madre por la
Revolución de 1868. Cursó estudios en París, Viena y en la Academia Militar
de Sandhurst. En el año 1870, su madre abdicó en su favor. El pronunciamiento
del general Martínez Campos en Sagunto el 29 de diciembre de 1874 precipitó su
regreso a España.
Alfonso XII se casó dos veces; en primeras nupcias con su
prima Maria de las Mercedes de Orleans, desgraciadamente, la Reina murió de tifus cinco
meses después, fue la quinta de los hijos de Antonio de
Orleans (1824-1890), duque de Montpensier, hijo del rey Luís Felipe I de Francia,
y de la infanta Luisa Fernanda de Borbón (1832-1897), hermana de Isabel II, que
entonces reinaba en España. Pasó su infancia en Sevilla, ciudad por la que
sintió especial predilección. Durante el período del Sexenio Democrático, tuvo
que partir hacia el exilio. En diciembre de 1874, se restauró la monarquía en
España con el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos, a favor
del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, que fue proclamado rey de España. La
reina había renunciado a sus derechos dinásticos. Mercedes regresó entonces a
España, instalándose con su familia en Sevilla, en el Palacio de San Telmo que
ya había sido la residencia familiar.
Dos años antes, en 1872, Mercedes y su
primo el príncipe Alfonso habían iniciado una relación amorosa. A pesar de la
oposición de Isabel II a la boda, a causa del enfrentamiento que mantuvo con el
Duque de Montpensier, y de la preferencia del gobierno por un matrimonio con
alguna princesa europea (una de las candidatas deseadas fue la princesa Beatriz
del Reino Unido, hija de la reina Victoria), se impusieron los deseos del ya
convertido en rey Alfonso XII, celebrándose la boda el 23 de enero de 1878 en
la madrileña basílica de Atocha.
El
matrimonio fue breve por la prematura muerte de la reina Mercedes a causa del
tifus cinco meses después. Falleció en el Palacio Real de Madrid, acompañada en
todo momento por su esposo. Fue enterrada en una capilla del Monasterio de El
Escorial, no pudiendo ser en el panteón real, reservado únicamente a las reinas
que tuvieran descendencia. La reina Mercedes fue impulsora de la construcción
de la Catedral
de la Almudena
de Madrid, cuya construcción se inició en 1883.
Segundo matrimonio
Hija del archiduque Carlos Fernando de Austria y
de la archiduquesa Isabel Francisca de Austria, era prima segunda de los
emperadores de Austria y de Mexico Francisco José y Maximiliano I.
María Cristina se casó con el rey Alfonso XII el
29 de noviembre de 1879 en la madrileña basílica de Atocha. No congenió muy
bien con el extrovertido monarca a causa de su carácter tímido y tranquilo,
aunque terminó sintiendo su pérdida. Durante sus primeros años en la corte,
soportó las continuas infidelidades de Alfonso XII, que desde la muerte de su anterior
y amada esposa se había entregado a un frenesí sexual continuado. Sólo cuando
la situación se había tornado insoportable, se recogen escenas de la reina
María Cristina recriminando su conducta al esposo. Parece ser que sólo en sus
últimos años de convivencia juntos, la pareja real vivió sus momentos de mayor
acercamiento, tuvo dos hijas, María de las Mercedes, María Teresa y un hijo
póstumo, el futuro Alfonso XIII.
El 29 de diciembre de 1874, desde
Sagunto, el general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII como nuevo Rey de
España.
Inmediatamente, y a la espera de la llegada del Rey, Canovas de Castillo se hizo cargo del gobierno. El nuevo monarca embarcó en Marsella rumbo a Barcelona. Llegó en enero de 1875 y tres días después a Madrid. Con la restauración monárquica se consolidó un sistema político fundamentalmente bipartidista. El partido conservador, liderado por Canovas del Castillo y apoyado por la aristocracia y las clases medias moderadas, se repartía el poder político con el partido liberal, liderado por Sagasta y apoyado por industriales y comerciantes. En realidad, la vida del país estaba dominada por la oligarquía política y el caciquismo de la aristocracia rural.
Uno de los primeros problemas de su reinado será la tercera
Guerra Carlista. Tras sucesivos desastres carlistas (Olot, Valencia, Estella),
Alfonso XII fue reconocido como rey legítimo por el militar carlista Ramón
Cabrera el 11 de febrero de 1875.
Los primeros años de su reinado
fueron exitosos en el terreno militar, ya que se logró poner fin a la tercera
guerra carlista (1876), en la que había intervenido el propio monarca.
En el marco de la política legislativa la actividad no fue menos notable: aprobación de la nueva Constitución (1876), del Código de Comercio, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y del Código Civil, entre otras medidas, todas ellas encaminadas a lograr la centralización jurídico-administrativa. Con todo, lo más relevante fue la elaboración de la nueva Constitución, que consagraba el intervensionismo regio en la vida política del país y sustituía a la constitución de 1869, claramente más progresista. Con la restauración monárquica se consolidó un sistema político fundamentalmente bipartidista. El partido conservador (heredero del Moderado y el Unionista), liderado por Canovas del Castillo y apoyado por la aristocracia y las clases medias moderadas, se repartía el poder político con el partido liberal, liderado por Sagasta y apoyado por industriales y comerciantes. En realidad, al margen de esta realidad política, la vida de aquel país estaba dominada por la oligarquía política y el caciquismo de la aristocracia rural.
La Paz
de Zanjón (1878) acababa de momento a la guerra de Cuba. Proclamada la Constitución de 1876,
el rey fue representado como su fiel cumplidor. Un turno pacífico de partidos,
permitió el reparto del poder y evitando su toma por la fuerza. Frente al
Partido Conservador, se potenció la creación del Partido Liberal que aglutinó
las fuerzas de centro izquierda encabezado por Práxedes Mateo Sagasta. Desde
1881 ambos partidos se turnaron de manera casi matemática.
La vida (no tan)
privada de Alfonso XII
Enfermedad, locura, voracidad sexual, endogamia… son sólo algunos de
los estigmas que jalonan las crónicas de los borbones, repleta de escándalos y
extrañas muertes. Su obsesión sexual desde el primer Borbón, Felipe V, hasta
hoy es su más acusada característica, como gobernantes, la mayoría de
ellos, fueron nefastos para España.
“El rey Alfonso
XII fue un gran aficionado a la ópera y sobre todo a la cantante lírica Elena
Armanda Sanz Martínez de Arizala, prima donna del Teatro Real de Madrid,
española, nacida en Castellón en 1844, artista internacional vinculada a la Scala de Milán
y la Ópera de Viena donde también llegó a cantar, no pasaría a la
historia por sus giras y representaciones, sino por los motivos personales que
la obligaron a abandonar prematuramente las tablas. Abandonó su carrera y lo
dejó todo, por amor al rey.
De la relación
mantenida tuvieron dos hijos en común, Alfonso y Fernando.
Su primer
encuentro fué en Viena, (1872) cuando Alfonso contaba tan solo con 15 años y la
cantante, una mujer de 28 años.
Parece ser, que
la soberana empujo a su hijo a los brazos de Elena para evitar que se casara
con su prima Mercedes, hija de la Infanta Luisa Fernanda, con cuyo padre, el
traidor duque de Montpensier, había hecho un pacto.
De nada le
sirvió a la reina pues Elena Sanz se fue de gira por Suramérica de donde
regresó madre de un varón de padre, éste si, desconocido. Y Alfonso cayó
rendido ante su prima Mercedes al conocerla, se casó con ella en 1878 siendo ya
rey, pero Mercedes murió seis meses después de la boda y Alfonso XII se sumió
en tal desesperación que sus allegados temieron que cometiera una locura.
Su consuelo llegó gracias al estreno de la ópera La Favorita en el madrileño
Teatro Real, en la que actuaba Elena Sanz. Cuando subió al palco a cumplimentar
al monarca, renació la fascinación de éste. Alfonso XII se convirtió en su fiel
seguidor, como atestigua otra de las cartas, donde dice:
“Idolatrada
Elena: mucho gusto he tenido en verte todos los días en estas funciones”.
La reina le
alegró que Alfonso recuperara la ilusión.
Elena
Sanz acabó sucumbiendo al amor del rey, abandonando los escenarios. Alfonso
XII, loco de pasión, aprovechaba cualquier resquicio para ver a su amante, como
demuestran sus cartas. “Amor mío, mañana miércoles 15, a las 11 menos
cuarto, espero estar en tus brazos». Hay una escrita en el soporte de
una foto, donde aparece el sello P. M. Hebert. Fotógrafo de SSMM. En ella se
despide «hasta el próximo día que cacemos en furtivo, amor mío”.
La foto, donde
aparece un inédito Alfonso XII con atuendo de caza, preside hoy el salón de la
vivienda de María Luisa, nieta bastarda de Alfonso XII.
Al año siguiente, en 1879, sobre la pareja planean las primeras sombras. Cánovas, jefe de Gobierno que propició la Restauración, plantea al Rey la urgencia de una nueva boda para dar un heredero. Consciente de sus deberes, Alfonso XII accede a su pesar.
“Me casaré
si me buscan ustedes novia”. La elegida fue María Cristina de
Habsburgo, sobrina del emperador de Austria, inteligente, pero poco agraciada.
Se casaron en Madrid ese 28 de noviembre, mientras su romance con Elena Sanz
seguía viento en popa. Dos meses después, el 28 de enero de 1880, la cantante
dio a luz un niño, al que puso de nombre Alfonso.
Aunque nació en
París, fue un secreto a voces, del que la prensa se hizo eco.
Mientras tanto,
en Madrid, la reina María Cristina no lograba alumbrar un varón. Tuvo dos
niñas seguidas, las infantas Mercedes y Teresa. Alfonso XII, decepcionado,
vivía en una encrucijada: por una parte, su amor por Elena y el ansiado varón,
que no podía subir al trono. Por otra, su deber como rey. Una compleja
situación que se refleja en sus escritos. “Adorada Elena: perdón si
anoche te hice tanto sufrir. Varias veces me desperté pensando en ti y lleno de
remordimientos”.
Después de tener
a Alfonso, la cantante regresó a Madrid, donde en febrero de 1881 nació su
segundo vástago. Otro varón, Fernando, para desgracia de María Cristina. En
plena lactancia del bebé, la reina lanzó un ultimátum: o salía de Madrid la
cantante con su innoble prole o ella regresaría a Austria. Elena Sanz tuvo que
afincarse en París con sus hijos, sobreviviendo con las 5.000 pesetas mensuales
que le mandaba el rey. No siempre puntual. “Querida Elena: hasta hoy no
te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un
cuarto”, se excusaba en una carta.
Dicen que la
pasión del monarca perdió fuelle con la distancia, ya que también mantuvo
un idilio con Adelina Borghi, llamada la Biondina por sus cabellos rubios. Tal fue el
escándalo que ocasionó esta última relación que la reina María Cristina,
amenazo con abandonar la corte si la cantante italiana no dejaba Madrid de
inmediato. Excusado es decir que, al día siguiente, la diva fue conducida a la
frontera con la consideración de persona non grata.
María Cristina,
embarazada del futuro Alfonso XIII, se convirtió en regente y retiró la pensión
a Elena Sanz.
Para sobrevivir
tomó una difícil decisión: en el Acta de París, firmada en 1866, entregó a un
representante de la Casa
Real 110 documentos, en su mayoría cartas, que acreditaban la
paternidad de Alfonso XII. A cambio se garantizó a sus hijos 31.000 francos en
un depósito de deuda exterior, que podían retirar en su mayoría de edad,
convertidos en 700.000. De su custodia se encargó Prudencio Ibáñez, banquero de
la familia real.
Sin embargo,
tras morir Elena Sanz en 1898, el banco que custodiaba los títulos quebró.
Cuando los
hermanos reclamaron su fortuna, no había nada, al parecer la reina y el
banquero Ibáñez les quitaron todo.
En 1907, Alfonso
Sanz, primogénito bastardo del rey, inició un pleito reclamando su filiación
como hijo de Alfonso XII, pero lo perdió. El juez dictó que”un monarca no
estaba sujeto al Derecho común”. Es decir, no se le podían reconocer hijos
fuera del matrimonio. A partir de ahí, decidió borrar su pasado. Fue director
de Peugeot en París.
Y su matrimonio
con la hija de un millonario mexicano, Guadalupe de Limantour, le colocó en la
órbita de la alta sociedad. Jamás quiso recordar sus orígenes. Al parecer,
sufrió mucho por su madre. Veía que la habían despreciado y engañado. También
se negó a tener relación alguna con la familia real. “Salvo con Isabel II y su
hija, la Infanta
Eulalia.”
La correspondencia de Alfonso XII con Elena Sanz se prolongó durante seis años (1878-1885, año en que fallece el rey). María Luisa Sanz, hija de Alfonso, primogenito bastardo de Alfonso XII, conserva ocho de esas cartas, que su padre guardaba en un cofre.
IDOLATRADA ELENA: Cada minuto te quiero más y deseo verte, aunque esto es imposible en estos días. No tienes idea de los recuerdos que dejaste en mí. Cuenta conmigo para todo. No te he escrito por la falta material de tiempo. Dime si necesitas guita y cuánta. A los nenes un beso de tu (firma) Alfonso.
ELENA MIA: Qué monería de retratos y cómo te lo agradezco. El chico hace bien en agarrarse a lo mejor que tiene y por eso le va a gustar tocar la campanilla. Tú estás que te hubiera comido a besos y me pusiste Dios sabe cómo. Daría cualquier cosa por verte mas no es posible. Recibe un abrazo, (firma) Alfonso.
QUERIDA ELENA: Hasta hoy no te he podido remitir lo que va adjunto porque cerré el mes con deudas y sin un cuarto. Me castigo por el retraso, según verás, remitiéndote 500 pesetas de plus. Seré más exacto en adelante. Me alegro de que el nene esté bueno. Mil besos de tu (firma) Alfonso. (Julia González. elmundo.)
La otra
amante de Alfonso XII
La periodista Sara Ríos nos desvela una trama en
la que supuestamente el rey Alfonso XIII no es hijo de la reina consorte Maria
Cristina, por su novedad e interés reproducimos parte del mismo:
[…] El que fuera director del Museo Arqueológico
de la Plana Baixa
decidió hace más de una década investigar y estudiar la vida de una misteriosa
mujer considerada por unos una gran señora y por otros una fulana. Una
recopilación de documentos históricos y personales sobre Adela Lucía Eduarda de
la Santísima
Trinidad Almerich Cardet (1854-1920) a los que ha tenido
acceso Levante de Castelló.
“Aquí en Burriana siempre se había contado la
historia de Adela, pero nunca había trascendido más allá del saber popular”,
comentó ayer Mesado, quien era conocedor, como lo habían sido los más mayores
de Vila-real, Alqueries y Burriana, de una historia que había pasado por varias
generaciones a través de la tradición oral, pero que no se sustentaba en
documentos escritos. Fue en el año 2000 cuando recibió una carta de la hija de
su gran amigo el erudito valenciano Eduardo Ranch en la que le comunicaba que
poseía unas cartas que podían ser de su interés.
Se trataba de tres misivas que una tal Adela
Alberich le había escrito al que fuera su último amante, un rico terrateniente
burrianense, Francisco Fenollosa Prior. Fue entonces cuando Mesado decidió
averiguar quién era realmente Adela. Para ello, entrevistó a los vecinos de más
avanzada edad de les Alqueries, que ya han fallecido, y todos estuvieron de
acuerdo en afirmar que fue durante años la amante del rey Alfonso XII. Sus
confesiones no quedaron ahí y en voz baja y con sigilo le aseguraron que hubo
un cambio de bebés y que realmente Adelita, la que era considerada como su
hija, lo era de la reina María Cristina, ya que el hijo de Adela fue entregado
a la corte real para pasar a la posteridad como Alfonso XIII.
“La gente con cierta edad, de les Alqueries que
llegó a conocer a la propia Adela, pero sobre todo a su hija, me contaron la
historia de que Alfonso XII se quedó prendado de una joven guardabarreras
bellísima, Adela, cuando el séquito real paró a la altura de la denominada
estación del Norte -actualmente la estación de Burriana y Alqueries-. A partir
de entonces se convirtió en su amante y Alfonso XII mandó a su marido un rico
hombre de Vila-real a la guerra de Cuba, donde murió, ya no regresó nunca más”.
El historiador considera que hay cierta leyenda en el modo en el que se
conocieron, que posiblemente no fue cuando ella estaba de guardabarreras si no
años después cuando frecuentaba círculos influyentes gracias al estatus de su
marido, un adinerado vecino de Vila-real, Matías Cantavella. Lo que sí da
Mesado por cierto, como demuestra la documentación facilitada por un reconocido
historiador cubano, es que Cantavella falleció en la guerra de Cuba “como un
hombre soltero”.
Pacto del Pardo
Disparidad de relatos que despertaron la
curiosidad de este reconocido historiador de Burriana que decidió atar hilos.
Para Mesado la clave que demuestra que sí hubo un intercambio de bebés está en
el Pacto del Pardo, del que los historiadores de la época no supieron explicar
su contenido por el enorme secretismo que lo rodeo. Mesado refrenda la
hipótesis de que fue allí donde se tomó
tal decisión tras morir Alfonso XII, “ya que la reina María Cristina tenía dos
hijas, las infantas, y se quedó embarazada antes de morir Alfonso XII sin
asegurar la descendencia de un varón, así que se dicen que Cánovas del
Castillo, ante la amenaza de republicanos, liberales y carlistas se reunió con
Sagasta para darle el mando y eso fue a cambio de que guardase tal secreto”.
Tras esta decisión, “Adela será desterrada a Barcelona por la reina regente y
se irá acompañada de una criatura que prácticamente nadie sabía quien era, y de
un pequeño séquito de criadas”, recoge este historiador en su nuevo libro.
“En una de las entrevistas a Lola Serra,
descendiente de una prima hermana de Adela, cuenta que Alfonso XII había muerto
en los brazos de Adela y si miramos la historia se dice que estando ya muy
grave el rey, Canovas le prohibió a María Cristina y a la reina Isabel II, su
madre, entrar en la habitación, cosa inexplicable si no es porque el rey estaba
acompañado por quien él más amaba”, relata Mesado en su libro.
Adelita nunca supo de quiera era hija, “ya que su
partida de bautismo deja en blanco los apellidos de sus padres y abuelos”. La
que ejercía como tal nunca le quiso confesar su más hondo secreto, así lo
asegura una de las hijas de Adelita, Rosalía Fenollosa, quien vive en Barcelona,
y guarda el diario personal de su madre, en el que esta muestra su angustia por
la misteriosa historia que rodeó su vida, aunque da por verdadera la historia
que narra Norberto Mesado. “Mi madre tenía un cerrojo en la boca, no quería
recordar a mi abuela, porque ella también lo tenía. Muchas veces se le ponía de
rodillas y le suplicaba que le dijese quién era ella, cosa que nunca consiguió
saber”, recuerda la nieta de Adela en el libro.
Y es que nunca tuvo respuesta a la pregunta de si
ella era verdaderamente la tercera infanta de España a la que dio a luz María
Cristina. En su lecho de muerte en el Hospital Provincial de Castelló, las
relaciones entre ambas eran frías y distantes, pero “Adela ordenó a una monja,
que la cuidaba, que mandase un telegrama a su hija para que corriera al
hospital y confesarle su secreto. El telegrama llegó a la casa del amante y no
de su hija y cuando se lo comunicaron ya era tarde porque Adela había
fallecido”, recoge Mesado.
Murió sola y pobre sin ningún vestigio del lujo
que rodeó su vida. Sus restos descansan en una fosa común del cementerio de
Castelló. Decía Gabriel García Márquez que la muerte no llega con la vejez,
sino con el olvido y contra este olvido de la Restauración lucha
Mesado en pleno S. XXI, que reivindica otra lectura histórica sobre los
orígenes de Alfonso XIII.
Fue una mujer “culta, inteligente, rebelde,
locuaz y vanidosa”
En su estudio de más una década sobre Adela Almerich, el historiador Norberto Mesado se ha quedado prendido de una bella mujer que logró codearse con la más alta alcurnia aristocrática a pesar de sus orígenes humildes. Durante su vida cosechó diversos amantes, todos de un reputado estatus, que le agasajaron con infinidad de joyas y las mejores prendas. Fue la amante fiel de Alfonso XII, del que siempre estuvo enamorada, “aunque Adela era enamoradiza, necesitaba estarlo para seguir viviendo”, señaló Mesado. Vivió una vida de lujos, aunque acabó muriendo sola. Aquellos que la conocieron destacan su gran personalidad y señorío ataviada con vestidos de ensueño, que destacaba en un pueblo, les Alqueries, donde las mujeres vestían de negro. Para conocer más en profundidad su personalidad, Mesado encargó a la directora del Instituto de Estudios Psicografológicos de Valencia, María Teresa Beatriz García, que interpretará la escritura de Adela, plasmada en las tres cartas que le mando a su último amante Francisco Fenollosa. Una de ellas se la remitió desde el majestuoso Gran Hotel París, situado en el centro de Madrid. “Letra distinguida, pausada y arrogante como reflejo de una exquisita educación, formando parte de un repertorio de conductas que deben diferenciar a su autora, poniendo de manifiesto quién es y a qué clase pertenece”, remarca la experta. El informe prosigue asegurando que, en esencia, “subyace un carácter fuerte e indónito, rebelde, obstinado, independiente, locuaz y llena de energía, porque es también inteligente e interesada y porque su, controlada pero presente vanidad así se lo dicta”. Fue Adela Lucía Almerich Cardet.” (Saro Ríos)
En el décimo año de su reinado, con 27 años de edad, Alfonso empieza a encontrarse mal de salud y se retira a vivir al Pardo. Tenía dos hijas y ningún varón, y su resistencia física le permitió aún procrear.
Enfermo de tuberculosis, sus obligaciones y sus salidas
nocturnas empeoraron la enfermedad. Don Alfonso de Borbón y Borbón murió un 25
de noviembre en El Pardo y fue enterrado en El Escorial cinco días después, no
sin antes hacer una parada en el Palacio Real para que los madrileños le dieran
su último adiós. Fue un largo camino hasta el que aún hoy es su descanso, el
Panteón de los Reyes del Monasterio de San Lorenzo.
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