1931.
El primer embate contra el caciquismo: la guerra de Cuba (3).
Los efectos de la Guerra de Cuba sobre La Palma provocaron la primera
crisis del edificio caciquil conservador.
A partir de 1895, el escenario económico en La Palma se tornó depresivo. Todavía
el plátano y el tomate no habían recuperado los niveles de prosperidad
aportados por la cochinilla treinta años atrás. Así que la situación se hizo
angustiosa cuando a las malas cosechas provocadas por años de sequía y a la
consiguiente subida de precios, se le añadió el cierre emigratorio, debido a la
guerra de independencia cubana: "continúa la aflictiva situación de
esta Isla a consecuencia de la prolongada y terrible sequía...- informaba
la prensa local- (La sequía) ha concluido con todas la cosechas,
pudiendo decirse con seguridad, que se han perdido totalmente...Y si a esto se
añade el alza que han sufrido los artículo de primera necesidad, la
paralización completa del trabajo, la desgraciada situación de Cuba de donde ya
no pueden mandar nuestros paisanos las economías de su honrado trabajo,
principal recurso que antes teníamos para sobrellevar las enormes cargas que
pesan sobre nuestros pueblos, y atender a las principales necesidades de la
vida; adonde tampoco pueden emigrar los palmeros a buscar el jornal que no
encuentran en su país..." (Grave conflicto, El País, La Palma, 3 de abril de 1897).
En estas circunstancias, entre 1900 y 1901, los
medios republicanos fomentaron la creación de una asociación sindical. Desde
finales del siglo XIX, los periódicos republicanos locales El Grito del
Pueblo, El Fiscal y el Heraldo de La Palma denunciaban las
malas condiciones de vida en las que transcurría la existencia de los
trabajadores palmeros, abogando por crear una sociedad que defendiese sus
intereses. Así, aunque la emigración se reactivó, paulatinamente, desde 1900,
la prensa progresista proponía a los obrero palmeros la sindicación como
alternativa a la marcha al Caribe: "vosotros obreros que sucumbís
luchando por la existencia lejos del pueblo natal, no abandonéis ese pueblo,
agrupaos en él como la necesidad os agrupó a bordo del trasatlántico: agrupaos
los unos a los otros" (La emigración, El Fiscal, La Palma, 3 de abril de 1900).
En junio de 1901, 360 obreros, aproximadamente,
se reunieron en el gimnasio de Santa Cruz de La Palma para fundar la Asociación Gremial
de Obreros de La Palma. Se
trataba, en muchos casos, de personas afectas al conjunto progresista de la
sociedad palmera, con un nivel de instrucción suficiente para asimilar
apartados de las doctrinas anarquistas, socialistas, republicanas y católicas
aptas para ser aplicadas a su situación social y económica. A continuación,
siempre alentados por los medios republicanos, salió a la calle el periódico La Voz del Obrero
(1902), se celebró la primera manifestación del 1 de mayo en la Isla (1902) y se organizó la Unión Republicana
(1903), liderada, desde entonces y hasta 1931, por el abogado Alonso Pérez
Díaz.
Los republicanos y sindicalistas apelaron a la
unidad de las clases trabajadoras para formar una asociación fuerte que velara
por sus intereses. Durante dos años, demandaron aliviar la situación de los
obreros a través de la disminución de impuestos, la rebaja de la jornada
laboral, el descanso dominical y el aumento de jornales. Como escribía el
periódico El Fiscal: "la semilla de la agremiación obrera ya
está echada; falta ahora que germine y que la nueva planta se desarrolle al
calor de los nuevos ideales...a fin de que bajo sus copiosas y fuertes ramas,
vengan en su día todos los artesanos y obreros palmeros, rotas ya sus cadenas,
a cantar el himno grandioso de la libertad y del trabajo" (Propaganda
obrera. Lo que queremos, El Fiscal, La Palma, 7 de noviembre de
1901).
Tanto los republicanos como los dirigentes
sindicales insistieron en la necesidad de alfabetizar a la clase trabajadora,
pues, solo aumentando su nivel de instrucción, el pensamiento de los
trabajadores se haría permeable a las nuevas ideas difundidas desde la Asociación obrera,
permitiendo, así, desplazar la cultura de la sumisión y la resignación que
bloqueaba las posibilidades de emancipación. Según la prensa republicana, los
obreros de La Palma
eran vagamente conscientes de que eran perjudicados por una sociedad injusta.
La elevación de los niveles educativos era el camino adecuado para conectar con
esta percepción e introducir entre los trabajadores las ideas derivadas de la Ilustración que
sostenían los republicanos: libertad, igualdad, solidaridad.
La Voz
del Obrero preconizó una alianza con los republicanos, a quienes, según
sus editores, se debía el despertar de la clase trabajadora en La Palma y a quienes
consideraban los auténticos representantes de los obreros. En las elecciones
generales de 1903, La Voz
del Obrero solicitó el voto para el dirigente de Unión Republicana, Pedro
Pérez Díaz y, posteriormente, en las elecciones municipales, los republicanos
pidieron a la
Asociación Gremial de Obreros de La Palma que eligiera un
candidato a concejal para que se integrase en sus listas, escogiéndose al
artesano carpintero José María Pérez Hernández, asimismo, miembro de Comité
Republicano local. La
Asociación Gremial de Obreros confirmó sus lazos con el
republicanismo porque disponía de la organización más consistente de la
oposición al Caciquismo conservador; porque sus líderes eran sensibles al
deterioro de las condiciones de vida de las clases bajas y porque muchos de los
artesanos y trabajadores encontraban empleo en las empresas de los comerciantes
e industriales republicanos y liberales (periódicos, fábricas de tabaco,
talleres de bordados, panaderías, establecimientos comerciales...) que, así,
podían sostener una bolsa de obreros adictos. El punto álgido de la
movilización alentada por los republicanos se produjo el 1 de mayo de 1902. Por
primera vez se celebraba la fecha obrera en La Palma. Ese día, unos
1.000 manifestantes, según la prensa republicana, recorrieron las calles de la Capital, dando vivas a la
fiesta del trabajo, a la libertad, al progreso y a los obreros.
Esta ebullición afianzó al conjunto progresista
de la sociedad palmera. Y en ella, pretendían apoyarse los republicanos en las
elecciones generales de 1903. Sin embargo, pronto, el colectivo progresista
comprobó que los patronos conservadores procuraban obstruir los intentos
movilizadores del incipiente sindicalismo palmero: "el caciquismo aquí
amenaza con todo: al jornalero con despedirle del trabajo, al artesano con
retirarle la clientela y hasta el crédito, al dependiente con mandarle a paseo,
al empleado con la cesantía" (Sobre el caciquismo, El Fiscal,
La Palma, 3 de
noviembre de 1901). La prensa republicana acusaba a "nuestros
célebres mangoneadores" de "predicar en las calles y plazas
lo descabellado del proyecto de nuestros artesanos, amenazándoles con el hambre
y la miseria" (Nuestra campaña. Seguimos avanzando y Sobre el
caciquismo, El Fiscal, La
Palma, 3 de octubre y 3 de noviembre de 1901).
Junto a la activación de las defensas
conservadoras, la reapertura de la salida a Cuba y la recuperación de la
economía insular amainaron la movilización popular. En efecto, a partir de
1900, la prensa republicana dejó constancia del restablecimiento de la válvula
migratoria: "a nadie se le esconde la corriente de emigración que con
destino a la Gran Antilla
existe entre nuestros compatriotas, al extremo que la Isla de La Palma es la Isla del Archipiélago que
mejores sobordos está dando a la Compañía Trasatlántica"
(Santa Cruz de La Palma,
El Heraldo de La Palma,
16 de abril de 1901). Los canarios cruzaban el Atlántico debido a que las
compañías norteamericanas que se habían instalado en Cuba, tras la derrota
española, estaban realizando fuertes inversiones en plantaciones de caña de
azúcar y tabaco, que demandaban mano de obra. Lo cierto fue que la
reapertura de la vía migratoria contribuyó a postergar el asociacionismo
sindical.
Por otro lado, los manejos en los comicios
soterraban la movilización social que se producía, principalmente en la Capital de la Isla. Aparte de los
empleos, arriendos, subvenciones o favores que el Caciquismo dominante ponía en
juego durante la campaña, el posterior fraude electoral permitía, por un lado,
acrecer los votos del Caciquismo dominante, mediante tretas como inflar el
censo con personas no residentes, a fin de endosar sus votos al Partido
Conservador, y, por otro lado, reducir los sufragios del Partido Republicano,
borrando de los listados electorales a sus partidarios o equivocándose en sus
apellidos para impedir su identificación. Así pues, la movilización de un
sector importante de los ciudadanos no se reflejó en los terriblemente
desalentadores resultados electorales que se produjeron en 1903: Pedro Pérez
Díaz, el candidato republicano recibió solo 85 votos, frente a los 5.309
sufragios reunidos por su contrincante, el conservador Pedro Poggio y Álvarez.
Enfrentarse al sistema caciquil, requería una
movilización social que con la espita de la emigración abierta no se afrontaba.
Las clases populares preferían la emigración a la lucha contra el Caciquismo.
La esperanza que la aventura americana suscitaba entre los isleños relegaba la
opción de la rebeldía. Así mismo, desde un punto de vista práctico, para muchos
habitantes de La Palma,
contarse en las clientelas de un Cacique era un medio más efectivo para
asegurar la subsistencia que afiliarse a las organizaciones sindicales o
políticas.
En definitiva, la reapertura de
la salida a Cuba, la recuperación de la economía insular, la activación de las
defensas conservadoras, el impresionante fraude electoral y la limitación de
esta movilización al entorno capitalino permitieron al sistema caciquil
resistir este primer embate sin apenas daño en su armazón y saldar,
holgadamente, la cita coyuntural de las elecciones generales de 1903. (Santiago
González, 2009)
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