1941 octubre
17.
Su delicado estado de salud hizo
obligado el traslado a Las Palmas, ingresando en la Clínica San Roque de
la capital grancanaria, del awaeita
Alonso Pérez Díaz.
Nació el 11 de junio de 1876 y
fue bautizado un mes más tarde en la parroquia de San Blas. Tras los estudios
primarios y secundarios, que finaliza hacia 1895, su formación universitaria la
llevará a cabo en Madrid. La estancia madrileña, concluida en torno a 1904,
será decisiva para su posterior decantación política, convirtiéndose en líder
indiscutible de los republicanos de la isla de La Palma. A la par que sus
estudios de Filosofía y Letras y Derecho, desarrollaría una destacada actividad
en los ambientes estudiantiles de su tiempo. Fruto de la misma sería la
fundación, en 1900, de la
Unión Escolar que desde la capital española aspiraba a la
unidad de los universitarios de todo el país. Al calor de las influencias
reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los ambientes
regeneracionistas de la época así como con los círculos del republicanismo
español, liderados por la figura señera de Nicolás Salmerón, por quien sentía
auténtica veneración, se iniciaría en el mundo de la militancia política. A
mediados de 1904, una vez completada su formación universitaria en Madrid,
comienza a ejercer profesionalmente en su isla natal, donde también le vemos
formando parte de un claustro de profesores del Colegio del Colegio Privado de
Enseñanza de la capital palmera dirigido por Sebastián Arozena Henríquez. Su
labor forense iba a ser intensa y solicitada por gente de toda clase y
condición, llegando a convertirse en el letrado más popular de la sociedad
palmera de entonces. En 1905 inicia su andadura política arropado por el
republicanismo insular. Su acción pública sería relevante a pesar de que fueron
años difíciles para la causa republicana y en los que tuvo que enfrentarse a
las tramas caciquiles que mantenían a los conservadores en el poder. Con el
advenimiento de la Dictadura
de Primo de Rivera fue nombrado, paradójicamente, alcalde de Santa Cruz de La Palma, cargo en el que
apenas estuvo cinco meses al ser defenestrado por las argucias de sus enemigos
políticos. La plenitud política de Alonso Pérez Díaz vendría con la
proclamación, el 14 de abril de 1931, de la Segunda República
en España. Fue elegido diputado por La
Palma en dos legislaturas consecutivas: las de las Cortes
Constituyentes (1931-1933) y la conocida como "República de derechas"
o "bienio negro" (1933-1935). En ambas formó parte de las listas del
Partido Republicano Palmero, bajo la directriz estatal del Partido Republicano
Radical de Alejandro Lerroux. Tras la ruptura que, en marzo de 1934, se produce
en la última formación política citada, Pérez Díaz queda en una difícil
situación. Esto es, mientras en el ámbito insular se mantuvo fiel a los
radicales de Orozco, en Madrid se decantaría por la Unión Republicana
liderada por el sevillano Diego Martínez Barrio. En vísperas de las elecciones
a Cortes de febrero de 1936 intentaría, sin éxito, reunificar a las fuerzas
republicanas tinerfeñas. Esto le lleva a presentarse de nuevo a los comicios
junto a su amigo Andrés Orozco. Los resultados, victorioso al Frente Popular,
le fueron totalmente adversos no renovando su acta de diputado. Tras el comienzo
golpista de julio de 1936 y la caída de La Palma en manos de las tropas franquistas, es
deportado a Tenerife y encarcelado, definitivamente, en septiembre de 1939. Su
condición de líder carismático y su gran proyección pública, hicieron que sobre
él recayese con intensidad la carga represiva del nuevo régimen, pero fue su
pertenencia a la masonería lo que impidió que prosperasen sus peticiones de
libertad condicional. Su delicado estado de salud hizo obligado el traslado a
Las Palmas, ingresando en la
Clínica San Roque de la capital grancanaria en septiembre de
1941, lugar en el que deja de existir, en circunstancias algo confusas y en
calidad de preso político. Su constancia a favor de la educación y la cultura
sería otro de los hilos conductores de su vida. Su obra social a favor de la
instrucción de las clases menos favorecidas fue realmente importante. En su
labor como parlamentario se opuso tenazmente a cualquier merma de las
consignaciones destinadas al desarrollo cultural del país, apoyando en todo momento
a organizaciones e instituciones que lo propiciaran. La casa familiar de Villa
de Mazo, cumpliendo su disposición testamentaria, alberga hoy la Biblioteca Pública
Municipal y ha sido sede, respetando también su deseo, de centros de educación
públicos. El esfuerzo por dotar a La
Palma en todos los campos y mejorar las condiciones de vida
de sus paisanos, nadie puede estar en condiciones de negarlo. Sus propios
adversarios políticos se lo llegaron a reconocer. Por su tesón, tanto en la
oposición como en el gobierno, se consiguieron importantes mejoras para la Isla. Las obras públicas
centraron su gestión en la búsqueda de la "prosperidad no soñada"
para el solar de su nacimiento. Inversiones en puertos, carreteras, escuelas,
entre otros, se fueron materializando gracias a su trabajo como diputado. Del
mismo destaca, sin duda, la creación en 1931 del Instituto de Segunda Enseñanza
de Santa Cruz de La Palma
que hoy lleva su nombre, una vieja aspiración por la que Pérez Díaz había
luchado siempre. Alonso Pérez Díaz fue un auténtico fenómeno social en La Palma de la primera mitad
del presente siglo.
“Hacia 1895 Pérez Díaz concluiría sus estudios
secundarios, iniciando su formación universitaria en Madrid. En la capital
española residía ya su hermano Pedro, once años más viejo que él y que
contraería matrimonio con una hija de Nicolás Salmerón y Alonso, tercer
presidente que tuvo la la
Primera República española en 1873. Estamos también, en el
caso de Pedro
Pérez Díaz (1865-1930), ante una figura excepcional del
contexto político canario del primer tercio del siglo XX. Buen conocedor de la
historia y la legislación sobre la administración local española y de la
idiosincrasia isleña, Pedro fue uno de los principales artífices de la nueva
organización político-administrativa y electoral del Archipiélago que
culminaría en la denominada Ley de Cabildos de 1912. Discípulo de Giner de los
Ríos, de Gumersindo de Azcárate y del propio Salmerón, su ideología política y
su obra sociológica se inscriben dentro del republicanismo y de los postulados
de la filosofía krausista. Afincado tempranamente en Madrid, ejercería como
letrado del Consejo de Estado (1891-1930), institución en la que desarrollaría
una reconocida labor que, ciertamente, consolidaría su prestigio como profesional
del Derecho. Republicano convencido, siempre estuvo atento a la problemática de
Canarias, especialmente a la de La
Palma natal. Al respecto fue, para sus paisanos y
correligionarios, una referencia obligada en la defensa de los intereses
isleños en la capital del Estado. Escribió algunas obras fundamentales sobre la
cuestión social y el socialismo, siendo uno de los pioneros españoles en el
estudio y análisis de la doctrina marxista. Esta primera etapa madrileña de la
vida de Alonso Pérez Díaz, que finalizaría hacia 1904 y en la que llevaría a
cabo sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central,
sería decisiva para su futuro planteamiento político. Así, pues, al calor de
las influencias reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los
ambientes regeneracionistas de la época, así como con los sectores del
republicanismo español liderados por la figura histórica de Nicolás Salmerón,
por quien sentía auténtica veneración, se iniciaría en la militancia política.
De vuelta a la Isla, concluida su formación universitaria y
considerado ya por sus propios paisanos como "una nueva gloria para La Palma", comenzaría a
ejercer profesionalmente; convirtiéndose en el letrado más popular de la
sociedad palmera de aquellos días. Establecido, pues, en su isla natal, se
metería de lleno en la actividad pública local y en 1905 iniciaba una nueva y
larga andadura arropado por el republicanismo insular. Serían años difíciles
para la causa republicana, pero en los cuales Alonso Pérez Díaz se iría
curtiendo como hombre público y consolidando como líder indiscutible del
republicanismo insular. Este sería un tiempo -más de veinticinco
años- de verdadera preparación; en clara oposición al poder conservador
que, salvaguardado por las tramas caciquiles al uso, se encontraba bien
arraigado en la Isla,
impidiendo a toda costa el avance republicano. En el transcurso de este
período, Pérez Díaz tuvo que afrontar fracasos electorales como el de los
comicios a diputados provinciales de marzo de 1905, en los que, como cabeza de
lista de los republicanos palmeros, no conseguiría escaño. En las municipales
de mayo de 1909, sin embargo se haría con el acta de concejal del consistorio
de la capital palmera; a cuya presidencia accedería en 1923 de la mano, paradójicamente,
de la Dictadura
de Primo de Rivera; aunque su militancia republicana condicionaría su
permanencia en este cargo, pues apenas cinco meses después sería destituido del
mismo. No obstante, en estos años que transcurren entre 1905 y 1931, la actuación
pública de Pérez Díaz fue bastante relevante y así, al margen de los asuntos
estrictamente políticos marcados por el caciquismo imperante, su preocupación
cívica abarcaría también todo lo relacionado con la problemática social y
económica de su isla natal; destacando su especial dedicación en los campos de
la educación y la cultura. Los comienzos de su obra social en estos últimos
aspectos hay que situarlos a principios del mismo siglo XX, cuando los índices
de analfabetismo seguían siendo alarmantes. Así, en julio de 1906, su cuidado
por la instrucción de las clases menos favorecidas derivaría en la creación del
Ateneo Popular de Santa Cruz de La
Palma.
Intensa sería, pues, su
actividad pública anterior a la llegada de la Segunda República
española. Mítines, manifestaciones reivindicativas y reuniones oficiales
contarían siempre con su presencia entusiasta y combativa. En noviembre de
1910, su actuación, al lado de su hermano Pedro, cobraría gran relieve en las
discusiones acerca del futuro régimen político-administrativo insular que, en
1912, culminaría con la aprobación de la ya citada Ley de Cabildos. Su interés
por los problemas de La Palma
se evidenciaría también con su presencia, en la segunda mitad de la década de
1920, en el seno de aquellas "comisiones patrióticas" encargadas de
resolver, ante los distintos organismos oficiales, muchos asuntos de interés
para toda la Isla
(red de caminos vecinales y de carreteras, Instituto de Segunda Enseñanza,
infraestructuras portuarias, etc.). En este sentido cabe señalar que par Pérez
Díaz el dominio conservador perjudicaba los "más vitales intereses de La Palma"; lo que le
llevaba a apoyar toda iniciativa encaminada a acabar con los desmanes
oligárquicos y que devolviera la honradez al gobierno de las instituciones
públicas.
La plenitud política de nuestro biografiado
vendría con la
Segunda República y duró, prácticamente, lo que duró la misma
existencia del régimen. Los republicanos liderados por Pérez Díaz iniciarían,
con fuerza, la reorganización de sus filas; alentados ahora por una coyuntura
inmejorable que les brindaba la oportunidad de acceder, obviamente, a un
protagonismo en las esferas del poder que nunca antes habían tenido en La Palma. Pronto
quedaría constituido el nuevo Partido Republicano Palmero que, en la práctica,
iba a ser una sucursal del Partido Republicano Tinerfeño que, a su vez, se
adscribiría al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Los resultados
de las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931,
darían a Pérez Díaz el acta de diputado por la provincia de Santa Cruz de
Tenerife; acta que revalidaría en los siguientes comicios generales del 19 de
noviembre de 1933, que darían el triunfo al centro-derecha. La ruptura que se
produciría posteriormente en las filas del Partido Republicano Radical pondría
de manifiesto las divergencias que también existían en el seno del
republicanismo tinerfeño. La salida del sevillano Diego Martínez Barrio de las
filas lerrouxistas culminaría, en septiembre de 1934, con la creación de Unión
Republicana. Con todo, la unidad formal de los republicanos tinerfeños en
Canarias se mantendría, aunque no por mucho tiempo. En Madrid, sin embargo, la
hasta entonces representación parlamentaria de los radicales tinerfeños se
dividiría: Orozco Batista y Marichal López permanecerían junto a Lerroux
mientras que Pérez Díaz, Lara Zárate y Alonso Rodríguez secundaban a Martínez
Barrio. Finalmente, en mayo de 1935, se constituiría, de la mano de Elfidio
Alonso, Unión Republicana en Tenerife. Pérez Díaz quedaba entonces en una
difícil situación. Así, si bien en el contexto insular se mantendría fiel al
radical Orozco Batista, gran amigo suyo, no haría lo mismo en el ámbito
estatal; donde se mantendría proclive a la línea de actuación política liderada
por Martínez Barrio. Este confuso panorama de banderías llevaría al político
palmero, en vísperas de la confrontación electoral de febrero de 1936, a un
auténtico callejón sin salida. Su denodado empeño por conseguir el
entendimiento entre Orozco y los republicanos de izquierda de Rodríguez
Figueroa y de Alonso Rodríguez no fructificaría. Ante esta difícil coyuntura,
Alonso Pérez Díaz volvería a presentar su candidatura al lado de los
republicanos tinerfeños, pero esta vez no saldría reelegido al serle los
resultados completamente adversos. En La Palma los republicanos verían como su carismático
jefe quedaba relegado, en número de votos, al cuarto puesto, precedido en este
sentido por tres candidatos del centro-derecha (José Miguel Sotomayor, José
Víctor López de Vergara y Félix Benítez de Lugo). La desaparición de la
escena política del Partido Republicano Tinerfeño terminaría de facilitar la
formación, por parte de los republicanos de Pérez Díaz, de Unión Republicana en
La Palma.
Los sucesos de julio de 1936 sorprenderían
a Alonso Pérez Díaz en La Palma,
en cuya capital, el 20 de ese mes, el comité de Unión Republicana firmaba el
manifiesto titulado "A la opinión liberal", en el que se defendía
claramente la legalidad republicana y que luego se tendría muy en cuenta como
prueba acusatoria en los procesos represivos a que se vieron sometidos todos y
cada uno de los firmantes, incluido el propio Pérez Díaz. La tragedia del líder
republicano palmero, como la de tantos otros, comenzaría a partir de la tarde
del 25 de julio, al caer definitivamente la Isla en manos de las tropas franquistas
sublevadas. Deportado a Tenerife, sería detenido en mayo de 1937 y puesto en
libertad en febrero de 1939 para luego ser encarcelado, definitivamente, el 8 de
septiembre siguiente. La condición de líder político y su gran proyección
pública harían que sobre él recayese, sin compasión y con mayor intensidad, la
carga represiva; acusado, junto a sus paisanos y correligionarios Manuel
Rodríguez Acosta, Juan Pérez Cabrera, Eduardo Lugo Álvarez y Eugenio Abreu
Creagh, del delito de rebelión según la causa número 220/1939 de la Capitanía General
de Canarias, que se instruiría con carácter de procedimiento sumarísimo de
urgencia. El 4 de septiembre de 1940, Pérez Díaz y los encausados con él
pasarían al cuartel de San Carlos de la capital tinerfeña, donde serían
sometidos al correspondiente consejo de guerra. El fiscal, Miguel Zerolo
Fuentes, solicitaría entonces la pena de siete años de prisión mayor al
considerarles autores de un delito de adhesión a la rebelión. Ese mismo día se
dictaría sentencia absolutoria para todos los procesados, aunque se estimaría
procedente remitir testimonio a los tribunales especiales de Responsabilidades
Políticas y de Represión de la
Masonería y el Comunismo. Propuesta la aprobación de la
sentencia por el auditor de guerra, el capitán general de Canarias, Serrador,
se negaría a firmarla al estar de acuerdo con las conclusiones del fiscal
Zerolo. Por este motivo, la causa pasaría al Consejo Supremo de Justicia
Militar, al que los cinco procesados solicitarían, sin éxito, la libertad
condicional. Esta vez la fiscalía sólo encontraría culpable a Alonso Pérez
Díaz, para el que se pediría la pena de doce años y un día de reclusión menor y
accesorias, solicitando para el resto de encausados la libre absolución, aunque
se proponía que tanto el caso de Pérez Díaz como los de Abreu Creagh y Pérez
Cabrera pasaran a disposición de los citados tribunales especiales.
El 25 de febrero de 1941 la sentencia absolutoria
dictada en su día por el consejo de guerra de San Carlos era revocada por la Sala de Justicia del Consejo
Supremo de Justicia Militar. Sobre Alonso Pérez Díaz, al que se atribuiría una
cooperación eficaz con los sostenedores de la causa marxista, recaería el mayor
rigor de la nueva sentencia, condenándosele a treinta años de reclusión mayor y
conmutándosele la pena por una de ocho años. En el texto de la sentencia del
Consejo Supremo de Justicia Militar se aprecia la distinta consideración que se
tuvo de todos y cada uno de los procesados, así como de su proyección pública y
actuación política durante el período republicano, identificando a Pérez Díaz
"con los fines y móviles perseguidos por la subversión roja como
evidentemente se deduce -se afirma- de toda su actividad política
anterior al Alzamiento".
A principios de junio de 1941, en la noche del
día 6, el líder republicano palmero sufriría en la prisión de Fyffes
-según testimonio de Manuel Rodríguez Acosta- un edema pulmonar agudo y hasta
cinco días después, en la tarde del día 11, no sería trasladado al Hospital
Civil de Santa Cruz de Tenerife. En agosto se conocía la negativa de la Comisión Asesora
Central de proponer al Consejo de Ministros la libertad condicional de Pérez
Díaz por su pertenencia a la masonería. A finales de septiembre, dada la
gravedad de sus dolencias, se autoriza su traslado al Hospital Civil de Las
Palmas de Gran Canaria, ingresando finalmente en la Clínica San Roque de
la misma ciudad; donde se le habilitaría habitación como celda de reclusión. En
la misma, "debidamente vigilado", fallecería al mediodía del 17 de
octubre siguiente.
El 23 de abril de 1958, se producía, en el
cementerio civil de la capital grancanaria, la exhumación de los restos de
Alonso Pérez Díaz que posteriormente, con absoluta discreción, serían
trasladados a La Palma,
donde recibirían definitiva sepultura en el panteón familiar ubicado en el
cementerio de la capital insular.
La represión de posguerra se encargaría, como en el caso de
tantos otros que lucharon por la libertad y la democracia republicana, de
silenciar la figura y la obra de Alonso Pérez Díaz, al amparo de una
legislación infame en la que tuvo mucho que ver, para mayor afrenta, la
acción jurídica de su pariente Blas Pérez González, lo que contribuye aún más,
si cabe, a acrecentar el drama personal del líder republicano palmero. (Cirilo Velázquez
Ramos.Publicado por sgonzalez )
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