1941.
Fallece Alonso Pérez Díaz.
Después de la sublevación militar fascista
de y la caída de la isla de La
Palma en manos de los franquistas, Alonso Pérez Díaz es
encarcelado y enviado a Tenerife. Durante su encarcelamiento enferma y muere en
Gran Canaria en extrañas circunstancias.
Alonso Pérez Díaz nace en el entonces pueblo de
Mazo, en la isla canaria de La
Palma, el 11 de junio de 1876; en el seno de una familia
acomodada. Su padre, el militar Alonso Pérez Sánchez, considerado uno de los
grandes propietarios y primeros contribuyentes afincados en lugar ocuparía en
varias ocasiones la alcaldía del municipio; vinculado al partido conservador de
Cánovas del Castillo, liderado entonces en la Isla por Pedro Poggio y Álvarez.
Hacia 1895 Pérez Díaz
concluiría sus estudios secundarios, iniciando su formación universitaria en
Madrid. En la capital española residía ya su hermano Pedro, once años más viejo
que él y que contraería matrimonio con una hija de Nicolás Salmerón y Alonso,
tercer presidente que tuvo la la Primera República española en 1873. Estamos
también, en el caso de Pedro Pérez Díaz
(1865-1930), ante una figura excepcional del contexto político
canario del primer tercio del siglo XX. Buen conocedor de la historia y la
legislación sobre la administración local española y de la idiosincrasia
isleña, Pedro fue uno de los principales artífices de la nueva organización
político-administrativa y electoral del Archipiélago que culminaría en la
denominada Ley de Cabildos de 1912. Discípulo de Giner de los Ríos, de
Gumersindo de Azcárate y del propio Salmerón, su ideología política y su obra
sociológica se inscriben dentro del republicanismo y de los postulados de la
filosofía krausista. Afincado tempranamente en Madrid, ejercería como letrado
del Consejo de Estado (1891-1930), institución en la que desarrollaría una
reconocida labor que, ciertamente, consolidaría su prestigio como profesional
del Derecho. Republicano convencido, siempre estuvo atento a la problemática de
Canarias, especialmente a la de La
Palma natal. Al respecto fue, para sus paisanos y
correligionarios, una referencia obligada en la defensa de los intereses
isleños en la capital del Estado. Escribió algunas obras fundamentales sobre la
cuestión social y el socialismo, siendo uno de los pioneros españoles en el
estudio y análisis de la doctrina marxista. Esta primera etapa madrileña de la
vida de Alonso Pérez Díaz, que finalizaría hacia 1904 y en la que llevaría a
cabo sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central,
sería decisiva para su futuro planteamiento político. Así, pues, al calor de
las influencias reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los
ambientes regeneracionistas de la época, así como con los sectores del
republicanismo español liderados por la figura histórica de Nicolás Salmerón,
por quien sentía auténtica veneración, se iniciaría en la militancia política.
De vuelta a la Isla, concluida su formación
universitaria y considerado ya por sus propios paisanos como "una nueva
gloria para La Palma",
comenzaría a ejercer profesionalmente; convirtiéndose en el letrado más popular
de la sociedad palmera de aquellos días. Establecido, pues, en su isla natal,
se metería de lleno en la actividad pública local y en 1905 iniciaba una nueva
y larga andadura arropado por el republicanismo insular. Serían años difíciles
para la causa republicana, pero en los cuales Alonso Pérez Díaz se iría
curtiendo como hombre público y consolidando como líder indiscutible del
republicanismo insular. Este sería un tiempo -más de veinticinco
años- de verdadera preparación; en clara oposición al poder conservador
que, salvaguardado por las tramas caciquiles al uso, se encontraba bien
arraigado en la Isla,
impidiendo a toda costa el avance republicano. En el transcurso de este
período, Pérez Díaz tuvo que afrontar fracasos electorales como el de los
comicios a diputados provinciales de marzo de 1905, en los que, como cabeza de
lista de los republicanos palmeros, no conseguiría escaño. En las municipales
de mayo de 1909, sin embargo se haría con el acta de concejal del consistorio
de la capital palmera; a cuya presidencia accedería en 1923 de la mano,
paradójicamente, de la
Dictadura de Primo de Rivera; aunque su militancia
republicana condicionaría su permanencia en este cargo, pues apenas cinco meses
después sería destituido del mismo. No obstante, en estos años que transcurren
entre 1905 y 1931, la actuación pública de Pérez Díaz fue bastante relevante y
así, al margen de los asuntos estrictamente políticos marcados por el
caciquismo imperante, su preocupación cívica abarcaría también todo lo
relacionado con la problemática social y económica de su isla natal; destacando
su especial dedicación en los campos de la educación y la cultura. Los
comienzos de su obra social en estos últimos aspectos hay que situarlos a
principios del mismo siglo XX, cuando los índices de analfabetismo seguían
siendo alarmantes. Así, en julio de 1906, su cuidado por la instrucción de las
clases menos favorecidas derivaría en la creación del Ateneo Popular de Santa
Cruz de La Palma.
Intensa sería, pues, su
actividad pública anterior a la llegada de la Segunda República
española. Mítines, manifestaciones reivindicativas y reuniones oficiales
contarían siempre con su presencia entusiasta y combativa. En noviembre de
1910, su actuación, al lado de su hermano Pedro, cobraría gran relieve en las
discusiones acerca del futuro régimen político-administrativo insular que, en
1912, culminaría con la aprobación de la ya citada Ley de Cabildos. Su interés
por los problemas de La Palma
se evidenciaría también con su presencia, en la segunda mitad de la década de
1920, en el seno de aquellas "comisiones patrióticas" encargadas de
resolver, ante los distintos organismos oficiales, muchos asuntos de interés
para toda la Isla
(red de caminos vecinales y de carreteras, Instituto de Segunda Enseñanza,
infraestructuras portuarias, etc.). En este sentido cabe señalar que par Pérez
Díaz el dominio conservador perjudicaba los "más vitales intereses de La Palma"; lo que le
llevaba a apoyar toda iniciativa encaminada a acabar con los desmanes
oligárquicos y que devolviera la honradez al gobierno de las instituciones
públicas.
La plenitud política de
nuestro biografiado vendría con la Segunda República y duró, prácticamente, lo que
duró la misma existencia del régimen. Los republicanos liderados por Pérez Díaz
iniciarían, con fuerza, la reorganización de sus filas; alentados ahora por una
coyuntura inmejorable que les brindaba la oportunidad de acceder, obviamente, a
un protagonismo en las esferas del poder que nunca antes habían tenido en La Palma. Pronto
quedaría constituido el nuevo Partido Republicano Palmero que, en la práctica,
iba a ser una sucursal del Partido Republicano Tinerfeño que, a su vez, se
adscribiría al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Los resultados
de las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931,
darían a Pérez Díaz el acta de diputado por la provincia de Santa Cruz de
Tenerife; acta que revalidaría en los siguientes comicios generales del 19 de
noviembre de 1933, que darían el triunfo al centro-derecha. La ruptura que se
produciría posteriormente en las filas del Partido Republicano Radical pondría
de manifiesto las divergencias que también existían en el seno del
republicanismo tinerfeño. La salida del sevillano Diego Martínez Barrio de las
filas lerrouxistas culminaría, en septiembre de 1934, con la creación de Unión
Republicana. Con todo, la unidad formal de los republicanos tinerfeños en
Canarias se mantendría, aunque no por mucho tiempo. En Madrid, sin embargo, la
hasta entonces representación parlamentaria de los radicales tinerfeños se
dividiría: Orozco Batista y Marichal López permanecerían junto a Lerroux
mientras que Pérez Díaz, Lara Zárate y Alonso Rodríguez secundaban a Martínez
Barrio. Finalmente, en mayo de 1935, se constituiría, de la mano de Elfidio
Alonso, Unión Republicana en Tenerife. Pérez Díaz quedaba entonces en una
difícil situación. Así, si bien en el contexto insular se mantendría fiel al
radical Orozco Batista, gran amigo suyo, no haría lo mismo en el ámbito
estatal; donde se mantendría proclive a la línea de actuación política liderada
por Martínez Barrio. Este confuso panorama de banderías llevaría al político
palmero, en vísperas de la confrontación electoral de febrero de 1936, a un
auténtico callejón sin salida. Su denodado empeño por conseguir el
entendimiento entre Orozco y los republicanos de izquierda de Rodríguez
Figueroa y de Alonso Rodríguez no fructificaría. Ante esta difícil coyuntura,
Alonso Pérez Díaz volvería a presentar su candidatura al lado de los
republicanos tinerfeños, pero esta vez no saldría reelegido al serle los
resultados completamente adversos. En La Palma los republicanos verían como su carismático
jefe quedaba relegado, en número de votos, al cuarto puesto, precedido en este
sentido por tres candidatos del centro-derecha (José Miguel Sotomayor, José
Víctor López de Vergara y Félix Benítez de Lugo). La desaparición de la
escena política del Partido Republicano Tinerfeño terminaría de facilitar la
formación, por parte de los republicanos de Pérez Díaz, de Unión Republicana en
La Palma.
Los sucesos de julio de
1936 sorprenderían a Alonso Pérez Díaz en La Palma, en cuya capital, el 20 de ese mes, el comité
de Unión Republicana firmaba el manifiesto titulado "A la opinión
liberal", en el que se defendía claramente la legalidad republicana y que
luego se tendría muy en cuenta como prueba acusatoria en los procesos
represivos a que se vieron sometidos todos y cada uno de los firmantes,
incluido el propio Pérez Díaz. La tragedia del líder republicano palmero, como
la de tantos otros, comenzaría a partir de la tarde del 25 de julio, al caer
definitivamente la Isla
en manos de las tropas franquistas sublevadas. Deportado a Tenerife, sería
detenido en mayo de 1937 y puesto en libertad en febrero de 1939 para luego ser
encarcelado, definitivamente, el 8 de septiembre siguiente. La condición de
líder político y su gran proyección pública harían que sobre él recayese, sin
compasión y con mayor intensidad, la carga represiva; acusado, junto a sus
paisanos y correligionarios Manuel Rodríguez Acosta, Juan Pérez Cabrera,
Eduardo Lugo Álvarez y Eugenio Abreu Creagh, del delito de rebelión según la
causa número 220/1939 de la Capitanía General de Canarias, que se instruiría
con carácter de procedimiento sumarísimo de urgencia. El 4 de septiembre de
1940, Pérez Díaz y los encausados con él pasarían al cuartel de San Carlos de
la capital tinerfeña, donde serían sometidos al correspondiente consejo de
guerra. El fiscal, Miguel Zerolo Fuentes, solicitaría entonces la pena de siete
años de prisión mayor al considerarles autores de un delito de adhesión a la
rebelión. Ese mismo día se dictaría sentencia absolutoria para todos los
procesados, aunque se estimaría procedente remitir testimonio a los tribunales
especiales de Responsabilidades Políticas y de Represión de la Masonería y el
Comunismo. Propuesta la aprobación de la sentencia por el auditor de guerra, el
capitán general de Canarias, Serrador, se negaría a firmarla al estar de
acuerdo con las conclusiones del fiscal Zerolo. Por este motivo, la causa
pasaría al Consejo Supremo de Justicia Militar, al que los cinco procesados
solicitarían, sin éxito, la libertad condicional. Esta vez la fiscalía sólo
encontraría culpable a Alonso Pérez Díaz, para el que se pediría la pena de
doce años y un día de reclusión menor y accesorias, solicitando para el resto
de encausados la libre absolución, aunque se proponía que tanto el caso de Pérez
Díaz como los de Abreu Creagh y Pérez Cabrera pasaran a disposición de los
citados tribunales especiales.
El 25 de febrero de 1941
la sentencia absolutoria dictada en su día por el consejo de guerra de San
Carlos era revocada por la Sala
de Justicia del Consejo Supremo de Justicia Militar. Sobre Alonso Pérez Díaz,
al que se atribuiría una cooperación eficaz con los sostenedores de la causa
marxista, recaería el mayor rigor de la nueva sentencia, condenándosele a
treinta años de reclusión mayor y conmutándosele la pena por una de ocho años.
En el texto de la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar se aprecia
la distinta consideración que se tuvo de todos y cada uno de los procesados,
así como de su proyección pública y actuación política durante el período
republicano, identificando a Pérez Díaz "con los fines y móviles
perseguidos por la subversión roja como evidentemente se deduce -se
afirma- de toda su actividad política anterior al Alzamiento".
A principios de junio de
1941, en la noche del día 6, el líder republicano palmero sufriría en la
prisión de Fyffes -según testimonio de Manuel Rodríguez Acosta- un
edema pulmonar agudo y hasta cinco días después, en la tarde del día 11, no
sería trasladado al Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife. En agosto se
conocía la negativa de la
Comisión Asesora Central de proponer al Consejo de Ministros
la libertad condicional de Pérez Díaz por su pertenencia a la masonería. A
finales de septiembre, dada la gravedad de sus dolencias, se autoriza su
traslado al Hospital Civil de Las Palmas de Gran Canaria, ingresando finalmente
en la Clínica San
Roque de la misma ciudad; donde se le habilitaría habitación como celda de
reclusión. En la misma, "debidamente vigilado", fallecería al
mediodía del 17 de octubre siguiente.
El 23 de abril de 1958,
se producía, en el cementerio civil de la capital grancanaria, la exhumación de
los restos de Alonso Pérez Díaz que posteriormente, con absoluta discreción,
serían trasladados a La Palma,
donde recibirían definitiva sepultura en el panteón familiar ubicado en el
cementerio de la capital insular.
La represión de
posguerra se encargaría, como en el caso de tantos otros que lucharon por la
libertad y la democracia republicana, de silenciar la figura y la obra de
Alonso Pérez Díaz, al amparo de una legislación infame en la que tuvo
mucho que ver, para mayor afrenta, la acción jurídica de su pariente Blas
Pérez González, lo que contribuye aún más, si cabe, a acrecentar el drama
personal del líder republicano palmero.
Hasta 1902, año en el que, fallecido ya el
padre de D. Alonso, se decide el traslado de la residencia familiar a la
capital palmera, los Pérez Díaz vivirían en el Mazo natal, pueblo al que el rey
Alfonso XII le concedería el título de Villa el 18 de marzo de 1878 y que
por esta época seguía siendo un claro ejemplo de municipio con una
economía tradicional eminentemente agraria, lastrada por importantes carencias.
Por otro lado, las anquilosadas estructuras sociales, con la paulatina llegada de
las remesas de los que habían emigrado a América, habían comenzado a
resentirse; dando lugar a la introducción de elementos de cambio en el viejo
sistema de propiedad de la tierra. No obstante, durante todo el siglo XIX, la
miseria de la población resultaría evidente y el retrato social del municipio,
que reflejaba la general pobreza de sus habitantes, quedaba de manifiesto en un
acuerdo plenario (1/7/1871) del Ayuntamiento, presidido entonces por el
propio Alonso Pérez Sánchez, en el que entre otras cosas se venía a decir:
"... apenas subsisten en corto número
algunas personas que puedan calificarse acomodadas, porque la mayor parte de
estos habitantes, depende de la eventualidad de un pequeño jornal para
alimentarse con escasez a sí mismos y a sus familiares, y que sus jornales no
deben ser considerados para todo el año, pues sólo en él podrán ocuparse la
cuarta parte del mismo; por todas estas consideraciones, acordó que las cuatro
séptimas partes de la población fijando 700 vecinos para el objeto de que se
trata deben ser considerados y los considera el Ayuntamiento exentos de tomar
la cédula de empadronamiento de pago..."
A esa minoría acomodada y por
ende conservadora pertenecía, precisamente, el grupo familiar encabezado por el
mismo alcalde; que durante la segunda mitad del siglo XIX ocuparía, como ya
referimos, en tres ocasiones (1869-1872, 1883-1886 y 1897-1898) la presidencia
del Ayuntamiento de Mazo; cargo que también llegaría a estar en manos de sus
hermanos Blas y José Antonio Pérez Sánchez. Estamos, pues, ante una auténtica
elite rural controladora de los resortes del poder local, agente pero
igualmente víctima de la trama caciquil decimonónica. Tanto Alonso Pérez
Sánchez como su hermano Blas, casados respectivamente con las también hermanas
Luisa y Catalina Díaz Guerra, constituirán las conocidas y prolíficas
familias de los Pérez Díaz, que se convertirán en clanes influyentes de la vida
social y política de La Palma
del último tercio del citado siglo y primera mitad del siglo XX y cuya importancia
se dejará sentir hasta bien avanzada esta última centuria. De su manifiesta
preponderancia social y económica dan testimonio, todavía hoy, las que fueron
viviendas familiares ubicadas en el casco urbano de Villa de Mazo, que se
constituyeron en las edificaciones de mayor empaque de la localidad y en
muestra singular de la arquitectura doméstica canaria.
Mucho se ha especulado,
sin embargo, con las desavenencias habidas entre ambos clanes. La muerte del
propio padre de nuestro biografiado se halla inmersa en las diferencias y
parcialidades políticas que sacudieron, crispándola, la vida cotidiana de Mazo
creando auténtica alarma social. En este sentido, entre 1890 y 1901 la familia
de Alonso Pérez Sánchez fue víctima de una serie de atropellos que el mismo
Pedro Pérez Díaz, ya desde la óptica de letrado del Consejo de Estado, no
dudaría en calificar, denunciándolos, de perversos y criminales, convencidos
como estaban él y los suyos de que estos atentados habían contribuido a
agravar la enfermedad que llevaría a su padre a la tumba. Evidentemente tanto
Alonso Pérez Sánchez como su hermano Blas fueron elementos destacados de la
oligarquía local y ambos participaron de lleno, en el contexto de la pugna
caciquil protagonizada principalmente por conservadores y liberales, de las
redes clientelares de la
Restauración borbónica que tuvieron en La Palma un destacado
desarrollo y donde "el pesado látigo del cacique, su desmedida
ambición, sus ideales de lucro, sus tendencias egoístas..."[1]
se dejaron sentir tanto o más que en cualquier otra isla del Archipiélago. "Es
pura politiquería de hordas -como bien señala Millares Cantero al analizar
las elecciones de diputados a Cortes en la Isla entre 1876-1923- la que rigió la
dialéctica amigo-enemigo en la vida pública palmera" de esta
época[2]. La falsa representatividad del sistema
parlamentario canovista reprodujo en La Palma, como era de esperar, todos aquellos
mecanismos que hicieron normal el fraude en cualquier convocatoria electoral.
Los municipios palmeros no serían una excepción a la hora de sufrir las
desastrosas consecuencias de los politiqueos locales. Las actuaciones de unos y
de otros, mantuvieron el abandono secular de estos pueblos y las artimañas
caciquiles llegaban a su paroxismo cada vez que se trataba de depositar el voto
en las urnas. Reprobado por todos, todos decían combatir al caciquismo y todos
se aprovechaban de las bondades que éste ofrecía.
Los hermanos Pérez
Sánchez, desde su privilegiada posición social, fueron también partícipes
directos de tan denostado sistema. Se ha llegado a afirmar que ambos hermanos
eran, políticamente, "de tendencias radicalmente distintas"[3],
tildando erróneamente a Alonso de liberal y a Blas de conservador, endosándoles
incluso las etiquetas "de izquierdas y de derechas"
respectivamente. Nada más lejos de la realidad, pues Alonso Pérez Sánchez
estuvo siempre en la órbita de la bandería conservadora, convirtiéndose en
destacado canovista defensor del incombustible Poggio y su acción
política como alcalde de Mazo delata claramente su militancia. Así, en abril de
1871, el pleno municipal macense, a propuesta del propio Alonso Pérez Sánchez,
acordaba solicitar de la
Audiencia de Canarias la separación del cargo de juez
municipal de Antonio Leal Santos; fundamentando tal petición en la acusación de
que el citado vecino era republicano y favorecía a sus correligionarios en
detrimento de "los otros vecinos que siguen y defienden por medio de
todas sus manifestaciones la marcha del Gobierno a quienes lealmente
se reconocen subordinados,..."[4]. Ignoraba entonces Alonso Pérez Sánchez,
y difícilmente lo podía intuir, que andando el tiempo terminaría por
convertirse en padre de dos figuras señeras del republicanismo insular y en
consuegro, nada más y nada menos, de Nicolás Salmerón. Tiempo después, con
motivo de las elecciones legislativas del 4 de abril de 1886, "las más
pintorescas que hubo en la isla durante toda la Restauración"[5], los hermanos Pérez Sánchez aparecerán
políticamente enfrentados. En esta ocasión se disputaban el escaño por La Palma el liberal palmero
Miguel Castañeda Carmona y el cunero conservador Juan Bautista Somogy y
Gallardón. Alonso Pérez Sánchez, que desempeñaba entonces su segundo mandato
como alcalde de Mazo desde principios de julio de 1883, prohibía "la
entrada libre de los electores" en los colegios electorales, viéndose
afectado su hermano Blas por esta medida. Este último, con los liberales liderados
por Sagasta en el poder, actuaba además como delegado del gobernador civil y
aun así se le impediría el que tomara asiento en la mesa electoral de la
sección segunda de Mazo y tampoco fueron atendidas sus reclamaciones. Por
el contrario su hermano Alonso se encargaría de amañar la votación a favor del
conservador Somogy, en unos comicios en los que tanto los liberales
ministeriales como los opositores conservadores no jugaron nada limpio; lo que
daría lugar a que Miguel Carmona, al que en principio se le adjudica el acta de
diputado, tuviera que abandonar, en febrero de 1888, el escaño a favor del
contrincante Somogy, tras el dictamen de la correspondiente comisión del
Congreso encargada de verificar los resultados electorales y revisar las actas[6]. Meses después, en julio de 1886, el
Gobierno Civil de la provincia suspendía en sus funciones a los mandatarios del
Ayuntamiento de Mazo presidido por Alonso Pérez Sánchez y su hermano Blas, con
el beneplácito de los gobernantes liberales de turno, tomaba posesión del cargo
de alcalde en un pleno extraordinario que, celebrado el día 14 de dicho mes,
estuvo presidido por el alcalde de la capital palmera, Servando Pereira García,
en funciones de delegado gubernativo[7]. Este mandato de Blas como alcalde, el
último de su vida política, concluiría a mediados de 1888 al verse obligado a
abandonar el cargo, por orden judicial, al estar encausado, junto al juez
municipal y otros cinco concejales, por "delito de usurpación de
atribuciones". Ya en mayo de 1872 Blas Pérez Sánchez había sustituido
a su hermano Alonso en la presidencia del Ayuntamiento de Mazo y como alcalde
vitoreó tanto la proclamación de la Primera República
de febrero de 1873 como luego acogería con entusiasmo la entronización de
Alfonso XII; aunque esto último no le salvaría de la destitución de su cargo de
primer edil por parte del nuevo gobernador civil, el tinerfeño y monárquico
conservador Vicente Clavijo. Blas Pérez Sánchez volvería a tomar posesión de la Alcaldía de Mazo a
principios de julio de 1879 y en ella se mantendría hasta mediados de 1883,
momento en que daría paso como titular de la misma a su hermano Alonso, que
había sido elegido en las municipales celebradas en mayo de ese año. Blas Pérez
Sánchez fallecería el 11 de octubre de 1896 a la edad de sesenta años
y su hermano Alonso, casi cuatro años más joven y que le sobreviviría hasta
julio de 1901, volvería a ocupar el cargo de alcalde de Mazo el 1 de julio de
1897 como adicto a la bandería de Cánovas del Castillo y por lo tanto
sostenedor -como comentaba el periódico El País de la capital palmera-
"del bien adquirido prestigio de nuestro Diputado D. Pedro Poggio y
Álvarez frente a los que proclaman la política de Sagasta declarándose enemigos
acérrimos del Sr. Poggio"[8]. El asesinato de Cánovas en
agosto de ese mismo año y la formación de nuevo gobierno por parte del liberal
Sagasta daría lugar a la convocatoria de nuevas elecciones generales que
traerían consigo las habituales maniobras caciquiles tendentes a asegurar la
mayoría ministerial. En esta coyuntura, la destitución de la corporación
liderada por Alonso Pérez Sánchez no se hizo esperar y la misma se justificó
desde el Gobierno Civil en un supuesto deterioro de la marcha
económico-administrativa de la institución municipal. En la toma de posesión de
los nuevos concejales, el 10 de febrero de 1898, Alonso Pérez Sánchez se
defenderá de los cargos que se le imputaban calificándolos de "injustos
y gratuitos". Desde las filas conservadoras se decía que el único
delito que había cometido el alcalde saliente era el de ser fiel a Pedro
Poggio. Según Pérez Sánchez, la corporación que presidía había obrado en
conciencia y legalmente, "fuera -añadía- de toda rencilla
política como se dice en el oficio de supresión, toda vez que en esta localidad
no se conocen partidos políticos de ninguna clase, y la corporación sólo tuvo
presente..., encauzar la desordenada administración municipal que le fue
entregada en 1º de julio último en el más lamentable estado..." Pérez
Sánchez finalizaba su defensa aludiendo a la dignidad personal y honradez de
los miembros de su grupo municipal, señalando que casi todos ellos eran "personas
de propiedad, arraigo y primeros contribuyentes". La prensa de la
época se hará eco de las críticas de los desplazados y El País,
periódico conservador de Santa Cruz de La Palma, arremeterá contra la nueva corporación
impuesta por los liberales[9]. Tres años después, a principios de 1901,
la Audiencia
de Canarias venía a levantar la suspensión que existía sobre Alonso Pérez
Sánchez y el resto de componentes de la corporación que presidía en 1898,
decretándose su reposición. El 14 de abril de 1901, Pérez Sánchez regresaba a
su puesto de concejal; pero ya la enfermedad se había apoderado de él y sus
padecimientos le impedirán asumir con normalidad la labor municipal,
falleciendo hacia finales de julio de ese mismo año.[10]
Por lo expuesto,
evidentemente, hubo diferencias políticas entre ambos hermanos, pero las mismas
hay que situarlas dentro del ámbito común del control oligárquico del poder
local y no tanto en el campo de la pugna ideológica propiamente dicha; pues al
fin y al cabo, ambos hermanos respondían a los mismos patrones de comportamiento
social y político de una clase social de propietarios rurales acomodados en
cuyas familias había incluso cierta tradición militar[11]. En el caso de Alonso Pérez Sánchez ni
siquiera la militancia republicana de sus vástagos, especialmente la de su hijo
Pedro que había emparentado con Nicolás Salmerón a través del matrimonio
contraído -en diciembre de 1894- con su hija Catalina, le haría desistir, como
hemos señalado, de su fidelidad a las filas conservadoras lideradas en La Palma por Pedro Poggio; al
que andando el tiempo sus propios descendientes terminarían por combatir con
denuedo.
(Cirilo Velásquez Ramos, en: elapuron.com)
Notas:
[1] El Fiscal, Nº 82. Santa Cruz de La Palma, 30 de noviembre de
1901.
[2] MILLARES CANTERO, A.: "Escaños de muy
pocos o Poggio sobre todo. Las elecciones de diputados a Cortes de la
restauración en La Palma
(1876-1923)". En Actas del II Congreso de Geografía, Historia y Arte
de Santa Cruz de La Palma,
Revista de Estudios Generales, Madrid, 2006, pp. 275-323.
[3] DEL HOYO CALLEJA, J.: Profeta de nuestro
tiempo. Tomás Morales S.J., 1908-1994. Encuentro Ediciones, Madrid, 1995,
p.71
[4]VELÁZQUEZ RAMOS, C.: Historia General de
Villa de Mazo, CCPC/ Ayto. de Mazo, Tenerife, 1999, p. 64
[5] MILLARES CANTERO, A.: 2006, Op. cit. pp.
275-323.
[6] Ibidem.
[7] VELÁZQUEZ RAMOS, C.: 1999, Op. cit. p. 68
[8] El País, Nº 59. Santa Cruz de La Palma, 4 de julio de 1897.
[9] VELÁZQUEZ RAMOS, C.: 1999, Op. cit. p. 70
[10] Ibidem, p. 71
[11] En este sentido, recordemos, el propio
Alonso Pérez Sánchez perteneció a las Milicias de La Palma, llegando a alcanzar
el grado de capitán de Infantería y por parte de las esposas de ambos hermanos,
las también hermanas Catalina y Luisa Díaz Guerra, la tradición se remontaba al
alférez Luís Díaz Méndez y al sargento Miguel Méndez Yanes, respectivamente
padre y bisabuelo de ambas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario